19
Cecil
Abril
Casi todo el mundo me había dejado su marca, me identificaron tan rápido con algo que al recordarlo se volvía irreal y hasta cierto punto existía un grado de poder.
Aunque eso yo tarde en saberlo.
Verde era igual a enfermiza.
Verde era igual a mentirosa.
Verde era igual a venenosa.
¿Era todo eso?
Lo habían hecho ver tan fácil, pero a mí me resultaba imposible identificarme con un nuevo nombre. No sabía porque sucedía, si las canciones ya eran mías, quería decir que ya le estaba dando un significado a mi persona.
Recostada en mi cama el frio me empapo, estaba a oscuras y sola. Recordé que aún tenía un poco de alcohol de los meses pasados, lo traté de buscar sin la luz encendida, hasta que por fin lo tuve en mis manos.
Di el primer trago, no lograba asimilar el sabor, sin embargo, por una extraña razón ese quemazón que bajaba a través de mi cuerpo ayudaba a cubrir algunas cosas, como el hecho de que Georgina la mayoría de las veces no estaba en casa y las ocasiones en las que sí, ni siquiera me miraba, y ni hablar de mi padre adoptivo que a pesar de que me daba su cariño, siempre estaba fuera por sus proyectos.
Yo tenía proyectos y dos personas que me apoyaban. Admito que, si llego a ser suficiente, pero repito... poder.
Di otro sorbo y sus ojos azules pintaron mi oscuridad. Después de que le cante en medio de un tumulto de gente y de que él me diera el mejor obsequio del mundo, nos volvimos más unidos, aunque seguía rechazando mis intentos de beso.
Cada vez que nos veíamos me daba un revisión estricta para saber si tenía algo entre los dientes u otra cosa parecida que le impidiera el contacto hacia mí.
Tomé otro trago, me sentía sola porque quería, Marck me había invitado a quedarme en su departamento cuando le conté lo de mis padres y rechacé esa invitación. En mi defensa fue por cuestiones morales, sentía que ya hacer eso era otro tipo de privacidad y de exclusividad.
Me incorpore desganada hasta llegar a mi alcoba. Abrí la ventana y la brisa entro provocando que la piel se me erizara, dejé a un lado la botella y abracé mi cuerpo.
Un minuto y nada.
Dos minutos y los sonido de los animales nocturnos se colaron en mis oídos.
Y diez minutos después, sentí una mirada, pero no como aquellas que Marck me daba deteniéndome el mundo, esta me veía y el mundo seguía girando incluso más rápido.
La señal perfecta y el elemento adecuado.
Contemple el cielo nocturno bañado de estrellas. Y en un universo gigante, yo quería ser lo predominante.
Observe lo que pudieron ser horas la luna nueva... brillante y con algunos bordes imperfectos, pero seguía siendo hermosa.
Un análisis más. Lo tenía.
¿Qué quería ser? Fuera de que anhelaba ser parte de la industria, también quería ser fiel a las personas que me apoyaban y solamente por una ocasión quería tener la oportunidad de ser humana.
La luna siempre estaba en cada desvelo, escuchando a cada persona su calma o su desastre. Tiene diferentes facetas, a veces está llena, media vacía o muy débil. Y a pesar de eso su luz nunca se iba.
Entera. A medias. Débil.
Brillante. Humana. Sin perder la luz.
Podía ser todo eso.
—Moon—Fue un susurro, pero el mundo tembló.
🌙🌙🌙
Estaba tocando en acústico la última canción de mi álbum. La guitarra que me había regalado Marck se volvió un accesorio preciado cada vez que tenía que salir, parecía que mis canciones tomaban más sentido.
Había intentado tocar de todo; violín, piano, incluso una flauta. Pero con las guitarras podía ser lo que yo quisiera, es decir, había guitarras eléctricas que te hacían ver como una estrella del rock, había tantos diseños y ahí estaba la magia.
Además de sentirme libre con ese instrumento, también me brindo una personalidad única.
—Ya está—Martin estaba observando como lo hacía. No podía ver su expresión dado a que siempre vivía con la misma estética: lentes oscuros, sudadera color gris o negra con el gorro siempre en la cabeza o en casos raros utilizaba las gorras en los mismos tonos neutros igual que sus joggers— ¿lista para grabar?
—Algo nerviosa, pero si— deje en el sillón de cuero negro mi guitarra, me incorpore y me dirigí a la cabina.
—Me gusto ese nombre—admitió sin mirarme y preparándose para grabar.
Cuando llegue a la disquera entre corriendo llena de euforia, diciéndole que, si esto salía bien ya no quería que me conocieran como Cecil Thalassa Avery. Sabía que era mi nombre real, pero me lo habían dado mis padres como un privilegio, y ahora me tocaba ganármelo como Moon.
—Por primera vez sentí que comencé a hacer algo bien.
—A veces tu mente va más rápido de lo que uno puede pensar. Acertaste en todo.
—Yo diría que siempre—su voz hizo un camino en mi columna—, no hay un solo momento en que una estrella fugaz se detenga.
—Marck—gire rápidamente mi cabeza, deseaba que él hubiese sido el primero en saberlo, pero cuando la emoción existe la verdadera decisión se olvida.
—Cecil—susurró mi nombre de una manera tan suave que se sintió como una caricia tortuosa y eterna—. Quise venir a ver como lo haces ¿puedo?
Mi pecho se inflo, su mirada era tan poderosa que cortaba el oxígeno y la única que sufría ese efecto era yo.
—Claro que puedes, hermano—contestó Martin por mí.
Hubo un atisbo de decepción en su rostro, esperaba que yo le diera esa respuesta. Pero estaba demasiado aturdida con su imagen, que dudaba si podía repetir los versos sin trabarme, por el hecho de que había escrito la canción pensando en él y probablemente ese no era el problema, sino que cuando lo hice fue en un momento de debilidad... ¿sexual?
Mis mejillas se sonrojaron. Había un extraño placer en hacerlo.
—Te tengo que contar algo—dije con la voz entrecortada, intentado sonreír.
—He esperado un buen rato para que me lo digas—su tono fue lleno de seducción y un poco de ironía.
Sonrió de lado, provocándole dos líneas hermosas y atractivas.
Mi corazón dio un vuelco cuando llego al sillón, tomo asiento y en voz muy baja me dijo: sorpréndeme.
Confundida, arrugue la cejas sin perder la sonrisa.
¿Qué estaba tramando? O ¿En qué me había metido?
Entre la cabina con ciertas sensaciones, me coloque los audífonos y me acerque al micrófono.
—CT, adelante—avisó Martin mientras se colocaba los audífonos.
Comencé con la melodía, cerrando los ojos, moviendo mi cabeza y mis manos, disfrutando del beat. Algo lento y a la vez sensual.
Desvié mi mirada hacia Marck, fijo en el sillón que lo hacía ver pequeño por su tamaño, ya no tenía el saco, utilizaba su camisa negra remangada hasta los codos. Una imagen digna de ser arte en un museo.
El azul eléctrico me capturo haciendo que Martín se desvaneciera.
Solo él y yo.
Se inclino hacia adelante y recargo sus codos en sus muslos, de esa forma se marcó más su musculatura. Era un deleite verlo, entreabrí mis labios sintiendo la chispa de calor en mi nuca.
Se levanto y le dijo algo a Martin, él asintió y le dio los audífonos. Mis ojos se abrieron de par en par, tenía claro que había más gente que lo escucharía, pero si Marck lo hacía primero sería más vergonzoso.
Contuve un suspiro y seguí cantando. Sin decir nada, Marck provoco que solo cantara para él, nadie existía, incluso si lo estaba haciendo mal Martín no tenía derecho de meterse.
Solo yo estaba siendo consumida ante ese poder eléctrico y peligroso. Debió de darme miedo, pero era todo lo contario, inconscientemente mi voz cambio a un tono más coqueto y lento.
Marck me observaba con los rasgos duros y apoyándose en la mesa con el tórax inclinado, se podía ver como sus respiración estaba igual de agitada que la mía.
Se quito los audífonos y se los devolvió a mi productor que enseguida me trajo de nuevo a la dimensión real.
—Es todo CT, estuviste excelente.
No di respuesta, los estrago de la tensión entre Marck y yo eran lo suficientemente fuerte para controlarme.
Salí de la cabina y el oxígeno seguía sin existir.
—¿Con eso acabamos?
—A menos que tengas otras canciones que mostrarle al mundo, acabamos—sonrió Martin—. En dos meses conocerán a...
—¡No lo digas! —exclamé callándolo y mirando a Marck de forma cómplice—él aun no lo sabe.
—¿Saber qué? —inquirió autoritario.
Martin se despidió de mí y escuche como Marck gruño al ver el contacto que tuve con mi productor.
Por fin solos. Desastre y devastación en su máximo esplendor.
—Lo encontré—me acerque a pasos lentos, me quede en la mesa donde estaban los mezcladores.
—Lo hiciste.
—Tal vez no es la idea más original, pero por primera vez siento que estoy haciendo algo bien—lo repetí, porque no me cansaba de pensarlo.
—Dímelo—Mi cómplice en todas las locuras que llegue a hacer.
—Moon—lo dije bajo, el miedo aún se encontraba encendido, pero pronto lo apagaría.
—Me gusta—se incorporó—, me parece bonito y muy tú—Determinación y sonido áspero.
—¿Muy yo? —Quería saber que era lo que él pensaba, no por aprobación sino por curiosidad.
—Brillante. Astrológica—reímos ambos—. De otro mundo y aunque siempre digan que su brillo es causado por otra fuerza de la naturaleza, ella saca la propia para demostrar que no es así.
Mi mundo daba vueltas.
—Gracias—la nostalgia se acumuló en mi garganta. Él sabía por qué.
Otro centímetro más y los nervios comenzaban a subir. Doble mis dedos sobre la mesa.
—Tus formas de agradecimiento son muy raras—dijo acorralándome con los brazos a lado de los míos— ¿tengo que preocuparme sobre lo que estas escribiendo de mí?
Forme una sonrisa, se había dado cuenta.
—No he escrito sobre ti—mentí mirándolo—. Hay muchos hombres de ojos azules en el mundo.
—Por el bien de ellos espero y eso sea mentira—su advertencia fue peligrosa y posesiva.
—No lo es, la diferencia es que de ellos no me...
Mis palabras quedaron en el aire cuando sus dedos tocaron mis labios.
—Yo también estoy enamorado de ti, Cecil.
Un mal presentimiento. Un corazón que latía frenéticamente. Y un amor locamente hermoso.
No importaba nada más.
Marck
Las palabras fluyeron como jamás pensé que lo haría por amor. Había pasado toda mi vida pensando en el matrimonio de mis padres, que, a pesar de las altas y bajas de mi madre, mi padre jamás dejo de amarla, hasta que eso ya no fue suficiente.
¿Lo de nosotros los seria?
Por supuesto que sí, porque siempre estaría con ella apoyándola en todo, y cuando ya no lo sea buscaría más alternativas.
Cecil era igual que mi madre, apasionada por lo que hace, extrañamente bondadosa y con una felicidad que nadie les arrebataría.
Creía que nunca iba a merecer eso, había hecho de mi vida un caos, y así como existían las cosas legales, también lo había a montones de ilegales. Hackeando para obtener un beneficio, la trampa de mi padre no estaba tan fuera de lo real, porque si podía suceder. Hiriendo y matando para demostrarle que era lo suficientemente fuerte para el mundo.
Todo de mi se basó en la autoexigencia y en la violencia. Con Cecil era todo lo contario, tan fácil y resplandeciente que no lograba digerir lo que estaba sintiendo.
Sus ojos se iluminaron. Eran dos hermosas lunas.
—Sin palabras—me mofé al ver que se quedó muda.
—No...no...o sea... ¿quiere decir que ya somos novios? —se sonrojo. Asentí sonriendo. —¿también está el hecho de que nos besaremos, me dirás cosas lindas y nos abrazaremos sin pena? —sonrió agarrándose las mejillas como si no lo creyera.
—Si. Si. Si. Y si—conteste cada una de su dudas—. También le podemos aumentar más cosas, como ir a tus conciertos, acompañarte a tus grabaciones y...—No me dejo terminar cuando ya tenía sus brazos alrededor de mi cuello.
La aprete a mí con fuerza y posesividad.
Me contuve tanto tiempo en poder tocarla, que cuando la tuve en mis brazos dolía no saber cómo empezar.
Me encantaba que Cecil fuera tan mágica, de otro mundo porque el real no la merecía, pero me jodia pertenecer al real, sin embargo, mi nivel de posesividad hacia ella provocaba mis ganas de crear otro en donde solo seriamos ella y yo, y mi única preocupación seria adorarla y corromperla hasta el punto de que hiciera más canciones en donde plasmaba su anhelo de ser tocada por mí.
Esas jodidas canciones.
De un momento a otro cambio a ser lo más triste de mi vida a ser lo más excitante de mi existencia...
—Marck—su suave brisa en mis labios me hizo regresar.
Estaba de puntas con su boca pegada a la mía, esperando a que le diera paso. Por fin la tenía en mis manos y disfrutaría cada momento. Sus suplicas y placer me pertenecían.
—Por favor—jadeó. Un sonido que vibro en mi miembro.
Verla desmoronada por un beso hacía que el deseo ardiera más.
—¿Dime en que estabas pensando cuando escribías esa canción? —pasé mis labios por sus mejillas, estaban calientes y rojas— conmigo no va a existir la vergüenza ¿lo entiendes? —mordí su barbilla.
Asintió con los ojos cerrados y los labios entreabiertos.
—Bien, ahora contéstame—baje mis manos a sus muslos trazando un camino.
—En ti—gimió bajito.
Mierda.
Esa palabra se extendió a todo mi cuerpo y dudaba que el autocontrol durara.
—¿Qué te hacia? —la sedosidad en mi tono era un juego a su placer.
—Marck... yo.
—Dímelo. Si no como voy a saber tus deseos—mis dedos llegaron a las líneas de su ropa interior. La tela se deslizo fácil en su piel suave.
—Tú. Me...besabas.
Sus pupilas se dilataron, las suaves y delicadas líneas de su cuello se movieron como si fueran olas. Ansiaba marcarlas, así como cada parte de su cuerpo.
—¿Qué más, Cecil? —ordené.
Me moví junto con ella acorralándola de nuevo sobre la mesa. Un ligero suspiro salió de su garganta y la vergüenza estaba cayendo.
—Me besabas—repitió mirando mis labios—, y mientras lo hacías bajabas tus manos a mis glúteos, después desbrochabas mi blusa y hacías lo mismo con mis pechos, dejando besos por todo mi cuerpo—trago grueso y su respiración se aceleró.
Su fantasía era tan inocente como su expresión. Eso me confirmaba lo que yo ya había pensado y eso era que nunca alguien la había tocado.
Aquello significaba que la haría complétame a mi manera. Corrompería su mente para que se atreviera a más y nunca había estado más complacido de enseñarle sobre sexo a alguien.
Mil veces prefería a alguien con experiencia, pero con Cecil todo era diferente. Ella era el único desastre que necesitaba y la única destrucción que aceptaría.
—Es momento de cumplirte y sabes que yo resuelvo de la mejor manera—aprete su culo con rudeza—, pero antes solo contéstame esto ¿tienes idea de porque me he reprimido tanto a tocarte? —tire de su cabello, acercándome a sus labios provocándola.
Ella intento alcanzarlos, pero me aleje antes de que lo hiciera.
—Te hice una pregunta—Un apretón en su musculo y un azote que hicieron que se sobresaltara.
—No lo sé—sus ojos eran los de un ángel a punto de ser destruida.
—Quiero que te quede una cosa clara, Cecil—mi voz fue demandante—. Cuando sé que algo es mío, le restó importancia porque sé que nunca se va a ir—mi mano se cerró en su nuca, haciendo que su cabeza quedara hacia atrás—. Pero tú...—abrí sus piernas con mi rodillas metiéndome en ellas— no eres una cosa. Tú eres mi fantasía. Mi adoración. Y así como te proteger de las personas que te quieran hacer daño, de la misma manera te reclamare como mía ¿entendiste?
Un gemido fue suficiente para que mi autocontrol desapareciera y comencé a besarla como si de eso dependiera mi vida. Sus besos eran dulces, tranquilos, con sabor a luz, astros y miel, al contrario de los míos que eran salvajes, fríos y posesivos.
Deje que por un momento tomara el control sobre ese beso, porque sabía que ella tenía la ilusión de un beso así.
Cecil estuvo a punto de quitar su boca de la mía, se lo impedí tomándola de la cintura con fuerza, profundizando más el sabor de nuestras bocas. Duro, exigente y sacando toda la frustración acumulada. Se acoplo rápido a mi ritmo, tirando de mi pelo y enredado su legua con la mía a la perfección.
Cada gemido y jadeo quedaron atrapados en mi boca, llevando una corriente a mi polla.
—Es momento que tengas unas vacaciones lejos del cielo, cariño—mordí su labio inferior y seguido pasé mi legua amortiguando el dolor.
—Siempre he tenido ganas de conocer tu mundo—susurró.
Aun la vergüenza existía, pero estaba convencido que después de esa noche se extinguió por completo.
—Guíame, cariño—toque la curva de su seno por encima de su blusa. Esos atuendos que siempre llevaba eran unos grandes distractores. Faldas cortas y blusas arriba del ombligo, la hacían ver tan sensual que no se le llegaba a mirar lo inocente hasta que la veía a los ojos.
—Quítame la blusa.
Deshice el nudo y lo que encontré fue perfecto, no había sostén de por medio, así que sus pechos salieron a relucir firmes, no tan grandes, del tamaño perfecto para mi mano y mi boca. Agarro mi muñeca y llevo mi mano hacia uno primero, lo amase y pellizque un pezón que al instante se puso rígido, me guio al otro e hice la misma maniobra.
Yo estaba embelesado por la imagen. Su espalda arqueada, sus dedos hundidos en la mesa y esos ojos pidiéndome más.
—Ahora con tu boca—gimió y un rubor floreció en sus mejillas.
—Entonces la cara de inocente solo la tenías de adorno ¿eh?
Me abalance a sus senos como un jodido hambriento. Eran suaves, dulces y jamás me cansaría de ellos, los lamí y mordí a mi antojo, hasta robarle cada uno de sus jadeos con mi nombre.
Tire de un pezón suavemente, al momento que mis dedos pasearon por sus pliegues. Un gruñido escapo de mi garganta cuando intente meter un dedo y estaba tan apretada.
—Solo para mi—pase por su cuello hasta llegar a sus clavículas.
—Marck...necesito—su cuerpo se removía ante mi toque—. Quiero más...
Empapada, su piel caliente y sensible al tacto. Si eso sucedía con simples caricias no lograba imaginar lo que sucedería más adelante.
—Lo sé y te lo voy a dar.
Con dificultad introduje un dedo, arqueo la espalda. Después un segundo y sus nudillos quedaron blancos en el borde de la mesa. Los comencé a mover siguiendo un ritmo que ella también imitaba con su cuerpo.
Era una diosa, con los ojos cerrados y los labios rojos, casi tirada de espaldas sobre la mesa... casi al límite. Sus paredes se contrajeron al meter un tercer dedo, pero así no quería que terminara su primer orgasmo. Saque los dedos de golpe, obteniendo un gemido en protesta.
—Aun no. Levántate—mi tono no fue suave. Estaba tan nublado en la lujuria al verla de pie con la blusa arrugada y la falda muchos más arriba de su cintura quedando expuesta—. Enfrente y de espaldas.
Hizo lo que le ordene, su cabello lo hizo a un lado. Lentamente quite su blusa disfrutando el contacto dejándole besos desde el cuello hasta su hombro, echo la cabeza hacia atrás cuando llegue a la cremallera de la falda y la baje con delicadeza, fascinado por su figura.
No podía ver su expresión, pero lo que tenía ante mis ojos combinado con los patrones de las luces moradas y rojas de la disquera fue un oasis tan excitante que estuve a punto de explotar.
—Camina hacia el sillón—Sus pasos comenzaron. No la podía tocar con las manos, pero por el momento mis ojos lo hicieron. Espalda delgada y esculpida cada centímetro de ella digna de una deidad, cintura pequeña y un culo con las curvas perfectas—. Voltéate.
Su cuerpo tembló ante la iluminación y la manera en la que la estaba devorando.
Desnuda y mía. Acorte la distancia haciendo que tropezara y cayera al sillón.
—Abre tus piernas—mi hinque ante ella y subí su piernas a mis hombros, obteniendo la vista perfecta de su coño húmedo.
La confusión y la anticipación cruzaron en su rostro.
—¡Marck! —grito alzando la espalda cuando mi boca llego a su parte sensible—. Si así... por favor—se agarró de mi cabeza en movimientos desesperados—. No te detengas—gimió.
Comencé a saciarme de su sabor adictivo y fascínate. Roce su clítoris antes de lamerlo y provocarle otro grito, haciendo que su cadera se elevara. Volví a follarla con los dedos y estaba más mojada que al inicio y saboreé cada gota que me pertenecía.
—Deliciosa.
Deje caer sus piernas que quedaron hechas gelatina. Me puse de pie y contemple su cara roja e iluminada por la excitación.
Inicie a desabotonar mi camisa sin quitarle la mirada de encima.
—¿Yo puedo?
Sonreí. Claro que podía, era completamente suyo.
Asentí.
Termino de desabotonarla y capturo mi boca en otro beso más salvaje y desesperado. La cargue, sentándome en el sillón y ella quedando en mi regazo, quitándome la camisa y acariciando mis hombros, cuando llego a la espalda, su cara se llenó de confusión ante la asperidad.
No era momento de esa explicación.
La incite a que siguiera con otro beso y ella obedeció moviéndose deseosa sobre mi erección. Bajo su mano a mi cinturón y lo desabrocho a la velocidad de la luz. Una sonrisa apareció ante sus deseos y movimientos.
—Lo podrías pensar dos veces—la provoque.
Mi sonrisa se extendió más al saber que lo había entendido por expresión.
—Creo que puedo soportarlo—ronroneo sin perder esa imagen angelical.
La ropa de abajo quedó en segundo plano. Sus ojos se abrieron al ver mi tamaño y el movimiento de su garganta de que paso saliva con dificultad, la delato.
—Tranquila, intentaremos que no duela.
La agarre de sus caderas y la punta quedo en su entrada. Respiro hondo antes de ir bajando y yo contuve un suspiro al sentir lo apretada que estaba y las continuas pausas que hacíamos para que se acostumbrar a mi tamaño.
Cerro los ojos y una lagrima salió de ellos cuando logro entrar del todo. Limpie con mi pulgar el líquido y nos mantuvimos así hasta que ella estuviera lista.
—Es mejor de lo que imagine—dijo contenta, con unas líneas de sudor en la frente.
—Cumplió tus expectativa—bese su hombro al instante que frote su clítoris con mi pulgar.
—¡Ah ¡—se alzó un poco apretando más mi miembro. Maldita sea—. Mas que eso—sonrió besándome de nuevo recobrando su posición.
La ayude a comenzar con sus movimientos de arriba hacia abajo, luego de enfrente hacia atrás, su espalda se arqueo cuando yo comencé con el trabajo, así había encontrado su punto débil. Y fue mi perdición cuando inicio a moverse en círculos.
Una maldición acompañada de un gruñido broto de mi garganta.
—¿Inspirada, cariño?
Las embestidas comenzaron a ser más duras y mis labios viajaron a su cuello dejándole marcas rojas. Ambos gemimos al escuchar el sonido obsceno de nuestros sexos. La cambie de superficie llevándola al soporte del sillón, quedo con la espalda recargada mientras seguía hundido en ella, jale su piernas a la altura de mi cintura, lo único que sobresalía eran sus dos huesos de las cadera, incluso eso era perfecto.
Salí de ella y volví a entrar lentamente para intentar que no le doliera, sin embargo, ella siempre me sorprendía.
—Mas...más fuerte—pidió entre jadeos.
—Muy bien—me aferre a su cadera dándole una embestida brutal y sus muslos se extendieron buscando un ángulo mejor. Otra más fuerte y el lugar se llenó de un grito con mi nombre—. Eso cariño, tú puedes soportarlo.
Las embestidas volvieron a ser más rudas, salvajes y bestiales. Sus senos rebotaban con cada empujón. Cecil se contrajo y se levantó hasta que sus manos llegaron a mi cuello, nos volvimos a besar hasta alcanzar el orgasmo juntos.
Aun dentro de ella bese su frente y su pulso se podía percibir.
—Debería escribir más canciones así—mencionó recargada en mi pecho y hecha trizas.
—Estaría complacido de hacerte realidad tus fantasías—acaricie la línea de su columna y la piel se le erizo.
—¿Marck?
—Dime.
—¿Lo podemos volver a hacer?
Pero antes de que contestara, la punta de mi miembro ya se encontraba en su entrada.
Aquella noche no solo fue lo sexual y el placer, sino la manera en que nuestras piezas cayeron juntándose en uno solo.
Cecil me miro a los ojos, yo le sostuve la mirada. Los dos tuvimos miedo a que esto acabara, sin embargo, tomamos el riesgo de ser destruidos el uno al otro.
Y jamás me arrepentiría de ello.
🌙🌙🌙
Sigo sin creerme que escribí una escena así y que además le di un nuevo nombre a este personaje. A este libro aún le falta y les aseguro que Moon se viene con todo, porque recuerden que la cara de inocente solo la tiene de adorno😉
No olviden votar y comentar si les gusto el capítulo.
Nos leemos pronto<3
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