El agua, el suave sonido de esta, la brisa que la envolvía, el olor salvaje de la naturaleza misma y el sentimiento de paz que le proporcionaba no tenía ni punto de comparación con la ajetreada y estresante ciudad, y las voces molestas, siempre presentes en cualquier lado de la ciudad, En aquellos instantes, podía olvidarse de todo: de quien era, de lo que de ella se esperaba, de la presión impuesta, tan intimidatoria, tan dolorosa, que todos cargaban a cualquier hora sobre sus hombros; siendo este tan pesado que vivía arrastrándose por el suelo, porque esa mochila repleta ya era desde hace tiempo un peso enorme.

Lejos de las expectativas, en dicho bosque perdido de la sociedad, podía fusionarse con la naturaleza, disfrutar del dulce piar de los pequeños y juguetones pajaritos, el hecho de como el ambiente fluía y enriquecía la calma impuesta por aquel bello paraje; cuando se sumergió en las agua de un suave y refrescante río, rio: como una tonta, porque la felicidad que la invadía era tal y tan grande que solo era capaz de reír y reír como una atontada, tal y como lo hace una enamorada en medio de un cuento de hadas, en un estúpido y ridículo cuento de hadas.

Después de haber salido del agua, secó sus cabellos, y miró por instinto su piel: tan morena como lo había sido siempre, desde que nació, y nada había cambiado en el tono de su tez. Tocó la textura de su pelo, notando, aparte de estar empapado, que en este podía notarse los rizos de los pocos mechones que menos se mojaron. Suspiró y se envolvió en su toalla, que quedaba cerca de su anterior posición; miró a todos lados para seguidamente comentarse a sí misma:

-ojalá esta calma fuese verdadera, pero todos saben que Cell sigue suelto, y que por consiguiente todo el planeta corre peligro; es una pena que no haya descubierto estas maravillas de la Tierra, que no pueda tener esa capacidad... quizás así podría replantearse todas sus malas intenciones. Pero, desgraciadamente, dudo que sea de los que puedan convencerse con un discurso sobre nuestra vida, por más elaborado que estuviese.- Ketsudan suspiró, con pesar- que lástima que existan seres incapaces de ver más allá de lo que por defecto se les ha asignado y que no sean capaces de liberarse de ello si no es realizando esa tarea de todos modos, por mucho que no deseasen saber nada de dicho deber. ¡Es injusto! ¿¡Por qué no pueden todos los seres existentes tener la vida y escoger las opciones que ellos quieran?!- La indignación de Takeshi crecía por momentos, mezclándose con la frustración y haciendo a la chica sentir un sentimiento tan enredado que se mareó levemente al tratar de descifrarlo.-

Se incorporó y avanzó unos pasos, los suficientes para haber caído si no hubiese sido por su amigo y amor platónico: Gohan; él la observó preocupado y ella solo se abrazó a sus hombros, sonriendo, con las mejillas de un tono rojizo, frotó su rostro contra el cuello contrario, como si fuese un cariñoso gatito, el chico se puso un poco nervioso, pues en ocasiones no comprendía el porqué de tantas muestras de afecto de su amigable amiga; aunque había acabado por llegar a la conclusión de que la muchacha simplemente se sentía a gusto entre sus brazos, y él no sería quien la privaría de aquel gesto, que para Ketsudan tan reconfortante se le hacía, y más en la situación desesperante en la que se encontraban, viviendo el día a día con temor, pues sabían que Cell eliminaría a más pobres víctimas, y que, por el momento, no sabían de que forma actuar ni como salvar a la humanidad. 

Gohan encontró un consuelo y un cariño tan grande en aquel abrazo, que, sin saberlo en aquellos tiempos, algo muy profundo se implantó en su interior, más específicamente, en su corazón.