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Capitulo veinti ocho: El camino del Elegido

Antes de que Parallax pudiera asestar el golpe final contra Kilowog, un pensamiento repentino de remordimiento le cortó el ataque y su cuerpo salió volando, aun empuñando su energía del miedo. Parallax aterrizo en el desierto, volvió a ponerse de pie con un rugido y los rayos brotaron de las manos de la entidad del miedo. Y el poder de su miedo golpeó de lleno a Hal, que no tenía su anillo con el que desviarlo. Había estado tan concentrado en el punto de ruptura de Parallax que no se le había ocurrido buscar su propia voluntad.

Un relámpago negro desintegró su universo. Y cayó eternamente.

Hal se arrodilló bajo la lluvia. Miraba hacia una mano. Una mano de piel marrón. Se quito del dedo anular su anillo de Green Lantern y lo examino; ahora el objeto se estaba volviendo amarillento y su logo del Green Lantern Corps se estaba desvaneciendo. Su dedo anular tenía un óvalo de tejido chamuscado allí donde debía estar su anillo.

-¿Qué he hecho? – ¿Era ésa su voz? Debía de serlo, porque la pregunta era suya – ¿Qué he hecho?

Otra mano; cálida, fantasmal y amarilla, se posó suavemente en su hombro.

-Estás siguiendo tu destino, Hal – dijo una voz suave y familiar – Los Guardianes son traidores. Has salvado al Universo de su vileza. Te das cuenta, ¿verdad?

-Tenías razón – se oyó decir Hal – ¿Por qué no lo supe ver?

-No podías. Te envolvieron en el engaño, muchacho. Y como temían tu poder, nunca confiaron en ti.

Hal miraba la mano, pero ya no veía la marca de su anillo.

-Carol... Carol confía en mí...

-No lo bastante para contarte lo que sucedía con ella.

La traición paso en su memoria.

Debió de decirme lo de Star Sapphire... ella me puso en peligro. Todo es culpa suya.

Esa mano, cálida y fantasmal, dio a su hombro un apretón cálido y humano.

-Yo no temo tu poder, Hal, lo acepto. Eres el más grande de los Lanterns. Puedes ser el más grande de los Espectros Emocionales. Creo en eso, Hal. Yo creo en ti. Yo confío en ti.

Hal paseó la mirada desde la mano fantasmal en la cornisa del acantilado desértico a la viva en su hombro, luego la alzó hasta la cara del "espectro" parado a su lado. Y lo que vio le ahogó como si un puño invisible le aplastara la garganta. La mano de su hombro era humana. El rostro... no lo era.

Los ojos eran de un color amarillo y animal, y brillaban como los de un depredador acechando fuera del círculo de una hoguera. El color neón amarillo alrededor de esos ojos se había hinchado, fundido y resbalado como una luz derramada por un decantador de fusión, y la "piel" que lo acolchaba formaba la imagen de un insecto de tamaño humano que le atemorizo. Aturdido por el horror, aturdido por la repugnancia, Hal no podía apartar la mirada de esa criatura, de esa sombra.

Al mirar al rostro de la oscuridad, vio su futuro.

-Ahora acéptame – dijo la oscuridad –

Al cabo de un momento, lo hizo.

Hal estaba parado al borde del acantilado, Inmóvil. Parallax examinó en un amplio espejo de pared el daño sufrido por su rostro. Hal no supo decir si ponía expresión de repugnancia, o si sólo era la nueva forma de sus rasgos. Parallax alzó una mano hacia el horror informe que ahora veía en el espejo y se limitó a encogerse de hombros.

-De este modo, la máscara se convierte en el hombre – suspiró Parallax con un toque de resignación – Creo que echaré de menos la cara de Parallax; pero tu rostro, Hal... servirá a nuestros propósitos. Sí, servirá.

Hal se recordó a sí mismo piloteando su avión, junto a Carol, en la pista Ferris justo después de su primera misión como Green Lantern. Recordaba haberle dicho que se sentía orgulloso de ser quien era y que además ahora si se comprometía con algo. Parallax pareció oírle el pensamiento y mientras se aposentaba dentro de él, le dirigió una mirada amarilla.

-Debes aprender a deshacerte de las míseras ataduras que los Green Lanterns intentaron imponer a tu potencial. Es la hora, Hal. Necesito que me ayudes a restaurar el orden en el Universo – Hal no respondió – Únete a mí – dijo Parallax – Comprométete con el miedo. Conviértete en mi heraldo.

Hal notó un cosquilleo que empezó en su nuca y se propagó por todo su cuerpo, en una onda de choque a cámara lenta.

-No... no puedo.

-Claro que puedes.

Hal negó con la cabeza y descubrió que el resto de su ser amenazaba con echarse a temblar.

-Yo..., yo quería salvar a Carol. No traicionar a mis amigos...

-¿Qué amigos? – bufó Parallax – ¿Aquellos que no confiaron en ti y te llamaron cobarde? ¿Barry? ¿Clark? ¿O aquel humano insignificante al que llaman Batman? ¿A tus hermanos de sangre que te dieron la espalda cuando murió tu madre? Ellos te desprecian...– Hal no supo qué responder – Son traidores... merecen la muerte, pero... ¿Crees que esa tarea ha concluido ya, muchacho? – Parallax se sentó en el borde del acantilado, cruzando las manos espectrales, como ofreciéndole consejo paternal a Hal. El rostro dragonesco transformó la familiaridad del gesto en algo horrible – ¿Crees que matando a un traidor se acaba con la traición? ¿Crees que los Guardianes de Oa se detendrán antes de que yo muera? – Hal se miró las manos. La izquierda le temblaba. La ocultó, llevándosela a la espalda – Es ellos o yo, Hal. Pero quizá deba dejártelo más claro: es ellos o tú.

Poniéndose su anillo corrompido en su dedo anular, Hal formó un puño con su mano derecha.

-Es que... no me resulta... fácil. He sido... He sido un Green Lantern tanto tiempo...

Parallax le sonrió.

-Hay un lugar en tu interior, muchacho, un lugar tan limpio como el hielo en la cumbre de una montaña, frío y remoto. Encuentra ese lugar y mira en tu interior. Respira ese aire limpio y helado mientras contemplas tu culpa y tu vergüenza. No las rechaces; obsérvalas. Toma tu miedo en tus manos y míralo. Examínalo como si fuera algún fenómeno. Huélelo. Saboréalo. Conócelo como sólo tú puedes conocerlo, pues es tuyo y es precioso.

Mientras la sombra que tenía a su lado le hablaba, sus palabras se tornaron verdaderas. Y Hal pudo examinar y manipular sus emociones desde una distancia remota y congelada que al mismo tiempo era más extravagante y ardientemente íntima de lo que había soñado nunca. Las diseccionó. Volvió a montarlas y a desmontarlas. Seguía sintiéndolas, ya que ardían incluso con más fuerza que antes, pero ya no tenían poder para nublar su mente.

-Lo has encontrado, muchacho. Puedo sentirte allí. En esa fría distancia, esa cumbre en tu interior, que es la primera clave para alcanzar el poder del miedo.

Hal abrió los ojos y clavó la mirada en los grotescos rasgos de Parallax.

Ni siquiera pestañeó.

Mientras miraba a esa máscara de corrupción, la repugnancia que sentía era real, y era poderosa, y era... Interesante. Hal alzó la mano y la abrió. Miró a su palma como si en ella estuviera el miedo que le había atormentado toda la vida, y no fuera más grande que el anillo de Green Lantern que alguna vez porto con tanto orgullo.

En la cumbre montañosa de su interior, peso las pérdidas que él había llegado a cargar contra el Green Lantern Corps.

No había duda.

-Sí – dijo Hal –

-¿Sí a qué... Hal?

-Sí, quiero su poder.

-Bien. ¡Bien!

-Quiero su poder. Quiero el poder para vencer a los Guardianes. Quiero destruir a los Green Lantern Corps y a las Star Sapphires de Zamaron junto con su nueva reina. Y también a los "héroes" de la Tierra.

-Es como dices. ¿Estás listo?

-Lo estoy – dijo Hal, y lo decía de verdad – Me entrego a usted. Me comprometo a seguir el camino del miedo. Tómeme como su heraldo, su recipiente. Enséñeme. Guíeme. Sea mi Maestro.

Parallax se volvió a salir del cuerpo de Hal y paro frente a el para ensombrecer su mísera existencia.

-Arrodíllate ante mí, Hal Jordan – Hal posó una rodilla en el suelo e inclinó la cabeza – ¿Es tu voluntad unir por siempre tu destino al del poder del miedo?

-Sí – dijo Hal sin titubeos –

Parallax posó una mano amarilla en la frente de Hal.

-Entonces, está hecho. A partir de este día, Hal Jordan está muerto. Tú serás, ahora y por siempre, Parallax...

Una pausa; una interrogación en su cabeza...

Una respuesta, oscura como el abismo entre galaxias...

Oyó a Parallax decirlo. Su nuevo nombre.

-Parallax.

Tres sílabas que lo nombraban a él.

Parallax, se dijo. Parallax

-Todos los de la Justice League, incluido tu amigo Barry Allen, son nuestros enemigos. Comprendes eso, ¿verdad?

-Sí.

-Empezaremos con tus antiguos compañeros. Si no es destruido hasta el último de ellos habrá una guerra en tu planeta sin fin. Tu primera tarea será conseguirme un ejército de Yellow Lanterns. Haz lo que debas hacer... Parallax.

-Siempre lo he hecho.

-Tú ya sabrás como infundir miedo para hacer mi ejército. No titubees. No muestres piedad. No dejes a nadie vivo. Sólo entonces serás lo bastante fuerte para vencer a los Guardianes de Oa.

-¿Y los demás Lanterns?

-Cuando tengas a tu ejército y mates a los héroes de la Tierra, tu poder ya no tendrá equivalente con nadie en el Universo. Y entonces podrás matarlos a todos.

El señor del miedo que una vez fue un piloto llamado Hal Jordan se levantó, irguiéndose en toda su altura, pero no miraba a su nuevo amo, ni a Coast City que se veía más allá, ni a la galaxia que pronto gobernaría. En vez de eso miró en su interior, liberó el horno de su corazón y dio un paso adelante para mirar con nuevos ojos el frío temor de las personas muertas que le había atormentado toda la vida.

Soy Parallax, dijo en su interior.

Su padre volvió a intentar hablarle de fracasos, de debilidad y de muerte inevitable, pero el señor del miedo lo tomo con una mano, estrujando su voz. Su padre, Martin Jordan; reaccionó intentando levantarse y atacar, pero el señor del miedo lo tomo con la otra mano y rompió su imagen con un único gesto de poder.

-Soy Parallax – repitió mientras pisoteaba el cadáver de su padre, reduciéndolo a polvo con su poder, mientras miraba cómo el polvo y las cenizas de su padre se dispersaban ante la descarga del horno de su corazón – Y tú... tú no eres nada.

Por fin se había convertido en aquello que todos le llamaban.

"El hombre sin miedo".

***

Penitenciaria de Máxima Seguridad de Coast City

Michael Davis, uno de los guardias de la puerta; corrió por el largo pasillo que separaba a la cárcel de la salida. El estruendoso eco de sus pisadas hacía que sonara como un pelotón entero. Las puertas principales de la prisión se abrían lentamente hacia dentro, en respuesta al código tecleado en el cierre externo. El guardia lo había visto en el monitor.

Green Lantern, ahora con una armadura verde con un centro amarillo en el centro se aproximaba hacia el lugar.

Las enormes puertas crujieron al abrirse, y en cuanto estuvieron lo bastante abiertas para dejar pasar al Green Lantern de la Tierra, se metió por la abertura. Hal estaba parado en la noche del exterior, con los hombros caídos y la cabeza gacha contra la lluvia.

-¡Green Lantern! – jadeó Michael, corriendo hasta el joven – ¿La Justice League nos trae a otro supervillano?

Hal lo miró como si no estuviera seguro de quién fuera.

-¿Dónde está el Doctor Polaris?

-En el ala de máxima seguridad en la sección 004. Con el desastre de la ciudad y los Lanterns golpeándose supusimos lo peor – las palabras del guardia se apagaron. Hal no parecía escuchar – Ha pasado algo, ¿verdad?

Michael miró ahora más allá de él. El aura de Hal era amarrilla y desconcertante.

-Lantern... – dijo despacio – ¿qué pasa? Ha sucedido algo. Algo horrible. ¿Cómo es de grave...?

Lo último que Michael sintió fue como la mano de Hal se posaba contra la carne blanda bajo su mandíbula. Lo último que oyó, mientras los dedos del Lantern se abrían pasó ascendiendo a través de su cabeza y sobresaliendo en la cima de su cráneo, consumiendo su vida, fue la melancólica respuesta de Hal Jordan:

-No tienes ni idea...

***

La "Noche de Parallax" fue el clímax dentro de la vida de Hal Jordan. No fue un clímax emocionante, ni la culminación de una lucha épica. De hecho, todo lo contrario. La profecía del primer Lantern humano nunca fue una lucha épica. Nunca se pretendió que lo fuera. Lo que pasaba en ese momento era la razón por la que Parallax se había escondido por tanto tiempo. Era la razón de su existencia. La elección de Hal Jordan y su inducción a los Green Lantern Corps siempre fue en sí misma y desde su misma creación, la venganza del amo del Miedo.

Hal fue un cebo irresistible. Parallax busco en lugares lejanos, sobre todo en planetas que pertenecían a "seres de voluntad indomable". La voluntad fue la perfecta trampa de Parallax. Y Hal Jordan cayo de lleno en ella.

El mismo Miedo vertió oscuridad en la Voluntad, espesando la niebla que limitaba la percepción de los Guardianes. Y los criminales de la prisión de Coast City abundaban en malicia, en odio, y solo seguían a sus más básicos impulsos.

En este caso, la matanza y el caos.

Hal Jordan levanto los brazos y succiono las almas de aquellos que le tenían miedo, que tenían miedo del encierro y miedo de la muerte, los golpeo hasta matarlos con su furia, de simples movimientos con las manos les trono el cuello, y con energía amarilla les carbonizo el cuerpo.

Hal Jordan masacro a los reos de la prisión.

Con todo el miedo que pudo y a cuantos pudo.

Pero aquellos prisioneros que abrazaron su miedo y sucumbieron al caos de la situación... se convirtieron en sus discípulos.

Hal, ahora Parallax, alzo los brazos y junto todo el miedo en su interior; reuniéndolo en algo siniestro y oscuro con toda su voluntad, se imaginó varios anillos amarillos y les otorgo su poder.

Para finalizar, los saco de su propio cuerpo hecho de luz y ahora se los lanzo a los prisioneros que se habían adecuado a sus parámetros, mientras que otros cientos de anillos del miedo los lanzo hacia las estrellas para que pudieran encontrar a sus portadores.

-En el día más oscuro, en la noche más brillante, teme a tus miedos hechos luz. Que aquellos que pretendan oponerse a lo que es bueno, ardan con mi poder... ¡La luz de Parallax!

Y entonces, todos los prisioneros que había en el lugar junto con Parallax, levantaron las manos en donde llevaban los anillos, haciendo que la noche y la destrucción se inundaran de luz amarilla... la luz del miedo.

***

Cuando dejó junto a sus nuevos Yellow Lanterns el ala principal de la cárcel, Parallax y sus discípulos no dejaron nada vivo detrás de ellos.

Caminaron por el pasillo largo con despreocupación, con aire casual, matando a cuantos guardias y prisioneros encontraron y disfrutando como sus huesos se desintegraban al lanzarles con sus anillos la energía amarilla del miedo.

La puerta del ala de máxima seguridad estaba cerrada. Una barrera tan insignificante sería un insulto para su poder. Una mano enguantada en negro formó un puño. La puerta se arrugó y cayó.

Parallax y sus hombres pasaron sobre ella.

El ala de máxima seguridad tenía paredes de granito. Más allá de ella, solo había una celda. La del nuevo prisionero; el Doctor Polaris, que había sido arrestado por Star Sapphire y que tenía una deuda con Hal Jordan.

Gerald Johnson (el alcaide de la cárcel) tropezó con una silla y se tambaleó hacia atrás. Cayó al suelo, temblando como un gusano en una sartén al fuego, e intentó refugiarse bajo la mesa.

-¡Para! – gritó Gerald – ¡Basta! Me rindo, ¿me oyes? No puedes matarnos así...

El señor del miedo sonrió.

-¿No puedo? – Parallax se paró sobre el tembloroso alcaide, sonriéndole y haciéndole tragar anergia amarilla, carbonizándolo al instante –

Parallax y sus hombres pasaron por encima del cadáver del alcaide para llegar hasta donde Doctor Polaris arañaba inútilmente el hormigón de su celda con sus dedos nerviosos. El villano encarcelado se volteo ante su cercanía, lloroso, con sus brazos alzados para proteger su vista de las llamas de los ojos del dragón.

-Por favor, te daré lo que sea. ¡Lo que quieras!

Parallax lo tomo de los brazos y le dio un fuerte tirón. Los brazos de Polaris cayeron al suelo, seguidos por el que se tambaleo hacia atrás.

Ahora, parecía que el Doctor Polaris lloraba lágrimas tintadas en sangre corriendo por sus mejillas... pero a forma de súplica.

-No quiero morir... – dijo Polaris, llorando – Por favor...

-Te diría que esto es por Ace, y por todo el miedo que sintió cuando lo mataste – le dijo Parallax, casi sonando como Hal Jordan – Pero esto... es por mí.

Y entonces él y sus Yellow Lanterns alzaron sus anillos y le dispararon.

Doctor Polaris nunca imagino que su muerte sería tan violenta y que de el solo quedarían los huesos chamuscados de lo que alguna vez fue un hombre que solo quiso retar a Green Lantern.

Pero lo que nunca imagino, fue que su vida terminaría a manos de Hal Jordan y de su miedo.

***

Rato después...

Parallax estaba en la cima de la prisión de Coast City, con las manos a su espalda aferrándose a la carne. Miraba hacia las estrellas... hacia el Universo que un día gobernaría.

No prestó atención a los cuerpos que cubrían el suelo a sus pies.

Podía sentir cómo aumentaba su poder. Ya tenía la medida de la entidad dentro de él, en cuanto el verdadero Parallax compartiera con él el secreto del poder del miedo, su relación pasaría por una repentina... transformación.

Una transformación definitiva.

Todo procedía según el plan.

Pero...

No podía deshacerse de cierta sensación molesta... una especie de sermón pegajoso que se arrastraba por las venas de sus piernas y se propagaba por sus entrañas en pegajosos tumultos de ruido...

Casi como si aún estuviera asustado...

Sabes que morirá, susurró su madre a través de su mente.

Se estremeció, impacientado. Imposible. Era Parallax. El miedo no podía hacer nada sobre él. Había destruido su miedo.

Todas las cosas mueren.

Parallax va a morir.

Pero era como si al aplastar a su padre bajo su bota, los recuerdos de su madre hubieran renacido y hundido sus venenosos colmillos en el talón.

Y ahora su veneno le helaba hasta el hueso.

Hasta las estrellas se consumen.

Y el miedo también puede ser vencido.

Volvió a estremecerse y caminó hacia adentro para reorganizar a sus tropas.

Ahora debía de preparar todo para la gran batalla con la Justice League... eso si se atrevían a enfrentarlo.

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