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Capitulo uno: ¿Volviste a tener miedo?

El Universo...

En aquel entonces (en mis primeros días como Green Lantern) me dijeron que era un lugar magnifico.

Que estaría lleno de aventuras y maravillas... incluso de romance, y los que me conocen saben que todo eso me encanta.

Defensores provenientes de mil mundos patrullaban sus respectivos sectores, y cada uno portaba el arma más grandiosa que jamás haya existido.

Durante miles de millones de años, los Green Lantern Corps han iluminado los rincones más oscuros del espacio. Eran la manifestación de la esperanza y el éxito.

Y también de la justicia y la fuerza de voluntad.

Hasta que yo, Hal Jordan... estuve a punto de destruirlo todo.

Todo comenzó la primera vez que volví a tener miedo desde la muerte de mi padre... el día en que perdí a mi madre.

Al recibir su anillo de Green Lantern, Hal salió a la aventura por el Universo tan pronto como pudo. Fue lo suficientemente cuidadoso como para regresar en ocasiones a las pruebas de vuelo de Ferris Air y para ayudar a la Justice League. Pero durante el primer año que pasó fuera no volvió a casa. Llamaba a su madre durante sus ratos libres, pero no piso Coast City hasta que fue demasiado tarde para los que quería.

El verano llegó y se fue, así como Hal, pero el sol seguía brillando cuando su madre y su hermano Jim lo despidieron. Su madre envolvió ambos brazos alrededor de su cuerpo fibroso y lloró en su hombro.

-Volveré para Navidad – le dijo Hal a la mujer que lo tenía abrazado sin soltarlo una vez –

Le había hecho prometer que la visitaría al menos una vez.

-Bien – dijo ella, soltándolo – Yo te esperare...

Su hermano le puso una mano firme en el hombro y asintió con la cabeza para despedirse. Hal asintió de vuelta y se puso su anillo verde, para salir volando hacia los cielos.

Era un sábado de Noviembre cuando Jim llamo, contactándolo a través de un repetidor que le pidió a Superman en caso de una emergencia. Hal estaba casi dormido, usando una piedra alienígena como almohada, cuando el repetidor lo despertó. Era una llamada de la Tierra.

-¿Hola?

-Hola.

-Oh, hola Jim – hubo silencio – Ehm, ¿qué pasa?

Lo escuchó tomar una respiración lenta y profunda.

-Se trata de mamá.

Hal sintió que el corazón se le subía al estómago y le revolvía las tostadas secas y el agua dulce que había llamado "desayuno".

-Ella está enferma.

Tuvo que esperar casi un mes hasta que la guerra del planeta Valtaros terminó antes de poder irse a casa. Así que Hal al fin pudo emprender el vuelo de regreso a la Tierra.

La casa parecía vacía cuando llegó. Estaba tranquilo. No había el ajetreo habitual de su madre en la cocina, o Jim cambiando de canal más rápido de lo que podía ver cuáles eran los programas.

Hal entro por la puerta trasera y subió las escaleras. La puerta del dormitorio de su madre estaba entreabierta; podía verla a ella acostada. Se deslizó por la abertura y caminó suavemente hacia ella. Su tez rosada se había desvanecido. Su cabello castaño claro caía lacio sobre la almohada.

Se arrodilló a su lado. Ella apenas estaba respirando.

Tuvo su segundo tratamiento la semana siguiente. Su hermano mayor, Jack, era el que estaba pagando las quimios y la llevaba al hospital, pero ahora tenía un asunto de negocios y le preguntó a Hal si la podía llevar. Jack salió por la puerta tan pronto como Hal estuvo de acuerdo.

Hal le metió al bolsillo de su madre un puñado de caramelos de jengibre antes de que se fueran. La ayudaban con las náuseas y parecía mareada antes de irse.

Hal podía decir que ella estaba exhausta, pero eso no impidió que le preguntara todo sobre los Green Lanterns en el camino, sobre sus amigos y sobre Sinestro, también si había alguna amiga. Fue casi un viaje de cuarenta minutos y ambos se alegraron por la distracción.

El camino a casa fue diferente. Su madre ya no tenía la energía para mantener una conversación. Ella lo intentó, pero Hal le dijo que estaba bien. Sabía que lo estaba haciendo para tranquilizarlo. Él tenía la costumbre de preocuparse y ella conocía las señales.

El sol se ocultaba y podía oír el viento azotando el coche. La vio estirarse y encender el ventilador, apuntando el respiradero hacia su cara. Estaba más pálida que cuando se fueron.

Ella sacó un par de caramelos de jengibre de su bolsillo y se los entregó a Hal.

-¿Estás bien, mamá?

Ella intentó poner una sonrisa.

-Estoy bien, querido. El aire ayuda.

Hal puso una mano delante de la rejilla de ventilación. El dial estaba tan frío como podía, pero solo estaba soplando aire. El sacudió la cabeza. El aire acondicionado había estado roto desde antes de que se fuera al Universo y su hermano Jim aún no había ido a arreglarlo.

Él la miró. Su rostro estaba casi verde.

Bajó la ventanilla desde el control de su lado de la puerta. Inclinó la cabeza un poco más hacia un lado y dejó que el viento le acariciara la cara a su madre.

-¿Mejor?

Ella sonrió y asintió.

Estaba cerca de congelarse por el viento. Sus nudillos estaban blancos por el frío y por agarrar el volante para no temblar.

Bajó la ventanilla también por si acaso.

Las semanas pasaron y Hal no quería volver a sus deberes de Green Lantern, pero su madre le hizo prometer que tenía que comprometerse con la labor tan importante que le había sido encomendada y Hal así lo hizo. Ese invierno ella se recuperó un poco, y antes de que él se diera cuenta ya era Enero.

Él ahora estaba listo para partir de nuevo, pero ahora con la Justice League.

Era un sábado de Marzo cuando Jim volvió a llamar. Su madre estaba enferma de nuevo. Hal tenía que ir con ella, como no iba a hacerlo.

-Te dejaré pronto, Hal – dijo su mamá, dándole una sonrisa triste –

Hal dejó caer el pequeño anillo que traía entre los dedos.

-¿Vas a volver al hospital? – preguntó el. Su madre negó con la cabeza –

-No, querido. Me temo que no hay nada que el hospital pueda hacer por mí. Yo sé que la quimio no me está haciendo nada – acariciando el colchón en silencio, su mamá esperó hasta que Hal se subió a la cama, presionando su acostumbrado beso en su mejilla delgada como el papel para hacerla sonreír – Me voy de este mundo, estoy tan cansada – murmuró ella suavemente – Estoy demasiado enferma para mejorar.

-¡Pero Jack dijo que la quimio estaba funcionando! – gritó Hal – ¡Él lo prometió!

-Lo sé, cariño... pero no siempre pueden mejorar a las personas. Voy a morir. ¿Recuerdas el miedo que tenías cuando paso lo de tu papá?

-¡Tú no eres mi miedo! ¡No puedes morir! – grito el, parecía que sus pulmones se salían de su cuerpo y sus lágrimas llenaban sus cuencas en los ojos –

-Todo muere eventualmente, Hal. La muerte es parte de la vida y por eso es que tu miedo debe de desaparecer – le su mamá, pero Hal se tapó los oídos con una almohada y ocultó la cara en su pecho plano – Está bien llorar, hijo...

-Por favor, mamá, no te mueras... – Hal lloraba, pero su mamá no se lo prometió –

-Necesito que recuerdes algo, Hal... ¿puedes hacer eso por mí? – ella preguntó en su lugar. Hal asintió, obedeciendo a la suave presión de su mano para levantar su cabeza y mirarla a sus ojos clavados en el rostro delgado que no era realmente madre, aunque lo fuera – Quiero que recuerdes que no debes de arrepentirte por no haber estado aquí conmigo, pues tu eres Green Lantern y tu destino es más importante que yo. Recuerda a toda la gente que has salvado en el Universo y todas las obras buenas que has realizado. Nunca debes arrepentirte, ni una sola vez, porque tú lo eres todo, ¿me entiendes?

Hal no lo hizo, en realidad no, pero asintió y se prometió recordar.

-No me arrepiento – respondió el. Su mamá sonrió –

-Te amo, Hal. Nunca dejes de ser la "Luz más Brillante". Nunca.

Pasaron los días y su madre siguió empeorando.

Apenas le dio tiempo a Hal de ir al hospital cuando su hermano Jack le llamo y le dijo que internaron de emergencia a su madre. Estaba estable un día... y al otro ya no. El cáncer ya estaba muy avanzado y al parecer la quimio solo la había deteriorado.

Hal apenas podía contener el aliento. Con la mirada desencajada, incrédulo, abrazó a su madre contra su pecho y la acunó durante un largo rato. ¡No podía haber muerto! ¡No podía!

Hal no sabía qué hacer. Permaneció allí, inmóvil, observando a su madre muerta, y después alzó la mirada, sus ojos marrones ardían por el resentimiento y la impotencia. Por su cabeza pasaron todos los acontecimientos recientes de su vida, preguntándose si podría haber hecho las cosas de otro modo, haberlas hecho mejor, para que su madre no hubiera muerto. Se daba cuenta de que nunca debería haber dejado que Abin Sur le diera el anillo de Green Lantern, el nunca debió de irse de su hogar. Cuando le conto todo a su madre, ella le dijo que estaba orgullosa de él, pero ¿Cómo podía ser merecedor de ese orgullo si ni siquiera había podido salvarla?

Quería saber que realmente su madre estaba orgullosa de él, quería contarle todo lo que le había pasado en la vida; su batalla contra los Manhunters, todas las buenas obras que había hecho junto a los héroes más grandes del mundo y sobre todo, quería hablarle de Carol. Oh, ¡cómo le habría gustado que su madre conociera a Carol! La habría querido mucho. ¿Cómo no iba a quererla? Y Carol la habría querido a ella.

¿Qué iba a hacer ahora?

Pasaron los minutos y Hal seguía allí, inmóvil por la confusión, por una rabia hacia el que iba en aumento y por el sentimiento más profundo de vacío que había conocido nunca. Sólo cuando empezó a bañarlo la pálida luz de la luna, haciendo que la luz del foco del cuarto de hospital pareciera aún más débil, recordó dónde se hallaba.

Apenas podía moverse. Todo parecía carecer de sentido, todos sus gestos eran absurdos.

Fue el último sábado de Marzo cuando la enterraron. El cementerio estaba cubierto de escarcha que crujía bajo sus pies como pedazos de vidrio mientras Hal y sus hermanos regresaban al auto. Las flores estaban compuestas de lirios anaranjados, rosas amarillas y algunas otras flores rojas y verdes, pero ninguna era su favorita. No había margaritas.

El camino estuvo en silencio. Ninguno de los tres era bueno con las palabras. Su hermano Jim mantuvo la vista en la carretera mientras Hal miraba por la ventana las hileras de árboles a lo largo del costado, observando cómo el viento mecía a las hojas de los árboles.

Bajó la ventanilla del todo y dejó que la brisa le azotara la cara.

-¿Qué diablos? Cierra la maldita ventana – le dijo Jack, molesto –

Hal cerró los ojos y aspiró el aire helado. Se sentía agudo en sus pulmones.

-¡Hal!

El abrió los ojos.

-Aun no entiendo cómo fue que a ti siempre te quisieron más – le dijo Jim sin apartar la vista del camino. Hal no entendía a qué se refería – Nuestro padre siempre te quiso más a ti... y luego mamá – parecía que el tono de Jim comenzaba a tener cierta furia – La abandonaste... incluso antes de que te volvieras un Green Lantern. Te enlistaste en la Marina y la dejaste...

-Jim, fue suficiente – le reprimió Jack –

Hubo silencio. Jim suspiro y Hal supo que Jack también quería decirle algo, como queriendo continuar la reprimenda de su hermano.

-Pero es cierto... Hal. Tú no estuviste con mamá cuando se enfermó, tú no la cuidaste y no supiste por lo que pasamos todo este año completo con ella.

-Tenía mis deberes. Había caos en el Universo e incluso hubo una invasión en Metropolis – les dijo Hal queriendo que entraran en razón – Debía de aceptar mis responsabilidades como Lantern.

-Eso está a miles de kilómetros de aquí. Te olvidaste de tu familia... nos abandonaste.

Y sin decir más, Jim paro el auto y volteo su cabeza hacia Hal. Y para ese punto, Jim dijo algo que retumbaría en la cabeza de Hal por el resto de su vida.

-Tú ya no eres nuestro hermano. Vete a pelear contra alienígenas y a volar con esos raros de la Justice League, por que ya no queremos nada que ver contigo.

Mientras Hal subía la ventanilla, una lágrima se le escapó por el rabillo del ojo y le resbaló por la mejilla.

Metió la mano en su bolsillo y sacó un caramelo de jengibre. Lo desenvolvió y se lo metió en la boca. El envoltorio permaneció encerrado en su puño hasta que llegaron a la casa de su madre.

Carol le hacía falta, Barry le hacía falta, incluso Sinestro le hacía falta. No le había dicho a ninguno de ellos lo que sucedía con su madre y ahora se sentía completamente solo.

Cuando bajaron del auto y se quedaron en el pórtico de la casa, Jack y Jim miraron brevemente a Hal, alzando luego la cabeza con desdén para demostrarle su desprecio.

Hal dio un paso adelante, sentándose en las escaleras de madera. Tomo un pedazo de cerca y dejó que sus dedos resbalaran.

-No fui lo bastante valiente para salvarte, mamá... ni siquiera me quede contigo – dijo el joven, sintiéndose de pronto como un niño. Sus hombros se estremecieron una o dos veces, pero luchó por recuperar el control, y respiró hondo – No fui lo bastante fuerte. Pero te prometo que no volveré a tener miedo – Hal respiraba a cortos intervalos cuando volvió a sentir el peso de otra oleada de pena. Pero el joven Green Lantern levanto los hombros y se paró con decisión – Ojala y ya estés junto a papá. 

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