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Capitulo 1

A cualquier persona, o al menos a más del noventa porciento de la población mundial, le gustaba recibir elogios, regocijarse en su gloria y ser aplaudidos cuando hacen algo bien...pero Nela Longbottom era un caso muy distinto. No le gustaba ser reconocida, detestaba los aplausos, el reconocimiento, los paparazzi y por sobre todo, detestaba que la trataran diferente.

Haber conseguido regresar extremidades a muchas personas que habían perdido ojos, narices, brazos y hasta piernas, debido a maldiciones asesinas oscuras, le consiguió a Nela un gran y fabuloso reconocimiento a nivel mundial en el mundo de la medimagia, pero ella detestaba tener la atención sobre su persona.

Con un doctorado muggle en psicología y un titulo en medimagia con énfasis en maldiciones oscuras y psicoanálisis, Nela Longbottom era una eminencia en el ámbito mental, aunque eso no evitaba que tuviera que asistir a sus terapias de cada viernes en la noche. Una tradición que con el tiempo le había gustado demasiado.

—¿Cómo que es todo?—pregunto Nela incrédula y un tanto indignada.

—Ya estas dada de alta, Nela—dijo su terapeuta con una sonrisa, un tanto divertida por su ya esperada reacción.— Estas lista para enfrentarte a tu pasado.

—No, no lo estoy, así que hazme el favor de volver a analizarme y anotar en tu libretita que debo quedarme aquí en la ciudad que nunca duerme.—exigió Nela con el ceño fruncido.

—Nela, estas bien. Este comportamiento que muestras ahora es simplemente tu miedo a enfrentarte a lo desconocido, a volver donde estan tus fantasmas del pasado, pero para avanzar debes poder volver a ellos y aceptarlos. —sonrió con tranquilidad.— Estás lista, se que tú puedes. Por cierto, felicidades por tu...

—Sí, sí, lo sé, lo sé.—se levantó y tomó su bolso, viéndola con el ceño fruncido y notable amargura— Gracias.

—¡Disfruta tu viaje a Londres!—exclamó divertida al verla cruzar la puerta de su despacho.— ¡Aparte, no es como que puedas faltar al funeral de tu abuela!

— ¡Ugh! ¡Púdrete!—grito Nela antes de cerrar la puerta.

Amanda Lane, una psiquiatra muggle surcoreana esposa de un medimago y que cobraba doscientos cincuenta dólares la consulta, era la terapeuta de Nela desde que llegó a Nueva York. En un principio Nela creyó que no podría encontrar una terapeuta, principalmente por el hecho de que esa carrera no existía en el mundo de la magia y ella no podía contar realmente todo a una terapeuta muggle cualquiera, por lo que Amanda fue la opción perfecta en cuanto se entero de su existencia.

No había que engañarse por el comportamiento de Nela para con ella, en realidad, Amanda era una excelente terapeuta, tanto que Nela se sentía lo suficientemente en confianza como para renegar como si fuera una niña pequeña.

Los años pasaron, cinco, para ser más exactos y con una gran carrera en sus manos, Nela obtenía grandes ganancias, aunque no tenía precisamente las de ganar en el ámbito amoroso y de amistad. No había tenido novios o ganado amigos en su estadía en Nueva York, pero en realidad eso no le importaba, ella en verdad había disfrutado estar sola esos cinco años.

Al llegar a su departamento se quito los zapatos en la entrada, colocándose las pantuflas y se dirigió a la sala donde un pequeño niño de cabello azabache y ojos verdes veía entretenido la televisión. Dejó su bolso sobre la mesa y el niño volteo con una sonrisa.

—¡Mami!—saludó feliz, corriendo hacia ella.

—Hola, Nev.—saludó Nela con una sonrisa cariñosa.

El pequeño Neville Frank Longbottom era la viva imagen del mellizo de Nela, la única diferencia eran aquellos preciosos ojos verdes, pero incluso en el caracter era parecido a Neville Longbottom, era tímido, amante de las plantas y un experto en lastimarse. Quizá la única diferencia es que en el tema de herirse, Nela le había enseñado que era mejor reírse a llorar, y el niño era todo menos llorón.

—Mami, ¿Podemos cenar pizza?—pregunto Neville con una sonrisa inocente.

—Mmmm...¿pizza de East Village?—Propuso Nela con una sonrisa.

—¿De pepperoni?

—¿Con extra queso?

—¿Y refresco de manzana?

—¿Y papas adobadas?

—¡Voy por el feletono!—exclamó Neville emocionado.

—¡Teléfono!—le corrigió Nela, divertida. Neville era un niño muy inteligente y con un excelente léxico, probablemente eso fuera gracias a Nela, quien le enseño el amor por los libros desde...bueno, siempre.

Al final, Nela encargo la comida y cenaron en la sala viendo por milésima vez la película del Titanic. No pudo evitar que su mirada cayera en el reloj encima del televisor. El trasladador se activaría mañana a a las siete de la mañana, hora perfecta para instalarse en su nuevo hogar, en Londres mágico.

Esa misma mañana le habían ofrecido una plaza en San Mungo como directora del Hospital y ciertamente era una oferta que Nela no podía rechazar, no cuando detestaba tener que seguir ordenes y siendo la jefa no tendría que hacerlo. Sin embargo, su decisión estuvo casi tomada cuando dos horas despues le llegó una carta de su tío Algie informándole del fallecimiento de su abuela, quien sería enterrada el día de mañana junto a la tumba del abuelo.

—Jack entraba en la tabla.—murmuró Neville adormilado cuando la película termino.

—Sí, pero el amor trágico vende mejor en taquillas, cariño.—dijo Nela cargándolo entre sus brazos.

Mientras arropaba al pequeño Neville en su cama, Nela no pudo evitar pensar en las vueltas que daba la vida. Siempre había jurado que no volvería a Londres ni aunque Merlín resucitara, pero iría porque le pagarían cincuenta mil galeones a la quincena y porque su abuela había fallecido.

Augusta Longbottom no fue precisamente la abuela más cariñosa del mundo, en realidad, Nela no recordaba una sola vez donde les hubiera dicho que los quería a ella y a Neville, pero no hacía falta, los hermanos Longbottom siempre supieron que su abuela los quería, solo que era algo dura de corazón.

Pensar que alguien tan poderosa y fuerte como ella había muerto, puso a Nela en un estado melancólico y pensó en Neville, su querido hermano que quería ser profesor de Herbología en Hogwarts.

—Descansa, Nev.—susurró a su hijo, quien ya dormía profundamente en su habitación con imágenes del hombre araña pegadas a la pared.

Cualquiera pensaría que el niño era amante del superhéroe por sus proezas, pero la realidad es que el niño solo lo amaba porque era superhéroe con poderes de insecto y eso le recordaba a sus plantas.

Salió de la habitación para ir a la de enfrente que era la suya, al entrar se quito la ropa e ingresó a la ducha. Si algo extrañaría de su apartamento en Nueva York sería la enorme tina del baño, lastima que en Londres no encontró ningún apartamento accesible con tina.

Mientras el agua caía por su cuerpo, su mente divago al pasado y recordó a cuatro personas que eran muy importantes para ella, no todos porque los quisiera, sino porque la habían marcado de alguna forma.

Primero estaba Luna Lovegood, la mejor amiga de su hermano y que fue una gran amiga también para ella. Se habían encontrado hace tres años cuando llegó a Nueva York para casarse con Rolf Scamander, un magizoologo. Incluso la invitaron a la boda y fue maravilloso, aun mantenían contacto y Luna había accedido a no mencionar su comunicación. Nela supuso que no estaría mal visitarla.

En segundo lugar estaba Hermione Granger, la que había considerado como su mejor amiga durante su estancia en Hogwarts. Hermione no le había hecho nada, pero prefirió mejor quitarle el titulo de amiga cuando analizo que durante toda su amistad solo veía por el bien de sus dos mejores amigos y no le importaba nada más, ni siquiera ella misma.

Despues estaba el muy famoso Harry Potter, el niño que vivió y el joven que venció. El primer amor de Nela y...el hombre que había roto su corazón.

Cerro la llave de la ducha y empezó a cambiarse. Ya no sentía nada por Harry Potter, nada que no fuera una profunda vergüenza por dejarse tratar por el como lo hizo.

Y por último, Blaise Zabini.

—Blaise...—susurró al viento mientras se colocaba su bata de seda y veía por la ventana el cielo nocturno.

El chico que la había cuidado, procurado y protegido en todo momento.

Era la persona pero no el momento.—pensó para si misma al mismo tiempo que se acostaba en la cama.

Su mente volvió a pensar en ellos cuatro, en su hermano, en su abuela, en Londres, en Hogwarts. ¿Cómo se sentiría volver mañana a donde todo comenzo? ¿Se reencontraría con alguien el primer día? No, eso era poco probable considerando que solo iría al funeral y de ahí a su apartamento para amueblarlo mientras la elfina domestica de su abuela, Mora, se mudaba con ellos y preparaba la comida.

Antes de sucumbir a los brazos de morfeo, Nela no pudo evitar pensar en los penetrantes ojos de Blaise Zabini y se cuestiono que habría estado haciendo el italiano durante esos cinco años.
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El primer episodio de Green Eyes está publicado! Feliz navidad a todos! Iba a esperarme hasta la media noche para publicarlo en tiempo y forma pero mañana me tengo que levantar muy temprano así que ya me quiero dormir.

Felices fiestas a todos! Los amo!

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