7 ࣭⭑𓄹 I almost died (again) ⸒࣪
﹐ ✦ 𝄒 𝐆𝐑𝐄𝐄𝐊 𝐓𝐑𝐀𝐆𝐄𝐃𝐘 ⊹ ☀️ ₊ ⋆
┇ act two, chapter seven ¡!
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La cueva era redonda, pero Oto se tomó la molestia de dibujar un rectángulo con polvo blanco en la tierra. Luke se puso en una punta, y yo en otra.
-¡Tú! Ven y ayúdame a ajustar el escudo a mi brazo -le ordenó a Adonis. El chico lo miró con odio, pero se acercó y comenzó a ayudarlo. Papá se acercó a mí y tomó el escudo.
-Vas a ganar. Eres mi hija -susurró, ajustando las correas alrededor de mi brazo.
-Lo sé -sonreí, aunque por un momento dudé si sería capaz. Tomé la espada con mi mano derecha y Luke solo miró, confiado. Luego empuñó su espada y corrió a mí. Yo corrí a él y hubo un primer choque de espadas que inició el conflicto.
Luke tenía mucha fuerza, pero yo tenía resistencia. Ambos intentábamos golpear la espada del otro, o el brazo que la sostenía, para que el arma cayera y así ganar. Pronto eso tuvo sus efectos: cansancio, cortes, dolor. La herida de la ceja competía en dolor con la de mi cintura. La pierna de Luke tenía una herida considerablemente grande, pero este cojeaba para seguir el enfrentamiento.
Intentó clavarme la espada en el hombro, pero me incliné hacia atrás evitando el ataque. Giré sobre mi eje y le golpeé la cabeza con la parte plana de la espada.
-¡Eso es, Kailani! ¡Dale con todo! -gritó Clarisse, como si estuviera viendo un partido de fútbol.
El chico retrocedió, sacudiendo su cabeza. Intenté quitarle la espada con mi mano libre, pero solo logré arrancarle el brazalete de amuletos.
Eso pareció enfurecerlo tanto como si le hubiera arrancado el brazo. Contraatacó, y hundió la hoja de su espada en mi hombro. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y oí diferentes gritos. La espada resbaló de mi mano, pero de manera veloz mi otra mano la sujeto. No era mi mano dominante, pero tal vez podría seguir con el duelo. Luke retiró la espada de manera dolorosa. Volvió a levantarla y quiso atacar mi cabeza. Me agaché y me protegí con el escudo. Desde el suelo, mi perspectiva cambió y supe que debía hacer.
Tiré el escudo a otro lado.
-¡No! ¡Vuelve a buscarlo! -gritó Clarisse. Luke corrió a mí, dando casi por ganado el duelo. No me moví.
No voy a describir el dolor que sentí en ese momento. Sería muy desagradable. Lo único que diré es que la hoja de la espada de Luke atravesó mi pecho con rabia. La adrenalina de mi cuerpo me ayudó a completar mi plan: levanté la rodilla y le golpeé la entrepierna. Luke gritó y cayó de rodillas frente a mi, dejando su espada incrustada en mi pecho. Mi mano sujetaba débilmente mi espada.
-P-Pe-Perdiste -susurré, cayendo sentada frente a él. Luke se levantó, y se alejó de mi. Miró a Efialtes y ladeó la cabeza.
-Suéltala -gruñó. Efialtes dejó caer a Clarisse, quién de manera hábil aterrizó parada. Tosí, y el sabor a cobre inundó mi boca.
-Tranquila, tranquila, quédate quieta -mi padre me tomó, con una mano en mi hombro sano y otra en mi cintura -. No te muevas mucho, podrías mover la espada.
Luke nos miró, mientras que los gigantes abrían la puerta.
-Por cierto. Dije que los dejaría ir, aunque no dije que sería fácil -sonrió Luke. Salió de la bóveda y la puerta se cerró.
-Debemos irnos -dijo Clarisse, levantando a Adonis. Apolo luchó con las cadenas hasta liberarse, y cuando fue libre, corrió hasta mí.
-Por Estigia te juro que no quería que todo esto pasase -susurró. Tomó mi rostro en sus manos y me miró, asustado. Intenté hablar, pero mi voz no salió. La caverna tembló. El suelo se abrió, y brazos esqueléticos salieron de éste. No me refiero a brazos humanos delgados, sino a brazos de hueso.
-No otra vez -murmuró papá. Apolo apoyó sus manos en mi pecho y sentí un fuerte ardor.
-Solo puedo cerrar lo más interno, pero cuando me recupere, terminaré de curarte -dijo. Sentí como mi vitalidad incrementaba, pero las heridas seguían ahí.
-¿Y Eros? -pregunté. Todos miraron al dios menor luchar por arrastrarse hasta su arco y sus flechas. Sus alas, arruinadas, le pesaban mucho más, y apenas podía moverse. Clarisse corrió a él, pisando algunos cráneos que salían del suelo, y tomó las armas de Eros, entregándoselas.
-No puedo moverme -dijo, aplastado. Apolo me ayudó a llegar a él -. Déjenme. No pueden hacerme mucho daño.
-No vamos a dejarte aquí, no seas un imbécil -murmuré. Apolo me miró, su cara decía algo como «Ah, ¿no? ». Fruncí el ceño y miré sus alas.
-¿Podemos salvarlas? -preguntó Clarisse.
-No, me temo que no -dijo mi padre -. Debemos cortarlas.
-¡No! -exclamé. Todo esto había empezado cuando me habían cortado las alas a Eros.
-Debemos hacerlo -dijo papá, tomando un hacha.
-Los esqueletos se toman su tiempo -murmuró Adonis. La mayoría todavía luchaba por sacar los brazos. Algunos estaban sacando sus cabezas, y las cuencas de los ojos dejaban ver un resplandor amarillo que no pretendía ser bueno.
-Va a doler, Eros -advirtió papá -¿Quieres hacerlo?
-Soy el único que puede enfrentar a los esqueletos. Hazlo -pidió. Eros me buscó con la mirada y yo me agaché. Tomé sus manos y él las apretó con fuerza. Cerró los ojos. El primer hachazo fue el que le arrancó el peor grito, casi antinatural. Luego vino otro hachazo, pero el grito se apaciguó. Pronto, un rastro de icor corría por la espalda de Eros, y las alas bañadas en oro cayeron pesadamente.
Lo tomé de los brazos y lo ayudé a levantarse. Él me abrazó, y acercó su cara a mí oído.
-Perdóname -susurró.
-¿Por qué?
-Por lo que voy a hacer -respondió antes de alejarse y tomar su arco y sus flechas. Los primeros esqueletos surgieron, y rápidamente Clarisse y Adonis los atacaron. El chico ya parecía haberse recompuesto, y atacaba con fiereza.
Los esqueletos comenzaban a agrandar su número, pasando a ser docenas. Mientras que todos luchábamos buscando una salida, Eros entró en acción. Al parecer, si se lograban enfrentar esqueletos contra esqueletos, eran capaces de matarse entre ellos. Las flechas de plomo volaban por todas partes, flechando esqueletos que comenzaban a odiarse contra otros. Todo era un caos. Mis heridas me debilitaban, en realidad ni siquiera entendía como era capaz de mantenerme a pie.
Miré a Apolo, quién aplastó el cráneo de otro esqueleto vestido como hipster de los 70'. Su mirada encontró la mía, veía culpa, remordimiento, tristeza.
Sentí un fuerte dolor entré los omóplatos, como si me hubieran clavado algo. El dolor se fue desvaneciendo, pero a la vez una ira contra Apolo creció en mi interior. No sabía porqué, ni de dónde venía, pero tenía ganas de dejarle colgado del Olimpo. Empuñé mi tridente, y corrí dispuesto a clavárselo en la primera oportunidad, pero un fuerte estruendo y una gran sacudida me detuvo. Caí al suelo, pero en vez de chocar contra piedra y roca, me encontré con mármol. Me quedé arrodillada y cansada, frente al Olimpo entero.
-¡Eros! ¡Mi hijo! -gritó Afrodita, y corrió al dios menor, quién también cayó en brazos de su madre. Otra mujer, casi tan bella como Afrodita, corrió a abrazarlo y consolarlo. Eros parecía estar escondiendo el hecho de que quería llorar.
-¡Apolo! -el asqueroso nombre salió de los labios de Artemisa. Su cabello rojo fue trás ella, y sujetó a su hermano.
-¡Mira como está! ¡Esta vez has cruzado los límites, hermano! -la voz de Hestia se alzó. La mujer caminó hacia mi, observando mi hombro dañado y mi pecho todavía sangrante -¡Es una bendición que siga en pie!
Esas palabras me hicieron tener un clic en mi cabeza. Miré a mi padre, quién sonrió débilmente: estaba soportando todo porque él me había dado su bendición.
-¿Apolo sigue siendo un dios? -gruñó Zeus, ignorando a su nieto y a mí, y a todos en realidad. Hermes miró al horizonte, y probablemente vio algo con sus poderes divinos que yo no podía ver.
-Sí. El Sol está saliendo -anunció. De pronto el clima tenso se deshizo. Apolo se liberó de su hermana y se acercó a mí.
-Déjame ayudarte, Kai -pidió. Instintivamente retrocedí como si sus manos tuvieran sarna.
-No me toques -murmuré.
-Pero estás sangrando...
-¡No me toques que me das asco! -exclamé. El silencio reino el Olimpo. Ni siquiera Zeus fue capaz de decir algo.
-¿Kai? ¿Por qué me dices eso? -preguntó Apolo, con una horrible honestidad.
-¿Vas a mentirme y decir que toda esta mierda fue un plan tuyo para romper una maldición? -lo acusé. Apolo abrió los ojos y rápidamente los desvío a su padre -¡Podrías haberme matado! ¡O peor, algunos de mis compañeros podrían haber muerto por esta farsa!
-¡No fue mi idea! ¡Fue de Zeus! -me respondió.
-¡Pero no estabas en desacuerdo! Solo eres un patético niño bastardo de papá.
-Uhhh -dijo por lo bajo Ares, disfrutando el enfrentamiento. Zeus reaccionó y avanzó hacia mí. La única razón por la que no me partió un rayo en ese mismo instante fue porque me respaldaban mi padre y Hestia.
-No te atrevas a volver a faltarle el respeto a un dios de esa manera, chica -dijo, apuntándome con el dedo.
-No se preocupe, señor. Jamás volveré a faltarle el respeto a ningún dios -le aseguré -. Aún mejor: jamás volveré a cruzarme con uno.
-Kai, para -pidió Apolo, pero lo detuve.
-Me conocías desde que era pequeña, Apolo. Tomaste mi foto favorita con mi madre, ¿pretendiste no saber de mi todo este tiempo? ¿Fingiste no conocerme cuando nos conocimos? Claro que eres el dios de las artes, ya que eres un increíble actor.
-Tú le dijiste -gruñó Zeus, acusando a mi padre.
-No, yo no fui. Fue un lago parlante -contestó. Zeus se mostró confundido, pero no espere a que dijera nada más.
-No me busquen, no me contacten, y en lo posible, no se me acerquen -pedí, dando media vuelta y caminando hacia la salida.
-Kailani, déjame explicarte... -Apolo fue interrumpido por su padre.
-Te necesitamos aquí, niña. Eres parte de Los Cuatro, no puedes darte el lujo de irte libremente por ahí -exigió.
-Bueno, búsquense a otra. Yo ya hice demasiado por el Olimpo, y el Olimpo no ha hecho nada por mi. Ahora entiendo como Cronos logró manipular a Luke -escupí eso último por lo bajo. Tiré la pulsera de mi padre al suelo y me acerqué a Dioniso. Rápidamente desaté mi collar del Campamento y se lo entregué.
-Bueno, fue un gusto, Kylie -sonrió. Fruncí los labios para no sonreírle de vuelta, encontrando divertida a la felicidad con la que se despedía de mí.
El plan era irme con la cabeza en alto. Sin embargo, siendo mestiza o no, bendecida o no, hay cosas que solo responden a la medicina. Di unos pasos más, me mareé y mi cabeza se fue al piso, con el resto de mi cuerpo.
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Desperté con el ruido de una bomba de oxígeno y pitidos de una máquina que se conectaba a mi por cables. Parpadeé un poco, acostumbrándome a la luz plateada de habitación de hospital. Estaba a medio sentar en una cama. En una silla, Hestia miraba por la ventana. Emití un sonido ronco y ella volteó a verme, con una dulce sonrisa en los labios.
-Hasta que despiertas. Llamaré al doctor -susurró, y salió de la habitación. Volvió seguida de un doctor joven, de cabello claro y ojos azules. Me recordó a alguien y logró revolverme el estómago.
-¿Kailani Brown, verdad? -preguntó, tomando mi historia clínica -. Accidente de tráfico. Es un milagro que salieras viva -comentó. Tomó su estetoscopio y me pidió que me inclinara hacia adelante para oír mis latidos desde mi espalda. Así lo hice, y el aprovechó la libertad que daba la parte dorsal para apoyar el frío metal en mi piel. Sus dedos rozaron esta también, provocando un contraste de frío y calor.
-Perdóname -susurró. Lo ignoré completamente -. Realmente lo siento.
-Solo es un poco de frío -contesté, ignorando las segundas intenciones de este doctor falso. Él me hizo dos exámenes más y luego se alejó.
-Puedes irte hoy mismo -dijo -. Otro doctor vendrá ahora para que firmes tu alta.
Él me miró a los ojos. Yo corrí la mirada y observé la ventana. Me quedé allí, con la mente en blanco, y ni siquiera Hestia tuvo alguna palabra para decirme.
-Señorita Brown -no había notado la salida de Apolo, ni la entrada de este otro doctor. Con un uniforme igual se acercó. Era más viejo, de cabello canoso y lentes rectangulares -. Si me permite, quiero hacerle unos chequeos antes de darle el alta -dijo, tomando el estetoscopio que descansaba en su cuello.
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AZU'S SPACE 𓂃 🧸
FINAL DEL SEGUNDO ACTO
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