4 ࣭⭑𓄹 we visit Hestia's cabin ⸒࣪
﹐ ✦ 𝄒 𝐆𝐑𝐄𝐄𝐊 𝐓𝐑𝐀𝐆𝐄𝐃𝐘 ⊹ ☀️ ₊ ⋆
┇ chapter four ¡!
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El misterioso hombre con alas me observó entre los árboles. Su cabello oscuro ondeaba al viento, y sus ojos brillaban con una luz que no pertenecía a este mundo. Se presentó con una sonrisa traviesa.
-¿Estás bien? -me preguntó, acercándose con su mano extendida. Una fuerza que yo no podía controlar me hizo tomar su mano. Él tiró de está y me acercó a él. Noté que sus ojos eran únicos con un hermoso color rubí.
-Sí... -logré decir. El hombre me sonrió y me invitó a sentarme en un tronco caído -¿Quién eres?
-Soy Eros, el dios del amor. Tal vez me conozcas como Cupido -se presentó. Claro que había oído hablar de Cupido. Había una caricatura donde él era protagonista.
-Creí...creí que eras un niño -murmuré. Eros rio.
-En algún momento lo fui, pero mi madre insistió mucho para que tomara una forma más adulta. Aunque las consecuencias que eso trajo no le gustaron para nada -me comentó, mientras se sentaba a mi lado -¿Puedo tal vez saber el nombre de la hermosa dama a mi lado?
No te sonrojes, no te sonrojes.
-Soy Kailani -dije casi en un susurro. No entendía que me estaba pasando. Nunca caía por piropos simples, pero esta vez había algo diferente. ¿Sería su efecto al ser dios del amor? -¿Cómo me encontraste?
-Siempre sé cuando una bella mujer necesita ayuda. Estaba volando cuando te ví, y supe que necesitabas ser rescatada -explicó con su sonrisa encantadora. Intenté calmarme, y respiré profundamente para poder aclarar mi mente.
-¿Por qué me ayudaste? Los dioses no hacen nada porque sí -pregunté, frunciendo mi ceño. Eros se inclinó a mí, y su aliento se encontró con mi oreja.
-Quizás solo quiero ver una sonrisa en tus labios - susurró, causando un escalofrío en mi espalda -. O tal vez, solo tal vez, estoy intrigado por ti.
¿Está empezando a hacer calor, verdad?
Giré un poco mi cabeza para encontrarme con él. Eros me miró a los ojos primero, y luego su mano se posó en mi rostro, y con su pulgar limpió la sangre que lentamente se iba resbalando por mi mejilla debido al corte que me había hecho con la roca. Luego descendió su mano, acariciando un mechón de mi cabello.
-¿Qué haces? -pregunté, juntando la fuerza de voluntad necesaria para alejarme.
-Te admiro -respondió con tranquilidad -¿Está prohibido eso?
-¡KAILANI!¡KAILANI! -los gritos de Apolo hicieron que el ambiente enfriara de repente. Eros frunció el ceño.
-Apolo -gruñó. Mientras la voz del dios del Sol se acercaba a nosotros.
-¿Qué pasa con Apolo? -pregunté, levantándome para observara si lograba ver al dios.
-Dígamos que no estamos en buenos terminos -me respondió levantándose. Tomó mi mano y acarició el dorso de esta -. Debo irme, pero estaré al pendiente de ti, Kailani.
Antes de abrir sus alas, beso mi mano como un caballero. Luego se fue volando, para que unos segundos después Apolo me encontrara. Al verme corrió a mí, mostrando alivio en su rostro.
-Te oí gritar, pero no pude encontrarte. Te encontré por las marcas en el suelo -dijo, señalando la larga huella que había dejado la bestia -¿Qué pasó?
-Me persiguió una serpiente gigante -le expliqué. Apolo frunció el ceño, acercándose a mi rostro y analizando la herida que tenía en mi mejilla.
-Pyton. Es una larga historia -murmuró -Dejame ver eso.
Mientras que el resto de sus dedos se apoyaban juntos en mi mandíbula, su pulgar pasó por encima de mi herida, de manera delicada. Al principio me ardió, pero luego sentí mi piel tensarse y el dolor disminuyó gradualmente.
-No solo soy el dios del Sol -admitió con cierta arrogancia -¿Se siente mejor?
-Sí, supongo -respondí. Todavía seguía bajo el efecto embriagador de Eros. Él sacó su mano de mi rostro chasqueó los dedos. Mi mejilla tuvo un tic por unos instantes.
-Ya está. No te quedarán marcas -me prometió -¿Cómo hiciste para acabar con Pyton?
-No fui yo. Eros me salvó -le expliqué. Inmediatamente el dios del Sol se levantó, y me miró con el ceño fruncido.
-¿Eros?¿Ese monstruo con alas estuvo aquí? -preguntó con la ira en voz. Me levanté, debatiendo si defenderlo o quedarme callada.
-Tranquilo. Solo me ayudó... -murmuré. Apolo tenía el celo fruncido. En sus ojos ahora mismo podía ver el infierno arder.
-Si vuelve a aparecer, no le hables. No es un buen tipo -dijo en voz baja, apoyando un dedo en mi pecho. Tomé su mano y la tiré hacia atrás, molesta.
-No me digas que hacer.
-¿O qué? -Apolo sonrió. Tenía en sus manos todo. A la niña, la búsqueda, y a mí. Mordí mi lengua, enojada. Él rio, aunque ahora su risa ya no era un sonido melodioso, sino más bien molesto -¿Vas a descansar o no?
-No. Tu amiguita ya me hizo despabilarme -murmuré tragándome mi enojo. Apolo negó con la cabeza y luego me arrojó una bolsa de cuero que no había visto antes. Dentro había una daga de plata, y bayas silvestres.
-Para que comas.
-¿Estás seguro que no son venosas? -pregunté, tomando una entre mis dedos. Él asintió con la cabeza y yo suspiré. Las bayas eran mejor que nada.
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El Sol ardía sobre mi cabeza.
¿Chistoso, verdad? El dios de ese astro estaba a mi lado, y no era capaz de, no sé, desviar las rayos del Sol o proporcionarme una gorra.
El pensar en comida me hacía tener aún más hambre. Las bayas no fueron suficientes. Tampoco quería quejarme con Apolo. Desde que me había dado la bolsa de cuero se había quedado callado, tensado su mandíbula de una manera...interesante.
Yo me había dedicado a caminar tras él, medio dormida. A veces jugueteaba con la daga de plata en mi mano. Estaba tan agotada que podría haberme tirado a dormir allí mismo, pero sentí la mano de Apolo en mi muñeca. Tiró de mí y me señaló una cabaña. Mis cejas se alzaron.
-¿Podría estar ahí? -pregunté. Apolo se encogió de hombros. La cabaña parecía ser moderna, y bastante hermosa, aunque pequeña. La luz solar de la mañana le daba un aspecto acogedor, y sus ventanas estaban relucientes. Una sensación nostálgica me invadió: se parecía mucho mi hogar. Fruncí los labios y apreté mi agarre de la daga.
Apolo caminaba detrás mío, con su arco ligeramente tensado. Me acerqué a una ventana y observé el interior. Todo estaba ordenado, no había señal de lucha alguna. Apolo miró por la otra y luego me miró.
-¿Entramos? -susurró. Lo pensé ligeramente, y luego asentí con la cabeza. Curiosamente, la puerta estaba abierta. Eso significaba que tal vez no estábamos solos.
Cuando entré, mis sentidos captaron tres cosas. Por un lado era el suave calor que hacía dentro de la cabaña. No había estufa, pero si una chimenea prendida. Sin embargo esta no echaba humo. Tampoco había leña en ella. El fuego bailaba en el hueco de la pared sin ningún tipo de motor.
Por otro lado, la casa olía a pan recién horneado, y una vez más esa sensación nostálgica me invadió completamente. Inspiré profundamente para guardar ese olor, mientras que mis oídos captaban una pieza clásica de jazz, la cual venía de un viejo tocadiscos.
Al mirar a Apolo noté que este ya había guardado sus armas con mucha tranquilidad.
-¿Qué estás haciendo? -pregunté, sin guardar mi daga.
-Conozco a la dueña de esta cabaña, y sé perfectamente donde está -me aseguró, dirigiéndose a la puerta que debía dar a un jardín.
Me quedé sola allí dentro. Esperé a Apolo por unos minutos, pero él no regresó. Pensé en salir a ver a donde estaba, con cierto temor a que me hubiera abandonado aquí, pero me llamó al atención las escaleras que iban a un primer piso. Me aventuré en ellas, llegando a un pequeño pasillo con cuatro puertas. Una de ellas estaba cerrada.
Las que estaban abiertas no eran más que una habitación con una cama matrimonial (aunque además de la cama había un escritorio con una silla, un sillón pequeño, un armario en la pared y una sola mesa de luz) y en la otra una habitación sin escritorio y con una cama individual. La otra puerta era simplemente un baño. Finalmente llegué a la puerta cerrada. Pegué mi oreja a la madera: solo había silencio del otro lado. Con cuidado giré el pomo de la puerta y abrí la puerta, la cual por suerte no rechinó.
Lo primero que noté fue que, en una cama pequeña, había una figura envuelta en mantas. Apunté mi daga en esa dirección y me acerqué lentamente. Tomé la manta con la punta de mis dedos, y apenas pude levantarla un poco cuando algo saltó sobre mí.
Tenía brazos y piernas, y me estaba tirando del pelo. Grité y inmediatamente de desprendí de eso, tirándolo a la cama. Cuando pasé la conmoción la reconocí.
-¿Niña?
-¿Tú otra vez? -preguntó, abrazando una pequeña navaja. Suspiré y me senté en la cama, agotada.
-¿Cómo te llamas? -pregunté en un tono que jamás había percibido en mi propia voz. Era tan frío que la niña se quedó callada y luego murmuró su nombre.
-Chloé -susurró, mirando a las sábanas.
-Muy bien, Chloé. ¿Por qué diantres corriste cuando podrías haberte quedado cerca? El cíclope se había ido -le reclamé. Ella siguió con su cabeza gacha.
-Porque me llevarías de vuelta. No quiero ir de vuelta -susurró. Algo en mí, una fuerza divina y cálida, hizo que tomara su mejilla, y le hiciera levantar suavemente su cara. Parecía cansada y triste, mi mano atrapó una lágrima que salía de su mejilla. Oí pasos correr por el pasillo e inmediatamente Apolo se presentó en la puerta con su arco preparado, y detrás de él una mujer de expresión pacífica, a diferencia de la de Apolo, que era más bien de preocupación.
-Veo...que ya la encontramos -dijo, bajando su arco. La mujer se adelantó a Apolo.
-Creo que todos deberíamos bajar a desayunar y hablar -dijo con cierta autoridad. Me miró a mí, y una sonrisa se asomó en su rostro aniñado -. Soy Hestia, y probablemente soy tu tía.
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¿Era la séptima o octava tostada que comía? Ya no lo recordaba, pero tampoco recordaba la última vez que había comido una buena tostada de pan casero con mermelada de frambuesa. A mi lado, aún triste, Chloé tomaba jugo de naranja, durazno y frutilla.
-¿Y los modales dónde quedaron? -preguntó Apolo, haciéndose el gracioso. Aproveché el momento para enseñarle mi dedo del medio. Antes de que Apolo pudiera montar un show, Hestia rio, y dejó un nuevo plato de tostadas en la mesa.
-Muchas gracias, señora Hestia -le agradecí.
¿Tendría apellido? La mujer volvió a reír, su rostro era tierno, expresando el reflejo de una niña en una mujer adulta.
-Llámame tía Hestia, querida. Estoy segura que eres mi sobrina -afirmó la diosa, sentándose en la punta de la mesa con un té de miel en las manos. Por mi lado bebí néctar, que me ayudó a cargar energías.
-Muchas gracias por cuidar de Chloé, tía Hestia -le dije. Ella asintió con la cabeza, mientras que Apolo se impacientaba.
-No ha sido nada.
-¿Cómo la encontró? -pregunté.
-Ella llegó sola aquí. Aterrizó en mi jardín -dijo, señalando una ventana que daba al exterior. Dejé mi comida en la mesa y me acerqué al cristal. Efectivamente había un hueco en el jardín, entre algunos claveles de invierno.
-¿Aterrizó?¿Cómo que aterrizó? -pregunté. Hestia observó a Chloé, quién tenía su cabeza gacha.
-Supongo que el barbudo mayor ha estado haciendo sus fechorías, a pesar de que juró no hacerlo -pude notar que a Hestia no le caía bien el barbudo mayor (¿quién diantres es el barbudo mayor?). -Hera debe estar furiosa.
-¡Me matará! -exclamó Chloé, cubriendo su rostro con las manos.
-Nadie va a matarte -le dije -. No si estás conmigo.
-Pero Hera es muy poderosa. ¡Hizo que Hércules matara a su familia!
-Lo lamento por él. Pero si estás conmigo, yo te protegeré.
-No sabes pelear. ¿Cómo lucharías contra mi madrastra? -preguntó Apolo, con expresión interrogante. Me encogí de hombros.
-Puedo escondernos. Toda mi vida lo he hecho y a nadie le ha importado -murmuré. La sala quedó en completo silencio. Los ojos de Hestia brillaron.
-¿A qué te refieres? -preguntó mientras me dirigía a la puerta del jardín. Di media vuelta y volví a la mesa.
-Que si a ningún dios le importé antes cuando los necesitaba, que ahora tampoco les importe cuando me necesiten...como sea -dije, tomando una última tostada antes de salir de la sala, directo al jardín.
No sabía que me había pasado. Sí sabía que me sentía mejor por lo que había dicho. Me sentía en paz, como si aliviara algo que por años había llevado como una cruz en mi espalda. Ya había vivido mucha mierda en tan solo veinticuatro horas, y tampoco había recibido ninguna ayuda por parte de mi supuesto padre.
Siempre había sentido la ausencia paterna como algo normal. Mamá lo intentaba, pero el alcohol seguía siendo una prioridad en su día a día. Todavía recuerdo cuando me fui de casa, y ella no hizo nada para buscarme.
Era extraño pensar que tenía familia. Cuando veía a niños llorar porque querían comprar helados, los padres normalmente me señalaban y me usaban de ejemplo de pobre niña que no tiene dinero. Bueno, equivocados no estaban. No tenía dinero, pero si orgullo muy dañado.
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La noche llegó con velocidad. Hera nos había dado su habitación a mí y a Chloé. Apolo estaba en el sofá, y Hestia en la habitación de invitados.
Chloé roncaba suavemente, pero no lo suficientemente silenciosa como para poder conciliar el sueño. Todavía no me acostumbraba a la idea de que tenía almohada. Tampoco me ayudaba el hecho de que cada cinco minutos la niña me pateaba, buscando más espacio.
A mitad de la noche mi garganta se sentía seca. Me levanté y decidí bajar a la cocina. Bajé las escaleras, ignorando la tenue luz que salía del cuarto de invitados. Cuando llegué a la sala de estar, me sorprendió no encontrar a Apolo allí. El sillón tenía marcas de hundimiento, y la manta estaba un poco caída en un costado. Pasé a la cocina, bebí agua y rápidamente volví a subir.
Un poco más despierta, esta vez fui capaz de captar voces desde de habitación de invitados. Eran Hestia y Apolo.
-¿Estás seguro de que es ella? -le preguntaba Hestia, cepillando su cabello. Sentando en una silla aparte, Apolo tenía su cabeza apoyada en su mano. Su brazo era sostenido por el brazo de la silla, y su expresión era de preocupación.
-Casi seguro. Sino, ¿por qué otro motivo Eros habría ido tras ella? -contestó Apolo. Inmediatamente me moví cuando el dios inclinó su cabeza a la hendija de apertura de la puerta. Ya no podía verlos, pero si oírlos.
-Todavía no sabes siquiera de quién es hija, Apolo. Además, ¿crees que Psique le permitiría hacer esto a Eros?
-No sé como explicarlo, tía. Simplemente sé que es ella. Es la chica de mi maldición -refunfuñó el dios del Sol.
-¿Chica de su maldición? -musité, frunciendo el ceño.
-Pero Apolo...
Cuando oí la silla rechinar, y unos pasos avanzar a la puerta, rápidamente de deslicé a la habitación de Hestia y me metí a la cama. Tuve que razonar un rato más conmigo misma para lograr dormir un par de horas antes de que fuera hora de despertar.
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⿻ ៹ AZU'S SPACE ! 🧸
1. Espero que les guste el capítulo, literalmente pasó de todo en 2600 palabras.
¿De que maldición está hablando Apolo?
¿Dónde está Psique?
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