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3 ࣭⭑𓄹 we play in a mortal roller-coast ⸒࣪

﹐ ✦ 𝄒 𝐆𝐑𝐄𝐄𝐊 𝐓𝐑𝐀𝐆𝐄𝐃𝐘 ⊹ ☀️ ₊ ⋆

┇ act two, chapter three ¡!
















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El escorpión nos miraba fijamente. Su color marrón claro, su aguijón fino y sus pinzas delgadas haciendo un insoportable "¡Clamp!" era señal de que probablemente era venenoso.

-No dejes que te acerqué el aguijón. Te mataría al instante -me susurró mi padre, apuntándolo con su tridente. Tomó impulso y saltó contra el escorpión. Este reaccionó levantando su torso. Papá rápidamente lo picó con su tridente, y el escorpión enfureció, intentando agarrarlo con sus pinzas. Papá lo esquivó y volvió a picarlo, pero está vez el escorpión fue mucho más inteligente, porque uso su cola para golpearlo y mi padre salió disparado de la plataforma.

El escorpión y yo nos encontramos cara a cara. Retrocedí instintivamente cuando lo vi acercarse a mí. Con mi tridente comencé a hacer movimientos amenazantes, para intentar hacerlo retroceder. Pero de pronto sentí mi cuerpo pesado, y el tridente aún más. Mis ojos se querían cerrar por su cuenta, mientras que mis pies fallaban. Finalmente me enredé con mis propias piernas y caí sobre la plataforma. El escorpión aprovechó para ponerse encima mío, y abrió su boca (que en ese tamaño) era espeluznante. Grité, intentando mover mis miembros dormidos.

Lo primero que vi fue la cara del escorpión. Lo segundo fue el rostro de mi padre. Se había transformado en su versión gigante, y tomó al escorpión como un bocadillo, arrojándolo a su boca. Me quedé escuchando a mi padre masticar y a mi corazón latir rápidamente. Cerré mis ojos y unos segundos después sentí unas manos en mis hombros.

-¿Kailani? -me llamó mi padre.

-Me pesa el cuerpo... -susurré. Él me ayudó s sentarme y oímos como un par de pies golpeaban la plataforma.

-Kailani -dijo Clarisse, arrodillándose a mi lado -¿Qué le pasó?

-El polvo de Hipnos. Te dije que esperaras aunque sea un poco -gruñó mi padre, frotando mi espalda. Poco a poco recuperé mis sentidos y mi movilidad. Para cuando Adonis llegó, ya estaba levantada, aunque ayudada con mi tridente.

-Oye...¿te comiste a ese escorpión? -le pregunté a mi padre.

-Sí. Pero estaba bastante ácido, la verdad -comentó como si hablara de un caramelo. Lo miré con cierto asco -¿Qué?

-Déjalo -murmuré. Miré la entrada a la caverna, que estaba iluminada por una débil antorcha. Nos acercamos con cuidado, y bajamos unos diez escalones de piedra. La cueva era pequeña, húmeda y estaba vacía. Solo noté a un ciempiés arrastrarse por el suelo hasta desaparecer por un pequeño hueco entre el suelo y la pared.

-¿Esto es una cueva subterránea? -cuestionó Clarisse, bajando su lanza.

-Bueno, estamos bajo tierra -contestó Adonis, golpeando una pared de tierra junto a las escaleras.

-Listillo -murmuró Clarisse, apoyando su codo en la base de la antorcha. Para nuestra sorpresa, ésta bajo como una palanca y luego volvió a su lugar. La caverna tembló, y el piso comenzó a descender. Pronto nos encontramos con una enorme pasillo de piedra, iluminado por antorchas que estaban ubicadas muy lejos unas de las otras.

-Uhh, cueva subterránea -bromeó Adonis, imitando un tono fantasmal. Por reflejo le di un codazo, y miré a mi padre.

-Vengan atrás mío. Que Eros cierre el paso -propuso. Así se hizo, él iba adelante, con una antorcha en su mano, y yo detrás de él. Luego estaban Clarisse y Adonis, y por último Eros con su arco en la mano. Bostecé involuntariamente, sintiendo unas fuertes ganas de dormir. Me refregué los ojos, y accidentalmente choqué contra la espalda de mi padre, quién se había destenido frente un cartel que colgaba con cadenas en el techo.

-"La caverna de las ilusiones" -leí -. No me gusta nada.

-A mi tampoco -murmuró Clarisse. Eros frunció la cara, como si una parte de él no quisiera avanzar con nosotros. Sin embargo seguimos caminando. Las antorchas se acabaron, y sentimos en nuestro interior que lo peor acababa de comenzar.

Nos encontramos unos carritos mineros sobre unas vías, las cuales seguían un camino que la roca no. Literalmente estábamos en una de las bocas de la caverna. Un gran precipicio oscuro nos

-¿Tenemos que subir a estos? -preguntó Adonis, mirando el interior de un carrito.

-No perdemos nada con intentar -murmuré.

-No, para nada. Tal vez perdamos una pierna, o la vida -respondió Adonis, y se ganó un codazo, pero esta vez de la hija de Ares.

¿Así coquetean los hijos de Ares?

Mi padre y yo subimos al carro de adelante, Clarisse y Adonis al de atrás.

-Prefiero seguirlos a vuelo -nos dijo Eros.

A pesar de ser una cueva subterránea, un frío viento nos dio de frente.

-Elijan su dirección para el viaje -un susurró pasó junto mi oído. Rápidamente volteé a ver a mi derecha, asustada, pero no había nadie.

-Ehh...¿A dónde sea que este Apolo? -pregunté, dudosa. Mi padre me miró con desconcierto.

-Jamás había estado aquí antes -murmuró.

-Destino: Rincón de Efialtes. ¿Confirma su destino? -otro susurro en mi oreja hizo que se me pusiera la piel de gallina.

-Sí, sí -balbuceé.

-Inserte un dracma por carro para iniciar el viaje, por favor -pidió el susurró.

-¿Tienes dos dracmas? -le pregunté a mi padre. Este rápidamente metió las manos en sus bolsillos, y me extendió dos dracmas y un anzuelo. Tomé las monedas y las deje caer en una rendija. Se escuchó como si la moneda rodara por alguna especie de mecanismo.

-¡Tengan un viaje horrorífico! -rio el susurro, y los carritos se empezaron a mover hacia adelante. Eros comenzó a caminar a nuestro lado.

Llegamos al borde del precipicio, y nuestro carrito comenzó a caminar hacia abajo. Y de un momento a otro, caímos en picada libre.

Grité, mientras que mi padre uso un brazo para protegerme. Podía oír los gritos de Adonis detrás mío. Golpeamos otra vía y el carrito comenzó a deslizarse por esta. Dimos una vuelta de 360 grados, y nos metimos pot otro pasillo. A mitad de este, un esqueleto se nos apareció, haciéndome ahogar un grito. Detrás nuestro, un grito agudo logró hacer sobresaltar a mi padre. Volteé, y vi a Clarisse muy tranquila. A su lado, Adonis estaba a punto de llorar.

-"La verdad debes descubrir, hija de Poseidón. La verdad sobre tu final" -oí entre risas fantasmales.

Otra vez comenzamos a caer en picada libre. El camino pronto se volvió más peligroso, con flechas pérdidas rosándonos las orejas, hacha que salían de las pared directo a la cabeza, y esqueletos que bailaban junto a risas mácabras y lamentos fantasmales. La peor parte fue cuando fuimos en retroceso, cuando no pude ver a dónde íbamos. Y en otro momento sentí una mano empujar mi cabeza hacia abajo, y escuché el silbido de un hacha encima mío, seguido de un quejido.

Finalmente, con una fuerte sacudida, aterrizamos en una vía, y nos movimos despacio hasta chocar con un letrero que decía "Fin del recorrido".

-¡Gracias por viajar en Vías Subterráneas de Phobo! -dijo aquel susurro, seguido de una risa estridente. Eros aterrizó a nuestro lado, con un corte en el brazo.

-Fue...fue horrible. Voy a vomitar, voy a vomitar... -murmuró Adonis, abrazado a Clarisse. Esta rápidamente lo empujó al borde del vagón y lo hizo vomitar en el suelo.

-¿Estás bien? -preguntó mi padre, saliendo del vagón. Me extendió la mano, y me ayudo a salir con mis piernas temblando.

-Sí... -murmuré. Miré la herida de Eros, pero él rápidamente se limpió la sangre con la mano.

-Vías Subterráneas de Phobo...claro, a que otro imbécil se le ocurriría una cosa así -murmuró Clarisse. Miré a Eros a los ojos.

-No es nada, un hacha me alcanzó mientras los seguía -murmuró él. Vi la sangre dorada caer y me mordí la mejilla. ¿Tendría que ver con la mano que me salvó de una segura decapitación?

-¿Estás bien, chico? -le preguntó mi padre a Adonis, quién terminó de vomitar a gusto. Este, con la cara verde, asintió. Clarisse me miró con el ceño fruncido, y en ese momento quise reír.

-Tal vez deberíamos seguir. El tiempo corre -dijo Eros. A nuestro lado había un hueco enorme, por donde tranquilamente podrían pasar dos gigantes como Otto y Efialtes.















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Dejé que todos me pasaran para llegar junto a Eros. Este me miró, un poco intrigado ante mi acercamiento.

-¿Pasa algo? -preguntó, pasando su arco de una mano a otra.

-Dijiste que tu madre convocó a un Oráculo que hizo una profecía sobre la maldición de Apolo -le recordé, y al asintió -...¿Qué decía la profecía?

-Es...complicado -murmuró Eros, frotando su nuca -. Mi madre tiene esta cosa de hacer las cosas lo más dramáticas posibles. Si te contara todo lo que le hizo a mi Psique, podrías terminar odiándola un poco. Yo estuve mucho tiempo enojado con ella.

-¿Pero qué tiene que ver eso con lo que me contaste?

-Ella armó la profecía a su gusto. Muchos creen que porque ella es la diosa del amor y la belleza es superficial y débil, pero olvidan que ella tiene lugar entre los Doce -dijo, bajando la voz.

-¿Y qué dice la profecía?

- Era algo así:

« Cuando la hija del mar al fin emerja,
y el Sol, en su desdén y en amor perjurio,
Apolo, sin piedad, su alma hiera,
la maldición se romperá en el susurro.

El dios del día, en su trono ardiente,
desatará el dolor, cruel y constante,
y la doncella, en su lamento humano,
verá su corazón roto en el verano.

La profecía así se manifestará,
en la tragedia que el Sol engendrará,
y la hija de las olas, en su pena sin final,
será quien ponga fin al maleficio fatal. »

Lo miré, confundida. ¿Amor perjurio? ¿Tragedia? Esa palabra me dio un escalofrío.

-¿Quién es esa muchacha? -pregunté -. La doncella.

Cuando Eros estaba por contestar, oí un grito de Adonis. Miré al grupo que iba adelante, y observé como los pies de Clarisse...ya no estaban. Era como si poco a poco se estuviera desvaneciendo. Ella miraba a un costado, con los ojos llenos de lágrimas.

-No, no, yo no fallo. Yo nunca fallo -balbuceó. Parecía aterrorizada.

-¿Qué le está pasando? -pregunté, acercándome a ella.

-Esta alucinando. Estamos en una caverna que literalmente se llama "La caverna de las ilusiones" -me recordó Adonis, sin saber que más hacer. Me paré frente a Clarisse.

-Clarisse, escúchame, Clarisse -la llamé, pero ella me ignoró completamente.

-Padre, no, por favor -sollozó, y sus piernas se desvanecieron.

-¿¡Qué hacemos!? -pregunté. Si llegaba a volver sin ella al Campamento, Silena me mataría.

-Creo que está perdiendo su confianza. Así funciona el miedo. Dejas de creer en ti mismo, y te consume -razonó mi padre.

-¿Entonces debemos aumentar su confianza? -preguntó Adonis. Mi ladre asintió.

-Clarisse, vamos. Eres la mejor guerrera del Campamento. Si te elegí para esta misión, es por algo -le dije, viendo sus muslos desaparecer poco a poco.

-Clarisse, oye, ¿recuerdas nuestro primer enfrentamiento en la arena? No quise admitirlo en el momento, pero realmente me pateaste el trasero. Y además yo creo que eres muy... divertida -le dijo Adonis.

-¡Está funcionando! -avisé, viendo sus rodillas reaparecer.

-Y eres muy bonita. Me gusta tu pelo castaño, y tus ojos son muy brillosos. Además eres increíble con la lanza. Y con la espada, el arco, y todo eso. Creo que podrías hacer de una flor un arma mortal, su quisieras -dijo. Ella parecía estar en una lucha interna, sin dejar de mirar a la pared. Mientras Adonis hablaba sin parar, en un momento ella se sacudió violentamente.

-¡CÁLLATE! -gritó a la pared, y el eco retumbó en todos lados. Adonis cerró la boca, y Clarisse se derrumbó en el suelo. Rápidamente me acerqué a ella, abrazándola por atrás. Ella tenía la mirada pérdida, pero respondió a mi tacto.

-Creo que tengo néctar para darle. Está pálida -dijo Adonis, dejando caer su mochila. Sacó una cantimplora y se acercó a Clarisse -. Bebe, por favor.

Me alejé de ellos para que Clarisse no se sintiera tan agobiada. Mi padre me palmeó el hombro.

-Había oído historias de su padre, pero no creí que le temiera tanto... -susurré.

-Hay dioses que no deberían tener hijos -respondió mi padre -. Yo no le confiaría tu vida a ninguno de ellos -me dijo antes de acercarse a Clarisse y Adonis.

Mientras Clarisse se recomponía, Eros tomó mi mano y me llevó hacia atrás. Se aseguró de que ni mi padre ni Adonis nos estuvieran poniendo mucho atención y su expresión se ensombreció.

-Kailani, la doncella de la profecía eres tú -susurró. Abrí mis ojos, aturdida.

-¿Qué?

-Quiero que antes que sigamos este viaje, sepas esto: Apolo te eligió. Tú eres la hija del mar que emergió para él. Y él lo sabe muy bien. Y también tiene clara su misión.
















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