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Epilogue

(+) a ver, penes, aquí sí los quiero ver comentando o me enojaré y no quieren verme enojada, ¿verdad?

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Mina apoyó sus brazos en el frío barandal mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante y observaba la ruidosa ciudad desde su balcón; ella no era fanática de estar fuera de su cama a esa hora pero tenía una promesa pendiente y que, gracias a su apretada agenda, no había tenido la oportunidad de cumplir.

Su rutina había cambiado considerablemente desde que asumió el control de los bienes de su padre junto a Kai, y cuando el tiempo con su familia empezaba a ser escaso, llegaba el arrepentimiento de haber aceptado. Pero ya no podía dar vuelta atrás, el mayor se había encargado de limpiar su apellido y en los dos últimos años los resultados empezaban a ser mucho más notorios; era entonces que necesitaba a Mina más presente en el corporativo, pero ausente en su hogar.

La japonesa bajó el rostro cansada, intentando no quedarse dormida mientras esperaba. Su mente la trasladó hasta esa tarde y tragó saliva algo asustada por lo que había pasado en su oficina. Una Nayeon furiosa llamando para reclamar por su ausencia en el almuerzo familiar inició una de sus mayores peleas. Y quizá una simple comida no era razón suficiente para enojarse, pero al ser consciente que le estaba fallando nuevamente comprendía su frustración y no se atrevía a replicar. Al llegar a casa un simple «hola» fue su bienvenida logrando quitarle esa pequeñísima esperanza de una reconciliación temprana. Odiaba decepcionar a su esposa.

—Mami, mami, ¡estoy lista!

Se giró al escuchar esa animada vocecita. No pudo evitar sonreír al ver a su pequeña hija de cinco años llegar hasta ella intentando acomodarse el gorrito de lana sobre su cabeza y evitando caer por lo enorme que le quedaba la bufanda "prestada" que había tomado de la japonesa.

Si ver a su esposa decepcionada por su falta de palabra le rompía el corazón, saber que su hija la extrañaba y se entristecía al no tenerla cerca terminaba de romperle el alma. Por lo que, después de una gran taza de café, acudió a la habitación de Ryujin para decirle que esa noche sí podrían usar el telescopio que le había regalado la navidad pasada; la única condición era abrigarse lo suficiente para evitar regaños de mamá Nayeon.

Mina se puso de cuclillas para estar a la altura de su hija y con gran delicadeza acomodó el gorro de la pequeña que amenazaba con cubrir sus ojos.

—Bonita bufanda, señorita. —alabó mientras las mejillas de su hija tomaban un tierno color carmesí — Me parece haber visto una igual en uno de mis cajones. —sus manos rápidamente se posaron sobre la prenda y ayudó a hacer un nudo para que su hija no siguiera tropezando.

—Y-Yo no sé... el señor manchas m-me la regaló.

—¿Ah, sí? Ese señor manchas parece tener un buen sueldo como tu peluche. —Mina fingió pensar llevando una mano a su mentón —¿Debería despedirlo?

Su hija rápidamente negó con una expresión preocupada —¡No! —la pequeña se lanzó a los brazos de su madre y empezó a recitar varias razones por las cuales su peluche debía quedarse a su lado.

Mina rió y acarició su pequeña espalda.—Me has convencido. Pero, ¿por qué no está aquí?

La menor se giró para señalar el pasillo que llevaba a su habitación —Lo dejé dormido, estaba cansadito. Hoy jugamos mucho mami.

Mina se levantó y caminó hasta el telescopio que ya había armado minutos antes en una esquina del balcón, todo mientras escuchaba lo que su hija le contaba con gran emoción. A veces reía porque Ryujin confundía las palabras y se trababa hasta quedar sin aire, era cuando le tocaba a ella corregirla con suavidad y luego besar su frente.

—Mmmh... —la japonesa enfocaba la luna y al conseguir una imagen decente extendió su brazo para invitar a su hija.

La pequeña rápidamente se acercó y rió cuando su madre la cargó para ponerla sobre el pequeño banquillo y así alcanzar el ocular.

—¿Qué te parece esto? —cuestionó mientras se apoyaba en los fríos metales y se cruzaba de brazos; la reacción de su hija fue única al ver ese gran cuerpo sobre el cielo, Mina sonrió orgullosa y dejó que la pequeña buscara más cosas a su propio gusto. —¿Cómo es que sabes tanto? Creí que nunca habías usado uno.

La pequeña se separó y le dedicó una gran sonrisa traviesa.

—Ya lo habías usado antes, ¿verdad? —volvió a cuestionar ganándose un eufórico asentimiento.

—Tía —respondió como si nada volviendo a su labor de buscar algo que le gustara.

Mina se detuvo a pensar «¿cuál de todas?», prefirió no preguntar y quedarse en silencio, a veces explicándole algunos términos que desconocía. Esos minutos eran preciosos, el sueño se había desvanecido con solo ver el rostro emocionado de su hija, respondiendo a sus dudas y saludando cada vez que Riujin le apuntaba, aunque no sabía cómo se veía, causaba las risas de la menor y eso era suficiente.

Fue resbalando hasta quedar sentada sobre el frío suelo y su espalda recargada en los barrotes que servían como seguridad en el balcón. Su mirada fue atraída hasta la puerta corrediza que daba acceso al interior de la casa y no pudo evitar desear ver a Nayeon aparecer, quería solucionar todo con ella pero la hora en el reloj le indicaba que su esposa podría estar descansando de todo ese día ajetreado en el trabajo, cuidando de su niña y, como cereza del postre, de la discusión de unas horas atrás.

Soltó un pequeño suspiro y no se percató cuando su hija bajó del banquillo para acercarse a ella, observándola con verdadera curiosidad.

Sin saber las razones por las que su madre lucia algo triste se hizo campo entre sus brazos y piernas para terminar sentada bajo la protección y calidez de Mina.

—¿También estás cansada? ¿Como el señor manchas? —cuestionó con inocencia, girándose para verla.

—No, cariño. Estoy feliz, al fin podemos ver las estrellas juntas. —dijo, y no era mentira, pero faltaba su otra chica favorita a su lado.

La pequeña se recargó en el pecho de su madre y sonrió cuando la mayor la abrazó con sutileza.

—Ya tienes sueño, ¿verdad? —Ryujin asintió y la japonesa se sintió culpable por no haber podido llegar a casa mucho más temprano. —¿Qué te parece si te cuento algo antes de ir a dormir? — La menor rápidamente se separó emocionada, los relatos de su madre solían ser los mejores. — Supongo que eso es un sí.

Ambas se giraron y volvieron a acomodarse. Mina señaló hacia el cielo y carraspeó —Busca las dos estrellas más brillantes — su hija se giró en dirección del telescopio —No, cariño, no es necesario. —aclaró. — Solo búscalas.

Los ojos de la pequeña buscaron con gran ilusión y al hallar las que, a su percepción, eran las más brillantes, alzó su brazo para poder indicárselo a su madre.

—¡Esas! ¡Esas! Son bonitas.

—Bien... ¿sabías que tienen unos nombres especiales? —Ryujin negó. —Esa de ahí es Altair —dijo dirigiendo el brazo de la menor hacia una de las estrellas —Y la otra... —esta vez señaló a la segunda que tenía gran distancia de la primera —Esa es... Nayeon. —sabía que estaba cambiando ciertas cosas de la historia original, pero le gustaba ver esa expresión asombrada en su hija.

—¿Como mami? —cuestionó emocionada.

—Como mami. —respondió con una sonrisa— Altair y la princesa Nayeon se enamoraron, y su amor fue tan grande que convencieron al rey para que aceptara reunirlos una noche en especial y brillen sobre el cielo como nunca. Esta es una noche especial, ¿mmh? ¿No lo sabías? Quizá salieron para saludarte personalmente. —comentó y dejó que la menor aplaudiera feliz ante su relato, para luego extender su pequeño brazo y mover su mano en forma de saludo.

Tras unos minutos de historias con ciertos cambios, lo único que escuchaba era la suave respiración de su hija entre sus brazos, ya no habían adorables reacciones y comentarios con deseos de ser una estrella brillante, ahora dormía plácidamente. Mina se las ingenió para tomarla entre sus brazos como si de una bebé se tratase —aunque para sus ojos todavía era una— y se levantó, dispuesta a llevarla a su habitación.

Al girarse su corazón se aceleró al ver a Nayeon apoyada en el umbral observándolas con gran ternura; Mina le sonrió esperanzada a ser correspondida y cuando la mayor hizo lo mismo se sintió más tranquila. Ambas caminaron en silencio hasta la habitación de su hija y, mientras Nayeon arreglaba la cama, Mina depositaba el pequeño cuerpo entre las sábanas.

Ryujin rápidamente se giró estirándose para poder abrazar a su peluche favorito; sus dos madres se turnaron para besar la frente de su pequeña y, cuando comprobaron que ya no había posibilidad de que despierte, salieron de allí con gran cuidado de no hacer ruido.

Mina fue rápida al tomar la mano de Nayeon para evitar que esta se alejara, atrayéndola hacia ella y abrazarla, esperando no ser rechazada. —Nayeon...

—Minari, no deseo escuchar una disculpa. —habló mientras tomaba cierta distancia —No hiciste nada malo...

La menor alzó una ceja sin comprender —¿No lo hice?

—No... —esta vez fue la coreana quien se apegó a su torso —Estoy enojada, pero no por ti, Mina, yo solo.... te extraño cuando no estás junto a mí y junto a Ryujin. —admitió en un susurro, se sentía apenada al decirlo pero no deseaba que su esposa se echara la culpa de todo y que ambas se fueran a la cama sin solucionar los malentendidos —Dame tiempo para acostumbrarme —pidió mientras escondía el rostro en el cuello de su esposa.—Reaccioné mal...

—Coneja... —la llamó en voz baja —Tú y Ryujin son lo que más amo, lo sabes ¿verdad? —Nayeon asintió y Mina sonrió —No estoy justificando a Akira, pero ahora entiendo su ausencia en casa.

La coreana rápidamente se separó con el entrecejo fruncido —Tú no eres como él.

Mina apartó unos rebeldes mechones de cabello y los acomodó tras la oreja de su esposa. — Lo digo porque en su momento lo odié por no pasar tiempo conmigo y por solo mandarme una tarjeta cada navidad o cumpleaños con dinero en ella. Yo no deseo que mi hija me odie ni me recuerde de esa manera.

La expresión en la mayor se ablandó y no pudo evitar alzarse para alcanzar los labios de la japonesa mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello. —¿No lo ves? Tu hija te adora y yo también. Ninguna te odiaría solo por querer lo mejor para nuestra familia. Akira puso el dinero por sobre todos, tú jamás lo harías. Y eso es algo que me enorgullece de ti.

Esas palabras eran perfectas para aliviar su conciencia, Mina no tardó en rodear su pequeña cintura— Pídeme el divorcio si llego a actuar como mi padre. —dijo en broma.

—Oh, Myoui, el divorcio se quedará corto a lo que te haré si llegas a lastimar a nuestra hija.

—Uhmm, y yo te ayudo. —finalizó mientras se inclinaba para volver a besarla una y otra vez — Siempre las protegeré.

—Y nosotras a ti. —Nayeon se inclinó y reposó su mejilla en el hombro de la menor mientras se abrazaban —Escuché tu historia. —dijo rompiendo el silencio y cambiando el tema para evitar que su esposa siguiera cuestionando su rol como madre. —Lo recordaste...

—¿Tú no?

—Por supuesto, esa historia yo se la conté cuando Chae y Jihyo vinieron a visitarnos.

Mina se separó confundida —Pero... se veía sorprendida, ¿cómo es que...? Mi hija es buena actriz, por Dios, ¿debería llevarla a algún casting?

—Amor, amor... —la coreana tuvo que intervenir cuando su esposa empezó a hablar rápido sobre lo mucho que estaba creciendo su hija y que no deseaba que se convirtiera en una actriz, incluso se había saltado hasta sus 15 años diciendo que la engañaría solo para ir a fiestas sin su permiso. —Yo se la conté y le pedí que no dijera nada. Cuando tú la cuentas es más especial.

—¿Especial?

—Cuando la escuché por primera vez... quizá me empezaste a gustar un poquito.

La sonrisa en Mina se ensanchó y atrajo a su esposa en un acalorado abrazo —Lo sabía, sabía que tú te enamoraste primero.

—Frena un poco, Myoui —Nayeon la separó y se cruzó de brazos —Yo te gusté a ti primero.

—No, fue al revés.

—Que no.

—Que sí.

Ambas se retaban con la mirada, muy convenidas de su propio punto. Mina fue la primera en romper el contacto visual cuando toda su atención de desvió a la nariz arrugada de su esposa y luego a sus labios.

—¡Bien! ¿No podemos declarar un empate? —cuestionó intentando no lanzarse a besarla, ella tenía control.

—Sigo pensando que fuiste tú...—dijo la mayor antes de reír cuando Mina la abrazó y la hizo retroceder varios pasos hasta llegar al balcón donde minutos antes habían estado.

—Le preguntaremos a nuestra voz de la razón.

—WooJin está ocupado— comentó, aunque no miraba constantemente al muchacho, todavía mantenían una muy bonita amistad; este se había hecho paso entre el negocio farmacéutico, demostrando sus conocimientos y llamando la atención de varios laboratorios. Aunque el amor todavía no tocaba su puerta, WooJin había aceptado que en el corazón no se manda y terminó siendo uno de los primeros en felicitar a la nueva pareja de esposas. —No lo vayas a interrumpir.

—Él dijo que lo llamara si había algún problema. —Se encogió de hombros dejando que la mayor se girara y se acomodara entre sus brazos. Pronto, ambas quedaron a la intemperie, observando el manto azul que cubría la ciudad esa noche.

—Mina. —Amenazó. —Esto no es un gran problema.

—Okay, okay, tú ganas—alzó sus manos en señal de rendición pero Nayeon las tomó para que nuevamente la abrazaran por la espalda.

—No me sueltes. —Susurró.

El corazón de la menor latió desenfrenado, nunca hubiera imagino que toda la riqueza que alguien podría soñar se encontraría entre sus brazos, pidiendo que no la dejara. Llegó a su mente la pregunta que siempre dejaba sin respuesta, ¿valía la pena todo lo pasado para estar en esa misma posición? Y ahora, mientras Nayeon observaba con una sonrisa el panorama que su hogar les ofrecía, Mina por fin supo que sí, aunque todavía deseaba haberse ahorrado muchas desgracias, no concebía la sola idea de no tener esa familia, de no estar parada justo a medianoche abrazando al amor de su vida después de acostar a su hija.

—¿Nayeon? —llamó en voz baja, la mayor se giró entre sus brazos y se alarmó cuando vio brillar los ojos de su japonesa. —Tú tampoco me sueltes. —pidió.

La coreana ladeo su rostro, completamente enternecida de tener a Mina tan sincera y sensible frente a sus ojos, lado que solo ella podía contemplar. No dudó ni un segundo cuando sus manos acunaron las mejillas de su esposa, acercándose para besarla. —No hay razón existente para hacerlo.

Mina avanzó un paso más hasta tener acorralada a la mayor entre el barandal y su cuerpo, se inclinó lo suficiente y no pudo evitar sonreír cuando la vio cerrar sus ojos y estirar sus labios esperando por un roce. —Te amo. —habló antes de conceder lo que Nayeon quería, unió sus labios en un beso que, así como todos, demostraba el gran amor que ambas sentían la una por la otra; sellando ese puro sentimiento que las envolvía y convertía en una pareja sólida y hermosa, con plena confianza y felicidad. Porque, a pesar de los estragos que había causado el egoísmo en sus vidas y en la de sus seres queridos, supieron levantarse de una caída que parecía jamás tener fin. Ellas se amaban y ya no existía razón suficiente para volver a separarse.








Fin.








¿O no?








No, mentira.








Fin.

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