58. peace
—Ni creas. —Tzuyu extendió su brazo posando su mano sobre el torso de Kai para detenerlo una vez lo vio fuera de la casa. —Nayeon te necesita.
—Mi hermana me necesita.
La menor apretó su mentón al ver esa máscara de chico fuerte que intentaba mantener el japonés, sabiendo muy bien que tras ella se encontraba su amigo temeroso a perder a su pequeña hermana; miró a Donghae en busca de ayuda, pero el hombre solo asintió intentando convencerla.
—Es mejor que nos vayamos. —se rindió mientras se daba media vuelta. —Señor Lee, llame por refuerzos.
—¿Cómo saben la ubicación exacta? Solo tenemos la zona y...
Kai alzó su mano para detener las palabras del mayor. —En esa zona solo hay un lugar al que EunHa tiene acceso. —el chico no comprendía cómo, pero EunBi había sido muy hábil para encubrir su crimen. —Ahí iniciaron la construcción de un proyecto que nuestras familias tenían.
Donghae dejó de pedir detalles, necesitaba concentrarse y todo lo que Kai tenía que decir podría hacerlo frente a un agente y varios testigos. Estaba con el caso que lo pondría en la cima y no se podía permitir fallar. Su teléfono vibró en su bolsillo; su transporte esperaba por ellos fuera de la universidad.
—Vámonos, tu hermana nos necesita.
El viaje fue silencioso, pero Kai no dejaba de mordisquear su pulgar y pensar en diferentes posibilidades. Cada minuto que pasaba era eterno y lo ponía cada vez más nervioso, su corazón estaba acelerado y todo su cuerpo se encontraba envuelto en adrenalina. La única regla impuesta por Donghae era simple, no ser impulsivo, y aunque el japonés no presumía de una grandiosa paciencia realmente se estaba esforzando para no gritarle al conductor que se apresurara. Dio un pequeño salto sobre su asiento cuando escuchó a lo lejos varias sirenas, no pudo evitar girarse y encontrar a tres autos siguiéndoles el rastro. Todo parecía sacado de una película de acción y en cualquier otro caso se habría sentido extasiado por formar parte de algo tan emocionante, pero se trataba de la vida de su hermana, no había un botón de "reset" que podría utilizar si algo salía mal.
Cuando el auto se detuvo, buscó la mano de Tzuyu quien rápidamente le dio un ligero apretón intentando calmarlo.
—Todo estará bien. —pronunció mientras observaba el panorama.
Era un espacio amplio, desolado, cubierto de tierra que de vez en cuando se levantaba gracias a la brisa nocturna. Había un edificio a medio construir que parecía abandonado; cosa que era lejana a la realidad. Kai sabía que el proyecto estaba en pausa pero que pronto se reanudaría; ni YongHwa ni Akira estaban dispuestos a perder el dinero invertido. El conductor se giró en dirección de Donghae y ambos parecían hablarse a través de la mirada.
—Ustedes esperan aquí.
—No puedo, mi hermana está ahí dentro, necesito...
—Kai, ¿no los viste? Hay más gente y no sabemos lo peligroso que puede ser. Ustedes se quedan. ¿Siwon? Vamos. —el japonés gruñó y se quedó con la palabra en la boca cuando vio salir a los dos hombres, armados y atentos a cualquier movimiento ajeno.
—Sabes que es lo mejor. —comentó Tzuyu observando a través de la ventana a tres hombres salir de cada patrulla que los había acompañado moviéndose con cautela al interior del edificio. ¿Serán suficientes? Esperaba haber llegado a tiempo.
—No puedo quedarme de brazos cruzados... Tzuyu, por favor... —Kai observó a la menor y esta ni se inmutó.
—No.
—Tzuyu.
—Es peligroso y lo sabes.
—Necesito saber que ella está bien.
La taiwanesa cerró sus ojos exasperada y los volvió a abrir, esta vez con una mirada más seria. —¡Bien! Pero tú me seguirás a mí.
—Puedo con eso...
Los dos esperaron unos pocos minutos dentro del auto antes de salir, no escuchaban nada y se llegaron a preguntar si se encontraban en el lugar correcto. Llegaron hasta la entrada principal que carecía de puerta, solo era el umbral con ladrillos descoloridos como única decoración. Ambos caminaron apoyados a las paredes, guiándose por pequeños ruidos que venían de una planta baja.
—¿Hay sótano? —cuestionó la chica en voz baja.
—En los planos no lo incluían...—ambos se miraron y decidieron seguir en silencio, bajando por unas oscuras escaleras.
Kai retrocedió cuando vio a dos hombres inconscientes y a su lado, todo el grupo de Donghae apuntando hacia la puerta de metal que se mantenía cerrada.
Varias risas dentro de esa sala le indicaban al japonés que lo habían conseguido. Estoy aquí.
Siwon, quien no se había percatado de la presencia de los dos jóvenes tras todo su equipo, dio la señal. La puerta se abrió de par en par y Kai sintió como todo daba vueltas alrededor de él y, a unos metros, de su hermana. Le faltó el aire al verla en esas condiciones tratando de soportar la dura golpiza que estaba recibiendo. El chico corrió haciéndose lugar entre todos los hombres para llegar hasta Mina, escuchando de lejos los gritos de Tzuyu intentando detenerlo; estaba rompiendo por completo la única regla que había recibido y que había prometido cumplir. Casi se lanzó hasta su hermana para poder cubrirla, la ropa que llevaba automáticamente se empapó de su sangre y sus lagrimas cubrieron su visión.
—Te tengo, Mina... aguanta, todo estará bien.... estamos aquí. Te tengo, hermana, por favor...—se balanceó de atrás hacia adelante como si tuviese a un bebé a su cuidado. Su mano temblorosa apartó algunos mechones pegados al rostro de la menor y juntó su frente con la de ella. — Estarás bien.
—¡Kai! —Donghae no pudo concentrarse, en un parpadeo lo único que se podían escuchar eran los disparos de cada bando para salvarse. —¡Jodido niño! ¡Llévatela! —él, junto a otros dos se acercaron al par de hermanos intentando escoltarlos.
El muchacho tomó en brazos el cuerpo de su hermana, el peso de Mina era de preocupar. El camino era corto y Tzuyu los esperaba en la entrada, su desesperación por sacar a la menor de ahí lo impulsaba como nunca, tanto que no le prestó atención al dolor en su tobillo cuando este se torció.
—Vámonos de aquí. —Tzuyu intentó ignorar las condiciones en las que se encontraba Mina, pero le resultaba difícil no mirarla de vez cuando sintiendo verdadera lástima. La destruyeron.
—Ten...—Donghae le lanzó las llaves a la chica y rezó para que todo saliera bien; de ahora en adelante todo dependía de Mina. —Es mejor que se apresuren.
°°°
Jeongyeon se levantó de golpe cuando su teléfono vibró dentro de su bolsillo, rápidamente se disculpó con Momo que se había quedado dormida sobre su hombro y la recostó sobre el sofá para que esta retomara sus horas de sueño. Esa noche todos se encontraban en la enorme sala, Nayeon se mantenía abrazada a Jihyo como una niña pequeña, lanzando pequeños sollozos entre sueños; Chaeyoung descansaba en un sillón y WooJin al lado de la pelirrosa, tomando su mano.
Al ver el nombre de Kai en la pantalla su mente se nubló. Tenía miedo a responder, por lo que se tardó en deslizar su dedo para poder atender a esa llamada.
—Kai...—Su voz sonaba cansada, eran muchas emociones para una sola noche. Escuchó al afligido chico tras la otra línea y después de recibir la noticia su temperatura cayó. —Está bien... —colgó y dirigió su mirada hasta Nayeon, lentamente se acercó y se inclinó intentando despertarla. Los primeros minutos no obtuvo resultado, pero tras darle pequeñas palmadas en su fría mejilla al fin la vio abriendo sus ojos con dificultad. —Nayeon... debemos irnos...
—¿Qué... qué pasó? ¡Mina! —rápidamente reaccionó y se levantó tomando entre sus manos la ropa de la castaña. —¡¿Dónde está?!
—Tenemos que irnos.
Esa madrugada la sala de emergencias fue tomada por varios universitarios preocupados por la salud de una joven ingresada a mitad de la noche; Kai se encontraba sentado, con los codos sobre sus muslos y sus manos entrelazadas, sus párpados se sentían pesados a cada minuto que pasaba pero no se podía permitir dormir, su trabajo -y el de Nayeon- era preguntar por su hermana a cada enfermera y a cada doctor que pasaba por ahí sin importar exasperarlos.
—¿Familiares de Myoui Mina?
Todos se levantaron, el doctor alzó las cejas y prefirió dirigirse al muchacho. Esa pausa que hizo mientras revisaba los resultados desesperó a todos. —Tres costillas rotas...—empezó. — cortes en las piernas, brazos y espalda, considerable pérdida de sangre, clavícula fracturada y conmoción cerebral.
Cada palabra era una daga a su corazón, Nayeon buscó la mano de Jeongyeon como soporte, estaba segura que si seguía escuchando algo más vomitaría en los zapatos del doctor. Su preocupación no era menor a la de unas horas atrás, sin embargo, esa pequeña luz de esperanza todavía brillaba. Mina ya no estaba sola.
—Debo decir que para alguien como ella es un verdadero milagro que todavía siga respirando. —soltó como si nada, restándole importancia a las expresiones de todos allí.
—¿Pero? —agregó Tzuyu.
—Llegaron a tiempo, logramos estabilizarla, sin embargo, esta noche sigue siendo crucial. Un pequeño descuido puede costarle la vida.
—¿P-podemos verla?
—Me temo que solo puedo permitirle el pase a su único familiar presente por cinco minutos como máximo.
Kai retrocedió hasta quedar tras Nayeon, sus manos se posaron sobre los hombros de ella y le susurró algo que nadie más pudo escuchar. —Preferiría que ella lo hiciera.
—¿Es su hermana?
—Es su prometida. —declaró el japonés llamando la atención de todos. WooJin bajó la mirada, incómodo y decidió alejarse un par de pasos de la pelirrosa. —Doctor, si hay alguien en esta sala que merece verla es ella. ¿Es posible que tome mi lugar por esta vez?
El hombre revisó de pies a cabeza a la muchacha. —Señorita, venga conmigo por favor.
Todos pudieron respirar con tranquilidad cuando vieron a Nayeon alejarse, finalmente la pesadilla acababa.
Tzuyu se alejó del grupo intentando comunicarse con Donghae, pero este no respondía; lo último que sentía era preocupación, no dudaba que el hombre era un profesional completo, por lo que decidió dejar sus intentos de contactarlo por el momento. Cuando estuvo dispuesta a regresar junto a Kai, unos brazos rodeando su torso la hicieron detenerse; al mirar por sobre su hombro se encontró con Solar, WheeIn y a Sana pegada como un chicle a ella.
—¿Q-qué hacen aquí?
—¿Tú qué crees que hacemos aquí? —preguntó la rubia. —No puedes decirnos que esperemos en nuestras casas tranquilas. Mina también es nuestra amiga.
—Lo siento, no quería preocuparlas más.
—Pues lo hiciste. Y aquí estamos.
—¿Estás bien, Tzuyu? —Sana preguntó en un hilo de voz.
La taiwanesa sonrió mientras se giraba lentamente entre los brazos de la chica. —No soy yo quien está postrada en una camilla, Sana. No deberías preocuparte por mí.
—¿Y Kai? —cuestionó Solar, queriendo buscar una excusa perfecta para alejarse de ese par antes que a Sana se le diera por ser más cariñosa.
Tzuyu señaló la puerta que daba acceso a la sala de espera. —Está dentro, pero tiene más compañía, ¿no les importa? — Las dos chicas negaron. —Entren e intenten ignorar su ropa.
—¿Qué hay de malo con su ropa?
—Parece sacado de una película de terror, nos costó calmar a Nayeon cuando lo vio así.
—Anotado. Con permiso, no deseamos ser un mal tercio. —dijo la rubia con una sonrisa antes de desaparecer tras la puerta.
Jeongyeon que había tomado asiento se levantó de golpe cuando vio entrar a Solar y a WheeIn, su mirada se conectó con la de esta última y sintió su garganta secarse; no sabía si era solo ella o la tensión en esa sala empezaba a ser palpable.
—¿Estás bien? —cuestionó Momo, mirando en dirección de la puerta. —Oh, ¿quiénes son ellas? ¿no las hemos visto ya?
—Amigas mías. —respondió el japonés acercándose hasta el par, dejándose envolver en los brazos de ambas.
°°°
Ella caminando a través del pasillo, agotada, preocupada; era una experiencia ya vivida pero con pequeñas diferencias para el final. Dos años atrás había escuchado una propuesta de Mina, y ahora lo único que podía esperar era la fortaleza de la japonesa para seguir luchando por su vida. El hombre se detuvo frente a la puerta y la abrió dejándola pasar. Nayeon respiró hondo e ingresó.
El molesto pitido de la máquina que expresaba cada latido de Mina le dio la bienvenida más cruda a la realidad. Se acercó lentamente hasta la camilla y dejó de respirar por varios segundos, la chica en esa camilla no se parecía en lo absoluto a la fuerte japonesa que conocía. Se encontraba vendada casi por completo, con una mascarilla conectada a un tanque de oxígeno y un catéter unido a su brazo.
—De nuevo aquí. —pronunció en voz baja, reprimiendo las ganas de lanzarse sobre ella, abrazarla y nunca más abandonarla. —Mina... —ese nombre que tantas emociones le generaba al fin podía pronunciarlo sin sentirse ansiosa. —Si yo pudiera ocupar tu lugar, lo haría... ¿cómo pudieron llegar hasta aquí? —se agachó mientras mordía su labio para no dejar que las lágrimas volvieran a tomar control sobre ella. No se atrevía a tocarla, tenía miedo a romperla, tenía miedo a perderla nuevamente y que no hubiese una segunda oportunidad para recuperarla. — Pero serás fuerte, ¿no es así? Tú dijiste...—sorbió su nariz y tomó aire animándose a seguir hablándole. — tú dijiste que querías conocerlo. No puedes faltarle a nuestro hijo... no puedes faltarme a mí, y lo sabes, una vida sin ti no tendría sentido... por eso, Mina, por favor, por favor resiste un poco más. —se levantó lentamente sabiendo que no tendría una respuesta, pero que, definitivamente, era escuchada.
—¿Señorita? —el hombre que la había escoltado volvía a abrir la puerta. —Debe regresar.
Nayeon asintió, dispuesta a obedecer cualquier mandato que ayudara a tener de vuelta a su japonesa. Se inclinó y besó con suavidad la frente cubierta de vendas. —Te amo, tonta...—susurró antes de alejarse para seguir al doctor que esperaba por ella.
°°°
(+) ¿más tranquilos?
Hagamos la cuenta regresiva, quedan cuatro capítulos más.
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