43. You & I
No, no es un sueño. Es una actualización.
Precaución: Este capítulo es muy explícito y largo. (Si eres sensible o tienes miedo al éxito, abstente de leerlo.)
Quiero darle todos los créditos a @DanPingu. Así que denle las gracias a ella. <3 Disfrútenlo.
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— ¿Y bien? — Preguntó con las cejas alzadas.
— Te ves preciosa. — Dijo ganándose una suave risa por parte de la mayor.
— Gracias. Pero yo quería saber si podía pasar.
— Oh...— Mina asintió y rápidamente se hizo a un lado, extendiendo un brazo hacia el interior.
Después de abandonar el departamento de Mina horas atrás se quedó con un mal sabor de boca y cuando menos se lo esperó, ya se encontraba marcando a WooJin para cancelar su cita. Decir que el muchacho se molestó fue poco, porque él ya podía sospechar el porqué de su repentina decisión. Nayeon sabía que estaba haciendo mal, que esa semana solo se había dedicado a herir a alguien que no lo merecía, pero por más que lo intentaba no podía ir contra sus propios deseos egoístas de estar con la persona que lograba agitar todo en su interior.
Entonces... allí se encontraba... Caminando con determinación, una extraña emoción y con la japonesa siguiéndole el paso con esa expresión desorientada que lograba enternecerla.
— No fuiste...— Mina rió. — Bueno eso es obvio... estás aquí. — Sobó su nuca con nerviosismo y se terminó sentando al lado de la mayor, para luego levantarse. — ¿Tienes sed? Te traeré algo de beber.
Nayeon arrugó su nariz apresurándose en detenerla. — Minari, ¿qué sucede?
— ¿Qué podría pasar? — Se encogió de hombros, bajando la mirada hasta su mano entrelazada con la de la mayor cuando esta le dio un ligero apretón. Mina suspiró. — No me crees.
— Es difícil de creer si huyes a mi mirada. — Dijo entornando los ojos. — ¿Interrumpí algo?
— No, no. — Se apresuró en hablar. — Es que tú estás... te ves tan hermosa, y yo aquí, como una tonta que se dedicó a comer helado toda la tarde pensando que podrías estar pasándola bien con WooJin...
— Pude intuirlo. — Nayeon sonrió alzando su mano libre para limpiar los labios de la menor. — ¿Siempre comes así?
— Esto es humillante. — Las dos rieron. — ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
— Tú... — La mayor guio su mano hasta la nuca de Mina, acariciando el cabello que cubría esta sin apartar la mirada de los orbes ajenos. —... tú y tu mala costumbre de meterte en mis pensamientos cuando estoy lejos.
Mina volvía a cuestionar la fortaleza de su corazón que se agitaba con tan solo tener a la pelirrosa parada frente a ella. Apretó su quijada sintiendo sus manos sudar. — No me disculparé por eso. — Sonrió envolviendo sus brazos alrededor de la cintura ajena.
Ambas compartieron lo que parecía el abrazo más largo, intentando transmitirse mutuamente los sentimientos de felicidad y emoción que tenían en ese instante. Al separarse sus narices se rozaron, pero antes de entregarse a un tierno y muy necesario beso, Mina se alejó un par de centímetros tratando de no reír al ver a la mayor estirando sus labios.
— ¿Entonces? ¿Adónde te gustaría ir? — Preguntó divertida ladeando su cabeza.
— ¡Myoui! — La mayor no tardó en soltarla para golpear ligeramente su pecho y cruzarse de brazos deshaciéndose del agarre que mantenía la menor. — No volveré a...—Aunque intentó luchar contra Mina y su "sutil" forma de tomar posesión sobre sus labios, terminó rindiéndose a los pocos segundos, dejándose llevar y disfrutando ese remolino de emociones que se formaba en su estómago gracias a la japonesa. Sus brazos hicieron lo suyo abrazándola por el cuello para atraerla, para sentir que todo era real y no uno más de sus sueños. Cuando la lengua de la menor rozó su labio inferior en busca de profundizar el beso, ella cedió de inmediato, permitiéndose volver a experimentar esa peligrosa adrenalina que se generaba cuando ambas luchaban por dominar el beso.
Al separarse, con sus respiraciones pesadas y un escondido deseo de continuar con lo que habían empezado, juntaron sus frentes.
— Lo extrañaba. — Dijo en voz baja, mirando el pecho de Mina subir y bajar con rapidez.
— ¿Aunque nos vimos hace un par de horas?
Nayeon negó. — Hablo de esto...— Miró a su alrededor soltando a la menor para posar sus manos sobre los hombros de esta y así empujarla hasta que quedara sentada sobre el sofá. Sin perder el tiempo se acomodó sobre ella, escondiendo su rostro en el cuello de Mina. — Tú y yo. Sin preocuparnos de lo que podría pasar mañana o la próxima semana; disfrutando de nuestra compañía.
— Y siempre es gracias a ti. — Comentó en voz baja, dedicándose a acariciar el cabello de la mayor, perdiéndose brevemente en el aroma de este. Tan delicioso como lo recordaba. — Nayeon...
— Sé lo que dirás.
— ¿Cómo podrías saberlo?
La mayor alzó su rostro para confrontarla. — Porque te conozco. — Sonrió alzándose para besar la quijada de la menor. — No quiero que te culpes.
Mina frunció el entrecejo. — ¿Eres una adivina? — Negó rápidamente cuando la escuchó reír. — Hay muchas cosas que se pudieron evitar si yo hubiese actuado.
— No puedes ir contra un hombre que amenaza con herir a las personas que amas.
— Es triste cuando pienso que ese hombre es mi propio padre. — Su mirada se perdió en la pequeña mesa que tenía al frente. — Muchas veces he cuestionado mi forma de vivir y de actuar, pero lejos de cambiar, sigo siendo-
— ¿Myoui Mina? ¿La chica que me defendió y protegió cada segundo que estuvimos juntas?
— La que te mostró su lado tonto y desconsiderado. — Su atención fue captada por Nayeon cuando esta retomó esa bonita costumbre de jugar con sus dedos cada vez que hablaban estando abrazadas. — Acepté cada orden de mi padre, me convertí en su marioneta, acepté casarme, aunque muchas veces prometí alejarme de ti, no pude hasta que me vi en un avión rumbo a Europa. ¿Qué hubiera pasado si el día en que me enteré de mi compromiso te hubiera tomado de la mano para huir? — Mina sonrió. — Podría sonar una completa locura, pero al menos no te habría dejado ir.
— Chaeyoung me dijo alguna vez algo que no puedo sacarme de la cabeza...— Nayeon salió de esa cómoda posición para poder sentarse al lado de Mina y poder verla con mayor facilidad. — Ella dijo que si la vida fuese fácil y perfecta, ninguno de nosotros aprendería a valorar los verdaderos momentos felices. — La mayor acarició el rostro de su japonesa con delicadeza. — Si todo por lo que pasamos nos hizo estar aquí, juntas, entonces puedo decir que valió la pena.
La menor, con su corazón galopando con fuerza, se inclinó. Sus labios rozaron los de Nayeon antes de volver a compartir un beso, uno con más ternura y menos prolongado.
— No te arrepentirás de venir conmigo.
— No lo haré. — Aseguró besándola por última vez.
— Vamos.
— ¿No debemos comprar los boletos primero? — Mina rió bajo.
— Lo que quiero decir es que me aseguraré de no echar a perder esta noche. Te ofrecí una cena, viniste hasta aquí tan... bella. Tengo que llevarte a...— Se calló cuando Nayeon posó el índice sobre sus labios.
— No es necesario, ¿lo sabes?
— Yo lo veo muy necesario.
— Podemos comer algo aquí, hasta una simple sopa instantánea es deliciosa si tú la preparas.
— No, tú... solo mírame. — Mina se levantó. — ¿Ves algo decente en mí? — Preguntó con las cejas alzadas. — No encajo para nada. Déjame ir a cambiarme y nos iremos por una cena, ¡al aire libre! Si así lo prefieres.
— Siempre he pensado que te ves elegante con cualquier cosa. — Dijo extendiendo sus brazos para poder rodear su cintura y apoyar su cabeza en el abdomen de la menor.
— ¿Yo? — Se señaló. — ¿Elegante?
— Sí. Ahora puedes tomar tu teléfono y pedir cualquier cosa para poder comer si es que así lo prefieres, pero no es necesario salir de aquí ni que tú te pongas algo que probablemente compró tu madre para alguna cena importante con los padres de EunHa.
— Ahm. Sí que odiaba esas cenas — Dijo sintiendo el agarre perder fuerza, al bajar la mirada se encontró con el rostro enojado de Nayeon.
— ¿Entonces sí tuvieron una cena tus padres con EunHa? — Mina se carcajeó. — Yah, no es gracioso.
— No te agrada ella.
— Oh, Myoui, ¿esperas que ame a la persona que logró tenerte entre sus sábanas? — Mina tragó saliva sintiendo esa punzada de culpabilidad.
— Sobre eso...
— No quisiera hablarlo ahora. — Soltó por completo a la menor y se cruzó de piernas sobre el sofá. Nayeon intentó relajarse, sin querer darle el placer a Mina de verla celosa por alguien que debía estar odiándolas a varios kilómetros de ahí. — ¿Y bien? — Preguntó.
— Iré a ponerme decente para ti.
— Mina, dije que no es necesario. — Dijo notoriamente irritada.
— Y yo he dicho que lo es. — Las dos volvieron a retarse, en silencio y con solo sus miradas. — Así que espera aquí. — La escuchó gruñir bajo.
Mina se giró, preguntándose cómo es que el tema y ambiente cambiaron tan drásticamente en poco tiempo, minutos atrás tenía a Nayeon a punto de comérsela a besos y ahora estaba molesta.
"Quién nos entiende." Se preguntó camino a su habitación.
Mientras buscaba entre su clóset se dio cuenta que realmente odiaba todas esas vestimentas formales, y no es que ella quisiera hacerlo, pero siempre pensó en su comodidad por sobre el qué dirían las personas, especialmente amistades de la familia que iban las veinticuatro horas del día en camisa y corbata o, en el caso de mujeres, en vestidos y tacones. Recordó entonces la grandiosa habilidad que tuvo Nayeon para convencerla de lucir un vestido en la boda de su hermano y, mientras le ayudaba a ponérselo, se sintió cómoda por primera vez con algo así.
Se quitó su playera y la lanzó al suelo.
El frío de su habitación recibió su torso semidesnudo y la hizo contraerse ligeramente, su mente divagaba sin tener un pensamiento en concreto, la vestimenta pareció ser una perfecta distracción para sí misma que no logró darse cuenta cuando alguien se tomó el atrevimiento de ingresar al cuarto. Mina saltó sobre su sitio cuando los brazos de Nayeon rodearon su torso, ocultando el rostro en su espalda.
— ¿Q-qué haces?
— Tienes frío. — Afirmó, inhalando y perdiéndose por breves segundos en el aroma de la menor.
— Un poco. — Susurró intentando ignorar el roce que generaba la nariz de Nayeon sobre su piel. Cerró sus ojos cuando las manos de la mayor acariciaron su abdomen descubierto. — Terminaré de vestirme.
— Sigues con esa idea.
Mina tensó su mandíbula cuando los brazos de la pelirrosa la soltaron, pocos segundos le habían bastado para acostumbrarse a esa posición y sentirse la persona más afortunada. La calidez de Nayeon se había alejado de ella y no le gustaba.
La mayor caminó y se posicionó frente a la japonesa con el ceño fruncido, cruzándose de brazos. — Comeremos algo aquí y fin del tema. Para un simple delivery no es necesario tener todo esto. — Dijo señalando su vestimenta.
— Pero...
— ¿Quieres? — Nayeon calló sus palabras dándole la espalda; un increíble silencio reinó la habitación cuando la mayor recogió con lentitud su cabello, girando ligeramente su cabeza para tener una vista directa de Mina. — Ayúdame, por favor. — Pidió con voz ronca, suave, y si la japonesa no mentía... sensual.
Su labio inferior tembló y alzó su diestra, tomando entre sus dedos el cierre para luego deslizarlo hacia abajo lentamente, dejando expuesta la piel de la mayor.
Mina se perdió en esa magnífica vista y, estirando sus brazos, atrapó la cintura de Nayeon, aprovechando que esta se encontraba de espaldas dejó un par de besos sobre sus hombros descubiertos, escuchándola reír como toda una niña al haber obtenido más de su atención.
— ¿Te gusta?
— Tú sabes que sí. — Respondió de inmediato rozando su nariz sobre el cuello ajeno.
— ¿Más que EunHa?
Las atenciones que Mina tenía se detuvieron al instante.
Nayeon bajó su mirada y acarició las manos de la japonesa que todavía la mantenían cautiva en un cómodo abrazo. Por alguna razón el silencio le inquietó. — Mina...
— Creí que no querías hablar de EunHa.
— Tengo curiosidad. — Se encogió de hombros. — Y aun no me respondes...— Nayeon rió bajo. — Qué clases de preguntas hago, sé que ella no puede gustarte... no más que yo.
Mina mordió su labio inferior. Curvó una pequeña sonrisa y supo que estaba a punto de tentar su suerte, la poca que tenía. — ¿Cómo sabes que no me gusta? — Cuestionó.
La mayor se giró entre sus brazos, y muy diferente a la reacción que esperaba, se mantenía serena y con una media sonrisa.
— ¿Por qué? — Nayeon posó una mano tras la nuca de Mina y el índice de su mano desocupada lo guio hasta el cuello de esta, haciendo pequeños círculos invisibles, como si esa fuese una tarea que necesitara mucha concentración. — Porque no te conoce... — Susurró, bajando su dedo por sobre el pecho de la menor, llegando hasta su abdomen y regocijándose internamente al sentirla tensarse bajo su tacto. — ¿Crees que ella sepa tus pequeñas, pero muy adorables debilidades? — Preguntó mientras se acercaba para morder su labio inferior, jalándolo con delicadeza y soltándolo después. — Lo dudo.
Mina respiró hondo sintiendo cómo poco a poco sus jeans se ajustaban más en su entrepierna. Viéndose incapaz de reaccionar cuando Nayeon besó, mordió y lamió su cuello. — N-no, no lo sabe... — Respondió vagamente.
— Perfecto. — Aplaudió con una gran sonrisa para luego separarse. — Solo quería asegurarme. — Dijo. — Ahora dame la ropa que me prestarás... oh, creo que tienes un problema ahí abajo.
La japonesa entornó los ojos, sintiéndose avergonzada por haber caído a la perfección en esas provocaciones. La mujer frente a ella sabía jugar muy bien sus cartas, sin embargo, no quería dejarla ganar, no de esa forma.
Se giró para buscar cualquier prenda, para ese entonces le importaba muy poco la formalidad, y tomando lo primero que encontró se lo lanzó.
Nayeon no pudo evitar reírse. — No quiero que te molestes conmigo, Minari.
Su teléfono interrumpió sus próximas palabras. Mina suspiró pasando de largo para llegar hasta su cama y lo tomó, recordando de inmediato lo que había estado haciendo minutos antes de que Nayeon llegara cuando leyó el nombre en la pantalla.
— Tiffany. — Dijo, ganándose la mirada curiosa de su acompañante. — ¿Yo? Oh, sí, sí, estoy bien. — Silencio, uno largo que impacientó a Nayeon. — Por Dios, cálmate, no estoy muerta... sí... yo... ¿qué? — Mina intercambió miradas con la mayor, para luego darle la espalda. — Llegaron visitas. — La japonesa empezaba a desesperarse, ¿por qué esa chica amante del rosa tenía que hablar tanto? No es que le molestara, pero en ese momento tenía asuntos más importantes que atender. — De acuerdo, te llamaré más tarde. Adiós.
Colgó.
Y se volvió a girar.
— Solo la psicóloga. — Preguntó inocente.
Mina ladeo su rostro tratando de controlarse para no abalanzarse sobre Nayeon. Inhaló y exhaló. Se concentró para ver directamente al rostro de la mayor y no desviarse hasta su cuerpo semidesnudo. Ahora el precioso vestido yacía al lado de los pies descalzos de la coreana. ¿Cómo podía ignorar esa perfecta ropa interior de encaje que llevaba? Se estaba convirtiendo en un verdadero reto mantenerse centrada en los ojos de Nayeon.
— Solo la psicóloga. — Respondió intentando verse desinteresada.
— ¿Ella acostumbra a llamar a cada uno de sus alumnos por las noches?
— No te recordaba tan curiosa. — Dijo con sarcasmo. — ¿Tiene algo de malo?
— No, solo se me hizo extraño.
— Es curioso, antes de que llegaras ella y yo hablábamos de ti.
— ¿Le contabas lo magnífica y grandiosa que soy?
Mina negó. — Le decía lo engreída que eres. — Avanzó y acomodó un pequeño mechón de cabello de la pelirrosa tras su oreja. — Engreída e irritante.
La sonrisa de Nayeon desapareció y a cambio, arrugó su nariz inconforme con esa confesión. — Debes estar loca como para permitir a esta engreída en tu departamento.
— Tengo gustos raros.
— Claro. — Susurró inclinándose para intentar tomar la ropa, pero la mano de Mina se lo impidió para atraerla a su cuerpo nuevamente.
— Le contaba sobre nuestros primeros días...— Dijo acariciando la mejilla de la mayor. — Cuando no podíamos estar cinco minutos sin discutir... y eras una completa molestia.
Nayeon se vio ofendida y alejó su rostro del suave tacto que le era brindado.
— Myoui, estás hablando más de lo necesario.
— ¿Me dirás que no me odiabas? — Alzó sus cejas, esta vez tomando el mentón de la coreana obligándola a verla. — Me lo dijiste alguna vez, creo. Te encargabas de hacerme saber que yo solo era una nerd. — Mina intentó no reír, estaba consiguiendo su pequeña venganza.
— Hay muchas cosas que no sabes. — Retó.
— Lo dudo.
— ¿Estás segura? — Nayeon posó sus manos en los hombros de la japonesa y la empujó ligeramente para retroceder tres pasos. Lentamente su mano derecha acarició su propio cuello para luego descenderlo hasta uno de sus pechos, apretándolo con poca fuerza. — M-Mina. — Gimió en voz baja, mandando su cabeza hacia atrás.
Parpadeó lentamente intentando recordar cómo es que se respiraba, no comprendía nada de lo que sucedía, no entendía la razón de esa repentina acción por parte de Nayeon. Una dolorosa punzada en su miembro la hizo reaccionar.
— ¿Qué es todo esto? — Preguntó en un hilo de voz, esperando que esta no sonara agitada.
Nayeon, con las mejillas sonrojadas y una pequeña sonrisa, volvió a mirarla. — Demuestro que no lo sabes todo. — Al no obtener una respuesta decidió proseguir. — Como dijiste, soy un "poco" curiosa. — Hizo comillas con sus dedos. — Una noche... solo empecé a imaginarte. — Mina entreabrió sus labios sorprendida por la revelación, sabiendo a la perfección a donde quería llegar. — Tenerte en mi mente mientras recorría mi cuerpo fue un gran estímulo, uno que ayudó mucho. Y... me gustó.
Todo esfuerzo se acabó, Mina no pudo evitar recorrer con su mirada el hermoso y según ella, perfecto, cuerpo de la coreana. Humedeció sus labios y avanzó aun con una seria expresión. Esa mirada que reflejaba a una persona desinteresada y recatada se había convertido fácilmente en una llena de lujuria y deseo.
— ¿Cómo? — Preguntó en voz baja.
La mayor alzó las cejas sin comprender.
— Muéstrame cómo. — Nayeon rió sin creer lo que Mina le estaba pidiendo, y antes de hacer un comentario que volviera a provocar a la japonesa, esta se le acercó presionando su pulgar en una mejilla y los dedos faltantes en la otra. — No juegues conmigo. — Susurró cerca de sus labios. — Sólo mira cómo me tienes. — Con la clara diferencia de fuerza Mina la giró a su antojo, frotando su endurecido miembro sobre el trasero de la mayor. — No es divertido, ¿verdad?
Todo un torbellino de emociones se formó en su estómago, la coreana había olvidado por completo ese lado que pocas veces Mina usaba a su favor, sabiendo a la perfección que aquello lograba descolocarla y excitarla más de lo que ambas creían posible. Jadeo bajo cuando la menor hizo presión, sintiendo poco a poco cómo esa oleada de adrenalina viajaba desde su vientre hasta su intimidad, haciéndola punzar.
— Mi-Mina... — Nayeon apenas logró aferrar sus manos en los antebrazos de la japonesa, haciendo un inútil intento por mantener el equilibrio entre su cuerpo y los deliciosos vaivenes contra su trasero que provocaban que sus piernas flaqueasen.
Mina lo notó, la coreana no intentó alejarla de su cuerpo, sabía muy bien que en el fondo se encontraba cavando en el deseo de ser sometida nuevamente. La conocía, así como también conocía lo difícil que podía ponerse cuando se lo proponía, y no estaba en sus planes darle el gusto esta vez.
— ¿No tienes vergüenza, cierto Im? — Susurró en su tono más ronco y estimulante, con su aliento caliente golpeando la nuca desnuda de Nayeon. — Sigues siendo una verdadera hija de perra.
— ¿Q-Qué estás haciendo, Myoui? — Exclamó Nayeon alarmada.
— No jugarás más conmigo... Pero contigo sí lo harás.
A Nayeon le hubiese gustado que esas acciones sobre ella sean la pieza faltante en su rompecabezas para hacer de esa noche una completa locura. Pero todavía faltaban muchas cosas más... y lo sabía. Claro que lo sabía. Conocía tan bien a Mina que sería muy difícil volver atrás y retomar esa reservada actitud que siempre mostraba; sin embargo, no se arrepentía. Ser la causante de esa erección que rozaba su trasero aumentaba su libido, ese morbo por saber los próximos movimientos de la japonesa.
Lo único malo es que estaba demorando, aunque le divertía provocarla, para ella los minutos se estaban volviendo horas. Su cuerpo exigía más atención y, personalmente, los deseos por ser poseída nuevamente iban en aumento a cada segundo.
La menor besó por última vez el hombro de la coreana y tomó aire, con la ayuda de sus tobillos separó las piernas de Nayeon y rápidamente tomó con fuerza una de las muñecas ajenas para guiarla hasta su propia nuca, no era tan desconsiderada, al menos le daría un soporte para lo que venía.
Nayeon soltó un quejido cuando su mano desocupada –siendo sostenida por la de Mina– fue llevada hasta su propia intimidad. Se avergonzó, pudo sentir su propia humedad impregnada en las telas de su ropa interior, las cuales fueron puestas a un lado por los dedos de la menor. Jadeó pesadamente terminando con un chillido agudo que se escuchó en lo bajo.
Contrajo su vientre y sus piernas temblorosas se doblaron un poco cuando Mina comenzó a hacer que ella misma frotara con su dedo medio y anular el centro de sus húmedos labios. Comprendió el fin de tener una de sus manos sobre la nuca ajena, sino hubiese tenido ese apoyo, probablemente sus piernas habrían cedido dando fin a su propio disfrute.
— P-para... Mina, esto...— No pudo continuar, a cambio, un bajo gemido escapó de sus labios. Trató de recuperar el aliento y volvió a intentarlo. — Es vergonzoso... M-Mina... — Y no mentía, pero era eso mismo lo que más le excitaba. Estaba siendo expuesta de manera muy explícita. Su mano era presa de una más fuerte que la obligaba a deslizarse bruscamente, de arriba hacia abajo, estimulándose con verdadera vehemencia.
— Pero a ti te gusta. — Susurró de vuelta. Mina reprimió una risa cuando entre sus propios dedos, junto a los de Nayeon, comenzó a filtrarse esa esencia húmeda que solo ella podía hacer que la mayor segregara. — Vamos Im, quiero que te masturbes para mí. — Ordenó sin tener ninguna reacción, su entrecejo se frunció, obtener una negativa a ese punto no estaba entre sus planes.
— O-Oblígame... — La escuchó jadear y luego reír.
— Pequeña puta... — Su expresión cambió, una sonrisa surcó su rostro. No podía creer el cinismo de la mayor al no obedecer. — No haré todo el trabajo por ti.
Recibía insultos como si de una mujer cualquiera se tratara, podía parar todo, empujarla e irse, ¿por qué se quedaba? Nayeon se ruborizó al descubrir que le gustaba, y sabía perfectamente que otra persona no podría tratarla de esa forma, que solo Mina podía hacerlo y lograr que en su interior todo se encendiera, era un frenesí que no podía detener. Lentamente, sus dedos comenzaron a doblarse y estirarse.
La menor lo sintió a tiempo y movió la mano de la coreana consigo hasta que sus dedos se posicionaran arriba de su, ahora, hinchado clítoris.
Nayeon supo que tenía la libertad de hacer lo que se le plazca, de imitar lo que solía hacer cada noche con la imagen de Mina un año atrás. Tomó la confianza que le brindaba la menor y comenzó a mover sus dedos, reemplazando esos bajos jadeos por gemidos que terminaban en un tono agudo, como si le doliese, pero era todo lo contrario, lo disfrutaba.
— Así, buena niña...
La coreana mordió su labio inferior, Mina debía dejar de llamarla así o nunca más saldrían de esa habitación. Gritó el nombre de la japonesa cuando esta soltó su mano que ahora se encontraba ocupada dándole placer propio, y la posicionó en su muslo. Era imposible calcular la ola de placer que experimentó al sentirla frotarse contra ella.
Ya no había vuelta atrás.
Porque pudo y porque quiso, es que agregó otros dos dedos para sacudir su clítoris mientras mandaba su cabeza hacia atrás. Se preguntó si Mina disfrutaba igual que ella, y si no era así, se encargaría en ese preciso instante. Lentamente inició un movimiento con sus caderas para tener un perfecto compás entre ella y los fuertes roces de la menor.
Gimió, llenó la habitación de solo su voz cubriendo la de Mina.
Y de repente... silencio.
Mina, a pesar de haber estado disfrutando el panorama, a pesar de sentir que sus fuerzas se iban y con lo que pensaba hacer probablemente se quedaría fuera de juego, se detuvo, detuvo todo movimiento y tomó la muñeca de Nayeon alejándola de su centro, logrando que por reflejo gimiera en seco con un grito, dejando jadeos de lujuria pura.
— ¿Lo ves? — Preguntó con dificultad, su aliento chocando con la nuca de su coreana. — Solo yo sé qué hacer para lograr esto en ti.
Nayeon reunió la poca fuerza que le quedaba y logró escapar de los brazos de la menor, solo para girar y volver a apegarse a ella. Mina podía estar hecha un desastre en ese momento, su cabello alborotado, su rostro bañado en sudor y su respiración acelerada, pero no se comparaba a las condiciones en las que ella se encontraba, le era casi imposible controlar los agudos jadeos que su boca se empeñaba en dejar escapar.
Sus miradas estaban llenas de lujuria, y sus cuerpos aclamaban por más. Ambas tenían un boleto de ida, pero sin retorno.
La japonesa intentó contener su sorpresa cuando ahora Nayeon era quien tomaba su mano y la guiaba con fuerza donde minutos antes había estado. Volvió a palpar sobre su piel húmeda y entreabrió los labios. Pareció que su mente hizo un corto circuito cuando la mayor la besó con desesperación, moviéndose para que su mano siguiera con el trabajo, ni siquiera sintió el dolor cuando los dientes de Nayeon jalaron su labio inferior con brusquedad.
— Hazlo, Mina... por favor... — Más que una orden parecía una súplica, ya no había más pena, Nayeon conseguiría lo que quería sin importarle nada. — Soy solo tuya...— Susurró, mirando a los ojos de la menor a quien se le dificultó tragar saliva. — Hazlo, solo vuele a tomarme, soy tu mujer, ¿recuerdas? Márcame, tócame, haz lo que te venga en gana... pero, por favor...
Y obedeció, Mina se apresuró en tomar posesión de la boca de la coreana mientras esta la empujaba hasta quedar semi-acostada sobre el colchón, recargándose sobre el respaldo de la cama.
La mayor no perdió el tiempo y se subió sobre ella, teniendo como única labor quitarle su top mientras iniciaba un vaivén con sus caderas contra la mano de Mina en su intimidad.
Una vez la prenda superior fue retirada de Mina, la mayor atacó los labios ajenos con ímpetu, dándole poco tiempo de reaccionar cuando introdujo su lengua con fuerza, deseosa de tener el control del acalorado beso. Ninguna se rendía, ambas exploraban a su propio ritmo la cavidad de la otra, dejando escapar de vez en cuando leves jadeos mientras sus lenguas se restregaban.
Nayeon hizo su trabajo envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Mina para atraerla más y así acabar con cualquier distancia entre sus cuerpos, sus pechos chocaron con los contrarios y aunque todavía mantenía su sujetador, sabía que la menor podía sentir sus pezones erectos a través de la tela. El ambiente era el mejor y su cuerpo no dejaba de reaccionar a la cercanía de la japonesa, sus caderas las movía con desesperación.
La coreana maldijo la falta de oxígeno y rompió el beso dejando un hilo de saliva unido a la boca de Mina. Ambas se miraron con sus bocas abiertas, jadeando gracias a la intensidad con la que habían llevado el beso. Nayeon intentó controlar su respiración y fue disminuyendo el vaivén de sus caderas hasta cesar por completo. Su corazón bombeaba con locura y no solo por los actos obscenos que esa noche estaba cometiendo, la mirada que le dedicaba Mina estaba bañada en lujuria y deseo, pero en ningún segundo dejó de percibir el amor en ella. Se inclinó lo suficiente y terminó hundiendo su rostro en el cuello de la menor, besando, lamiendo y mordiendo la piel de Mina, queriendo marcarla, recordarle que ella también le pertenecía.
— Nayeon... — Apenas pudo hablar, era difícil decir algo coherente. Retiró su mano de la húmeda cavidad de la mayor solo para abrazar su cintura y así acomodarla mejor sobre ella, asegurándose de tener el trasero ajeno sobre su erección.
Conservaron esa posición en silencio, ambas frotándose entre sí, mirándose como si no existiera nada más en el mundo.
— Eres mía. — Dijo sin titubeos, sin arruinar el contacto visual que mantenían.
La menor alzó su ceja y Nayeon tuvo que contenerse para no lanzarse sobre ella y devorar su boca nuevamente para dejárselo claro.
— ¿Lo soy? — Preguntó con una media sonrisa mientras guiaba su mano hasta la espalda de la coreana, jugando con el seguro del sujetador.
Nayeon cerró los ojos mordiéndose el labio inferior, ¿cómo era posible excitarse con tan solo sentir a Mina desabrochar su sujetador? Solo se dejó guiar por sus caricias, sintiendo cómo le bajaba lentamente los tirantes por sus hombros hasta deshacerse de él en su totalidad. Por su lado, Mina sintió una leve opresión en el pecho al ver nuevamente aquellos hermosos y perfectos pechos que la volvieron loca desde la primera vez que los vio. Nayeon bajó la cabeza liberando un suspiro, Mina amoldó entre el hueco de su dedo pulgar y anular el inicio del pecho izquierdo de Nayeon, levantándolo un poco mientras parte de su palma y sus dedos restantes acariciaban la piel de sus costillas.
Nayeon abrió los ojos, su mirada salvaje se clavó en el rostro de la japonesa quien contemplaba con deseo esos dos botones rosados que clamaban por un poco de su atención, a la par que subían y bajaban a un ritmo acelerado. Impaciente, enredó sus dedos en el cabello de la menor para atraer su rostro, sin importarle estar ejerciendo más fuerza de lo necesario, y haber interrumpido lo que Mina podría estar imaginando mientras admiraba su desnudez.
— Atrévete a negarlo. — Habló entre besos la coreana.
Mina gruñó como respuesta, y sin avisar cambió la posición de ambas dejando ahora a Nayeon acorralada bajo su cuerpo.
Rompió el beso, comenzando a besar su mentón, bajando hacia su cuello mientras dejaba un camino marcado de todo el amor que necesitaba ser expresado, ella besaba su cuello con vehemencia, de vez en cuando haciendo uso de su lengua para aplacar las mordidas que dejaba en su ahora enrojecida piel.
Nayeon mantenía su cabeza ladeada, con su mirada perdida en algún punto de la habitación, llenándose de esa sensación cálida que solo la pasión entre ambas lograba manifestar en su cuerpo. Su cuerpo recordaba a Mina y su centro palpitaba en anticipación.
Poco a poco los suspiros de Nayeon se tornaron en jadeos pesados, pues Mina luego de hacer una breve parada en sus clavículas, bajó un poco más, tan solo deteniéndose justo arriba de los pechos de la mayor. La menor escuchó gemir a Nayeon y sintió nuevamente sus dedos enredarse entre sus mechones de cabello; sus dedos pulgares asaltaron los pezones erectos de Nayeon, moviéndolos en círculos y presionándolos mientras amasaba los suaves bultos con el resto de sus dedos.
— Esto es mío... — Así como las palabras fueron dichas, bajó hacia el pecho derecho de la coreana y lo atrapó en su boca, succionando sin apartarse y paseando su húmeda lengua alrededor de su aureola.
— ¡Ah! ¡S-Sí! — Nayeon tiró un poco de los cabellos de Mina, elevando más su pecho, sin pensar en dejar un mínimo de espacio lejos de la boca de la menor.
Su otro pecho implorando ser tocado apenas hace unos momentos, tenía los dedos de Mina apretando su pezón y estirándolo solo un poco, terminando por acariciar la superficie de este con su pulgar. Mina se turnaba haciendo lo mismo con cada montículo de Nayeon, lamiendo y saboreando lo que le pertenecía sin objeción, lo que era solo de ella.
Ansiando por más, después de un corto rato dejó descansar los rojos y firmes pezones de la mayor, y continuó descendiendo por ese abdomen ligeramente marcado y aún lechoso que ya recorría con sus labios y sus manos, hasta detenerse en el borde de la única prenda que restaba en aquél esbelto cuerpo de la diosa que yacía entre sus sábanas.
Nayeon curvó su espalda y lanzó un grito cuando sin previo aviso, los mismos húmedos labios que dibujaron en su piel se posaron directamente sobre su centro caliente arriba de la fábrica. Sus mejillas se tornaron rojas de la vergüenza, seguramente Mina sintió la humedad filtrada a través de la tela gracias a los juegos previos en su zona, pero de inmediato notó que a la menor no le importó cuando lamió aquella humedad, cuando logró sentir un poco de su lengua pidiendo permiso.
— Necesito...— Mina susurró para sí misma, sin llegar a completar siquiera la frase. Sus dedos tomaron los extremos de la prenda y la fueron bajando lentamente por sus piernas hasta deshacerse por completo de ella, lanzándola hacia alguna esquina de la habitación.
Nayeon no podía evitarlo, llamaba en lo bajo a su amada alzando su cadera inconscientemente en busca de más, ya no lo aguantaba.
Como un huracán, una fuerte oleada de placer se disparó en el interior de su cuerpo cuando Mina comenzó a comer su clítoris directamente, sin molestarse en pasear su lengua entre los húmedos labios de la mayor. Nayeon ahogó un fuerte gemido con unos más quedando atorados en su garganta, quebrando su espalda y enterrando sus uñas en el colchón. — A-Ah — Su misma voz se cortaba incluso al jadear.
El pene de Mina ya se encontraba lo suficientemente duro, tanto que comenzaba a dolerle mantenerlo palpitando dentro de su bóxer. Sin dejar de trabajar a Nayeon, impaciente bajó el cierre de su pantalón y como pudo se ocupó de él, bajando su última prenda con sus manos temblorosas para iniciar su movimiento de manos ascendente y descendente contra su tronco.
La coreana gruñó en frustración cuando aquellos habilidosos labios se separaron de su palpitante clítoris, pero su interior se agitó al ver a la menor enderezarse, y como si se tratara de un plato exquisito puesto sobre su mesa, sintió la saliva acumularse al ver el miembro de la japonesa. Su mente se nubló por breves segundos antes de imaginarse a ella misma llevándoselo a la boca.
Dios.
Cuánto deseaba volver a tenerlo en su boca.
Su centro pulsó y supo que ya había perdido la cordura.
— ¿Tanto te gusta? — Preguntó Mina con sorna mientras se daba placer a sí misma sin pudor alguno, subiendo y bajando, mandando su cabeza hacia atrás; sintiendo la mirada de Nayeon clavada sobre sus acciones.
— E-Engreída... ¡Myoui, puta engreída! T-Te odio...eres... — Se calló de inmediato cuando sus piernas fueron tomadas con fuerza, Mina la estaba acomodando a su propio antojo ignorando sus palabras.
— Te hice una pregunta.
Cerró sus ojos, sus muñecas ahora se mantenían cautivas, sus piernas ligeramente abiertas y el gran bulto de la japonesa rozando su entrada. — Me gusta... — Soltó sin más, logrando que Mina sonriera y se apegara más a ella. — Me gusta... ¡Por favor! Mina, solo... — Su errática respiración no le permitió continuar.
En cuestión de segundos, Nayeon volvió a sentirse plena y mandó su cabeza hacia atrás cuando la menor se hundió en ella lentamente. La acelerada respiración de Mina chocaba con la piel de su cuello, la escuchó maldecir en voz baja, nombrarla y jadear, sin embargo, le restó importancia, lo único en lo que podía pensar era en ese intruso que se movía en su centro con sosiego, en busca de aquel punto que le quitaba todo rastro de cordura.
Mina alzó su rostro, empujó sus caderas con fuerza y pudo ver el placer reflejado en el rostro de Nayeon, y no pudo evitar sonreír orgullosa de su propio trabajo. Se acercó para dar un pequeño beso a la mayor, pero esta le sorprendió tomando con desesperación su labio inferior entre sus dientes; cerró su ojo derecho ante el punzante dolor, pero lo ignoró cuando la húmeda lengua de Nayeon se paseó sobre la zona afectada.
— B-Bésame antes d-de...— Mina no la dejó terminar. Sus labios eran como dos engranajes que encajaban a la perfección, sus bocas se reconocían mutuamente y se movían casi en automático. La menor aprovechó esa distracción para iniciar un pequeño vaivén son sus caderas, las húmedas paredes de Nayeon abrazaban su miembro y le brindaban un desliz ideal, era una perfecta oportunidad para iniciar.
Las embestidas iniciaron a un ritmo pausado mientras los dedos de ambas se entrelazaban sobre la cabeza de la mayor. Mina estaba segura de que los frenéticos latidos de su corazón solo podían ser cubiertos por los largos y pesados jadeos que Nayeon emitía; era una dulce melodía que la incitaba a seguir sin cansarse, pero había algo más, necesitaba una última cosa para estimularse por completo.
— ¡Mina! ¡Sí! ¡A-Así Mina-ri! — La mayor pareció leerle los pensamientos y Mina no pudo amarla más. La mujer bajo su cuerpo la conocía, escuchar su nombre en una situación como esa era perfecto para brindarle una sobrecarga de energía.
Mina comenzó a moverse con mayor rapidez; salía y volvía entrar con más fuerza, el impacto de su piel con la de Nayeon generaba un obsceno sonido que llenaba la habitación por completo y esperaba poder grabarlo muy bien en su memoria. Debían reponer las noches perdidas y lo que hacían mientras tanto parecía no ser suficiente. La menor soltó sus manos y sin salir por completo de ella se puso de rodillas mientras la tomaba por la cintura, elevando su parte baja tan solo un poco.
La coreana se sintió como una pequeña muñeca al ser levantada sin ninguna dificultad, la fuerza de Mina no era ninguna broma y ella –mejor que nadie– lo sabía.
— ¿Q-Qué haces...? ¡A-Ah! — Nayeon cerró sus ojos cuando Mina volvió a penetrarla con brusquedad. — ¡Ah! ¡Ah! — Una y otra vez, estaba siendo tomada tal y como había pedido. Sus piernas llegaron a entumecerse por el placer y en cierto momento pudo percibir una pizca de dolor, pero este fue opacado segundos después cuando se acostumbró a la rudeza de las embestidas. Extendió sus brazos sobre el colchón y tomó con fuerza las blancas sábanas intentando contenerse, sin querer parecer una adolescente que acababa tan fácilmente.
Por su parte, Mina apreciaba el cuerpo de Nayeon cubierto de sudor mientras la hacía suya nuevamente, no existía mejor panorama que ese. Sus dedos se hundieron en la piel de la mayor cuando sintió perder la fuerza en sus muslos por un segundo, pero se repuso al escucharla gritar su nombre por segunda vez. Los gemidos se hacían cada vez más intensos, que fue inevitable preguntarse por un momento si alguien en un piso cercano podía escucharlas. Tal parece que aquel pensamiento la excitó más, Nayeon era suya y no le molestaba que el mundo se enterase de esa manera.
Un grito de placer resonó y tras este el silencio las envolvió.
Arqueó sus cejas y asomó su rostro con una sonrisa divertida, el agarre que mantenía fue perdiendo presión a medida que iba deteniéndose. Observó con atención a Nayeon, esta parecía estar fuera de este mundo, mirando el techo de la habitación mientras pestañeaba lentamente. Bajó el débil cuerpo de la chica y se inclinó, lentamente fue saliendo de ella esperando algún insulto, pero nunca llegó. Nayeon había conseguido su primer orgasmo de la noche. Se contuvo de hacer algún comentario que la molestarla y se dejó caer a su lado. Quizá se había excedido, pensó que la coreana podía estar realmente cansada y ella no deseaba presionarla a más, sin embargo, antes de siquiera poder abrazarla volvió a escucharla.
— ¿Por qué te detienes?
Mina amplió sus ojos y se movió, no lo suficientemente rápido ya que ahora tenía a la mayor sentada a horcajadas sobre su abdomen. Tragó saliva al verla humedecer sus labios con su lengua, como si contemplara a su próxima presa. La fiereza en las facciones de Nayeon no era para tomar a la ligera.
Nayeon delineó con su índice la frente de Mina, pasando por la curvatura de su nariz y terminando sobre sus labios, se fue inclinando y alcanzó a besarla mientras se acomodaba sobre su cuerpo, olvidando por completo el pudor e iniciando un descarado frote entre el miembro de la menor contra su centro. Mina ahogó un gemido intentando mantener el ritmo del acalorado beso, la lengua contraria recorría su boca sin ninguna prisa. Sus brazos rodearon la cintura de su amada y levantó su pelvis uniéndose al vaivén Esa pequeña acción fue el permiso que Nayeon necesitaba para empezar.
Posó una mano sobre el hombro de la japonesa y la otra tomó el tronco del erecto pene que pedía más atención; por breves minutos jugó con él, moviendo su mano de arriba hacia abajo a un ritmo pausado. Sin acabar con el contacto visual que mantenía con Mina, se fue levantando solo para acomodarlo a su gusto y, contemplando ese rostro que tanto amaba, fue hundiéndolo nuevamente.
— Ah... — Comenzó a moverse con lentitud, con sensualidad, guardando en su memoria esa adorable sonrisa que Mina le dedicó antes de hundir su rostro entre sus pechos. La menor la abrazaba y apoyaba la cabeza en su pecho, dejando pequeños besos y a veces mordidas, disfrutando de los perfectos movimientos que ahora le brindaba con sus caderas.
Los suaves movimientos se convirtieron en un verdadero espectáculo para la japonesa, Nayeon no lo pensó dos veces cuando decidió dar pequeños pero hábiles saltos, y Mina se inclinó hacia atrás lo suficiente para tener una mejor vista. Nada se comparaba a esos dos montículos rebotando con cada embestida. Su garganta se secó, no podría aguantar más si seguían así. Existía un límite para todo y ella estaba a punto de cruzar el suyo.
— D-Detente...Nayeon...— Pidió en un susurro. — Si sigues así yo... — El índice de la mayor sobre sus labios la hizo callar.
— Te necesito...— Nayeon habló cerca de su oído y mordió el lóbulo de Mina. Envolvió el torso desnudo de la menor con sus brazos mientras descansaba su cabeza sobre el hombro de esta. Aumentó sus movimientos a propósito y no pudo evitar clavar sus uñas sobre su espalda, rasguñando sin consideración.
— Hazlo Minari, lléname...córrete en mí...
Tanto para Nayeon como para Mina, esas palabras fueron el máximo estímulo que pudieron tener para alcanzar juntas el éxtasis en un grito unísono.
Como una ola de placer que recorría todo su cuerpo, ese líquido caliente y espeso hizo que perdiera la poca fuerza que le quedaba; no se arrepentía y poco le importaba las futuras consecuencias. Mina podía correrse en ella miles de veces y aun así jamás tendría suficiente; avergonzándose de inmediato de ese pensamiento, agradeció que la menor no pudiese leer su mente. Se encontraba agotada, sintió sus piernas entumecerse por lo que se dejó caer sobre el cuerpo de la menor. Sabía que necesitaría más de una noche para dormir y reponerse por completo.
Mina, por su parte, se mantuvo callada, con los brazos alrededor de Nayeon que apoyaba su cabeza sobre su pecho, lo único que se podía escuchar en ese instante eran sus respiraciones agitadas y ruidos lejanos de la ciudad que les confirmaba no ser las únicas personas en el universo.
¿Todo era real? El pequeño dolor en su espalda le respondía que sí. Mina divagó, pensaba en una y varias cosas a la vez, su corazón se mantenía acelerado por la emoción y llegó a creer que todavía no lo había dado todo, que todavía faltaba más por expresar. ¿Por qué no? La noche todavía no se acababa. Ella aún no acababa.
Nayeon mantuvo sus ojos cerrados por muy poco tiempo. Pensó, por un instante, que Mina se movía solo para acomodarse y que ambas tuviesen una posición cómoda para dormir. Sin embargo, se preocupó cuando sus piernas fueron puestas a cada lado de la cintura de la menor, mientras que ésta iba levantándose lentamente, logrando por consecuencia que ella también lo hiciera. ¿Cómo era posible que todavía conservara un poco de fuerza? Mina era asombrosa, pero eso no era ninguna novedad.
— ¿Qué h-haces? — Nayeon preguntó con voz ronca y entrecortada, intentando salir de encima, pero siendo detenida por la menor. Esos fuertes brazos que en algún momento le sirvieron como soporte ahora mantenían cautivos sus antebrazos, a la espera de algo desconocido para ella. Ladeó su rostro y observó con atención a su amada japonesa que permanecía con una relajada expresión.
— Sólo...— Mina entornó los ojos y olvidó por completo lo que estaba a punto de decir, su mente estaba nublada; amor y deseo se volvían a mezclar y la embriagaban lo suficiente como para decidir por ambas a tener una última ronda esa noche.
Sus manos fueron bajando, desde la suave espalda de Nayeon hasta sus glúteos, una sonrisa volvió a aparecer y su miembro se endureció al instante cuando los fue separando para así rozar su glande con la segunda entrada de la mayor.
— No...— El segundo intento por separarse volvió a fallar. — Mina, no, y-ya no puedo...— Susurró teniendo la pequeña esperanza de que la japonesa cediera, había llegado a su límite y le estaba costando mantenerse erguida. Intentó empujarla, pero solo logró hacerla reír.
— También lo quieres...
— Yo no... — Intentó ignorar esa descarga eléctrica que sintió cuando Mina fue entrando en ella, negó con su cabeza y trató de no gemir, no quería darle el gusto.
Las palabras de Nayeon querían camuflar su verdadero deseo, y Mina lo sabía. La coreana estaba disfrutando más que ella, aunque lo negara en ese momento. Mina jaló sus brazos y obligó a Nayeon a moverse sobre su miembro, recibiendo a cambio un pequeño golpe sobre su hombro cuando alcanzó su límite. Nayeon se mantenía estrecha por el largo tiempo sin ningún tipo de contacto, pero ella se encargaría de cambiar ese detalle.
Nunca se había concentrado tanto, ella era la encargada de hacer el trabajo por ambas ya que no había perdido del todo su fuerza, pero no se quejaba; por el contrario, lo gozaba como toda una niña pequeña cuando le dan su dulce favorito. Siempre había tratado a Nayeon como si fuese un cristal muy delicado, sin embargo, esa noche, lo único que quería era marcarla y demostrarle que nadie más podría poseerla.
— ¡M-Mierda, Mina! ¡Ah! ¡Ah! — Su fuerte empuje forzó a Nayeon a maldecirla por su rudeza.
Poco a poco fue cediendo, seguía insultando a la menor por lo que lograba en ella y por su poca consideración, pero su atención fue captada por el sonido que generaban los muslos de Mina colisionando con fuerza contra su trasero. Pensó que necesitaría más de un día para reponerse de eso, era dolor mezclado con puro placer. Sus brazos rodearon el cuello de la japonesa y encajó sus dientes en el hombro de esta cuando sintió una explosión dentro de ella, sin previo aviso Mina había terminado nuevamente.
La menor la abrazó e ignoró el dolor en su hombro izquierdo; se preocupó cuando sintió el cuerpo de Nayeon temblar entre sus brazos, con rápidos jadeos y pequeños espasmos. Acarició su espalda y su cabellera para intentar calmarla sin saber qué decir, pero su tranquilidad llegó cuando la escuchó.
— M-Minari... — La llamó sintiendo que su cuerpo se desvanecía. Mina fue saliendo de ella y la acomodó sobre su propio cuerpo mientras se acostaba. — Te odio...
— No linda, no lo haces. — Respondió bajo. Cuando Nayeon se acurrucó entre sus brazos como un pequeño conejito en busca de su dueño, su corazón se estrujó y llenó de emoción.
La tenía nuevamente.
Nayeon alzó su rostro para intentar verla, no podría mantener por mucho tiempo sus ojos abiertos. El sudor en el rostro de la menor era reconocible, pero había un brillo inusual en las mejillas de esta.
— Mina, yo te...
La japonesa esperó por un largo minuto, pero las palabras no llegaron a sus oídos. Miró al techo y rogó para que Nayeon estuviese dormida. Después de tan rudo comportamiento no quería verse vulnerable, ese íntimo momento estando abrazadas después de hacer el amor superaba por completo sus barreras.
Inhaló con fuerza e ignoró las lágrimas que descendían. Tomó el valor de hablar aun sabiendo que quizá no sería escuchada.
— Yo también te amo. — Pronunció en voz baja.
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