23. game over
Mina divagó mientras escuchaba lo que su padre decía, no era nada importante a decir verdad, el hombre sólo se dedicaba a contar algunas historias y EunHa reía falsamente. Sabía que la presencia de la coreana en su casa no era nada bueno, y no podía creer que ella fuese hija de YongHwa, ni siquiera la había visto la noche anterior en la ceremonia o en la celebración, ¿quizá había pasado muy desapercibida? ¡Imposible! Su padre la había presentado con toda la familia de su cuñada.
— Van a disculpar a nuestra pequeña, no pudo venir hoy pero envía sus más sinceras felicitaciones a Kai y SeolHyun.
Recordó las palabras de la señora Jung y todo tuvo un poco más de sentido.
Se sentía una estúpida, ¿cómo no se había enterado de ese pequeño detalle? En su descuido y poco interés por la coreana siempre creyó que su verdadero nombre era EunHa y no un apodo, sobre su apellido... le daba igual hasta ese momento.
Ese mal presentimiento que la había acompañado desde el día anterior se avivó.
— Mina. — Llamó la mujer cuando notó a su hija ausente. — ¿Estás prestando atención? Es importante.
— Lo siento, padre, ¿qué decías?
Akira sonrió restándole importancia y mejoró su postura.
— Mina, tú sabes que la boda entre tu hermano y SeolHyun unió a nuestras familias.
La japonesa asintió.
— Pero pensamos que... esa unión podía mejorar, tengo el permiso de EunBi y sus padres para darte la noticia.
« No lo digas. »
Mina notó que su padre sacaba de un cajón una pequeña caja negra y la deslizó a través del escritorio para hacérsela llegar a las manos de su hija.
— Creo... que te gustaría entregarle esto a EunBi.
Hizo puños con sus manos y trató de controlar su respiración, sabía lo que significaba aquello y no podía, simplemente no podía tolerar el cinismo de su padre para pedirle tremenda estupidez. Se levantó furiosa y de un manotazo estampó la caja contra la pared, viendo rodar el anillo de compromiso.
— ¡Mina!
— ¿Qué intentan hacer? ¡¿Venderme a mí también?! — No lloraría, no frente a esos tres. Se tomó su tiempo para intentar deshacerse del nudo en la garganta y negó repetidas veces. — No padre, quizá Kai no tuvo la valentía de desobedecerte, pero yo no pienso casarme sólo para que ustedes salgan beneficiados.
— Mina...
— ¡Cállate! Tú cállate... EunHa no te atrevas a hablar o no podré contenerme. — La japonesa se alejó sin importarle los gritos de los mayores y se detuvo antes de abrir la puerta. — Hagan lo que ustedes quieran, pueden quitarme todo, si quieren no volveré a Hayeang desde el próximo semestre, ni pisaré esta casa, pero no soy un puto juguete al que manejarán a su antojo.
Cuando por fin salió de esa habitación frotó sus ojos para evitar que las lágrimas se hicieran presentes. Soltó un suspiro, «¿qué acaba de pasar?» No podía creer que había desafiado al hombre al que juró jamás desafiar por temor a represalias. Pero lo había hecho, sin miedo ni titubeos.
Llevó una mano a su corazón y su vista se dirigió al segundo piso; tenían que irse de ahí.
Cada escalón empezaba a parecer más grande, sus padres eran unos hipócritas, de los peores. ¿Dónde quedaban sus palabras de la noche anterior? Ellos dos sólo se habían burlado de su ilusión por aceptar a Nayeon en la familia y le dolía, oh, claro que le dolía el saber que su novia dormía plácidamente en su habitación sin saber o imaginarse los próximos problemas que podrían tener. Mordió su labio inferior con fuerza hasta que sintió el sabor metálico de su sangre y sus manos temblaron debido a la furia que sentía. Por un momento pensó en llamar a su hermano pero no quería arruinarle su día. Así que nuevamente, sólo era ella con poco tiempo para pensar una solución.
Ingresó a la habitación y escuchó el sonido de la ducha y una suave -pero hermosa- voz cantando en un mal inglés dentro del baño. Rió bajo y se acercó hasta la puerta para tocar esta.
— ¿Mina? — preguntó cerrando la llave de la ducha.
— Sí, fui a... a ver a Somi para saber si se encontraba bien. Anoche bebió mucho.
— Ya veo, me estoy duchando.
— ¡Lo sé!
— Tonta, no entiendes. Quiero que vengas y te bañes conmigo.
La menor no respondió y se deshizo por completo de su ropa. Apenas ingresó al baño el vapor le dio la bienvenida, entornó los ojos y se deleitó con la figura de Nayeon que mostraba la puerta de vidrio corrediza.
Se acercó y deslizó lo único que las separaba, encontrándose con esa preciosa sonrisa que la hizo sonreír de vuelta, olvidándose por un momento a sus padres y EunHa.
— Buenos días. — Nayeon la atrajo y rodeó con sus brazos el cuello de la menor antes de robarle un corto beso.
— No es justo que cuando yo propongo una ducha juntas tú me cierres la puerta en la cara.
— No seas quejona, Myoui. — La mayor estiró su brazo y dejó que el agua volviera a caer sobre las dos. La mirada de Nayeon se posó en los labios ajenos notando una pequeña cortada, subió su mano y delineó con delicadeza los cerezos de la menor. — ¿Qué pasó?
— Somi me mordió.
— ¡Mina! — Chilló la mayor, pero se relajó cuando la japonesa rió bajito y la abrazó por la cintura mientras escondía el rostro en su cuello. Pocas veces Mina se mostraba así y por un momento pensó que algo malo le había pasado, quizá una discusión con su hermana. — ¿Todo bien?
— Todo en orden, ahora sólo quiero estar contigo.
—
Tenía razón, prefería tener a su padre vigilando cada paso que daba a tener que soportar su silencio y ausencia, ausencia que no le dejaba un buen presentimiento. Era raro que Akira no la llamara y que EunHa la evitara todo ese último mes de clases antes de vacaciones y que no dijera nada a ninguna zeta.
Si tenía algo de suerte sus padres se habían olvidado de esa absurda idea de casarla.
Todo había pasado muy rápido. Los días. Las semanas. En cuanto menos se lo esperó estaba alistando sus maletas para abandonar las habitaciones de Hayeang, guardando sus pertenencias con lentitud mientras pensaba a dónde debería ir mientras tanto, porque estaba más que claro que no regresaría a esa casa, no hasta que ella o Akira decidieran hablar y llegar a un acuerdo. Su única salida era buscar un hotel, además, sólo serían dos semanas antes de poner en marcha todos los planes que ella y sus amigas habían hecho para esos dos meses.
Soltó un suspiro y cerró la última maleta, sentándose al borde del colchón. Ese podía ser su último día en la universidad antes de que su padre le quitara cualquier privilegio por desobedecerlo y retarlo.
Bajó la mirada y se encontró con la pulsera que una semana atrás le había regalado su novia, ese mismo día Nayeon le había indicado que en febrero le tocaba a ella presentarla a su familia y aunque quiso alegrarse, su situación actual se lo impidió. Por suerte fue buena para actuar frente la coreana, viéndose falsamente emocionada.
— Muy pensativa últimamente, Myoui.
Jeongyeon ingresó y caminó hasta su cama para sentarse en esta, había observado un muy poco usual comportamiento en su amiga pero se evitó preguntarle para no presionarla, sin embargo ese era su último día ese año en la universidad y Mina parecía no tener la intención de decirle lo que le quitaba el sueño.
— Jeong... ¿crees que mi padre podría buscarme una esposa? — Empezó con eso, y obvio que sabía la respuesta.
— ¿Uhm? Creí que ya habías presentado a Nayeon como tu novia. Si tu padre después de eso intenta hacerte lo mismo que a Kai, sería un completo cabrón... con todo respeto.
Mina rió, claro que lo era. — Bueno, él-
— ¡Sorpresa!
— ¿Somi?
— Jeongie. — Abrazó a la rubia que se había levantado y luego lo hizo con su hermana. — Si no te molesta, esta gruñona tiene que ir conmigo de inmediato. — Dijo señalando a la pelirroja.
— ¿De qué hablas?
— Akira está afuera. — Mina intentó no mostrarse sorprendida, pero lo estaba, claro que lo estaba. — Necesito que tomes tus cosas ahora mismo y vengas conmigo, parece algo impaciente y ya sabes cómo se pone cuando lo hacemos esperar.
— Pero... ¡Jeong te llamo después! — alcanzó a decir cuando su hermana ya salía junto a sus maletas muy apresurada y de mala gana la siguió.
Ya fuera de las paredes de la universidad después de caminar por diez minutos, la pelirroja cruzó mirada con su padre que la esperaba sentado en el asiento trasero, con la ventana polarizada abajo y un rostro poco amigable.
Después que Somi entregara las maletas al chófer y tomara el asiento del copiloto, Mina tomó valor para acercarse a Akira.
— Todavía tengo algo importante por hacer.
— Podrá esperar. Ahora entra.
Masculló en voz baja lanzando una mirada a Hayeang. Apenas se acomodó en su asiento el chófer arrancó. El viaje fue silencioso y muy tenso para ella. Pensaba en todas las posibilidades que le esperaban una vez el auto se detuviera; mientras tanto aprovechó para enviarle un mensaje a Nayeon explicándole todo, prometiéndole que pronto se verían y que no había nada de qué preocuparse. Se lamentaba el no haberle dado ni un pequeño beso como despedida pero se resignó, tampoco es que la dejaría de ver el resto de su vida. Dejó caer su cabeza hacia atrás y trató de relajarse.
«Vamos, Mina, tan malo no puede ser.»
Trató de animarse, pensó que en un par de horas todo podría estar solucionado.
Cuando llegaron a su casa frunció el entrecejo pero se evitó decir algo para sumar otro problema.
Somi, ajena a todo lo que su hermana vivía, salió del vehículo feliz por tenerla de nuevo en casa. Ella se encargó del equipaje y lo llevó hasta la habitación de la mayor mientras que Mina caminaba directamente al despacho de su padre en silencio.
Las puertas se cerraron y ambos tomaron asiento, uno frente al otro, en un silencio abrumador que podría desesperar a cualquiera.
— Espero que este mes te haya servido para pensar en todo lo que hiciste y dijiste la última vez que estuvimos aquí.
— No, padre. No pienso venderme.
— ¿Es tu última palabra? — Mina asintió. — Bien.
El hombre no se esperaba menos, sabía muy bien lo terca y necia que podía llegar a ser su hija así que inhaló y exhaló lentamente preparando su siguiente y última jugada. Bien podía respetar esa decisión pero ese no era su estilo... él siempre tenía que salir vencedor y la negación de Mina sólo estaba tardando sus planes.
— Sabes, Mina, tú eres un mayor reto para mí. Eres muy diferente a tu hermano y ya me quedó claro que el dinero no te hace funcionar. — Akira giró las llaves de su escritorio y abrió el primer cajón sacando de este una hoja maltratada. — ¿Recuerdas el día en que te encontré a ti y a Kai husmeando en mi oficina?
¿Cómo no recordarlo? El hombre había tenido cero piedad con sus hijos y los amenazó. Y como guinda del pastel, estuvo a punto de tener una seria pelea con Nayeon por haberse ausentado en su cumpleaños.
— Fingí creerles su estúpidas excusas, pero supe a lo que iban cuando encontré esto en el suelo.
Akira lanzó la hoja sobre el escritorio y Mina la abrió, sus ojos se ampliaron y trató de no entrar en pánico. Esa misma hoja era la que Kai le había dado meses atrás, con los nombres de las empresas a las que su padre y YongHwa planeaban embaucar.
— No sé si lo hiciste por ayudar a tu hermano o ayudar a tu novia.
— ¿De qué hablas? — La menor volvió a leer el contenido y el nombre de una mujer la hizo levantarse. La primera vez, cuando estaba con Kai, también lo había visto y llamado la atención, pero pensó que se trataba de otra familia por lo que le restó importancia, su error más grande fue el no saber ni los nombres de sus futuros suegros para ese entonces. Sus manos temblaron ante esa impredecible coincidencia. — Ella es...
— ¿Im BoYoung? Una mujer emprendedora, ella realmente se esforzó para estar donde está. El mundo es pequeño, ¿eh? Y que su esfuerzo se vaya al tacho gracias a ti no sería justo. — El hombre pensó que tenía al menos un tercio de la partida ganada cuando vio la expresión de su hija. — Y su esposo, Im JiSung, es uno de los neurocirujanos más importantes en el país. ¿No crees que sería triste que su carrera se arruiné por completo?
— Akira...
— Estas son las opciones que te puedo ofrecer. —El hombre se levantó de su asiento con mucha más energía, prácticamente tenía a su hija en su mano y no había nada que le alegrara más por el momento. — La primera es tu libertad para hacer lo que quieras con tu vida, estar con esa jovencita, viajar, lo que se te venga en gana pero a costa de la ruina de su familia. Y lo sabes Mina, sabes que tengo el poder suficiente para acabarlos cuando yo quiera, no quería llegar a este punto, pero fue necesario.— Akira se apoyó en el borde de su escritorio e introdujo sus manos a los bolsillos. — La segunda es mi favorita; acepta ese compromiso, intenta querer a EunBi, con una relación normal y ten la seguridad de que no me acercaré a la familia Im y que anónimamente tendrán mi protección.
Mina bajó la mirada, todo estaba decidido y no había necesidad de pensar en algo más. Podía escapar, ir por Nayeon en ese preciso instante y rogarle para que escaparan, pero no podía verse tan egoísta, no podía poner su felicidad por sobre el bienestar de la coreana y su familia, no se lo perdonaría. Decir que sentía simple impotencia era poco, creía que en cualquier momento dejaría de respirar y a cada segundo se le hacía muy pesada su existencia, Akira la había orillado a un punto muerto por el momento. Con su cabeza gacha y los puños cerrados observó sus lágrimas caer al suelo mientras su padre se mantenía firme a su decisión.
Akira ni se inmutó cuando los sollozos de Mina hicieron eco en esa habitación, comprobaba que su hija no funcionaba por el dinero, pero sí por el amor, algo que consideró una completa debilidad. Guardó silencio dejando que, por primera vez, la menor se mostrara débil frente a él, verla sufrir no era algo que le generara gran satisfacción pero sí el hecho de haber ganado a su terquedad y necedad.
La menor arrugó la hoja y con su brazo limpió bruscamente la humedad que había dejado sus lágrimas sobre sus mejillas. Levantó su rostro y su cristalizada mirada se encontró con la fría de su padre. Muchas cosas empezaban a tomar sentido, desde la primera vez que conoció a EunHa, hasta el momento en que Jung y Akira le ofrecieron ser parte de su estúpido proyecto que aceptó pensando que había sido reconocida por los dos hombres; todo había sido planeado con antelación y ella no pudo ni imaginárselo.
— Tú ganas. — Akira sonrió satisfecho. — Pero tengo un par de condiciones.
— Te escucho.
Mina carraspeó intentando que su voz no se volviera a quebrar. — Quiero un documento firmado por ti que certifique que tú no te meterás ni con Nayeon, ni con su familia.
— Ese no será un inconveniente para mí.
— No te meterás en mi... mi futuro compromiso con ella. Yo decidiré por mí.
— Puedo intentarlo.
Mina asintió. — No deseo vivir aquí.
— Conseguir un departamento para ti no sería nada difícil. ¿Algo más?
Le resultaba increíble que su padre podía darle cualquier cosa material que en ese momento le pidiera sólo por haber aceptado su derrota. — Lo último que quiero es tiempo. Quiero tiempo, quiero que me des estos dos meses, necesito... yo... tengo que solucionar todo lo relacionado con Nayeon.
— ¿Sólo estos dos meses?
— La primera semana cuando regrese a Hayeang mi relación con Nayeon habrá terminado, lo prometo.
Y así, estrechando su mano con la de Akira, firmaba una sentencia que la enviaba directamente a la miseria.
El juego había finalizado y ella había perdido.
—
¿hubo algún inocente que creyó que Mark sería el mayor problema aquí?
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