Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18.happy birthday

Mina se hundió en el sofá observando a la líder caminar de un lado a otro, probablemente pensando en su próxima pregunta que la volvería a poner en apuros. Miró de reojo a Nayeon quien sonreía burlona en su dirección mientras balanceaba sus pies sin intención alguna de parar con ese interrogatorio tan descabellado. Después estaba Jeongyeon, traidora, quien estaba entretenida con Momo jugando con legos sin disimular su emoción por tener esos bloques de colores entre sus manos, acudir por su ayuda no serviría de mucho, ya lo había intentado y lo único que recibió como respuesta fue un: « Estoy ocupada, Myoui ». Tonta rubia. Finalmente estaba Chaeyoung y la que creía su salvación, quien en un comienzo estuvo en desacuerdo, pero terminó cediendo y tomando el papel de policía bueno. Todo era una locura.

Soltó un largo suspiro cuando Jihyo detuvo su andar.

— ¿Eres alguna narcotraficante? ¿Nayeon estará en peligro si está contigo?

— ¿Qué?

— ¡Responde!

— Unnie, no se exalte. — Interrumpió la menor.

— Okay, chicas. Basta. — Nayeon por fin se paró de su asiento, tratando de no reír ante la épica expresión confundida de la pelirroja. Caminó hasta tomar su lugar al lado de Mina y sonrió hacia sus amigas. — Es divertido verla tan tonta tratando de responder...

— Yah...— Se quejó la extranjera, sin embargo se quedó callada y ocultó una sonrisa cuando la castaña entrelazó los dedos con los suyos.

— ... Pero la están asustando.

— No me están...— Nayeon arqueó las cejas incrédula a lo que escucharía. — Bueno, tal vez un poco. Sólo un poco.

— Aw. — Jihyo no pudo retener esa expresión al ver a ese par como la pareja más linda que existiera.

— Vamos, hay que darle crédito. — Jeongyeon por fin se atrevió a acercarse seguida de Momo, cruzándose de brazos con una pequeña sonrisa.— ¿No creen que ya fue mucho? Apenas tres semanas atrás estaba en una cama de enfermería.— Todos los días se sorprendía de la enorme atracción que tenía Mina por meterse a la boca del lobo, esa vez, siendo víctima de varias preguntas por parte de Jihyo para asegurarse de que fuera buen partido para Nayeon. — Pareces un pollito indefenso cuando estás rodeada de las zetas. — Se burló.

— Un pingüino. — Corrigió Nayeon.

Mina tragó saliva ante el nuevo sentimiento que experimentaba, estaba alegre pero a la par algo en ella la hacía sentirse avergonzada o tal vez, incómoda, como si todo lo que estaba viviendo no fuese real y se trataba de una mala comedia romántica.

Inhaló y exhaló lentamente. Si llegaba a salir de ahí viva no estaba dispuesta a volver por mucho tiempo.

— Nos vamos. — Anunció la mayor al notar a Mina tan ausente de la conversación. Le dio un ligero apretón a su mano y sonrió cuando tuvo de nuevo esa profunda mirada sobre sus facciones que parecía agradecerle por sacarla de ahí.

Ambas salieron entre risas y constantes comentarios recalcando lo lindas y adorables que se veían juntas. La japonesa guardó silencio hasta estar por fin fuera de la enorme casa zeta y soltó gran cantidad de aire que había retenido por unos segundos.

— Que no te asusten. — La castaña envolvió sus brazos en el cuello de la pelirroja, con total confianza y seguridad.  — ¿Estás bien?

— Por supuesto. Sólo que cuando Jihyo nos invitó a tomar un café no creí que sería para esto. — Sólo debía relajarse y no estar con cara de pocos amigos. Sonrió ante ese brillo único en los ojos de Nayeon y la tomó por la cintura por fin, besando una y otra vez esos suaves labios, logrando que la mayor riera bajito ante su comportamiento. — ¿No crees que me veo muy cursi? — Cuestionó Mina de la nada, la coreana pareció pensárselo por un largo rato pero terminó negando.

— Yo te veo igual de idiota. — Se burló, ganándose una palmada en su trasero. — ¡Oye! — Se quejó llevándose una mano a esa zona, mostrando un muy falso enfado.

— Ahora sí que me siento como yo. — La pelirroja se acercó para besarla por última vez y retomaron su andar. Disfrutando de la tranquilidad que ese viernes por la tarde les brindaba.


Jeongyeon entornó los ojos, pasando la punta de su lengua sobre su labio inferior, nunca había sentido tanta presión sobre sus hombros y es que sus movimientos tenían que ser exactos, sin la opción a fallar, o las dos últimas horas de arduo trabajo se irían a la basura. Sin embargo, y a pesar de saber todo eso, su mano temblaba como si ella fuese una doctora primeriza a cargo de una operación.

— ¿Puedes dejar de respirar sobre mi nuca? — Pidió.

Mina, quien estaba igual o más tensa que la rubia se disculpó y retrocedió sólo un paso, sin quitar su mirada del castillo de naipes que tanto trabajo les había costado armar. Sólo faltaba una carta más y estaría listo.

— Jodida mano, cálmate. No, no puedo. — Dejó la pinza sobre la mesa y se sentó al borde de su cama. — ¿Y si nos tomamos un descanso?

— Deberíamos. — La pelirroja se sentó sobre la suave alfombra, cruzándose de piernas como si de un indio se tratase e hizo movimientos circulares con su cabeza, tratando de deshacerse de toda esa tensión creada por su infantil juego. — ¿Qué? — Cuestionó al notar esa insistente mirada por parte de la mayor.

— Te ves bien con Nayeon. Cuando se fueron no dejaron de planear su futuro. Yo sugerí Hot Dog como nombre de su perro.

Mina se levantó de golpe, señalándola con su índice como si la acusara de algo que la rubia no comprendía. — ¿Planeaban mi futuro?

— Sí, fue divertido. — Se encogió de hombros, despreocupada a la sobre-reacción de la japonesa. — Vamos, Mina, no exageres. ¿Nunca has imaginado tu futuro?

La menor lentamente volvió a sentarse, esta vez flexionando sus piernas y abrazando las mismas. Claro que lo había imaginado, pero en esas fantasías a futuro jamás incluyó una esposa, hijos o mascotas con nombres extraños. Aunque ahora había una coneja que se estaba encargando de cambiar todos sus planes.  — ¿Y tú?

— Por supuesto. — La mayor sonrió con emoción. — Sería increíble llegar, encontrar a mi esposa con la comida o ¿por qué no? Ser yo quien cocine para ella. Jugar con nuestros hijos, comprar alguna casa de campo, luego dormir ajustados en nuestra cama matrimonial porque esos desgraciados tendrán miedo a la oscuridad y vendrán a decir "mami, mami, ¿podemos dormir con ustedes?" Y yo tendré que aceptar porque aunque sean insoportables, los amaré. — Ambas rieron. Jeongyeon peinó sus cortos cabellos con sus dedos y soltó un suspiro — Tú aún no me respondes.

— Ahm... creo que sería...

— ¡Sorpresa! — La puerta se abrió de golpe dejando ver a tres mujeres que desbordaban emoción por cada poro de su cuerpo. Mina y Jeongyeon más que estar sorprendidas, se levantaron de inmediato protegiendo con sus cuerpos el castillo de cualquier ráfaga de aire (por muy mínima que fuese).

Las habían visto en la tarde, ¿no era suficiente?

— ¡Cuidado! — Gritaron al unísono.

Mina se llevó una mano al pecho por el susto que había pasado, creyendo que todo se iría abajo. —¿Q-qué hacen aquí? ¿Dónde está Nayeon?

— De ella te queremos hablar. — Las tres zetas desfilaron dentro de la habitación y se sentaron en fila al borde de la cama de Mina. — ¿Ya sabes lo que harás mañana? — Preguntó Jihyo cruzándose de piernas.

— ¿Mañana? — Intercambió miradas con su mejor amiga.

— ¿Es San Valentín? — Cuestionó Jeongyeon, sus tres invitadas tuvieron una reacción en cadena golpeándose el rostro con la palma de su mano.

— No, genios. Es veintidós de septiembre. Mina, ¿no te dice nada esa fecha? — El silencio que les otorgó la pelirroja las hizo girar los ojos.

— Cumpleaños de Nayeon unnie.

— ¿Cumpleaños de Nayeon? No estén de broma, ella... — Siendo honesta, no se había tomado la molestia de preguntarle algo tan básico a la mayor. Se levantó caminando de aquí para allá, con las manos en su cabeza y revolviendo su cabello, ¿cómo podía haber obviado algo tan importante?

Chaeyoung se levantó para darle pequeñas palmaditas a la espalda de la japonesa. — No todo está perdido, unnie. — Momo y Jihyo asintieron para que la menor continuara. — Mañana organizaremos una fiesta en honor a Nayeon. Y en la mañana podrás llevarla a algún lugar bonito, a desayunar, almorzar, lo que tú veas conveniente.

— Ahora nos vamos, estamos viendo que están muy ocupadas. — Jihyo se acercó hasta el escritorio y entornó los ojos observando el castillo de naipes. Sólo le tomó un segundo jalar una carta para que se viniera abajo, escuchando los gritos de las dueñas de habitación. — Ahora no tendrás distracciones.

— Oh, ¿y Jeongie? — Momo se detuvo antes de cerrar la puerta. — San Valentín es el catorce de febrero, recuérdalo. —  Guiñó su ojo izquierdo y salió junto a sus tres amigas.

— Genial. — Bufó la rubia mandando a volar hasta el suelo las cartas.

Se removió entre las sábanas cuando su teléfono vibró cerca de su brazo descubierto. — ¿Sí? — Habló somnolienta, era un poco más de media noche y estaba dispuesta a asesinar al que se atrevió interrumpir su preciado sueño.

— ¿Mina? Oh, tengo suerte de que respondas.

— Kai. — Bostezó sin disimulo alguno. — ¿Kai?

— Hermana, necesito de tu ayuda.

— ¿Qué hiciste? — Susurró.

— ¿Puedes salir? Estoy fuera de Hayeang. — Los ojos de Mina por fin se abrieron por completo.

— ¿Estás en Seúl? ¿Ahora qué hiciste?

— Te lo explicaré, pero en persona. Sólo estaré hoy por aquí.

— Dame cinco minutos. — La japonesa se levantó y a oscuras tuvo que buscar su ropa, cambiándose en un tiempo récord y saliendo de su habitación sin perturbar el sueño de Jeongyeon.

Para su sorpresa, su hermano ya había acordado todo para su salida de la universidad ese día en especial. El guardia la miró de pies a cabeza, como si la acusara de estar pecando por salir a esa hora.

— ¡Mina! — Kai la abrazó apenas estuvo afuera.

— Joder, ¿qué te paso? — El labio roto del chico no pasó desapercibido. El mayor negó viendo a todos lados y la tomó del brazo, llevándosela hasta un auto negro que esperaba estacionado. — Me estás asustando.

Cuando por fin estuvieron en el asiento trasero, Kai dio la señal al conductor para que avanzara. — Creo que papá está en algo… malo. — Comenzó.

—  Hermano, tú y yo sabemos desde que estamos en pañales que sus jugadas no son limpias, nunca lo han sido. — Por un momento se sintió avergonzada de sí misma al decirlo. Pero a esas alturas ya se había resignado.

— Esta vez es diferente.

Mina se removió en su sitio. — Kai, ¿él te hizo eso? — El mayor negó.

— No, esto me lo gané por imbécil. — Sonrió. — Me pasé de copas y peleé con un amigo.

— ¿Amigo? ¿Un amigo te dejó así?

— KyungSoo es algo temperamental. — Explicó, para luego mover su cabeza. — No nos desviemos del tema. Él está en Japón, me ayudará con una coartada para que nuestros padres piensen que sigo en los dormitorios de la universidad.

El viaje fue corto, tan corto que la japonesa pensó innecesaria la movilidad privada que había contratado su hermano. De Hayeang al edificio donde se habían estacionado no los separaba muchas calles. Soltó un suspiro y siguió al mayor cuando este se bajó del auto, caminando hasta la recepción del que parecía un hotel barato.

Se había enfrascado tanto en los lujos que recibía de su padre que nunca consideró pasar la noche en uno de esos lugares.

— Eh, sí, tengo una reservación a nombre de Do KyungSoo. — Kai sonrió al recepcionista cuando este le entregó las llaves de su habitación. — Gracias.

Caminaron en silencio, Mina bostezaba y se daba palmaditas en sus mejillas para permanecer despierta; sólo quedaban unas cuantas horas para el amanecer y esperaba que su plan para sorprender a Nayeon con un desayuno de cumpleaños no se viniera abajo gracias a las ocurrencias de su hermano.

Ambos ingresaron a la minúscula habitación y el mayor sacó de su chaqueta una hoja de papel arrugada y con pequeños cortes. — Toma. — Mina caminó hasta sentarse al borde de la cama y leyó con detenimiento lo que ahí estaba escrito, frunciendo el entrecejo cuando dio con las últimas líneas.

— ¿Qué es esto?

— Nombres de pequeñas y grandes empresas junto a sus propietarios. Papá junto a YongHwa quieren tomar posesión de ellas.

— ¿Cómo lo harían? — Mina leía y releía esa lista, fijándose en un nombre en especial.

— Haciéndose socios, abriendo cuentas en el extranjero y desviando fondos por el momento. No lo sé. Enviarlas a la ruina y luego comprarlas a un bajo costo.

— ¿Entiendes lo que me estás diciendo? Eso es un trabajo de…

— Mucho tiempo, lo sé.  — El chico caminó de un lado a otro. — Y necesito más información.

— Espera, ¿cómo te enteraste de todo esto?

— SeolHyun me vistió la semana pasada, acordamos tener al menos una buena relación para que este matrimonio no fracase, y me lo contó… escuchó a YongHwa hablar con papá unos días atrás.

— Sabemos que esta no podría ser la primera vez que papá hace esto.

— ¿Leíste todos los nombres? — Cuestionó poniéndose de cuclillas frente a su hermana.

— Jung Jessica… — Mina tensó la mandíbula bajando su mirada hasta la deteriorada hoja.

— Sólo ayúdame a entrar a su despacho en la compañía para buscar más evidencia, algo que me ayude a impedirlo. ¿Por favor?

— ¿Tenías que escoger justo este día para hacer tu acto de valentía y ser el héroe de tu excuñada? — Cerró sus ojos por unos segundos tratando de calcular su tiempo, si todo acaba bien estaría de vuelta en Hayeang antes de mediodía. — Maldición, está bien. — Kai sonrió emocionado antes de lanzarse sobre ella para abrazarla.



Nayeon tuvo el mejor de los despertares, escuchó a Jihyo – a un lado de su cama – cantándole una bonita canción de feliz cumpleaños. Amaba esa tradición de la líder; despertar a cada una de sus chicas con su melodiosa voz y una sonrisa de oreja a oreja.

La castaña se reincorporó rápidamente y vio a casi toda la fraternidad reunida en su habitación esperando su turno para abrazarla. Las recibió con gusto, notando que faltaba cierta pelinegra de cabellos cortos. Pero prefirió no atormentarse con sus pensamientos acerca de la dudosa relación de amistad que tenía con Eunha los últimos meses. Sus manos buscaron bajo la almohada su teléfono.

Mensajes de sus padres, familia, amigos, sus redes sociales con numerosas notificaciones, todo y nada a la vez, no había rastro de Mina. Sus labios se abultaron. Ni una llamada.

—  Mina seguro está planeando algo para ti. — Susurró Momo a la vez que se sentaba a su lado y rodeaba los hombros de la castaña con su brazo.

El desayuno fue animado, todas hablaban y compartían historias, riéndose de lo que Momo leía de su revista que había adquirido unos días atrás y que recién se había atrevido a abrir  — Según esto, te volverás una depredadora sexual después de tu primera vez. — Nayeon casi escupe el pedazo de carne que se había llevado a la boca.

Jihyo rió inclinándose para el lado de su amiga. — Eso significa que Mina se convertirá en tu esclava sexual. — Susurró sólo para que Nayeon escuchara.

— ¿Podemos dejar ese tema mientras comemos?

— Buenos días, familia. — Jeongyeon se asomó al comedor, ganándose una mirada incrédula por parte de todas. — ¿Qué?

— ¿Cómo entraste, unnie? — Cuestionó Chaeyoung.

La japonesa y Jeongyeon intercambiaron miradas. — En un hipotético caso le di una juego de llaves de la casa. — Explicó jugando con sus dedos.

La rubia tragó saliva esperando no meterse en un lío y antes de que la líder reclamara algo se acercó hasta Nayeon y extendió un cupcake con glaseado azul; muy apetitoso a la vista. — ¡Feliz Cumpleaños! — Sonrió alegre.

La cumpleañera lo tomó entre sus manos. — Woah, se ve delicioso. Gracias por esto. — No quería preguntar, pero sus deseos podían más que cualquier intento de orgullo. — Jeong… uhm, ¿Mina no vendrá?

— ¿Mina? — La rubia frunció el entrecejo. — Creí que estaba aquí y de hecho… — Buscó con la mirada, nada, no había rastro alguno. — Cuando desperté hoy en la mañana ella ya no estaba en la habitación. — Un día, sólo era un día para que su amiga evitara hacer alguna cosa por su cuenta. — Debe estar planeando algo para ti.

Nayeon sonrió. — Momo me dijo lo mismo.

Se hizo paso entre toda la gente que llenaban los espacios de la enorme casa zeta, llevaba un vaso de vodka mezclado con alguna otra cosa que no lograba descifrar, pero que no le había gustado en lo absoluto.

Iba a matar a Mina. No, iba a terminarle y luego a matarla. Estaba dolida y se odiaba por revisar a cada instante su teléfono, encontrándose solo con el último mensaje de buenas noches que había recibido por parte de ella el día anterior.

Cuando llegó a la cocina se apoyo en la encimera, observando desde ahí cómo todos se divertían en su honor en la enorme sala, era su fiesta y ella era la última en sentir emoción alguna. ¿Es que era costumbre de la japonesa desaparecer siempre sin avisar? Soltó un suspiro y con el dorso de su mano limpió las lágrimas que amenazaban con salir. Desde que tiene memoria solía festejar sus cumpleaños a lo grande: colegio, preparatoria y ahora universidad, le gustaba estar rodeada de gente. Sin embargo, ese año fue diferente, todo era diferente desde la llegada de esa tonta pelirroja.

Si Mina le hubiese ofrecido una cena o un simple paseo ella sin dudar habría aceptado, habría dejado atrás cualquier ostentosa celebración sólo para disfrutar de su compañía.

«¿Dónde estás?»

— Te encontré. — Chanyeol se presentó con una sonrisa y un oso peluche que apostaba era más grande que ella. — Se me hizo difícil hacerle campo. — El joven movió la mano del animal de felpa en forma de saludo y se ganó una sonrisa por parte de Nayeon, la primera después de muchas horas.

— ¿Cómo lo lograste?

— Jihyo me dio pase por la puerta trasera para no llamar la atención. — Explicó. — Entonces… ¡Feliz cumpleaños! ¿Puedo? — Nayeon asintió dejando a un lado su vaso de plástico, envolviéndose en los brazos del muchacho.

No, no era lo mismo.

Y no era culpa de Chanyeol, era la suya por seguir comparando cada abrazo o tacto que recibía con el de Mina. Siendo todos insuficientes.

Alguien se aclaró la garganta en el umbral de la puerta. Nayeon se separó para atender a su nueva invitada, grande fue su sorpresa al notar a Mina observándolos con el ceño fruncido. Notó las ojeras bajo sus ojos y su ropa desarreglada, ni mencionar su mano empuñada mientras la otra la escondía tras su espalda.

— Nayeon…

— No, Mina. Ahora no. — La castaña sintió su corazón acelerarse ante esa expresión arrepentida, pero no caería tan rápido ante los estúpidos encantos de su novia. No lo haría.

— Yo… compre esto para ti. — Mina por fin mostró la mano que ocultaba tras su espalda y dio paso a un pequeño peluche de pingüino, apretó la patita de este y una bonita melodía empezó a sonar.

La risa sarcástica de Chanyeol sacó de su trance a Nayeon quien intentaba no lanzarse a los brazos de la japonesa, su mirada se desvió hasta el enorme peluche que el joven le había regalado y luego hasta el pequeño pingüino.

— ¿Quieres que lo lleve a tu habitación? — Preguntó el más alto refiriéndose a su propio regalo.

La coreana tardó mucho en decidir, mordió su labio inferior y terminó por asentir. — Te muestro el camino, ven.

Su corazón se agitó dolorosamente cuando pasó por el lado de Mina. Sus pasos fueron rápidos mientras guiaba a Chanyeol hasta el segundo piso, el cual se ganaba risas y felicitaciones por parte de sus invitados al haber conseguido el “mejor” regalo para una de las chicas más populares y queridas en Hayeang. Pero no lo era. El mejor regalo todavía estaba en manos de la extranjera.

— Puedes dejarlo ahí. — Señaló la cama de Chaeyoung.

— Como tú ordenes. — El más alto cargo al oso sobre su hombro nuevamente y después lo acomodó en el lugar indicado.

— Gracias por el regalo. — Fingió una sonrisa antes de salir. — ¿Necesitas algo, Mina? — Cuestionó cuando volvió a ver a la menor a mitad del pasillo.

— ¿Me das cinco minutos? Sólo cinco minutos para poder explicártelo todo… — Mina buscó entre su ropa su teléfono y se lo mostró. La castaña frunció su entrecejo ante la pantalla rota de este. — … juro que intenté comunicarme pero murió antes de poder hacer algo. — Habló apresurada cuando Nayeon estuvo dispuesta a pasar por su lado.

El joven se interpuso entre ambos cuerpos. — Creo que no tiene ganas de hablar contigo. — Sus manos tomaron el pingüino que la menor sostenía. — yo se lo daré de tu parte.

— Es mejor que te apartes. — Amenazó la japonesa, tratando de controlar sus ganas de irse contra él desde que lo vio abrazado a Nayeon. No quería arruinar el ambiente de esa fiesta, no quería seguir arruinándole el día a su coreana.

Cuando Chanyeol intentó tomarla del brazo esta se soltó bruscamente, mirando fijamente al muchacho; control, sólo debía tener control.

— Channie. — Pronunció. — Espérame abajo.

— Pero…

— ¿Por favor? — El chico pareció pensárselo muy bien y terminó asintiendo.

Si las miradas tuvieran el poder de asesinar a alguien, él y Mina ya hubiesen estado en el suelo. Antes de que desapareciera por completo, la japonesa volvió a arrebatarle su regalo. — Esto no es tuyo.

Nayeon se cruzó de brazos, elevando ambas cejas en espera de la explicación a mitad del pasillo. — Un minuto.

— Correcto, uhm, Kai vino, ¿sabes? Y tuvo una estúpida idea, pero yo fui más estúpida al hacerle caso. Casi terminamos en la cárcel, desheredados y golpeados por los hombres de papá.

— Mina, ¿te das cuenta de lo descabellado que suena?

— ¡Lo sé! Pero es verdad… — Bajó la mirada, tratando de controlar su respiración por lo rápido que había hablado. —tenía que pasar el día contigo y lo arruiné… siempre lo arruino. Pero te juro, Nayeon, que no fue mi intención irme justamente hoy.

— ¿Eso es todo?

— Perdón por ausentarme. — Mina observó a la mayor asentir sin palabra alguna, dispuesta a caminar por su costado, pero fue más rápida y logró abrazarla por la cintura, escondiendo su rostro en el cuello de Nayeon, inhalando y perdiéndose en el aroma que esa zona desprendía.

— Eres una idiota.

— Lo soy.

— Una tonta.

— También.

— Una… una…

— Todo lo que tú quieras. — Fue separando su rostro, dejando que Nayeon subiera las manos hasta sus hombros y golpeara uno de estos con algo de fuerza, tensó su mandíbula para no quejarse. — ¿estoy perdonada? 

— Si me das mi regalo. — Mina sonrió abrazándola con un brazo para mostrarle el pequeño peluche que todavía sostenía.

— Puedes llamarlo como quieras, pero no dormirá en la misma habitación que ese horrible oso.

La mayor rió bajito. — No estás en posición de poner condiciones. Ahora, déjame ir, tengo invitados por atender.

Todavía estaba molesta y la japonesa lo sabía. — Quedémonos unos minutos más. — Besó la mejilla de la mayor numerosas veces, evitando que se soltara de su agarre.

Nayeon terminó cediendo cuando los labios de la pelirroja atacaron su cuello, haciéndole cosquillas con su nariz. — Mina. Para… ya…. — Apretó sus labios para reprimir sus risas. Los jugueteos cedieron cuando guardaron silencio y volvieron a conectar miradas, la música estruendosa de la planta de abajo parecía no afectarles; en ese momento eran sólo las dos. — ¿No te volverás a ir sin avisar?

La japonesa negó. — A la próxima dejaré hasta una nota pegada en mi cama.

— Es un trato, Myoui. El pequeño pingüino fue el que me convenció, no tú. — El dedo índice de la mayor dibujó círculo invisibles en el pecho de Mina. Sus mejillas ardían pero le importaba muy poco si su novia se daba cuenta. — Hoy Momo me habló sobre una revista.

— ¿Una revista?

La mayor asintió. — Tal vez, sólo tal vez podríamos demorar un poco en bajar nuevamente.

Compartieron miradas, una confundida y otra con una pizca de diversión.

Nayeon se separó tomando la mano de Mina para guiarla a través del pasillo, la menor entendía poco lo que pasaba; pero no estaba dispuesta a ir contra las órdenes de la coreana por ese día, si volvía a fastidiarla no sabría qué hacer.

Se detuvieron frente a la puerta de Jihyo, abriendo esta.

Los ojos de la japonesa se ampliaron ante las cajas ordenadas una sobre otra en una esquina de la habitación. — ¿Todo esos son tus regalos? Mina Junior empieza a sentir vergüenza.

— No lo llamaré Mina Junior. Se llamará... — Cerró la puerta tras de sí sin hallar un nombre coherente para su nuevo peluche. —lo veremos después.

Mina caminó hasta estar frente a los regalos que Nayeon había recibido, el más grande tenía una tarjeta donde "Papá y mamá" firmaban.

— ¿Siempre te mandan... — Los labios de Nayeon atacándola le interrumpieron, ahora mucho menos entendía lo que pasaba. — ¿N-Nayeon?

— Sé lo que quiero por mi cumpleaños. Y sé que sólo una persona podría dármelo... No quisiera a nadie más.

La mirada bañada en lujuria de la castaña no pasó desapercibida. Y una corriente eléctrica recorrió su espalda al darse cuenta.


Sus bocas se encontraron con vehemencia, como si hubiesen pasado muchos años desde la última vez que se vieron. Los labios de la menor dibujaron un camino de besos por el cuello de Nayeon y terminó mordiendo el hombro descubierto de esta, sin dejar marcas, sólo por simple gusto de sentirla estremecerse entre sus brazos.

Una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Nayeon, acercándose lo suficiente para rozar su muslo contra el miembro de la menor, escuchándola jadear ante el pequeño tacto. Ahora era ella la que disfrutaba tener en ese corto tiempo el control. Su mano descendió por todo el torso contrario hasta llegar a la entrepierna de Mina, sin ningún tipo de vergüenza - y viéndola fijamente para estar atenta a cada expresión - se hizo un espacio para escabullirse dentro de los jeans ajenos y sujetar el endurecido pene de la pelirroja.

Mina apoyó su frente en el hombro de la mayor, estaba perdiendo por completo la cordura ante los movimientos que la mano de Nayeon le estaba otorgando, para ese entonces no sabía cómo podía seguir aún de pie.

Frunció el entrecejo y se separó cuando toda acción se detuvo, jodida engreída, le sonreía con inocencia.

— Pídelo, Minari.

La menor apretó la mandíbula.

— N-no quiero ser grosera.

Escuchó reír a Nayeon. Su estómago se revolvió pensando en que todo estaba siendo un simple juego de provocación por parte de la mayor y eso la irritaba, porque ella no lo consideraba así. Con sus manos temblorosas bajó su cremallera y soltó el único botón que retenía su miembro, bajó sus boxers y muy diferente a como tenía planeada la reacción de la castaña, esta sólo humedeció su labio inferior con su lengua, acción que envió dolorosas pulsaciones a su entrepierna.

Mina estaba disfrutando de ver en cámara lenta cómo la castaña iba agachándose , y ahora, antes de que diera inicio a la más erótica y placentera escena que haya podido presenciar en su vida, su mirada se encontró con la de Nayeon que por fin estaba de rodillas frente a ella, decir que se había imaginado la situación un par de veces sería poco, pero en ese momento la realidad la golpeaba gratamente y no tendría que recurrir a su propia mano para poder correrse.

Nayeon retuvo el aire; excitada y deseosa. Limpió con su pulgar la comisura de sus labios, y miró por última vez a su japonesa, su lengua recorrió lentamente el tronco del erecto miembro; su sabor era incluso mejor de lo que había imaginado. La habitación se vio inundada con los gemidos de la menor y el obsceno sonido de la boca de Nayeon succionando y lamiendo; separándose sólo lo necesario dejando un hilillo de pre-semen que la unía a Mina para luego volver a llevárselo a la boca, sintiendo los dedos de la pelirroja enredarse en su cabello para ayudarla a mover su cabeza a su antojo y placer.

Las manos de la coreana sujetaron con fuerza cada lado de las caderas de Mina, y esta, por el deseo de sentir aún más la humedad y calidez de la boca ajena inició un movimiento con su pelvis; amaba pensar que estaba quitando cualquier pizca de inocencia a la boca de Nayeon.

— Mhgh. — La menor mandó su cabeza hacia atrás, extasiada por los movimientos que Nayeon hacía. — Na-Nayeon... — Le fue imposible articular palabras, un remolino en su vientre estaba a punto de ser expulsado.

Se quitó a tiempo antes de venirse por primera vez esa noche, algunas gotas de sus fluidos habían caído sobre la barbilla y labios de la mayor, quien gustosa limpió con su propia lengua sin quitar su mirada del rostro de Mina.

Se levantó en silencio, y alejó del cuerpo de su japonesa, modelando a través de la habitación.

Para Mina fue difícil hasta respirar cuando tuvo a Nayeon a un metro de distancia despojándose de su ropa, podía jurar por su propia vida que la castaña era la primera persona a la que podía definir como perfecta; sí, eso era lo que era, perfecta y quizá cometía un error en idealizarla como tal, pero ¿qué más daba? Tenía a la mujer que tanto amaba frente a ella desnudándose en cuerpo y alma. La pelirroja despertó de su ensimismamiento cuando la suave palma de Nayeon acarició su mejilla; ambas se dedicaron una sonrisa.

Las piernas de la mayor se enredaron en el torso de la japonesa mientras esta la sostenía de la cintura, en camino hasta la comodidad de la cama sus lenguas volvieron a enfrentarse, siendo Mina la que tomó el control del beso. Cuando sus muslos chocaron con el colchón, dejó a la castaña acostada para poder acomodarse entre sus piernas

— Nayeon...  ¿Estás segura de esto? No quiero que... —  Los labios de la mayor la callaron con un dulce beso.

— Después de todo lo que hice, ¿no crees que estoy lo suficientemente segura?

Mina sonrió antes de atrapar el labio inferior de la castaña entre sus dientes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro