15. jelly jelly
Nayeon y Eunha se miraban sin emitir palabra alguna, así se la habían pasado los últimos diez minutos, limitándose a saludarse cuando la mayor ingresó para asegurarse de que la chica de cabellos cortos no se aprovechara del profundo sueño que tenía su japonesa; excusas, la verdadera razón de haber irrumpido era su poca capacidad de soportar a las dos juntas en una habitación. Sabía que estaba actuando mal y que Eunha realmente quería a la chica en la camilla, pero era inevitable sentirse irritada al recordar que entre ellas dos había una noche especial e íntima en el pasado. Okay, quizá sí le afectaba más de lo que creía. Una a cada lado de la camilla, reaccionando rápidamente cada vez que Mina se movía o tosía era una escena graciosa desde cualquier punto de vista, menos del de ellas ya que prácticamente competían por ser la primera en atender a la pelirroja.
Por otro lado, Eunha por mucho que lo intentara, era imposible no ver ese repentino acercamiento de las dos chicas. Del mutuo odio que ambas se tenían y juraban, a estar preocupadas la una por la otra, ¿amistad? Eso es lo que esperaba para ser sincera, y no podía evitar sentirse algo dolida, Nayeon había sido la primera en defenderla cuando el problema con Mina había iniciado y ahora estaba allí, viéndola con gran ternura mientras la pelirroja dormía.
— Está bonito. — Señaló la menor en un intento por acabar con el incómodo silencio que las envolvía, mirando de reojo el brillante anillo que Nayeon no había dejado de usar desde que lo recibió. Era difícil no notarlo.
La castaña sonrió orgullosa. — Vale mucho.
— Oh, unnie, ¿es muy caro?
Nayeon negó mientras hacía girar el aro en su dedo anular. — No es ese tipo de valor. Es... es especial por la persona que me lo dio. A decir verdad, que obligué a pagar. — Sonrió recordando los constantes insultos que el mundo entero se había ganado gracias a una molesta japonesa que había pagado por un anillo que valía más que una casa, probablemente.
La menor estuvo por volver a preguntar pero la puerta nuevamente se abrió.
— Aquí está su...
— ¡Shhh!
Jeongyeon se quedó con las palabras en su boca al ser callada por dos alteradas jóvenes y para evitar que ambas la golpearan por interrumpir el sueño de Mina, decidió ingresar a la habitación en cámara lenta sin emitir ruido alguno. Eunha trató de no reír ante los graciosos movimientos de la rubia y Nayeon, quien no pudo resistirse, mandó su cabeza hacia atrás con la boca abierta emitiendo ruidos muy difíciles de descifrar.
— Decía que aquí está su pijama, con esa bata morirá de frío. — Susurró pero pareció hablar para el aire, ya que las dos chicas la ignoraron olímpicamente cuando Mina se fue removiendo entre las sábanas mientras abría sus ojos lentamente, las fuertes luces de la habitación no le ayudaban a tener un agradable despertar.
— Auch. — La pelirroja se llevó una mano a su cabeza cuando la palma de Nayeon la golpeó, mientras que las otras dos chicas observaron perplejas la escena; la castaña había estado cuidando con tanto esmero a Mina que no podían creer su primera reacción al verla despertar. — ¿Así ayudas a una paciente?
— ¿Siempre tienes que meterte en problemas, Myoui? — Nayeon se cruzó de brazos esperando una explicación, parecía molesta, pero era todo lo contrario. Estaba feliz de que la corta estancia de la japonesa en esa enfermería no era algo grave. — ¿Me dirás que pasó?
— Ahm. No lo recuerdo. — Mintió, molestar más a la mayor haciendo mención de Mark no estaba en sus planes. Su mirada se desvió hasta Eunha y le sonrió agradecida, sin saber que esa simple acción le revolvía el estómago a la castaña. — Gracias Eunha, ya sabes, por ayudarme.
La menor negó con una sonrisa, alegre de que por primera vez después de mucho tiempo las palabras de Mina hacia ella eran en agradecimiento. — Creo que estuve en el momento oportuno.
Nayeon jugó mordiendo su labio inferior mientras observaba a las dos chicas. Su atención fue desviada cuando la mano de Jeongyeon se posó sobre su hombro y le guiñaba el ojo derecho.
— Te traje tu pijama. Morirás congelada si te dejamos con esa bata. — Habló la rubia con la única intención de interrumpirlas.
La pelirroja asintió y sorbió su nariz volviendo a sentir esa molesta sensación de no poder respirar.
— Gracias, Jeong. Ehm... — Dio un vistazo general a toda la habitación y luego a las tres chicas que la observaban con atención. — ¿Pueden salir un momento? Necesito cambiarme y...
— Te ayudaré. — Nayeon amplió sus ojos y dejó que sus labios se entre-abrieran, Eunha se había adelantado y había tomado de las manos de la rubia el bolso con la ropa de la japonesa.
— No creo que sea necesario...
— De acuerdo. — Mina interrumpió a su mejor amiga para sorpresa de todas. La castaña mordió el interior de su mejilla y se giró sin emitir palabra para abandonar la habitación de un portazo, seguida de Jeongyeon a quien se le levantó el poco cabello que caía por su frente por la ráfaga de aire que produjo la puerta.
— Estaré afuera.
— Gracias. — Mina dirigido su mirada a Eunha y se levantó lentamente cuando por fin se encontraron solas. Sabía que en ese preciso momento Nayeon estaba firmando los papeles de divorcio imaginarios, haciendo una rabieta, caminando de un lado a otro, o, en el peor de los casos, saliendo de la enfermería dispuesta a no dirigirle nunca más la palabra. Pero era necesario, muy necesario hablar con la coreana de cabellos cortos. — Eunha.
— Mina, no deberías levantarte, estás débil y...
— Estoy bien. — Interrumpió. — ¿Cuánto escuchaste en la cafetería?
La menor suspiró. — Escuché todo. Mark es un perfecto...
— Imbécil, lo sé. — Ambas sonrieron. — No le dirás nada a Nayeon, ¿de acuerdo?
— Nayeon unnie te importa, ¿no es así?
¿Importarle? Era más que eso, quería cuidar a la coreana de cualquiera que intentase herirla, era como un fino y muy valioso cristal que podía romperse a cualquier tacto; sin embargo, y a pesar de sus inmensos deseos por decirle todo lo que realmente sentía por la coreana, se calló, recordando muy bien el miedo que tenía Nayeon por contarle la verdad a Eunha, y a pesar de saber que su actitud estaba siendo muy contradictoria, la entendía, se sentía una traidora por haberse fijado en alguien que su amiga quería y por la que sufría.
— Es una importante amiga. — Finalmente habló.
— ¿Sólo amiga? — Eunha entornó los ojos, tratando de hallar cualquier indicio de mentiras en las palabras de la mayor. — Sé que no tengo derecho a cuestionarte por esto, pero... Tú sabes que no es normal ese acercamiento.
Mina tomó un gran cantidad de aire. — Sólo amigas.
La coreana sonrió, como si le hubiesen dado la mejor noticia, que curaría cualquier mal o había ganado la lotería, lo que sea, se sintió aliviada al ver esa determinación de Mina afirmando que sólo se trataba de una amistad.
— ¿Tenemos un trato?
— Está bien, Minari, no diré nada. Pero también lo hago para no incomodarla, ¿huh?
— Bien. — La mayor tomó el bolso de las manos de Eunha y esperó a que esta se retirara de la habitación.
— No me mires así, no mentía diciendo que te ayudaría a cambiar.
Mina arqueó las cejas divertida al notar el rojizo tono en las mejillas de Eunha, no podía estar hablando en serio. — Sólo estoy algo resfriada... No me cortaron los brazos. — La azabache negó.
Pronto se encontraron tirando del bolso, una a cada extremo.
— ¿Por qué tanta insistencia? — Habló entre dientes, si hubiese estado completamente sana habría ganado ese absurdo juego de fuerza, sin embargo, ahora mismo sentía como gelatina sus brazos.
— Déjame ayudarte, por lo menos que esta sea la última vez. ¡Además ya te vi completamente desnuda!
Mina se detuvo sintiéndose avergonzada, había olvidado por completo que la chica frente a ella la conocía de pies a cabeza, y viceversa. Tragó saliva y fue soltando el agarre.
— Joder. — Escuchó reír a la coreana y negó. — Eunha, no quiero que... — Las delicadas manos de la menor subieron hasta posarse en sus hombros.
— Por esta vez. — Rogó, y Mina se odió por no poder negarse.
Había todo un torbellino en el estómago de la japonesa, ¿estaba traicionando a Nayeon? No estaba pasando nada fuera de lo normal, y tampoco permitiría que pasara. Su mirada se encontró con la de Eunha cuando dejó caer la blanca bata al suelo, para su sorpresa, no se sintió cohibida por mostrarse sólo en ropa interior.
— ¿Cómo es? — Preguntó cortando el silencio que se había generado.
— ¿Hm? ¿El qué?
— Vivir con... ya sabes. — Su mirada se desvió hasta la entrepierna de la mayor, la cual se cubrió con ambas manos rápidamente.
— Hey, mi cara está arriba. — Eunha soltó una risita acercándose a la mayor, impidiendo que esta pudiera colocarse la ropa que Jeongyeon había traído. — ¿Qué estás...— Su palabras fueron cortadas por los labios de la menor.
La azabache acarició la nuca de Mina, enredando sus dedos en el cabello de esta.
—
Jeongyeon se sentó cruzándose de brazos y piernas mirando caminar de un lado a otro a Nayeon.
— ¿Cuánto se demora una persona en colocarse una estúpida pijama?
La rubia rió.
— ¿Por qué no lo averiguas tú? Tal vez ya terminaron y nosotras seguimos esperando como tontas.
— ¡Tienes razón!
— Shhh. — Una enfermera que por ahí pasaba calló a una alterada Nayeon.
— Lo siento, lo siento. — Compartió miradas con Jeongyeon quien se encogió de hombros y asintió.— ¿No me acompañas?
— Prefiero volver a la habitación. — Prefería evitarse el drama, mejor dicho. — Tengo mucho trabajo por delante, ¿se lo dices de mi parte? — La mayor asintió y vio alejarse a la rubia de ahí con una sonrisa.
Nayeon se acercó a la puerta y giró el pomo, por alguna razón sentía su corazón alborotado.
Sintió claramente cómo su pecho recibía un punzante dolor al encontrarse con una Mina semidesnuda cerca a Eunha, y si eso no era suficiente, la de cabellos cortos se había atrevido a envilecer los labios de su japonesa. Porque, de una u otra forma, confiaba en la pelirroja y estaba segura que ella no pudo haber buscado eso, sin embargo, ¿por qué no la apartaba? Le dolía mirarlo. Sólo quería acercarse y gritarle a Eunha que ella estaba lejos de poder reclamar como suyos los labios de Mina.
— ¡Ah! Lo siento, no quise interrumpir. — Las dos chicas se separaron de golpe.
La pelirroja limpió sus labios y frunció el entrecejo, no habían pasado ni diez segundos de ese torpe contacto pero se sintió aliviada al separarse de Eunha.
— Lo siento, Minari, no quise...
— Será mejor que te retires. — La de cabellos cortos asintió sin oponerse y caminó hasta la puerta, rozando ligeramente su hombro con el de Nayeon, antes de salir sonrió victoriosa al haber conseguido lo que tanto deseó desde la última vez que tuvo oportunidad de saborear esos suaves labios. — Nayeon, no es lo que tú...
— Lo sé. — La castaña sintió el clic de la puerta y caminó en silencio hasta posarse frente a Mina. — Tú no lo iniciaste, ¿verdad? — La menor negó. — Pero si yo no hubiese entrado, ¿la habrías alejado?
— Me tomó por sorpresa, y sí, por supuesto que la habría alejado. — Debía aceptar que la tranquila actitud de Nayeon le estaba poniendo los vellos de punta... o quizá, sólo era el frío que recibía su descubierto cuerpo.
Mina amplió los ojos al recordar las condiciones en las que estaba y se giró a toda dirección en busca de su ropa, al hallarla no tardó en vestirse a la velocidad de la luz.
— ¿Cómo te sientes ahora? — Cuestionó.
— ¿Yo? — Ignorando el frío, su nariz congestionada, su cuerpo débil y sus ojos hinchados por el lagrimeo, estaba "perfecta", pero eso pasaba a segundo plano por la expresión dolida y triste de Nayeon. — Me siento mejor.
— Entonces te veo mañana.
Mina se aproximó hasta la castaña deteniéndola antes de que abandonara su habitación, sus brazos abrazaron celosamente la cintura de la mayor.
— ¿Estamos bien? — Cuestionó, preocupada.
— ¿Por qué no lo estaríamos?
— Por... ya sabes, juro que no quise que eso pasara.
Nayeon se esforzó por no sonreír ante el tierno puchero que la menor le ofrecía sin darse cuenta, tímidamente sus manos subieron hasta los hombros ajenos y así envolver el cuello de esta. Se acercó lo suficiente para rozar los labios contrarios, provocando a Mina y dejándola con ganas de más. Rió cuando se alejó y vio a la pelirroja con los ojos cerrados y sus labios abultados.
— Yah. — Se quejó al escucharla. — Eso no es justo.
— No me gusta.
— ¿Qué no te gusta?
Negó y juntó sus labios con los de Mina; el beso pasó de ser tímido y tierno a uno más profundo cuando su lengua buscó ingresar a la cavidad bucal de la pelirroja, quien no dudó en darle acceso. Sus lenguas tuvieron un placentero encuentro, y las manos de la castaña se enredaron en el sedoso cabello de la menor, tratando de acercarla más, de sentirla más, disfrutando, deleitándose con cada rincón que empezaba a conocer en cada beso o caricia que compartían.
Al separarse por la falta de oxígeno Mina la observaba con una sonrisa.
— No me gusta que tus labios tengan el sabor de Eunha. — Admitió.
— ¿Estás celosa? — La pelirroja arqueó sus cejas divertida, sin embargo, su sonrisa desapareció dos segundos después. Una corriente eléctrica recorrió su cuerpo hasta su entrepierna cuando la lengua de Nayeon delineó su labio inferior. Esa simple acción había despertado algo en ella.
— ¿No es notorio?
— A-ah. Sí, e-eso creo. — Balbuceó tratando de alejarse pero Nayeon se lo impidió.
La mayor avanzó, obligando a retroceder a Mina, quien terminó sentada al borde del colchón con el peso de Nayeon sobre sus muslos; estaba callada y por primera vez, nerviosa. Nunca se había cohibido tanto cuando se trataba de estar cerca a una mujer, pero ese momento era diferente; la mirada, respiración y sonrisa que la castaña tenía no eran comunes.
— Deberías ver tu cara. — Se burló y, "accidentalmente" su trasero rozó el miembro de Mina.
— ¡Nayeon!
— ¿Qué? — Preguntó fingiendo inocencia y encogiéndose de hombros, cuánto quería burlarse del pálido rostro de Mina, bajó su mirada hasta los holgados pantalones que tenía como pijama y sonrió notando la erección que estaba tratando de ocultar la pelirroja.
— Nada. — Habló en voz baja a la vez que llevaba sus manos a las caderas de la mayor, cerrando sus ojos cuando los labios de esta dejaban un camino de besos desde su barbilla hasta su cuello. Tragó saliva al sentir los dientes de la mayor encajarse en su piel.
Nayeon se separó y observó con orgullo la marca rojiza que había dejado en la blanquecina piel de Mina, su sentido común le decía que estaba actuando como una ¿novia? No sabía cómo denominarse porque aún no había escuchado a la pelirroja preguntar si deseaba serlo, ¿entonces qué eran? Soltó un suspiro. Sea como sea, se estaba comportando como una niña celosa incapaz de ver a otras personas cerca de su preciada japonesa. Fuera de eso, su lado irracional le pedía a gritos dejar en evidencia con esas pequeñas marcas que Mina ahora estaba con ella, que se habían elegido mutuamente y que nadie además de ella podía besarla o tocarla; no pudiendo soportar la idea de que ya había estado con otras personas.
— ¿Nayeon? — La japonesa interrumpió sus pensamientos y la hizo volver a la realidad. — ¿Estás bien?
— Mina... ¿No te molesta?
— ¿Eh?
— Que tú y yo todavía no hemos tenido nada de... eso.
Mina rió al comprenderla, por fin descubría la razón del comportamiento de la mayor.
— No estoy contigo sólo para conseguir una noche de sexo como lo fue con otras chicas. — Las cejas de Nayeon se alzaron sorprendida. — Oh, uhm, sonó mal, ¿verdad? — Su mano acunó la mejilla izquierda de la mayor, viendo como esta cerraba los ojos y luego escondía el rostro en la curvatura de su cuello. — Es decir, Nayeon, yo no te quiero para una noche, yo te quiero para... bueno, para todo lo que me alcance mi absurda y aburrida vida. — La escuchó reír y sus dedos acariciaron el cabello castaño. — Si tú, de aquí a cinco años recién estarías dispuesta a estar conmigo de esa forma, lo esperaría.
Nayeon volvió a levantar su cabeza y la miró entornando los ojos. — Eso es mucho tiempo, para ti y para mí. — Ambas rieron asintiendo mutuamente. — Dudo de tu capacidad de aguantar cinco años sin sexo.
Mina quiso refutar pero sólo atino a quedarse con los labios entreabiertos y su índice al aire; nada, esa mujer tenía gran razón.
— Cállate, Im.
La castaña sonrió y se inclinó dando un fugaz beso a los labios ajenos.
— Y nada de besos desde ahora.
— ¿Qué? Debes estar de co... ¡ah! — La mano de Nayeon había atrapado su oreja y jalado sin ninguna pizca de delicadeza. — Ya entendí, nada de groserías. Pero, ¿por qué no?
— Porque eso sólo puedo dárselos a mi novia y no veo a mi novia aquí, ¿tú lo eres, huh?
— Yo... supuse que era obvio.
— Exacto. — Nayeon se levantó de las piernas de Mina y posó sus manos a cada lado de su cintura.— Uno no sólo "supone", cariño.
— Oh, por favor. — La menor se levantó con la intención de volver a acercarse a Nayeon, pero esta se lo impidió extendiendo su brazo para evitar que la abrazara. — ¿Hablas en serio?
— Sí, y ya debo de irme, ya es tarde y debo dormir. Así que piénsatelo bien, Myoui.
— Apenas son las siete... — No pudo detener a Nayeon que caminó radiante hasta la puerta y antes de salir le envió un beso con la palma de su mano.
— Buenas noches, Minari.
Salió de la habitación dejando a una pelirroja con una sonrisa de oreja a oreja.
«Me va a volver loca.»
—
Ya llegué, perras.jpg
Al fin llegué a este capítulo. Siento no publicarlo ayer, tuve problemas técnicos.
Ahora sí, bais, espero les guste.
Ahora sí trataré de hacerlos más largos, estos están muy cortitos.
Una Mina en busca del pack de su coneja.
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