Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

34.


"Creo que estoy perdiendo la cabeza...

Te necesito ahora, ahora mismo..."


Después de que los dos nos cambiamos de ropa. No, corrección, después de que los tres nos cambiamos de ropa de mojada a seca.

La conversación en que las emociones eran lo único que hablaba por los dos se convirtió en solo palabras. Y que palabras, más que en gritos.

—¿Por qué sigues haciéndote daño cuando me descuido? —Él fue el que comenzó esta vez la discusión.

O cómo a mí me gusta llamarla, un simple intercambio cultural de palabras.

—Es que se me cayó un arete en la alberca. —Contesté serena.

—¿Un arete? —Pregunto entrecerrando los ojos mucho, tanto que casi no veía sus ojos en sus agujeros.

Aquello me hizo reír. A él no.

—Sí, mi favorito. Y cómo es mi favorito no lo iba a dejar que se perdiera.

—Yo te puedo comprar un millar igual a esos. Solo tienes que pedirlo.

—No es por eso, son mis favoritos desde que los compré, fueron lo primero que me compré con mi sueldo de asistente y no los iba a perder por ningún motivo. —De acuerdo, mentí un poco, pero aunque me sentí mal por ello no iba a dejar que usará eso como una excusa para salirse con la suya en la conversación.

Era mi puto arete y no importaba si valía dos pesos o cientos de miles, si yo lo quería él no podría restarle importancia.

—¿Así que solo saltaste a la alberca con toda tu ropa puesta por un arete? —Asentí— estás loca de remate.

—Además para eso te tengo a ti siempre. —Traté de acercarme, pero él me aparto está vez— Para que me salves siempre que lo necesité.

Él lanzo un quejido frustrado, pero aún así me rodea con su saco negro y me sube a sus brazos para llevarme adentro de su habitación.

Todo este tiempo habíamos estado discutiendo de camino a la biblioteca.

—Vamos admítelo tu vida sin mí sería muy aburrida. Soy lo mejor que te ha pasado.

—No tienes ni idea. —Dice él sin que ella lo escuché mientras se mete en la habitación.

Se lleva ambas manos a la cabeza y con sus dedos repasa su cabello. El gesto no le gusta a ella, le recuerda a cuándo era niña y se jalaba el cabello cuándo algo no le salía como le gustaba.

Ella se acercó y le paso los brazos por debajo de las axilas, para rodearlo en un gran abrazo.

Pase lo que pase no quiero que si esto debe terminar hoy, sea de esta manera.

—No puedo convencerte de que te quedes ¿verdad? —Dice él sin esperanzas en su voz.

—No —digo sin remedio aceptando lo inevitable.

—Entonces te llevaré a tu casa yo mismo.

—No podemos ir solos, necesitamos ayuda para llevar el resto de mis cosas.

Odié admitir eso, soné como toda una mocosa presumida y rica que solo piensa en bienes materiales. Si pensé en irme como llegué, con solo mis cosas.

Las mías y nada más, todo lo que él me había dado lo dejaría atrás con él.

Pero entonces me di cuenta de que sospecharía sobre eso.

—No te preocupes le pediré a uno de tus guardias que nos acompañé.

—¿Y Dimitry?

—Está ocupado en estos momentos para hacerlo.

—No será que no quiere verme porque está molesto conmigo por haberlo mojado.

—Por supuesto que no.

—¿Entonces?

—Ya te lo dije, está ocupado arreglando otro asunto.

Aquella respuesta no me convenció para nada, pero algo me decía que nada de lo que le dijera haría que él me contara más allá de eso.

—Bien.

Y después de eso me fui de la habitación, pero no sin recordarle que está misma tarde me iba.

—No tienes ni que recordármelo, lo llevó presente en mi cabeza desde que te dije que te amaba por primera vez.

Dijo él a la nada cuando ella había desaparecido por completo.


◄◄►►


—¿Podemos pasar por una tintorería de camino a mí casa?

Íbamos dentro de una de las camionetas que siempre Alexei usaba para trasladarse a todas partes, por supuesto siempre acompañados por al menos una docena de su personal.

Mis cosas descansaban en el porta equipaje. Y yo y el presidente íbamos en el fondo, cerca de ellas. No dijimos mucho mientras nos subíamos al auto, ni tampoco cuándo este arranco o cuándo salió por la calle de la casa.

Hasta que ya no podíamos guardarlo más.

—¿Para qué? —Saqué una bolsa blanca con el saco mojado del guardaespaldas Dimitry.

Era una pena que habláramos nada más para pelear en este día.

No era así como quería irme de su vida.

No está vez.

—Quiero devolvérselo cómo sé debe.

—Él pudo haberlo llevado también. —Gruñe el presidente. Está molesto, lo he notado.

—Yo lo mojé, fue mi culpa en un principio así que es justo que yo sea quién lo arregle.

—Bien —obedece a regañadientes e indica al chófer que nos llevé a la tintorería más cercana— también pudieron hacer eso en casa.

—Querrás decir, en tu casa.

Él no contestó está vez. Tal parece que lo que sea que le dijera yo él lo transformaría en rencor y enojo así que cerré la boca hasta que llegamos al lugar. Pensé que me dejaría bajar sola. Pero cuándo el guardaespaldas me ayudó a bajar de la camioneta, él ya estaba del otro lado esperándome.

No me di cuenta de cómo o cuándo paso. No me tomó de la mano como otras veces, pero espero pacientemente a que emprendiera el paso cuándo yo quisiera, yendo a mí ritmo y no al de él.

Cómo acostumbraba hacerlo siempre.

Me abrió la puerta y espero a que yo entrara para hacerlo él también. Si me lo preguntan ahora mismo, diría que él es mi guardaespaldas y no el hombre que entró detrás de nosotros al lugar.

Todo estaba yendo de maravilla hasta que llegó el momento de pagar. Antes había entregado no solo el saco del traje, sino todo el traje en sí para que lo lavaran y secarán apropiadamente.

Honestamente pensé que aquello haría que alguna expresión divertida o al menos una sonrisa media se le dibujará en la cara, así tal vez el enojo se le pasaría pronto al ver las prendas.

Porque, dime no te preguntas ¿cómo hice para quitarle esta ropa al guardaespaldas? ¿Cómo le convencí de dármela?

¿No?

Pues él no al parecer.

—¿Cuánto es? —Pregunté prevenida.

—Dos cientos pesos señorita —me doy la vuelta para sacar mi cartera. Pero él extiende un billete verde de doscientos y se adelanta a pagar.

Yo lo fulminó con la mirada. La señora está encantada así que pese a mis súplicas se cobra la deuda con el billete de Alexei.

Molesta le reclamó a lo que ella acepta devolver ese billete y esperar a que yo saqué uno de mi cartera para pagarle. Cuándo lo hago tal cómo Alexei está molesta, frustrada y no entiende que pasa realmente entre los tres.

Yo tampoco señora así que fórmese en la línea, a ver cuál de los dos lo averigua primero.

Me salgo corriendo del lugar llevándome el recibo en la mano y huyendo de él. De nuevo. Me subo al auto dando un portazo.

—¿Por qué actúas tan irracional? —Dice él abriendo la puerta de mi lado. Me he cruzado de brazos y me niego a hablarle hasta que vea lo que me ha hecho.

Ha estado molesto todo el día sin razón alguna o si la hay, ha decidido por mí al no decírmela.

—¿Yo actuó irracional? ¡Tú actúas así! —Grité sin bajarme de la camioneta.

—No, tú por qué actúas así.

—¿Así cómo...? —Advertí un poco con mi voz.

—Cómo loca. —Declaró él.

Casi se me cae la boca al escucharlo decir eso.

—Actuó cómo loca porque no te dejó pagar por un traje que yo mojé y arruiné. Tengo un trabajo, no ganó mucho pero es mío y puedo pagar dos cientos pesos de una lavada y secada, sencilla.

—No es a lo que me refiero.

—¿A qué te refieres entonces?

—Un minuto atrás estabas agradeciéndome por nuevamente salvar tu vida. Me dices que estoy en tu vida solo para salvarte siempre que lo necesites y ahora no me dejas pagar la estúpida tintorería. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué siempre me alejas? ¿Por qué nunca me dejas cuidarte y protegerte cómo quiero? ¡Por qué no te ha quedado claro que te amo! Qué estoy locamente e irremediablemente enamorado de ti. Eres la única persona que me importa en el mundo, ¿qué no sientes lo mismo? Cuándo me enfermé solo a ti te llamé, solo a ti te dejó que te acerques, pero cuando intento lo mismo contigo sales corriendo. Ya no sé qué creer, te he confiado mi corazón esperando que con el tiempo tú también me confíes el tuyo. Pero parece que es inútil.

Cuándo la gravedad ya no es la que te mantiene en la tierra sino él, es grave. ¿Entonces has perdido o has ganado algo?

No sé qué decir. Así que era esto lo que sé había estado guardando toda la tarde. Por lo que solo contraataco con lo que siempre he tenido al alcance de mi mano.

—Yo no necesitó que nadie me cuide, proteja o me salve.

—Sí, eso ya me ha quedado bastante claro.

Azota la puerta y con ella la cierra, el golpe me hace estremecer. Y una vez más tengo miedo.

De él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro