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33.


"Y si no me amas ahora...

Nunca me amarás de nuevo.

Todavía puedo oírte decir...

Nunca romperías la cadena"


El día anterior regresamos a la casa pasadas las siete de la noche, y aunque aún era temprano me encontré yendo directo y sin escalas hacia mi cama. Estaba agotada, tanto física como mentalmente por todos los acontecimientos de los últimos días.

Que de los últimos días, de las últimas semanas.

Todos esos sentimientos y recuerdos me dejaron fuera de combate.

Al día siguiente desperté con un gran apetito sola en la cama. La noche anterior le pedí al presidente espacio y sin protestar me dejó en la puerta de mi habitación con un simple beso en mi frente.

Agradecía la intimidad, pero más agradecía el gesto de dejarme decidir si quería ir hacia él o no. Dar espacio es importante en todas las relaciones, sobre todo si están son nuevas y son tormentosas como la nuestra.

No queda más por esconder entre los dos. Le amó, aunque no pueda decirlo en voz alta todavía, es eso lo que siento por él. Espero, rezo y pido a los cielos por tener el valor algún día para confesarle lo que siento de mi propia boca sin temer más a que me rompa cómo ya lo ha hecho antes.

Quiero pensar y sentirle por completo.

Compartir mi vida pasada y porque no, la futura también. Incluirle en mi rutina diaria, pasar tiempo con él y con mis hermanas. Ir a trabajar, comer, hacer llamadas, reír, atender gente en persona, solucionar conflictos, cenar, pensando siempre que si le llamó me hará sentir segura, feliz y amada y que en mis ratos de necesidad de amor estará para llenarlos.

Por la tarde, me he colocado cerca de la piscina exterior de la casa. Me llevé mi computadora personal para comenzar a meterme de lleno en mi trabajo. Ahora solo es cuestión de días para que mi regreso ocurra así que debo estar preparada y llenarme de aquello que tanto amó y me apasiona.

Sobre todo porque la espera una vez más me estaba volviendo loca.

Juego con el agua mientras hago llamadas, contesto correos y hago apuntes en mi agenda personal para citas programas dentro de una semana. Un lunes sería por fin mi regreso a la asociación y a mi vida como la conocía.

Aunque nada será igual en algunos aspectos, me alegra y reconforta saber que en otros sí. Vivo por la rutina, la simpleza de las cosas y lo que debe ser y es cómo se supone que sea.

Todos están contentos de que yo este animada y contenta, en la casa, mis hermanas y por supuesto en la oficina.

Al menos, en la oficina ya he tenido que contarle a una docena de personas sobre mi gran aventura siendo una chica enyesada de la mitad de su cuerpo. Inválida e imposibilitada, lo cual me ha hecho valorar aún más mi cuerpo y su constitución y me he prometido a mí misma que haré todo lo que esté al alcance de mis manos para cuidarle y mejorar mi salud física una vez que tenga la oportunidad.

Por mientras he comenzado llevando una dieta más saludable desde hoy. No más comida procesada, no más refrescos endulzados ni frituras.

El presidente nunca ha comido nada de eso y viendo la buena figura que tiene creo que lo mejor es seguir su ejemplo. Hablando de él, hoy ha estado tan de buen ánimo por la mañana que ha decidido ir a trabajar a su oficina.

Supongo que ahora que me han quitado el yeso de la pierna y sabe que hay más seguridad sobre mi cabeza puede irse en paz al mundo exterior, y si ese no es el caso, prefiero creerlo.

Porque si creo que él se va para tener tiempo lejos de mí no me gustará nada la idea.

Antes, en la mañana he hecho un par de llamadas a la casa. He ordenado también que desde el día de hoy me ayuden a llevar un par de mis pertenencias a mi casa y la que es mi habitación dentro de ella. El presidente me dio luz verde mediante un mensaje de texto no muy alentador.

Sé que no le hace gracia que este yéndome de su casa, esperaba tener más tiempo para quedarme. Pero no puedo postergarlo para siempre.

Debo guardar reposo un par de días más y aún después de eso me tomaré las cosas con calma, lo juro. Y solo por eso y por la promesa a todos y a él de que esto no es un adiós, sino un mientras tanto...

La verdad no sé ni cómo llamarlo yo.

Pero no es un adiós, eso está más que claro.

Que me han dejado mover mis cosas hasta mi casa...

Volveré, pienso y quiero hacerlo, solo que todavía no sé cómo decirle esto a él sin que se vuelva una pelea.

Ah... mi casa, extraño hasta los olores de aquella pequeña casa de dos habitaciones, un baño completo, sala/comedor y cocina. Extraño ver las fotografías mientras veo una película con mis hermanas, las tres hechas bolita en cobijas durante el invierno.

Extraño pelearnos por quién cocinara y quién lavara los platos. Porque la que cocina en casa no lava los platos, es regla general.

Mi teléfono suena regresándome a la realidad. El identificador de llamadas me dice que es Eurora quién llama.

—Hola...

—¿De verdad regresas hoy a casa? —Dice entre chillidos de felicidad.

—Sí, te llamo Damaris para decírtelo —cuando afirma del otro lado de la línea, me molesto un poco— Oh Dios, yo quería llamarte para darte la sorpresa.

—Lo siento, pero debes perdonarla. La verdad es que se le ha salido casi sin querer. Llamó para pedirme mis llaves porque uno de los guardaespaldas iría a la casa a dejar unas cosas y no tienes la tuya porque te fuiste a vivir ahí después que saliste del hospital.

Ah sí, se me olvidaba eso.

No pensé en pedir la llave de mi casa para poder meter mis cosas de nuevo en ella.

Había olvidado que en esa casa no hay mayordomo ni chofer y mucho menos guardaespaldas. Como dije antes, el cambio iba a ser muy difícil para mí, el acostumbrarme a de nuevo tener que hacer todas las cosas solas.

Viajar en taxis, preparar mis propias comidas y las de mis hermanas, mover, limpiar y comprar comida en el supermercado sola.

—Lo siento, supongo que me olvidé de ese pequeño detalle sin querer.

—Está bien, entiendo lo mucho que te acostumbraste a esa vida.

Pero esa vida no es mía.

—Pero esa vida no es mía.

Me regañé mentalmente por haber bajado esa barrera sin querer. Las comodidades cómo esas para una chica cómo yo que no tiene para pagarlas por si sola pueden ser muy peligrosas.

Jugaba ahora con mis pies mientras caminaba por los bordes de la piscina y con una de mis manos libres jalaba, doblada y masajeaba mi oreja libre también. Todo ese movimiento hizo que uno de mis aretes favoritos cayera hasta la piscina.

—Oh no... —Miré como el pequeño objeto cayó hacia el agua sin poder evitarlo— debo colgar hermana, he hecho una de las mías de nuevo.

—¿Ahora qué hiciste?

Me encogí de hombros por el regaño ligero de mi hermana, me agaché lentamente teniendo cuidado de no resbalar con la poca agua que se lograba salir de los bordes de la piscina.

—Uno de mis aretes favoritos ha caído en la piscina. Debo entrar a buscarlo.

—¿Los qué te dio mamá?

—Sí —me acerqué lo más que pude al borde de la piscina y observé como de lejos, de puntillas cómo el agua no sé movía y no sé le veía profundo a aquel espacio en el suelo, por ello decidí meterme— voy a por él, luego te cuento lo que pase después...

—Está bien, pero un paso a la vez, debes tener cuidado recuerda que aún no puedes hacer mucho esfuerzo con tu pierna.

—Claro.

No muy lejos de mí estaban unas escaleras para acceder a ese lado de la piscina. Caminé lentamente y aunque no llevaba un bañador me metí poco a poco, pisando con extremo cuidado uno a uno los escalones.

Estaban algo resbalosos y el agua estaba fría, pero no iba a dejar que mi arete favorito fuera tragado y perdido en uno de esos filtros de la piscina. De lejos pude ver como los filtros se abrían y cerraban en las esquinas para dejar entrar toda clase de hojas, o bichos que podrían caer en el lugar.

Y aunque nunca antes había visto a uno ni a otro, no descartaba que pudiera ocurrir.

La sola idea de ver a un animal de esos me desconcentro un poco y casi resbalé.

—Tranquila Ada, con cuidado.

Afiance mi agarre al barandal de la escalera para evitar caerme, el agua antes de sumergirme en la amplia piscina me llegaba cerca del cuello, que para mí altura de uno con sesenta y dos estaba bien.

Muchas otras veces antes me he sumergido en lo más profundo de una piscina sin tener problemas, soy una nadadora excelente así que eso no me preocupa. Mis piernas siempre me han mantenido en pie, no importa cuán lastimadas estén. Por eso, respire hondo y me sumergí lo más profundo que pude.

Normalmente cuando nado llevó lentes especiales para ver claro debajo del agua, pero ahora no tenía ningunos a la mano ni bañador por no decir que me ganó la desesperación de volver a ver mi preciado objeto de nuevo conmigo.

Por eso me metí con todo y ropa, si me quite los zapatos. Eran unas zapatillas baratas y sencillas de color morado opaco y de vestir llevaba un vestido rosa palo liso y con un poco de vuelo en la parte de abajo, me movía y sé movía conmigo.

Era cómodo y bonito, además de femenino y hacía notar mis curvas sin resaltarlas demasiado.

Por eso me lo puse para andar en la casa, lo cierto es que también estaba cansada de andar siempre sin maquillaje y de andar en pijamas todo el tiempo, por una vez quería sentirme bonita antes de irme.

Al no encontrar nada de lejos decidí acércame más, estaba a nada de tocar el suelo cuando comencé a sentir que el aire sé me acaba así que emprendí mi regreso a la superficie. Nunca he sido descuidada, siempre conozco mis límites y los sigo y respeto.

Nunca omito tampoco los peligros de mi cabeza, pienso las cosas dos veces con la cabeza fría y de manera calmada hasta que pueda tomar una decisión racional y salir bien librada.

Pero no podía perder ese arete, por eso ignoré la presión de mí mismo cuerpo, de mi pecho y de mis pulmones más de una vez que me dijo que ya no tenía suficiente oxígeno y era hora de regresar a por más.

Casi estaba saliendo, estiré mis piernas pero estas no lograron encontrar suelo firme. No lo alcanzaba, Oh Dios... eso quiere decir que sin duda alguna la piscina es demasiado profunda para mí y que sí me pongo de pie no lograré sacar la cabeza completa para tomar aire.

El pánico se apodera de mi cuerpo, haciendo que abra la boca sin darme cuenta y con ello se salga el poco aire que tenía para ayudarme a respirar debajo del agua, se salga.

Me llevó las manos a la boca y el cuello, estiró las piernas y trato de luchar con mis últimos intentos. Pero mi pierna aún no recuperada no quiere colaborar, en realidad me amenaza con ceder ante la presión del agua.

Cuando me he metido en ese lugar, busqué por todos lados a personas en mis alrededores, pedí que me dejarán sola a los pocos que hubieran para tener privacidad al hablar, pero siempre podría haber un rezagado por ahí.

Por eso, tuve cuidado de que nadie me viera entrar en ella.

Oh no, esto es... moriré ahogada.

Grito, lucho, pateo... dentro del agua.

Trato con ello al menos de que si no puedo ser escuchada por alguien, al menos vean el movimiento fuera, en la superficie del agua y con ello adivinen que alguien necesita ayuda.

Mis ojos se cierran, mi pecho se siente pesado y mis pulmones comienzan a llenarse de agua que entra por mi boca. Traté de mantenerla cerrada pero no pude, traté de producir mi propio oxígeno o de buscar dentro de mi boca por algún residuo que pudo quedar antes.

Pero ahí no había nada.

Era una lucha sin esperanza alguna.

Como de ser rescatada. Cerré los ojos en espera que lo inevitable sucediera, pero poco después de hacerlo dos manos me rodearon por la cintura y me jalaron. Quizás es mi madre, o un ángel llevándome al reino de los cielos con mis padres y seres queridos que tanto me esperan por fin.

Al fin.

Paz, con ellos de mi lado.

Dos pares de brazos me ayudan a salir de la piscina, dos hombres que me quieren y apoyan siempre se han puesto a colaborar para salvarme una vez más la vida. Abrí los ojos cuando fui recostada en el suelo del patio.

—Ada, regresa por favor regresa —no me había ido aún, escuchaba toda la conmoción que se daba a mí alrededor.

Manos masculinas presionadas una y otra vez en mi pecho, sacar el agua que me tragué era su propósito.

Quizás soy demasiado dramática para describir la escena, quizás los detalles que mencionó no son los adecuados para lo que puede estar pasando realmente. Pero es que en todo lo que puedo pensar es en las despedidas de mi vida.

Cómo mis padres se fueron de este mundo, cómo mis amigos y familiares me dieron la espalda aún cuándo me quedé sin nada. Ni siquiera la ropa que llevaba ese día sé me permitió conservar, o sacar mucho de la que fue mi hogar. De la noche a la mañana mis hermanas y yo estábamos despidiéndonos de toda la vida cómo la conocíamos.

Muchas veces he rezado y espero al despertarme que todo allá sido una cruel pesadilla. En la que al despertar, mis padres estén esperando cómo cada mañana para llevarme a mis hermanas y a mí a la escuela y Eurora a la guardería dónde usualmente la dejaban hasta pasadas las cuatro de la tarde y por la que íbamos más tarde todos juntos.

Lo cierto es que cada día con mis padres era una aventura, constante y loca. Caótica algunas veces, histérica en la que los gritos de felicidad no paraban sobre todo en fines de semana en dónde todos estábamos dentro de la casa y con ello el caos reinaba, por eso los gritos.

Extraño tanto eso.

Porque incluso en esos momentos de monotonía brillaba la alegría. No cómo ahora, me presionan el pecho con ambas manos, sé que es para tratar de sacar el agua de mis pulmones y me gritan que vuelva.

Y yo sé que este no es mi momento, y que dé he volver. Pero por ahora solo quiero disfrutar casi llegar al otro lado, casi tener las puertas del cielo para mí. Un solo paso y estaría con mis padres si me dejó llevar.

Pero no es lo correcto.

Porque muchas veces lo correcto es difícil.

Y a veces lo más difícil de hacer y lo correcto son lo mismo. De hacer. Cómo ahora. Por eso dejó de pelear y sacó el agua que llevó dentro de mis pulmones.

El impacto del agua al salir de mí hace que me sienta en el suelo frío de baldosas que rodea a la piscina exterior de la casa.

—Adanary —Alexei me lleva a sus brazos y me estrecha. El contacto me hace entrar en calor y recordar de dónde es que me he ido.

Molesta e incómoda y mojada le separó rápidamente de mi cuerpo. Él me mira confundido sin hacer nada.

Sé queda con los brazos suspendidos en el aire cómo se los he dejado al separarme. Me siento derecha, enderezo mi espalda lo que permite que el buen aire entre en mis pulmones que antes se sentían pesados y muriendo con esa agua clorificada entrando desesperada por mi garganta.

No había sentido el miedo de casi morir ahogada desde que tenía siete años, pero nunca nada es cómo lo recuerdas en tus pesadillas hasta que esas pesadillas se vuelven realidad.

Cuando me sentí mejor hablé, gente se había aglomerado cerca de mí. Sé que no lo han podido evitar pero aquello me molesta porque es lo primero que no debes hacer. Antes estaba casi muerta con los pulmones hasta el límite y más de agua por lo que ahora necesitaba todo el aire que me pudiera llegar por la nariz y de todas partes y si me lo bloqueaban con personas no me recuperaría pronto.

Y lo peor es que de nuevo sería la damisela en peligro a los ojos de todas estas personas.

Y yo odiaba eso.

—Necesito espacio y aire.

Dije cómo pude.

Alexei lo entendió de inmediato y ordenó con la mano a las personas preocupadas que sé fueran, conformándose con escuchar esas pocas palabras de mi boca para saber que estaba viva, bien y en una pieza.

¿Cuándo es que dejaré de meterme en problemas?

Estoy cansada de ser salvada por otros más que por mí misma.

Giré mi rostro aún confundido hacía Alexei y hacia el guardaespaldas que me sacó del agua, con su ayuda estaba viva, aunque no quería estarlo una vez que lo acepté.

Pero eso no se los iba a decir nunca.

Decir que me había dado por vencida después de intentarlo demasiado por tanto tiempo, no solo bajo el agua sino en la vida. Admitir que ya no quería vivir, jamás.

Menos por mí misma. Seré descubierta en muchas otras cosas, pero en eso no. Por ello, me tragué lo que sentía, el enojo y esa rabia que me acompañaba a todas partes y les agradecí a los dos.

—Gracias por ayudarme —Dimitry sonrió pero no estaba feliz. Algo dentro de su mirada me dijo que veía dentro de los míos.

¿Tan poco tiempo que habíamos pasados juntos y ya teníamos esta conexión? ¿Cómo era posible que me conociera mejor que mí misma? No tenía ni idea de cómo es que me descuide tanto para bajar la guardia y dejarle entrar en este terco y cerrado corazón mío.

Alexei por otro lado intento acercarse pero yo no le dejé, levanté una mano en el aire y de nuevo se quedó con los brazos extendidos en el aire.

Pensé una y mil veces en lo fuerte que tendría que ser para no caer de nuevo en él y quedar atrapada en esa gravedad que nos unía al otro. Pensé que sería fuerte y que el amor que le tenía ya se había extinguido. Pensé que los años no pesaban, pensé que había cambiado, que podía ser otra persona para él y para mí.

Que le amaba, que le perdonaba y que me perdonaba a mí misma por encima de los errores ya cometidos.

Que el pasado era el pasado. Pero nunca es así. Sino sacas los sentimientos de ti misma, ellos te pudren como la fruta si la dejas fuera del refrigerador sin comerla, porque para eso es. Y lo peor no es el olor que deja, o la mancha en la mesa sino que tú no te sientes bien después.

Nunca vuelves a ser la misma persona de antes al guardar tus emociones, pero toma esto en cuenta cómo una persona que lo ha hecho antes. Tarde o temprano estas te explotaran en la cara como bombas de tiempo.

Por eso, hice lo que hice a continuación. Ahora yo me acerqué a sus brazos, él aún estaba mojado y yo también.

—Te dije que seguiría metiéndome en problemas para que siempre pudieras rescatarme. —Murmuré contra su pecho.

—Sí, lo hiciste. —Dijo contra mi cabeza, apoye mi cabeza en el espacio entre su cuello y hombro y descanse en él por última vez.

Quizás lo supe todo este tiempo. Que lo que nos pasaría siempre era la inevitable despedida. Pero hay algunas despedidas que son necesarias de lo contrario nada nuevo puedo comenzar.

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