26.
"Él sabía que no duraría para siempre.
Ella se adelantaba por un tiempo..."
Cuando entramos a mi habitación ese día lo único en lo que puedo pensar es que la impaciencia nos ha hecho mucho daño a los dos. Los años, tanto como el tiempo nos han dado incontables oportunidades de vernos y encontrarnos en el tiempo y el espacio.
Pero jamás coincidimos.
Sin embargo, por alguna extraña razón. El destino nos ha hecho ir hacía el otro en este tiempo.
Orbitando al lado del otro sin que podamos evitarlo. O estar demasiado tiempo lejos del otro.
Nos besamos una, dos veces, tres hasta que pierdo la cuenta de cuantas veces sus labios han tocado los míos en lo que va de los pocos minutos que hemos estado solos en mi habitación. Nada más ha pasado, solo estamos besándonos incontables veces y hasta que el oxígeno no nos parece importante.
No sé cuánto ha pasado exactamente.
Para mí son años, desde que le vi por primera vez.
Desde que le dije que le amaba al viento, porque jamás pensé en decírselo en su cara. Como ahora, le tengo tan cerca que puedo ver como su pecho luce agitado, luchando por respirar mientras me besa desenfrenadamente.
Quiero detenerme, quiero poner freno, pero mi corazón esta vez es el que conspira en mi contra y pone una barrera a mi pensamiento razonable para que no pueda hacerlo.
Lucho, pienso y rezo que esto no llegué a más. Que él no quiera más de mí después de esto porque no sé cuánto tiempo pueda estar así, fingiendo que no sé el final que el destino nos tiene.
Porque siempre estuve segura de dos cosas desde que lo conocí, del inicio y del final.
Y rezo y pido a los cielos que no tengan más sorpresas para los dos.
Dormimos juntos esa noche, así como las siguientes. No es que nos hemos mudado juntos, no es que esto sea más. No es que lo digamos, pero lo sentimos. Sabemos que el tiempo se agota. Es casi la hora de terminar con algo que estuvo destinado al fracaso.
Los días pasan y los disfrutamos como podemos, como nos viene en gana. Reímos a montones, comemos juntos y nos contamos a casi todo.
Él va a la oficina, yo paso mi tiempo leyendo, pintando y planeando para cuándo regresé a mi propia oficina. He comenzado a tomar decisiones con respecto a ese último tema.
El presidente no quiere que asuma responsabilidades antes de tiempo, se la pasa diciéndome sin parar que ellos no me merecen, me ha dado este discurso que en cualquier lugar que ponga mi seguridad en último lugar no me merece. Le he explicado hasta el cansancio que no es de esa manera pero él lo ve así.
Sobre todo después de que le conté un par de casos que he tenido a mí cargo.
—¿Cómo pudieron dejar que eso pasará? ¿Así es cómo te hiciste esa cicatriz en la mano? —Él estaba asustado a más no poder, pero yo veía la cicatriz en forma de L en la palma de mi mano derecha como un triunfo.
Estaba muy orgullosa ya que aunque el caso fue difícil de llevar por ambas partes (más que nada por parte del hombre, que se negaba a darle el divorcio a su esposa) al final termino bien.
—Oh quieres parar, te diré como tú me respondiste con lo de la herida de bala. Déjalo estar, no pasó nada.
—¿Cómo que no pasó anda? ¡Te hicieron daño!
—Eso pasa cuando cumples con tu deber —dije sonriendo.
¿Por qué? Porque mi trabajo era peligroso algunas veces, pero me gustaba por eso.
Si no lo fuera, no tendría chiste. Sería aburrido y monótono y yo no soy así.
No podría estar en un lugar detrás de un escritorio, contestando llamadas y archivando papeles por toda una vida. Lo intenté antes, no me fue mal y era verdaderamente buena en ello pero no por eso me quedaría en un lugar así.
No entré en esta profesión para quedarme sentada, callada y verme bonita.
No soy esa clase de chica y nunca lo seré.
—¿No tienen seguridad? ¿Cómo pudo pasar eso?
—Por supuesto que la tenemos —contesté tratando de sonar serena.
Aunque sinceramente sus preguntas y su actitud me estaban comenzando a sacar de quicio. Ya tenía otras dos personas en mi vida para preocuparse por mí.
Y nunca antes, ni ellas que me conocían y confiaban en mis habilidades de combate me tenían tan poca fe como él.
—Pues no lo parece, pudiste salir mucho más lastimada que eso —tomó mi mano en las suyas y la guardó dentro. La apretó ligeramente y luego la liberó para llevársela a la boca y depositar un beso en la cicatriz.
Eso me enterneció pero también me molesto.
El saber que el hombre que yo amaba me veía como una débil florecita de la ciudad, una princesa que necesita ser rescatada, protegida y salvada todo el tiempo no me gusto.
Para nada.
Aparte mi mano de su toque y cercanía.
Di dos pasos lejos de él, para hacerme valer.
—No soy una flor delicada, métetelo bien en la cabeza Marroquín. No necesito que ni tú ni nadie me proteja.
—Lo sé. Pero es todo lo que quiero hacer. —Contestó resignado.
Él no quería hacerla sentir frágil, sabía que ella odiaba verse de esa manera ante cualquier persona. Y odiaba aún más la palabra. Por eso ya no sé ofrecía a cargarla en sus brazos, a menos que ella estuviera dormida y tuviera que llevarla hasta su cama.
O en el caso de que ella sé lo pidiera, él lo haría sin dudarlo.
Se lo dejó en claro de todas maneras con palabras.
La chica se dio la vuelta, pero cambio de opinión rápidamente. Fue hacia él y su boca tan rápido que apenas y le dio tiempo al hombre de tomar aire y de abrir los brazos para recibirla dentro de ellos.
¿Cómo puedes extrañar a una persona aún cuando la tienes entre tus brazos, a pocos centímetros de tu rostro, mientras le besas como si en ello se te fuera la vida?
◄◄►►
Estamos sentados en el borde de la piscina, no podemos entrar en ella por obvias razones, aún así le he prometido a Ada que en cuánto ella se reponga haremos una fiesta para ella y nuestros amigos.
Tampoco le he dicho, que yo no tengo muchos amigos.
Aunque ella sé ha dado cuenta con solo mirarme.
Me ha dicho:
—No te preocupes, de eso ya me encargo ya.
Y con ello sé que estoy en buenas manos, porque ella es luz a dónde sea que va. Atrae miradas por su belleza tanto como por su carisma a intelecto. Lo que sale de su boca es tan importante como lo que sale de su corazón.
Y sé que si ella me consigue amigos será una gran hazaña que hasta mis hermanos se pelearían por ver.
Por ello sé lo digo.
—¿De verdad crees eso?
—Sí, lo creo. Si ellos pueden hacer algo para hacerme sentir menos lo harán sin dudarlo.
—¿Por qué lo dices?
—Ya te lo he dicho, crecimos apartados, casi no tenemos vínculo de hermanos por lo que poco nos importan los sentimientos del otro. Somos prácticamente unos desconocidos para los otros. No compartimos nada entre nosotros y somos muy competitivos.
—No creo eso, por el simple hecho de llevar la misma sangre ya comparten algo.
—Ahora yo no creo eso. Apenas podemos soportarnos en reuniones de negocios.
—¿Cómo...? ¿No tienen reuniones familiares? —Él niega con la cabeza— ni en navidad?
—No. —Contesta él secamente.
Tiene la mirada fija en un punto en la pared de la habitación exterior de la piscina. Así ella no puede ver cuánto le afecta aquello dentro de sus ojos como siempre ella lo hace.
—Yo creo que no podría vivir así, si una de las cosas que más extraño es precisamente eso.
—¿Qué...?
—Las fiestas y reuniones familiares, esas convivencias dónde todos nos queríamos y respetábamos. Nos daba felicidad ver al otro solo por verlo. Poco o mucho tiempo... —La chica dejó salir un suspiro sin querer.
Parecía que sé había perdido en un recuerdo, o en un mar de ellos.
—¿Lo extrañas?
—Por supuesto, es hermoso ese tipo de conexión con tu familia y haberla perdido casi me mata.
—¿Por qué ellos no están en tu vida?
—Supongo que porque no quieren.
—Ellos se lo pierden. —Él gira la cabeza por unos segundos para poderle ver bien. Pero al terminar aquellas palabras regresa su mirada a la nada.
—Damaris dice lo mismo.
—Pues tiene toda la razón, si yo tuviera la oportunidad de tener a tus hermanas y a ti en mi familia jamás las dejaría ir.
Aquello me hizo sonreír, por esas palabras llevé mis labios a su mejilla derecha.
—¿Y eso por qué fue?
—Por tan bonitas palabras para mis hermanas y para mí.
—Hablo en serio.
—Yo también.
Los dos nos quedamos en silencio por un par de minutos después de eso. Porque él abrió su corazón a mí un poco, siendo un tema tan delicado hablar de la familia para él, yo decidí hacer lo mismo.
—¿Sabes una cosa? Yo no estaba destinada a vivir tanto. —Agaché la cabeza al decir esas palabras en mi cabeza, después de unos segundos salieron por mi boca— Yo iba de la mano de mi padre el día que se dio el accidente y es a mí a quien debió de haber atropellado ese auto. Ese conductor ebrio debió de haberme matado a mí aquel día. Pero mi madre reaccionó a tiempo y me jalo, se puso ella en mí lugar y con ello me salvo la vida. Me dio una oportunidad que no pedí, pero me la dio de todas maneras. Y desde ese día vivo con el miedo de no hacerla valer lo suficiente. De no dar tanto cómo ella quería de mí, cómo ella lo esperaba de mí. Y también estoy molesta con ella por haberse arriesgado tanto cuándo yo no quería que lo hiciera. Yo solo quería que se quedara conmigo, a mí lado, siendo mi madre.
Al terminar mi rostro estaba cubierto de lágrimas. Y él estaba rodeándome con ambos brazos.
Probándome que aún hoy, dolía demasiado el pasado.
—Hey... mírame, por favor... —Él hizo que le mirara de frente, levanto con una mano mi rostro desde el mentón y con la otra sostuvo mi espalda, como si está fuera de cristal y se fuera a romper si liberaba su agarre— No todos tienen la suerte de tener una segunda oportunidad en la vida. Tú me enseñaste eso.
Y luego él sonrió.
—¿Ah sí?
—Sí —contesto seguro.
Hay un poema que recientemente descubrí en un programa de televisión coreano. Y me parece apropiado mencionarlo ahora porque es así como me siento.
"Mírame, estoy bien, incluso si tropiezo y caigo. Me levantaré de nuevo, mírame, mira de cerca, cuanto más intentes vencerme, más te romperás, soy como una piedra que se fortalece..."
Siempre he tenido miedo de caer, pero especialmente de no volver a levantarme. Sobre todo porque caer no siempre garantiza que cuando te recuperes lo hagas bien, del todo, o completa.
Dicen que cuándo amas a alguien le das pedazos de ti aun sin saberlo, pasa sin que te des cuenta, sin que lo puedas evitar también, pero no por eso debe dar miedo caer.
Siempre he tenido miedo de la gravedad cuando estoy cerca de él. Sentía que cuando más me acercaba mayor era la probabilidad de ser jalada a él y a su caos. Quizás todo este tiempo Dios y el universo han estado tratando de hacer eso precisamente.
—Te quiero.
—¿Qué has dicho? —Confiesa sorprendido.
—No volveré a repetirlo, si lo has escuchado está bien y si no me dolerá pero lo dejaré ir —como antes, a ti.
Como una y mil veces lo he hecho ya desde que te amé la primera vez.
—Lo escuché. —Declara al fin.
—Bien —me seco las lágrimas restantes del rostro con una mano y con la otra me separo de él.
Me levanto del borde de la piscina dónde estábamos sentados.
Aunque es invierno la piscina luce llena y brillosa, es luminosa reflejando la preciosa luna del mes de Noviembre. Los rayos de la misma bailan alegres entre las líneas casi invisibles del agua en la piscina. Recordándome un momento feliz con mis padres.
—Yo también te quiero Ada —dijo el contra mi espalda— sé que ha sido difícil para ti declarar algo cómo eso, también sé que no eres de las que necesita decir muchas cosas para transmitirlas con sus acciones, y por eso estoy agradecido de que aunque fuera difícil para ti me lo hayas dicho en voz alta, al menos por esta vez.
—Qué bueno, porque no sé cuándo se pueda volver a repetirlo.
—Lo tengo bien presente, por eso atesoraré lo que me has dicho ahora para siempre —él deja escapar un suspiro, se pasea por el lugar un poco hasta que llega a mí y se queda viéndome fijamente a los ojos sin moverse de su lugar, impidiendo mi salida del lugar— la primera vez que me dijiste que me querías.
Para mí, el decir "te quiero" no es lo mismo que decir "te amo", así como no es lo mismo decir "me gustas". Son pasos en una relación que por más anticuados que se vean no convienen saltarse.
Siempre he creído que para que una relación funcione cómo se debe, debes seguir ciertos pasos.
Por ejemplo, tomaré el ejemplo de mis padres en su relación, por muy corta que está fuera o durara es el ejemplo más sólido sobre el amor sano que tengo.
Ellos no se enamoraron a primera vista, sin embargo eso no hizo menos genuino sus sentimientos por el otro. Se conocieron en un caluroso día de verano. Mi padre decía que aunque mi madre no lo admitiera si se enamoraron a primera vista.
Yo aplaudo y apoyo esa creencia.
Debido a que yo creo en ello.
Pero mi madre era una cínica de corazón. No aceptaba esa creencia de amar a una persona por encima de todo y todos. Al menos no hasta que decidió aceptar el amor de mi padre.
Su camino no fue nada fácil, mi padre tuvo que pasar por mucho para ganarse su corazón. Tuvo que hacerle creer hasta en lo imposible, para ella eso era el amor. Ella no creía en lo que no podía ver. Sobre todo porque venía de una familia rota como la mía.
Aunque su situación era bastante diferente a la mía. Sus padres no estaban casados cuándo la tuvieron y por lo mismo ella fue burlada y señalada hasta que lo hicieron oficial. No es que mis abuelos no sé hayan querido.
Es que recordemos que mi abuela era una refugiada de Corea en México. Se fue huyendo de una situación difícil y precaria en su país. Claro que Corea no es lo mismo que es ahora. Toda una potencia mundial en ascenso en sus diferentes sectores en los que son los líderes absolutos.
Debido a esa situación ella no podría contraer matrimonio hasta no hacerse una ciudadana mexicana oficial. Sobre todo porque su país le pedía renunciar a su nacionalidad y a sus derechos de nacimiento como ciudadana de Corea.
Si ahora son estrictos con sus leyes y obligaciones, antes lo eran más. Poco después de los cinco años de mi madre, a mi abuela le fue otorgada la nacionalidad mexicana bajo licencia de matrimonio. No lo supe hasta años después pero la razón por la que ese mandato se tardó tanto en ser liberado fue porque mi abuela no quería renunciar a todo lo que tenía allá.
Después de todo ese era el único hogar que había conocido por toda una vida. Además parte de su familia estaba en ese país todavía. Obviamente no quería renunciar a todo eso.
Pero al final lo hizo, por amor.
El amor nos vuelve locos, nos hace cometer estupideces que muchas veces no son justificadas y que muchos de nosotros no haríamos. Y esto lo digo por experiencia propia.
Porque he cometido hasta ahora muchas locuras por amor...
Al día siguiente, en el desayuno el ambiente era más ligero que de costumbre.
—Buenos días señorita —Dimitry está en el comedor, del otro lado de la mesa esperando a que yo me acerqué lo suficiente como para acomodar la silla para mí.
El presidente no está en el desayuno el día de hoy. Por lo que sé salió muy temprano a su oficina y no regresará hasta muy tarde este mismo día.
—Buenos días Dimitry, ¿sabes a qué hora regresara el Presidente hoy?
—No lo sé señorita, pero puedo preguntarle si gusta por usted.
Y entonces caí en cuenta de que hasta este momento nos habíamos besado, declarado nuestros sentimientos en más de una ocasión y no teníamos nuestro número personal de celular.
Me parecía algo estúpido y hasta irónico considerando nuestra reciente cercanía e intimidad con el otro. Y definitivamente era algo que debía de corregirse de inmediato.
—O puedo hacerlo yo misma.
—¿Disculpé? —El guardaespaldas me observo impaciente por conocer mi respuesta a su pregunta.
—Dimitry, me puedes dar el número de celular del presidente. Deseo contactarlo yo misma desde ahora y en delante.
—¿Segura señorita? Yo puedo hacerlo por usted, no es ninguna molestia —toda esa ceremonia, me hizo pensar que realmente el presidente se podría molestar por este gesto simple.
Para mí esto era necesario, pero para él quizás era pasarse demasiado de la raya imaginaria, cayendo demasiado en lo personal.
Y vaya si yo sabía sobre eso, porque yo misma había puesto una línea sobre algunas cosas que no le diría sobre mi vida y persona. Quizás esto es igual para él.
—¿Crees qué se moleste si lo contacto yo?
—Sinceramente no sé cómo lo podría llegar a tomar Ada.
Me quedé sentada sin moverme unos segundos, pensando, razonando y sopesando mis opciones.
—¿Y si probamos algo nuevo, por esta vez?
El guardaespaldas observo cómo la chica se volvía toda luz cuándo le sonreía para convencerle de seguir sus actos.
—Por supuesto.
Por ello, accedió de inmediato. Más que nada porque desde que ella había llegado a la casa, aquellas palabras sobre probar algo nuevo habían cobrado un nuevo significado en la casa, incluso se pronunciaban a menudo cuándo se referían a ella en alguna conversación.
Todos y cada uno de los miembros de la casa lo sabían. Para todos, ella era su única esperanza y salvación.
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