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22.


"Tenemos una conexión a la que no te puedes resistir..."


Hemos comido, ahora vamos por el postre. Sirvieron uno más de mis favoritos de toda la vida. Pastel de chocolate alemán.

—Has hecho bien la tarea Alexei —junte mis manos para darle un par de aplausos.

—Gracias. —Presume él vanagloriándose por mi reconocimiento.

—¿Quién te ha dicho eso?

—¿Qué?

—Qué ese era mi favorito.

—Tú hermana menor.

—Ah ya... —Rodee un poco los ojos.

—¿Qué ha sido eso? —Dice entre risas, estaba tomando un poco de agua de su vaso y por poco al verme la escupe toda sobre la mesa. Cuando le veo, me rio pero después le pasó mi servilleta de tela para que se limpie.

La acepta con gusto y sin dejar de sonreír.

En serio, a mí me duele la cara solo de verle hacer eso.

—¿Estás bien? —Él se limpia casi todo el líquido de la cara y de la camisa, pero como no sé puede ver se deja un poco cerca de las mejillas.

Él asiente sin dejar de verme.

Aquello me molesta por lo que me levantó de la silla, él no se mueve de su asiento porque no sé ha dado cuenta de lo que está pasando. Me acerco a él, tomó la servilleta blanca en mi mano derecha y libre de la muleta.

Ahora solo las uso para caminar, colocó una en mi axila y la dejó estar para mantener el equilibrio.

—Te ha faltado aquí —señalo sin tocarle, pasó la servilleta mientras lo hago por él. Me toma del brazo libre para que no me caiga. Afianza su agarre un poco colocando el otro brazo por detrás de mi cintura.

Estamos muy cerca, tanto que le puedo sentir, ver como su corazón y su pecho se acelera. Sus latidos se hacen más y más rápido a medida que pasan los segundos y yo no me muevo.

He terminado de limpiarle, pero no me muevo.

Seguimos muy cerca.

Trago saliva a duras penas.

—Ada...

Yo...

Debo

Irme

De

Aquí...

—No puedo respirar... —Digo sin pensarlo. Y es cierto, no siento que lo esté haciendo, quizás es porque él esta tan cerca de mí que también puede ver que mi pulso se ha acelerado.

Qué mi corazón y mi cuerpo están gritando que se acerqué y terminé con mi miseria, que me haga caer rendida con toda la gravedad...

Colocó ambas manos en su cuello para no caerme, él está sentado en la mesa todavía pero no deja de mirarme de frente. Mis muletas caen al suelo sin que me importe.

Bésame, bésame ahora que puedes, qué quiero y qué no pondré resistencia...

Bésame ahora que no puedo pensar nada más que en ti... y en mí...

—¿Quieres bailar?

Pero en su lugar dice eso.

—¿Qué...?

—¿Qué si quieres bailar?

—Pero si no hay música aquí.

—Eso lo puedo solucionar fácilmente... —Hace un ademan con su mano y una melodía comienza a sonar el fondo.

Sé que quién la canta, sé lo quiere decir con ella.

—¿Vamos? —Me tiende la mano para levantarme. La tomó y nos movemos.

Me caí en el camino como todos los demás...

Te odio, te odio, te odio pero sólo estaba bromeando...

Empiezo a reemplazar cada momento nuestro...

Porque ahora que sé han ido, todo lo que escucho son las palabras que necesitaba decir...

—Pero... —Me detengo antes de siquiera comenzar a moverme. O de levantarme de dónde estaba.

—¿Qué pasa?

—Es que no puedo bailar por mí misma así —señalo mi pierna.

—No pasa nada, puedes subirte a mis pies. Yo te guiaré.

—¿Qué?

Me toma por la cintura y me mueve hasta dónde está él. Caigo en sus pies sin querer. Me detengo un poco y le miró hacia arriba.

—¿Te he hecho daño? —Sé que mi bota es más pesada de lo normal por sí sola, ahora lo es más con el peso añadido de mi pie, el yeso y la bota especial para protegerla.

Aunque debo reconocer que cuando me la han puesto me he sentido como Bella Swan en Crepúsculo.

—No, tú nunca.

Oh yo podría hacerlo...

Yo debería hacerlo está vez...

Pero no lo haré...

¿Por qué no lo haré?

—¿Estás bien? —Levanta mi cabeza, que se ha agachado sin darme cuenta, me quedé viendo a su pecho fijamente.

—Eso creo —digo soltando aire que no sabía que estaba conteniendo.


Así que, antes de que te vayas...

¿Había algo que podría haber dicho?

¿Para hacer latir mejor tu corazón?

Si tan sólo hubiera sabido que tenías la tormenta para alcanzar la calma...

Así que, antes de que te vayas...

¿Había algo que podría haber dicho para que todo dejara de doler?

Me mata cómo tu mente puede hacerte sentir tan inútil...

Así que, antes de que te vayas...


—Sabes creo que soy yo el que debe pedir disculpas ahora.

—¿Por qué?

—Por la manera en que trate cuándo te conocí, cómo un número más, cómo un problema que había que resolver, cómo un estorbo del que había que deshacerse —esa palabra "estorbo" me dolió— nunca debí de haberte gritado, ni de hacerte sentir tan mal, no era mi intención o al menos no lo es ahora. Espero que un día puedas perdonarme por mis errores del pasado y hacer nuevas esperanzas conmigo en el futuro...

Tomó mi barbilla con una mano y con la otra se movió hasta el nacimiento de mi cabello en la nuca. No llevaba el cabello suelto. Pero seguía viéndose bonito, no llevaba más que un listón en forma de moño que María colocó ahí por mí al terminar de peinarme.

Pero al ver mi rostro su sonrisa se esfumo. Comprendió tan rápido cómo siempre que pasó.

—Yo lo siento... —Quise irme, quise correr de él y de mis sentimientos, quizás debí de hacerlo, pero no me moví de mi lugar a su lado— no quise usar esa palabra, no era mi intención...

—Está bien —confesé resignada, era la verdad, yo era un estorbo en su vida. Ahora si quise irme, pero él no me dejó. Afianzo un agarre desde mi cintura lo que me impedía moverme o irme.

—No, no lo está. Tú nunca has sido ni serás eso para mí. Adanary, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

—Yo... —Debo decirle, debo hacer que él sepa.

Pero las palabras no me salen de la boca, ni siquiera las puedo formular en mis labios.

Nunca fue el momento adecuado, cada vez que llamabas...

Fue poco a poco hasta que no hubo nada,

Empiezo a reproducir cada momento nuestro...

Pero todo lo que puedo pensar es en ver esa mirada en tu cara...

—Ada...

Se acercó más y más con el paso de los segundos. Sé me fue el alma a los pies cuando yo hice lo mismo, cuando mis ojos se cerraron ante los suyos. Esperando tocar el cielo al sentir sus labios rojos en los míos.

He soñado miles de veces con este momento. El momento en que por fin dejamos de ser pasado y somos presentes.

Los dos caemos hacía el otro, jalados solo por la gravedad... orbitando al lado del otro, cómo siempre he creído que es nuestro papel en esta tierra.

Uno al otro. Movemos nuestros labios, invitamos a nuestras bocas en un baile que sé que hasta ahora no sabíamos que se había pospuesto tanto.

—He soñado tanto con este momento. —Una vez que nos separamos es él quien habla primero.

No tanto como yo, nunca tanto como yo...

Asiento y sonrió.

—Sabes creo que sí no te hubieras lastimado no creo que nunca me hubieras dejado estar tan cerca tuyo.

—Tienes razón —ella entierra su cabeza en su pecho.

Las noches son más cortas después de un beso cómo ese, después de aquella comida, después de esa cercanía. O al menos lo son dentro de mi cabeza, dónde los sueños sobre los dos están abriéndose paso hacía la realidad gracias a aquel movimiento.

Sin embargo, la batalla contra el pasado vs el presente y las posibilidades del futuro no me dejan estar en paz.

Me persiguen cuando él me lleva de regreso a mi habitación, esta vez en sus brazos. Sintiendo cómo en el camino por aquellos pasillos que conozco tan bien su corazón y el mío están en paz porque se han encontrado en el espacio y el tiempo.

A pesar de la historia.

No negaré el miedo que siento, los vellos de todo mi cuerpo se han erizado desde aquel beso.

Me da miedo la apertura que se creó en el tiempo con el beso. Me da miedo que esta vez no resulté. He esperado tanto por un nosotros, que ahora que tengo la posibilidad en mis manos, no me la creo.

Él se detiene en la puerta de la habitación, esperando por algo más. No dice nada pero no deja de verme de frente. Claro sin olvidar el hecho de que su altura y la mía hacen que eso sea un escenario interesante de ser y el retrato se vuelve hasta cómico.

—¿Cuánto mides Alexei?

—¿Por qué la pregunta Ada?

—Curiosidad.

—La curiosidad mató al gato.

—Si no me lo dices tú lo averiguaré por otros medios.

Me rio, y él también. Porque ambos sabemos que lo puedo lograr. Sé que es raro pero esta sensación nunca la había experimentado antes.

Saber que una persona, del sexo masculino te conoce y respeta como un ser pensante, se enorgullece de tus logros y de tu inteligencia. Lo valora y alaba.

Siempre quise saber cómo sería sentir esto, ahora lo sé.

—Cerca de uno ochenta, poco más. ¿Y tú?

—Eso no se le pregunta a una dama jamás, ¿qué tu madre no te lo enseñó cuando eras niño? Es cómo preguntar la edad a una mujer, no sé hace... —Esperaba a que él continuara riéndose conmigo, pero no lo hizo.

En cambio su aspecto fue serio.

—¿Qué he dicho malo?

—No es eso. Es que... —El hombre no sabe qué hacer, se siente en un predicamento, por un lado le ha abierto a esta chica su vida y parte de su corazón, pero esta parte... nunca la ha compartido con nadie. Ni siquiera se atreve a decirla en voz alta en sus pensamientos por temor a que sea realidad si lo hace.

—Si tú eres sincero conmigo, yo lo seré contigo —la chica se acerca a él, le toma la mano izquierda y la aprieta levemente.

Con ese simple movimiento él sabe que no tiene porque tener miedo sobre esto. Están destinado a estar juntos y secretos y dolores cómo estos los harán débiles si los esconden del otro.

—Aunque no lo creas yo no fui criado por mi madre —el rostro de la chica reflejo preocupación, en él— no pase mucho tiempo con ella mientras crecía.

—¿Por qué?

—Porque así se cría a un niño Marroquín.

—¡Qué idea tan absurda! Los niños necesitan amor, comprensión y cuidado constante, eso está probado desde siempre.

Él baja la cabeza por los recuerdos. Recuerdos amargos que siempre ha querido tener ocultos. Porque pesan, porque duelen demasiado.

—Oye... —La chica alcanza con una mano su cabeza, con la otra aprieta su mano para que él la vea— no todos tenemos buena suerte de nacer en una buena familia, que nos amé, nos cuidé y valoré pero si estamos obligados a dar amor a las siguientes generaciones. Todo ese amor que no nos dieron, por eso la vida siempre pone buenas personas en nuestro camino, si eres bueno, lo tendrás.

—¿Y si eres malo? —Él no quiso decirlo, pero si lo pensó.

Cómo yo... ¿Me amarías?

—Nunca nadie es tan malo como parece.

Él estaba recargado en la pared de su habitación, por ello le fue fácil llevar nuevamente sus labios a los de ella y envolverse en un beso casto y fugaz.

—¿Y eso por qué fue?

—¿Quién eres tú? —Dijo él con una gran sonrisa dibujada en sus labios.

—Adanary, ¿y tú Alexei?

Él mismo se había hecho esa pregunta millones de veces. ¿Quién era él? ¿Solo era un Marroquín más en su familia? ¿Era un empresario? ¿Un hombre roto y vacío? ¿Un ser cruel y despiadado?

¿O era el hombre que Adanary tanto necesitaba? ¿El qué tanto había buscado? ¿Y el que haría lo que sea por verla feliz, todos y cada uno de los días de su vida?

Está vez, Alexei quiso ser todo lo último.

La chica se dejó ir hasta él y lo abrazo sin pensarlo demasiado, parecía que esto era lo que él estaba necesitando ahora y aunque ella no lo admitiera. También ella.

—Es hora de dormir. —Declaró él triste por la inevitable separación que sé venía.

La extrañaba aún teniéndola ahí mismo entre sus brazos.

—Lo sé —miró a su rostro, y sonrió complacido por averiguar que ella también se había puesto triste por eso.

Por encima de su hombro uno de los guardias del nuevo turno de la noche le hizo una señal, en busca de su aprobación. Preguntaba con solo una mirada si él y los demás guardias que siempre custodiaban la puerta de la Señorita Montes debían mantener todavía su distancia.

Él levanto un poco la cabeza, eso llamó la atención de Ada.

Mientras caminaban hacia su cuarto, ella vio como él los despacho a todos sin decir palabra. Solo movió ligeramente la cabeza y ellos tomaron distancia para darles privacidad.

—No quiero. —Declaro él.

—Yo tampoco, pero debemos dormir.

—También podríamos dormir juntos, si quieres.

—Ya pasamos una noche juntos y ahora las quieres todas.

—Sí, todas, contigo.

—Muy gracioso, eso no pasará —dice ella tambaleándose un poco para separarse de él. Él permanece con una sonrisa aún cuando su petición ha sido rechazada y por dentro esta triste por el hecho.

Pero lo entiende.

Adanary no es cómo cualquier mujer, en realidad ella no es cómo nadie que conozca él.

Quizás si otra mujer hubiera sido la que estaba ahora en su corazón, ella hubiera saltado de alegría por aquella propuesta. No es que antes él no hubiera tenido sus conquistas, y varias mujeres en su cama cómo para no saber qué pasaría si una mujer y un hombre cómo él estuvieran en una misma cama en la noche.

Pero no era por eso que quería estar con ella, aunque fuera difícil de creer.

Él solo quería dormir.

Porque con ella, dormía. Realmente dormía en paz, cómo nunca, cómo pocas veces en su vida. Ella le daba la paz y esa luz a su corazón que ni soñando habría jurado tener.

—Está bien, lo entiendo. Ha sido demasiado para un día.

—Exacto —dijo ella aun sonriendo.

Se alejo un par de pasos más de él por si acaso. En esta ocasión la distancia podría ser buena para los dos.

—Buenas noches Señorita Montes.

—Buenas noches Señor Marroquín.

Y luego él se fue.

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