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13.


"Todo porque me gusto un chico..."


Esta vez, por alguna razón yo debía de saber esto. No sé porque querría hacerlo. Pero me lo dijeron de todas maneras.

El presidente tendría un viaje de negocios, por tres días, no lo vería en la casa.

Me acomodé en la cama, cubrí ambas piernas con el edredón y me recargue en el respaldo.

—¿No se va a dar un baño antes de dormir?

Honestamente olvidé esa pequeña parte.

—Lo había olvidado —me levanté de la cama, llevándome un poco del edredón con mi pierna lastimada, y por aquel gesto hice una mueca de dolor— ¡Oh Dios!

—Permítame... —María vino a mi rescate, cuidadosamente desenredo todo y me ayudo a acomodarme en la silla de ruedas— ya está, ¿mejor?

—Sí, muchas gracias —sonreí mientras entrabamos en el cuarto de baño, cerró la puerta tras de ella y antes de eso dije algo que ni yo misma comprendía— no sé dónde tengo la cabeza en estos momentos.

Y era cierto.

Ella lavo mi cabeza, me ayudo con mi pierna libre y remojo un poco de la que estaba cubierta de vendas y el yeso. Paso la esponja delicadamente por mi cuello, que a veces dolía, sobre todo cuando estaba mucho tiempo en una misma posición.

Pero ni aquel baño relajante pudo llevarse todos mis pensamientos.

Los recuerdos dolorosos no solo los llevaba dentro de lo profundo de mi mente, casi tatuados, y aunque a veces decía que los había dejado, que lo había superado ya.

Solo bastaba un momento como este para revivirlos, salían a la superficie siempre a raudales. Sin dejarme respirar algunas veces.

Otros días hacían que solo quisiera quedarme en cama, sin hacer nada. Me agotaba hasta ir a la cocina por un vaso de agua. Y cuando ocurría preocupaba a todos a mí alrededor.

Intentaban ayudarme, salir de la depresión de la que yo misma y el pasado me metían sin querer.

Me pedían salir a comer, a cenar, al cine. Amigos, mis hermanas y compañeros del trabajo. Pero cuando me sumía en esta tristeza nada ni nadie lograba traerme de regreso.

—¿No tiene más familia que sus hermanas?

—Así es.

—¿Ni tías, ni tíos? ¿O abuelos?

—Mi bisabuelo murió antes de que yo naciera. Mi bisabuela poco después. Luego mi abuelo murió tres años después de que nací y mi abuela materna dos meses antes de mis padres. Mi padre era huérfano e hijo único por lo que no tuve tíos o tías. Ni abuelos de su parte.

María lleva una toalla consigo para secarme el cabello una vez que salimos del baño.

Yo muevo sola la silla ahora.

Las ruedas giran al mismo tiempo que los vagos recuerdos de esos tiempos me inundan.

—Se debieron sentir muy solas, creciendo sin sus padres ni nadie que las cuidará.

—No estábamos solas, siempre nos tuvimos a nosotras. Y eso nunca se acabará, esa conexión entre las tres es para siempre.

Mi cara se contrajo en una especie de sonrisa media por esa afirmación.

—Por supuesto.

Me detengo cerca del peinador, ella toma entre sus manos el cepillo.

A mí siempre me ha gustado cepillar mi cabello mojado. Sé que está mal, pero me gusta hacerlo inmediatamente salgo de la ducha, ya que siempre se me enreda cuando se seca, se hace nudos en las puntas y luego es más difícil el cepillarlo.

Y eso no es aceptable para mí.

Me gusta controlar cada aspecto de mi cuerpo, y de mi vida.

Por ello cuando María vino con la toalla para secar un poco del exceso de agua que quedo en mi cabello, le aparte la mano y le pedí que me cepillara así en su lugar.

—No tuvo nunca nadie que la cuidará de esta forma. —María cepilla mi cabello teniendo cuidado de no jalar, solo desenredar.

—No, no la tuve. —No tenía caso admitir o mentir ahora.

Bajé la cabeza sintiéndome culpable, como si de alguna manera fuera eso mi culpa. Cómo si el universo estuviera diciéndome que yo no era digna de ser amada.


►►►


Detrás de la puerta del baño el presidente esperaba con el libro que antes había visto leer a la chica en su oficina.

Pensó que era una buena idea entrar en su cuarto justo antes de que ella se quedara dormida y dejárselo en la mesa de noche, como un regalo.

Pero ahora a él se le hacía poco dárselo, sobre todo usado y sacado de su misma biblioteca personal. Pensó que quizás debía de esforzarse más esta vez.

Pensó que ella merecía todo lo bueno en el mundo, todo el amor que nunca había tenido. Pero también pensó que él no era la persona correcta para dárselo.

Sintió miedo y se fue llevándose el libro en las manos.

Y con ello protegió su corazón. De nuevo.


►►►


—¿Cuándo dices qué se va el presidente?

—Está misma tarde sale su avión.

—Bueno entonces no tengo mucho tiempo, pásame mi bolsa de mano por favor Dimitry.

Él asiente, se mueve por la habitación buscando mi bolsa de mano. Que no es otra que una mochila de cuero falso, de plástico sintético pero muy parecido a cómo debe verse aquel material, todo porque nunca compraría un artículo de esa calidad.

Si puedes elegir el comprar artículos por los cuales un animal no haya sido mutilado, torturado o asesinado, elige hacerlo sin dudarlo. Ya llevaba en mi mente el peso de muchas vidas arruinadas, no necesitaba más de eso en ella.

Dimitry me pasa la bolsa y de ella saco una pequeña bolsita de color azul marino, cuadrada y cuyo contenido es secreto para cualquier hombre. Pero estoy segura de que cualquier mujer podrá identificarse con ella en nuestras bolsas.

Porque es algo sin lo que no puedes salir, siempre hay que estar listas. No importa en qué momento del mes estés.

No la abro por respeto a Dimitry, por eso le pido que se dé la vuelta para poder vaciar el contenido de la misma fuera sin que él la vea. Hay muchos hombres que podrían sentirse apenados por ello.

Por eso lo hago.

No digo que él lo sienta de esa manera, solo quiero evitarle la pena.

Cuando lo hace, vierto su contenido en otra sección de mi bolsa y una vez libre meto lo que tenía pensado dentro de la bolsa. Lo cual son un par de sobres de té.

—¿Cuántos días estará fuera?

—Tres, como máximo —dice sin verme. Meto dentro de la bolsilla seis sobres de té que tenía. Tres de manzanilla y tres de jengibre para que los pueda combinar y si alguna jaqueca aparece se los tomé de inmediato.

También puede hacerlo si quiere prevenirlas, pero ese consejo lo dejaré para cuando le dé la bolsilla.

—¡Listo! ¿Puedes llevarme a verle? —Me coloqué la bolsa entre las piernas, debajo de la cobija que siempre me colocaban ahí mismo y con mis brazos comencé a andar un poco, Dimitry como siempre tomó las agarraderas y siguió llevándome.

No te tardas tanto en llegar hasta su oficina, realmente está muy cerca de mi habitación y la suya. Que está del otro lado del pasillo, casi terminándolo. También muy poco alejada de la mía.

Cinco minutos después y varios saludos a todos los guardaespaldas que me he ido encontrándome en el camino estoy tocando su puerta.

Después de dos toques él mismo me abre la puerta y ayuda a llegar hasta más delante para hablarle. Casi, como si hubiera estado esperando todo este tiempo que viniera a verle.

—¿Señorita Montes qué la trae por aquí? —La formalidad me puso incómoda. Un poco molesta también.

Aquello debió de haberse reflejado en mi cara, porque él inmediatamente pregunto.

—¿Pasa algo?

—Nada —negué con la cabeza.

—¿Necesita algo?

—No. Solo le traje algo. —Descubrí un poco la manta para sacar la bolsilla multiusos que descansaba debajo de ella— tenga.

Dije seria.

Si él quería volver a las formalidades yo también podría hacerlo. Lo cual me hace pensar que quizás no debería de haberle dado esto en primer lugar.

Pero antes de que me dejara quitársela, o esconderla de nuevo, la toma de mis manos. Cuando lo hace me encojo dentro de mi silla. Me siento pequeña por el breve contacto que mis manos han tenido con las suyas.

Nunca voy a superar la electricidad que solo yo siento, solo de mi parte, al tocar un poco de él... solo una mano... pero la conexión está.

Mis sentimientos me abruman y me echo hacía atrás, arrepentida más que nunca de haber venido.

—¿Qué es?

—Le ayudará con las jaquecas, mézclelos y tómelos por la noche.

Y con eso me voy fuera de la habitación. Una vez en la puerta los guardias me ayudan a salir y cuando veo a Dimitry fuera lo evito.

—Señorita... —Dice detrás de mí tratando de seguirme el paso— ¿A dónde va?

—No me siga.

Contesté amargamente.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Pero que hay cuando no vuelves a ser tú misma. Cuando has perdido una parte de ti, tú esencia, esa inocencia que no sabías que necesitabas para vivir.

Y que ahora se ha ido.

Y que debido a él nunca podrás recuperar.

No sé porque le he sonreído antes, todas esas veces. Porque he sido buena con él cuando él no lo ha sido conmigo nunca. Todos esos gestos, todas esas atenciones son solo en automático para él.

Nada ha cambiado entre los dos.

Nada está naciendo.

No somos nada, nunca lo seremos. No puedo ceder ante un cerdo egoísta y cruel como él.

Giró la silla hacia afuera, he salido solo un poco de veces al jardín de la casa, Dimitry ni María me dejan hacerlo sola. Así que es bastante liberador poder hacerlo.

Las ruedas de la silla andan sin problema, lo que me cansa ahora mismo no es moverlas manualmente sino lo que siento por dentro. De todas maneras creo que debí de haber pedido una silla que tuviera esos controles y la puedes manejar tú sola sin problemas.

De esa manera no tendría que depender de nadie.

De María.

De Dimitry.

Ni del presidente.

La sola mención de ese título hace que el estómago se me revuelva. Lo que creí, lo que pensé que estaba pasando...

Cuando estás tan acostumbrada al dolor, solo pides que pare un día, deseas con todo tu corazón que las heridas dejen de sangran por los costados y que te dejen respirar un día.

A veces lo único que pides en la vida no es tan fácil de comprender. Yo no quiero que me salven, solo no quiero que nadie más me vuelva a llevar al fondo.

Aún a pesar de que sé que estoy siendo vigilada a dónde quiera que voy, comienzo a llorar controladamente.

Soy una tonta. Soy una estúpida por pensar que algo sería diferente está vez. ¿Por qué cuándo lo ha sido?

En cada oportunidad que he tenido de presentarme en su vida me ha despreciado y hecho menos y no me creo esa expresión seria y su comportamiento errático de un día sí y otro día no.

No me creo tampoco que no sé acuerde de nada. Está claro para mí como el agua limpia que mi rostro ha cambiado con el paso de los años. Y que de esa niña que era antes no queda nada.

Todo se fue el día que me amé a mí misma. Ese día que tolere por última vez sus estupideces, sus burlas, sus daños y los de su familia. Ese día dije que jamás volvería a sentir ese dolor.

Y lo he cumplido, no volví a dedicarle una sola lágrima, pensamiento o palabra de amor.

Hasta hoy.

Debería de irme a casa, al menos estaría bien, centrada en mis pensamientos cómo deberían de estar siempre. Y cómo no logran estarlo desde que llegué a su casa.

¿Por qué el tiempo no transcurre más rápido?

¿Por qué tiene que ser así, de esta manera tan turbulenta?

Me siento culpable y molesta, porque hace poco tiempo. No mucho antes del accidente se me ofreció la oportunidad de irme y no quise hacerlo, la rechace sin dudarlo. Si me hubiera ido, nada de esto hubiera pasado.

Así como jamás hubiese vuelto a verlo. En realidad no hay garantía de ello, ya que he comprobado por mi propio ojo que el mundo es demasiado pequeño y que la vida da tantas vueltas que un día lo tienes frente a ti mirándote como siempre esperaste que lo hiciera antes.

Nunca fue nuestro tiempo, de eso estoy convencida.

Pero me maldigo ahora mismo por haber creído que está vez era diferente, que sería diferente.

En esa ocasión no me fui por mis hermanas, tenía miedo que al irme el balance de nuestra vida, nuestra conexión y todo el trabajo que habíamos conseguido se fuera a la basura. No ha sido sencillo mantenernos en sintonía o unidas.

Pero ha valido la pena cada maldito segundo de ello.

Me seco las lágrimas y regreso a la casa sin decir nada. Cuando llegó a mi habitación parece que el presidente se ha ido. De la casa.

Qué bueno, qué le aproveché. Pienso con un pequeño nudo en la garganta.

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