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"Descubriendo" (1/2)

Con los Pines...

El primero en despertar, como la mayoría de las veces, fue Ray. Se quedó estático viendo por la ventana, admirando la belleza del cielo junto a los árboles que adornaban la tierra. Pudo distinguir a unas cuantas ardillas y uno que otro pájaro carpintero, también a un gnomo, por extraño que suene.

En sus manos tenía su confiable libreta, en la cual no dejaba de realizar anotaciones propias y dibujos extraordinarios. Respiró hondo y soltó un fuerte suspiro.

Bill no tardó en despertar.

—Maldito sueño y cansancio humano —se quejó mientras estiraba todo su cuerpo. Volteó a su lado izquierdo y encontró al chico sentado al lado de la ventana—. ¿Qué haces despierto tan temprano, mocoso? —preguntó levantándose de la cama.

—Mocoso es un término muy infantil, ¿no crees? Tal vez no me creas, pero no soy tan chico como piensas —comentó Ray para luego esbozar una sonrisa—. Respecto a tu pregunta, estoy observando el paisaje, es bellísimo; aunque no niego que se vería más espectacular desde un risco en particular.

—Ves eso todos los días, ¿qué tiene de especial?

—Los sentimientos que te afloran, eso lo hace especial. Tienes que profundizarte con el paisaje, saber que la naturaleza en sí es una pintura perfectamente elaborada. Muchos pintan paisajes con montañas y árboles porque no tienen esa oportunidad de verlo o simplemente fueron inspirados por ellos y desean que los demás tengan esa experiencia. Deberías darle una oportunidad.

Mostró su libreta y en ella estaba una réplica exacta del paisaje. Posterior a ello, la cerró y siguió admirando el entorno por medio de la ventana.

—Son puras tonterías, sigo sin comprender como es que... —Bill miró a través del cristal.

En ese momento, una ventisca había movido las hojas de los árboles, las colinas de fondo eran majestuosas y el sol daba el brillo suficiente para admirar todo a la perfección.

—Te gusta tanto esto.

—Eso es lo bueno de tener un cuerpo humano, comienzas a descubrir "los sentimientos y las emociones". Bienvenido a la humanidad, Bill.

Y con una gran sonrisa, Ray se levantó y se retiró de la habitación, no sin antes darle una palmada en la espalda.

Bill se quedó viendo un poco más por la ventana, hasta que terminó enfadado con quejas.

—¡Patrañas! —enojado, salió de la habitación. Se puso a pensar—. Debería existir una manera para que, en primera, pueda salir de este estúpido cuerpo y, en segunda, cometer una venganza en contra de esta familia —frunció el ceño.

—Buenos días, demonio...

Dipper había pasado a lado suyo con una cara de muy poco amigos y le dio un manotazo en la cabeza. Rio burlón y se dirigió al baño.

¡Cómo odio al pino! —gruñó.

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Janice respiraba la brisa del aire, este mismo era un poco frío a pesar de que se encontrara en pleno verano. Salió de aquella cabaña con una playera negra con un águila blanca en el medio.

Pues veamos a dónde nos lleva esto —soltó un suspiro y emprendió su camino en el sendero.

Se encontró con algunos animales en el bosque, algunas ardillas juguetonas y otros conejos curiosos. Una piña cayó a lado de ella, lo agarró y lo lanzó lejos con una sonrisa.

Nunca me había sentido tan bien —respiró hondo y exhaló.

Ya no había padres que la regañaran, estudios por los cuales preocuparse, amoríos pasados..., todo era tan simple como un borrón y cuenta nueva. Una nueva vida se asomaba por delante y estaba a punto de descubrirla.

Admiraba el cielo, en él se encontraban pájaros carpinteros tomando el vuelo, para luego descender sobre un árbol y comenzar a picotearlo.

Ojalá me quede aquí por siempre... —pensaba Janice mientras continuaba su caminata.

—Ya lo veremos, princesa..., ya lo veremos...

Una sombra se movió entre los árboles, la cual Janice no se percató de su presencia.

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—¿Se puede saber por qué siento como un vacío en el estómago acompañado de un ruido incesante? ¡Parece bestia gruñendo!

—Calma, Bill —rio Mabel—. Solo es hambre, es todo.

—Hambre, ¿eh? —la miró con la ceja levantada—. Bueno, ¡pues ya no lo soporto! ¡Desháganse de esta horrible sensación! —ordenó furioso dando un azote en la mesa que se encontraba.

—Bueno, para eso tendrás que esperar como hace la mayoría de la gente común y corriente —Dipper estaba sentado en el comedor burlándose de él.

Bill soltó un bufido ante eso.

—¿Esperar! ¡Esperar? —Bill se enfureció—. ¡Soy un ser poderoso! ¡Yo no espero! —Dipper rio con fuerza ante el berrinche de Bill.

—¡Tal vez lo eras antes! ¡Pero ahora ya ni eres la sombra de ti mismo! —se burló el castaño explotando en carcajadas.

—¡Cállate, maldición!

Se levantó y se abalanzó en contra de él; sin embargo, Ray pasó por allí y lo retuvo.

—¡Bill, detente!

—¡Se burló de mí, debe de pagar!

—¡Las cosas no se solucionan así!

De alguna forma, Bill se fue calmando y se volvió a sentar.

El verdadero sentimiento de su enfado provino por el miedo que le provocó Hans en su momento y el menosprecio tan humillante que propinó en su contra..., la mera verdad es que Bill sabía que ya no tenía las mismas capacidades de antes y quería sentirse superior ante alguien, aunque fuera.

—¡Esto no se quedará así, Pino! —se encogió en su asiento de brazos cruzados.

—De acuerdo..., ya que se calmó la situación, iré haciendo el desayuno.

Ray se dirigió a la cocina.

Por mientras, en el comedor se generaba una pequeña discusión.

—¿Por qué lo molestas? —susurró Mabel procurando que Bill no los escuchase.

—¿Por qué? Porque se lo merece, por eso lo hago, la verdadera pregunta aquí es, ¿por qué te importa eso?

—¿No lo ves? ¡Bill es humano! Ray y yo hablamos anoche y me dijo que era nuestra oportunidad de cambiarlo...

—¿Cambiarlo? —vaciló—. Debe ser un chiste, Bill no cambiará jamás.

—Yo no sé tú, Dipper, pero confío en lo que dice Ray. Estoy segura de que Bill puede cambiar.

—¿Y él quién es? ¿Un tipo de adivino? Es nuestro amigo, lo sé, pero él no ha vivido lo que nosotros en aquel verano...

—¿Quieren un poco de agua?

—¡Qué...? —Dipper se sobresaltó al tener a Ray detrás de él con dos vasos de agua en ambas manos.

—No, gracias —negó Dipper recobrando el sentido—. Espero que no me haya oído.

—¿Mabel?

—Gracias, Ray —tomó el vaso.

Ray se acercó a Bill y dejó el vaso frente a él.

—Bebe, Bill. Tu nuevo cuerpo necesita hidratarse.

—¿Para qué o qué? —cuestionó observando el agua con curiosidad y un poco de repulsión.

—Te lo explicaría, pero tendríamos que entrar a las ciencias de la biología y, según fuentes, tú sabes muchas cosas, así que quedaría de sobra mis largos argumentos.

—De acuerdo —con desgano, agarró su vaso y se empezó a tomar el agua—. Como odio este lugar y más ese chico que no conozco, ¿quién será? Siento como si lo conociera de toda mi vida —entrecerró los ojos viéndolo con sospecha.

Ray se retiró de nuevo hacia la cocina, aunque, antes de eso, Mabel lo miró y él correspondió con una sonrisa, la castaña no pudo evitar sonrojarse un poco. Luego de eso, estuvo más decidida. Se acercó a Dipper para murmurar.

—¿Por qué no lo llevamos a un lugar para divertirnos todos? Así, Bill podría aprender más.

—¿Sabes algo, Mabel? Haz lo que te plazca, pero a mí no me vas a involucrar con ese monstruo.

—Por favor, Dipper...

—No...

—¡Buenos días, familia! —salió Stan de forma habitual, con calzoncillos y una playera vieja.

Stanford por lo menos se puso decente.

—¡Tío, por favor! ¡Esta no es tu casa! —reclamó Dipper tapándose los ojos.

—¡Madre mía, Fez! ¡Te ves espantosamente horrible! —repuso Bill con asco.

—He causado peores impresiones —sin tomarles más importancia, se sentó en la mesa—..., entonces, ¿qué hay para desayunar?

—Estamos esperando a que Ray termine el desayuno —comentó Mabel de forma alegre.

—¿Tienen planeado hacer algo el día de hoy, niños? —cuestionó Ford tomando asiento a lado de su hermano.

—Pues, por ahora... —Dipper es interrumpido.

—¡Saldremos a explorar el bosque! ¡Cómo antes! ¡Y nos llevaremos a Bill!

—¿Qué! —exclamaron todos sorprendidos, a excepción de Ray, quien seguía en la cocina.

—¡Ni loco me aventuraría con mis archinémesis! —Bill se enfureció y los vio con ira.

—Bueno —Ford se rascó la nuca—... no sé qué quieras conseguir con eso, Mabel.

—Ray me lo recomendó anoche —ladeó su cabeza. Ford entonces reaccionó.

—En ese caso —de manera imperativa, señaló al rubio—. ¡Bill, debes ir con ellos!

—¿Y quién eres tú para mandarme cuatro ojos? —se levantó encarando al investigador.

—¡Solo alguien que pudo llevarte a un límite cercano a la muerte! ¡Así que irás quieras o no! —ambos fruncieron el ceño.

—¡El desayuno está listo!

Ray trajo una gran bandeja con huevos revueltos con queso fundido encima, acompañados de frijoles; además, los huevos contenían salchicha y jamón. En su otra mano traía algo de salsa y chiles.

—¡Gócense! —feliz, tomó asiento al lado izquierdo de Mabel.

La pelea se detuvo cuando ambos olieron el delicioso aroma que soltaba el desayuno.

—¡Wow! ¡Huele... exquisito! —Ford no tardó en olvidarse del tema y retomar asiento para desayunar.

—A mí se me antojaban unos panqueques como los de ayer —repuso Mabel.

—No te preocupes, con gusto te los hago —Ray se levantó.

—¡No es necesario! Solo decía... —se apenó.

— Hmmm —Ray alzó el dedo índice—..., tengo una idea, ¿qué te parece si tú y yo preparamos panqueques para todos?

—¿Para acompañar esto? ¡Genial! Y pensé que el día no podía mejorar: sin ruidos extraños matutinos, por fin una cama decente, un hogar limpio y ahora este desayuno, ¡no puedo pedir más! —argumentó Stanley con una inmensa sonrisa en el rostro.

—Bueno, veo que ya animaste más a mi tío, así que..., ¡está bien! Lo haré.

—¡Fantástico! Entonces, ¡vamos! —tomó la mano de Mabel y se dirigió a la cocina.

Ella sonrió nerviosa.

Me parece un poco extraño el comportamiento del tío Ford. Al principio no parecía convencido acerca de ir al Bosque con Bill, pero mi hermana menciona a Ray y cambia drásticamente su opinión. Algo no cuadra —Dipper miraba a su tío de manera sospechosa, mientras ingería bocado tras bocado del huevo que Ray preparó.

—¿Pasó algo, Dipper? —Ford notó la mirada de su sobrino.

—En lo absoluto, tío; aunque me gustaría hablar contigo más tarde.

—¡Claro! ¿Sobre qué? —comió un poco de su plato.

—Me gustaría que la conversación quedara entre los dos...

—¿De acuerdo...? —Ford entrecerró los ojos—. Creo que el muchacho sospecha algo...

—¿De qué tanto hablan ustedes dos!

—No te importa, Bill —respondió Dipper fríamente.

¡Cómo los odio!

Bill se cruzó de brazos y veía su comida con algo de curiosidad. Se animó a probarlo por el olor que soltaba. Al hacerlo, tomó un gran impulso hacia la comida devorándosela, le había encantado.

—¡Oigan! —señaló su plato que ya estaba vacío—. ¿Cómo es posible que esta cosa llamada comida provoque una sensación tan... placentera en mi lengua, además de soltar un calor por mi garganta y hacer una explosión de exquisitez dentro de mi estómago?

—Bill, deja de exagerar, ¿quieres? —Dipper seguía comiendo, mas no negaba que el desayuno, en efecto, estaba sumamente sabroso—. Ray tiene una buena sazón.

Es normal, Bill. Lástima que te acostumbras con el paso del tiempo —contestó Ford.

—Se llama "gusto", ente sabelotodo —dijo Stanley entre mordiscos.

—¿Acaso no te enseñaron modales? —Bill seguía viendo al anciano con asco.

—¿Qué cosa?

—No importa —rodó los ojos.

Mientras, Ray y Mabel pasaban un buen rato en la cocina.

—¡Qué lindo se ven! —la castaña observaba con dulzura el sartén.

—Sólo los preparo como me dijiste.

—Pero ¿cómo le hiciste para darles esas formas?

—Un cocinero tiene sus modos —le guiñó un ojo.

—Entonces eres uno muy bueno.

—¿En serio lo crees...? —la miró con cariño—. Pues, muchas gracias, Mabel —sonrió—. Aunque tú tampoco lo haces tan mal.

Mabel sonrió y lo abrazó.

—Gracias por esto, y..., ¿Ray?

—¿Sí?

—Sabes que tienes toda mi confianza...

Ray continuó con su sonrisa, sin embargo, fingió desconcertarse.

—¿Por qué lo dices?

—Por... por nada —se separó de él con una risilla nerviosa.

—Bueno —miró el sartén de nuevo—. Entonces, ¿si llevarán a Bill a explorar el bosque? Bill lo conoce muy bien, podría decirles cosas interesantes.

—Lo intento, pero Dipper no quiere ir —se desanimó.

—Tengo una idea —Ray le habló al oído.

—No suena tan mal... —Mabel sonrió de nuevo.

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