Las suavidad de las sábanas acaricia su piel, blanca como el azúcar, como la nieve, como la nube que surca el cielo con timidez.

Los mechones de chocolate se esparcen sin cuidado sobre la almohada, igual que sus brazos desparramados sobre el colchón.

Mina la observa en silencio con adoración bañando sus irises doradas. Su espalda choca contra la fría pared, sentada sobre una almohada que tomó del suelo, aquellas que debieron caer de la cama cuando ambas se lanzaron sobre la misma entre besos húmedos y toques subidos de tono.

La habitación se vió sumida en gemidos susurrados para evitar ser oídas, escondiendo el secreto entre cuatro paredes como únicas confidentes.

Besar a Ochako era como probar caramelo derretido, era ardiente y dolía, un dolor dulce como ningún otro. Duele el secreto guardado, y duele creer que ella se irá si todo se descubre.

Tocar su piel era refrescante como los caramelos de menta que se deshace entre la lengua y el paladar. Fría cuando la evita como si nada, fingiendo demencia, ignorando las caricias pasadas.

Las gotas caen en la ventana, ruedan sin control, y Mina las observa sin mayor expresión, porque sabe que Uravity se irá en cuanto despierte, mientras ella se queda ahí sola y algo triste.

No tiene razones para quejarse porque sabe que ella estará ahí, para abrirle la puerta cuando Ochako vuelva entre sonrisas juguetonas y mordidas de labios.

—Lo siento, Mina. Lamento no tener el valor de gritarle al mundo lo que siento por tí.

—No te preocupes, Ochako. No importa.

Pero si importaba, talvez demasiado, porque a Ashido le duele y aún así lo ignora, por verla sonriendo bajo el tacto de sus labios rojos, y las caricias de sus dedos rosas.

No diría nada que haga sentir mal a la dulce Uraraka.

—No puedes seguir así, Mina.

—Lo entiendo.

—Eso espero.

Uraraka se siente bien, pero Mina no, y llora entre los brazos de Sero, que acaricia los rizos de su mejor amiga entre consuelos y regaños que sabe tendrá que repetir de nuevo, y lágrimas que secará otra vez. Aunque Ashido caiga en el mismo bache una y mil veces más, ahí estará él, para ayudarle a levantarse.

La castaña se remueve entre las sábanas, y la pelirosa sólo cierra los puños con algo más de fuerza llenándose de valor para acabar con todo ese círculo vicioso.

—Buenos días, cariño.

Pinky cierra los ojos con fuerza antes de sonreír con cariño, se encamina hasta la cama sentándose junto a ella, le regala un sonoro beso en los mofletes sonrosados de la menor.

—Buenos días, dulzura.

Mina Ashido es débil con la dulce Uraraka Ochako.

🍡🍬🍧

A veces las acciones lastiman aunque no lo parezca, aunque no se haga con la intención de dañar, a veces es inevitable lastimar a las personas sin darse cuenta.

Y no lo sé, no tengo idea cómo los dulces terminó en esto pero la verdad me gustó bastante.

¡Bye!