8. Scarface
«La continencia sexual es compatible con la salud y la mejor prevención de las enfermedades venéreas; además, el control del consumo de alcohol ayuda a prevenir la sífilis».
Asociación Médica Americana, 5 de abril de 1914[1].
Durante mucho tiempo América se presentó ante el europeo pobre como un paraíso lejano. Un sitio en el que las expectativas de hacerse rico brotaban para los inmigrantes igual que las setas en otoño.
Sin embargo, la realidad a principios del siglo XX resultaba muy distinta. Luego de reunir todos los requisitos imprescindibles para entrar en Estados Unidos y de cruzar el océano en un barco atestado, por supuesto en condiciones deplorables, debían pasar la cuarentena de la Isla de Ellis. Allí se los sometía a un análisis exhaustivo, tanto legal como médico.
Una vez superada esta etapa, se percataban de que se hallaban ante una sociedad cerrada a cal y canto, donde los descendientes de los antiguos inmigrantes se habían convertido en empresarios y solo tenían para ellos trabajos de hambre y sueños truncados. Debían sobrevivir en suburbios al margen de la ley, guetos en los que se aislaban las personas de una misma nacionalidad. Las únicas salidas viables eran la prostitución, el juego, el alcohol, los hurtos, las extorsiones. Las bandas con distinto lugar de procedencia no se mezclaban entre sí, pese a compartir las mismas nefastas vivencias. Al contrario, se enfrentaban unas a otras. Únicamente había un elemento que las unía: el odio compartido hacia la policía, que era la que se encargaba de consolidar estas desigualdades y de que los ricos los explotaran.
Casi todas ellas contaban con una estructura muy básica, donde primaba la ley del más fuerte, ya que no se ingresaba por talento sino ateniéndose al lugar de origen. La única preocupación consistía en obtener dinero fácil a través un golpe de baja monta y así ir tirando. Los jefes se iban sucediendo con rapidez dentro de ellas porque, igual que sucedía entre los leones y otros depredadores, el que retaba al antiguo y resultaba ganador lo reemplazaba en el poder.
No obstante ello había una banda que sobresalía entre el resto: la italiana liderada por Giovanni Torrio. Este hombre provenía de Sicilia y durante un tiempo estudió para ser cura. Pero como tenía talento para los negocios y un instinto peculiar a la hora de superar los conflictos, decidió utilizarlos en el mundo del hampa, su microcosmos, siendo el cerebro en la sombra. Mientras, otros daban la cara por él. Entre ellos Al Capone, su amigo del alma.
Como reacción ante esta oleada migratoria y delincuencial surgieron grupos en contra del vicio, que por medio de la represión pretendían ponerle un freno a este problema. Sostenían que el alcohol era la madre de todas estas lacras y que, si se prohibía, se acabarían los demás. Los Dry ganaron muchos puntos cuando en mil novecientos trece la Asociación Médica Americana desaconsejó cualquier tipo de consumo. Y durante la Primera Guerra Mundial mezclaron sus preceptos con el patriotismo, de modo que quien bebía era automáticamente considerado pro alemán. Así, el treinta de junio de mil novecientos diecinueve se aprobó la enmienda dieciocho, la Volstead Act, que prohibía la fabricación, distribución e importación de bebidas con graduación superior al cinco por ciento. En mil novecientos veinte, cuando Harding se convirtió en presidente, esta enmienda se aplicó en todo el país.
En contra de lo afirmado por los Dry, el prohibicionismo lo único que consiguió fue que pululasen las bandas de traficantes y que las mafias se enriquecieran, ya que la mayoría de los estadounidenses estaban en contra de la medida y deseaban que los siguiesen abasteciendo. Nació, en realidad, una época de terror, en la que la vida humana no valía nada.
Sumado a ello la especulación en la bolsa culminó con el crack del año veintinueve. Los ahorradores fueron en masa a los bancos para recuperar su dinero y estos se vieron imposibilitados de cumplir. Cundió el pánico y cayeron las entidades bancarias y las compañías cuyas acciones se habían inflado artificialmente, en tanto los traficantes de alcohol se enriquecían.
A la mayoría de los estadounidenses el presente y el futuro se les presentaban como un caos sin solución. Lógicamente a todos menos a Al Capone y otros como él, que hacían honor al refrán: A río revuelto, ganancia de pescadores.
«Mi querido Sonny, cuando leas esta carta ya no estaré cerca de ti para rodearte con mi afecto. No te pido más que una cosa: olvida lo que fue Al Capone y recuérdame solo como a un padre que te ha adorado y nunca ha querido otra cosa que tu bien. Sé que te dejo una pesada herencia: mi nombre, pero tú considerarás tu deber de hijo imponer el respeto más absoluto a mi memoria. Sé trabajador, protege a tu madre: ahora ella no tiene a nadie más que a ti. Sé aquel hijo que yo no he sabido ser y sobre todo el hombre que hubiera debido ser».
Carta de Al Capone a su hijo Sonny[2].
Alfonso (Al) Capone era napolitano. La profesión de su padre, barbero, solo les permitía desarrollar en Italia una vida de miseria y, por este motivo, en el año mil novecientos cuatro los seis hermanos y los progenitores se trasladaron a Estados Unidos.
Cuando arribaron se encontraron con los mismos obstáculos que miles y miles de inmigrantes. Tuvieron que conformarse los ocho miembros de la familia con residir en una pobre habitación del barrio de Brooklyn y trabajar en una barbería de baja estofa, de modo que no hubo demasiada diferencia entre vivir en el Viejo Mundo o en el Nuevo. Excepto por la nostalgia, claro está, puesto que ahora extrañaban sus raíces.
Al abandonó la escuela en quinto año y comenzó a ayudar al patriarca como aprendiz. Se dedicaba a enjabonar la cara de los clientes, pero no los trataba bien. Por esto Gabriel, el padre, le buscó otro trabajo en la Hermandad, como mozo de carga.
Allí debió de sobrevivir a un empleo extenuante, a las riñas con cuchillos y golpes y a la ley del más fuerte. Además, era miembro de la banda Five points Gang y el brazo ejecutor de Johnny Torrio. En una de estas peleas cotidianas le rajaron la cara, lo que le aparejó el apelativo de Scarface.
En el año mil novecientos veinte Johnny se dirigió a Chicago para una reunión de negocios con Giacomo (Jim) Colosimo. Este hombre gestionaba allí numerosos prostíbulos y locales para la gente de dinero y se había convertido en un personaje público y admirado, porque se codeaba con la clase alta y políticos. Debido a que la Ley Seca pronto sería una realidad, necesitaba organizar cómo abastecerse y quién mejor que el inteligente Johnny como organizador.
Por supuesto Torrio empleaba el sistema de la corrupción más que el de guerra abierta con la policía. De este modo se ganó a los puntos clave, funcionarios dispuestos a venderse, para traficar con alcohol sin dificultad. Cuando la ley fue sancionada ya tenía a los camiones de la leche circulando con el material escondido y todas las tapaderas necesarias, incluidos reservados en los clubes sociales para que los clientes siguieran bebiendo y jugando.
Los problemas en Chicago comenzaron cuando el jefe de otra banda, Rock Maggio, consideró que debía deshacerse de las otras para monopolizar la elaboración y el tráfico del alcohol. Por este motivo Johnny hizo venir a Al como jefe de seguridad de Jim Colosimo, cambiando su tarea de encargado de los negocios de Nueva York por esta nueva. Su obligación: crear un cuerpo de hombres para enfrentarse a la competencia.
Porque Colosimo era un objetivo para Maggio y otros como él y, a pesar de trabajar al margen de la ley, no estaba acostumbrado a la violencia, le tenía pavor. Una noche cuando volvía a casa desde un coche lo esperaba una balacera y se pudo salvar por un milagro. Estos hechos despertaron su paranoia y nombró a Al Capone como guardaespaldas permanente.
Pero Colosimo cometió un error que a Tarrio le pareció imperdonable: abandonó a su mujer y organizó una segunda boda con la amante, actriz, celebrando un banquete por todo lo alto y que atrajo la atención de la prensa. Luego se fue de luna de miel, dejando a Al y a Johnny a cargo del negocio. Por esta razón al poco de regresar lo asesinaron. Y por órdenes de su propio socio, no de extraños. Sin embargo, su funeral también fue del mismo nivel que la fiesta de matrimonio y a él asistieron los responsables de su muerte, como si el asunto no guardara ninguna relación con ellos.
A partir de ahí Torrio se convirtió en el jefe y Al en el segundo al mando. Al principio intentó llegar a un acuerdo con otros grupos, pero, a pesar de las buenas palabras, nadie las respetaba. Así que por consejo de Capone comenzó a extenderse a las zonas de los demás, antes de que otros intentaran hacer lo mismo con él. Al se trajo a toda su familia a Chicago en mil novecientos veintidós y, poco a poco, fue integrando a algunos de sus hermanos en la banda, en tanto los padres ignoraban a qué se dedicaban.
Por esta época Capone fue detenido por la muerte de Joe Howard, un integrante de la organización que provenía de Nueva York y que le reveló información confidencial a la competencia. Había estado en el mismo lugar que el fallecido. Quedó en libertad porque no encontraron pruebas. Sí había sido el autor intelectual, pero tenía coartadas. Al autor material, por lo chapucero del crimen, le aplicaron la ley de la mafia: lo ejecutaron y tiraron el cuerpo al río.
Además, había elecciones y la organización, como es lógico, se puso del lado del Partido Republicano, los promotores de la Ley Seca. Así que patrullaban la ciudad por la noche y atacaban los hogares de los candidatos demócratas con ametralladoras y bombas. También les telefoneaban para amenazarlos y molestaban a las autoridades con denuncias falsas, con la finalidad de crear caos. En una de estas operaciones, inclusive, falleció Salvatore, el hermano de Al, en una emboscada de la policía. Esto llevó a la ruptura con la familia, puesto que la madre descubrió en qué trabajaba y qué clase de monstruo era su hijo.
A continuación Capone se trasladó al Hotel Hawthorne de Cicero. Había discrepancias entre el jefe y Al porque este último quería un enfrentamiento directo con los irlandeses de O'Banion en tanto Johnny se había casado y deseaba una vida más tranquila. No se sabe muy bien por qué entre los años mil novecientos veinticinco y veintiséis Torrio abandonó la organización, después de que desde un automóvil en movimiento tanto a él como a la esposa los ametrallaran. Salieron ilesos porque resultó más una amenaza que un verdadero intento, lo que hizo presuponer que la advertencia provenía desde adentro. Luego de este suceso tuvo horas de intensas conversaciones con Al y se fue a vivir a Italia. Allí encontró la existencia pacífica que ahora tanto ambicionaba.
De esta forma Capone quedó en libertad para llevar adelante sus planes de guerra sin cuartel: su primera acción fue el asesinato del líder de la banda de los irlandeses, Dion O'Banion, después de que este rechazara una propuesta de los italianos. Unos clientes, que eran en realidad matones, lo esperaron en la floristería, su tapadera, y allí le dispararon. Después asesinaron a sus hermanos, excepto a uno que logró escapar.
Debido a esta acción los titulares de los periódicos comenzaron a dudar de los beneficios de la Ley Seca, ya que lo único que había conseguido era que la mafia y la violencia camparan con libertad. Capone, por su parte, entendió que debía eliminar la competencia de la Unión Siciliana, que si bien al principio había sido una asociación de ayuda mutua, había derivado en una de crimen organizado, muy jerarquizada, y que respondía a las órdenes de Nueva York.
Al propuso un candidato, Tony Lombardo, para controlar este sindicato, que poco antes había sido descabezado. Esto dio inicio a un enfrentamiento abierto en el que mataron a los hermanos Genna, haciendo que culparan de ello a los irlandeses, y extendiendo las guerrillas urbanas y la sensación de indefensión por todo Chicago.
También Capone se vio afectado. Una noche iba a salir con Sarah Ribbon, una joven prostituta a la que luego colocó como animadora en un local del South Side. Cuando la chica llegó al Hotel Hawthorne le indicó al gerente por qué se encontraba allí. Este hizo una señal y se acercaron varios enmascarados, que en realidad eran del clan de los irlandeses. Se situaron con sus armas delante del ascensor por el que bajaría Al. Cuando ella vio que el aparato estaba a punto de abrir la puerta comenzó a gritar, para alertar a su amante, recibiendo un impacto en el pecho.
Capone salió de dentro del ascensor, ileso, cuando los otros festejaban por haberlo matado, con una escopeta recortada y acertando en ellos. Al parecer el revestimiento de acero de la máquina lo había protegido. Corrió hacia la chica y la llevó a una clínica del sindicato, aunque la policía intentó detenerlo. Fue afortunada, se recuperó y el hombre la llevó luego a la mejor privada de Chicago y la mantuvo.
Pero había que acabar con Weiss, el responsable del intento de asesinato. Siempre se encontraba escondido, aunque tenía una única rutina: todos los domingos asistía a la misa de la Catedral de Holy Name. Un día la víctima estacionó allí y, a una señal, mientras el hombre cruzaba la plaza, unas mendigas (asesinos a sueldo disfrazados) lo sujetaron por los brazos y lo amordazaron. Poco después le dispararon, creando el caos entre todos los asistentes. Cincuenta y cinco balas tenía el cadáver.
Todo esto llamó la atención desde Washington y enviaron a especialistas del FBI. El Capitán John Stege era el responsable de la investigación policial y William Mc Swiggin era el representante del Procurador del Estado de Chicago. Sin embargo, todo se torció porque este último aceptó ofertas de Capone y visitaba sus locales. E, incluso, se alió con la mafia irlandesa para acabar con Al. Cuando este se enteró de la traición hizo que interceptaran su coche. Iba con dos irlandeses y los mataron a todos.
Stege hizo declarar a Capone un par de veces por estos hechos. Lo detuvieron por triple asesinato. Pero en los registros no encontraron ninguna prueba ni hubo testigos que declararan. Enseguida lo dejaron en libertad.
Una vez en la calle, continuó con sus planes para hacerse con la Unión Siciliana a través de Tony Lombardo, que a pesar de sus negocios sucios tenía fama de filántropo. Frank Uale, antiguo amigo de Capone, le pidió en nombre de «la familia», la Mafia Siciliana, que retirase esta candidatura. Dos días después Uale fue asesinado: había que demostrar quién mandaba en Chicago.
Tony Lombardo fue elegido dirigente poco después. A la cabeza de la banca puso a su antiguo rival, Joe Ajello. Este aprovechó que el otro hombre quiso abrir la organización a todos los italianos y no solo a los sicilianos para crear descontento. En respuesta a esto Capone incendió la fábrica de dulces y galletas de Ajello y enseguida él reaccionó haciendo asesinar a Tony Lombardo.
Hubo todo un escándalo tanto a nivel periodístico como en las esferas del poder, ya que el fallecido era considerado un miembro respetable de la comunidad cuando, en realidad, mantenía negocios con Al. Enviaron al Procurador Hoffman a Chicago, junto a funcionarios del FBI.
Aun así, fueron incapaces de impedir La matanza de San Valentín. Todavía le quedaba a Capone por vengarse de Moran, otro de los que intentaron asesinarlo en el ascensor. Su punto débil consistía en que recibía los envíos de alcohol en un almacén. Al dispuso para hacer un viaje a Florida, que le sirviera de coartada, ya que se hallaba demasiado vigilado.
Entretanto Moran recibió una llamada telefónica de un proveedor desconocido. Aceptó y debían reunirse la noche antes de San Valentín. Cuando se dirigía al encuentro vio que cerca del sitio había un coche de policía aparcado. Los demás sí fueron al punto de reunión, acompañados de un médico al que los vigilantes confundieron con Moran. Este, en cambio, esperaba en un café a que se despejase la zona.
Los supuestos policías entraron e hicieron que todos se apoyasen contra la pared. Luego, de un camión bajó Jack Metralleta, hombre de Capone, que empezó a dispararles a todos ellos, lo que le dio tiempo a Moran, que seguía en el bar, para huir sin sufrir daño. Es más, desapareció de la ciudad y medio año después lo detuvieron cuando pretendía robar un banco.
A este punto Al Capone era el rey de Chicago: se había hecho con el poder dentro de la Unión Siciliana y eliminado a los mafiosos irlandeses. Ahora era tiempo de hacer una purga interna. A tales efectos organizó una junta/cena a la que fueron convocados los miembros a los que deseaba premiar con cinturones de cuero y hebillas de oro macizo con la letra C.
Durante la celebración fue relatando, uno a uno, los méritos de cada persona premiada y haciéndole entrega del regalo. Cuando dio los veinte cinturones aún quedaban tres participantes que no habían recibido nada: Joe Guinta, Albert Anselmi y Joe Scalise.
Capone se levantó diciendo que sí contaba con algo para ellos. Salió un momento y volvió con una bolsa de golf. Sacó uno de los palos, mientras hablaba de la lealtad, y luego le dio con fuerza en la cabeza a Scalise. A continuación hizo lo mismo con Guinta y Anselmi, destrozándolos también. Los tres ambicionaban más poder y estaban maniobrando en los círculos sicilianos para sacar a Capone de la Unión Siciliana.
Más adelante, en mayo del año veintinueve, hubo una Convención de los Licores, organizada por Joe Massaria, el jefe de la mafia de Nueva York, y a la que asistió Al representando a Chicago, como prueba de que lo consideraban uno de los suyos pese a ser napolitano. Se suponía que trataba sobre sustituir la violencia y la muerte por otros medios que no llamasen tanto la atención, para que la Ley Seca continuara. Sin embargo, al final, Massaria le comunicó a Al que no iban a tolerar esta sobre exposición a los medios periodísticos a la que era tan dado y que de ahí en adelante su comportamiento exhibicionista sería considerado como un acto de deslealtad a la familia. Debía renunciar a la esfera pública, dar de baja a su ejército, renunciar al uso de la violencia como primera solución. Tuvo que aceptar porque se trataba de enfrentarse a los grandes capos a nivel nacional, no de una banda pequeña de irlandeses, algo para lo que no estaba preparado.
Al salir de allí tuvo un aviso de lo que Massaria le había advertido y del poder con el que este contaba: al dejar Atlantic City, en Filadelfia, lo detuvieron por exceso de velocidad. Tanto Capone como su chofer fueron condenados a un año de prisión por las armas que llevaban en el vehículo, más la multa correspondiente. Estuvo diez meses en la cárcel, controlando sus negocios mediante un teléfono en la celda.
Durante este período le decían que todo iba bien, pero, al regresar, comprobó que muchos de los suyos de Chicago ahora respondían a Massaria. Además, el Fisco le hacía visitas en todos los locales y le llevaban los libros de cuentas, devolviéndoselos al día siguiente. Pero Capone no era él mismo si no le daba una lección a los miembros desleales, enviándole también un mensaje a Massaria, al emprender una nueva carnicería que horrorizó a toda la ciudad.
Todo esto tuvo consecuencias, ya que los funcionarios a su sueldo poco a poco fueron desertando para no mancharse. Capone después de todas estas vicisitudes era más débil, había estado en prisión y no controlaba su estructura como antes. Desde Nueva York se encargaban de dejarlo claro: era solo un jefecillo, no el Jefe. Los agentes se atrevían a hacerse con los camiones y las destilerías, controlaban las fronteras, había interrogatorios, el FBI anunciaba que a los que no hablaran les esperaba la tortura, la prisión e, incluso según los rumores, la muerte, con la excusa de un intento de escape. Se empleaban todos los medios, legales e ilegales, para limpiar Chicago.
No obstante ello no fue posible atrapar a Al Capone por la vía de los crímenes y, gracias a los agentes dobles infiltrados en su organización, comprendieron que la evasión de impuestos era el único medio para detenerlo. Lo citaron a un juicio por estos motivos, pero él no le dio demasiada importancia ya que al mismo tiempo le hicieron llegar el rumor de que contaban con pruebas irrefutables por algunos homicidios. Por supuesto él se centró en esto, sin comprender que su talón de Aquiles era lo otro.
Por eso los abogados de Al se volcaron en acabar con el juicio fiscal para centrarse en las acusaciones de asesinato que pronto vendrían. Sobornaron al jurado, coaccionaron a un funcionario. Pero no contaban con que intercambiasen a los miembros comprados con los de otro juicio citado para ese día. Había un acuerdo con el fiscal de que aceptando los cargos y pagando quedaría libre, pero el juez no lo tomó en cuenta. Aunque en la prensa se diera la impresión de que el proceso era ridículo ante la maldad y los delitos de Capone, todos estaban dispuestos a borrarlo de escena.
En los alegatos finales uno de sus abogados cometió el error de descalificar al jurado, al insinuar que no eran capaces de entender el caso y dar un veredicto. Y si lo fueron: lo declararon culpable. Después el magistrado lo condenó a la pena máxima, de diez años. De la prisión de Cook luego fue trasladado a la de Atlanta y más tarde terminó en La Roca, nombre con el que se conocía Alcatraz, situada en un islote de la Bahía de San Francisco. Allí era el ayudante de cocina, ¡qué lejos de los tiempos en los que Capone constituía la máxima autoridad de la ciudad!
Además, los estudios que le realizaron determinaron que sufría de megalomanía y de que era psicótico. Dentro de la cárcel continuaba con esta imagen de filántropo que había cultivado fuera, lo que según el médico evitaba que un hombre tan acostumbrado al poder cayera en la locura debido a sus circunstancias actuales.
Pero el transcurso del tiempo era implacable. Un año después se olvidó de Chicago, engordó y la sífilis hizo mella en él. Sus familiares y amigos eran tratados con desprecio y se enfrentaban a problemas con la justicia. Estaba claro que la mafia se había tomado en Capone su revancha, por no seguir las indicaciones. El broche final de su mundo lo constituyó la derogación de la Volstead Act, cuando en el treinta y tres Franklin Delano Roosevelt llegó al poder. Algunos de los miembros de su organización se dedicaron a las bebidas desde la legalidad, otros continuaron en el negocio de las drogas.
A los ocho años de prisión le concedieron la libertad bajo fianza, debido a su deteriorada salud física y mental. Al poco tiempo tuvo un ataque cardíaco, más adelante otro de apoplejía y murió días después en Miami. Olvidado por todos, como si fuese un mal recuerdo.
Notas:
[1] Citado en la página 13 del libro Personajes del siglo XX. Al Capone, reseñado en la bibliografía.
[2] Transcripta en la página 172 del libro Personajes del siglo XX. Al Capone, citada en la bibliografía.
1- Personajes del siglo XX. Al Capone, Ediciones Rueda, J.M., S.A, Madrid, 2002.
2- Tráiler de Scarface, película de 1983, protagonizada por Al Pachino.
https://youtu.be/Q7TbPvMBmzM
3- Tráiler de la película Los intocables de Elliot Ness, de 1987, con Robert de Niro en el papel de Al Capone.
https://youtu.be/TsWXoKO5Svw
4- Tráiler de Camino a la perdición, film del año 2002 sobre la mafia irlandesa y con Tom Hanks en el papel principal.
https://youtu.be/i8E0DiZyd3o
5- Próximamente, en el 2019, se estrenará Fonzo, la película en la que Tom Hardy protagonizará a nuestro personaje.
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