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Capítulo 1

Narrador Omnisciente

El ajetreo se hacía evidente en la antigua casa de la pequeña Ebba. Había sangre esparcida por doquier y un tumulto de personas vestidas de azul, desconocidas para ella. Todos la socorrían, buscaban su atención y la miraban con pena. Pero, con apenas cuatro años, Ebba no comprendía la gravedad del asunto en el que se encontraba metida. Ella solo quería a su mamá, que todas esas personas que decían querer ayudarla realmente le dijeran dónde estaba su madre.

Su madre, a quien había visto horas antes conversando con una persona extraña. Le había dicho que se escondiera y que no tuviera miedo, pero nunca le explicó a dónde iría, quién era esa persona ni por qué debía ocultarse. Desde ese momento, la pequeña Ebba no recordaba lo que había sucedido. El miedo la había paralizado cuando vio a su mamá soltar sangre del estómago; se asustó tanto que tuvo un leve desmayo. Luego llegaron los policías y la encontraron asustada en el pequeño armario. Pasó un tiempo antes de que le dieran la nefasta noticia: su madre yacía como otra estrella más en el oscuro cielo. La niña rió, una carcajada que resonó como un eco de incredulidad. Era una vil mentira; su madre no estaba muerta, y ella lo entendía perfectamente. Solo era un truco.

Sin embargo, las miradas seguían ahí, recordándole que no era un juego. Entonces lo comprendió: no es que su madre estuviera muerta, sino que había desaparecido. Ella volvería en unos meses y la buscaría porque de eso se trataba, ¿no? Irse un tiempo y volver. La pequeña Ebba no daba señales de entender; estaba tan sumida en los pensamientos que la atormentaban que no podía asimilar nada. ¡Era solo una niña!

-¿Mi mamá... va a regresar? -preguntó, temiendo la respuesta que ya tenía en su cabeza.

-...No pequeña. Tu madre está en un lugar mejor donde no siente dolor.

No, en esa declaración había un error. Si ese lugar era tan magnífico, ¿por qué no se fue con ella? Y claro que sentiría dolor, ¿o acaso no la extrañaría?

-¿Dónde está mi papá? ¿Por qué no está aquí? -dijo la niña, con creciente ira en su interior. Su padre sí le iba a decir que todo esto era un teatro. ¿Dónde estaba que no había llegado?

-¿Tienes un papá pequeña? Dinos su nombre y lo traeremos.

Ups, Ebba no lo sabía. Desde que tenía memoria, siempre le había dicho "papá", pero no conocía ni el nombre de su madre ni el de su nana. Ella solo les decía así. ¿Por qué era todo tan complicado?

-No... no lo sé -respondió tímidamente y se desplomó. Rompió en un llanto abrumador. Estaba sola, sin papá, sin mamá... ¿espera, y su nana? Recordar el detalle fue como una mecha de luz que la revivió de la oscuridad; ella debía saber el nombre de su papá.

-¿Dónde está mi nana?

Pero no halló respuesta y comprendió que empezaba a odiar tanto esas miradas de lástima como a nada en el mundo. Se sentía tan inútil, indefensa.

-Tu nana... está con tu mamá.

Tenía que ser una broma; era imposible. Nada era cierto; todo era una terrible pesadilla para Ebba. Ella solo deseaba despertar y abrazar a su mamá. Pero todo se complicó cuando la llevaron a esa sombría y vieja casa, un lugar donde había muchos niños raros y personas asquerosas para ella, que nunca se había querido relacionar con nadie. Una nueva vida llena de sombras que la perseguirían por siempre.

La casa a la que la llevaron era un laberinto de ecos y susurros, donde las risas infantiles se habían convertido en lamentos apagados. Las paredes, desgastadas por el tiempo, parecían absorber el dolor y la tristeza que emanaban de los niños que allí habitaban. Ebba, con su pequeño corazón lleno de confusión y miedo, se sentía como un pez fuera del agua, atrapada en un mundo que no entendía.

Los rostros de los otros niños eran sombras de lo que alguna vez habían sido. Algunos miraban con ojos vacíos, mientras que otros intentaban jugar, como si la risa pudiera ahuyentar el dolor que los rodeaba. Pero Ebba no quería jugar. Su mente estaba atrapada en el recuerdo de su madre, en su risa cálida y en el abrazo reconfortante que siempre le había brindado.

Cada rincón de esa casa le recordaba a su hogar, a su madre y a la nana que siempre la cuidaba. Se preguntaba si algún día volvería a sentir esa seguridad. La angustia la envolvía como una manta pesada, y a menudo se encontraba sentada en un rincón, abrazando sus rodillas mientras las lágrimas caían silenciosas por sus mejillas.

Los adultos que entraban y salían de la casa eran sombras también, figuras borrosas que hablaban en susurros y parecían no notar su presencia. A veces, uno de ellos se acercaba y le ofrecía una sonrisa triste, pero eso solo hacía que se sintiera más sola. Ebba no quería sonrisas; quería respuestas. Quería saber por qué su madre no estaba allí, por qué había sido llevada a ese lugar extraño y frío.

Una noche, mientras todos los demás dormían, Ebba decidió que ya no podía esperar más. Con el corazón latiendo con fuerza y un nuevo destello de determinación en sus ojos, se levantó de la cama y comenzó a explorar la casa. Las sombras danzaban a su alrededor mientras avanzaba por los pasillos oscuros, buscando alguna señal de su madre o de la nana.

Finalmente, llegó a una puerta al final del pasillo. La madera estaba desgastada y había un pequeño rayo de luz que se filtraba por debajo. Con un profundo respiro, empujó la puerta y entró. El lugar era una especie de sala de estar, decorada con muebles viejos y polvorientos. En el centro había una mesa sobre la que descansaban algunas fotografías.

Al acercarse, su corazón dio un vuelco. Allí estaba su madre, sonriendo en una de las imágenes, con su brazo alrededor de una mujer mayor que reconoció como su nana. La imagen era un destello de luz en medio de su oscuridad. Se quedó mirando la foto, tratando de recordar cada detalle del rostro de su madre, cada rayo de sol que iluminaba su sonrisa.

-¿Dónde estás? -susurró Ebba al aire, sintiendo que las lágrimas volvían a amenazar con escapar.

En ese momento, comprendió que aunque su madre no estaba físicamente presente, su amor seguía vivo en su corazón. Esa idea se convirtió en su ancla, algo a lo que podía aferrarse en medio del caos.

Decidida a encontrar respuestas y a no dejarse vencer por la tristeza, Ebba se prometió a sí misma que no se rendiría. Su madre había desaparecido, sí, pero ella seguiría buscando hasta encontrarla. La vida podía ser oscura y aterradora, pero también había destellos de luz en forma de recuerdos y promesas.

Con esa nueva determinación, salió de la habitación y regresó a su cama, donde se acurrucó bajo las sábanas. Cerró los ojos y soñó con un futuro donde volvería a ver a su madre, donde todo volvería a estar bien. Esa esperanza se convirtió en su refugio, y aunque el camino sería largo y difícil, sabía que nunca estaría sola mientras mantuviera vivo el recuerdo de su madre en su corazón.

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•~6 años después de la muerte de su madre~•

Ebba (Primera persona)

-¡Ebba, suelta ese libro ahora mismo! -gritó la señora Julia, su voz resonando en la habitación como un trueno familiar. Pero yo ya no sentía miedo; era solo otra de sus rabietas.

-Ya le dije que no, vieja momia. Nada de lo que usted está hablando me interesa -dije con pereza. Ya no sabía ni qué hacer para que le prestara atención, pero simplemente no me importaba lo que tuviera que decirme.

-¿A quién le dijiste "momia"?

-No finjas sordera, que no te queda bien. Pero entiendo el punto, así que me retiro por la falta que he cometido -me reí de su cara de completa rabieta y de sus mejillas a punto de explotar cuando salí de la tutoría, mientras las risas de mis "estúpidos compañeros" resonaban a mi alrededor. Así es como los llamo; decirles "huérfanos" sería una ofensa directa desde mi perspectiva.

Algunos están aquí porque los ineptos de sus padres no estaban preparados, tenían miedo, no les agradaba la idea, no tenían presupuesto o... simplemente murieron, como en mi caso y en el de muchos aquí. No conozco nada más que este orfanato y no me interesa conocer nada más; aquí me siento bien entre mis libros y las tutorías diarias. A mis 10 años, un sinfín de intentos de familia han tratado de adoptarme, pero siempre invento una excusa para no tener que irme con ellos. Mi familia murió y nadie podrá reemplazar ese sentimiento.

No recuerdo mucho sobre quién era mi padre; su rostro se desdibuja en mi memoria y su nombre jamás lo supe. Como tampoco lo volví a ver después de la catástrofe que sucedió con mi mamá. Algunos me afirmaron que se había suicidado, otros dijeron que desapareció y me abandonó. Pero sé que la realidad es otra: la asesinaron. Es doloroso cómo aún puedo sentir el aroma de sus margaritas favoritas e imaginarme sus abrazos cariñosos que ahora parecen tan lejanos.

Camino por los pasillos del edificio, aburrida ya de saltarme las clases y pasarme el día leyendo. Por un breve segundo, observo a un chico mirándome desde lejos; no es de mi edad, lo puedo notar incluso por el cigarro que lleva en la mano. Pero me llama la atención. Desde que llegué aquí a mis 4 años, no me he propuesto entablar conversación o siquiera mirar mucho a los otros niños de aquí. Por eso este chico me llama mucho la atención: es un poco más alto que yo, luce genial con el rubio despeinado que cae sobre su rostro angelical. Sus ojos azules realzan una belleza que me deja paralizada. Lo que al principio fue solo un segundo se convierte en un momento en el que me quedo mirándolo más de lo debido, y como si la mirada pesara, él me nota.

Algo en mi interior revolotea; me estremezco con la intensa mirada que me dedica y siento que caigo en coma cuando lo veo acercarse.

-Hola -saluda cordialmente-. ¿Sucede algo?

¡Dios mío! Estoy nerviosa, no sé qué decir o hacer; siento un leve temblor en mis manos, húmedas por el sudor intenso que surge de pronto. Debo parecer una estúpida; no puedo dejar de mirarlo y eso lo incomoda en cierto punto.

-¿Estás bien? -pregunta esta vez preocupado.

-N... No, digo sí, estoy bien. Soy Ebba, ¿y tú?

-Lucas. ¿Tú no eres de mi cubículo, o sí?

-No, soy de los de 10 años -le sonreí de lado.

-¿Los de 10 no deberían estar en tutorías a esta hora?

-No deberían, están. Le dije "vieja momia" a la tutora y yo misma me salí de clases.

-¿Vieja momia? -estalla en carcajadas mientras yo quedo hipnotizada por sus hoyuelos; es hermoso.

-No es mi mejor ofensa. ¿De qué cubículo eres tú?

-Tengo 12 años. No está mal la ofensa, pero no es como si me gustara salir de la tutoría de esa manera.

Me quedo en blanco ante su revelación. ¿No le habré agradado? ¿Quedé como una niña traviesa e inmadura ante sus ojos?

-No lo suelo hacer -corrijo demasiado rápido. ¡Joder, Ebba, basta de hacer el ridículo!

-Tranquila, no te acuso. Dentro de unos minutos tengo otra clase. ¿Nos vemos por ahí, Ebba?

-Sí, un placer, Lucas.

-Un placer, Ebba.

(...)

Los días transcurrieron uno tras otro. Pasando así un mes. Cada uno con un toque distinto y llamativo que tiene por nombre "Lucas". Después de la desastrosa presentación aquel día nos seguimos viendo cada tarde en el tejado del orfanato. Pasamos las tardes haciendo chistes y contándonos nuestro día el uno al otro. La confianza incrementó y mis sentimientos por él también. No lo sé, no sé si es por la amistad, por la reciente necesidad de verlo a diario, pero el revoloteo en el estómago cada que lo veo se hace presente en cada uno de nuestros encuentros, desestabilizando mis pensamientos. Hoy no es distinto, estoy con el en el tejado viendo al enorme Sol radiante esconderse y darle paso a la Luna brillante.

-¿Alguna vez has pensado en marcharte de aquí? -pregunta al aire, pensativo.

Su pregunta me toma por sorpresa. Nunca había considerado la idea de marcharme de este lugar que, a pesar de ser un orfanato, se ha convertido en mi hogar. La rutina y la seguridad que me brinda este espacio son, en parte, lo que me hace sentir viva. Sin embargo, al mirar el horizonte y ver cómo el sol se oculta, siento que hay un mundo más allá de estas paredes que podría ser diferente, emocionante.

-No... no realmente -respondo, tratando de sonar segura-. Este es el único lugar que conozco.

Lucas se queda en silencio un momento, como si estuviera sopesando mis palabras. Su mirada se pierde en el horizonte, y puedo ver cómo sus pensamientos parecen alejarse de aquí, de nosotros.

-A veces pienso que hay más allá de esto -dice finalmente, su voz suave pero cargada de un anhelo que no puedo ignorar-. Quiero conocer lo que hay afuera. La libertad, la aventura...

Siento un nudo en mi estómago. La idea de dejar este lugar me asusta, pero también me intriga. ¿Qué habría más allá? ¿Sería un lugar donde podría ser feliz?

-Pero... ¿y si no es tan fácil? -pregunto, casi en un susurro-. ¿Y si el mundo allá afuera es más cruel?

Lucas se vuelve hacia mí, sus ojos azules brillan con una intensidad que me hace sentir vulnerable.

-Puede ser -admite-. Pero también podría ser hermoso. Lo importante es que no tienes que hacerlo sola. Siempre puedes buscar tu camino.

Sus palabras resuenan en mí. La idea de tener a alguien a mi lado, de no enfrentar el mundo sola, suena reconfortante. Pero aún así, el miedo persiste.

-¿Y tú? ¿Por qué no te vas? -le pregunto, buscando entender su perspectiva.

-A veces tengo miedo de lo que podría encontrar -confiesa, bajando la mirada-. Pero creo que si me quedo aquí para siempre, nunca sabré lo que hay más allá. Y eso también me asusta.

Me quedo en silencio, reflexionando sobre sus palabras. Ambos estamos atrapados en este lugar por diferentes razones, pero compartimos el mismo deseo de escapar.

-Quizás algún día podamos hacerlo juntos -sugiero, sintiendo una chispa de esperanza.

Lucas sonríe, y esa sonrisa ilumina el atardecer.

-Me encantaría eso, Ebba.

En ese momento, bajo la luz del sol poniente y con la promesa de un futuro incierto pero lleno de posibilidades, siento que quizás no estoy tan sola después de todo. Quizás hay un camino que podemos trazar juntos, uno que nos lleve hacia un nuevo comienzo.


-Es cruel decir que no lo pienso. El único propósito que tengo para salir y dejar la vida que tengo aquí es mi mamá. Me gustaría visitar su tumba, comprobar que realmente... ya no está. Pero no hay nadie que se haya esforzado tanto por adoptarme; todos se rinden a mitad de mi "interrogatorio" y solo piden que les busquen a otra persona.

Reflexiono acerca de la pregunta que me hizo y hago una mejor respuesta, una que sí me creo. Él me observa asombrado y juguetón.

-¿Y estás segura de que no lo haces para fastidiar a Julia? -me mira risueño y estallo en carcajadas ante la insinuación.

-Quizás sí. Quizás simplemente no quiera salir de aquí y así no perderme tus ojitos de mar que se burlan de mí.

-No me burlo, pero es curioso. Con todas esas familias que vienen y quieren elegirte, hace rato te hubieras marchado de aquí.

Me avergüenzo bajo su intensa mirada.

-¿Entonces...tú quieres irte?

-Sí... pero no creas que podrás deshacerte tan fácilmente de mí, pequeña.

Eso espero. No sé cómo lidiaría con ese... sentimiento.

_________________《👑》__________________

Holiii!! ¿Qué les pareció este primer capítulo?.

A mí me encantó y presten mucha atención a los detalles que todo tiene un ¿por qué?.

Los quier@:

KAMI.

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