HISTORIA PARALELA 1 - PARTE G
♢
Hoseok tenía diecinueve años cuando descubrió que estaba enamorado de Mingyu.
Había estado muy confundido. Porque no recuerda el momento exacto en que pasó de odiar a Mingyu por lo hermoso y perfecto que era, a simplemente desear pasarle la lengua por la cara.
Bueno. No así, pero Hoseok soñó una vez con eso y ahora no puede dejar de pensarlo.
El punto es que la línea entre el antes y el después era demasiado borrosa como para encontrar una explicación lógica del por qué.
Quizá fue algo de golpe, o quizá fue algo gradual.
No negaría que Mingyu siempre encontró la forma de hacer revolotear su corazón. Pero se había convencido de que se trataban de simples señales de la pubertad y él creciendo como persona.
Además, siempre puedes encontrar bonito a tu amigo. O hermoso, perfecto y detestable en este caso.
De todas formas, Hoseok no entiende cómo sucedió, qué ocurrió y cuándo fue el cambio, pero la realidad lo golpeó duramente cuando fue consciente de todos sus sentimientos.
Ocurrió a sus diecinueve años, en primavera.
Un día, como cualquier otro. Hoseok salió de su cama y luego de lavarse hizo el camino hacia el gimnasio con la intensión de entrenar.
Era temprano por la mañana, el sol apenas había salido. Él necesitaba despejar su mente antes de comenzar el día.
Por supuesto Mingyu ya estaba en el lugar, al fondo, donde se encontraban la mayoría de las máquinas. Sostenía una barra de más de cien kilos y estaba a la mitad de ejercicios de peso muerto cuando entró.
Sudaba por todas partes. Hoseok apenas lo saludó porque el aire quedó encajado en alguna parte de sus pulmones y se negaba a salir en un intento de poder concentrarse en sus propios ejercicios.
No pudo. Y cuando tomó una de las mancuernas para comenzar, no pudo evitar girar la cabeza hacia Mingyu porque este se estaba quitando su camiseta sudada, quedando solo con esos pequeños pantalones deportivos que vestía y que igualmente se le pegaban a la piel de sus muslos.
Hoseok fue descarado. No le importó si estaba viendo demasiado obvio a Mingyu o si este lo captó en el acto. Luego habría tiempo para recriminarse y arrepentirse. Ahora la vista era demasiado poderosa como para si quiera ponerse a pensar en otra cosa.
Su cuerpo parecía esculpido por dioses y si Mingyu le inventaba una mentira de que tenía una especie de ascendencia griega relacionada con los dioses del olimpo definitivamente se lo creería.
Porque era perfección, cada músculo parecía estar entrenado en detalle, como si hiciera valer la función de todos ellos en su ejercitado cuerpo.
Su sudor era un plus mientras levantaba esa barra, porque nunca pensó que una persona podría verse tan bien mientras sudaba. Le goteaba de su mentón y caía por su pecho. Su cabello era otra cosa mortal, estaba largo, húmedo, cayendo como estelas por su frente y Hoseok tuvo que tragar saliva de manera automática cuando su mirada comenzó a subir a subir y a subir hasta que se encontraron con los ojos ajenos, notando que Mingyu ya le estaba mirando de vuelta mientras soltaba la barra.
Le estaba dando ese tipo de mirada que hace a Hoseok ahogarse por dentro. Así, como si sólo existiese él, como si solo fuese el mundo y Hoseok y nadie más y Hoseok no mentiría, le encantaba que el otro le mirase como si se hubiese encontrado algo valioso; como la última gota de agua en el peor desierto seco. Como si fuese el aire que lo ayudaría a subsistir.
Hoseok tuvo la revelación de eso y tiró las mancuernas de manera ruidosa y se fue corriendo de ahí antes de que Mingyu pudiese leerle los pensamientos obscenos que surgieron en su cabeza.
Ay, ay.
No se detuvo hasta que llegó a su habitación, donde golpeó la puerta de su baño con fuerza.
—Okay, okay, okay... —repitió, una y otra vez mientras se miraba al espejo.
Se siente idiota.
Este nuevo descubrimiento de él babeando por Mingyu lo hacen sentirse idiota.
Tener consciencia de esto, lo hace sentirse como el ser más estúpido de la tierra.
¿Cómo no se dio cuenta antes?
No puede salir de su cuarto con ese pensamiento, con esos pensamientos sobre Mingyu porque es obvio que el híbrido se daría cuenta y si eso pasa Hoseok está seguro que se tiraría por el acantilado más cercano o se entregaría a los lobos de la reserva más recóndita del sur para que lo despedacen y lo destrocen y así nadie pueda enterarse de que hay veces que miraba a Mingyu, así como si no pudiese respirar y otras veces donde deseaba tener su lengua por varias partes de su cuerpo y-
—Mierda.
Se lavó la cara, pese a que hace minutos atrás lo había hecho.
No importa. Tiene que calmarse a como dé lugar si quería volver y ponerse a entrenar con el híbrido.
Meditó unos cinco minutos. Meditar siempre le hacía sentir bien. Las brujas le enseñaron, Yeji le enseñó y siempre funcionaba cuando necesitaba despejar su mente de varios pensamientos.
Cuando se sintió listo para volver, fue hasta la puerta de su habitación y tanto fue su espanto de encontrar a Mingyu tras el marco que se echó hacia atrás, soltando el agarre de la manilla mientras soltaba una fuerte maldición.
Su primer instinto fue fruncirle el ceño.
—No hagas eso, joder.
Por supuesto que Mingyu lo iba a seguir, joder. ¿Por qué nunca se le ocurrió?
Maldición.
Mingyu alzó una ceja, en la misma posición, llevando solo esos pantalones deportivos. Le miró expectante.
—¿Qué te pasa?
Hoseok se encogió de hombros.
—Nada.
—Me estás ocultando algo.
—Puedo ocultarte muchas cosas —replicó, frunciendo el ceño—, no tengo por qué contarte todo. No eres mi papá.
Ay. Por qué dijo eso. Hoseok está arrugando el ceño mientras luchaba por no desconcentrarse, pero era casi imposible cuando toda su esencia estaba tan cerca de él y Hoseok es un remolino de emociones ahora mismo y lo que más imploraba era quedarse solo, estar solo para pensar, aunque sea un segundo porque ahora mismo no puede, no puede, maldición que no puede.
Dios, Dios, Dios. Ayudaaaaa. Dios, Kamisama.
Mingyu le miró extrañado.
—¿Qué te pasa?
—¡Nada! —se alteró, pasando por su lado—. No leas mis pensamientos. Iré a entrenar y necesito estar tranquilo.
—Dijiste Kamisama —respondió Mingyu, tras su espalda, como si él no estuviera al tanto de lo que gritó en su propia mente en un absurdo intento de tranquilizarse.
Se puso rojo, por supuesto que se puso rojo desde las orejas hasta el cuello. Pero alzó el mentón y puso su mejor cara de póquer a pesar de que Mingyu estaba tras él y no le veía el rostro.
—Era por el anime que vimos el otro día —aclaró y comenzó a caminar—, el de la diosa.
No iba admitir que lo dijo como una medida desesperada porque ahora mismo necesitaba la ayuda de todos los astros del universo para calmarse.
Mingyu aguardó silencio, no comentó nada y Hoseok sabía que el híbrido había escuchado la mentira en sus latidos, en su aroma.
Sin embargo, no replicó nada.
—Okay... —fue lo único que dijo y Hoseok casi llora de alivio porque lo dejó ir, lejos de su vista, lejos de su mirada, tan...
Lo empezó a seguir de cerca, acelerando sus pasos cuando Hoseok caminaba más rápido.
Se sentía como una presa, con un felino vigilando listo para comenzar la caza.
Mandarinas, me gustan las mandarinas y el sushi, me encanta el ramen, las manzanas, guau adoro las manzanas, me encantan las frutas y...
Siguió pensando en todo tipo de comida mientras Mingyu lo seguía, en silencio, como si estuviese escaneándolo y Hoseok podía sentir la mirada intensa que le quemaba la nuca.
Las sandías son las mejores, deberíamos comer harta sandia, comer todos los días sandías, sacar de la huerta, deberíamos preguntarles a los empleados si habrá cosecha este año y-
Perdió el hilo de pensamientos cuando su cuerpo fue estampado con fuerza contra la pared del pasillo, el aire escapando de sus pulmones mientras siente la presión del cuerpo de Mingyu inclinándose sobre él, bloqueando cada uno de sus movimientos.
Hijo de puta. Él le había enseñado esto.
Su mejilla se apegó contra la madera forrada del pasillo y las manos de Mingyu se ubicaron a cada lado, los codos flexionados de lo cerca que se presionaba contra él, sus piernas abierta mientras apresaba las suyas y si alguien veía desde lejos la posición pensarían que el híbrido estaba solo, contemplando la pared o algo debido a que todo su cuerpo corpulento lo tapaba por completo.
—Mingyu... —advirtió como pudo. La voz fuerte en un tono de advertencia se convirtió en una pequeña súplica.
Mingyu acercó su rostro. Hoseok podía sentir el aliento del híbrido contra la piel trasera de su oído mientras lo escaneaba.
Le tiemblan las rodillas, si es honesto, y su estómago parece estar viviendo su propia aventura en un parque de diversiones de tantas cosquillas que siente.
Su corazón es errático y parece retumbar en sus propios oídos, martilleando con tanta fuerza que sabía, Mingyu lo escuchaba también.
Intentó pegarle un codazo.
Mingyu le gruñó y se presionó con más fuerza.
Este loco hijo de puta. Hoseok estaba en el limbo del enojo y otra emoción mucho más burbujeante, mucho más poderosa.
—Te empeñas en mentir, Hoseok —espetó, con su voz grave. Le chasqueó la lengua y el sonido le erizó los pelitos.
Cerró sus ojos, en un pobre intento para concentrarte.
Inspiró profundo.
—Quítate.
No se quitó, pero la presión sobre su cuerpo disminuyó, quitando su cuerpo y dejando solo las manos a cada lado de su cara. Como si no quisiera tocarlo, pero tampoco dejarlo ir.
Hoseok se siente tonto por haberle dicho eso. Porque quiere que lo toque, quiere sentir su calor y quiere sentir esa presión de su cuerpo contra el suyo.
No sabía cómo pedirlo.
—He podido escucharlo desde antes, ¿sabes? —la voz de Mingyu apareció dentro de todos sus pensamientos, cortándolos y haciendo que solamente le prestara atención a él y sus palabras—. No tiene caso que pienses en todas esas estupideces porque lo he escuchado todo este maldito tiempo.
Mingyu, maldito, desgraciado Mingyu se volvió a inclinar hacia él y Hoseok pudo sentirlo en distintos lugares, una presión y un calor como una pequeña fiebre que brotaba dentro de su cuerpo.
No supo cómo sentirse, su mente era una laguna borrosa con demasiadas emociones para que él pudiese prestarle atención a solo una.
El contacto físico lo estaba lanzando al precipicio y Hoseok sabía que no tardaría un segundo más en estallar.
Le ardían las orejas, le ardía el cuello, le ardía todo el cuerpo.
Apenas tragó saliva cuando escuchó una risita divertida de Mingyu tras su oreja.
—No sé de qué hablas —le contestó, sonando molesto—, quítate de una vez, Mingyu.
Hoseok se congeló cuando sintió los labios del híbrido rozar la piel de su nuca. Apenas un contacto efímero que lo hizo temblar y estremecerse por dentro.
—El aroma... el aroma te delata, Hoseok. Siempre te ha delatado —su voz, era una melodía profunda a la cual Hoseok se siente adicto, apenas procesando sus palabras—, y no tienes idea de todo el maldito autocontrol que he tenido por culpa de tus pensamientos. Porque los he escuchado todos.
Ah.
Ay.
Hoseok no está respirando.
Su primer pensamiento es tirarse de un acantilado.
El segundo es fingir demencia.
El tercero es entregarse a los lobos.
El cuarto es fingir que todo lo que sintió y pensó fue culpa de una etapa adolescente que le hacía papilla el cerebro y jugaba con sus sentimientos.
La verdad es que tuvo muchas opciones.
Pero no hizo ni dijo ninguna.
Mingyu se alejó definitivamente y en su lugar lo tomó de los hombros para voltearlo y enfrentarlo. Sus manos eran delicadas, como si fuese a romperse si ejercía más fuerza y el gesto era algo que Hoseok odiaba porque le apretaba el pecho, le causaba un tumulto de sentimientos que no podía controlar y conservar en su propia persona. Una emoción que quería desbordar de él y no había forma de detenerlo.
Cuando lo miró, vio que este ya le miraba de vuelta.
Y esa mirada, quemaba.
Hoseok perdió el sentido del tiempo mientras su vista reposaba en la de él. Se preguntó por un momento si Mingyu se daba cuenta de cómo le miraba. Con sus ojos brillantes y oscuros, agitado, como si estuviesen reteniendo tanto, como si estuviese soportando tanto que apenas podía ocultarlo.
Era precioso. Mingyu. Era demasiado bonito y poder contemplarlo en primera plana le robaban uno que otro suspiro.
Tan bonito.
Ni siquiera supo si ese pensamiento vino de Mingyu o vino de él.
Ve al chico tragar. Su manzana de adán subió y bajó con fuerza.
—Está bien, sabes —susurró, sus manos se abrieron en la zona de sus hombros, apretando ligeramente. La voz salió atrapada, como si hubiera una especie de miedo en sus palabras. Hoseok se pregunta a qué—. Está bien, ¿de acuerdo? Sentirse así... no es malo. Está bien.
Sabía de lo que hablaba. Pero Hoseok tenía miedo, prefería hundirse él solo y no arrastrar el barco completo. No llevarlo con él al fondo del océano.
Así que negó.
—No sé de qué hablas...
Y por supuesto, Mingyu sabía que él sabía. Y la mueca, Dios, la mueca que colocó en su cara fue un atisbo de decepción que permaneció por menos de un segundo antes de volver a su rostro habitual, pero Hoseok la vio, vio el gesto que le indicaban que hacerse el tonto lo había herido en cierto punto, pero Hoseok tiene miedo y no sabe cómo expresarlo, cómo decirlo.
Mingyu se separó por fin, dándole espacio y sonrió de lado mientras bajaba sus brazos y- ah, no sonrías así, imbécil.
—Entonces... —ladeó la cabeza—, cuando lo sepas, me dices.
Le dio un ligero toquecito en el mentón antes de dar media vuelta y perderse por el final del pasillo, hacia las escaleras del primer piso donde escuchó sus pisadas fuertes bajar los peldaños.
Lo dejó ahí, como si no acabara de refregarle el cuerpo sobre el suyo. Tenso y acalorado en varias partes de su propio cuerpo.
Como si no acabara de confesar que había escuchado y olido cada uno de sus pensamientos.
Como si no le hubiera desestabilizado el mundo con una sola mirada, removido el suelo bajo sus pies.
Hoseok jadeó apenas, sin darse cuenta de todo el aire que había reprimido al tenerlo así de cerca, como si respirar a su lado lo fuese a consumir.
Tan consciente.
Se había vuelto demasiado consciente.
*
¿Era alguna especie de juego retorcido?
Porque Hoseok no supo de qué otra forma interpretar el cambio de actitud en Mingyu después de esa conversación.
No le tocaba. No con tanta frecuencia como antes y parecía querer evitar estar mucho tiempo con él mientras murmuraba estar ocupado con otras cosas.
¿Qué quería? ¿qué buscaba de él?
¿Qué Hoseok le gritara en la cara que quería sus manos encima?
¿Era alguna especie de pelea por ver su orgullo caer?
No pueden culpar a Hoseok. Toda su vida se ha preparado para dedicarse a servir al gremio. Cazar vampiros. Una vida que no deja espacios para otro tipo de asuntos.
Hizo juramentos. Hoseok cortó la palma de su mano mientras juraba por el gremio en aquel invierno de sus doce años.
Estaba seguro que moriría joven.
Quizá ya era muy tarde para arrepentirse, para asustarse, para aterrarse. Porque había dejado entrar a Mingyu a su corazón desde hace mucho tiempo, desde que lo encontró y lo cuidó en su habitación preguntándose por qué un chico como él llegaría a un lugar como el suyo.
Los sentimientos siempre estuvieron ahí, por él. Independientemente de la forma que sea, le había dado la entrada a una parte de él que no le pertenecía a nadie más y no sabe cómo sentirse.
Es difícil. Hoseok es humano y no quiere que Mingyu se vuelva "loco" en cierto sentido por su culpa y termine igual que su padre, un hombre que juró aborrecer.
Pero no es algo que pueda controlar. Era como una enfermedad, los contagiaba y los comenzaba a podrir desde adentro hasta dejar salir la peor versión de uno mismo.
Todo por amor.
Hoseok no quiere sacar la peor versión de Mingyu y habría sido genial que hubiesen continuado siendo los mejores amigos que eran.
Pero el corazón manda. Hoseok no puede decirle a su corazón que se detenga de sentir, que se obligue a no sentir incluso si ahora mismo es lo que está haciendo porque le duele, le duele demasiado y sabe que Mingyu está sufriendo, sabe que es como él a pesar de que el híbrido aparenta una fachada perfecta, el mismo tono burlón, la misma mirada divertida, como si nunca hubiese pasado nada más entre ellos.
El sentimiento es tremendo.
Hoseok sabe que su profesión es mortal y peligrosa. Pero no tiene miedo de morir y está seguro que aprecia su vida con fuerzas.
Pero Mingyu la apreciaba más.
Y eso le hace temer, le hace tener miedo a la muerte porque no quiere sacar lo peor de él, no se imagina lo destrozado que podría quedar Mingyu solo por la codicia de querer tenerlo para él.
No quiere verlo sufrir.
Hoseok se dio cuenta de eso quizá demasiado tarde. Lo ama tanto que sólo desea verlo feliz, solo desea verlo bien incluso si no es a su lado.
Es suficiente con verlo bien. Feliz. Sin esta atadura con él. Sin el miedo de saber que una vez que deje esta vida, Mingyu se volverá una persona lamentable por su culpa.
No quiere eso para él. No lo quiere.
Mingyu debería atar su corazón con otro ser sobrenatural, alguien que lo acompañe en una larga vida.
No en un humano como él.
Hoseok lleva las manos a su pecho.
Apenas puede respirar.
*
Taehyung seleccionó una canción al azar, asignó el modo difícil y le dio a start.
La música del Just Dance comenzó a sonar y sonrió maliciosamente cuando notó a Mingyu ubicándose a su lado.
—El que gane le dará un beso con lengua a Hoseok.
En menos de un segundo, Mingyu soltó el control, todos sus movimientos fallaron y fue a empujar a Taehyung.
—Nadie tocará a Hoseok. —sentenció con un gruñido descomunal que hizo a su aroma surgir con fuerza, en un instinto de amenaza.
Taehyung solo lo ignoró porque estaba más concentrado bailando y en un rápido movimiento, miró a Hoseok, quien se sentaba en el sofá tras ellos. En la sala de estar de su departamento.
—Tenías razón —le dijo—, sí se puso posesivo —y luego se volteó a mirar a Mingyu—. Amigo, vas perdiendo.
Mingyu comenzó a bailar, como si ese hecho le hubiese activado una parte de supervivencia en su cerebro que lo obligaba a moverse bien para adquirir todos los puntos perfectos en el juego.
De paso insultaba a Taehyung, pero Taehyung encontraba el asunto tan divertido que apenas se inmutaba.
Sabes que lo hace por joder, por supuesto que no me besará.
Hoseok se puso rojo al sentirse idiota por estar aclarándole las cosas. No supo por qué se lo aclaraba, pero se convenció de que solo lo hacía para hacerlo bajar sus niveles posesivos y evitar un desastre entre ambos vampiros.
Lo sé. Solo estoy esperando el punto débil de este bastardo para sacárselo en cara.
Hoseok rio.
—¡Hey! Dejen de hacer esa cosa loca con la mente. —Taehyung gruñó, arrodillándose y moviendo los brazos mientras obtenía la puntuación perfecta—. Me niego a ser la tercera rueda de ustedes, malditos.
Mingyu sonrió.
—Qué pena, porque eres la tercera rueda, Taehyung.
—Bastardo presuntuoso —Taehyung lo empujó. Mingyu comenzó a perder un montón de puntos.
El híbrido gruñó y lo empujó de vuelta.
Y antes de que termine la canción, Taehyung lo tacleó, volviendo a su lugar para bailar la última parte mientras Mingyu lo miraba desde el suelo, indignado y no creyendo que lo había derribado así sólo por ganar.
Mingyu volvió a jugar, pero cuando terminó la canción, Taehyung se coronó como ganador.
El vampiro le miró con un brillo de diversión en sus ojos.
—Qué pena, no vas a recibir el beso con lengua de Hoseok, lo recibiré yo.
—No vas a recibir nada de él —gruñó Mingyu de nuevo, esta vez, sus ojos mostrándose de un fuerte color rojo—. Jugaremos de nuevo.
Taehyung rompió a reír mientras le murmuraba entre risas que escogiera otra canción.
Hoseok suspiró como si estuviera harto de ellos, sin embargo, había una media sonrisa en su rostro cuando los observó comenzar otra canción y jugarla entre empujes y patadas que de seguro para un ser humano normal significarían un hueso roto.
Después de diez canciones, Mingyu se coronó como el ganador.
—Ahí lo tienes, bastardo —espetó sonriente—, por supuesto que trescientos años te oxidaría los huesos.
El vampiro se cruzó de brazos y ladeó la cabeza.
—Yo no soy el que quiere besar a Hoseok.
Mingyu alzó el mentón y le miró desafiante.
—No es como si Hoseok quiera besarte a ti, sabes.
—No importa, yo era su vampiro favorito.
—Eras. Tiempo pasado, tú mismo lo has dicho. Ya sabes cómo es el dicho, Tae —vociferó, orgulloso y tan lleno de sí mismo como si esta discusión tuviese algún sentido—. La carne vieja tiene que ser reemplazada por carne fresca.
Taehyung ni siquiera sabía lo que significaba eso, pero de seguro lo estaba insultando.
—Yo lo conocí a los doce.
—Y yo a los dieciséis.
Hoseok rodó los ojos y se levantó de su sitio.
—Oigan...
—Yo le ayudaba a peinarse cuando era chiquito.
—Yo he dormido con él.
Silencio.
Hoseok jadeó.
Dios, Mingyu, ¡¡por qué dices eso!!
Taehyung no supo qué decir.
—Guau —Fue su único comentario mientras se giraba a mirar a Hoseok—. Creo que ya no me gustó este juego.
Hoseok los fulminó a ambos con la mirada.
—No entiendo por qué siempre me tienen que meter a mí en sus mierdas —reclamó—. Mejor dinos por qué nos llamaste, Taehyung, no creo que haya sido solo para jugar Just Dance, ¿qué sucedió?
Taehyung se mordió la mejilla interna. Quería decirle que era divertido meterlo a él en discusión porque Mingyu reaccionaba como pólvora y eso realmente era la entretención de su vida en estos días, joderlo. Pero también porque había notado que las cosas estaban tensas entre ellos apenas tuvieron un pie dentro de su departamento. No sabía si fue por alguna discusión que llevaron a cabo antes de llegar acá, pero Taehyung notó el aroma nervioso de Hoseok y a Mingyu a la defensiva. Sea lo que sea que habían estado discutiendo o hablando no lo habían terminado de resolver.
De pronto, le dio una mirada indignada a Hoseok.
Este humano, pensó, se enoja y él aquí esforzándose por ser de chaperón.
Abandonó por un segundo la sala y volvió con una pequeña carta en su mano, la cual fue entregada a Hoseok.
—Yeji reunió los nombres de los humanos que se devoró la bruja esa, Mirae —el negó cuando la vista del humano pasó de la carta a él, varias veces—. Sé que han pasado unos meses, pero queríamos darte esto. Dentro de lo que recopilaron las brujas, hay algunos nombres que pertenecen al gremio de cazadores del norte. Quizá, si hay alguno de ellos en la lista de desaparecidos, puede que su nombre se encuentre ahí. Dásela a Garam.
Hoseok tomó el papel con dedos temblorosos.
Tragó saliva, o eso intentaba cuando un nudo crudo se formó en el fondo de su garganta.
Mingyu tenía razón. Los humanos son frágiles. Pueden dejar de existir de un segundo a otro.
Pueden abandonar este mundo sin que el resto se diera cuenta.
Una existencia insignificante.
A Hoseok no le importa arriesgar su vida por el gremio.
Pero sabía que no todos pensaban así. Algunos gremios obligaban a los cazadores a cumplir ciertos años de servicio y ¿para qué?, para terminar en esa lista que acaba de recibir. Un nombre que sería olvidado con el pasar de los años.
Tranquilo.
La voz de Mingyu le acarició el cuerpo.
Hoseok inspiró profundo y se tragó todas las emociones.
Por favor, sigue hablándome.
De vuelta en el auto, con un chofer designado que los llevaba de vuelta a la finca, Hoseok aún sentía un mar de emociones desbordarse.
Habían leído los nombres. Afortunadamente ninguno pertenecía al gremio de su padre. Pero eso tampoco lo hacía sentir bien.
Era una mezcla de alivio y enojo.
La vida era una mierda injusta.
Suspiró y miró la carretera pasar a medida que el auto avanzaba.
Mingyu ahora no le hablaba. A pesar de que había hecho lo que le pidió a través de su comunicación mental hace una hora atrás.
Tranquilo.
Está bien, Hoseok.
No es tu culpa.
Vengamos esas muertes.
Sé que están descansando en paz, Hoseok.
Tranquilo ¿sí?
¿Puedo hacer algo por ti?
Haré lo que sea, Hoseok. Lo que sea.
Hoseok cerró los ojos y recordó todas sus palabras, repitiéndolas en su mente una y otra vez porque habían funcionado. Su bonita voz había hecho tanto por él, dándole tanta paz que podría llorar sobre sus palabras. Lo habían calmado, le habían abrazado el alma y por más que Hoseok deseaba un abrazo, deseaba algún tipo de consuelo, no lo pidió. La voz de Mingyu en su cabeza había sido suficiente.
Agradecía que lo hubiera hecho a pesar de la distancia que se formó entre ellos desde hace una semana, cuando Hoseok fue tan consciente de sus sentimientos, pero a la vez negándose a dar algún paso porque es tonto y estúpido y cobarde.
Supuso que así se sentía una pelea con tu mejor amigo.
Hoseok no sabe cómo repararlo. O quizá sí, pero tiene miedo y se siente culpable del posible daño que le cause a Mingyu en el futuro.
Porque Mingyu debería estar con alguien como él, un sobrenatural como él y no con un simple humano que podría darle una felicidad momentánea, pero que lo terminaría por destrozar para toda la vida.
Hoseok no era así de egoísta y esperaba que Mingyu pudiese ser feliz por siempre, sin él a su lado.
Le gané las partidas a Taehyung. La voz de Mingyu se escuchó en su mente. Había una melodía tranquila en la radio y el chofer se detuvo en un semáforo en rojo que quedaba antes de ingresar a la autopista. Hoseok esperó. Mingyu no dijo nada hasta que el auto avanzó. Si la apuesta hubiese sido real, ¿el beso lo habrías hecho? ¿Conmigo?
Hoseok sintió los músculos de su estómago tensarse.
No.
Los latidos. Pensó Mingyu, resonaban como un trueno en sus oídos. El sonido de su corazón era salvaje.
Mingyu apoyó el codo en el ventanal de su lado y con ayuda de su mano dejó descansar su boca contra su palma, escondiendo la sonrisa que se le formó en la cara.
Mentiroso.
Hoseok tragó saliva, y miró hacia adelante. Sintió calor en su rostro, pero intentó concentrarse.
Tú... ¿te habría gustado? Preguntó, y se siente tonto, pero necesita saberlo, escucharlo, aunque sea en su mente. ¿Te habría gustado besarme?
Le habría ganado todo el maldito juego si la recompensa era besarte, Hoseok.
Hoseok volteó hacia él, curioso de la cara que estaba colocando ahora, pero Mingyu seguía con la vista en la ventana y no podía verlo.
Ni siquiera cuando el auto volvió al silencio.
Cuando llegaron, Mingyu bajó casi desesperado, murmurando que estaría entrenando en el gimnasio y Hoseok no insistió en seguirlo. Con la carta en mano fue a la oficina de su padre y se encargó de sus propios asuntos durante el resto del día.
Fue tarde por la noche cuando volvió a verlo.
Era de madrugada y Mingyu apareció en su habitación porque había estado soñando.
Lucía el mismo aspecto que siempre tenía cuando lo buscaba en la madrugada.
Aterrado, los ojos hundidos, la cara pálida. Todos los músculos de su cuerpo tensos. Sus manos, empuñadas y con los nudillos blancos de la fuerza que usaba. Y ese pecho, subiendo y bajando agitado.
Hoseok sintió pena. Era injusto que la vida se encargara de hacerle esto a un chico que no lo merece.
En silencio, se deslizó hacia el rincón y ese fue todo el permiso que Mingyu necesitó para abrir las sábanas y acostarse a su lado.
Nunca se tocaban. Hoseok siempre entendió esa regla. Como si el híbrido en ese estado estuviese tan delicado que tocarlo podría llegar a romperlo, destruirlo.
Hoseok entendió que con su compañía bastaba, alguien que estuviese a su lado para decirle que solo eran sueños y que en la vida real su padre estaba muerto, no podía tocarlo ni hacerle daño.
Hoseok no lo permitiría.
Siempre era lo mismo.
Mingyu llegaba, se deslizaba por su cama y al cabo de unos minutos se dormía.
Hoseok por otro lado sentía que el corazón saldría por su boca, descabellado mientras el manojo de nervios creciendo en su pecho hacia estragos en él al sentir la presencia ajena, al sentir el ligero tacto de su hombro con el suyo.
Era abrumador en cierto punto y odiaba que para Mingyu resultara tan fácil venir a su cuarto por las noches y ponerse a dormir.
Sin inmutarse de que él estuviera a su lado.
Hoseok giró y miró la coronilla de su cabello cuando Mingyu se volteó, dándole la espalda.
Apenas veía gracias a la luz de la luna que se filtraba por la ventana.
Su primer pensamiento fue tocarlo.
Quería tocarlo.
Quería sentir su calor cerniéndose sobre el suyo y tocarlo. Consolarlo mientras lo toca y no esta distancia que siempre interponía Mingyu cuando venía.
¿Estás dormido? No pudo evitar preguntar. Su voz salió antes de que pudiese ordenar sus pensamientos.
—No si una voz me habla en la cabeza.
Hoseok rodó los ojos.
Pesado.
Gracias.
No era un cumplido.
Qué atento aclararlo.
Hoseok no respondió.
Juntó las manos sobre su abdomen y jugueteó con ellas, no sabiendo qué hacer.
Estaba muriéndose de los nervios y antes de darse cuenta, el cuerpo de Mingyu se removió a su lado hasta voltearse y quedar de costado, enfrentándolo.
—¿Qué pasa? —preguntó, con esa voz suave que le hace querer llorar.
Hoseok no soportó la sensación de ahogarse y simplemente se desarmó ahí junto con él.
Perdón.
Mingyu se tomó su tiempo, como si no hubiese estado seguro de escuchar esa palabra en su mente.
—¿Qué?
Hoseok miró el techo, sintiendo la abrumadora mirada del otro fija en él.
No quiero que estemos enojados.
—No estamos enojados, Hoseok. —No estoy enojado.
Pero te alejaste. No me gusta eso, no sé... no sé lo que hice mal. Dime para poder arreglarlo.
No me alejé porque estuviera enojado, me alejé porque... a veces tus pensamientos son demasiado abrumadores, y no... no quiero hacer algo que tu no quieras.
—Sé que no harías nada que yo no quiera. —Aclaró, negando. Estaba seguro de eso.
Mingyu gruñó, y lo sintió tomar aire profundamente.
Aun así... mi autocontrol es una mierda cuando se trata de ti. No quiero presionarte como el otro día.
No me molestó.
Lo sé... lo escuché en tus latidos, lo olí en tu aroma.
Hoseok se giró a mirarlo —¿Entonces...por qué te alejas?
Sus palabras, en un tono tan lastimero rompieron el silencio de la habitación. Hoseok no podía detenerse. Sentía que caía y no había lugar dónde sujetar para evitar el golpe.
Mingyu cerró sus ojos.
—Porque lo dijiste, Hoseok. —replicó, con la voz parecida a la de él—. No tiene sentido que yo lo sienta en tus latidos, y lo huela en tu aroma si de tu boca saldrá otra cosa. Respeto lo que dices por aquí.
Y con ese último comentario alzó una mano, tomando su mentón de tal forma que el pulgar acarició su labio inferior, pasando la yema cálida por este varias veces en un gesto dulce que se sintió mortal.
La caricia. Hoseok la sintió debajo de sus huesos y el toque fue tan real que era lo que él estaba buscando, era lo que él necesitaba cuando Mingyu venía a su cama porque no podía dormir después de las pesadillas.
Era un toque. Un simple toque. Y resultó tremendo.
—No me gusta que tengas pesadillas —confesó, abruptamente—. Pero me gusta que vengas, que sepas que puedes venir porque aquí estarás bien. Aquí te puedo cuidar.
Mingyu le sonrió, enternecido y su mano acunó su mejilla, como si no tuviera intenciones de alejarse y Hoseok se acercó al toque para que entendiera con ese gesto que él no quería que se alejara.
—Son tus latidos —le dijo, luego de un rato.
Hoseok le miró confundido.
—A qué te refieres.
—Tus latidos son los que me relajaban, sabes.
Hoseok sonrió.
—Eso es espeluznante.
Le alzó una ceja en respuesta.
—Y te gusta.
Hoseok no respondió, no de inmediato. Su rostro perdió emoción cuando sintió un brinco en su corazón y tragó saliva y le miró serio cuando las palabras se arremolinaron en su boca.
—Me gusta —respondió, ahogado—, me gusta porque estoy enamorado de ti.
Lo dijo.
Lo dijo.
Por fin lo dijo.
Los ojos de Mingyu se abrieron un poco más y brillaron con fuerza, la mano en su mejilla pareció tensarse y todo el mundo alrededor de él se perdió y desapareció junto con él.
Hoseok no podía detenerse.
—Me gusta por eso, porque me gustas, me gusta que vengas aquí y te sientas protegido, sé que me quieres proteger, pero me gusta a mí protegerte, saber que estás a salvo, me gusta que me celes, me gusta que te burles de mí y yo poder decirte lo que siento, me gusta ser tu mejor amigo, me gusta que sonrías por mis bromas, me gusta que me calmes, que me veas, que me mires sólo como tú lo haces, me gusta tanto que siento que me volveré loco por lo mucho que me encanta todo lo que tenga que estar relacionado contigo.
Okay, quizá dijo demás.
—Hoseok-
—Pero por el mismo hecho que me gusta, me aterra y me duele, me duele pensar que sufrirás por mi culpa, que... esa maldición de vampiros quizá esté en ti y yo pueda desencadenarla algún día. No quiero cargar con esa culpa.
—Estarás muerto, no sentirás la culpa.
Hoseok gimoteó molesto.
—No puedo creer que estés intentando bromear ahora —le reprochó, pero no del todo porque Mingyu le sonrió—. No quiero darte ese sufrimiento, prefiero mil veces que estés con otro sobrenatural que te acompañará por miles de años a que estés conmigo por un corto periodo de tiempo antes de que te destroce para siempre. No podría con eso.
—Ya no se puede arreglar —le respondió, con empatía—. No se puede arreglar porque estás aquí —y llevó la mano de Hoseok a su pecho—. Estás... tan adentro que no puede haber nadie más, no puede ser nadie más, no quiero que sea alguien más, ridículo. No te preocupes por eso, por favor, no lo hagas, no tiene porqué ser así, no ahora, no ahora cuando tenemos esta vida, podemos disfrutar esta vida.
Dios. Sus palabras, el tono de su voz. Hoseok se rompió cuando escuchó cómo rogaba, cómo suplicaba. Las lágrimas ardieron tras sus ojos y no pudo tenerlo lejos, no pudo quedarse ahí.
Se inclinó hacia Mingyu y apoyó su frente en la de él.
—Tengo miedo —dijo, con los labios temblando, respirando en su boca, tomando su aliento como si fuese la única forma de respirar—. No quiero que me recuerdes como algo malo.
—Lo vamos a resolver, ¿hmm? Lo vamos a resolver con el tiempo —Mingyu besó su frente—. No tiene por qué ser perfecto al principio, podemos verlo con el tiempo, pero déjame estar contigo, déjame estar contigo, por favor, solo déjame estar aquí, ¿sí? Siento que me estoy ahogando, que me pierdo, solo aquí. Solo aquí, déjame estar aquí y-
Hoseok lo besó.
Hoseok se inclinó y atrapó sus labios con los suyos y acalló sus palabras desesperadas.
Mingyu le devolvió el beso al instante, acercando su cuerpo para cubrirlo con su calor, sus manos abrazándolo mientras soltaba un pequeño rugido desde su pecho que vibró en su garganta, satisfecho por lo que había hecho.
No fue dulce como Hoseok lo inició, fue algo desesperado y necesitado, algo más crudo.
Fue como haber desatado una cadena que los había mantenido al borde por demasiado tiempo. Liberando las emociones de golpe.
Hoseok no podía detenerse, incluso si jadeaba y le costaba respirar.
Su corazón revoloteó en su pecho y cosquillas se formaron en su estómago cuando Mingyu dejó paso a su lengua, entrelazándola con la suya de manera suave pero intensa. Como si quisiera ser delicado pero la necesidad bruta de tomarlo surgía con más fuerza.
Porque le besaba como si estuviese hambriento, como si fuese la primera y la última vez que lo haría y su boca solo le pide más, más, más, hasta llenarse de placer, hasta llenarse de él porque no es suficiente, nunca será suficiente con él y Hoseok pasó los brazos por sus hombros, rodeándolo para tenerlo cerca. Para sentirlo cerca porque ardía por su toque, había añorado su toque por años.
Sintió las manos grandes y poderosas de Mingyu vagar por sus costillas, subiendo por su pecho, por sus hombros hasta acunar sus mejillas, acariciando suavemente la piel de estas con su pulgar mientras guiaba su cabeza para tener un acceso perfecto en esa boca que sabe a miel, que sabe dulce y de la cual sabe, se volvería adicto.
No supo cuánto tiempo estuvieron besándose como si fuese lo único que supieran hacer. Pero la habitación se había llenado de chasquidos y el cálido calor del ambiente los envolvía para cuando se separaron.
Mingyu hizo un ruidito de satisfacción cuando le dio un beso corto por última vez antes de separarse y mirarlo.
Hoseok estaba con el rostro sonrojado, el cabello desordenado y los labios hinchados de lo mucho que él había mordido.
Qué imagen. La vista viajó por todo su cuerpo y se sintió satisfecho de haber sido el causante de eso.
—Ya no hay vuelta atrás —le susurró, cerrando los ojos e inclinando la frente hasta pegarla a la contraria.
Hoseok inspiró profundo, hasta llenarse los pulmones.
—No hay vuelta atrás —concordó, asintiendo gentilmente—. No quiero que haya vuelta atrás.
Mingyu sonrió y abrió sus ojos, separándose para poder verlo mejor.
—Creo que me hiciste un amarre.
Hoseok resopló.
—Idiota —masculló—. Yo no soy el que tiene poderes.
Mingyu enarcó una ceja, divertido.
—¿Estás diciendo que yo te hice un amarre? —Hoseok no respondió, le miró con un brillo divertido y Mingyu quiso burlarse un poquito—. Probablemente lo hice, con mis músculos, porque los mirabas como si quisieras frotarte en ell-
Le tapó la boca en un segundo. Rojo. Avergonzado de su propia persona porque efectivamente, lo miraba así.
—Jesús, cállate —exclamó, medio ofendido y Mingyu sonrió en la palma de su mano y Hoseok le miró como si quisiera cortarle la lengua—. Siempre arruinas los momentos.
El híbrido besó su palma, el tacto cálido le hizo cosquillas en el centro de su mano.
—Mi vida es tuya, siempre lo ha sido, te he pertenecido desde hace mucho tiempo Hoseok, solo te estaba esperando.
Palabras. Viajaron a su corazón y formaron sitio ahí.
Hoseok bajó la palma de su mano y se preguntó por cuánto tiempo los sentimientos de Mingyu han venido creciendo.
Lo hablarían más tarde, pensó. Había tiempo para hablarlo.
Toda una vida.
Ahora mismo, hundió la cabeza en su pecho y lo abrazó con fuerza, con miedo de dejarlo ir, con miedo a soltarlo inconscientemente entre sus sueños.
Mingyu lo recibió por completo, con una mano abrazando su espalda mientras que la otra acariciaba gentilmente su cabello.
Hoseok cerró los ojos y respiró.
—Siento haberme demorado tanto. —Le dijo, con los ojos húmedos.
La respuesta de Mingyu fue bajar los labios y besarle el cabello.
La vida debía quererlo demasiado pensó Hoseok, porque le había enviado a alguien como Mingyu.
No podía estar más agradecido.
imagínense dentro de ónice y granatum cuántas veces se habrán comunicado Hoseok y Mingyu mentalmente u.u aklsdj adiosgracias por leer ♥
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