9
Cuando entramos, una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha donde Hagrid se sentó a esperar. Yo me sentía algo extraña, como si hubiésemos entrado en una biblioteca muy estricta. Para distraerme miré las miles de estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo. Por alguna razón, sentí una comezón en la nuca. El polvo y el silencio parecían hacer que me picara por alguna magia secreta.
-Buenas tardes -dijo una voz amable.
Harry, Remus y yo dimos un salto. Hagrid también debió de sobresaltarse porque se oyó un crujido y se levantó rápidamente de la silla.
Un anciano estaba ante nosotros; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.
-Hola -dijimos mi primo y yo con torpeza.
-Ah, sí -dijo el hombre-. Sí, sí, pensaba que iba a verlos pronto. Harry potter y gloria cullen. -No era una pregunta-. Tienen los ojos de su madre. Parece que fue ayer el día en que ella vino aquí, a comprar su primera varita. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.
El señor Ollivander se acercó a nosotros. Y deseé que el hombre parpadeara. Aquellos ojos plateados eran un poco lúgubres.
-Su padre, por otra parte, prefirió una varita de caoba. Veintiocho centímetros y medio. Flexible. Un poquito más poderosa y excelente para transformaciones. Bueno, he dicho que su padre la prefirió, pero en realidad es la varita la que elige al mago.
El señor Ollivander se acercó a Harry y casi estaban nariz contra nariz.
-Y aquí es donde...
El señor Ollivander tocó la luminosa cicatriz de la frente de Harry, con un largo dedo blanco, luego se acercó a mi y tocó mi cicatriz en mi ante brazo.
-Lamento decir que yo vendí la varita que hizo eso -dijo amablemente-. Treinta y cuatro centímetros y cuarto. Una varita poderosa, muy poderosa, y en las manos equivocadas... Bueno, si hubiera sabido lo que esa varita iba a hacer en el mundo...
Negó con la cabeza y entonces, para nuestro alivio, fijó su atención en Hagrid y Remus
-¡Remus Lupin! y ¡Rubeus! ¡Rubeus Hagrid! Me alegro de verlos otra vez... la de Remus es Cipres y pelo de unicornio, veintiséis centímetros, flexible, y la tuya Hagrid, Roble, cuarenta centímetros y medio, flexible... ¿Era así?
-Exacto -dijo Remus.
-Así era, sí, señor -dijo Hagrid.
-Buena varita Hagrid. Pero supongo que la partieron en dos cuando lo expulsaron -dijo el señor Ollivander, súbitamente severo.
-Eh..., sí, eso hicieron, sí -respondió Hagrid, arrastrando los pies-. Sin embargo, todavía tengo los pedazos -añadió con vivacidad.
-Pero no los utiliza, ¿verdad? -preguntó en tono severo.
-Oh, no, señor -dijo Hagrid rápidamente. Y ahí me di cuenta de que sujetaba con fuerza su paraguas rosado.
-Mmm -dijo el señor Ollivander, lanzando una mirada inquisidora a Hagrid-. Bueno, ahora, Harry... Déjame ver. -Sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas-. ¿Con qué brazo agarras la varita?
-Eh... bien, soy diestro -respondió Harry.
-Extiende tu brazo. Eso es. -Midió a Harry del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza. Mientras medía, dijo -Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrán tan buenos resultados con la varita de otro mago.
De pronto, me di cuenta de que la cinta métrica, que en aquel momento le medía a Harry las fosas nasales, lo hacía sola. El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas, luego también hizo el mismo procedimiento conmigo, solo que yo le dije que era ambidiestra
-Esto ya está -dijo, y la cinta métrica se enroló en el suelo-. Bien, Harry tú prueba ésta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros. Bonita y flexible. Agárrala y agítala.
Harry agarró la varita y la agitó a su alrededor, pero el señor Ollivander se la quitó casi de inmediato.
-Arce y pluma de fénix. Diecisiete centímetros y cuarto. Muy elástica. Prueba... -me dijo esa vez a mi, la probé, pero tan pronto como levanté el brazo el señor Ollivander me la quitó
-No, no... Ésta, a ver Harry. Ébano y pelo de unicornio, veintiún centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
Harry lo intentó. No tenía ni idea de lo que estaba buscando el señor Ollivander. Las varitas ya probadas, que estaban sobre la silla, aumentaban por momentos, pero cuantas más varitas sacaba el señor Ollivander, más contento parecía estar.
-Qué clientes tan difíciles, ¿no? No se preocupes, encontraremos a su pareja perfecta por aquí, en algún lado. Me pregunto... sí, por qué no, una combinación poco usual, una es acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible, y la otra es igual solo que es de veintiséis centímetros -dijo y nos trajo la misma varita a ambos, aunque claro, la más corta era para mi porque... quien sabe el porqué
Harry toco la varita . Sintió un súbito calor en los dedos. Levanto la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, a mí no paso . Hagrid y Remus nos vitorearon y aplaudieron
Oh no te preocupes – dijo el señor ollivander – encontraremos tu varita
No se preocupe seguro que ninguna varita es para mí – dije con tristeza
Entonces no se lo que paso que una luz apareció delante mía y vi una varita de como de sauce de color negro y blanco con una huella de lobo y un rubí.
-¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien... Qué curioso... Realmente qué curioso... lo
Puso nuestras varitas sus cajas y las envolvió en papel de embalar, todavía murmurando: «Curioso... muy curioso».
-Perdón -dijo Harry-. Pero ¿qué es tan curioso? -y si él no preguntaba yo lo hubiese hecho, el señor Ollivander fijó en nosotros su mirada pálida.
-Recuerdo cada varita que he vendido. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salieron las plumas que están en su varita dio otra pluma más. Y realmente es muy curioso que estuviera destinado a esta varita, cuando fue su hermana la que les hizo esas cicatrices.
Lo de la señorita cullen es porque ella misma a creado su propia varita parece ser que usted es muy poderosa.
Nosotros tragamos, sin poder hablar.
-Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso cómo suceden estas cosas. La varita escoge a los magos, recuérdenlo... Creo que debemos esperar grandes cosas de ustedes, Potter y cullen... Después de todo, El-que-no-debe-ser-nombrado hizo grandes cosas... Terribles, sí, pero grandiosas.
En fin, pagamos siete galeones de oro por la varita de Harry la mía no hizo pagarla ya que yo la cree y el señor Ollivander nos acompañó hasta la puerta de su tienda.
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