13
-...lleno de muggles, por supuesto...
Nosotros nos dimos la vuelta para verlos. La que hablaba era una mujer regordeta, que se dirigía a cuatro muchachos, todos con pelo de llameante color rojo. Cada uno empujaba un baúl, como nosotros, y llevaban una lechuza. Con el corazón palpitante, le hice unas señas a Harry y ambos empujamos los carritos detrás de ellos. Se detuvieron y los imitamos, parándonos lo bastante cerca para escuchar lo que decían.
-Y ahora, ¿cuál es el número del andén? -dijo la madre.
-¡Nueve y tres cuartos! -dijo la voz aguda de una niña, también pelirroja, que iba de la mano de la madre-. Mamá, ¿no puedo ir...?
-No tienes edad suficiente, Ginny Ahora estáte quieta. Muy bien, Percy, tú primero.
El que parecía el mayor de los chicos se dirigió hacia los andenes nueve y diez. Nosotros los observábamos, procurando no parpadear para no perdernos nada. Pero justo cuando el muchacho llegó a la división de los dos andenes, una larga caravana de turistas pasó frente a nosotros y, cuando se alejaron, el muchacho había desaparecido.
-Fred, eres el siguiente -dijo la mujer regordeta.
-No soy Fred, soy George -dijo el muchacho-. ¿De veras, mujer, puedes llamarte nuestra madre? ¿No te das cuenta de que yo soy George?
-Lo siento, George, cariño.
-Estaba bromeando, soy Fred -dijo el muchacho, y se alejó. Debió pasar, porque un segundo más tarde ya no estaba. Pero ¿cómo lo había hecho? Su hermano gemelo fue tras él: el tercer hermano iba rápidamente hacia la taquilla (estaba casi allí) y luego, súbitamente, no estaba en ninguna parte. No había nadie más.
-Discúlpenos -dijo Harry a la mujer regordeta.
-Hola, queridos -dijo-. Primer año en Hogwarts, ¿no? Ron y milena también son nuevos.
Señaló a los 2 últimos y menores de sus hijos varones y la chica era muy guapa pelirroja con los ojos color miel . Era alto, flacucho y pecoso, con manos y pies grandes y una larga nariz.
-Sí -dije-. Lo que pasa es que... es que no sabemos cómo...
-¿Como entrar en el andén? -preguntó bondadosamente, y nosotros asentimos con la cabeza. -No se preocupen. Lo único que tienen que hacer es andar recto hacia la barrera que está entre los dos andenes. No se detengan y no tengan miedo de chocar, eso es muy importante. Lo mejor es ir deprisa, si están nerviosos. Vayan ahora, vayan antes que Ron y milena .
-Hum... De acuerdo -dijo Harry.
¿Quieres que vayamos juntas – dije a milena
Vale – dijo
Mi primo empujó su carrito y se dirigió hacia la barrera. Parecía muy sólida. Comenzó a andar. La gente que andaba a su alrededor iba al andén nueve o al diez. Fue más rápido. Iba a chocar contra la taquilla y tendría problemas. Se inclinó sobre el carrito y comenzó a correr (la barrera se acercaba cada vez más). Ya no podía detenerse (el carrito estaba fuera de control), ya estaba allí... y luego desapareció.
-Ve cariño, ahora es tu turno -me dijo la señora amablemente.
-Esto, si, muchas gracias -dije con una sonrisa.- vamos mile
Claro – dijo
Empujamos nuestros carritos y empezamos a correr, la barrera se nos acercaba cada vez más y más, me preparé para un posible choque y cerré mis ojos preparada contra el impacto... Pero no llegó. El carrito siguió rodando y decidí abrir los ojos.
Una locomotora de vapor, de color escarlata, esperaba en el andén lleno de gente. Un rótulo decía: «Expreso de Hogwarts, 11 h». Harry miró hacia atrás y me vio, yo volteé también y vi una arcada de hierro donde debía estar la taquilla, con las palabras «Andén Nueve y Tres Cuartos». Lo habíamos logrado.
El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud, mientras que gatos de todos los colores iban y venían entre las piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras, con un malhumorado ulular, por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles.
Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, otros discutiendo sobre los asientos que iban a ocupar. Harry empujó su carrito por el andén y yo lo seguí pero antes me despedí de mile , buscando unos asientos vacíos. Pasamos al lado de un chico de cara redonda que decía:
-Abuelita, he vuelto a perder mi sapo.
-Oh, Neville -oí que suspiraba la anciana.
Un muchacho de pelos tiesos estaba rodeado por un grupo.
-Déjanos mirar, Lee, vamos.
El muchacho levantó la tapa de la caja que llevaba en los brazos, y los que lo rodeaban gritaron cuando del interior salió una larga cola peluda.
Nos abrimos paso hasta que encontramos un compartimiento vacío, cerca del final del tren. Primero pusimos a Hedwig, y a dorada aunque me lleve conmigo a Jacob y aro conmigo luego comenzamos a empujar los baúles hacia la puerta del vagón. Tratamos de subirlos por los escalones, pero sólo lo pudimos levantar un poco antes de que se cayera golpeándole un pie a Harry.
-¿Quieren que les eche una mano? -Era uno de los gemelos pelirrojos, a los que habíamos seguido a través de la barrera de los andenes.
-Sí, por favor -jadeé.
-¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!
Con la ayuda de los gemelos, nuestros baúles finalmente quedaron en un rincón del compartimiento.
-Gracias -dijimos al unisono y Harry se quitó de los ojos el pelo húmedo.
-¿Qué es eso? -dijo de pronto uno de los gemelos, señalando la brillante cicatriz de Harry.
-Vaya -dijo el otro gemelo-. ¿Eres tú... son ustedes?
-Son ellos, además se parecen mucho -dijo el primero-. Son ustedes, ¿no?
-¿Quiénes? -pregunté confundida.
-Harry Potter y gloria cullen -respondieron a coro.
-Oh, ellos -dije tontamente-. Quiero decir, sí, somos nosotros -les dije mostrándoles mi cicatriz en mi brazo. Los dos muchachos nos miraron boquiabiertos y en ese momento sentí que me ruborizaba. Entonces, para mi alivio, una voz llegó a través de la puerta abierta del compartimiento.
-¿Fred? ¿George? ¿Están ahí?
-Ya vamos, mamá.
Con una última mirada a nosotros, los gemelos saltaron del vagón.
Harry se sentó al lado de una de las ventanillas y yo me senté al frente de él con Jacob y aro que estaban dormidos . Desde allí, medio ocultos, podíamos observar a la familia de pelirrojos en el andén y oír lo que decían. La madre acababa de sacar un pañuelo.
-Ron, tienes algo en la nariz.
El menor de los varones trató de esquivarla, pero la madre lo sujetó y comenzó a frotarle la punta de la nariz.
-Mamá, déjame -exclamó apartándose.
-¿Ah, el pequeñito Ronnie tiene algo en su naricita? -dijo uno de los gemelos.
-Cállate -dijo Ron.
-¿Dónde está Percy? -preguntó la madre.
-Ahí viene.
El mayor de los muchachos se acercaba a ellos. Ya se había puesto la ondulante túnica negra de Hogwarts, y noté que tenía una insignia plateada en el pecho, con la letra P.
-No me puedo quedar mucho, mamá -dijo-. Estoy delante, los prefectos tenemos dos compartimientos...
-Oh, ¿tú eres un prefecto, Percy? -dijo uno de los gemelos, con aire de gran sorpresa-. Tendrías que habérnoslo dicho, no teníamos idea.
-Espera, creo que recuerdo que nos dijo algo -dijo el otro gemelo-. Una vez...
-O dos...
-Un minuto...
-Todo el verano...
-Oh, cállense -dijo Percy, el prefecto.
-Y de todos modos, ¿por qué Percy tiene túnica nueva? -dijo uno de los gemelos.
-Porque él es un prefecto -dijo afectuosamente la madre-. Muy bien, cariño, que tengas un buen año. Envíame una lechuza cuando llegues allá.
Besó a Percy en la mejilla y el muchacho se fue. Luego se volvió hacia los gemelos.
-Ahora, ustedes dos... Este año se tienen que portar bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que han hecho... estallar un inodoro o...
-¿Hacer estallar un inodoro? Nosotros nunca hemos hecho nada de eso.
-Pero es una gran idea, mamá. Gracias.
-No tiene gracia. Y cuiden de Ron y a mile .
-No te preocupes, el pequeño Ronnie y la pequeña mile estarán seguros con nosotros.
-Cállate -dijo otra vez Ron. Era casi tan alto como los gemelos y su nariz todavía estaba rosada, en donde su madre la había frotado.
-Eh, mamá, ¿adivinas a quiénes acabamos de ver en el tren?
Harry y yo nos agachamos rápidamente para que no nos descubrieran.
-¿Se acuerdan de esos muchachos de pelo negro que estaban cerca de nosotros, en la estación? ¿Saben quiénes son?
-¿Quiénes?
-¡harry Potter y gloria cullen!
En eso, oí la voz de la niña.
-Mamá, ¿puedo subir al tren para verlos? ¡Oh, mamá, por favor...!
-Ya los has visto, Ginny y, además, los pobres chicos no son algo para que lo mires como en el zoológico. ¿Son ellos realmente, Fred? ¿Cómo lo sabes?
-Se los pregunté. Vimos sus cicatrices. Están realmente allí... como iluminadas.
-Pobrecillos... No es raro que estén solos. Fueron tan amables cuando me preguntaron cómo llegar al andén...
-Eso no importa. ¿Crees que ellos recuerdan cómo era Quien-tú-sabes?
La madre, súbitamente, se puso muy seria.
-Te prohíbo que les preguntes, Fred. No, no te atrevas. Como si necesitaran que le recuerden algo así en su primer día de colegio.
-Está bien, quédate tranquila.
Se oyó un silbido.
-Dense prisa -dijo la madre, y los tres chicos subieron al tren. Se asomaron por la ventanilla para que los besara y la hermanita menor comenzó a llorar.
-No llores, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas.
-Y un inodoro de Hogwarts -dijo a lo que no pude evitar reír.
-¡George!
-Era una broma, mamá.
El tren comenzó a moverse. Vimos a la madre de los muchachos agitando la mano y a la hermanita, mitad llorando, mitad riendo, corriendo para seguir al tren, hasta que éste comenzó a acelerar y entonces se quedó saludando.
Observé a la madre y la hija hasta que desaparecieron, cuando el tren giró. Las casas pasaban a toda velocidad por la ventanilla. En ese momento sentí una ola de excitación. No sabía lo que iba a pasar... pero sería mejor que lo que dejaba atrás, eso seguro.
Además no estaré sola estaré con mi primo, Jacob y aro
*Ostras mis primos y tíos ellos estarán bien y Jacob mi amigo*
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