Lo reconozco, podría ser mejor protagonista.

Seguro que os esperabais a alguien mejor: más alto, más musculoso, más guapo... más todo. Quizá podríais salir de mi habitación e ir por el Almirante Circonio: él sí tiene una presencia imponente. Yo, ni me merezco mi nombre.

A ver, ¿quién bautizaría a un enclenque como yo como "Soldado de Grafito"? Con estos brazos tan frágiles, como mucho soy Soldadito. No, ni eso, sólo soy Graf; nada más, y no hablo del menos porque no puedo caer más bajo.

¿Y por qué cuento mi historia ahora? Se preguntarán los que se quedaron a pesar de ser yo el narrador. Pues bueno, la razón es bien sencilla e igual de humillante: si alguien confiaba en mí, esperaba un milagro en las pruebas de admisión, le acabo de decepcionar a lo grande.

Aunque, por otro lado, ¿acaso alguien podía esperar algo de mí? O soy una vergüenza, o un fantasma; el orgullo no entraba en mi descripción, de tantos adjetivos negativos que la ocupaban.

¿Quién me manda a mí siquiera a presentarme? A lo mejor quería cambiar las tornas, ser el ganador, sentirme valorado, por una vez en la vida. No ha resultado; si acaso, ha acrecentado el rencor que me tienen por aquí. Está claro: soy un desastre. Fallo y, para colmo, lo ensucio todo con esta estúpida sustancia gris que emano.

Quisiera haber nacido otro. ¡Quién fuera! Incluso una brizna de hierba estaría mejor. Al menos el césped no deja todo perdido a su paso.

Ya, os dije que no os iba a gustar; ni mi físico, ni mi forma de ser. ¿Qué le voy a hacer? Me han dicho victimista, desgarbado, debilucho... ¿Cómo no me voy a creer esas palabras si las escucho desde que era una motita de polvo?

Lo dicho: sois libres de marcharos, nadie os retiene. Yo, mientras tanto, esperaré en lo más profundo de esta cueva a que la presión haga efecto. Podría tardar años, siglos quizá, pero me cristalizaré en algo que merezca la pena.

Volveré algún día, pero ya no seré yo.