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CAPÍTULO 9

NOTAS DE LA AUTORA:

     Hello! (◔◡◔) ¡El nuevo capítulo por fin ha salido del horno, Amethyst's! He colocado al inicio mis notas porque antes de introducirlos, quiero dejar constancia que habrá una situación bastante fuerte y delicada, no será explícito como tal pero, es por si acaso hiere sensibilidades. Están advertidos para que luego no se quejen. Sin más que decir, ¡disfruten! Cambio y fuera.

    Los rayos del sol iluminaron el rostro de su marido, el señor Nakashima. A él le concedió un aspecto intimidante y feroz, principalmente por aquella mirada fija en ella, indispuesto a comer mientras Eiko, realizaba el esfuerzo de tragar. Sus orbes escrutadores la observaron similares a un depredador contemplando a una presa deliciosa e indefensa. Su esposo la asustaba, la hacía sentir miserable, sucia, como si fuese una muñeca de trapo.

    Antes él no era así. 

    Se casaron jóvenes. Lamentablemente, en cuanto su esposo se juntó con malas influencias al pisar terreno coreano, se endeudó y tuvo que recurrir a gente peligrosa para pagar sus cuentas. Los préstamos, que suponían ser para reducir los problemas, en realidad los usó en sus apuestas y en el alcohol que lo convertía en una bestia indomable. 

     Para ella y su hijo, significó una vida afligida, volviendo su vida algo amargo, sin sabor. Asqueroso. Todo fue en picada.

     Él era un patán. El rastro de humanidad que le quedaba desapareció debido a sus adicciones. Un mal humorado que permitió que la relación decayera considerablemente, volviéndose más turbulenta y díficil de sobrellevar. ¿Qué quedará para el pequeño entonces? Era un buen padre a ojos del niño pero no lo hacía más por ser un despreciable marido. En vez de  caricias, le propinaba bofetadas al menor error.

    —Quiero que me la chupes, Eiko —habló formidablemente severo. 

     Era una orden. Algo malicioso y juguetón, se paró de la silla. Sus pasos la tensaron e inmovlizaron. No tenía escapatoria. Eiko levantó la cabeza, quedó desconcertada sin soltar sus palillos pues, no entendió el porqué de su inesperada lujuria. Su sonrisa significaba: Lo sé todo. ¿Lo sabía? Su corazón, su cabeza, todo en ella se detuvo. ¡Él lo sabía! ¿Cómo era posible? ¡Han sido cuidadosos!

     El hijo no estaba, por lo que la soledad de los casados era una ventaja para él, tan enorme que le produjo pavor de pensar en las consecuencias. Comenzó a temblarle el labio, las manos se le enfriaron y se le erizaron los vellos de su cuerpo, sin gesticular una palabra. Estática puesto que el miedo no le permitió hablar.

   —¿Estás sorda, Eiko? —Se río de su incredulidad—. ¡Quiero que me la chupes como se lo haces a ese joven, zorra! 

    Atrapó sus largos cabellos negros, estirándolos hacia atrás. Su furiosa respiración acariciaba su garganta, estampándole su rostro contra el tazón de ramen con tiranía. Ella contrajo sus gestos, adolorida por su bravo golpe; la obligó a pararse a la fuerza, era un títere bajo sus manos y él, su titiritero.

   —¿Crees qué soy un estúpido, Eiko? —prosiguió—. ¿Qué no sé a dónde vas y en dónde te estás metiendo? 

    Ella intentó luchar, para su desgracia el japonés era el doble de fuerte. La rabia lo volvió extremadamente virulento y antes de que pudiera defenderse, él la tiró al suelo. Este aprovechó en usar el plato encima de la mesa para reventarla en su cabeza. El dolor la aturdió, por lo que suspendió la mirada en el suelo tras evitar quejarse. Si se quejaba la callaría a más golpes. Estaba pensando en lo mucho que quería borrarse y no podía, su hijo la necesitaba.

   —Masaki... —murmuró intimidada, no se atrevió a encarar a su marido, quien se encontraba inyectado en rabia—. Por favor, no...

  —¿Por favor no? ¿Eso dices? —espetó irritado—. ¡Eres una asquerosa puta, Eiko! ¡Una infiel de mierda! ¡Cómo te atreves a engañarme!

   Dio una patada directo a las costillas de la japonesa, la retorció. Ella se tragó oos gritos, quedándose enrollada y tosiendo ante la necesidad de aire, después sintió que la elevó del suelo desde las raíces de sus cabellos. Un hilo de sangre resbaló por su sien, acusándolo de animal en sus pensamientos, el único sitio en el que podía ser libre. Deseó de nuevo desaparecer. Deseó que la matara, ahí, bajo sus fieras manos. Era cierto que su recriminación tenía sentido por ser una infiel y fallarle al matrimonio,  Masaki en cambio, era cruel porque le nacía. Los vicios y los celos lo cegaron, ni tampoco era humano lo que le hacía.

   Destrozó sus prendas inferiores, la sujetó de manera que no pudiera moverse ni escapar de su dureza. Entendió lo que le haría, se trataba de una idea depravada, aquella etiqueta quedó corta. Un castigo terrible del cual recordará por bastante tiempo.

   —¡Masaki, no! ¡No! ¡No! ¡Por favor, detente!

   Lloriqueó y bramó. El aliento masculino estaba en su nuca. Sus gruñidos sexuales la traumatizaron, sus piernas flaquearon cuando eran abiertos de manera abrupta y sus sentidos, fueron apagándose gradualmente aún cuando logró arañarlo. Su vestido era subido hasta perder todo rastro de dignidad, con el sabor de que ese hombre era un maldito. Estaba asqueada por sus penetraciones dolorosas, sus latidos bombearon y la mesa crujió por los movimientos sin previa lubricación vaginal. No le quedó más opción que lamentarse, perderse en su mente y arder en frustración.

    Después del salvaje acto, su esposo la abandonó mientras ella tiritaba y tocaba su intimidad adolorida, mojada, profanada... Todo su ser se ha corrompido hasta ser una flor marchita. Se arrastró por el suelo, grandes gotas de lágrimas cayeron sobre su piel desnuda. Las marcas de su marido eran una sensación desagradable, y sus muslos, los sentía como cristales a punto de romperse. 

    La ha destrozado. 

    Ella necesitaba acabar con su vida, ponerle punto final al tormento porque su espíritu no toleraba estar ni un minuto más en el plano terrenal.

    Entonces recordó a su salvavidas, enviándole un mensaje de texto con torpeza. Sus dedos no reaccionaron adecuadamente. Era el único quien le mostró señales de luz, que la felicidad si podría regresar. Felicidad. Era una palabra que había desaparecido de su vocabulario. ¿Felicidad? Olvidó sentirse dueña de sí misma. O hacer sus propias elecciones sin la dependencia emocional. 

    El telefóno sonó entonces. Jung Kook respondió inmediatamente y ella, con la voz reseca intentó no llorar de nuevo.

   —¿Qué sucede, Eiko? 

    Él habló en susurro, sin embargo, notó que él estaba intranquilo. Impaciente. Las dudas giraban en su cabeza y... Ella simplemente trató de articular algo coherente para que su amante no estallara en ira.

   —Lo sabe, Jung Kook. Ya sabe nuestro amorío. No sé como, pero él...  —Sollozó—. Se enteró.

   —¿Te ha hecho daño ese bastardo?—reprimió las ganas de gritar. 

    Jung KooK estaba en el límite.

   —Si. Y desearía poder arrancarme esta agonía. Dejar de respirar debe ser más agradable que sentir sus manos sobre mi piel, en mi interior. Escucho sus gritos en mi cabeza, no puedo... siento que me ahogo —inquirió en voz quejumbrosa.

  —Voy a buscarte. No te muevas, no hagas nada.

     Él colgó. 

     Eiko levantó lo que le quedaba de su entereza para irse al baño. Rellenó la bañera con agua helada, sumergiéndose entera. Era una metafórica purificación, aunque no fuese suficiente, su alma estaba hecha trizas.

   Si la tragedia tuviera nombre, se llamaría Eiko.

[ . . . ]

     En la cocina, él podía ver la situación pendiente entre Lisa y Agust. Nadie se atrevió a entrar allí por unos cuantos minutos, evidentemente, Sunny advirtió a los chicos que no entraran por si las moscas.

   —No te he ignorado... —musitó Lisa. Bajito para que nadie la oyera.

   —Si lo hiciste —refutó Agust en un tono lastimero—. Dijiste que te gustaba, ¿es mentira? ¿Por qué intentas coquetear con Ho Seok si es el caso? ¿Acaso quieres intentar celarme?

   —No... No hago eso.

   —Lisa. —La exasperación en él, la obligó a que lo mirara a la cara, tomándola de su barbilla con un mimo dominante—. Dime que te ocurre.

    —Tengo miedo —confesó—. Tengo miedo de que nuestro beso haya sido un juego para ti. Tengo miedo de que tu intención fue únicamente para molestarme y burlarte...

     —Lisa —repitió, él entrecerró sus ojos. 

     Odiaba que desconfiara de sus intenciones, ¡y odiaba más que no se callara! Algo en ella despertaba con fuerza al escucharle decir su nombre, ofreciéndole un baño tibio y placentero, a la vez una sensación de atracción fatal. Estaba loca por él, lo sabía y Agust no se preocupaba en poner distancias, sino que las acortaba. Su interior demandaba besarla otra vez. Perderse en aquella boca...

     —No seas estúpida. ¿Crees qué voy por ahí regalando besos gratis a las chicas qué les gusto?

    Él tenía un punto. Al intentar decir algo más, la figura de Jung Kook paró abruptamente la conversación. Éste dedicó una expresión ladina, como si ya supiera todo con verles tan cerca del otro, olisquéandose los labios. Agust por instinto quitó su mano y huyó antes de que al hermano de Lisa se le ocurriera bromear sobre el tema. Al cerciorarse de que se dirigió al salón, Jung Kook cambió su expresión a una neutral.

    —Lamento interrumpir tu... Romanticismo pero, me iré por un momento. Regresaré para recogerte. ¿De acuerdo?

   Su hermana parpadeó. Él parecía apurado, irritado e incluso triste como para prestarle atención a su algo con Agust.

    —¿Qué ha pasado? —Intuyó problemas pero, supo que insistir sería inútil. 

    Su hermano negó con la cabeza, era pronto para exigir. Y Jung Koon ni siquiera le era sincero, ¿cómo podría entonces esperar tanta información? Enseguida que marchó, por lo que ella dispuso su concentración en preparar el almuerzo, detrás suyo, Sunny se aproximó con intenciones de ayudar.

    —No soy muy buena en la cocina aunque, puedo ofrecerte una mano. ¿Qué debo hacer?

   —¡También puedo ayudar! —gritó Hye Sook entusiasmada. 

   O mejor dicho: Alex, la rebelde sin causa.

    Los muchachos hablaban relajadamente, notando la ausencia de Jung Kook en la casa pero a Nam Joon no le importó ese detalle. Le importaba una mierda, de hecho. Conocer a Agust fue bastante interesante para él, primeramente porque, era todo lo inverso a su hermana. Intentar dar pie a un tema con él era como dirigirse a una especie de felino indomesticable. Ho Seok por otro lado, era hablador y entusiasta, mientras ellos dos, —Agust y Nam Joon—, lo escuchaban sin realmente ponerle atención. El anfitrión se desconectó del tema, volteando la cabeza de cuando en cuando para husmear lo que hacían las chicas desde su lugar.

   Armaron su propia fiesta en la cocina.

   ¿Por qué la risa de Sunny sonaba cómo la de una ninfa?

   Miró a Agust, que veía a Lisa riéndose, estaba perdiéndose ese hermoso espectáculo. Porque la risita de Lisa era como la de un cerdito.

   Ho Seok no. Él estaba a gusto escuchando su propia voz, varonil y encantadora. Carismática con porte de líder. Se amoldaba a cualquier tipo de persona, tanto así que logró hacerles girar la cabeza, tras hacerle una preguntar a Agust:

   —¿Qué opinas de Nam Joon cómo cuñado?

   Él encogió sus hombros.
   —No será sano para mi hermana. Llegará un punto en que necesitará salir como las parejas normales —mintió en parte.

   Sunny no era conocedora de citas normales porque no ha habido nadie que la invitara. Simplemente, intentó dejarle en claro a su futuro cuñado que deberá esforzarse por ella como para siquiera pensarlo. Conociendo a la idiota de su hermana, a ella le agradaría ese muchacho sin mucho esfuerzo de su parte. Lo poseía escrito en toda su cara.

   Nam Joon apretó los labios, pues era irrefutable aquél plantamiento. Ho Seok le dedicó una mirada de: «¿Ves? Tienes que enfrentar tu fobia primero», junto a una sonrisa que derrochaba complaciencia. Los minutos corrieron sin darse cuenta, aunque la leve inquietud apretaba sus entrañas, pudo acostumbrarse a los amigos de Ho Seok y almorzar con ellos. Su apetito quedó cerrado, por lo que comió poco y desistió de llenar su estómago.

   Al parecer la comida era deliciosa ya que nadió habló hasta que Lisa, evidentemente, dijo:
   —Tendremos que esperar a mi hermano para irnos. Y con sinceridad, no tengo idea de cuando llegará.

    Ella sirvió agua en su vaso, bebiendo un sorbo largo.

   Al escucharla, Alex o Hye Sook, sonrió ampliamente e hizo un ofrecimiento:
   —Puedo llevarles yo. Si quieren, claro.

    —También tengo auto. Ellos irán conmigo.

    Las palabras del único pelirrojo en la mesa fueron atropelladas, colmadas de una indirecta sútil, como: «No te los vas a llevar, son MIS amigos»

   —¡Perfecto! ¡Tenemos dos choferes! —exclamó Sunny contenta.

    Era ignorante de las miradas fulminantes entre Ho Seok y Alex, ya que, únicamente vio a Nam Joon retirarse de la mesa.

   Su amiga Lisa la pellizcó, haciéndole señales discretas para que lo siguiera:
  —¿Qué esperas a seguirlo? —murmuró.

   —Yo me ofrecí primero —argumentó Alex, entrando en una discusión sin sentido. Agust comenzó a revisar su teléfono, mofándose de ellos y Lisa, en tanto, los contemplaba.

   —¿Y eso qué?

   —Intento ser amable con mis nuevos amigos, lo arruinas con tu idiotez entre medio —mencionó ella, encogiendo sus hombros y mostrando una altanería digna de ella.

   —¿De qué amabilidad me hablas? ¿Con esa vulgar manera de hablar? Claro que sí... 

    Evitó poner los ojos en blanco, lidiando con no perder la paciencia y no rebajarse a su patético nivel. Tomaba muy en serio a las personas, el mejor amigo que pudiera uno tener pero, cuando eran desquiciantes como Hye Sook, imponía una pared muy alta.

    Mientras que, la curiosidad de Sunny la guió al dormitorio de Nam Joon. Por mucho que la sensación de adrenalina corierra por su piel, sabía que no debería acosarlo de aquella forma —similar a Lisa con su hermano—. Era casi criminal... ¿Por qué no le importaba en absoluto? ¿Por qué para ella no era malo intentar husmear en la habitación de él? ¡Quería tanto verlo!

     Abrió la puerta, metiéndose en la cueva del lobo una vez identificó varios aromas. Él no se encontraba allí o al menos, no a la vista. ¿Dónde se había metido? La puerta se cerró detrás de sí, ella sobresaltada, tapó su boca para no emitir un grito de susto.

   Aquello le recordó a las escalofriantes escenas de supenso que tanto le gustaban ver, no obstante en la vida real, la atemorizaba. Dio un paso hacia atrás, sonriendo como si nada malo hubiese hecho. Su rostro adquirió un tierno tono rojo y sus reacciones físicas eran evidentes.

   ¡Ella está libre de culpa!

   La expresión de Nam Joon, en cambio, era austera.
   —Eres una descarada, Sunny, y una metiche.

   —¡No! ¡Me he perdido! Quería ir al baño —balbuceó arrinconada, puesto que el varón fue aproximándose hacia ella a pasos largos.

   —Ya. Por supuesto. Sí, sí... ¿Esperas qué me crea tu excusa? Sabes que esta es mi habitación, ¿no pudiste inventar algo mejor? —interrogó, tomándose la libertad de estar a centímetros de ella. 

    Arrugó el ceño, fingiendo estar molesto; en el fondo le divertía verla vulnerable, torpe y propensa a enfadarse.

   Su maldito perfume, juvenil y femenino, era tentador. Imaginándola como a un hada revoloteando frente a sus narices, una criatura inocente y de envolvente calidez. Por eso, ser observado por ella,  provocó que oírla fuera como la voz del pecado, una que le despertaba deseos e instintos que creyó dormidos.

   Ella negó con toda su energía acumulada. También le avergonzó mentirle.

   —Lo siento —espetó.

     Después vio la página abierta en la computadora y con apuró preguntó, saliendo de la situación en aire truinfante:
   —¿Has creado un perfil en Wattpad? ¡Wow! Tienes muchas notificaciones, ¡íncreible!

   —No. No es mío.

   —Mentiroso —atacó ella.

   —Lo dice la chica que «se perdió» buscando el baño y acabó en mi habitación —contraatacó.

     Hubiera deseado ser el doble de abierto con ella, admitir que fue gracias a sus insistencias que él se creó un perfil. Pero era tan orgulloso y tímido a la par, que no evitaba estropear las buenas vibras del momento. Ella dedicó una ojeada al perfil, entonces él aprovechó quedarse a sus espaldas, dedicándose a inspeccionar la extensión de sus cabellos. Su suavidad, la fragancia que desprendían eran sin duda alguna, embaucadoras. Podría aspirarlos y quedarse a dormir allí.

   —Mi usuario se llama Sunflower, en caso de que quieras seguirme.

   La ocurrencia de la chica le hizo sonreír. Era adecuado para Sunny.

   —¿Girasol en inglés? —preguntó levemente intrigado, ella asintió distraída e intentó retroceder de la pantalla.

   —Sí, mi madre de pequeña me llamaba así...

   Lo que percibió a continuación, fueron las grandes manos de Nam Joon acunando su cintura, apegándose a ella de un modo encantador. El aliento llegó a su oído, rodéandola completamente por detrás. El gesto de él fue totalmente impredecible y nunca se había dado cuenta de lo pequeña que era en verdad cuando tuvo que inclinarse, apoyando su mentón sobre su hombro. Sunny iba a replicar, él la calló pidiéndole en un ruego quedarse así un breve instante. Abrazarla le trajo la paz que tanto necesitó, ya no creía estar enfermizo y frágil. Como si ella lo protegiera y al mismo tiempo, quisiera protegerla también.

   Ella sintió todo lo inverso. Se volvía más frágil, sus huesos se transformaban en cristal ante los toques de Nam Joon y el anhelo por más, se ancló en sus pensamientos.

   —¡Nam Joon! —El gritó los despertó de la cavilación, provenía desde la puerta—. ¡Echa a tu rídiculo amigo de tu casa!

   La interrupción de su prima los colocó en una situación comprometedora, siquiera ella se puso a pensar en lo que hacían.

   —¡Eres el único latoso aquí! ¿Verdad, Nam Joon qué soy tú único mejor amigo? —Ho Seok y Hye Sook peelaron por entrar pero ninguno lo lograba, ambos no cabían.

   —¡Fuera! —rugió Nam Joon, en cólera porque fue intolerable que entrasen sin avisar y más porque han roto una conexión que sería díficil de retomar—. ¡Fuera de mi casa! ¡Ahora!

   —¡Ja! Te dije que eres...

   El pelirrojo iba a burlarse libremente, Nam Joon cortó sus palabras con otro grito:

   —¡Todos!

  —¿Yo también?

   El corazón de su prima y el de Sunny se detuvieron unos segundos, ver así a Nam Joon realmente era desesperanzador. Los tres tuvieron que moverse, acompañados por un furioso rubio platino que le atacó el bicho de querer estar a solas. Cuando finalmente Lisa y Agust vieron a sus amigos dirigirse a la salida, bufaron porque el dueño de la casa en un estado de enfurecimiento, no le importó en lo mínimo los sentimientos de nadie. 

    La brisa les brindó un momento para pensar, nadie criticó la actitud de Nam Joon, ya que era comprensible que finalmente estallara. Habían invadido su propiedad, la llenaron y compartieron un almuerzo, el cual ellos quisieron creer que fue un buen progreso.

[ . . . ]

   —Llevaré a Sunny y Lisa en mi auto.

   El silencio fue roto por Alex. Todos estaban frente a los vehículos estacionados, absorbiendo la brisa que empujaba los cabellos de cada uno.

   Ho Seok se estremeció, quiso discutir con ella, o con él, porque nunca iba a adivinar su género. Tampoco se esforzó en averiguarlo por star cegado en la necesidad de discutir.

   —¡Ellas irán en el mío!

   —Pueden, por favor, ¡¿dejar de pelear de nuevo?! ¡Ni los niños de primaria se comportan así! —dijo Lisa irritada—. ¡Iré a dónde Agust quiera ir!

    —Iré con Ho Seok —avisó el nombrado, caminando en dirección al auto para subirse en él y revisar nuevamente su teléfono. Estaba enganchado a Twitter. Mientras Ho Seok se burló en risas discretas, Sunny tuvo la última palabra:

   —Bueno, iré con Alex.

    Ho Seok dejó de reír, pero respetó su decisión.

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