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CAPÍTULO 8

      Finalmente Agust y Lisa salieron del hospital, les dieron el alta en la mañana del domingo. Pero la tensión que había en ellos fue evidente para un tercero: Lisa desviaba su rostro, con sus mejillas rojas por un recuerdo fresco plantado en sus labios parlanchines mientras Agust, actuaba con total indiferencia por el asunto.

     ¿Cómo podía lucir tan calmado después plantar caos en su mente?

     Lisa percibió el codo de su amiga, señaló varias veces con grsciosas y poco disimuladas señas que se sentará con Agust. No necesitó preguntar, su reacción lo dijo todo. Lisa contuvo el aliento al disfrutar de la compañia.

     Quién los llevaría era Jung Kook, en un vehículo anticuado que cuidaba como un tesoro porque el que manejó Agust había quedado en mal estado. Sería improbable e incluso peligroso manejar con los vidrios rotos. Y el que usaba el señor Min, era de la compañía en la que trabajaba, él no quiso preguntar, antepuso a la necesidad de su padre y no la suya.

    Sunny al menos estaba contenta de que su hermano no le haya pasado nada grave, aunque llevara una pequeña curita en su mejilla. Los tres se sentaron sin comunicarse entre sí, especialmente Jung Kook al ser conductor. Se aspiraba el silencio.

    Él tenía en la cabeza el asunto de su medio hermano, quien vendrá a conocerles y decírselo a Lisa, ya de por sí sonaba complicado... ¿Con qué real intención iba a conocerlos? ¿Con qué necesidad? Ellos estaban mejor sin relacionarse con aquellos extraños, su familia eran tres.

    Aunque notó por el espejo retrovisor que ella vio que se tardaba en arrancar por estar distraído, señal de que sucedía algo.

    Lisa no iba a preguntar, luchaba contra sus emociones, unos aguijonazos en su corazón que la mataban. Por primera vez, no tuvo deseos de hablar.

    Dedicó una contemplación fija a Agust, él hacía lo mismo con ella.

    —¿Tienen hambre? —Propuso Jung Kook al cortar la tensión—. Podemos llevarles a nuestra casa y almorzar juntos. El abuelo estaría encantado de recibirlos.

    Sunny alentó la idea. Lisa ni siquiera escuchó pues Agust le dedicaba esa mirada, una cargada de mensajes subliminales que alteraron su corazón. Se encogió en su asiento y se pegó a la ventana, su intención era escaparse por ahí.

    —Lisa, ¿estás bien? —Su hermano la observó por el espejo retrovisor por segunda vez.

    —¿Eh? Sí, claro... —respondió ida—. ¿Podemos invitar a Ho Seok?

    —¿Por qué quieres invitar a Ho Seok? —masculló Agust.

     Su hermano y Sunny dedicaron una expresión de asombro tras oír la repentina pregunta. Él suspiró exasperado, y prefirió volver a cubrirse con su frialdad habitual.

     El clima era especial, soleado pero fresco, descubriéndose una paleta de hermosos colores otoñales. Sunny había estado tan preocupada por lo de su hermano, que nunca reparó verdadermente en las calles coreanas. Era como si realmente conociera por primera vez otras áreas de la ciudad más allá de su barrio; como su casa y la de los hermanos Jeon; la zona de la universidad, a la que asiste; el hogar de Nam Joon, el cual estaba aislado, ubicado en las afueras.

    Vislumbró peatones y comercios, automóviles de diferentes modelos, todos con el mismo patrón de colores: Negro, blanco y grises, raras veces uno diferente entre una larga fila de coches.

    Luego recordó a Nam Joon al mirar a Lisa y Agust de reojo. Actuaban raro. Entonces la escena en que casi Nam Joon la besa vino a su mente sin aviso. ¡¿Por qué su mente la obligaba a recordar esa imagen?! Era un fastidio. Quizá era por la idea en que su amiga experimentó lo que ella no pudo.

    No tenía excusa. Fue presa del pánico, la turbaba que un muchacho quisiera probar sus labios por primera vez. Su autoestima era baja, su hermano la llamaba fea por broma no obstante, sus palabras dolían y las terminó creyendo hasta el punto, que mirarse en un espejo la cansaba.

    Odiaba su rostro. Este ha sido causa de incontables burlas entre sus compañeros, todo por causa del racismo y la ignorancia. Eran seres humamos despreciables que la transformaron en una chica insegura, a la vez, en alguien que podría explotar como una bomba.

    Al menos en Corea, no se ha topado con nadie que la odiara... Aunque no se iba a mentir, desde que se juntó con los populares las miradas apuntaban hacia ella.

[ . . . ]

    Despertó abruptamente. El llamado a su puerta fue ruidoso, su humor de perros emergió por ser obligado a levantarse y arrastrarse por los suelos a falta de energía. La cama era cómoda, no quiso no salirse de ella por haber abrazado las sábanas calientes que lo habían acariciado y brindado un sueño agradable.

    Otra vez se quedó a altas horas de la noche leyendo, Wattpad lo consumió, como si hubiera firmado un contrato con el Diablo y entregara su alma para vivir en aquella página. Lo que reforzaba sus ganas de no salir, bastaba con nutrirse en un imaginario mundo, dónde podía ser quién quisiese.

    Las historias de uryyb eran adictivas. Creaba teorías, después quedaban destruidas porque el autor desbarataba las ideas de todos sus seguidores. Era impredecible. Y una lectura sublime, en la que se había quedado sin más elogios. Debía inventarse nuevas para no repetir.

    Frotó sus dedos sobre sus ojos, removió algunas lagañas en la comisura de sus párpados. Para Nam Joon, era curioso como éste moco que aparecían en nuestros ojos como una basurita al levantarnos, nos ayudaban a mantener nuestras lágrimas contenidas e impedir la resequedad.

    Sí, sólo una mente como Nam Joon le gustaba investigar las rarezas humanas.

    Al llegar a su salón, frenó su caminata. No era Ho Seok, pensó, él entraba a su conveniencia sin siquiera golpear como si su vida dependiera de ello. Así que la única respuesta probable, era que se trataba de su prima Lee Hye Sook.

    ¿Otra vez?

    Entrecerró sus ojos. La idea de tomar el picaporte, abrirle y contemplar el exterior, lo aterraba y molestaba por igual.

   Su respiración comenzó a agitarse de imaginarlo.

    Hye Sook era tan diferente a él. Ella, que era grácil y enérgica, criada en un ambiente sano; él, que se ha vuelto enfermizo, melancólico, siempre con perspectiva de una vida de color gris. Creía que las pastillas eran la única forma de escapar, aún consciente en que aquello también dañaba físicamente su cuerpo.

    No quería reconocerlo en voz alta. Jamás lo hará,

    —¡Nam Joon! Sé que estás ahí.

    Nada. No había respuesta.

   —Abre... —pidió ella—. No puedes pasar toda tu vida evitándome.

    Él contempló los muebles. Hastío. Silencio. Extrañaba la risa de sus padres llenando los recovecos de las paredes... Y la de su alma. La risa de su amigo. La presencia de Sunny que también lo hizo sentir un poco más vivo.

     Giró la llave de la puerta y decidió, después de un tiempo indeciso, encararla. No hubo brusquedad de su parte como la última visita, su prima naturalmente se vio sorprendida frente a su expresión compungida.

    —Pasa. —Dejó un espacio para que pudiera entrar.

    Ella dudó, no demasiado para que él no cambiara de parecer. En sus manos trajo bolsas de supermercado, abundantes vegetales y alimentos saludables.

   Él torció su boca en disgusto al verla sonriente.

    —No es necesario que gastes tu dinero en mí —replicó abatido.

   —Si es necesario. No confío en los alimentos que te trae tu amigo —refutó ella.

    —Debes confiar, no tiene tan mal gusto -dijo enseguida.

    Siguió la secuencia de sus movimientos: ella dejó reposar las bolsas en la mesa, sacándolas una a una para guardarlas en los estantes y otros, en su refrigerador. No había nada. Estaba vacía.

    —¡¿Qué diablos?! ¿Tu amigo no te trae comida? —exclamó enfadada, después miró dentro de cada mueble—. ¡Kim Nam Joon!

    —Si trae. Son platillos de restaurantes. Exquisitos y acceibles, por cierto —murmuró, mordiendo una manzana.

    —¡¿Cómo puedes tener guardado veinte frascos de café y ni siquiera tener arroz?! —giró el cuerpo, llevándose la mano a la frente.

    —No seas exagerada, prima —entornó los ojos.

    Le dio cierta gracia que actuara como su amigo. Quién era rídiculamente escandaloso.

    —¿Qué no sea exagerada? —reiteró perpleja—. ¡Estás escuálido y débil como un palillo! ¡Y mira esas ojeras!

    —Exagerada —insistió riéndose. Y suspiró. No estaba acosumbrado a verla allí con él, habían pasado años—. ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué te preocupas por mí?

    —Te extrañaba pero, ya sabes: mi madre nunca me dejó venir, temí que si me descubría, iba a privarme de muchas cosas —contaba, sin dejar de verlo de manera triste—. Sabes que es capaz de colocar un GPS en mi móvil con alguna de esas extrañas aplicaciones...

    —La odio —escupió tenso.

    —Lo sé...

     Se acercó a él para apoyar su palma en su hombro, entendió que era una forma de consolarle, sin poder pedir perdón en nombre de ella. Lo alejó con su fría indiferencia y se burló de él en privado con su tío. Él ha escuchado en alguna ocasión a escondidas, lo que lo llenó de dolor al ser golpeado de esa manera psicológica.

    —¿Interrumpo algo?

   Ambos miraron al presente que estaba parado en el marco de la puerta.

   Era Ho Seok.

   Su ceño estaba fruncido, ver a ese misterioso humano que se dignó a no responderle una simple pregunta, le molestó en demasía. Su rencor lo carcomió. Que huyera de su presencia, lo empeoró todo. Ella tragó, sin dejar de retroceder para seguir acomodando las provisiones.

    —Creo que tu amigo es un poco tímido, Nam Joon —dijo Ho Seok con burla. Su sonrisa se dibujó ampliamente mientras tomaba asiento.

    —Usualmente no es tímido —refutó rápido, se calló cuando sus dientes dieron otro mordisco a la fruta roja.

    No corrigió el error de Ho Seok porque fue divertido ver su incredulidad. La oyente y principal protagonista de aquella conversación, tuvo que enfrentarles con una palpable irritación.

    —Y yo creo que tu amigo es un idiota, Nam Joon. —Soltó ella con simpleza. Casual.

    ¡Era una fiera!

    Los dos desencajaron sus mandíbulas, tanto que se les iba a caer. Nam Joon quién masticaba su manzana, tuvo que tragar primero para soltar una risotada. Ho Seok tuvo que fingir estar tranquilo, que el insultó en sí no lo afectó en lo mínimo. Lo que lo afectaba, era la confrontación después de que fuera el primero en huir como un animalito tembloroso.

    «¡Era un hijo de puta!», pensó enrabiado.

    Se paró de la silla, el impulso iba a hacerle cometer una estupidez, claramente imaginó pegarle. Ho Seok no era violento y aquella sensación lo hizo expresar confusión.

    Nam Joon como intermediario y espectador, cortó la tensión al decir:
    —¿Alguien quiere una tacita de café?

    Pero Ho Seok ardía, así que moderadamente contestó:
    —Me encantaría esa tacita de café para tírarselo a la cara de este cretino. ¿Has visto cómo me mira? ¡Con los ojos bizcos!

    Hye Sook rió sarcástica, expresándose como un gallito de riña: Infló el pecho y se paró de puntitas para parecer alta.

   —¡Están bizcos de lo repugnante que eres!

   —¡¿Yo repugnante?! —gimió de rabia—. ¡Claro! Y yo era el que tenía la cola entre las patas por una simple pregunta, ¿no?

    La cocina era un horno, metafóricamente hablando. Nam Joon sentió el ardor proveniente de ambos; echaban humos, se miraban rabiosos y no supo que hacer para callarlos, por más que intentó cambiar de tema unas mil veces.

    —¡¿Quién te crees qué eres para acusarme a mí de perro?!

    —¡¿Y ahora que haces?! ¡Pues ladrar! ¡Woof, woof!

    —¡Imbécil! —atacó ella—. ¡Me has acusado hasta de ladrón! ¿Por qué iba a responder una patética acusación? ¿Eh?

    La habitación, cargada de chispas y agitación, se volvió sofocante.

    —¡Fue una puta broma! —explicó por fin, sin dejar de pincharla con su dedo el pecho.

    —¿Y qué? ¡Está mal!

    —¿Lo qué tú hiciste no está mal? —Su boca la apuntó y eso la hizo encogerse—. Me diste un puñetazo y huiste como si te estuvieras cagando. Por poco y te olvidabas recoger la estupidez que se te cayó... Ah, no, ¡pero veo que la tienes pegada a ti!

    La resignación de Nam Joo lo hizo moverse para encerrarse en su habitación. Los dejó solos porque su función de conciliador acabó.

    —¡Eres un insoportable! —Resopló, agotada de gritar—. No tenía porqué darte ninguna explicación, me has tratado como una basura desde el comienzo...

    Bajó su cabeza a punto de quebrarse, aquella imagen debilitó a Ho Seok.

    —Yo... —Revolvió sus cabellos, él conocía bien ese sentimiento—. Lo siento. Tienes razón.

    La culpa lo obligó a acercarse a ella e inesperadamente le ofreció una disculpa en una reverencia. Hye Sook al notarlo, la consternación se reveló en sus orbes. Los cabellos rojizos del muchacho se veían tersos, su perfil fue un recordatorio de que era uno de los más populares y que lo tenía calado en su memoria.

    No se trataba de alguien desconocido. Casi que le sorprendió verlo pelirrojo cuando lo vio de lejos.

    ¿Era poco significativa qué se olvidó de ella? Era la pequeña que jugaba con él y su primo. ¡Los tres mosqueteros! Como ya no era femenina porque de niña permitía que sus cabellos llegaran hasta su cintura, seguramente no la reconoció. Perdió rastro de su dulce apariencia, mas a ella le resultaba cómodo verse tal cual estaba. Tampoco iba a darle el placer a su madre de usar lo que le comprara.

    Sollozó en una ola de repentino dolor ante las imágenes de una infancia blanca. Ho Seok la escuchó gimotear, sin comprender el problema, mordió su labio inferior. No supo que hacer.

    —¿Ahora cuál es el problema?

    —¡Tú eres mi maldito problema! —respondió, ahogada en el llanto, lo empujó y deseó marchó por aquella puerta sin parar por un momento.

    El varón la detuvo por el brazo, con la ceja elevada ante una expresión de interrogativa. La presión la ofuscó al grado de la insolencia.

   —Alex, me he disculpado. ¿Qué pasa? —susurró.

    Recordaba a fuego su nombre falso y que él lo dijera, la enfadó el doble. ¿En verdad la olvidó? ¿Nonera obvio quién era ella? ¿Era tan estúpido como para devorar aquella mentira?

   —¡Suéltame! —exigió Hye Sook, forcejeó con él de una forma impaciente.

    —¡No hasta que me digas que problema tienes conmigo!

    Era la primera vez en mucho tiempo que demostraba odio hacia alguien y aquello sólo le hacía sentir mal. Ella conocía su pasado, qué su padre fue a prisión pero no tenía nada que ver.

    Algo en él se revolvió, el pasado renació en sus memorias.
    Las burlas, las miradas despectivas, los rumores llenándole los oídos al grado de querer volverse sordo... Lo soportó e intentó ser fuerte, por él y sus padres.

    —Mi problema es que te detesto —respondió brusca y a regañadientes pidió—: ¿Podrías, por favor, soltarme?

    Desconcertado, hizo caso a su petición. Era incomprensible. Era un niñato. Un dolor de culo. Realizó una mueca, iba a decir algo más hasta que el móvil en su bolsillo interrumpió. Revisó el mensaje, era de Jung Kook invitándole a un almuerzo en su casa... De repente, tuvo una mejor idea, sus labios sonrieron traviesos y tecleó para enviar lo antes posible.

    Ella aprovechó su distracción para irse a la habitación de Nam Joon de manera fugaz.

    —¡Ugh!

   Ella entró como un huracán, mas cerró la puerta sin fuerza. Fue sigilosa aunque sus pesados pasos la delataran. La luz era parcial, con las cortinas apenas corridas por lo que el dormitorio, se presentaba impecable, sin partículas de polvo a la vista debido a una limpieza enfermiza.

    Percibió un aroma a lavanda proveniente del ambientador, fragancia que esfumó parte de su enojo. Nam Joon no viró para verla, hallándose sumido frente a la pantalla. Sus cabellos desaliñados como siempre, una pose filosófica y su mano, acunaba su mentón.

   —¿Cómo es posible qué Ho Seok no me recuerde? ¡Ay! Me tiene los ovarios a punto de reventar.

    —Ajá —murmuró él.

    Prestaba poca atención, necesitaba descubrir ansioso lo que iba a pasar en el capítulo. Maldijo y batió su puño en el escritorio.

    —¡Me faltó el respeto!

    —¡Qué tipo retardado! —bramó acerca de uno de los personajes.

    Su prima asintió dándole la razón.

    —¡Lo es! Claro que sí. Su retraso devoró su diminuto cerebro de maní al punto de que ya no existo en sus memorias —concluyó hastiada—. ¡Encima cree que soy un chico!

    —¡Imbécil! No puedo creerlo.

    El improperio quemó su boca, echó su silla hacia atrás y gruñó frustrado. Hye Sook todavía creyó que Nam Joon la escuchaba.

    —¡Yo tampoco! Espera, ¿me estás prestándo atención, Nam Joon? ¿Nam Joon?

    —¿Qué?

    En esos instantes, el timbre sonó y se observaron con perplejidad. ¡Bendita fueran los timbres! Al fin alguien que lo presionaba sin derribar su puerta.

    Ah, ¿quién llamaba? El silencio fue remoto, incierto hasta que unas voces llenaron su sala.

   —¡No, no, no!

    Él brincó de su asiento, se fue a verificar que Ho Seok no haya invitado a extraños sin avisar. Hye Sook fue detrás de él, porque experimentó intriga.

    Los rostros eran irreconocibles excepto que en el conteo, Nam Joon encontró a la pequeña Sunny. Tuvo un regocijo que no supo descifrar.

    La última vez, la vio salir disparada en busca de su hermano; gritaba, lloró sin tener el valor de siquiera darle un consuelo apropiado. Cobarde se llamó entonces. Y la escena de un muchacho desconocido que la abrazó, reforzó su impotencia, resistiéndose porque nunca va a tener la fuerza para salir de su casa.

    Mordió su labio inferior, la vivaz Sunny saludó a Ho Seok, quien los recibió como si fuese el dueño de la propiedad. ¡Sin su permiso previo! Era acompañado extraños que se metieron al interior y fijaron su curiosidad en los rincones.

    Ver el rostro conocido del chico que se llevó a Sunny, lo hizo hervir; él estaba presente, tan cerca que era capaz de empujarlo. Dieron una reverencia a su presencia y la de su prima, algo extrañados porque el número de participantes aumentó bruscamente.

     Hye Sook se hallaba estupefacta, dio un pequeño codazo a Nam Joon y susurrando  bajito, entre dientes en una sonrisa forzada: «¿Quiénes son ellos? ¿Los conoces?»

    Su primo contestó de la misma forma: «Ni puta idea. Voy a matar a Ho Seok, ¿me ayudas?»

     —¡Hola! ¡Soy Lisa! —Se presentó entusiasta después de una breve inclinación de cabeza e investigó la casa por su cuenta.
     Jung Kook también se presentó dando a conocer que era su hermano, pero de una manera más controlada que su hermana mayor.

    —Un gusto, soy Alex, su primo... —dijo ella.

    Había intentado sonar igual de amistosa y casual. Sin creer que tuvo que hacerse pasar por varón para mantener la farsa. ¿Por qué la mantenía de todos modos? ¡Para ver como el cretino se le caía la mandíbula!
Al enterarse de ese detalle, pareció perdido. Ella se quiso reír. También porqué le gustaba su apodo. Era, ¿cómo decirlo? Iba con su estilo rebelde y salvaje.

    —Sentimos mucho interrumpir en tu casa. Ho Seok nos dijo que le has dado permiso —mencionó Sun, su timidez afloró, mirándose sus propios dedos.

    Habían sido pocos días sin verla, pero por algún motivo, ella se volvió encantadora y más bella. ¿Tal vez era el perfume que usaba? Él tuvo que tragarse la ira, e intentó mostrarse lo más afable posible ante sus nuevos invitados.

     —No te preocupes... —Carraspeó, manteniendo su equilibrio mental al ver a Jung Kook. Él al lado de Sunny, como si fuese un novio protector y curioso. Lo ignoró—. Pero, ¿qué hacen aquí?

     Agust tomó asiento en uno de los sillones, con una seriedad aplastante en cuanto Lisa se acercó a Ho Seok. Ella reía por una broma contada por él. Y se veía rejuvenecida. Era evidente que ella lo evitó adrede, solo por eso no quiso mostrarse como un celoso.

     —Nos invitó aquí para festejar juntos el alta de mi hermano y Lisa —aclaró Sunny bastante risueña—. Ellos se accidentaron cuando estaban regresando después que me dejaron aquí, en tu casa.

    —Oh...

    Entonces Ho Seok si se enteró de la mala noticia, meditó, solo que el tonto se negó a contarle. ¿O quisieron hacerlo sentir culpable del accidente aún sin tener relación con la misma? 

    —¿Es cierto qué no puedes salir de tu casa? —preguntó Jung Kook con cautela, pese a esa enorme e ingenua sonrisa pintada en sus labios—. También soy amigo Ho Seok, él me habló de ti muchas veces y eso es lo que más revela.  

     ¿Por qué era Ho Seok tan bocazas?

    —Sí. Padezco de agorafobia, los espacios abiertos y las multitudes me producen pánico.

    Encogió sus hombros como si no fuese relevante al escupirlo mecánico, como una enciclopedia, cuando en verdad, era un problema más grande que su casa. Todos lo supusieron, ya le daba lo mismo contarlo. Sunny lo observó con el ceño fruncido, él notó aquello con una complicidad psíquica.

    —¿No se siente claustrófobico estar aquí las venticuatro horas?

    La pregunta de Jung Kook, provocó que enseñara su lado apático.

    —Claro que no.

    Marchó a la cocina tras una respuesta concreta, mientras, Lisa y Ho Seok intentaron preparar algo delicioso cuando lo sigueron. Ver a tantas personas, comenzó a provocar indicios de ansiedad. El sudor resbaló por su cuello. Bebió un vaso de agua, sin entender la situación.

    Y Agust llegó a los segundos, sus brazos los cruzó como si fuera algún tipo de guardia sin gesticular algo para detenerlos.

    El dueño de la casa se limpió las gotas, decidido a hablar con el culpable de los cargos, esas personas tenían que largarse. Excepto Sunny, por supuesto.

    —¿Podemos hablar, Ho Seok?

    Echó un vistazo a Lisa, que se entretuvo cortando los vegetales. En el momento en que abandonaron la habitación, Agust fue hacia, aprovechó su distracción.

    —¿Por qué me estás ignorando?

    Su respiración rozó en el oído diestro de la joven, ella se detuvo o cortaría por error su mano tras el repentino subidón de energía. La calidez de él la acorralaron, impidió que se moviera cuando por detrás la abrazó en esos brazos exigentes. Demanda y posesión, ese era el significado de su amarre y lentamente, concedió espacio.

    Lisa actuó como una niña temerosa, resistiéndose a responder por si acaso Agust la callaba con un beso posesivo.

     Mientras que, Ho Seok y Nam Joon se dirigieron al pasillo que conectaba su dormitorio con la cocina para tener intimidad. Él supo de antemano que iba a decir, tampoco era necesario ser telépata, Nam Joon en su mirar lo dijo todo.

    —Ahórrate lo que vas a decir, siempre dices lo mismo —advirtió, sin dejar de negar con la cabeza—. Entiendo que te enoje que intente ayudarte, no es sano, Nam Joon... No te hace nada bien estar enchufado a una máquina o tener por amigos a unos libros.

    —Pero, Ho Seok...

    —Pero nada. Quiero que progreses, ¿en serio no deseas mejorar ni un poco?

    Sus palabras lo turbaron. Le dolió escucharlas y aunque tuviera la razón, se negaba por miedo a que el asesino de sus padres lo buscara para terminar lo que empezó.

    El mundo era terrorífico.

    —Has traído a demasiada gente de golpe. Me desquicia, me ahogan... —susurró.

    Apoyó su espalda en la pared y no hablaron durante unos segundos. Suspiraron. El vínculo de ambos con el pasar de los años tambaleaba, sin embargo, era más fácil descargarse con su único y mejor amigo que con los libros. Sí, quizás ser un ermitaño era malo.

    Debería ser su aspiración personal encontrar un motivo para querer salir de ese círculo vicioso. Él no pensó en regresar de momento pero Ho Seok no perdió oportunidad de preguntar algo que lo venía persiguiendo en su cabeza.

    —¿Alex es tu primo?

    —Sí...
 
    —Nunca me hablaste de él —mencionó con reproche.

   —Bueno, me tomó por sorpresa —reveló en una sonrisa—. Vino de América y no lo veía hace mucho, mucho tiempo.

     El otro entrecerró sus ojos, sospechó pero rápidamente regresó al salón, capturando la conversación.

     —Entonces, ¿asistes a la misma universidad que nosotros y estudias en Humanidades? —preguntó Sunny hacia Alex.

    —Así es. —Ella asintió, con un intento de moderar su voz—. Quiero especializarme en psicología.

    —¡Vaya! Yo deseo graduarme en Lenguas Extranjeras. —sonrió dulce

    —Supongo que por eso no nos hemos cruzado... —opinó él más para sí que por unirse.

    —Ah, escuché que en su clase de psicología les asignaron un nuevo profesor, ¿cómo es?

     —Joven. —Atractivo como un demonio, quiso agregar, eso sería demasiado al estar fingiendo ser un varón—. Es un excelente profesor, es atento, inteligente, amable...

     Ella observó a Sunny, quién le prestaba una intensa atención que la intimidaba.

    —¿Te gustan los hombres, cierto?

    Sus ojos se abrieron ante su brutal honestidad, fue una bofetada. ¡Justo en su hombría falsa! El aturdimiento estaba dibujada en toda su cara, boba, no gesticuló nada. Y Ho Seok, quien escuchaba alzó sus cejas.

    —¿Eh?

    —Prometo guardar tu secreto, ¿está bien? Sé que es díficil en este país ser abierto con estas preferencias —contó ella tan calma—. Los coreanos son ineflexibles con este tema.

    Sus palabras no la calmaron ni un poco. Lo que la obligó a reírse en una crisis de identidad, deseó ser enterrada viva. Avistó a su primo acercarse, luego a Ho Seok que ya las acompañaba y por ende tosió inesperadamente. ¡Lo escucho todo!

    En cuanto a Jung Kook, antes pidió la dirección del baño a Nam Joon y al ingresar, cercioró su bandeja de mensajes. Tae Hyung, su medio hermano había escrito un mensaje.

   «Estoy en la ciudad. ¿Cuándo podemos vernos?»

   El otro mensaje fue de Eiko.

   «Llámame. Es urgente»

    No lo dudó y marcó, mordiéndose el pulgar preocupado, llegándole a la mente millones de suposiciones, cada cual peor que la anterior.

NOTAS DE LA AUTORA:

    ¿Me extrañaron, Amethyst's? Habrán notado que el capítulo ha sido más largo, esto es para darles un pequeño gusto y porque juntar a varios personajes en una misma escena, realmente tiene su trabajo, su nivel de dificultad. Incluso he quitado un fragmento en su momento, ¡pero calma!, está en el próximo capítulo :)

    ¿Se están preparando mentalmente para el encuentro de Tae Hyung y los hermanos Jeon? ¡Porque yo sí!

    ¿Y qué intentará decirle Eiko a Jung Kook con urgencia? Mmm...

     Otra cosita: Notarán que he puesto una canción que acompaña el capítulo, espero que les guste porque siento que calza muy bien con Nam Joon.

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