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CAPÍTULO 3


    La mañana rodeaba el cuerpo de quien se presentó ante su puerta. Aguardó por entrar, su mirada era enigmática, profunda. A sus ojos, alguien que no debió visitarlo ni ahora ni mañana. Sin comprender porque estaba enfrente de él sin decir palabra alguna, se observaron unos lánguidos segundos. Parecieron eternos. Nam Joon, pensó en despacharla frío cuando la persona posó su mano en el marco, eso evitó que él le cerrara la puerta. De lo contrario, tendrá que cargar la culpa de que aplastó sus dedos.

     —Espera —suplicó su contraria—. ¿Por qué eres así? ¿Por qué alejas a todos de tu vida? Somos familia, Nam Joon... ¡Me preocupo por ti! ¡Por favor!

      —Vete —espetó él. 

    Su mandíbula endureció y sus dientes rechinaron. La palabra familia lo obligaba a recordar que perdió la suya. Era inevitable. Quería evadir ese tema. Estaba mejor solo.

     —¡Déjame pasar!

     —¡No! ¡Vete! 

     El destello de ira la asustó, después él la empujó y de inmediato, cayó, así que amortiguó la caída con su trasero.

      Ella se quejó débil y Nam Joon aunque hubiera deseado ayudarla, ir al exterior era como un golpe de corriente que paralizaba sus extremidades. Cerró la puerta en sus narices, su corazón comenzó a latir desenfrenado. Ella era su prima Lee Hye Sook, quien de pequeños eran unidos, tal como si fuesen unos hermanos de la misma sangre. ¿Lo buscó para sermonear que no debería seguir vivir así con su vida? Dijera lo que dijera, no iba a escucharla por cuantas veces más regresara y mientras exigió su prima que le abriese, él se sentó en el sofá. Tal como un niño a punto de romper en llanto.

      La última vez que se habían visto, fue en el cumpleaños número dieciséis de Hye Sook. Ese día él le contó que se iba a vivir solo. Ya no aguantó más, no era feliz con ellos porque abusaba de la hospitalidad de unos tíos que, se preocuparon por las frivolidades y los deseos materialistas. Lo llenaron con un amor superfluo e inmundo que le produjo asco. ¿Preocupados por él? ¿Desde cuando? Ellos nunca lo iban a amar como sus padres, tampoco necesitaba que le llenaran con palabras vacías.

      —Maldita sea... 

    La tristeza la invadió y brotó en forma de gotas saladas, detrás de ella, oyó la voz de un muchacho que hablaba por teléfono. Él cortó la llamada, entonces se limpió rápido para evitar los cuestionarios innecersarios.

     —Eh... ¿Quién eres? ¿Vienes a robar o qué? 

    El varón de cabellos rojizos alzó sus cejas. La miró con una horrible sospecha, expresión que la incomodó. En sus manos traía bolsas de farmacia, lo que le hizo pensar que probablemente su primo estuviera enfermo o algo similar. 

     ¡Ese estúpido, Nam Joon!

     Hye Sook lo abofeteó sin vacilaciones, descargó sus frustraciones y bufó. No iba a tolerar que la insultaran. Que vistiera y pareciera que realizara actos ilegales por su manera de vestir, no le daba ningún derecho a ese sujeto que la tildase de ladrona.

   —Wow, wow. ¡¿Pero qué te pasa, imbécil?!

      Confundirla con un chico por llevar una gorra y poseer el cabello corto, la terminó por fastidiar.

     —¡Eh! Era una brom... —No hubo tiempo para que Ho Seok se justificara, la vio alejarse—, una broma, vaya. ¡Una puta broma!

   La chica corrió hacia un automóvil estacionado, se apuró en ingresar a este y marchó tan pronto se sentó en los asientos traseros. En segundos, Ho Seok recordó el ardor en su mejilla izquierda, con un leve dolor de quijada que casi diría que, más que una bofetada, parecía que fue un puñetazo.

     —Como estoy de buenas no voy a demandarte por agresión, muchacho —murmuró en voz alta, riéndose aunque el mencionado ya no estuviera presente.

      Se acercó a la entrada de la casa de su mejor amigo. Llevaba una cazadora bomber de un color verde clásico con capucha, que combinaba de maravilla con su flameante cabellera pelirroja, estos acariciados por unos refulgentes rayos. Pantalones jeans negros y ajustados, pegados a sus muslos, estos lograban hacer juego con sus zapatillas negras.

      Jung Ho Seok era el perfil del amigo leal, ninguna criatura podría odiarle. Nadie excepto ese jovenzuelo que lo abofeteó, ¡nunca se lo habían hecho antes! Ni su madre. Tanto odio no lleva a ninguna parte. Su lema de vida era intentar ser cálido con el mundo, entregar para que le devolvieran. Por eso estudiaba en Humanidades; él deseaba obtener una licenciatura para ejercer abogacía, de esta manera podría proteger a los inocentes que fueron acusados de forma injusta por los crímenes que, no habrán cometido.

     Ha tenido momentos malos y difíciles. La vida no tiene porqué sonreír siempre, ¿verdad?, a veces llega con un mazo y te despierta para que no olvides la cruda realidad.

     Su padre fue un honrado policía, acusado de corrupción y delincuencia. Ha sido desgarrador y terrible escuchar que lo han culpado de algo que él no había hecho en medio de un caso. Lo entristeció, lo decepcionó ser testigo de cómo se lo llevaron esposado en el funeral de su abuelo. ¡Un funeral! Su madre a raíz de las complicadas situaciones, se volvió depresiva y sus compañeros lo tildaron como «el hijo del policía corrupto».

    Los niños no perdonaban nada. Fueron crueles, y solo por eso lo prepararon mentalmente para una sociedad feroz. Por fortuna, Nam Joon lo apoyó en ese crítico momento, ambos se consolaron mutuamente por las pérdidas de los familiares. Una mano sobre la otra. Un abrazo. Una sonrisa y lágrimas incontenibles.

     «—Lo siento, creí que mi padre era quien iba a resolver el caso de tus padres... —dijo un Ho Seok niño, limpiándose los mocos después de llorar.»

      Con el tiempo olvidaron ese caso. Esto le concedió la oportunidad de reinventarse en un nuevo colegio, un nuevo vecindario y cambiar su apariencia por completo aunque el apellido lo persiguiera, lo manchara con la supuesta deshonra. La pubertad lo hizo atractivo, un rostro que seduciría hasta a tu abuelita con sus relucientes sonrisas. Ahora, intentaba sostener su creciente popularidad después de haber hecho proezas y amistades en un círculo estrecho, algo que Nam Joon ignoraba.

     Golpeó a la puerta, enseguida el dueño le abrió con unos ojos rojos. Ho Seok avisó que iba a venir, aprovechó que tuvo una clase libre. 

     —Estabas... ¿Estabas llorando? —preguntó alzando sus cejas.

     —Sí —respondió sincero—. Una de las lecturas me ha puesto sensible... Uh, pasa.

      No fue suficiente para creérselo e igual, no se molestó en indagar, ya le hecho admitir que ha derramado lágrimas, como mínimo.

     —Te he traído los medicamentos que me pediste. No quisiera juzgarte, Nam Joon, pero no creo que sea esto recomendable para ti...

    En esos instantes sintió como de sus dedos le eran arrebatada la bolsa de las compra, lo dejó con las palabras en la boca. Mientras, Nam Joon se cercioró que estuvieran las marcas que pidió.

     —Gracias, eres un buen amigo. —Se alejó, abrió rápido uno de los frascos para tomar una de esas pastillas con un vaso de agua.

    Eran para relajar las tensiones de sus músculos según notó y leyó; otras, para apaciguar la ansiedad, sus ataques de pánico, también una diferente y nueva para dormir. Quizás Ho Seok tuviera razón en que sin una receta médica era peligroso ingerirlas —puesto que eran drogas adictivas para su sistema—, pero Nam Joon no iba a llamar o invitar a un psicólogo a su casa para tratarse. 

      —¿Vas a contarme qué sucedió con Sunny cuando los dejé a solas? —Ho Seok iba al grano. Era directo y no se guardaría nada, por eso era mejor tenerlo de amigo que de enemigo.

     —¿Lo hiciste adrede, cierto? No va a funcionarte esta vez. No quiero que vuelva a pisar mi casa. No tienes derecho a traer a alguien sin mi permiso —acotó Nam Joon, a punto de enfurecer y perder contra sus nervios. La imagen de su prima lastimada lo carcomía.

     —¿Y qué hay con el chico qué te ha visitado hace unos instantes? No lo había visto antes —disparó Ho Seok cruzando sus brazos, ofendido o fingiendo estarlo, siempre se ha esforzado en que conociera a otras personas y ahora parecía no tener problemas en conocer a otros. 

    —¿Es un nuevo amigo? —siguió divertido—. ¿De qué me perdí?

      —¿Chico? ¿Qué chico? —No evitó soltar una risa. ¿Hablaba de su prima? ¿El idiota lo confundió con un varón? ¿Acaso no se acuerda de ella? ¿Por qué? ¡Si era una guerrera adorable!

     —El muchacho, ya sabes, el que estaba parado frente a tu casa...

     —¿Estás celoso, hyung? —Rió con más energía. 

    El repentino ataque de risas lo obligó a reírse con él. No solía llamarlo así, su mejor y único amigo, por lo que su apelativo para referirse de aquél modo fraternal, tomó a Ho Seok desprevenido. Al menos le alegraba verlo contento, más que enojado. Nam Joon en ese estado, asustaba y ponía los pelos de punta.

     —Para nada, es que me siento traicionado. —Sonrió al verlo contento—. ¿Vas a darme tu opinión o seguirás evadiendo el tema?

     —¿Sobre qué? —Se hizo el desentendido, Nam Joon revolvió su cafecito recién preparado

     —Sobre Sun —persistió él—. ¿Qué piensas de ella? Sé que ha tardado bastante en salir, duró más de lo que hubiera imaginado.

     —¿Desayunaste? —murmuró evasivo y sorbió su humeante café. La cafeína era lo mejor para despabilarse y el aroma revitalizaba su ánimo.

     —Oh, joder, ¡no me cambies de tema! —exclamó irritado, suspiró rendido y decidió no presionarle. Fueron al comedor, acostumbrado a caminar dentro de su casa, ambos se sentaron de manera supuestamente relajada. Las tensiones se palparon. Contempló los escasos platos que Nam Joon preparó, lo cual agradeció en sus pensamientos, no quería ver a su amigo morir de hambre—. No, no he desayunado.

      Se abalanzaron sobre la comida y en poco tiempo, entre ruidos de platos y palillos de metal, la acabaron entre charlas sobre las noticias locales. Le contó que desapareció un joven universitario hace una semana, al parecer asistía a la misma universidad que la suya, no hay pruebas y testigos. No hay nada. Siquiera se sabe si alguien lo raptó, sin embargo, era mejor abrir la mente y no descartar un amplio abanico de hipótesis. Nam Joon dijo de manera apática, que por esas horribles situaciones no saldría de su casa.

      —Es mejor sobrevivir y morir solo, que alguien más te arrebate la vida. Los peligros acechan en todas partes, Ho Seok. Aquí nadie me encontrará ni sabrá que existo —sentenció.

     En cambio, Ho Seok no estaba de acuerdo con ello.

     —Suenas cobarde y dramático —refutó—. ¿Qué sentido tiene vivir entonces? Quizá muera mañana u hoy, prefiero hacerlo sabiendo que he vivido. Vivir de verdad.

     Hubo una extraña tensión, ambos saben que el tema no iba a quedarse así, como un náugrafo que se ha hundido en mitad del mar. Nunca iban a tener los mismos pensamientos pero eran esas diferencias lo que los unían.

     El joven de cabellos platinados, se limpió con una servilleta los labios, fue un gesto calculado para remover los restos de comida y eructó sin sentirse apenado, algo necesario para una buena digestión. Y Ho Seok volvió a insistir sobre Sunny. No se trató de un despiste, el otro evadió hablar al respecto; cuestión que lo hizo esforzarse en no volver a enfadarse con él.

     Verlo mal le causaba extrañeza. Quería verle bien, saludable. Feliz. Sabía que Nam Joon estaba habituado al dolor, a sufrir y sentir que su mundo era negro únicamente. No blanco, gris ni de colores.

     —Me voy. —Se adelantó en decir hacia el dueño de la residencia—. Espero que tengas un bonito día —deseó con una sonrisa espléndida que él no supo definir si era verdadera o fingida.

     —Ho Seok —llamó este, dudaba si soltar o no su pregunta. Era algo que rondaba en su cabeza—. ¿Tienes redes sociales?

     —Por supuesto, ¿quién no las tiene hoy en día? —alegó. 

    Le dejó en su soledad, su ausencia se percibió fría y él se llevó consigo esa pregunta en su cabeza. ¿Por qué la habrá dicho? ¿Sunny tenía que ver? Asistió a su coche para irse a la universidad, y arrancó, tendrá una hora de viaje para llegar a su destino.

[ . . . ]

     Sunny despertó mal. Con dolor de cabeza y mejillas doloridas. No pudo conciliar sueño en la noche por pensar demasiado en cierto individuo con fobia a salir. De nombre Nam Joon y cabellos blancos como papel, de piel similar a la nieve. Pensó en la fría mirada que le dedicó, sus labios fruncidos y esa desagradable manera de aprisionar sus sentimientos sin permitir que nadie los tocase. 

      ¡Ni que fueran de vidrio! 

     Estaba muy frustrada, era el joven más áspero y agotador que ha conocido, después de su hermano. Con la diferencia de que Agust nunca le trató de manera ruda, solo fingía sus expresiones, se ocultaba como un astuto zorro para que nadie contemplara su silencioso dolor.

      Sin embargo, Nam Joon reflejaba su dolor en muchos sentidos, un hermoso caleidoscopio que generaba un sorprendente efecto óptico para quién lo observara.

     Ella no lo despreciaba, al menos no tan pronto. ¿Llegaría a odiarlo de no llegar a una resolución? Estaba intrigada sobre como acabó en aquella casa y su porqué. Ho Seok no le contó demasiado del tema, lo justo para saber que no era corriente y que será díficil lidiar con semejante muchacho.

     —¿Estás bien, Sunny? —preguntó su padre preocupado—. Has estado mirando tu plato por bastante tiempo. ¿Está feo?

     —Oh, no. Está exquisito, papá —contestó al salir de su trance, a tiempo para ver como estaba vacío.

     Agust fue quién percató de que estaba muy ensimismada en sí misma como para notar que le robó la carne de res y sonrió burlesco. Su padre era considerado en acostumbrarlos a los «desayunos» coreanos. Inexistentes, de hecho. Quizá no duraría lo suficiente y seguirían con su dieta americana de siempre, creyó en silencio. Cuando Sun miró uno de los platos dispuestos, ya no había más carne. Genial.

     —¿Te has comido toda la carne, Suga? —Entrecerró sus ojos molesta, el otro no se inmutó. Se encogió de hombros y se levantó después de sentirse lleno, él se retiró con su mochila por los pasillos de la casa.

     —Yo lavaré los platos, no te preocupes —dijo su padre—. Ve o llegarás tarde.

     En el portón les esperaba Lisa puntualmente, los saludó amistosa con una mano alzada luego dándose cuenta de que debería reverenciarlos. Mostrándose además, enamorada de la reluciente imagen de su hermano vestido de negro de pies a cabeza. Parece un emo con su look total black. ¿Su concepto sería la Muerte? Ellas ocuparon el lugar de los asientos de atrás, parlotearon de todo un poco mientras que su hermano funcionaría de chofer. 

    Sunny todavía debía aprender a manejar, deseó saber para ahorrarse pedirle el favor a su hermano. Sabía que en el fondo él se lo iba a cobrar.

     —Conocí al amigo de Ho Seok —susurró bajito, para que Agust no las escuché chismorrear de algo privado.

      —¡Oh! ¿Y cómo es? ¿Es guapo? —Fue lo que se le ocurrió preguntar a Lisa de una manera atropellada, con unos enormes ojos curiosos.

     —Es... No sé si decirlo... —Sunny rió nerviosa.

     —¿Es atractivo, por lo menos? —Y Lisa insistió, la miró suspicaz, como si supiera de antemano la respuesta debido a su tartamudeo.

     —¡Lisa! —Pegó su hombro, coloréandose sus mejillas de una manera tierna.

     Ella sonrié traviesa, soltó una pequeña risa.
     —Estaba bromeando. Pero, en serio, ¿es lindo? —Volvió a insistir.

     —¡Lisa! —Comenzaron a reírse, el tema quedó en el aire, como un revoloteo de mariposa. En el semáforo en rojo, Agust se dio la vuelta.

     —Bajen la voz, parecen unas cotorras. —Regresó a mirar hacia delante, encendiendo la radio para mantenerlas un momento calladas. Grave error, pasaban una canción de su banda favorita.

     —¡Beyond The Scene! —Gritaron como unas desquiciadas. Montaron una fiesta ellas solas en los asientos, aullaron durante todo el trayecto sin pudor, porque era una maratón de los mejores éxitos del momento... Agust apagó la radio a la mitad del recorrido, sus tímpanos no desearon ser torturados por agudos chillidos.

     Cuando estacionaron, una presencia lejana les observa llegar. Se acercó a ellos con una sonrisa en la boca. Era Jung Kook.

     —Mira, es tu hermano... ¿Cómo ha llegado antes que nosotros? —cuestionó Sunny al aire. Pregunta que nunca fue contestada porque Lisa estaba muy ocupada siguiendo a Agust.

     —Espera, Agust. Voy contigo —expresó Lisa. Agust al parecer no le molestaba su compañía, ¿o será qué le importa tan poco que le es indiferente?

      «¡Muy bien, Lisa! ¡Sigue acosando a mi hermano y a mí déjame abandonada como siempre!»

     Se encaminó a su materia, con su vista concentrada en el suelo, en sus zapatos. Desconcentrada, fijándose los nudos de su calzado, apenas sintiendo el soplo de la brisa sobre su rostro. Jung Kook, a su lado, la admiró en silencio y saludó a los que pasaba junto a él sin que ella aún se despegará de sus profundas ensoñaciones.

     —Cuidado —avisó el joven de cabellos castaños, la apartó antes de que se golpeara contra la puerta cerrada.

     —Ay, ay. Gracias —tartamudeó apenada.

      Jung Kook esbozó una gentil sonrisa a cambio.
     —No hay de qué.

     Desde una sútil y prudente distancia, alguien los contempló con una atención fija, tal cual espectador que se queda absorto en una pintura. La silueta siguió de pie, oculto entre miles de estudiantes que se dirigieron al enorme edificio. La sensación que sintió, es sin duda desagradable. El odio corrió por sus venas como la lava ardiendo. Imaginó matarla y todo cuanto la vileza le permitiera obrar pero, por ahora se conformaba con vigilarles.

[ . . .  ] 

     —¿El estudiante que secuestraron era de nuestra universidad? —habló una chica, con la expresión de horror marcada en sus rasgos.

    —Así parece —espetó otra.

    —¿Quién era? —Se atrevió a preguntar, sin desaparecer el interés.

   —No lo recuerdo. ¿No estaba en primer año como nosotras?

      Las puertas se abrieron en ese momento, lo que hizo que la conversación que dos estudiantes llevaban a cabo se cortara. Un nuevo profesor ingresando, dejó a todos con la boca cerrada. Cabellos más brillantes que el oro, rasgos que fueron tallados con perfección, un halo celestial en aquellos ojos cálidos... Su presencia en el salón les quemó a todos. La camisa impoluta y blanca le quedaba perfecta pero, se sospechaba que debajo de ella, se escondían atributos generosos.

      —Buenos días, estudiantes. Seré el nuevo profesor de psicología. —Se presentó escribiendo su nombre en la pizarra con un marcador negro, de forma rápida y segura—. Park Ji Min. Un placer enseñarles en lo que corra de este semestre —anunció con una actitud llena de confianza.


NOTAS DE AUTORA.

      Aló, mis Amethysts (つω'*) —un nombre que surgió gracias a una usuario—, aquí con una nueva actualización. ¡Felicidades a todos los que acertaron! En efecto era un nuevo personaje que ni siquiera estaba en el capítulo 2.

     Poco a poco se introducen nuevos personajes y sabremos algo más de los que ya están (Ho Seok en este caso). Sin embargo, también notaremos que el asesino está cerca, acechando como un depredador que todavía no hará un movimiento...

    ¿O ya lo ha hecho? :)

    En el próximo capítulo, se promete emociones. Chan, chan, chan.

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