CAPÍTULO 13
Era una tarde ventosa, ligeramente nublada, donde seguramente habrá una posible precipitación de lluvia. El silencio monótono en aquella casa, era debido a que Nam Joon estuvo entretenido en su lectura; pasó horas frente a la pantalla acompañado por los sonidos de las teclas por presionarlas apuradamente, sin percatarse de que no hubo señales de su amigo Ho Seok. La preocupación era un sentimiento cruel para él, prefiriendo no pensar en que no le visitó por algún un asunto ajeno. Pasando por alto la realidad a la que no deseaba pertenecer.
Se estiró en su asiento, ronroneando, y levantándose fue a prepararse su café, el cuarto del día. Su cuerpo no le exigió alimentos sólidos, las pastillas tenían el efecto de quitarle el apetito y degastarlo físicamente, él obviamente no lo notaba pero ha adelgazado otro kilo en la semana.
Los pequeños golpes en la entrada detuvieron su acción, arrimándose a la puerta al sentirse extrañado: Ho Seok nunca golpearía, él entraría sin preocuparse de las formalidades. Finalmente, la persona decidió abrir por su cuenta al imaginar que él no abrirá.
La descubrió por su figura menuda. Era Sunny con una bolsa de compras en su mano y mostrándose ligeramente avergonzada por la intromisión.
—Vine porque quería prepararte el almuerzo —explicó rápidamente, enseñando la bolsa plástica.
Él la observó críptico, en tanto ella sonreía esperando su regaño por entrar otra vez sin permiso.
—No era necesario —respondió.
—Si lo era. Es una disculpa por lo de la última vez que vinimos, yo y mis amigos, a invadir tu casa —contestó ella, encogiendo sus hombros al fingir ser indiferente con el tema.
Estaba seguro que debía de actuar así por temor a verlo enfadarlo, verlo en aquél estado produjo en ella incomodidad y él quería evitar ponerla así. Debía ser horrible sentirse maltratada por alguien que era dependiente de pastillas y temeroso de hasta su sombra.
—¿Una disculpa en nombre de todos? —masculló—. Quien me debe la disculpa es el tarado de Ho Seok, no tú. No tienes culpa de nada.
—¡No me importa! Quiero disculparme contigo.
Refiriéndose a los problemas causados y sus pobres excusas para verlo. Sabía que debía generarle ansiedad saber que él se manejaba solo, sin salir, encerrado en una cápsula, ajeno y exiliado entre libros. Pero no podía hacer nada. Temía al mundo.
—¿No te cansa ser tan terca?
Él suspiró, derrotado.
—No —respondió ella, sacando divertida su lengua al relajarse—. Por tu bien, me encargaré de tu almuerzo.
Y ya notó que no iba a aceptar una negativa. La siguió por detrás, intentando vigilarla porque ella fue decidida a la cocina, encontrando una tetera calentando agua y una taza de color negro sobre la encimera. Detrás, fue aproximándose otros pasos, curioso, sin saber que iba a cocinarle.
—¿El café es lo único qué sabes preparar? ¿En serio? ¿Con todos esos libros qué guardas no se te ha ocurrido leer uno de recetas?
Lo lanzó repentina, chocando contra el pecho del muchacho. Estaba muy cerca y eso siempre parecía darle torpeza. Se miraron lánguidamente, por lo que ella buscó la manera de apartarse, proseguiendo a sacar los alimentos de la bolsa.
—Hablas como mi prima —susurró, clavándole sus ojos en su delicada figura.
—¿Tu prima? —pestañeó confundida al voltearse.
Si, mierda. Jamás le habló de una prima.
«¡Piensa rápido!»
—Mi primo —corrigió Nam Joon, fingiendo una risa, subiéndole el calor a las mejillas.
«Momento, ¡¿por qué me rectifico?!»
—¿Cómo vas con Wattpad? ¿Has subido algo? ¿Y por qué todavía no me sigues?
La serie de preguntas que ella realizó, lo dejaron absorto, mientras la vio desenvolverse bien en aquél espacio desde la última vez que ha estado en su casa.
—No he subido nada aunque pronto lo haré.
Era una promesa para sí.
—Leí muchas obras —siguió diciendo—. Algunas muy buenas e interesantes; otras, no tanto. Hay mucho talento, lástima por algunos que deberían aprender lo básico del idioma, íncreiblemente sus tramas son originales pero pierden calidad por un pésimo uso de la narración. ¡Ah! Perdona, debo estar aburriéndote.
—Para nada.
Ella esbozó una expresión feliz, ya que era la primera vez que le dedicaba una extendida conversación. Él se apenaba pero no tenía con quién compartir.
—Pero no me has dicho porque no me seguiste, Nam Joon. Esperé toda la noche.
No debió decirlo. Nam Joon no supo que responder. O sea, sí, deseó seguirla, no era complicado, la cuestión era que pareció a uno de esos acosadores leyendo de arriba abajo su perfil.
—Y un usuario popular me siguió. Hablé con él, o ella, no estoy seguro porque no me dice mucho.
Movió los dedos de sus manos con aspereza, una evidencia de su falta de energía por las pocas horas de sueño. Él se rehusó a darle una respuesta, desviando el tema cono si en verdad le entusiasmara hablar a puro detalle de su experiencia en Wattpad.
En cambio, a Sunny únicamente se le escapó un:
—Ah...
En su mirada, ella no evitó expresar su decepción. Así lo estaba notando con esmero. Aquel desinterés sútil, era obligar a su naturaleza insegura a creer que no merecía la pena arriesgarse por Sunny, a él no le debería interesar su persona tan imperfecta, era por eso que se esforzaba en ser tolerante para no darle ningún tipo de idea.
De alguna manera logró irritarla, cortando peligrosamente las verduras, así que él, le pidió cuidado en reiteradas veces. Lo ignoró. ¿Había algo de malo en hablar de SevenLies?
Ella parecía que no le agradaba la mención, aún cuando era interesante pese a que ella, estaba a su lado preparándole un almuerzo con nutrientes que su cuerpo necesitaba.
¿Eran celos? ¿Tenía celos porque a él se le iluminaban los ojos por un desconocido? O como un niño locamente enamorado de un juguete nuevo. Cerró su mente impidiéndole entrar, porque la atractiva presencia e incredulidad de la joven, lo alteraba a partes iguales.
—¿Puedes callarte?
El feroz rugido dio la pauta de que sí. No pudo responder, con su boca abierta por el arrebato.
—Me importa bien poco quien es SevenLies —sonrió sarcástica cuando él se desconcertó el doble—. ¿Qué? ¿Te sorpende mi humor? ¡Pues muy bien! Porque tampoco me importa. Tú siempre te sales con la suya, ¿por qué yo no? Tratas mal a todos cuando pretenden ayudarte. Ay, por favor, cállate.
—¿Qué estás diciendo? —Rió sin entender, bastante nervioso por ese arrebato.
Esto le hizo recordar aquél día cuando ella lo abofeteó inesperadamente. Lamió su labio inferior e intentó bajarle el amenazante cuchillo que lo apuntaba.
—Está bien... —dijo en un intento de aplacar, conteniendo su risa—. No hablaré de SevenLies para que no te celes.
—¡No estoy celosa!
—Ce-lo-sa.
Explotó en una risotada, haciendo notar sus hermosos hoyuelos. Después de que intentarán calmar sus corazones agitados, Sun prosiguió en su tarea culinaria, una secuencia de actos torpes por estar el muchacho revoloteando a su lado. Discriminaba a su cerebro por dejar de funcionar, lo mismo le sucedía a él.
La contemplaba, deseando entender sus pequeños gestos nerviosos, el porqué su piel brillaba como un hada o sus labios al relamerse, huméctándose a sí mismos, parecían deleitantes.
—Estás distrayéndome —habló alterada.
Le costó controlar sus dedos, crispados por los nervios. Lo que quiso decir ella fue: «¡Deja de mirarme! Tu mirada está matándome». Sun revolvió los fideos que hace unos minutos había puesto, en el momento que el agua hirvió, solamente para ignorarlo.
—No he dicho nada.
Se defendió él, enarcando sus cejas como si fueran a irse hasta el techo. Suspiró y tras escucharla quejarse por un corte, atrapó veloz su dedo sangrante, examinádolo ceñudo.
—¡Por esto te he dicho que tuvieras cuidado!
—¡Estoy bien! No es grave ni voy a morir desangrada.
—¿Qué no es grave? ¡Estás perdiendo mucha sangre! —exclamó histérico.
—¡¿Acaso nunca viste un corte?! —gritó ella sin pensar.
Nam Joon palideció, el recuerdo de sus padres ser acuchillados le punzó el pecho. Respiró con dificultad. Sus ojos miraron a un punto fijo, perdidos, entornados mientras hiperventilaba. Le estaba dando un ataque de pánico. El vértigo que experimentaba —como si la habitacióm creciera—, le debilitó las rodillas al grado de perder su equilibrio.
—¿Nam Joon? ¡Nam Joon! ¡Oh Dios!
Lo tomó en brazos al ver como se desplomó en el suelo. No supo que hacer, él apenas hablaba y podía actuar en aquella situación. Ella maldijo, más debía hacerlo por su actitud infantil; olvidó que él tenía severas secuelas mentales relacionadas con el asesinato de sus padres. ¡¿Por qué era tan idiota?! La vio llorar de temor y angustia, llamándolo reiteradas veces en susurros. Se culpó en voz alta. Con intensa rabia por los dos, le dolió ser así, que lo viera así... Tan inútil y haciéndola sentir inútil porque no sabía ayudarle.
—No... Vete —murmuró asfixiado.
Sus piernas y manos se entumecieron, la sudoración fría le provocó ligeros temblores, entonces las lágrimas de Sunny cayeron sobre él, goteándole en las mejillas del varón. Verla triste era aún más doloroso, imposibilitándole el calmarse por los pensamientos hoscos hacia sí mismo. Prefería la muerte a experimentar esos ataques, temporales y dolorosos. Ella tanteó sus manos, las encontró heladas, así que desesperada, intentó pensar.
—¡No me voy a ir, imbécil! Respira... ¡Respira, please! Yo no quería decirlo, ¡cuanto lo siento!
No le importaron sus gritos, escucharla preocupada le trajo satisfacción y calma. Ella lo abrazó, hundiendo el rostro de él contra su pecho. ¡Así sí iba a matarlo! Cerró sus ojos, su fragancia femenina lo estampó y estremeció, sus latidos aceleraron pero está vez por otros motivos; entonces, se dio cuenta de la calidez que lo envolvía. La adrenalina, no paró, se avivó.
Después de mucho tiempo sin relaciones sociales, fue abrazado. Por ella otra vez, la chica que deseaba ver y extrañó. El afecto contaminó su lado oscuro, lo atacó como un virus y la lucha interna, comenzó. Gruñó apartándose, buscando su triste mirada y vio, que los ojos de ella estaban hinchados, rojos, y sorbía sus mocos.
—Va a quemarse, Sun...
—¿Qué va a quemarse? —balbuceó.
«¡Mi corazón, mi cuerpo, mis labios!», llegó pensar. No iba a permitirse esa mentalidad, ¿en qué se convertiría sino? ¿Cómo cualquier muchacho normal de su edad qué depende de alguien más? ¿Amor? ¿Qué era eso? ¿Realmente iba a dañarla con su capricho hormonal? Era eso, algo llamado atracción física. Porque seguía pensando que primero debía hacer algo para mejorar.
Agust tuvo la razón: Era demasiado temeroso para afrontar su fobia, así que no podrá darle a Sun momentos felices, como aquellas que leyó en poemas y novelas. Pero no era cursi, también había realismo entre líneas cuando los protagonistas se enfrentaban a obstáculos.
Sun no era la cura y la enfermedad. Ella no era una profesional, ni su madre, ni una psicóloga. No era realista depender del amor y esperar curarse.
—¡Ah! ¡Los fideos!
Rápidamente los coló, pendiente de la tarea pausada, por fortuna no se pegaron o cocinaron al grado de deshacerse. Él tomó su muñeca bruscamente, acción que la sobresaltó porque hace unos instantes, agonizaba.
—Tu dedo sigue sangrando. Has manchado mi cara, mi ropa... —Las siguientes palabras la herirán, más a él que a ella—. Me siento asqueado de ti.
—No mientas... —Se soltó, intentando permanecer digna—. No seas así conmigo porque has tenido tu crisis frente a mí. Está bien, te avergüenzas, nadie desea verse débil ante otros. ¡Pero no debes alejar a quienes intentan ayudarte!
—¡No estás ayudándome, Sunny! ¡No eres psicóloga, sólo una intrusa! —Alzó los brazos, abatido, cansado y con jaqueca—. Tanto tú como Ho Seok están tocando mis heridas. Están presionándome... No quiero eso. No es así. No funciona así.
—Nam Joon... —Intentó acercarse, consolarlo, en cambio, él se alejó—. ¡Ayúdame a entenderte entonces! Sé que perdiste a tus padres, lo sé todo... No tienes que estar solo y aislarte, Nam Joon, necesitas afrontarlo.
—¿Qué has dicho? ¿Qué lo sabes todo?
Sus fosas nasales se abrieron como toro embravecido, apretó los puños, presionando sus propios nudillos por la sangre caliente que fluía en todo su cuerpo.
—Yo...
Se inclinó disculpándose, antes de meter la pata hasta el fondo, prefirió irse. La cagó. No hubo modo de resolverlo cuando estaban tan acalorados por la discusión. ¿Era así de volátil siempre? ¿A veces sí se llevarán bien; a veces no?
No la dejó escapar, tomándola del brazo con fuerza, aquél impulso les obligó a mirarse confundidos.
—Suéltame.
—¿Ho Seok te contó o fue Alex?
—¡Suéltame, Nam Joon!
—No. ¡No puedo ignorar el hecho de que hayas husmeado en mi vida!
Ella logró soltarse, dándole la razón de estar enojado o eso pensaba él. Lagrimeó frustrada por ek mldo en que resopló, cansada totalmente de él seguro.
—No voy a decirte quién me contó —rechinó los dientes—. No lo haré, te enojarás con ellos. ¡Enójate adelante! ¡Solo sabes enojarte!
El rubio no podía creer que siempre tuviera la última palabra, descartó lo que iba a refutar al despeinarse y escucharla comentar:
—Terminaré el almuerzo que prometí y me iré.
Así fue.
Aquellos minutos fueron lúgubres y pesados. Evitaron chocar sus rostros o siquiera murmurar nuevamente el tema. Era muy delicado y acalorarse por otra discusión, le hará perder el juicio. Un mensaje entrante le llegó a Sunny, una pequeña campana de salvación ahora que poseía excusa. Sirvió su plato, con un buen vaso de agua mineral y sonrió discreta.
—Come bien. No dejes nada, ¿de acuerdo? —sonó amenazante pero no le importó.
De él no obtuvo respuesta, este estaba anclado en su asiento, repiqueteando su dedo índice en la mesa; mientras, el aroma de una comida casera le llegaba a los sentidos. Suspiró berrinchudo, apartando el plato cuando la vio marchar. Ahí nuevamente la perdía. ¿Volverá, o esta vez lo arruinó?
[ . . . ]
Tae Hyung y Jung Kook enfrentaron miradas. Una quemazón de resentimiento era expulsado por sus luceros oscuros, más que los nubarrones en el cielo que amenazaban con llover en cualquier instante.
Tae Hyung bebió su café sin apuro, porque eran conscientes de que tenía tiempo suficiente para estar con él, sensación de alegría que Jung Kook no compartió. Era desagradable mirarlo tan feliz y cómodo con la situación. Ajeno a sus problemas porque, nació con una cuchara de oro que lo alimentó desde bebé.
—¿Por qué viniste sin mi consentimiento? Te he dicho que fijaríamos una fecha —habló en calma, estaban dentro de una cafetería y su plan no era gritar como un espartano en guerra.
—No puedo esperar para verlos... Siempre evitas mis mensajes y llamadas. Por Dios, ni que fuera un amante que debes esconder —rió, él se tomó la libertad de hacerlo con sumo descaro.
—No te burles, Tae Hyung —amenazó entre dientes—. Ya tengo mis problemas para que tú también te sumes.
—¿Qué problemas? ¿Necesitas dinero? Puedo ayudarte.
—No quiero nada de ti ni de tu padre. No eres bienvenido en nuestras vidas. ¿No has visto cómo se ha puesto Lisa al verte? ¿O no te quedó claro?
—Yo no fui quien mintió respecto a mi llegada y le ocultó quien era. Deberías meditar mejor, ella se enojó contigo. No conmigo.
No deseó darle la razón pero la tenía. Era desquiciante la sonrisilla corrompida y traviesa que presentaba Tae Hyung, dándole razones para golpearlo y desconfiar de su repentino acercamiento. Una idea maliciosa surcó por su mente: ¿Y sí?... Dudó, pero tal vez era improbable. Él no intentaría matar a Lisa, ¿verdad? La sospecha fue tan inevitable como el odio que sentía.
Acabó su café y levantándose, le dejó una reverencia para despedirse en silencio. Tae Hyung ya se había ofrecido para pagar, así que aquello era una preocupación insignificante.
—¿Te vas? Está bien. Pero volveré a encontrarme con ustedes y está vez, no quiero que hagas excusas —susurró con una tierna sonrisa.
Aquello asqueó a Jung Kook.
—¿Mi puño contra tu cara es suficiente excusa? —dijo entre dientes, fingiendo sonreír ante él y las presencias ajenas.
Se marchó rápido.
[ . . . ]
Alex vagó entre las estanterías de la biblioteca. Era tiempo de irse, no obstante, ella necesitaba distraerse, alejar y espantar las dudas de su corazón. La actitud despreocupada de Ho Seok regresó a sus memorias, la incomodaba por alguna razón y espantó la imagen meneando su cabeza, de un lado a otro.
Puso de puntitas sus pies para alcanzar un libro, usando sus dedos para arrastrar el lomo hacia adelante. Suspiró agotada.
—Ser bajo es un gran problema, ¿verdad?
Ella parpadeó, deteniéndose para encarar a su profesor Ji Min. Su sonrisa afable la sacudió, retrocediendo un paso torpe al verlo acercarse. Ambos eran pequeños en estatura, irónicamente, pero que él no fuera alto, era un complemento que no le quitaba belleza.
—¿Está bien, señorita Lee? —susurró, expresando sincera preocupación.
—¿Eh?
—Es por su amigo. Usted fue a verlo en enfermería —explicó, encontrándose a centímetros de ella para hablar en murmullos. ¡¿Cómo es qué era demasiado sigiloso y rápido ese hombre?!
—Oh... Eso. Sí.
Ella agachó la cabeza. Sus latidos se dispararon. Apretó las piernas pues temblaron sin su consentimiento. Su cuerpo no reaccionaba y su habla eran estúpidos tartamudeos de niña hormonal. Ser joven era díficil.
—No quiero que se acerque a él —musitó, acariciando tiernamente su roja mejilla. El contacto la derritió y confundió de sobremanera, él fue cauteloso y ella, trago en seco sin saber qué responder—. ¿Podrá prometerlo?
—Eh... No entiendo... ¿Qué dice?
Tiritaron sus labios. Le costó respirar cuando su profesor clavó su mirada taciturna sobre ella, más aún al sentir aquellos dedos envolver su cintura. Los labios de él fueron humedecidos al relamerse, e iban en dirección a los suyos.
Alex no tuvo voluntad de apartarlo. Los necesitaba probar, pero, no lograba romper la tensión. Era abrumador. Poco a poco sus cuerpos se apegaron, el calor masculino la hundió e instantáneamente, ella soltó un jadeo. Encontró su dureza contra sus muslos, apretujándola, situación que la incendió.
—Señorita Lee —musitó tentador, ronco y excitado—. ¿Señorita Lee.
Insistió nuevamente, mientras unos toques comenzaron a despabilarla. La imagen se volvió borrosa, y la claridad de la tarde entibió su rostro, despertándola de su siesta. Abrió despacio sus ojos, enfurecida de que haya sido un mero sueño. ¡Carajo! Se cagaba en la barba de Dios.
—¿Está bien, señorita Lee?
La risa traviesa de su profesor la llevó al bochorno. Se enderezó en la silla y limpió el pequeño hilo de baba en su labio. ¡¿De todos los estudiantes y profesores, por qué él?!
—¿Suele dormir en la biblioteca?
—¡No! Estaba estudiando muy arduamente, Ji... Profesor.
Tosió de pura vergüenza. Iba siendo usual tener sueños eróticos con él, una fantasía imposible de cumplir, quedaban estancados en sus sueños. Parpadeó roja, acalorada. En su ropa interior descubrió humedad, lo que era el doble de humillante.
—No lo parecía —murmuró divertido.
Tomó un asiento a su lado e inclinó su cabeza, muy casual para él, pero muy sensual para ella al ver como sus mechones rubios, se apartaban en cascada de su frente. Ni hablar de esa despreocupasa manera de presentarse frente a ella.
—¿No volverá a su casa? —preguntó enseguida—. Podría ser peligroso más tarde, ya ve lo que le sucedió a su novio: Acabó sorpesivamente herido.
—No es mi novio, profesor. ¿No sé cansa de usar el mismo chiste? —inquirió levemente enojada.
De verdad le resultaba cansino, como los bravucones egocéntricos y celosoa... La mano de Ji Min de repente se posicionó sobre sus cabellos, acariciados por su cálida mano. Le hizo olvidar al instante, que le dio estereotipo clásico, ¡a su profesor Park!
No. No. No. Él era más que esos idiotas.
—Verla con esos adorables mofletes cuando se enfada es gracioso...
Y agrandó más su sonrisa, negándose Alex a refutarle. La noqueó.
—¿Sabe quién pudo haberlo apuñalado? —dijo ella, cambiando el tema con esfuerzo. Jugando con las páginas del libro que usó de almohada, las pasó y paró en una página al azar.
—Se negó a contarlo. —Apartó su mano, emulando un gesto pensante. La luz tímida y escasa de la tarde, alimentó su tez pálida y limpia, volviéndolo el doble de atractivo. No quiso mirarlo por más tiempo, o iba a quedar totalmente boba.
—Si Jung llega a decírtelo, por favor, cuéntamelo de inmediato. Velar por la seguridad de los estudiantes es lo primero. ¿De acuerdo?
Ella asintió, seguidamente dijo:
—Profesor... Yo... Quisiera que... —Se mordió, dificultándole expresarse—. Me ayudase con mi primo. Creo que si pudiera ayudarlo, tal vez su fobia sería tratada.
—Creí que no me lo pediría —mencionó riéndose—. Pero, ¿él está de acuerdo? Será díficil de lo contrario. Un paciente primero debe asumir su problema o no podré ayudar. Sé que suena complicado, usualmente las personas deben sentir que necesitan ayuda; si no es así, no podemos martillarlos o presionarlos para que se abran.
—Entiendo... Intentaré convencerlo. Gracias, profesor.
Llegó a responder esperanzada. El apoyo de Ji Min era tranquilizador.
—¿Puedo llevarla a su casa? —murmuró suave—. Temo que sea peligroso si anduviera sola.
Ella aceptó trémula. Y una vez en el coche de su profesor, sintió hormigueos inscesantes. Era un ejército de insectos en su interior pero, perdió algo de su timidez al charlar con él sobre la materia de psicología. Era afortunada de conocer a semejante hombre y que fuese así de amable. Un halo de bondad lo envolvía, y su naturaleza juguetona seguramente hacía suspirar a muchas mujeres. ¿Tendrá novia? El que sí tuviera la celaba. Miró sus manos, en ningún dedo portaba anillos.
—Profesor, usted... ¿Tiene novia?
Lo pudo cuestionar por fin, dejando de lado la cobardía y, mostrar su faceta atrevida. Sus rodillas se inquietaron, su respiración al estar en el interior de un vehículo a solas con Ji Min, fue pesada.
Ji Min la admiró, aprovechando el semáforo en rojo. Él inspeccionó la postura nerviosa de su alumna, la manera inocente en la que esperaba su respuesta, aquellos pequeños labios relamiéndose y su rubor, deleitándole.
—No —contestó sin problema, regresando su vista curiosa al frente.
¿Era consciente de que causaba un efecto seductor en mujeres jóvenes? Estudió la mente desde temprana edad, por lo tanto, no se le escaparía que una alumna como experimentaba con su cercanía el deseo.
Él también se hallaba curioso; ella poseía una peculiar actitud, una mente sobresaliente y no faltaba mencionar, una belleza que no era típica. A simple vista normal, fuera del estándar, pero no, sus orbes siempre lo han mirado impacientes e inocentes. Una extraña mezcla de la cual era mejor rehuir.
Pequeñas gotas empeñaron el vidrio. Y la necesidad de Alex aumentó, paso a paso. Mordió su pulgar para detener su pensamiento impuro, incomodar a Ji Min sería imperdonable pero, él también parecía levemente reacio sin perder su simpatía.
Frenó el vehículo frente a la ostentosa fachada. Había un muro que delineaba el acceso a la residencia, y cerca del portón, cámaras de vigilancia que no alcanzaban captarlos. El clima descendió, la lluvia empapó más violenta y el exterior se convirtió en una imagen difusa.
—Gracias, profesor. Lo veré mañana.
Al quitarse el cinturón, este se atascó, tironeó y forcejeó en un par de intentos por largarse. No era su plan permanecer más tiempo a su lado, por ende, se atragantó con su saliva, riéndose de su estupidez.
«Viejo barbudo, no me hagas esto ahora. No seas así de cruel, ¡hijo de puta! Bueno, jamás creí en ti, pero no permitas que mi santidad se manche de pecado...»
—Espera —pidió él, asomándose para desabrocharle el cinturón. Descubrió entonces que él olía a hombre. Literal. Ningún chico que conoció tenía aquella fragancia peculiar: Silvestre, adictivo y fresco. Era muy de él.
«Da igual. ¡Retiro lo dicho! ¡Oblígalo a pecar porque yo soy muy virgen para hacerlo!»
A ella se le escapó un pequeño gemido, el tacto de su mano, y su respirar tan cerca de su cuello, mero roce de físico, la alteró en demasía. La sorpesa se vio reflejada en los ojos del mayor, quien cauteloso fue apartándose al arreglar el cinturón y deteniéndose en el proceso al encontrar en la mirada de la joven, una gula voraz.
—Buenas noches... —Parpadeó, logrando luchar contra su depredador interior. Ella era su estudiante, y así lo repitió, hasta lograr convencerse de que se desviaba a lo eticamente incorrecto.
—Llueve mucho, profesor. Estaré aquí hasta que se apacigue, si no le molesta —musitó tímida.
¡No ayudaba a apaciguar una mierda! No soportaba que su cuerpo juvenil experimentase todo de golpe, además, esperar en el interior del auto para no acabar mojada, era paradójico.
—Está bien, no se preocupe. A cambio, ¿puedo pedirle un favor? —murmuró, notando en ella que se sumergió en una especie de trance. Alex asintió receptiva, relamiéndose, costándole concentrarse.
—Le suplico que no pelee con Ho Seok.
—¿Por qué, profesor? —preguntaba confundida. Desanimada porque no fue similar a su fantasía.
—Un pasado díficil que no me corresponde contar —afirmó en voz baja, apoyando sus dedos sobre su mentón, escalando a la vez por su labio—. ¿Me lo promete?
—Yo... Yo no puedo prometérselo. Siempre vamos al choque, siempre discutimos... Intento y no puedo.
Lo último fue una referencia acerca de su atracción, lamiéndole el dedo que tanteaba su boca. Los dos quisieron sucumbir. Él quitó la mano, cada vez más apegado al rostro de su estudiante pero al darse cuenta, lo evitó rápidamente cuando los portones se abrieron.
La persona cargaba un paraguas, yendo en dirección al auto estacionado.
—Supongo que es su madre.
Alex insultó un diccionario entero de malas palabras. El acercamiento de Ji Min ha sido la prueba de que iba a besarla.
¡El mundo conspiraba en su contra!
—Si. Pero de nuevo, gracias por traerme...
NOTAS DE AUTORA:
Sí, sé que lo subí después de años... La buena noticia es que este capítulo es un poquito más largo. ¡Yup!
Como habrán leído, he abarcado específicamente tres escenas. No hay muchas pistas pero si buenas referencias sobre los personajes.
En el protagónico: me gusta no hacerlo fácil para ninguno de los dos. Nam Joon es muy miedoso, teme herir, ser herido. Imaginen que han sido años conviviendo con su fobia, no es sencillo, menos de golpe, es un proceso que está asimilando. Y le cuesta porque no sabe como reaccionar ante el afecto sincero.
Cuando cree que lo están curando, retrocede nuevamente y desconfía.
¿Y Tae Hyung? No he dicho mucho de él, pero quiero opiniones (?)
Alex y Ji Min, uy, uy. ¡No saben cuanto adoro jugar con la tensión de ellos! Y la de ustedes, pillos. ¿Ya se dan por enterados, que Ji Min siempre supo sobre la atracción de Alex por él? Como buen estudioso de la psicología. :)
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