CAPÍTULO 12
Alex apareció en la enfermería con zancadas. Como un pequeño torbellino. Ho Seok sabía porqué, pero no quería añadir más problemas a Nam Joon si se enterara que fue herido por un loco, exagerará. Le hará sentir más terror.
—¡Fuera! —dijo Alex a todos los presentes. Habían un par de conocidos y amigos de Ho Seok que le tenían estima—. ¡Fuera!
Volvió a vociferar a pulmón, sorpendiendo hasta al propio paciente. Se largaron por petición de Ho Seok, entonces él intentó mirarla desde un ángulo cómodo en la única camilla de la habitación, pues raras veces un estudiante se hería de gravedad.
Él sonrió alegremente para no verse como una lastimera víctima, llorar en esas condiciones no le ayudaría, bastante ha lamentado en su niñez. Bastantes lágrimas derramó. Se encontraba cansado de ser un joven que debía pelear contra el mundo.
—¡¿Por qué te has dejado apuñalar?! —gritó Alex, casi suplicando por una respuesta coherente.
—Yo no me dejé apu...
—¡Cállate! ¡No hables!
Los labios de Ho Seok se sellaron, bufó sin comprender a que vino tanto reproche. Ella se acercó, tomando una silla para sentarse junto a él, añadiendo en su breve discurso.
—Te odio... Pero no al grado de que me satisface verte lastimado por terceros, Ho Seok. ¡Sólo yo debería hacerte daño! ¡¿Has entendido?!
—Pero...
—¡Silencio! No he terminado. No vuelvas, por favor, a permitir esto —declaró histérica.
Ho Seok rió amargamente, viéndola divertido y curioso. No había notado hasta entonces en lo tierno que Alex se veía enojado.
¡No, no, no!
«¡¿En qué piensas, Ho Seok?!»
Mordió su labio inferior, prestándole atención a sus grandes ojos, e inspiró aire. Aún le dolía la herida, palpándola por mera necesidad de sentir que estaba en la vida real. No en un fatídico sueño.
—Sí. Ya entendí... —rodó los ojos—. ¿Has venido aquí para contarme ese patético discurso sobre: Nadie debería hacerme daño, pero sí sólo tú y nadie más que tú?
—¡No! Bueno, sí.
Los dos rieron, creando otro tipo de tensión que pesó en sus pechos. Ella contempló su vista sobre la suya. Pero él no estaba mirándola como pensaba, él no podía o tal vez, se ha bloqueado. Hundiendo su pequeña confianza, apagó su sonrisa. La personalidad brillante de él era lo que siempre animó a los demás, su sagacidad. Y Ho Seok veía que eran diferentes pero con un sentimiento de protección compartido.
Apartó la mirada. Lo estaba mirando por mucho tiempo, eso estaba mal. Por Dios. ¿Cuánto más iba a soportar con estas ridículas peleas? Necesitó contarle la verdad, aclarar el mal entendido y limpiar su mente.
—Ho Seok, yo... —Alex se adelantó en su idea—. Quiero decirte algo.
—¿Jung Ho Seok?
Era su profesor interrumpiéndolos al asomar su cabeza rubia, dejando una abertura en la puerta. Por esta ocasión, realmente no lo necesitaban e inmediatamente, ella se levantó sorpendida de verlo, allí, con una actitud risueña. Tembló bajando la cabeza, excusándose para retirarse.
—¿Sí? —murmuró él.
Estaba ligeramente ofendido al ver a Alex como una gelatina frente al mayor. ¿Qué le pasaba al idiota? ¿Y por qué se comportaba así con él?
—Deseaba hablar con usted en privado. Creo que este es un buen momento.
—Supongo —respondió, comenzando a pararse y expresando un gesto doliente al estirarse.
—¿Cómo está su madre? ¿Ha mostrado mejorías?
—Se niega al tratamiento y la entiendo. Nadie querría en su condición, ella dice no tener nada malo —espetó ante el psicólogo, pues, era a lo que se dedicaba además del profesorado de la materia—. Pero mi padre y yo sabemos que no.
El joven en una oportunidad platicó con el señor Park para informarse sobre la depresión, intentando contar con su apoyo para ayudarla a salir de ese pozo de miseria. Su padre salió hace tiempo de la cárcel, sin embargo, jamás regresó porque no pudo verles a las caras después de desilusionarlos aún así, de vez en cuando se juntaban en una cafetería donde charlaban de todo.
—Comprendo. Hay otro tema que también me gustaría mencionar.
—¿Cuál? —cuestionó él, alzando las cejas.
—Usted.
—¿Yo? —Lamió sus labios nerviosamente.
—Así es. —Ji Min asintió, afirmándolo—. Se ha negado a ser llevado al hospital e incluso declarar en contra del culpable... ¿Podría decirme por qué? ¿O debo hablar en la dirección y con la policía en su nombre?
—No tengo porqué —contestó insensible—. Y esto... Esto no ha sido nada.
—¿Está protegiendo a quién le hizo esto? —interrogó con sorpresa.
—Crea lo que quiera, señor Park.
[ . . . ]
—Jung Kook —llamó Lisa, hablando por primera vez al caminar juntos por la vereda.
—¿Sí, hermana?
—No, nada.
A Sunny la vio tomar el autobús para irse directamente a la casa de Nam Joon, ella no se enteró sobre lo de Ho Seok pero en el caso de que sí, sería la primera en contarle lo ocurrido.
El barullo de los autos ni la frialdad de la ventisca otoñal enfriando sus mejillas, no silenciaban sus pensamientos. Todavía tenía muchas dudas sobre Eiko. Y Jung Kook no sabía como abarcar el tema del medio hermano sin embarrarla, puesto que, ha sido un pésimo hermano. Se miraron culposos, ¿cómo acabaron así?
Agust estaba junto a ellos, escuchando música por sus auriculares, igualmente no le daba seguridad de que si las tenía puestas para meterse en sus canciones favoritas, o, lo hacía a drede para desconectarse del mundo cuando no le apetecía hablar.
Ella contempló el perfil hiératico de su... Algo. Ellos no han definido la relación, por lo que se encontraba en un estado de incertidumbre fatal, siendo así que las protagonistas de novelas románticas, son un poroto a comparación de su situación sentimental.
Los pequeños mechones negros de Agust sobresalían de su gorra de lana, abrigándole, lo que causaba que Lisa sintiera una profunda ternura y gracia, tanto así que deseó ser alta para llegar a tironearlos. La travesura se plantó en sus ideas, e igual a una niña, fue a hurtadillas a su retaguardia, confiando en que llegaría a alcanzarlo unos centímetros.
Maldijo su suerte al haberse tropezado con sus pies, golpeando su pequeña nariz contra su espalda. ¡Que desgraciada eres, Lisa!
Agust giró brusco al sentirla, agarrándola del brazo para que ella no cayera del susto, la acunó sobre su pecho y ella levantó su vista completamente abochornada.
Jung Kook negó sonriendo, le alegraba que su hermana estuviera en buenas manos. Lo poco que conocía de Agust, comprendía que él no era un mal muchacho, por eso no se preocupaba. Ella era quien lo buscaba constantemente, sabía que basta eso podría molestarlo.
—¿Qué haces? —preguntó notoriamente indiferente—. Pudiste hacerte daño, ¿o es qué tienes los pies torcidos?
Aquella manera ruda de protegerla le encantaba. Ella brilló y saltó abrazándole a expensas de su opinión.
—No, Lisa. Aquí no... —intentó apartarla pero su abrazo era fuerte. Muy fuerte.
—¿Aquí no? Eso quiere decir que si quieres abrazarme... ¡Vamos, abrazame, amorcito!
Comenzó a oler su perfume masculino, y riendo, ignoraba los ojos de los peatones que veían mal los afectos en público. Así era Corea, reservada y cauta.
Él torció sus gestos, avergonzado, rojo, sin mirar a nadie. ¿Por qué era una pequeña descarada?
—¿Amorcito? ¡¿Qué diablos dices?!
—¡Te declaro mío, Min Agust! Porque ni siquiera eres capaz de decírmelo, cobarde. ¡Ay, dios, que lindo eres!
—Espera... No, no empieces.
—Mío, mío, ¿quedó claro?
—Eh... —expuso su expresión más neutra aunque, por dentro se estaba muriendo por muchas razones.
Ninguno de ellos percató de que una sombra estuvo vigilándoles. Allá en la distancia, alguien vestido casual entre los callejones de los edificios, oculto y desapercibido. Dispuesto a hacer lo que sea para recuperar lo que perdió. Un mensaje entrante le avisaba que Jin Young falló sin embargo, no van a matar a ese renacuajo depresivo, lo seguirán utilizando de peón.
Él también era una pieza, una un poco más importante que Jin Young, con un protagonismo reducido. Sus motivos no eran los mismos que SevenLies; por supuesto, su objetivo era una persona diferente que para su compañero de crímenes, le convenía.
El personaje misterioso abrió la cámara de su teléfono, sacando fotografías de la pareja. Una, dos, tres... Varias como una motivación porque iba triturarles la vida. ¡Hacerlos papelitos! Sonrió ladino, su regalo fue dejado en la puerta...
¡Les iba a encantar!
Los secretos y las mentiras iban a explotarles en la cara, los arrinconarán porque algunos de ellos eran, en parte, cómplices... Y no sabe de dónde o cómo encontró SevenLies toda la información pero, una cosa era segura: Nadie está a salvo.
Cuando Jung Kook llegó, no pudo evitar tragar en seco. La palidez de su rostro fue como si viera una aparición fantasmal. Una sonrisa nerviosa dibujó, mirando hacia atrás al ver que Lisa se aproximaba junto con Agust.
—¿Qué estás haciendo aquí, Tae Hyung? —intentó no sonar enojado aunque lo estuviera.
—Hola —dijo él alegre—, ¿qué tal?
Llevaba unas costosas gafas de Ray-Ban. Un traje Gucci, color gris alpaca, camisa de algodón, mocasines de diseñador y hasta un cinturón de cuero, del cual le daba asco imaginar que seguramente, valía más caro que su riñon. Sus cabellos castaños claros casi a un rubio ceniza, peinados excepcionalmente, le otorgaba un carisma de modelo. Y su apariencia era similar a la de su padre, en una versión joven, con unos ojos ávidos y facciones impolutas.
Su hermana expresó aturdimiento, allí se presentaba otro extraño que esperaba una respuesta de su hermano. Le causó tristeza al verlo, una desgarradora y profunda, de esas que te obligaban a perder el equilibrio y llorar hasta el cansancio.
—Tú debes ser Lisa, ¿cierto? ¡Es un placer! No sabes cuanto he ansiado conocerte.
—Jung Kook... ¿Quién es él y cómo me conoce?
Aferró su mano al brazo de Agust, impidiéndole irse, ella no quiso soltarlo por temor a perderse a sí misma. El muchacho provocó una fuerte impresión, recordándole toda su historia familiar en forma de rollo de película antigua.
Antes de que Tae Hyung pudiera presentarse, Jung Kook tapó su boca.
—Ve adentro —ordenó.
Ella se negó a moverse, no sin recibir respuestas.
¿Qué excusa le inventará?
Él añadió:
—Él es un amigo —mintió.
Claro que ella no se lo creyó. La actuación de su hermano podrá ser buena para cualquiera; ella, identificó sus pequeños tics, su mirada alarmada y su cuerpo tenso. Sí, él le estaba mintiendo. Y no entendió porqué. Agust se negó a entrometerse en el tema, y lo han comprometido de todos modos.
—Déjale que hable. Quiero escuchar lo que tiene para decirme —habló ella, diplomáticamente.
Hubo duda y preocupación en Jung Kook, destapándole los labios a Tae Hyung, dándole el beneficio de presentarse.
—Mi nombre es Kim Tae Hyung. Desde que descubrí por accidente una foto de mi padre junto a otra familia, es decir: ustedes, deseé conocerles. Él se negó a visitarles pero, logré convencerlo de algún modo.
—¿Estás diciéndonos qué eres nuestro hermano? —Ella poco a poco se descompuso—. ¿Y tú sabías qué iba a venir?
Señaló a su hermano con la mirada, completamente digustada, sus sentimientos eran una avalancha que iban a golpearla muy duro.
—¿Por qué no me lo has dicho? —cuestionó Lisa—. ¡¿Por qué?!
—Calma, Lisa.
Fue Agust quien la agarró y la llevó hacia su casa, la arrastró prácticamente, abrazándola una vez dentro. Ella dejó salir su tristeza, toda la que venía guardando. Su llanto humedeció las prendas de él, pero no quería soltarlo. Su calor le generaba paz para vencer su angustia, su suave perfume la trasladaba a un bosque remoto, de aromas silvestres y salvajes, también la sensación de sus manos recorriendo su espalda, le daba un cosquilleo apacible.
Al tranquilizarse, él la tomó de su mentón, bastante ciudadoso. Ella le reclamó dolida:
—Mi propio hermano me está ocultando cosas, Agust. ¡Me miente! ¿Puedes creer qué trajo a una desconocida junto a su hijo a nuestro hogar y jamás me contó sobre ella? Está enamorado, lo conozco y sé que es así. No puede evitar mirarla como yo te veo a ti...
—¿Y cómo me miras? —A él se le escapó una pequeña sonrisa austera, logrando contagiarla—. Sé que es díficil para ti, Lisa... Pero quizás para él lo sea el doble; imagina, está llevando toda esa carga en sus hombros al intentar protegerte.
—¡No necesito que me proteja! —exclamó en un puchero, revolviendo las emociones de Agust, incitándole a robarle el aliento en un beso rabioso.
Su accción sorprendió a Lisa, siguiéndole el vaivén. Él sabía que no había nadie en esos instantes, aprovechando el remolino de pasión y aferrándose en sus deleitosos labios. La espalda de ella golpeó contra la pared, Agust la apretujó sobre su pecho, mientras las manos femeninas se sostenieron nerviosamente en sus hombros, necesitando con urgencia una bocanada de aire.
—Yo te protegeré —susurró, rozando sus caderas con la punta de sus dedos, causando que su novia, se estremezca—. Quiero protegerte, Lisa.
NOTAS DE AUTORA:
Hello, Amethysts! Espero les haya gustado. No quiero apresurarme con la identidad del cómplice y SevenLies pero, poco a poco se irán revelando :)
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