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CAPÍTULO 9

ISABELLA

Si Ronald no me hubiera permitido la salida, juro que hubiera hecho todo por escapar y asegurarme nunca más volver; aunque el nunca más volver sea difícil es mi situación, me aseguraría de ello. Cuando estuve en el internado muchas veces me escapé, en algunas ocasiones se dieron de cuenta y no pasó de unos leves castigos.

Voy camino al bar de Lucían, allí me encontraré con mis amigos quienes me ayudarán con el plan que tengo, por qué sí, no pienso seguir el juego de mis padres y aunque suene loco e imposible, haré lo posible para alejarme de ese hombre.

—Estaré cerca. —Dice Antón.

—Por mí puedes irte para donde tu jefe, no te necesito —respondo antes de entrar al bar, pero él me detiene.

—Las órdenes son claras, no puedo ni quiero alejarme de usted —me suelta el brazo después de hablar y deja que entre al bar con él siguiéndome.

Ignoro lo que ha dicho y subo las escaleras que me llevan al lugar donde ya se encuentran mis amigos.

—Tardaste más de lo previsto —dice José cuando me ve.

—Surgieron problemas, —digo sin ánimos —todo se complica.

—¿Pero estás bien? ¿No ha intentado hacer algo? —pregunta esta vez Marga con intriga.

—Solo llevo que… —hago gesto de pensamiento y continuo —un día, ¿Qué podría hacerme?

Aunque es cierto que me llevó obligada a su casa, no intentó hacerme algo a excepción del acercamiento a mis labios, me dejó en esa habitación y luego me llamó para asistir a casa de sus padres.

—No confíes en él, Isa. —habla José.

—¿Lo conoces? —pregunto por lo que acaba de decir.

—No lo conozco, pero he oído hablar mucho de él y no son cosas buenas. Los rumores de Ronald lo hacen un hombre despiadado. 

La verdad es muy poco lo que sé dé Alemania, «para ser sincera me daba lo mismo saber del país el cual fui excluida», igual era solo una niña cuando mis padres me abandonaron, cuando decidieron que era mejor mi crianza en Inglaterra.

—No me importa, puede ser muy despiadado, pero hasta el momento solo conoce una parte de mí.

—¿Harás lo mismo que en Inglaterra? —pregunta Marga.

—Si es mi única opción, no lo dudaré.

Seguimos hablando mientras tomamos algunas bebidas. Llevamos un rato así y creo que he tomado lo suficiente, para sentirme lo suficientemente mareada.

—Es que mis padres supieron hacer su jugada —empiezo a hablar tonterías —si el tipo no estuviera tan jodidamente guapo y tuviera esa aura tan jodidamente caliente, no me sería tan difícil huir de él.

—Ya empezaste con tus tonterías —dice Marga igual o más ebria que yo.

—es que debes verlo.

—Que eso no te desvíe de lo que debes hacer, solo piensa en la manera que llegó a ti.

—Por eso me prometí no sentir nada por él. —digo con seguridad —Si hubiera llegado a mi vida de otra manera, seguramente esto sería diferente.

Joder, es que solo lo he visto un par de veces y me hace desearlo más de lo que quiero. Puedo jurar que el día que lo vi por primera vez en el hotel soñé con su trasero, ¡Dios, es que, qué trasero! 

Mis pensamientos me hacen saber que estoy lo que le sigue a lo ebria, ebria.

—Ya sé que voy a hacer, no voy a huir más —me pongo de pie abruptamente y me tambaleó un poco.

—¿Qué está pasando por esa cabeza? Con tu mirada puedo deducir que no es nada bueno. —hablan, pero estoy tan jodidamente ebria que ya no reconozco las voces.

—Lo voy a seducir —sonrió cómo si fuera una excelente idea —que se enamore de mí y luego le rompo el corazón, así me dejará ir.

Seguramente el alcohol jodió mi cerebro, no hay peor plan que este.

—¿Y si tú te enamoras? —preguntan.

—Eso jamás pasará, sabes que solo amo a una persona, aunque nunca voy a poder estar junto a él.

Mi querido Damián, aún lo pienso noche y día, y aunque fue un enamoramiento de niños, puedo decir que él es el único dueño de mi corazón, con Damián volví a hablar cuando vine al matrimonio de mi hermano, pero nuestro contacto no duró porque murió a los años.

Aún me sigo culpando porque no logramos cumplir esa lista que hicimos, pero es que el cáncer como llegó se lo llevó, no pudimos disfrutar.

—Deberías dejarlo ir.

—Nunca. 

Tomamos un poco más, hasta que mi estómago se negó en recibir más alcohol. José se llevó a Marga y el guarda que puso Ronald se encargó de llevarme, aunque no se la puse fácil.

—El jefe me cortará la cabeza —murmura mientras maneja.

—podemos entrar por la ventana.

—debería relajarse, así cuando lleguemos estará menos ebria.

Y así fue, cerré los ojos porque todo me daba vueltas y las luces de las calles me molestaba, el camino se me hizo rápido y para cuando llegamos mi ebriedad no sé había ido ni un poco.

El tipo me ayuda a bajar del auto y me sostiene de la cintura, pero yo me aparto, no me gusto nada su agarre y menos su olor, huele a muerte.

—No vuelvas hacer eso —digo en intervalos, me parto y camino hacia la puerta.

—Señorita —de dos pasos me alcanza, pero esta vez agarra mi brazo.

Entramos a casa y las luces están encendidas; estoy haciendo más ruido de lo que debería, pero a este punto no me importa nada. Doy un paso, pero estoy a punto de caer y el tipo me agarra, en ese momento sale mi futuro esposo y decido molestarlo un poco.

—¡Mi esposo! —habló más alto de lo normal —Me equivoco, este es mi prometido, un patético, mujeriego y comprador de mujeres. —le digo al guarda —¿Quién en pleno siglo XXI hace un acuerdo de bodas? —preguntó con ironía.

Trato de acercarme a él, pero la jodida mesa me lo impide, chocó con ella y Antón trata de acercarse, pero Ronald se lo impide agarrando de la cintura. «Huele delicioso».

Siento como caminamos, pero me pegó más a él, su olor me gusta.

—Hueles delicioso.

—Estás muy ebria, esto no puede volver a pasar —menciona él.

—No eres mi padre.

☙❧

Luego de devorarme el desayuno que, según Greta, Ronald hizo. Decidí molestarlo un poco, aunque todo estaba delicioso, decidí decir lo contrario, no quería aceptar nada que viniera de él.

Luego de vestirme con el regalo de Erick, bajó las escaleras y puedo ver la sorpresa en el rostro de Ronald; sé qué este vestido no le gustará a nadie, pero esa es la intención, incomodarlos a todos.

—¿Nos vamos? —sonrió al ver su rostro de sorpresa.

Seguramente nunca pensó que tendría algo como esté en mi maleta, eso quiere decir que él no reviso mis pertenencias.

—Tú almorzarás con nuestras, madres y hermanas —dice.

La palabra hermanas retumban en mí, él solo tiene una hermana, eso quiere decir que Ida también está aquí, ¿Puedo tener la suerte de mi lado algún día?

—¿M-mi hermana también vino? —preguntó con la intención de oír un no.

—Sí —confirma él —tu hermana es él único que no vino, pero llegará mañana para la fiesta.

Estoy más que segura que Ida hará hasta lo imposible para hacerme ver cómo lo peor, cómo siempre lo ha hecho. La incomodidad llega de un momento a otro y siento que el vestido está más corto de lo normal, ahora mismo desearía estar encerrada en esa habitación que Ronald dispuso para mí.

Luego de llegar a la casa de los señores Richter y hablar por un rato, «fueron ellos quienes hablaron, yo estuve todo el tiempo en silencio con la mirada de mi padre taladrando». Decidieron que era momento de partir a conseguir los dichosos vestidos para la fiesta.

Nos subimos a uno de los tantos autos que hay en la entrada de la casa y como siempre Antón es quien nos acompaña hasta nuestro destino.

—Debes estar muy emocionado —asegura Anja.

—Muchísimo —digo con sarcasmo.

—Deberías estar agradecida de que te consiguieron un buen esposo —menciona mi «queridísima» hermana, quien no me había dirigido su palabra.

—Si es tan bueno, ¿Por qué no te casas tú con él? —mi madre me mira de manera desaprobatoria, pero la ignoro —al fin de cuenta es un vejestorio como tú.

Aunque no sé la edad de Ronald, puedo deducir que me lleva varios años de ventaja.

—Cállate Isabella —dice mi madre.

—Como siempre, no puedo opinar sobre mí.

Nadie menciona nada más; llegamos a la dichosa boutique dónde ya nos estaban esperando, al parecer estás personas son más importantes porque tienen el poder de cerrar una tienda entera.

—Señora Kristin —habla la mujer que al parecer es la administradora de la tienda.

—Queremos algunos vestidos, mi hija y yo ya vimos los que queremos —le informa —quiero que la asesore a ella —me señala y sonríe —quiero que le muestre los vestidos más lindos y caros. Mañana es la fiesta de su compromiso.

La mujer atiende la orden de la señora Kristin y empieza a buscar vestidos. Cualquier mujer interesada estaría disfrutando de esto. Pero yo, yo no lo disfruto en absoluto.

Mi madre e Ida se prueban varios vestidos y a la final logran quedarse con uno, mi madre escogió un vestido verde esmeralda que le quedó precioso, por otro lado, Ida escogió un blanco con algunos brillas —importuna cómo susurro Kristin— yo, por otra parte, sigo mirando los vestidos que han traído, pero ninguno me llama la atención o para mejor interpretación, ninguno dice algo de lo que quiero dar a entender el día de mañana.

La empleada, imaginó que cansada de estas casi tres horas, me trae los últimos vestido y logro ver uno negro. ¿Dios, es una señal? Puedo parecer sexi, pero a la vez voy a estar de luto, porque este sería mi entierro. «Aunque aún tengo mi plan en mente».

—Ya teniendo los vestidos, es hora de ir a comer algo —comenta Anja muy emocionada.

—¿Quieres comer algo en particular? —pregunta Kristin mirándome.

—Cualquier cosa estaría bien —respondo restándole importancia.

—Conozco un restaurante donde venden carne deliciosa, también venden mariscos por si quieres comerlos, en ves de carne —sigue hablando Anja con su emoción.

Tal como lo sugirió ella, nos dirigimos al famoso restaurante; los adornos son sencillos, pero el lugar se ve acogedor. El mesero nos acompaña hasta una mesa para cinco y nos deja la carta.

Yo por mi parte pido carne en salsa de ciruela, las otras, no logré entender lo que pidieron e igual no me importa.

—¿Te sientes preparada? —habla mi madre.

¿Preparada? Ella ve esto normal, pero no sabe cuánta repugnancia siento al pensar que tendré que casarme con un nombre por plata —porque eso es, ellos me vendieron—.

—Preparada para ser infeliz toda mi vida. —digo mientras corto un trozo de mi carne —No te imaginas cuánto.

—Qué altanera eres —habla la entrometida de Ida —deberías estar agradecida, mis padres te consiguieron un buen esposo, no tendrás que mover un dedo en toda tu vida.

—¿Y tú? Vives muy bien a tus treinta años del dinero de nuestros padres. Tú pudiste casarte con él, al fin y al cabo los dos tienen un interés por algo —la odio tanto, nunca podré tener una buena relación con ella.

—Pude ser yo, pero él te escogió a ti, —confiesa y me sorprende.

—¿Qué? —pregunto sin creer.

Nos hemos olvidado de las personas a nuestro alrededor y nuestra discusión se torna más intensa.

—Rubia, delgada, joven y de ojos azules, eso es lo que él quería.

Ida es todo lo diferente a mí, ella es castaña con ojos color miel y su piel un poco oscura.

—No vale la pena Ida, pronto encontrarás uno para ti —dice mi madre acariciando su mano.

Odio tanto esto, que mi madre sea así conmigo, cuando me iba a enviar a Inglaterra se comportó diferente a como siempre había sido. A quien le miento, ellos siempre han sido así conmigo, si no tuviera tanto parecido con mi padre, juraría que no soy su hija.

—Mi hermano te quiere, —menciona Anja —él te eligió a ti, no por tu aspecto físico, él sabe en realidad quién eres.

—Sé que su matrimonio no es de la mejor manera, pero mi hijo te quiere.

¿Quiere? Eso no es querer, él quiere su dinero, sus cosas, pero no siente nada de eso por mí. 

No respondo más y me dedico a terminar mi almuerzo. Cuando pagamos nos dirigimos nuevamente al auto y esta vez hay otro tipo que nunca había visto, posiblemente sea uno de los tantos guardas de esta familia. El hombre conduce hasta la casa donde nos están esperando para terminar algunos detalles que faltan para la fiesta de mañana.

Los vestidos los traerán mañana en la mañana, «fue una ventaja su apellido, ya que no es muy fácil conseguir vestidos con tan poco tiempo». 

Entramos a la casa y efectivamente están ellos en la sala platicando muy a gusto, nos acercamos y todas se sientan excepto yo, no quiero estar al lado de ninguno de ellos.

—Siéntate Isabella —demanda mi padre con su voz dominante.

—Iré a la cocina por algo que necesito —digo ignorando sus palabras.

—Te acompaño —Anja se pone rápidamente de pie y me sigue.

Llegamos hasta la cocina y le pido un vaso de agua a una de las chicas, realmente no necesitaba nada, pero allí me estaba asfixiando, necesitaba un respiro de todos ellos, él solo verlos me agobia.

—¿Te sientes mejor? —pregunta la chica.

—Eso creo.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta con timidez.

—No creo, nadie puede ayudarme con esto. —sonrió cansada.

Llevo viviendo dos meses en este país y siento que fue lo peor que hice, regresar sin tener a alguien que me quisiera de verdad. La única persona que demostró estar para mí, murió.

—Voy a salir un momento —caminó hacia el jardín.

La fría brisa golpea mis muslos desnudos, pero ese es el mejor de mis problemas en este momento. Sé que muchos creerán que estoy montando un teatro en algo tan insignificante, pero para mí está en juego mi vida.

—Debes comportarte Isabella, aunque no te guste ya la decisión está tomada —escucho la voz de mi padre detrás de mí.

—¿Para eso me tuvieron? ¿Para ser vendida o simplemente vista como un objeto que pueden poner allí o acá? 

Aunque mis planes se vieran fáciles, es todo lo contrario, con lo que dijo José deduje que esta familia tiene mucho poder y juntando la mía sería imposible ir a un lugar donde no lograrán encontrarme.

—Debes entender que es por el bien de la familia —me giro para poder decirle las cosas mirándolo a los ojos.

—Hay tantas cosas que me hacen dudar de que yo sea realmente su hija, dime padre. ¿Realmente soy hija legítima de esta familia?

—Eres nuestra hija, por eso queremos lo mejor para ti.

—No lo parece, cómo se lo dije antes a mi madre y ahora te lo digo a ti. Siempre han sido así conmigo, me tratan peor que a la nada y la poca atención que me diste de pequeña era para reprimir tus castigos sobre mí.

Recuerdo que el primer castigo llegó cuando apenas tenía cinco años; una golpiza que aún niño de esa edad hubiera podido matar, pero no fui tan débil para morir en sus manos.

—Todo el amor que te tenía, a pesar de todo, cada día se convierte en odio. —Nunca creí decir esto a mi padre —Te odio tanto papá.

En el momento que suelto esas palabras mi rostro arde de una manera impresionante, el padre que en ocasiones me decía princesa se fue como llegaba. La cachetada dejó ardiendo mi mejilla y mis ojos aguados, pero no, no derramaré una lágrima más frente a él.

—Que sea la última vez que le pones una mano encima. —Ronald se acerca y sostiene mi mano —Que te quede claro Bruno, ya no tienes ese derecho.

NOTA DEL AUTOR

Ya somos 2k y aún estamos en el inicio, le tengo mucha fé a este libro y a ustedes cómo lectores.

Si termino el otro capítulo posiblemente lo publique mañana y si usted es nuevo en este espacio, espero este disfrutando conmigo.

Con tu voto y comentario estás apoyando la historia.

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