CAPÍTULO 54
RONALD
Poder dejar a Isabella sola en la cabaña fue una tremenda lucha. Me debatí entre traerla, quedarme con ella o desistir de todo lo que tenía para hoy. Pero ninguna de esas tres opciones era factible.
No podía traerla y exponerla a todo lo que pueda pasar el día de hoy.
No puedo quedarme con ella en la cabaña porque estaría retrasando las cosas y al final la celebración de anoche no hubiera sido una celebración.
Tampoco podía desistir de esto porque Axel me hará llegar a Charles y con eso acabaré con las ratas que me están rodeando y al final solo me quedarían dos cosas para hacer feliz o por lo menos darle tranquilidad a mi mujer.
Acabar con el tercer tipo que la hirió cuando era una niña.
Ponerles un fin a sus padres, aunque ella me hizo prometer que no arremetería contra ellos, no puedo sostener esa promesa.
Es algo que no puedo perdonar y menos a Hilda porque en ella cae la responsabilidad de todo el sufrimiento de Isabella.
—¿Curaron sus heridas? —pregunto al bajarme del auto.
Pedí que curaran cada herida de Axel, eso me ayudaría a poder seguir con la tortura y que él pueda resistir hasta revelarme lo que quiero, aunque tengo algo con lo que puede revelarme lo que deseo saber.
—Lo superficial. Aún tiene uno de sus brazos fracturados al igual que sus costillas —bueno, no puedo quejarme.
—Durante el tiempo que esté en la oficina quiero que me alisten mis implementos.
Mis implementos son aquellos que utilizo para ejercer presión en mis enemigos o como otros los llaman —mis juguetes de tortura—, son esos que le dan un poco de diversión a este agotador trabajo.
Las siguientes tres horas me la pasé en la oficina del depósito planeando la emboscada a mi tío porque estoy seguro de que Axel no aguantara a lo que yo haga y revelara la ubicación exacta de su padre.
—Sé perfectamente que tu ayuda en esto no es gratis —miro a James al terminar el plan.
—No es gratis, pero quiero estar de tu lado. Sé perfectamente que Charles no lograra llegar al poder —revela.
—Cuando termines esto me dirás tu precio, si está a mi alcance lo tendrás.
Me pongo de pie para poder reunirme con Axel, tarde mucho en la oficina, así que tendré que ser lo más rápido y efectivo o utilizare mi plan B.
—Quiero más poder en Colonia, no quiero compartir mi ciudad con Leo —camina a mi lado mientras habla.
Sé lo que es tener una ciudad para ti solo sin tener que dividir tu mando o tus ingresos.
—¿Leo está en Colonia?
—Ese perro traicionero.
—Es toda tuya. Siempre y cuando respetes mis reglas.
Lo dejo en el pasillo y agilizo mi paso a la habitación donde se encuentra Axel. James y Leo gobiernan en Colonia desde hace mucho, desde que mi padre estaba al mando en Berlín, pero ahora que Leo resultó ser uno de los hombres que me dio la espalda para unirse a Charles, no me importa quitarle el puesto y dejar a James encargado de esa ciudad.
De pie frente a la puerta que me separa de verme con mi querido primo, luego de tantos años decido hacer una llamada antes de entrar y asegurarme que mi mujer se encuentra bien.
—Puede levantarme —es lo primero que dice al contestar mi llamada —aunque aún tengo calambres en las piernas.
—Eso es bueno —sonrió al recordar la noche anterior.
¡Dios! Lo único que deseo es irme a un lugar alejado y follarme a mi mujer todo el tiempo.
—¿Qué tenga las piernas con calambres? —Escucho un ruido ensordecedor que me alarma.
—¿Sucede algo?
—Estoy haciendo comida para todos —ignora mi pregunta.
—Eso no da respuesta a mi pregunta.
—Se me cayó algo —le resta importancia a mi pregunta —ahora, ¿es bueno que tenga mis piernas acalambradas y el coño dolorido?
Me río sonoramente al escucharla.
—No, es bueno que te hayas podido levantar —respondo— pero no es bueno que hagas comida para todos.
—Debo ocupar mi tiempo hasta que regreses —admite —te guardaré un poco de lo que estoy preparando.
—Lo comeré con gusto. Debo colgar.
—Cuídate —hace silencio por un momento para al final volver a hablar —te amo.
—Yo también te amo, dulzura.
Espero hasta que ella corte la llamada para poder ingresar a la habitación. Cuando entro me topo con un hombre diferente a toda la familia, aquel hijo nacido fuera del matrimonio y que fue exiliado por su propio padre. Un hijo que ha hecho hasta lo imposible por ser aceptado.
—Cuanto tiempo, alemán —es el primero en hablar. Lleva una enorme sonrisa en sus hinchados labios.
—Muy poco a mi parecer, no has cambiado en absoluto —me acerco hasta la silla donde se encuentra para poder observar mejor.
—Diría que mucho, ¿casi quince años desde nuestro último encuentro? —revela.
Quince años han pasado desde que Axel tuvo que alejarse de la familia y trabajar desde los Estados Unidos. Se fue creyendo en las promesas de su padre y podría jurar que regresó creyéndose las mismas mentiras. Ingenuo.
—Te estaba yendo bien en California, no entiendo por qué arriesgar todo lo que tenías allí —esta vez me alejo de él y me acerco a la mesa donde está todo lo que pedí al llegar.
—Ya sabes, los negocios. Soy un hombre ambicioso —su voz no denota miedo en lo más mínimo, al contrario, está lleno de seguridad.
—La ambición es algo irresponsable, ¿lo sabías?
—No lo creo, si no, no estarías al mando de un país entero.
Sujeto un par de pinzas y arrastró una silla hasta y la pongo frente a Axel. Me acomodo cruzando mis piernas para al final fijar mi mirada en él.
—Mi posición no me la gane por ambicioso, sino por la causa —explico —llegue donde estoy por mi constante trabajo y méritos.
—Matar a todos los viejos indefensos de la junta.
—Ellos aceleraron su muerte, no fue mi intención deshacerme de todos el mismo día —le dedico una sonrisa.
—También intentaste matar a tu propio tío, ¿se te olvidó la regla? —esta vez su tono aumenté y la ira se refleja en su rostro.
—Fue una lástima no haberlo asesinado, si lo hubiera logrado, tú no estarías aquí.
—Eres un hijo de puta —escupe ensuciando mis relucientes zapatos negros.
—Lo soy y eso siempre lo han sabido —me inclino ante él para poder sostener una de sus manos —y sobre la regla, —aprisiono uno de sus dedos en mi pinza— se acabaron cuando charles decidió actuar a mis espaldas.
—Eran unos putos niños que tenías que dar.
—¿Qué tal si entre esos niños estuvieran tus gemelas? —su cuerpo se estremece al mencionar a las niñas.
—Eso es diferente, mis hijas están con sus padres.
—Estaban, ahora, las privaste de un padre.
—No puedes matarme —asegura con un claro dolor en su rostro.
—Si puedo y lo haré a no sé dé que me reveles algo —tiro de la pinza, la cual cae al suelo con un pedazo del dedo de Axel.
—¡Maldito sádico de mierda! —grita.
—¿Quieres volver con tus hijas? —pregunto, pero no me da respuesta —¿quieres que tu esposa e hijas vivan?
Es obvio que no tocaré a su familia, esas mujeres no tienen nada que ver en esta guerra.
—No eres capaz de lastimarlas a ellas —asegura.
—No me conoces, puedo traerlas y herirlas mientras tú ves todo —lo provoco.
—Eres un maldito de mierda —se remueve en su silla, pero no puede levantarse— si las tocas te juro que volveré del infierno y te haré pagar.
—Y te mataré nuevamente —lo miro fijamente mientras atrapo tres de sus dedos en mis pinzas.
Tiro de las cadenas y sus dedos caen en mis pies terminando de ensuciar mis zapatos «mal día para ponerme unos zapatos tan lujosos». Sus gritos se mezclan con el sonido de las cadenas cada vez que tiro de ellas. A este punto solo cuenta con cinco dedos en sus manos.
—Dime la ubicación de tu padre —pido por primera vez y con una calma que me asusta.
—No tengo la ubicación de él —lo mismo que le estuvo diciendo a mis chicos, pero es obvio que la tiene.
—¿Qué te ofreció tu padre?
—Nada que te importe.
—¿Volver a Alemania? ¿Su amor? ¿El cariño de un padre? ¿Un puesto en alguna ciudad? ¿Ser el jefe de todo esto? —lo lleno de preguntas, las que él ignora.
—No te diré la ubicación porque no la sé —insiste —tampoco te diré que me ofreció porque es algo que no te importa.
—Estoy siendo muy considerado contigo, Axel.
—La paliza que me dieron tus animales no fue nada considerado —sonríe con enojo mientras me mira —arrancarme cinco putos dedos tampoco lo es.
—Te lo preguntaré una vez más porque no quiero que tus hijas se lleven esta imagen tuya.
Sus ojos me miran con horror.
—No te atreverías, no lo harías.
—Si me atrevo —le dedico una sonrisa irónica —no por algo estoy en esta posición.
—No sé la ubicación de mi padre y si la supiera no creo que lo encontrarías —asegura.
—Respuesta equivocada —camino hacia la puerta, pero este empieza a maldecir al instante.
—¿Qué me asegura que si te digo algo mi familia estará a salvo?
—Tu mujer y las gemelas estarán a salvo —menciono.
Pues es lo que haré, son mujeres que no eligieron esto —al menos las gemelas— las pondrá a salvo de cualquiera que quiera hacerles daño.
—Nadie me asegura eso, sí te digo dónde está mi padre, él irá por ellas —asegura.
—No podrá encontrarlas —menciono —ellas no están en tu casa en este momento.
Desde que tenemos a Axel aquí me asegure que su mujer y las gemelas se fueran de Estados Unidos porque no están seguras mientras Charles viva.
—¡Eres un maldito imbécil! No debiste moverlas de donde estaban —su enojo se triplica en el momento.
—Fue lo mejor para ellas, ¿sabías que las estaban vigilando?
—Nadie tenía conocimiento del lugar exacto donde estaban.
—Creíste que tu padre no sabría donde estarían ellas, peor aún, creíste todo lo que te dijo para incluirte en su absurdo plan de volverse el jefe —me rió con ironía.
—Tú también hubieras creído, también aceptarías las migajas que te brindan si estuvieras en mi lugar.
—No, nunca lo haría. Trabajaría duro para hacerlo pagar por darme una vida llena de miseria —esto se volvió una reflexión, quiero la puta ubicación.
Lo dejo por un momento, que piense durante unos minutos si está dispuesto a arriesgar la vida de su mujer y sus hijas, aunque lo reitero. No le haría daño a esas pequeñas.
—Cuélgalo de las cadenas del techo —aviso a uno de mis chicos.
—Su hombro no lo aguantará, se terminará por desgarrar, además su brazo está en muy mal estado —explica.
—Solo haz lo que te digo que hagas, si su brazo se despega de su cuerpo no me importa.
Veo cómo prepara todo para luego acercarse a Axel y desatar las cuerdas que lo sujetaban a la silla —está tan herido que no hace el mínimo intento de luchar o sabe que eso no lo llevaría a ningún lugar—. Axel emite un gemido de dolor cuando sus brazos son extendidos y sujetados a las cadenas.
No siento ningún dolor al verlo. Su rostro me recuerda al día donde se atrevió a seguirme con André e insultar a mi mujer.
—Al parecer eres un mal padre como charles —alcanzo un látigo con el cual golpeo su torso sin algún remordimiento.
—No soy como él.
—Sí, estás poniendo tus intereses por encima de tus hijas —golpeo nuevamente su cuerpo.
—Las estoy protegiendo, con esto les daré una mejor vida —asegura.
—No habrá mejor vida que la que tenían en California.
—¡¿Qué putas sabes tú?! —su cuerpo se estremece con cada latigazo que doy —no tienes hijos, te casaste con una zorra mucho menor que tú.
Creí que iba por buen camino, que hablando de sus hijas lo doblegaría. Pero acaba de cometer un error y no uno pequeño.
Acaba de llamar a mi mujer nuevamente de esa fea manera.
Golpeo su cuerpo repetidas veces, no me importa donde caiga el látigo y menos la sangre que empieza a salpicar mi cuerpo y el suelo donde estoy parada.
—Te voy a herir demasiado, curaré tus heridas y te causaré daño nuevamente hasta que me digas lo que quiero saber.
—Puedes matarme, no conseguirás esa ubicación.
—No me estás dejando otra opción Axel —suelto el látigo y saco mi teléfono del bolsillo.
Marco un número el cual contestan al instante. La voz de la esposa de Axel se escucha al otro lado de la línea y la pongo en alta voz para que él pueda escuchar.
—Ya que tu esposo no quiere cooperar, ¿lo harás tú por él? —Un suave susurro se escucha antes de que la voz de una mujer retumbe por toda la habitación.
—Axel, cariño —el rostro de mi primo se descompone en el momento. Seguramente creía que le estaba mintiendo.
—Tu esposo está un poco consternado —hablo —¿Me ayudarás tú? Dile en qué posición te encontrabas cuando mis hombres acudieron a ti.
La mujer hace silencio, pero al final le revela a su esposo sobre lo que pasó ese día que nos llevamos a las niñas y a ella, si yo no hubiera actuado antes, los hombres de Charles la hubieran atrapado primero.
—No les hagas nada, solo déjalas —su voz en un susurro.
—La ubicación.
—Díselo, cariño, dile lo que pide para que puedas regresar.
Sus ojos se cierran por un momento, pero cuando los abre veo el arrepentimiento, resignación y algo de temor en ellos. Pero es algo que a este punto no me importa.
—Está en una cabaña en Grunewald —revela con resignación —debes adentrarte hasta llegar a la colina, allí encontrarás un camino estrecho que te llevará hasta la pequeña cabaña.
—No voy a agradecer, además estarás vivo hasta que encuentre al perro de tu padre.
—Solo no las lastimes o permitas que él lo haga.
—Ellas están a salvo.
Salgo de la habitación llamando a todos los hombres que se encargaran de ir conmigo al encuentro con Charles.
¿Este es el fin de Charles? al fin podré deshacerme de él y todos los idiotas que están a su alrededor.
NOTA DEL AUTOR
A mi doctor no le gusta que esté despierta hasta tan tarde :), pero yo que hago si es el único momento que tengo para escribir.
Mi propósito era publicar tres o cuatro capítulos, pero apenas tengo iniciado el siguiente y ya es muy tarde, así que es el último por hoy (aunque ya es de madrugada :)), espero disfruten de este y como agradecimiento dejen muchos, demasiados, infinitos comentarios que los estaré leyendo para alivianar mi corazón.
¿Encuentran a Charles?
Se vienen cositas muy interesantes, según yo, pero de verdad que amo lo que sigue en el libro y espero que ustedes también. Bueno, ya, los dejo, nos leemos después.
Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.
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