CAPÍTULO 51
ISABELLA
El peso de Ronald sobre mi cuerpo es casi sofocante, pero no puedo o debo quejarme, ya que lo disfruto como cada mañana que despierto a su lado —aunque estas semanas se puede considerar un milagro las mañanas que despierto y él aún está en cama—.
Quisiera no moverme, pero hay algo que debo hacer urgente y no lo puedo seguir procrastinando porque llevo casi una hora esperando que él despierte.
—No te muevas —demandó cuando intente apartar su brazo que rodea mi cintura.
—Debo ir al baño, no aguanto más —además puedo jurar que mi periodo llegó, así que me urge levantarme.
—Voy contigo —trata de levantarse, pero lo detengo.
—Puedo ir sola, no voy a desaparecer —me escudriña con su mirada para luego desajustar su agarre permitiéndome bajar de la cama.
—También debo ir al baño —se levanta de un solo movimiento y me sorprende verlo con su traje.
¿A qué horas llegó que no pudo cambiarse? Recuerdo algunas palabras que menciono, pero el sueño era tanto que no logro recordar todo lo que dijo.
—¿Pasa algo? —una de sus manos está puesta en un costado de su cuerpo, mientras que su rostro refleja dolor.
—Creo que dormir por mucho tiempo sobre este lado —responde.
Entramos juntos al baño. Mientras él se cepilla los dientes y lava su cara, yo me encargo de hacer mis necesidades y limpiar el desastre que ha dejado mi inicio de periodo —pagaría un millón de dólares para que nunca más me llegara—. Ronald me observa detenidamente hasta el punto en que empieza a darme un poco de vergüenza que me vea sentada en el sanitario.
—Deberías mirar hacia otro lado —sugiero antes de levantarme.
—No puedo despegar mi mirada de ti —hay algo en la manera que habla que me dice que las cosas no están bien.
—Es incómodo que me mires mientras me pongo un tampón —agarro mi cepillo para limpiar mi boca.
Ronald analiza cada movimiento que realizo y aunque me gusta su atenta mirada, hay algo en ella que me insiste que algo va mal, porque se le nota intranquilo.
—¿Hoy también te irás después de desayunar? —lavo mi cara mientras espero su respuesta.
—Trabajaré desde aquí.
Dios escuchó mis plegarias. Aunque vaya a trabajar, me satisface que esté todo el día en casa, seguramente lo convenza para que pasemos toda la tarde en nuestra habitación.
—Entonces deberíamos bajar a desayunar.
Cuando bajamos ya Blanca tiene todo en la mesa. Hoy sirvió panecillos, beicon y cortó varias frutas y se lo agradecí, sobre todo esto último, ya que en mis días solo quisiera estar comiendo frutas y una cantidad ilimitada de chocolates.
—¿Crees que el sábado pueda salir con las chicas? —le pregunto porque no quiero aumentar su estrés.
—No lo creo —su cansancio es evidente en su rostro y puedo jurar que ha bajado de peso con solo ver sus mejillas.
—Llevaré a todos los guardias que decidas, además no demoraré —al terminar mi plato de frutas me acerco y me siento en su regazo.
—No es seguro que salgas de casa.
—Debo comprar algo que necesito —viéndolo de cerca, confirmó que sus mejillas están más delgadas —deberías comer un poco más.
—Antón o alguno de los otros chicos pueden comprar lo que necesitas —acaricia mis piernas cada tanto.
—No confiaré mis compras a Antón.
No confió en ese hombre, hizo dos cosas que no me gustaron y me parecieron desagradables y aunque en la primera estaba ebria, sé que su toque no fue por evitarme una caída.
—Arno puede comprar lo que necesitas —sugiere.
No, ninguno de sus hombres puede porque lo que voy a comprar es parte del regalo que le daré el día de su cumpleaños.
—La seguridad de ambos es débil, por eso me resisto a que salgas de esta casa —menciona.
—Lo sé, sé a qué nos enfrentamos.
—No lo sabes, dulzura. Esta mierda es grandísima —me corrige.
Su mirada es intensa y a la vez está llena de preocupación y lo comprendo, porque, aunque siempre ha manejado todo también, lo de la boda fue tan inesperado, al igual que lo que sigo después de ese día.
—Tengo tanto miedo de perderte —el suave toque de su pulgar me entretiene.
—Nunca pasará eso —aseguro. Me mantendré fuerte y junto a él por mucho tiempo.
—Hay mucha gente que está trabajando para destruirme, para destronarme —nos miramos mutuamente y ninguno es capaz de apartar su mirada —se acercaran a ti porque saben lo que eso significa.
—Nunca nadie podrá destruirte. Nadie podrá destronarte porque ese puesto es tuyo y nadie —aclaro— nadie puede hacer las cosas también como tú y nadie podrá apartarme de tu lado, tenemos un pacto.
—Oh, mi mujer tan sincera —sonríe, pero no es la sonrisa que amo.
Me levanto de su regazo y permito que termine su desayuno mientras subo a nuestra habitación para asearme un poco. Cuando salgo del baño, él va entrando a la habitación.
—¿Puedo estar contigo en tu oficina? —pregunto— no haré ruido.
Quiero estar junto a él y cuando esté terminando su trabajo hacerle saber lo que quiero hacer esta tarde en nuestra habitación «Sí, tengo mi periodo, pero es algo que a él no le importa».
Mis hormonas están activas, además llevamos dos jodidas semanas sin tener sexo.
—Puedes acompañarme todo el día si lo quieres.
—No, tengo planes para después del almuerzo.
—¿Viene tu amiga de nuevo? —qué informado mantiene.
—No, robaré tu tiempo.
Con esto último abandono la habitación para que él pueda arreglarse mientras bajo a la cocina a picar más fruta —eso puede entretenerme mientras él trabaja—.
Dos horas después estamos en su inmensa oficina. Él está atento a su computador mientras yo simulo que leo, pero mi atención está puesta en él. ¡Dios! Mi esposo es una cosa preciosa y aunque su rostro esté más delgado de lo normal, no deja de verse bien y excitarme con esa increíble apariencia, ¿soy la envidia en Alemania? Probablemente, pero tendrán que guardarse su envidia, sobre todo Greta y mi hermana, porque solo yo puedo tenerlo y no pienso compartirlo con alguien más.
—Parece que el libro te entretiene demasiado —me dedica una mirada y luego vuelve a su computadora.
—Es demasiado interesante —miento.
—Eso veo.
Empiezo a perder la noción del tiempo y mis párpados se tornan pesados y es cuestión de unos cuantos parpadeos para quedarme profundamente dormida.
☙❧
—Mi amor —siento un suave movimiento, pero no abro mis ojos, quiero dormir otro rato—. Debes levantarte.
—¿Ya terminaste? —hablo sin abrir mis ojos— déjame un rato más.
Como toda niña pequeña insisto en dormir más tiempo, seguramente Ronald aún siga en el computador.
—Mi amor, llevas toda la tarde durmiendo.
¡Mierda!
Me levanto en un instante.
—Mi tarde de se... —no termino la frase porque me topo con la mirada que Ronald.
¡Oh, Dios! Creí que solo había dormido media hora.
—Supuse que estabas cansada, no quise levantarte —veo como se acomoda junto a mí mientras habla —deberíamos salir a cenar.
Mis planes. Mi tarde de sexo.
¿Cuándo volverá a estar en casa todo el día?
—¿Te encuentras bien? —Su mirada inquisidora me examina.
—Estoy bien —me debato entre subirme a su regazo y besarlo profundamente o salir a cenar, pero la primera opción me llama muchísimo la atención.
—Pareces confundida.
—Es solo... No quería dormir tanto, tenía planeado algo.
—¿Robar mi tiempo?
—Quería... ya sabes.
—No sé, ¿qué querías?
¿Mi mirada no le dice lo que quería o mi toque en mi pierna no lo confirma?
—Hace tanto que no estamos juntos.
De un rápido movimiento estoy sobre su regazo.
—Quiero, ya sabes. Que una parte de nuestra noche de bodas se cumpla —no debería tener tanto apetito sexual con mi periodo.
Mi cadera es sujeta por sus manos las cuales hacen presión para que mi entrepierna, se ajuste a la suya —gracias Dios por darme un hombre que capta todo lo que quiero—, rotundamente amo como mi pequeño cuerpo se acopla al de Ronald.
—Esto no es nuestra noche de bodas, para cuando eso suceda estaremos en una hermosa playa y tú tendrás ese encaje que compraste para esa noche —dice con tanta seguridad— Lo que voy a hacer a continuación es complacer a mi mujer sedienta por la polla de su esposo.
—Qué boca sucia.
—Te gusta esta boca sucia y más cuando está succionando tu coño —joder, lo amo— ¿Tienes un tampón puesto?
—No.
Con mi respuesta dada, me besa profundamente «como amo sus besos». Durante el beso, sus manos desabrochan el botón de sus pantalones y baja su cierre liberando su polla en el instante.
—Deberías bajarte todo el pantalón. Te lo mancharé.
—No me importa —aparta mi pantalón junto a mi braga y se hunde en mí de una sola estocada.
—¡Oh!... —debo despegar mi boca de la suya para tomar aire.
Estaba olvidando lo bien que se siente tenerlo dentro de mí.
—Dulzura... —su respiración es cada vez más agitada, mientras que sus movimientos y los míos son sutiles —quiero estar toda mi puta vida así.
—Esto se siente tan bien.
Mis manos se aferran a sus hombros cuando sus embestidas se tornan más veloces y con más intensidad, llegando hasta esa parte que solo él ha logrado, esa que descubrí no hace mucho, pero quiero que roce cada vez que me folle.
—Si... necesitaba tanto eso —mi hombre.
—Dulzura —sus gruñidos se pierden en mi boca con nuestro beso.
—Mi amor... —mis gemidos incrementan cuando tomo el control de los movimientos.
Mis paredes empiezan a contraerse anunciando mi primer orgasmo en dos malditas semanas.
—Mi amor, mi amor, mi amor —no lo retengo más, mi orgasmo es intenso y desenfrenado, mientras que siento como la polla de Ronald se ensancha dentro de mí.
—No volveré a perderme esto nunca más —susurra mermando sus movimientos —puede estar el mundo cayendo sobre mí, pero me follaré a mi esposa.
Esa palabra tan corta, pero a la vez inmensa, llena de innumerables sentimientos, además me hace sentir superior en este mundo.
Siento como su espesor me llena de una forma única.
Lo abrazó durante el tiempo que nos quedamos sentados regulando nuestra respiración.
—¿Está mal que quiera repetir esto durante toda la noche? —lo miro a los ojos esperando su respuesta.
—Entonces deberíamos cenar y luego te complaceré toda la noche —gracias a los santos del cielo.
No fue la tarde que planee en mi mente, pero si la noche que no imaginé, pero que terminó siendo la mejor de estas últimas semanas.
Cuando llegamos al comedor todo está listo como esta mañana. Estoy segura de que no encontraríamos a alguien tan eficiente y atenta como lo es Blanca.
Cenamos en tranquilidad mientras hablamos de cosas espontáneas.
NOTA DEL AUTOR
Un capítulo corto porque quería publicarles algo, nos leemos en la próxima actualización.
Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro