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CAPÍTULO 48

RONALD

Muchos creen que la mujer perfecta no existe, pero cambiarían su perspectiva con ver a mi mujer porque eso hice la primera vez que la vi en fotos. Cuando la vi de frente en el hotel y ahora que camina hacia mí junto a su padre lo confirmé.

Es la mujer más hermosa y aparte de eso es inteligente, amable y, sobre todo, es mía.

Mientras camina hacia mí, todo a mi alrededor desaparece, ya que solo tengo ojos para ella en este momento —es tan preciosa, no puedo dejar de aludir su belleza—. Su llegada hasta donde estoy se me hizo eterna, pero cuando su padre me entregó su mano, esa eternidad desapareció al igual que las palabras que balbuceo Bruno, por el hecho de que no le entendí nada.

—Estás jodidamente preciosa —susurro mientras nos giramos hacia donde se encuentra el padre que oficiara la ceremonia—. Este vestido resalta cada perfección de tu cuerpo.

No me dice nada con palabras, pero la mirada y sutil sonrisa que me dedica es más que suficiente, así que me acerco a ella y le doy un casto beso antes de que el padre inicie.

—Se supone que este es el último paso —interrumpe el padre.

—No estoy acostumbrado a seguir pasos o reglas de otros —respondo—. Empiece.

Como se lo indique. Empieza a dar su discurso sobre cómo se debe llevar un matrimonio, lo que podemos y no hacer. El respeto que debemos tener el uno por el otro —esto último no es necesario, ya que desde que Isabella llegó a mi casa no he vuelto a ver o pensar en otra mujer porque mi rubia ocupa todo mi pensamiento—.

—¿Puede saltarse ese paso? —Algunas personas ríen al escuchar la pregunta de Isabella.

—Este paso es importante —menciona el padre—. Están ustedes acostumbrados a saltarse los pasos.

—Yo no lo estoy, pero ya quiero esas palabras —insinúa mi mujer—. Los declaro marido y mujer.

El padre le hace un gesto de negación y continúa con su discurso elaborado.

—El matrimonio es para toda la vida, donde deberán estar el uno para el otro, sin importar lo que llegue a suceder.

—Nunca podría dejarla ir o alejarme de ella —hablo ante las palabras del padre.

—Siendo así. ¿Ronald Richter, acepta usted a la señorita Isabella Benz para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?

Miro a la rubia antes de poder dar mi respuesta. Esas palabras que llevo en mi mente y repetí cada mañana antes de este día.

—Acepto amarla, respetarla, cuidarla, seguirla y protegerla incluso después de mi muerte —tomó aire antes de continuar—. Si hay una vida después de la muerte juro buscarte y cuando te encuentre te volveré amar, respetar, cuidar, seguir y proteger mucho mejor que en esta vida —me lo prometí y ahora se lo prometo a ella, si hay mil vidas, esas mil vidas la buscaré y la haré mi mujer. Mi reina.

Deslizo la pequeña argolla en su dedo bajo la mirada de sus hermosos ojos y la expectativa de las personas del público.

—Debería detenerse —indica el padre cuando intento besar a la rubia.

—No puedo esperar mucho.

—Isabella Benz —ignora mi palabra y empieza sus preguntas hacia la rubia—. ¿Acepta usted al señor Ronald Richter para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?

La rubia me mira y luego dirige su mirada hacia donde se encuentra Ilda haciéndole un gesto de negación, ¿le está diciendo que diga que no? No estaré en paz hasta que acabe con esa mujer.

—Señorita, ¿no quiere contraer matrimonio? —pregunta el padre al no recibir respuesta por parte de la rubia.

—E... Yo... —tartamudea antes de dar una respuesta concreta—. Sí, quiero ser su esposa, su mujer, su amante y su reina, como él lo dice, —sonríe al decir estas palabras— quiero permanecer a su lado en todos los momentos felices, tristes y de dificultad.

¡Joder! Tan sincera. Tan mía.

—Quiero ser su todo, como quiero que él sea mi todo.

Olvidaba decir que también es romántica cuando se lo propone porque la mayoría del tiempo es una pervertida encantadora.

Desliza la argolla en mi dedo anular izquierdo para al final darme un sutil beso en esa parte, donde encuentra ahora nuestra alianza, la promesa que nos hacemos de por vida.

—Si hay alguien que se oponga a esta unión, que hable ahora o calle para siempre.

Posiblemente, las dos mujeres que Isabella insistió en que estuvieran en la boda querían impedir esto, pero no tienen el suficiente valor porque saben que apenas se pongan de pie, sus cabezas volarán.

—Las hay padre, pero no son valientes como para poner su culo en riesgo —menciona la rubia mientras dirige su mirada a su hermana regalándole una sonrisa.

—Ahora sí, los declaro marido y mujer.

—Se estaba tardando —digo.

Sujeto a mi esposa y la atraigo hacia mí y no me detengo hasta tener sus labios junto a los míos para fundirnos en un apasionado beso el cual lo extendemos lo necesario sin importarnos las personas que se encuentran observándonos.

—Te amo —dice mi esposa al separarnos.

—Te amo mucho más, esposa —declaro.

—No puedes decir eso, no puedes asegurar que me amas más porque no estás aquí— señala su corazón— el amor que tengo aquí es solo para ti.

—Desbordas dulzura, esposa —manifiesto.

—Y tú me sigues, esposito.

Caminamos por en medio de las personas recibiendo aplausos y elogios a la belleza de la rubia.

Entramos al salón donde ya todo se encuentra listo para iniciar la fiesta. Todos empiezan a disfrutar de los aperitivos y bebidas que brindan algunos de los camareros.

Isabella se acerca a donde se encuentran sus amigos mientras algunos hombres del trabajo se unen a la mesa donde estoy para hablar de negocios y aunque es lo que menos deseo hacer hoy, debo atenderlos porque aquí podría fortalecer lazos con algunas de las mafias que están surgiendo en el suroeste del país.

—Muy bien pensado lo de invitar a los jefes de las ciudades —habla James, quien ahora se encarga de los negocios en Colonia.

—No querían que se perdieran la boda de su jefe —no fue idea mía de que estuvieran, si así hubiera sido, ninguno de ellos estaría aquí presente.

Porque reunirlos a todos es aumentar el peligro. Peligro del que quiero alejar a mi esposa.

—Encontré un bar donde tienen chicas, alguna de ellas menores de edad —cambia el rumbo de la conversación mientras observo atentamente lo que hace la rubia.

—¿Sabes lo que debes hacer?

—Nos llevamos al jefe del lugar y liberamos a las chicas, pero el hombre dijo algo que me tiene desconcertado.

Giro mi mirada hacia él. ¿Desconcertado? No debe ser nada bueno para que James se sienta así. «Lo que dicen esos jodidos nunca es nada bueno».

—Habla.

—Que todas las ciudades se llenarán de esos lugares. Cada rincón del imperio del alemán tendrá lo que tanto ha tratado de eliminar.

—¿Eso te desconcierta?

Seguramente es Charles quien esté detrás de todo esto, ya que es de los pocos que ha querido invadir las ciudades de prostíbulos y traficar niños y mujeres, pero siempre se lo impedía.

—No —su mirada se clava en mí— Te van a destruir, Ronald.

No alcanzo a responder porque el grito estruendoso que se escucha me hace poner de pie de inmediato. Saco mi arma y caminó rápidamente hacia donde se encuentra la rubia sin percatarme de lo que sucede allí hasta que estoy frente a ella.

—¿Querías sentir algo en tus manos? —Isabella se encuentra detrás de su hermana— lo sentiste, lástima que no es la polla de mi esposo.

—¡Eres una maldita loca! —grita Ida mientras Isabella retuerce el cuchillo que tiene clavado en la mano de esta.

—¡Isabella! —La señora Hilda grita mientras se acerca rápidamente a la rubia y la jala de uno de sus brazos— ¿Cómo se te ocurre hacerle eso a tu hermana? Estás loca— levanta su mano para golpear a la rubia.

—No se atreva —sostengo su mano antes de que golpee la mejilla de mi mujer— no debió ni intentarlo, porque con solo este acto habrá consecuencias y ni Isabella podrá salvarla.

—Hirió a su hermana. ¿Crees que es un acto normal?

—Es normal defenderse y fue lo que mi mujer hizo.

Isabella se acerca a su hermana y retira el cuchillo haciendo que esta grite nuevamente.

—Es mío y no puedo dejar que te quedes con él —limpia la sangre del cuchillo con una servilleta —deberían irse, ya papá lo sabe.

Le hago seña a uno de los chicos para que se acerque y puedan acompañar a la familia de Isabella a la puerta, —agradezco que haya sido la rubia quien les dijo que se marcharan—.

Ilda alcanza una servilleta y la envuelve en la mano de su hija herida.

—Somos tus padres. Tu familia —discute Ilda mientras sigue presionando la herida de Ida.

Una familia que jamás la ha valorado y amado como ella se lo merece.

—Ahora yo lo soy.

—Te arrepentirás de esto, ya lo verás —dice con rabia Ilda antes de que los chicos terminen de acercarse.

—Aquí solo hay alguien que se arrepentirá y es usted, señora.

Debo investigar más a fondo a esa mujer, hay algo que no me cuadra. Por más que busco diferentes respuestas, no las encuentro y es frustrante. Su odio hacia Isabella es demasiado grande a tal punto que llegó a sospechar que mi mujer puede no pertenecer a esa familia.

«Mi padre sabe algo, de eso estoy seguro».

Cuando la familia de Isabella se retira me giro para poder verla, pero está mirando fijamente la puerta por donde acaba de salir su familia y aunque no quería ver tristeza en sus ojos, es eso lo que logro ver.

—Ya acabo —susurra cuando me acerco a ella— me libere de ellos, ya no hay más familia Benz.

Esas palabras le están doliendo y estoy seguro de que es por sus padres, porque no logró lo que siempre quiso, por lo que volvió. El amor y atención de sus padres.

—Ahora somos tú y yo —atraigo su cuerpo hacia al mío hasta poder abrazarla— Eres la señora Richter, formaremos nuestra familia.

—Nuestra familia —responde.

—Una hermosa familia—aseguró. Será la mejor.

Da un largo suspiro y continúa.

—Y tal vez cuando esté preparada y sea nuestro momento podemos incluir un miembro a esta familia —me dedica una sonrisa nerviosa al decir esto.

—¿Un hijo? —pregunto para asegurarme, no quiero ilusionarme y que al final esté hablando de otra cosa.

—Pero no ahora.

¿Puede ser este día mejor? No lo creo. Me casé con la mujer que me hechizo, esa misma mujer apuñaló la mano de su hermana. Se deshizo de sus padres. Ahora me revela que hay posibilidad de que seamos padres, que nuestra familia sea aún más grande.

—Te amo tanto —no puedo esperar a ver cómo sería un pequeño corriendo por toda la mansión. Un pequeño con un cabello tan rubio y una piel tan clara como la de Isabella.

Los invitados inician un coro donde piden el primer baile de los recién casados y aunque no me gusta complacer a nadie más que a mi esposa, no voy a dejar pasar este momento.

Lo hemos ensayado mucho estas últimas semanas.

Nos posicionamos en la mitad de la pista, cuando inicia la melodía, también nuestro baile da inicio. La canción de fondo es «A thousand years». Escogimos esta canción entre los dos y aunque no nos identifica al cien por ciento, hay parte de ella que describe parte de nuestra relación.

—Te amaré por la eternidad —confiesa mi recién esposa.

—Y yo viviré por ti y para ti el resto de mi vida.

Nuestro baile termina justo en el momento que la canción se detiene. Nos dirigimos a sentarnos, pero uno de los meseros llama la atención de todos y aunque creí que iba a repartir algo, la sorpresa fue enorme.

—¡Un regalo para el alemán! —Abre el cierre de la chaqueta y deja ver algunos explosivos que están adheridos a su cuerpo.

¡Joder! ¿Cómo pasó de estar bailando con mi mujer a tener un tipo lleno de explosivos?

—¡Un regalo del futuro líder! —lo sabía, Charles actuaría en este momento.

—¿Quieres morir? —Trato de tener calma, pero no lo lograré—. Si haces que eso explote todos morirán incluyéndote.

—Dar mi vida a la causa no importa. Este regalo es del jefe.

Me giro hasta dónde está Isabella y la cubro con mi cuerpo cuando el chico hace explotar lo que lleva en su cuerpo. Caemos al suelo, pero la rubia sigue debajo de mí mientras siento como algunas cosas caen sobre nosotros.

Las personas gritan, pero no puedo ver que hacen en este momento porque estoy sobre mi mujer tratando de protegerla.

—¿Estamos muriendo? —la voz de Isabella se escucha agitada y posiblemente sea porque todo mi peso está sobre ella, pero prefiero esto a que algo peor suceda— en nuestra boda.

—Estamos vivos y tú estás a salvo— aunque en parte lo está, pero no lo estará completa hasta que la saque de aquí.

Levanto mi mirada y observo el lugar, algunas mesas están volcadas y hay sangre por donde mire —el hijo de puta bolo junto a su puto regalo— hay algunas personas en el suelo y otras debajo de algunas mesas.

—Voy a sacarte de aquí y ponerte a salvo.

—Debes venir conmigo, también hay que buscar a tu familia.

Mi familia. No pensé en ellos cuando vi al tipo con los explosivos, solo quería salvar a Isabella.

—Debo sacarte primero.

Me pongo de pie junto a ella, juntos miramos el lugar donde se suponía tendríamos una agradable fiesta antes de marcharnos a Grecia para disfrutar dos semanas antes de volver a nuestra vida cotidiana.

—No quiero irme, no sin ti —su mirada está llena de preocupación.

—Y yo no quiero dejarte ir, pero debo encargarme de todo esto.

Caminamos hacia la salida para poder llegar hasta donde se suponía estaría Oliver, pero cuando pasamos junto a uno de los muertos, el grito ahogado de Isabella me alerta.

—Ese es... —sus puños se aprietan con demasiada fuerza en mis brazos antes de inclinarse— Ese es.

—No veas eso —la apartó del cuerpo, pero parece que ha adquirido demasiada fuerza en este momento.

—Oliver, está muerto —mueve el cuerpo del hermano de mi amigo, pero este no responde.

No creí que este día terminara así, nos aseguramos de que todo estuviera resguardado y triplicamos la seguridad, pero nada funciona. Un hombre ingresó al salón con explosivos envueltos en su cuerpo, el hermano de mi mejor amigo murió y nuestra fiesta que parecía había tomado un buen rumbo cuando se marcharon los padres de la rubia se arruinó.

—Mi amor.

—El caos me persigue, no podré ser feliz —está sobre sus rodillas junto al cuerpo de Oliver mientras repite esas palabras una y otra vez.

El caos nos persigue a los dos, pero seremos felices con ese caos.



NOTA DEL AUTOR 

 Después de mucho tiempo, pero aquí estoy.Confieso que todo se pone cada vez más complicado —en la cuestión de mis tiempos— ahora estoy más ocupada porque debo ocuparme de mi negocio, así que las actualizaciones llegarán «cuando san juan agache el dedo». 

 ¿Drama? El que viene a partir de ahora. 

 Este capítulo está dedicado a tres personitas que cumplieron año este mes y no quería dejarlo pasar. «Mi querida y preciosa Romina, a quien pertenece la mayoría de los comentarios en esta historia, espero que hayas pasado un maravilloso día». «La hermosa Dariely, cumplió sus quince años y no me envió torta». «La hermosa Sol, todos los días me pide que actualice, cumplió años, el 8, o sea, en nuestro día». Nuevamente felicidades para todas. 

 Recuerda que votando y comentando estás apoyando el libro.

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