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CAPÍTULO 44

ISABELLA

Anoche no pudimos pasar por mi pastel porque alguien nos estaba observando y no hablo de las personas que había fuera y dentro de la tienda. Hablo de alguien como quien me siguió cuando salí de casa de Marga.

Creí que Ronald aún estaba en su oficina cuando baje a buscarlo, pero lo que me encontré fue una habitación sola y carente de calor humano —lo más seguro es que se fue para alguno de los depósitos— quería despertarme hoy y que él fuese lo primero que vieran mis ojos en mi cumpleaños número veintiuno, pero no fue así.

Aquí estoy en esta inmensa cama con mis rodillas dobladas hacia mi cuerpo y cubierta con una gran cobija, pensando en mi familia, mis amigos y el hombre que amo, que ninguno de ellos ha llamado o enviado algún mensaje para felicitarme por mi gran día.

«Ronald dijo que pasaremos juntos las veinticuatro horas de este día».

—Como no llego a dormir, supongo que se le complicaron las cosas ayer —me digo al retirar las cobijas y ponerme de pie.

No debo quejarme. Voy a darme un largo baño en la bañera y luego bajaré a desayunar y esperaré hasta que regrese Ronald.

Esparzo el gel de baño por toda la bañera mientras se va llenando. El olor a rosas se esparce por toda la habitación junto al vapor del agua caliente.

Desnudo completamente mi cuerpo y me meto a la bañera, «debí bajar por una botella de vino, así disfrutaría más al estar aquí». Me deslizo en la bañera hasta que el agua está al nivel de mi mentón, mientras llevo mis manos a fuera de la bañera y cierro mis ojos.

Padre dijo que mi madre llegaría hoy con mi hermana y aunque no mencionó mi cumpleaños, llegué a creer que ese también pudo ser el motivo de su viaje.

Debería ser racional y por fin entender que si no se preocuparon porque tuviera un buen cumpleaños en compañía de ellos cuando tan solo era una niña, ahora que soy adulta, mucho menos lo harán.

Mi familia me excluyó cuando era una niña, me abandonó y aun sigo pensando en ellos como si por arte de magia todo cambiaría y serían los mejores conmigo.

—Llevas cuarenta minutos metida en esa bañera.

—Puedes hacer algo de ruido cuando llegues a un lugar —elevo mi mirada hacia él.

Lleva un traje negro como siempre —es raro verlo vestido con algo colorido— pero no tengo ningún reparo, porque él se ve perfecto con o sin ellos.

—Estabas tan concentrada en tu baño que no quise interrumpir, pero ya es hora de que salgas de allí.

—¿Llevas cuarenta minutos viéndome?

—Llevo media hora esperando que salgas, pero llevo diez minutos aquí parado —lo veo alcanzar una toalla y dirigirse hasta donde estoy.

—Pudiste haberme dicho que habías llegado —me levanto sin algún reparo, pues ya me ha visto más que desnuda—. Quería verte al despertar, pero ya no estabas.

—Salí por un momento, no creí que fueras a despertar tan temprano —me ayuda a salir de la bañera para luego envolverme en la toalla.

—¿Pudiste encontrar a la persona de ayer? —me desvió en la conversación, quiero saber si lograron atrapar a quien nos observaba.

—No quiero que te preocupes por eso, lo estoy manejando.

—Aunque me pidas que no lo haga, será todo lo contrario —me paro frente a él.

Su perfecto rostro. ¿Cómo es que cada mañana se ve incluso más hermoso?

—¿Puedes darme mi regalo ahora? —Soy insaciable cuando se trata de él.

Pero es que estaría loca si dijera que me sacie de él porque entre más lo pruebo más quiero.

—Tendrás tu regalo, pero primero debes ponerte ropa para que podamos salir.

—Pero quiero un regalo elegido por mí —mis manos viajan hacia sus bíceps, los cuales acaricio.

—¿Quieres que tu cumpleaños inicie con tu hombre follándote? —doy un asentimiento mientras mi mirada penetra la suya—. Entonces no puedo dejar a mi mujer sin concederle su primer deseo.

Ronald aparta la toalla que tenía envuelta en mi cuerpo y hace que me siente sobre la cama, «su mirada sobre mi cuerpo hace que excite más de lo que debería».

—Córrete hasta la orilla y dobla las rodillas —sé perfectamente lo que sigue a continuación y no puedo estar más deseosa.

En la posición en la que estoy, mi coño y tetas son las más expuestas ante él.

—Podría sentarme allí —señala el pequeño diván que está acomodado frente a la cama—. Disfrutaría esta vista durante lo que me reste de vida.

Su mirada está llena de admiración y aunque me gusta ver eso y sentirme especial ante él. Lo que quiero ahora mismo es que me de lo que pedí.

—Voy a comerme tu coño y luego me hundiré duro y fuerte en él hasta que tus jodidas piernas tiemblen —su boca sucia, la amo.

Sus movimientos son rápidos y precisos. Ronald se pone de rodillas y con una última mirada, su cabeza se pierde entre mis piernas.

—No vayas a parar —pido de manera suplicante.

Sus dedos y lengua están haciendo una danza espectacular en mi coño. No quiero que pare porque me dejaría sufriendo y con mi orgasmo a punto de estallar.

Siento como dos de sus dedos se deslizan por mi centro haciéndome jadear por la sensación.

—No sigas reteniendo lo que quiero.

Con un fuerte jadeo mi orgasmo abandona mi cuerpo. Ronald tiene una grata experiencia con esa jodida boca que hace que mis orgasmos se liberen en poco tiempo.

—¡Joder! —gruñe cuando su polla se hunde en mí —tu coño me recibe con tantas ganas.

Los próximos minutos que pasan, Ronald me hace suya de una y mil maneras. Posee mi cuerpo de la manera que solo él lo sabe hacer, porque nunca antes alguien había podido hacerme sentir así, dedicarse a que mi placer estuviera por encima del de ellos.

—Hemos retrasado dos horas nuestro viaje —las caricias que reparte sobre mi espalda me hacen soltar un tierno gemido que sonó más a maullido de gato.

—No recuerdo que me hayas dicho que íbamos a viajar, no empaque nada —me giro para poder mirarlo.

—Era una sorpresa.

—Entonces cancelemos el viaje y dame un segundo regalo —digo de manera sugerente.

—Por mucho que disfrute estar dentro de ti o disfrutando de tu coño con mi boca. No podemos quedarnos aquí.

Mi mirada viaja hasta la mesa que se encuentra en una esquina de la habitación y el ramo de flores que hay sobre ella se lleva toda mi atención.

—Esas no estaban cuando me desperté —estoy segura de que son peonias.

—Creí que las habías notado cuando saliste del baño —dice con poco interés.

—¿Un regalo más? —pregunto levantándome de la cama.

Efectivamente, son peonias y aunque él no lo sepa, amo estas flores.

—Una cuarta parte de el, debes vestirte para que puedas ver ese regalo completo.

—¿Debo ponerme algo casual o muy elegante? —camino hacia el Vestidor mientras espero su respuesta.

—Lo que quieras, igual, no durará mucho sobre tu cuerpo.

—¿Vas a hacer el amor todo el día?

—Hoy voy a follarte toda la noche —aclara—. El día de nuestra boda voy a hacerte el amor.

Me decido por un vestido rojo que llega hasta unos centímetros arriba de mi rodilla.

—No olvides las bragas, no queremos que alguien vea lo que es mío —pide Ronald antes de terminar de acomodar su camisa.

Como él lo pidió, pongo unas bragas del mismo color de mi vestido. Me calzo con unos zapatos más altos de lo normal y por último me pongo la pulsera que me regaló Ronald hace unos días.

Dejo mi cabello suelto y aplico lo más mínimo posible de maquillaje.

—Listo —miro mi silueta en el espejo y me gusta lo que veo. El vestido se acomoda perfecto a mi cuerpo.

—Blanca insistió en preparar un desayuno —menciona antes de salir de la habitación.

¡Joder! Me detengo.

—No le escribí a Marga —con todo lo sucedido anoche, se me olvido escribir que no podía recibirla hoy.

—No la quiero aquí, ella retrasaría todo —a Ronald no le gustan mucho mis amigos, al parecer.

«No confía en ellos, pues no confía en nadie».

—Los llamaré cuando estemos abajo —empiezo a caminar detrás de él.

Cuando llegamos al inicio de las escaleras me detengo. ¿En qué momento hizo todo esto? Me dedica una entusiasta sonrisa.

—¿Cuántas hay? —Todo lo que veo está lleno de peonias, toda la casa a mi vista está llena de ellas.

—Hay 7665 —responde—. Eso corresponde a los días que llevas viviendo.

—Eres muy romántico —bajamos las escaleras mientras más ramos de flores se ven a nuestro paso —¿o sea que veintiún años son, 7665 días?

—Sí, y cada cumpleaños que pase a tu lado aumentaré 365.

Antes odiaba el trato que mi padre había hecho. Odiaba que me hubiera vendido a un hombre que no conocía y odiaba a Ronald por ser cómplice de las atrocidades de mi padre, pero hoy, siete meses después de saber que tendría que casarme, no puedo estar más feliz de que haya sido él, de que me ame de verdad.

—Gracias —me inclino un poco para alcanzar sus labios en un dulce beso—. Gracias por elegirme, por seguir conmigo y regalarme esto.

—Gracias a ti, por no huir cuando lo planeaste, por decidir quedarte conmigo y contarme tus miedos —me devuelve el beso para al final regalarme una hermosa sonrisa.

—Te amo.

Blanca ya puso la mesa. Hay de todo, como si fuéramos más de diez personas las que vamos a comer.

Hay fruta, panecillos, croissant, tocino, jugo y café.

—Feliz cumpleaños, señora —me felicita Blanca mientras me sirve un poco de jugo.

—Muchas gracias.

Estábamos terminando nuestros desayunos cuando entró Oliver a avisar que mis amigos estaban aquí. No pude avisarles porque me entretuve en las flores y luego en el delicioso desayuno que preparó Blanca.

Marga y José llegaron con un pequeño pastel de fresas y agradecí enormemente porque hace unos días no los como y aunque los que Ronald ha traído han sido mejores, no desaproveche en probar una rebanada de este.

Entre ellos dos me regalaron una hermosa pulsera de oro que está rodeada de diamantes, la cual lleva mi nombre grabado, y aunque sé que no la utilizaré, les agradecí por el detalle. Cuando terminamos de desayunar, ellos se marcharon y nosotros recogimos algunas cosas que usaremos hoy y mañana, ya que el viaje solo duraría dos días.

☙❧

RONALD

Planear el viaje fue lo mejor que pude hacer. Desde que aterrizamos en Múnich, Isabella no ha dejado de observar cada lugar por donde pasamos. Sé que esto es nuevo para ella y amo ver la expresión en su rostro, lo enamorada y feliz que se ve.

—Quiero quedarme dos semanas —dice cuando hemos llegado a la casa donde pasaremos estos dos días.

—Cuando nos casemos podremos venir más seguido —le recibo su pequeño equipaje antes de ingresar a la casa.

Múnich es de las pocas ciudades que estaban bajo mi dominio antes de reclamar el poder de todo el país.

—Nuestra boda —sonríe al mencionar esas dos palabras.

Mi mujer es feliz y yo lo soy tanto como ella.

—Entonces disfrutemos estos dos días aquí.

—Eso haremos.

Hice una reserva en el Restaurante Rechthaler Hof y aunque al principio no querían atenderme porque las reservaciones se hacen con mucho tiempo de anticipación, no me eché hacia atrás y tuve que hablar directamente con el dueño de ese lugar. No pueden negarle algo a alguien que los mantiene.

—¿Estaremos todo el día aquí?

—Quiero que conozcas un poco el lugar, en la noche iremos a cenar —respondo.

Esta casa no es tan grande como la mansión en Berlín, pero tiene algunos lugares como la fuente en la parte trasera que estoy seguro a Isabella le encantará.

☙❧

El restaurante se encuentra completamente solo porque así lo ordene, quería compartir esta noche con mi mujer y que ningún extraño nos estuviera observando.

Arno, Oliver y dos chicos de los nuevos hacen guardia afuera del lugar porque no estamos ni estaremos seguros en ningún lado mientras mi tío siga allí afuera con sus planes de asesinarme y quedarse con mi imperio.

—Es algo viejo este lugar —menciona Isa mientras nos acomodamos.

—Tiene este aspecto porque es la esencia, eso dice el dueño.

—Te gustan mucho los lugares así —dice.

—Me gustan los lugares donde pueda estar contigo.

Platicamos por un rato, pero la chica que nos atenderá hoy se encarga de interrumpirnos.

—Mucho gusto, mi nombre es Lilit y seré quien lo atienda esta noche —su mirada estuvo todo el tiempo dirigida a mí mientras hablaba, pero para su mala suerte, hay una sola mujer que merece mi atención completamente.

—¿Puedes traernos, aperitivos y vino? —le pregunta Isabella a la chica.

Mi mujer es muy modesta, debe entender que ella no necesita preguntar o pedir algo. Debe exigir y todo lo que quiera llegará a sus pies.

—Una botella de Chateau Haut-brion, pistachos y panecillos que no tengan ajo —hablo sin mirar a la mujer.

La chica se marcha sin dirigirle una mirada a mi mujer. Necesita un recordatorio, saber que quien acaba de ignorar es la persona que decidirá si sigue con su estúpido trabajo.

Mejor hago que se arrodille y le pida disculpas a la rubia, nadie hace menos a la mujer del alemán.

—Parece que le gustas —la diversión en su voz es evidente, parece que el desplante de la mesera no le causó molestia.

—No lo note —resto importancia, igual no la mire.

—Nunca lo notas, le gustas a todas menos a esa prima tuya —sonrió al recordar cómo la rubia enfrentó a Cristal.

—Solo te nota a ti —habló con sinceridad. La única mujer que tengo en mi visión y cabeza es la perfecta rubia que hay frente a mí.

—Espero siga siendo así. No quiero quitarle la cabeza a nadie.

Es igual o más celosa que yo, aunque yo hubiera actuado peor si la veo abrazada a un hombre.

Decidimos ordenar antes de que se haga más tarde, ya que espero darle los regalos que preparé.

Estuve dudoso cuando tuve el arma en mis manos, no estoy seguro si ella la va a recibir o si algún día la utilizara, pero quiero intentarlo y sentirme tranquilo con ella teniendo el arma y mucho más ahora que su puntería ha mejorado.

—Esto está realmente delicioso —saborea los espárragos blancos como si fuese lo más delicioso que ha comido en su vida.

Mientras ella disfruta de sus espárragos, yo me deleito con una gran porción de carne en salsa de rábano picante.

—Tengo algo para ti —tomo el último trago de vino que se encuentra en mi copa antes de sacar la pequeña caja que llevaba en mi bolsillo.

Isabella tiene un aro en su oreja derecha y quise hacer un cambio en el, aunque ella no se imagina lo importante que es que nunca se lo retire.

—Esto es precioso —dice cuando destapa la caja.

—Voy a ponértelo —me levanto y camino hacia ella.

—Eso se ve precioso —da una rápida mirada a través de la pantalla de su celular.

—Tengo dos cosas más para darte.

El arma lo dejaré de último, y espero que ella pueda recibirla sin poner problema alguno.

Sacó los documentos que traje conmigo, esto lo decidí hace poco, pero no me importaría si ella se hiciera cargo de todo lo que tengo y obtendré en un futuro, porque es la única que lo merece.

—¿Qué es? —pregunta antes de recibirme los documentos—. No me voy a casar contigo en este lugar y sin un vestido de novia.

Río al escucharla. Me casaría con ella hasta debajo de un puente, pero no quiero perderme lo emocionante que será verla, entrar con un hermoso vestido mientras me regala sus sonrisas y con su mirada me promete que será mía para siempre.

—Solo lee.

Como le pedí. Lee el documento atentamente y cuando termina me da una mirada de que no le parece correcto lo que hay ahí escrito.

—No voy a aceptar esto.

—Solo firma.

—No voy a firmar esto, es una locura Ronald —para mí no lo es.

—Te gustan los hoteles, por eso te estoy entregando esa empresa.

—Me gustan los hoteles, pero no quiero tu empresa —pone los papeles en la mesa antes de hablar nuevamente—. Voy a crear mi empresa y mis hoteles hogareños.

—La empresa es tuya, puedes hacer lo que quieras —digo—. La puedes vender, cederla o abandonarla. Todo es tu responsabilidad.

—No puedo aceptar tanto.

—Esto es nada para lo que obtendrás, cuando nos casemos todo lo que tengo será tuyo.

—Es... —la interrumpo antes de que pueda decir algo más.

—Tu empresa, tus reglas. No aceptaré un jodido no, porque ya es tuya y es uno de mis regalos.

—Ya me has dado cinco regalos.

—Falta uno y el final del día.

—No sé si quiera seguir aceptando tus regalos, son demasiados.

—Espero que aceptes este —pongo la caja sobre la mesa.

El arma está empacada en una caja azul y por dentro está cubierta por una tela de seda. Este modelo le llamó la atención cuando le enseñé las armas en el campo, así que decidí que le daría una con algunas mejoras.

—Esto es por tu bien y seguridad. Sé que te falta poco, pero tu puntería será tan perfecta como la mía —saca el arma y sus ojos se abren como plato.

—Es igual a la del campo de tiro —me gusta como la ve, como la acaricia y empieza a familiarizarse con ella.

—Es un arma liviana y ya sabes manejarla —explico—. Debes llevarla contigo en cada momento.

—Aún no sé disparar muy bien, puedo hacerle daño a algún inocente —sus ojos no se han despegado del arma.

—Si la sacas y disparas es porque no hay inocentes en ese momento.

Tuvo más problema en aceptar la empresa que aceptar el arma y me emociona que no haya tenido reparos con este regalo.

—¿Este es mi último regalo?

—El último lo obtendrás hoy en nuestra habitación.




NOTA DEL AUTOR 

 Hace mucho no pasaba por aquí y me siento realmente triste por eso. 

 Como ya algunas saben, mi mente se bloqueó, no era capaz de escribir más de dos palabras y eso me frustra porque nunca me había pasado y no creía en los bloqueos, pero para mi mala suerte tuve uno. 

 Los mensajes en mis redes y hasta en mi WhatsApp pidiéndome que actualice, que esto, que lo otro. Me agobiaba aún más porque sentía que las estaba defraudando y que se irían o pensarían que no quiero actualizar como lo dijeron en unos comentarios. 

 Les agradezco todo el apoyo que me brindan. Agradezco el que aún sigan ahí alentándome y diciendo que me esperaran. 

 Espero poder actualizar pronto. 

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