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CAPÍTULO 43

RONALD

Ver a Isabella en esa posición, aumentó mi deseo carnal. Un deseo que nunca antes pude sentir con alguien más porque es ella la única que lo saca a flote. Con sus sucias palabras disfrazadas de algo normal.

Vino a la oficina con la intención de que la follara y no sintió vergüenza al revelarlo, así que haré lo que ella quiere.

—¿Eso fue un gemido o qué? —pregunto al escucharla mencionar mi nombre de aquella manera.

No me responde e imagino porque es, se debe estar mordiendo el labio para evitar que la escuche. Quiere evitar que me dé cuenta de que solo mi voz y mirada la ponen a tal punto de que sus fluidos empapen sus piernas.

—¿Cómo quieres que te folle? —pregunto antes de dar el último bocado a los espaguetis que envió Blanca.

—Como siempre lo haces —cierra sus piernas con la intención de calmar su excitación, pero me posiciono detrás de ella para impedir eso.

—Ahhh... —gime cuando mi cadera choca con su culo.

—Mi mujer —susurro mientras hago un pequeño vaivén entre nosotros.

—¿Qué me estás haciendo? —pregunta con su respiración entrecortada.

—Lo que pediste —respondo.

—No es eso, este deseo hacia ti, nunca había sentido esto —me alegra que esto sea recíproco, que no soy el único que se siente de esta manera.

—Es algo que tienen nuestros cuerpos, esto es mutuo porque ese mismo sentimiento lo tengo yo.

Con una de mis manos acarició su trasero, mientras que la otra recorre desde su espalda hasta llegar a sus muslos y luego subir lentamente para estar en la zona que he deseado desde que la vi inclinarse en esta mesa.

—Ohhh... —gime cuando mis dedos hacen presión en su clítoris.

Hago pequeños círculos en esa parte de su cuerpo que se encuentra caliente, deseosa e hinchada.

—No pares —pide. Quiero ver su rostro, pero la posición que tomo me lo impide.

Me arrodillo haciendo que sus piernas se separen mucho más. Su cuerpo se estremece cuando mi lengua toca su centro y mis dedos se hunden en su estrecha entrada.

—Ahhh, Ronald... —Un temblor recorre su cuerpo cuando mis dedos entran y salen mientras que mi lengua acaricia su hinchado clítoris.

¡Mierda! Cuanto amo comerle el coño a mi mujer y que sus fluidos se mezclen con los míos. Esto es una droga de la cual nunca quiero rehabilitación porque sería mi fin, porque he declarado que es una de mis dosis para vivir.

—Yo voy, Ahhh... —el temblor de sus piernas aumenta y agradezco que esté sobre esa mesa porque seguramente se estaría desvaneciendo por la intensidad de su orgasmo.

—Tan dulce como siempre —me pongo de pie y la giro para poder ver su rostro, el rostro de una mujer que acaba de ser follada por la boca de su hombre.

—Esa boca tuya —es su forma de decir que le acabo de dar el mejor orgasmo de su vida, que he superado el anterior, del anterior.

La subo a la mesa haciendo que su culo quede al borde ella y separó sus piernas. Bajo mis pantalones junto con el bóxer y no pospongo más la satisfacción de mi placer y de una estocada, estoy dentro de ella.

—¡Joder! —exclama mordiendo mi hombro y no puedo sentir arrepintiendo de haber entrado de esta manera, el dolor que se estaba instalando en mis pelotas se estaba tornando insoportable.

—No puedo esperar más —aprieto mi mandíbula mientras dejo que ella se acomode de manera que el placer sea mutuo.

Luego de un momento ella inicia un vaivén dándome a entender que está lista para lo que continúa. La sujeto de las caderas haciendo que enrosque sus pequeñas piernas alrededor de mi cuerpo, camino con ella hasta una de las paredes y pegó su espada en ella.

Empiezo mis estocadas mientras la miro fijamente a los ojos, me gusta hacerlo, mi libido aumenta al ver el deseo en sus ojos. Con una de mis manos agarro una de sus tetas y la acarició mientras la otra recibe placer de mi boca.

—Ohhh... —sus gemidos incrementan al igual que mis estocadas en su estrecho coño.

—Maldita sea —gruño cuando siento como su coño succiona de una manera espectacular mi polla.

Mis pelotas se endurecen y ese es el aviso de que me falta muy poco para dejar toda mi semilla dentro del coño de mi mujer.

—Dulzura... —gruño cuando llenó su coño por completo.

—Ronald... —siento como sus fluidos chorrean junto con los míos por mi polla.

—Amo cada vez que mi nombre sale de tu boca —confieso.

—Hace una hora me estabas diciendo que lo odiabas —me recuerda.

—Esto es diferente, mi nombre sale de manera placentera, excitante y lujuriosa de tu boca.

No salgo de ella, por el contrario, camino nuevamente y la siento sobre la mesa donde reanudó los movimientos porque lo de hace unos segundos no me dejo satisfecho, por el contrario, lo aumentó a un nivel máximo.

☙❧

—¿Estás cansada? —pregunto cuando su paso se ralentiza.

Insistió en que debía mostrarme algo que le gusto para nuestra boda y aunque yo le dije que podía esperar hasta la próxima semana, dijo que necesitaba mi aprobación para iniciar con esto.

—Solo tengo las piernas un poco entumecidas —responde y un sonrojo se instala en sus mejillas.

—Ser tímida no es lo tuyo, lo dejaste claro —le susurro para que la mujer que nos atiende no escuche.

—No pretendo serlo, las imágenes se están replicando en mi memoria y lo único que hace es desear dejar esto y continuar lo de hace un rato en nuestra casa —confiesa.

—¿Entonces deberíamos irnos? —No me importa replicar y duplicar lo que sucedió en la oficina, como lo dije antes y lo reitero ahora. Nunca me cansaré de mi mujer.

—Podemos dejarlo para cuando terminemos aquí —la mujer que nos atiende se acerca con algunas telas en la mano —quiero que veas esto y me digas que color te gusta.

La mujer nos pasa dos telas, donde una de ellas tiene una mezcla de blanco y dorado, mientras que la otra tiene mezcla de plata y blanco.

—¿Cuál es mejor? —el brillo en sus ojos me hace saber que esto es importante y que lo disfruta.

—El que tú quieras escoger —respondo, todo se lo dejaré a ella.

—Quiero que lo elijas tú —insiste —antes quería un rosa, pero Oliver dijo que no te gustaría.

Exacto, ¿rosa? Pero debo saber primero para qué son.

—¿En qué quieres utilizar esos? —le pregunto.

—Esto hace parte de la decoración y tal vez la usaremos para las mesas y otras cosas.

—Podemos utilizar las dos —digo tratando de evitar tener que escoger una.

—Necesitamos una, mi amor —busca manipularme.

—¿Cuál te gusta a ti?

—Las dos — hace un gesto con sus labios que me hacen besarla al instante.

—Este me gusta —le señaló el que lleva el color plata.

—Es la mejor elección, señor —dice la mujer como si yo estuviera hablando con ella.

—Voy a atender esta llamada —le informa a la rubia antes de ponerme de pie.

Me alejo un poco de ella, pero sin perderla de vista.

—Acabo de recibir el encargo —me habla Arno.

—¿Está como la pedí? —pregunto, quiero que cada detalle de mañana sea perfecto.

—Sí señor —responde.

—¿Pusieron el localizador?

Estoy seguro de que el localizador en el anillo no es suficiente porque cualquiera puede darse cuenta de que ella lleva uno ahí, así que cada regalo que le dé mañana tendrá uno, pero el que estoy seguro no podrán descubrir es el del pequeño aro que tiene en su oreja.

—¿A qué horas harán el arreglo de las flores? —Aunque sé que este trabajo era de Blanca, estoy seguro de que él sabe los detalles.

—Sabe que ese trabajo es de mi esposa —lo escucho reír cuando lo menciona.

—Viejo mañoso. ¿Qué te dijo Blanca?

—Los arreglos iniciarán a las tres de la madrugada y demoraron dos horas, aunque son muchas flores, ellos saben que deben salir de la mansión antes de que sean las cinco.

—Por último, ¿los padres de ella vendrán?

Arno es quien se ha encargado de la comunicación con los Benz porque no he sido capaz, estoy seguro de que, si llego a tener contacto con ellos, mis manos no se detendrán hasta verlos muertos.

—La madre y la hermana de la señora llegarán mañana a la ciudad —informa.

No puedo hacerle nada mañana a Hilda porque jodería el cumpleaños de mi mujer y es lo último que quiero hacer, pero la venganza contra Hilda comenzará desde mañana, la haré sufrir de una manera indirecta.

—Mantenme informado, no permitas que se acerquen a la mansión —digo —que se queden en uno de los hoteles y envía a alguien para que las vigile.

Regreso hasta donde está Isabella, pero no me acerco mucho a ella porque quiero apreciar la emoción que emana su cuerpo y mirada al observar las pequeñas luces que destellan un color plata como la tela.

Ella está feliz por esto, por nuestra boda.

—Es hermoso todo esto —sonríe al hablar.

—¿Buscarás algo más aquí? —me termino de acercar a ella y rodeo su cintura con mis brazos e inhalo su tranquilizador olor.

—Hay muchas cosas que me gustan y le agradezco a tu madre por recomendarme este lugar.

—Así que mi madre es la responsable de tu sonrisa —asiente mientras su sonrisa se ensancha aún más.

—Pero quiero venir con ellas —dice.

—¿Quiénes? —pregunto con interés.

—Tu madre, mi madre, Anja y aunque no quiero, mi hermana.

—Si no quieres a Ida aquí lo puedo resolver —menciono.

—Vendrá con mi madre, entonces no podré deshacerme de ella.

—Si te sientes incómoda con ellas solo tienes que decirlo —le digo —no te fuerces a estar con ellas.

—Solo quiero compartir esto con mi madre.

No debería ser así con ella, no debería tenerle tanta piedad y clemencia, y mucho menos respeto a esa maldita perra que solo se ha encargado de hacerla sufrir, de menospreciarla y pisotearla como si mi mujer no valiera nada sabiendo que es lo único valioso en esa familia de mierda.

—Mañana te quiero solo para mí y no estoy dispuesto a compartirte con nadie —habla de manera honesta, porque es lo que quiero.

—Marga quiere desayunar con nosotros —dice.

—Dile que no podrás, que hubo alguien que te pidió solo para él, porque quiere pasar las veinticuatro horas junto a ti —digo.

—Entonces se cancela el desayuno con ella —menciona.

—Todas tus citas y las mías quedan canceladas.

—Hasta la que tienes con Cristal.

—Hasta esa —respondo.

—Ahora salgamos de aquí.

—¿Quieres que pasemos por tu pastel? —le pregunto por qué llevo un par de días sin llevárselo.

—Eso estaría genial.

Salimos del lugar y noto algo raro, el ambiente, las personas o más bien alguien nos está observando. Miro para ambos lados asegurándome de que nadie más que mis guardias estén atrás de nosotros.

—¿También lo sientes? —pregunta Isabella, quería negar, decirle que no sentí nada, pero su intuición es grande y la alerta en mi mirada se lo confirmó. —Es lo mismo que sentí ese día —dice.

—Ahora estoy aquí —sujeto con más fuerza su mano y caminó hacia la salida.

Mis guardias se acercan llamando la atención de las personas a nuestro alrededor.

—Quiero que revisen cada rincón de este maldito lugar —exijo cuando todos los hombres que nos acompañan nos rodean.

—¿Su seguridad es primero? —me interrumpe uno.

—Primero es la de mi mujer —me acerco a él —que te quede claro, en cualquier circunstancia a la persona que debes proteger es la señora Richter.

Subo con Isabella al auto e inicio a conducir hacia la mansión. Fue una mala idea venir con los nuevos, teniendo solo el respaldo de Boris. Necesito a Arno, Evans y Antón.

Es obvio que no atacaran, solo están sembrando miedo, pero es algo que yo no tengo, no me da miedo que se acerquen a mí, porque sé cómo defenderme, hasta puedo pelear con innumerables heridas. Pero siento miedo, uno que jamás sentí y es el saber que le pueden hacer daño a ella.

Su instinto es aún más poderoso que el mío.

No demoró en llegar a la mansión. Bajamos juntos del auto y ella se dirige a la cocina haciendo como si no hubiera pasado nada fuera de lo común, para mí es normal, pero para ella no.

—Estaré en mi oficina —dejó un casto beso en sus labios antes de alejarme de ella.

Debo asegurarme de que hayan atrapado a la persona que estaba siguiendo nuestros movimientos.

—Mi cabeza va a estallar en este momento —hablo con Arno por teléfono.

—Los chicos atraparon a uno y lo llevamos al depósito —empieza a informar.

—No permitas que le hagan nada hasta que yo llegue —digo.

Aunque no quiero dejar a mi mujer aquí sola, debo hacerlo. Necesito saber quiénes están detrás de todo esto, de las personas que se han encargado de darme un golpe que les fallará porque haré hasta lo imposible para seguir tres pasos delante de ellos.

Salgo de casa para que no se me haga muy tarde y poder regresar antes de que lleguen las personas que harán los arreglos florales.

—Oliver, necesito que custodie esta entrada y no despegues tu mirada de los monitores.

—Como diga, jefe —a veces considero poner a prueba la lealtad de Oliver, pero le sirve a mi mujer y no ha demostrado ser un traidor.

«Aunque los traidores no se muestran, toca descubrirlos».

Conduzco hacia el depósito donde me está esperando Arno con el tipo que lograron atrapar —aunque siento que no obtendré nada de él— igual debo acercarme y hacerle saber que por muy valiente que se crea y lo confiado que pueda estar de sus jefes, yo soy el alemán.

Soy el máximo líder en este país.


NOTA DEL AUTOR 

 Aquí acaban las actualizaciones por hoy, espero hayan disfrutado de estos capítulos, pues yo me los goce mientras los escribía. 

 Recuerden que para volver a actualizar, cada capítulo de hoy debe superar los 400 comentarios, si eso no sucede, actualizaré cuando lo decida pertinente. 

 Nos leemos en las próximas actualizaciones. 

Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.

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