Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 42

ISABELLA

Ronald cada día me sorprende más y más. Es como esa persona que siempre está para ti y se encargará de hacer cada cosa que pueda satisfacerte o que te haga sentir mejor, así es él y eso me lo demostró cuando le dije que sus celos me agobiaban y me llenaban de miedo. Lo único que quiso fue cambiar esa esencia de él para que yo me sienta cómoda.

La carga que tenía en cuando sus celos tomaban control de él ha disminuido estos tres días, ya que su comportamiento con los hombres que se acercan es diferente, aunque con solo mirarlos les deja claro que ni se les ocurra acercarse.

Pero lo mejor fue cuando le conté sobre Eric y sus mensajes insistentes que dicen que vendrá hacia mí para que estemos juntos. Si se atreve a acercarse lo más mínimo habrá alguien que lo detenga.

¿De verdad lo amaba o solo sentía un gran apego? Me pregunté desde qué le conté todo a Ronald, si lo hubiera amado lo estaría protegiendo y estoy haciendo todo lo contrario, se lo ofrecí al lobo para poder sentirme tranquila.

Ronald se fue muy temprano para la empresa porque tenía una reunión con los accionistas y parecía que las cosas no iban bien porque el estrés se reflejaba en su rostro por más que quisiera ocultarlo. Decidí ir allí en cuanto él terminara su reunión para que pudiéramos salir a ver algunas cosas de la boda, solo faltan veinte días para que suceda.

—Si va a ir a ver al señor no debería seguir bebiendo —me replica blanca llevándose la botella de vino.

Qué amargada, solo llevaba dos copas.

—Iré, pero primero debo darme un baño —le sonrió.

—El señor dijo que usted no toleraba el alcohol, ya logró comprender.

—Solo fueron dos copas— vuelvo a sonreírle mientras me levanto—. No iba a seguir bebiendo.

Es verdad, no tolero el alcohol porque no estoy acostumbrada a beber y cuando lo hago suelo embriagarme más rápido de lo normal. Pero el vino que Ronald tiene aquí es delicioso y no sabe tan amargo como la cerveza o el alcohol que me brindaban en Inglaterra.

Subo a la habitación y me doy una ducha rápida para no seguir retrasando mi llegada a la empresa. Me pongo un vestido de color verde que resalta mi piel y mi pequeña figura —¿podemos tentar hoy al diablo? — omito las bragas y sé que posiblemente Ronald se pondrá furioso, pero no importa porque seguramente terminaremos haciendo algo que será beneficioso para los dos.

¿Debería aplicarme un tono más rojo? Me hago esa pregunta cuando veo el suave tono de labial en mis labios.

—Perfecto —susurro cuando miro mis labios con el nuevo color —esto le gustara.

Busco mi bolso y agarró el abrigo blanco que he estado utilizando estos días, «el clima en esta ciudad es demasiado volátil, ¿cómo yo?».

—¿Está listo lo que te pedí? —le pedí el favor a Blanca de que me empacara algo de comida para poder llevarle a Ronald, aunque no sé si ya haya comido algo.

—También empaque un poco de espaguetis para usted —me entrega las bolsas donde está empacada la comida.

—Eres genial —le sonrió con amabilidad, esta mujer es especial —muchas gracias por todo.

Me inclino hacia la mesa donde está la copa con el último trago de vino y me lo tomo antes de salir del lugar.

Camino hacia la salida donde me está esperando Oliver y un hombre robusto que no había visto hasta hace tres días que cambiaron a algunos hombres que custodiaban el exterior de la casa.

—¿Crees que podamos llegar antes de que esto se enfríe? —le pregunto a Oliver antes de subirme al auto.

—Posiblemente, lleguemos a tiempo, hay poco tráfico —informa.

Con el abrigo cubro la parte de mis piernas que están al descubierto y hago hasta lo imposible para que ninguno de los dos hombres que van adelante vean más de lo que se puede, porque si eso llegara a pasar, Ronald los mataría haciendo que nuestro trabajo en sus celos se acabe.

Giro para mirar las dos camionetas que nos siguen. Desde el incidente, Ronald se encargó de que hubiera más personas al pendiente de mi seguridad y aunque para mí es agobiante, lo entiendo porque su trabajo conlleva un peligro que, aunque no queremos, me persigue.

Mientras Oliver conduce veo como pasamos los grandes edificios de la ciudad y me entretengo viendo la variedad de colores en cada uno de ellos, definitivamente esta ciudad es hermosa y deseo que se convierta en mi hogar junto a Ronald —aunque ya se está logrando— él definitivamente es mi hogar.

—Oliver —llamó la atención de esto, ya que quiero preguntarle algo.

—Dígame, señora.

—Tengo algo en mente y quiero saber que piensan las personas de ellos —mencionó mientras dirijo mi mirada hacia el retrovisor—hay tres colores para combinar en la boda.

Ayer, mientras esperaba que Ronald llegará de recibir la mercancía que le llegó de México, decidí ver algunas decoraciones de bodas y los colores plata y dorado quedaron en mi cabeza, aunque el color rosa llama aún más mi atención.

—Debería consultar eso con el jefe —dice dirigiendo su mirada al camino.

—Sí, lo consultaré con él porque me dará la respuesta final, pero quiero la opinión de un hombre porque ya obtuve la de una mujer —Marga insistió que el color rosa sería perfecto, pero siento que no demuestra lo que somos Ronald y yo.

—¿Cuáles son?

—Dorado, plata y rosa.

—Descarte el rosa, —dice de inmediato —no creo que al jefe le guste que su boda esté llena de ese color.

—Entonces quedan dos, ¿cuál es el mejor?

—Los dos son perfectos, yo utilizaría ambos —excelente, como siempre, nunca me da la respuesta que necesito.

—Siempre tan honesto —lo escucho reír por lo que acabo de decir, realmente pierdo mi tiempo al preguntarle algo a Oliver.

Cuando llegamos a la empresa, Oliver espera que una de las camionetas que nos venía siguiendo entre primero para poder seguirlo. Posiblemente, sea por cuestiones de seguridad.

—¿No le dijiste que yo venía? —le pregunto a la traición convertida en persona.

—Esta vez no, mantuve mi boca cerrada como lo pido.

Ronald no sabía que yo vendría porque la decisión la tomé después de que él se marchara y creí que sería bueno que ocupara su mente en otras cosas que nos involucran a los dos.

Oliver me sigue hasta que llegamos al ascensor y yo le hago señas de que puede irse porque aquí estaré segura, pero él niega.

—La acompañaré hasta que esté en la puerta de la oficina del jefe —entra al ascensor como si yo hubiera aceptado lo que dijo.

«Es obvio que está siguiendo las órdenes de Ronald, como siempre».

Marco el piso donde se encuentra la oficina de Ronald y la caja empieza a ascender mientras el silencio invade el lugar.

A veces me pregunto por qué Ronald permitió que un hombre sea mi guardia, sabiendo lo celoso que es cuando uno de sus hombres se me acerca, y mi único pensamiento es que seguramente a Oliver no le gustan las mujeres.

—Estoy aquí, así que puedes irte —digo cuando salgo del ascensor —tómate todo el día.

—Estaré esperando para llevarla a casa.

—No es necesario, me quedaré con él.

Se queda junto al ascensor mientras me observa caminar hacia la oficina de Ronald.

—Déjeme le aviso al señor que usted está aquí —me habla su secretaria.

—No le digas nada, quiero sorprenderlo —le dedicó una sonrisa y pasó junto a ella.

Tomo el pomo de la puerta y abro de inmediato, pero lo que ven mis ojos me hace querer correr de ahí. Los ojos de Ronald se clavan en los míos y me sonríe como si lo que estoy viendo es un sueño.

Jodido de mierda.

—Ya veo cuál era tu afán —termino de entrar a la oficina.

No voy a huir.

No dejaré lo que es mío.

No permitiré que eso pase.

—Tenías afán para disfrutar de ella —mi enojo es evidente por la forma en la que hablo.

La chica que lo abraza intenta apartarse, pero el muy sínico la detiene haciendo que sus brazos se enrosquen aún más en ella.

—Creí que te gustaban las rubias —camino hacia donde están ellos.

—Mi amor —¿mi amor? Me está llamando de esa manera mientras tiene a su puta envuelta en sus brazos —me gustan rubias.

Ahora mismo lo voy a ignorar, después que acabe con ella, acabaré con él.

La mujer logra apartarse de él y me mira con una sonrisa dibujada en su rostro —¡joder! Es divina—, sus profundos ojos me reparan de arriba abajo y después asiente como si estuviera satisfecha de algo.

—Déjame te digo algo —tiene el descaro de hablar.

—No tienes derecho a abrir tu puta boca —la ira empieza a apoderarse de mí de una manera veloz —ese hombre que ves ahí, es mío y para tu mala suerte soy demasiado egoísta para compartir lo que me pertenece y muy mala cuando intentan robar algo que amo.

—¡Puta mierda! Esa es mi mujer —exclama Ronald como si esto fuese algo divertido.

—Me gusta ella —habla la mujer —tiene carácter.

—No necesito gustarte, te doy cinco segundos para que saques tu maldito trasero de aquí.

La mujer no hace el más mínimo intento de salir, así que decido sacarla yo por mi cuenta.

—Lo que pasa es que no puedo irme —acota —necesito terminar algo que apenas íbamos a iniciar.

Ella se la ganó, yo no quería «lo quería mucho», con mi pequeña estatura trato de saltar sobre ella, pero Ronald me detiene al instante.

—¿Defiendes a tu amante? No permitiré que estés con ella.

—Mi rubia está celosa —pega su pecho contra mi espalda y hace que mis pies toquen nuevamente el piso— sabía que eras celosa, pero no hasta este punto.

—La mataré a ella —me arrepiento al instante que esa palabra salió de mi boca, se supone que la racional aquí soy yo.

—Ronald, la mirada de tu mujer es tres veces más amenazante que la tuya.

—Te lo dije.

O sea, habla de mí con sus putas.

—Cristal, es mejor que nos veamos mañana.

—¿Vas a dejarme sola en mi cumpleaños? —Mi voz esta vez sale con desilusión.

—Nunca haría eso, pero Cristal me ayudará en algo.

—Te reunirás con tu puta en mis cumpleaños, si lo haces te aseguro que me iré —me suelto de su agarre rápidamente.

—No soy una puta y para que te quede claro, rubia —otra— mis intereses son distintos, sabes, me gustan como tú.

—Cristal —la reprende Ronald cuando ella intenta tocar mis mejillas.

—Además, me daría asco acostarme con mi hermano.

Obviamente está mintiendo, la única hermana de Ronald es Anja, aunque los ojos de esta mujer tienen ese característico color de los Richter.

—Ronald solo tiene una hermana.

—Bingo, no soy su hermana, pero es como si lo fuera —recoge una pequeña cartera y se acerca nuevamente a nosotros —Isabella, soy Cristal Richter, la hija de Charles.

«Hay una excepción entre ellos», recuerdo las palabras de Ronald. Es ella la excepción.

—Iré a la mansión con Alda y Loki —mira a Ronald mientras habla —un gusto conocerte. Tienes potencial para ser la reina, así que confío en ti.

La mujer sale de la oficina y aún no logro asimilar lo que ocurrió, o sea que acabo de insultar, amenazar y llamar puta a la prima de Ronald y para ajustar a ella no le gustan mis intereses, eso quiere decir, ¿qué le gustan las mujeres?

Ronald me mira con una sonrisa de satisfacción y deseo eliminar lo que acaba de pasar y que él nunca haya visto y escuchado esas cosas.

—Qué descarada eres —sujeta una de mis manos y me hace caminar junto a él para que nos podamos sentar.

—No lo soy —giro mi mirada hacia otro lugar donde no pueda ver su rostro, sé que mis mejillas están rojas porque las siento arder por la vergüenza.

—¿Solo tú puedes amenazar de muerte? —agarra mis mejillas y hace que lo mire.

—Nunca has visto que un hombre me toque de la manera que ella lo hacía contigo —me defiendo.

—Y si llega a pasar te aseguro que lo mató —la mirada que me da asegura que dice la verdad, que no es un chiste.

No lo reprendo por lo que acaba de decir, con qué derecho lo haría si yo amenace a su familiar y asegure que la mataría porque lo estaba abrazando.

—No quiero hablar de lo que acaba de pasar —intenté ponerme de pie, pero él hace que quede sentada sobre su regazo.

—Dijiste que debíamos hablar sobre lo que no nos gustara —me recuerda.

—No me gusta que otras te toquen, de solo imaginarlo siento náuseas —revelo— cuando entre y vi que la estabas abrazando tuve ganas de terminar mi práctica en el cuerpo de ella.

—Había tres mujeres que podían abrazarme de esa manera: mi madre, Anja y Cristal —redacta—. Ahora hay una cuarta, pero esa cuarta se convirtió en la primera, la única que puede tocarme más allá de lo que las tres anteriores pueden.

Siento como mis mejillas se calientan aún más, por lo que acaba de decir.

—Te pertenezco a ti.

—Completo.

—Soy todo tuyo, cada milésima de este cuerpo y lo que hay en él, es completamente tuyo.

—Te traje comida —cambió el tema de conversación porque estoy segura de que en cualquier momento mis lágrimas iban a abandonar mis ojos por cada palabra que él dice.

Me inclino hacia un lado para poder agarrar las bolsas con la comida, pero mi vestido se recoge haciendo que Ronald vea que no tengo bragas, siento su mirada penetrante y ahora mismo me estoy arrepintiendo de no haberlas puesto.

«Bueno, ya estoy aquí, ya vio, ahora no es tiempo de arrepentirme». Mí yo valiente lo piensa.

—Dime que acabo de ver mal.

—¿Qué viste? —trato de hacerme inocente.

—Isabella.

Lo volvió a hacer.

—Odio eso, Ronald. Odio que me llames por mi nombre cuando te enojas —me levanto de su regazo y le entregó la bolsa que empaco Blanca.

—¿Quiénes venían contigo?

No responderé a su pregunta, sí, mi actitud puede ser infantil, pero realmente odio que me llame por mi nombre, es una sensación agria que se instala en mi pecho y no debería ser así.

—Te dije que las usarás cuando salieras de casa.

—Cada vez que hago algo que no te gusta, tu mejor opción es llamarme por mi nombre y ¿sabes? Odio cuando lo haces —confieso.

—Y yo odio que andes con lo que es mío al descubierto —retrocedo cuando se pone de pie.

—Nadie me vio, me encargué de cubrirme —le confieso —no puedes obligarme a ponerme algo con lo que no me siento cómoda.

—Buscaré a alguien que fabrique muchas de ellas con las que te sientas cómoda.

—No vuelvas a llamarme Isabella —le suplico con mi mirada.

—Y tú, ¿por qué me llamas Ronald?

—No lo hago de la manera que tú lo haces.

—Puedes decirme mi amor —pide —o llamarme con ese horrible apodo que me pusiste.

—Dijiste que te gustaba.

—Pero no deja de ser horrible.

El momento se convierte en un intercambio de que nos gusta y que no, de que él debería dejar de llamarme Isabella, porque eso me lastima de manera indirecta porque es algo que él no hace, siempre tiene una hermosa manera de llamarme.

Que yo debería dejar de decirle Ronald, aunque sé que eso no le molesta para nada porque nunca lo hago con la intención de demostrarle que estoy enojada.

—¿No volverás a llamar por mi nombre? —pregunto una última vez.

—Te lo prometo, y yo si cumplo mis promesas.

—No puedo prometerte que me las pondré —hablo con sinceridad —aunque trataré.

—Un trataré no es lo que esperaba, quiera un «no volveré a salir sin ellas, mi amor» —me hace reír con el gesto que acaba de hacer.

—Pero estar sin ellas te agiliza el trabajo —acomodo la comida que empaco Blanca para que él pueda comer.

—No me importa quitarlas con mi boca —se lleva un bocado de espaguetis mientras me mira.

—Quería que hiciéramos algo aquí en tu oficina y luego pudiéramos mirar algunas cosas para la boda.

No puedo ser tímida frente a él, me conoce perfectamente, así que no le ocultaré mis intereses y mucho menos porque vine aquí.

—¿Qué es lo que haremos aquí? —se olvida de su comida y se recuesta en el sofá mientras espera mi respuesta.

—Tal vez, follar mientras diviso la bella imagen de la ciudad.

—Me gusta esa idea.

Regresa su atención a la comida que creí iba a dejar de lado cuando le revelara lo que quería. Lo miró enarcando las cejas por la confusión, jure que vendría a mí y empezaría a hacer suya.

—Quítate el vestido —lleva un bocado más a su boca después de hablar y lo mastica lentamente —¿quieres que te folle? Quítate el vestido.

Me quito el vestido bajo su atenta mirada. Con una mano sigue comiendo mientras que la otra acariciaba lentamente su entrepierna donde se empieza a notar el bulto de su erección.

—Camina hacia la mesa e inclínate en ella —pide.

No logró anticipar lo que va a decir por qué lo que pienso es diferente a lo que sale de su boca. Hago lo que dijo y cuando mi inclino en la mesa, el frío de ella hace que mis pezones se endurezcan al instante.

Su mirada está puesta en mí y lo sé porque lo siento, es como un fuego que quema exactamente donde mira. Siento como mi coño empieza humedecerse de solo imaginar la mirada lasciva que le está dando a mi cuerpo.

—Separa las piernas, dulzura.

¡Joder! No puedo hacerlo, mi humedad se multiplicó y eso conlleva a que siento como esta misma se instala en mis muslos.

—Dulzura.

Remuevo mis recuerdos y no tengo ninguno donde haya estado tan mojada solo por una mirada y dos palabras. Separo un poco mis piernas dándole una perfecta imagen de mi coño.

Un gruñido grotesco se escapa de su garganta y me emociona que haya sido por la simple imagen que le he brindado de mi coño.

—Estás tan mojada, dulzura.

—Ronald... —su nombre sale como un gemido de mi boca y me muerdo el labio para acallar lo que puede seguir.



NOTA DEL AUTOR 

 Como dijo un poeta. Solo sé que nada sé :) mis chistes son realmente horribles. 

 Espero estén disfrutando de los capítulos y dejando muchos comentarios para poderlos leer y divertirme con sus teorías. 

 Se aproxima el cumpleaños, la despedida de soltera y la boda. Esto me emociona demasiado.

 También se aproxima un robo y no es el anillo de bodas. :) 

 Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro