CAPÍTULO 40
ISABELLA
Me levanté incluso más temprano de lo habitual, pero para ser sincera, no pude dormir nada y apuesto que Ronald tampoco. Después de todo lo que le dije, me sentí muy mal, porque en parte él no tenía la culpa de que mis emociones se aglomeraron de tal manera, pero su actuar fue como esa llama que faltaba para que todo explotara.
La manera en que hizo que saliera de la sala, su fuerte agarre en mi mano y la sumatoria de las veces que me llamó por mi nombre, cosa que no hace a menudo.
Quería ir sola hasta la casa de Marga, pero Oliver insistió y casi me obligó a ser acompañada por él porque ese es su trabajo. Llevarme donde yo necesite y cuidarme mientras esté lejos del radar de Ronald.
Hace unos cuarenta minutos llegue donde marga y todo este tiempo la he escuchado hablar del maravilloso viaje que tuvo junto a José, que fue una reconciliación por la última pelea que tuvieron.
«Desearía que Ronald y yo pudiéramos resolver las cosas así de fácil».
—Tú y el alemán deberían hacer un viaje a esa playa —habla y el recuerdo del lago llega a mi mente.
—Posiblemente lo hagamos —digo, aunque no he prestado atención sobre la playa de la que habla.
—Borácay es considerada como una de las playas más hermosas del mundo —sigue alardeando de su viaje y empiezo a arrepentirme de haber acudido a ella.
—André regresó —digo evitando que ella vuelva a hablar—. No por mí, pero está muy cerca —confieso mientras ella me mira expectante.
—Espera que no te estoy entendiendo ¿Cuál André?
—Él mismo que tú y yo conocemos—digo. —por el que tantas veces me gané esos dolorosos castigos.
—O sea, me estás diciendo que André está aquí en Alemania —asiento cuando ella entiende lo que estoy diciendo.
—Pero eso no es todo— doy un largo suspiro antes de revelarle todo lo que Ronald me contó en la madrugada —está casado y tiene un hijo.
—Tú me estás diciendo que André se casó en estos seis años —habla con sorpresa —y que además tuvo un hijo.
—Estaba casado cuando mantuve una relación con él— aunque no quiera aceptarlo, pero así fue.
—¿Cómo supiste eso? ¿Cómo es que él te encontró? —hace ambas preguntas al mismo tiempo.
—Él le confesó todo a Ronald, le dijo que yo había sido su amante —¡mierda! Como me hirieron esas palabras, no porque aun lo ame porque estoy segura de que alguien más se instaló en mi corazón, pero nunca he querido ser la amante de alguien —quiere trabajar con Ronald.
—¿Pero cómo fue que tú y él coincidieron?
—Yo estaba presente en la reunión donde él llegó y para mi buena suerte me salvo de morir ahogada por un puto panecillo de ajo.
—¿Qué sentiste cuando lo viste?
Creí que estaba soñando, no espere volver a verlo después de que desapareciera y se convirtiera en un amargo recuerdo.
—Estuve nerviosa, pero más allá de estar nerviosa, no sentí nada —confieso.
Y es la completa verdad, solo me sentí nerviosa e incómoda cuando lo reconocí. No tuve ese sentimiento de cuando lo conocí o cuando me veía con él, porque aquellos sentimientos son hacia otra persona e incluso se triplicaron.
—¿El alemán estuvo cuando él evitó que comieras eso?
—Ronald presenció todo, lo amenazó con un arma e hizo que yo abandonara la sala después de llamarme por mi nombre.
—Joder, quiero ver a ese hombre en su fase de celos —dice con una sonrisa.
—Esto es serio, Marga. Hay cosas que no me gustan de Ronald, pero no quiero alejarme de él. Ayer dudé de mi amor por él, pero al verlo en la habitación me negué a siquiera considerar que no lo amo, me negué a verlo con otra persona que no fuera yo.
—Entonces habla con él, ahora son una pareja y pronto serán un matrimonio, así que no te calles y explícale lo que sientes, lo que no te gusta y lo que ambos deben mejorar.
Por primera vez no soy quien da los consejos. Por primera vez marga toma todo de manera seria y tiene razón en lo que dice.
—Dices que el alemán lo amenazó con un arma, ¿lo mató?
—No, por el momento.
—Bueno, en este caso, debes hablar con él —recomienda nuevamente —plantear lo que no te gusta de él y que él te diga que no le gusta de ti.
—Sus celos son los que no me gustan, me da miedo cómo reacciona cuando está celoso.
—Bueno, dile eso.
—No creo que vaya a cambiar con solo decirle que me da miedo sus celos.
—Y tú, Isabella. Si ves a una mujer cerca de él, ¿qué harías?
—Ya me habías hecho esa pregunta —respondo.
—Lo sé, ahora lo que quiero es que respondas con sinceridad.
—No le pondría un arma en la cabeza a la mujer —digo, aunque si fuera Greta no lo dudaría.
«Doble moral de mierda, él no puede y yo sí».
—Sé que no lo harías, pero mi pregunta es, si están en algún lado y una mujer llega a tocar al alemán. ¿Qué haces?
—La aparto —digo.
—Eso fue lo que hizo Ronald, apartar una persona que te tocó —explica como si ella hubiera estado ahí.
—No solo lo aparta, le apuntó con un arma.
—Pero no lo mató, tampoco lo hirió.
Pudo matarlo y sería el tercer muerto que hubiera visto en menos de veinticuatro horas y los tres hubiesen sido por mi culpa.
Debo hacer algo para no ser tan débil y dejar que todo lo que pase me afecte de tal manera.
—Pudo matarlo —le digo.
—El pudo aquí, no existe, no tiene juicio de valor. Así que yo apoyo a tu prometido.
Sabe una cuarta parte de lo que pasó —no puedo contarle todo— y ahora dice que lo apoya a él. Qué buena amiga tengo.
—Creo que mejor me iré, no sirvió de nada venir hasta aquí.
—Te ayudo en lo que puedo, yo no soy Emily.
—No la menciones, nunca me ayudó en nada.
Emily era la psicóloga en el internado, la cual trato de ayudarme durante algunos años con mis traumas del pasado, pero de nada sirvió «ellos nunca se fueron».
—Entonces encuentra a alguien aquí —dice—. Una persona que te ayude de verdad.
—No entiendo porque te desviaste de lo que estábamos hablando, solo vine por un consejo de amiga y terminaste hablando de psicólogo —me levanto un poco frustrada.
—Porque sé por dónde va todo esto.
—Mejor me voy —recojo mi abrigo junto a mi bolso y comienzo a caminar hacia la salida.
—Quédate a almorzar —pide—. Te prometo que no diré nada más.
—Voy a hacer lo que me sugeriste.
—Puedo darte el número de mi psicóloga —volteo los ojos en señal de fastidio.
—Voy a hablar con Ronald.
Salgo de la casa y ella me sigue hasta llegar donde se encuentra el auto.
—¿Nos veremos en tu cumpleaños?
—Tal vez —respondo—. Aún no sé si Ronald tenga algo preparado.
—Iré a tu casa temprano, podemos desayunar y así mismo darte tu regalo —dice —así podrás pasar la tarde entera con él.
—Entonces nos veremos el sábado temprano —me acerco a ella y le doy un abrazo de despedida —lleva a José hace días que no nos vemos —pido al separarme.
—Allí estaremos, pero dile al alemán que José es solo mío para que no se ponga celoso —se ríe al terminar de hablar.
—Qué graciosa —digo ya dentro del auto— él sabe perfectamente que José es tuyo.
Me despido una vez más, antes de que Oliver empiece a conducir.
—¿Sabes dónde está Ronald? —pregunto cuando nos unimos al tráfico.
—Está en la empresa— responde.
—¿Puedes llevarme allí? —solicito —pero antes, pasemos por algún restaurante para poder comprar algo de comer —pido.
Voy a hacer lo que me propuso marga, hablar con él y decirle como me siento cada vez que sus absurdos celos salen a flote.
Me perdí en mis pensamientos mientras Oliver conducía con dirección a algún restaurante para poder comprar algo que podamos comer Ronald y yo mientras hablamos.
Cuando tomamos la carretera principal he sentido como si nos estuvieran siguiendo, aunque puede ser mi paranoia de que ellos vendrán por mí y cobrar venganza por lo que hice.
Oliver estaciona en un pequeño restaurante. Observó por un momento el menú y me decido por raviolis rellenos para mí y una Margaret de pavo con puré de papas para Ronald.
—¿Desea algo más? —me pregunta el chico que me está atendiendo.
—¿Puedes añadir pan? —pregunto —y por favor, que ninguno de los platos tenga ajo—pido.
—¿Algo de tomar?
—Pueden agregar un Gewürztraminer, por favor —solicito.
—Puede sentarse allí mientras preparamos su pedido —dice el chico—. En un momento le llevarán un aperitivo.
—Muchas gracias.
Camino hacia la mesa que me indico y me acomodo en ella. No tardan en traer unos pequeños panecillos junto a una copa de vino que por obvias razones no tomo.
"—Tuve que posponer mi viaje a Alemania por un mes, pero te prometo que cuando esté allí, te buscaré".
Los constantes mensajes de Eric se están volviendo demasiado exhausto para mí, si él quiere regresar a Alemania que lo haga, pero nunca volvería con él. No ahora que tengo una persona con la que me siento a gusto, persona que me da más de lo que alguien pudo.
«Debo decirle esto a Ronald, no resulte que Eric también pertenezca a la mafia», pienso en el momento, aunque es un pensamiento absurdo, ya que si tiempo lo invierte en otras cosas —como manejar el internado con su hermana— entonces ese pensamiento de que él sea mafioso debe desaparecer, pero debo hablar con Ronald sobre esto, no quiero generar más dudas entre nosotros.
—Señorita, su pedido— recibo las bolsas para finalmente salir del lugar.
Antes de poder subirme nuevamente al auto miro hacia los lados. Ahora no me cabe duda de que alguien me está observando, ese hombre, aunque quiso esconderse, pude verlo.
—Ahora podemos dirigimos a la empresa —digo ya dentro del auto.
—El jefe la está esperando— me revela.
—No debiste avisarle —digo.
Quería que esto fuese una especie de sorpresa, ya saben. Llegar donde él con un delicioso almuerzo, hablar lo que tengo en mente y, por último, tal vez tener una tarde más agradable.
—Este no es el camino —digo cuando noto que va por una dirección diferente.
—Por aquí llegaremos mucho más rápido —menciona con cierto nerviosismo.
Su mirada pasa del retrovisor a mí y su actitud se me hace demasiado extraña. Oliver jamás ha actuado así. Volteo mi mirada hacia atrás y veo como una camioneta negra se acerca hacia nosotros.
—Voy a aumentar la velocidad, recomiendo que se ponga el cinturón —pide Oliver.
Lo sabía, había alguien siguiéndonos, no era paranoia mía.
Ellos vienen por mí, es lo que me llega a la mente. Benno y el hijo de Kurt vienen por mí, pero, ¿cómo se dieron cuenta de que fui yo? Mis manos empiezan a temblar y no soy capaz de ponerme el cinturón. Giró nuevamente y ese auto está demasiado cerca de nosotros.
—Están muy cerca —habla con alguien por teléfono.
—Asegúrate de proteger a la señora —reconozco la voz de Arno.
—Me desvié, pero aún me siguen. ¿Qué pasó con la seguridad extra que puso el jefe?
—No permitas que te atrapen, ellos ya van en camino.
Oliver aumenta aún más la velocidad y siento como si en cualquier momento fuéramos a estrellar contra algo.
—No quiero que me lleven —digo en voz baja y estoy segura de que Oliver no me ha escuchado.
Él sigue conduciendo, no sé por cuánto tiempo hasta que logra retomar el camino normal.
—Deberías ir más rápido, no quiero que nos atrapen —digo con mi nerviosismo a flote.
—Ya los perdimos, señora —habla.
—No confíes, ellos pueden alcanzarnos.
—Ya estamos a salvo —detiene el auto y se gira para mirarme—. Puede confirmarlo usted misma.
Miro hacia atrás y parece que lo que dice Oliver es cierto, no se ve la camioneta negra que nos seguía, pero si hay un auto gris a unos metros de distancia.
—Nos sigue ese auto— le menciono.
—Es Arno quien viene ahí, junto a él...
Sus palabras quedan en el aire cuando siento que soy sacada del auto.
—No me hagas nada, por favor, te lo juro que no fui yo —empiezo a hablar sin mirar a la persona que me sostiene.
—Soy yo, mírame.
Esa voz, ese olor, es él.
—¡Oh por Dios! —abrazo fuertemente su cuerpo —creí que ellos habían venido por mí.
—Soy yo y estoy aquí —me estruja hacia su cuerpo de manera protectora.
—Tengo miedo —confieso.
No había pensado en ellos desde que mis pensamientos cambiaron su rumbo hacia lo que pasó en esa sala con Ronald, pero ahora que me topo con la realidad y que me doy cuenta de que uno de ellos sigue vivo y que posiblemente el hijo del otro quiera vengar la muerte de su padre, el miedo se apodera de mí.
—Ellos vendrán por mí —digo mirándolo a los ojos.
—Ellos no vendrán por ti —asegura —nunca se acercarán a ti.
—Sentí que moriría —confieso —y solo pude pensar en ti, en que no quiero morirme sin que hablemos.
—No vas a morir, así que nunca más menciones esa palabra —acaricia mis mejillas cuando habla —ahora vamos a casa y hablamos allí.
NOTA DEL AUTOR
Hace varios días no pasaba por aquí y es que les confieso que aunque quería escribir, tenía que terminar miles de pendientes.
Ustedes hagan lo suyo que yo sigo en lo mío. :) ya ustedes saben que es (comenten mucho).
Nos leemos la próxima semana :'(
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