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CAPÍTULO 39

ISABELLA

Matar a alguien no estaba en mis planes hasta que le revele mi secreto a Ronald y muy en el fondo creí que no sería capaz de hacerlo, pero cuando Fred preguntó si recordaba lo que me hicieron hace diez años y todos esos recuerdos volvieron a mí, el impulso fue más grande, las ganas de que él muriera me invadieron y logre acabar con su vida.

Cuando volvimos a casa, los ojos de aquellos hombres seguían en mi mente, la mirada de arrepentimiento de Kurt y la de Fred, pero este último me miraba como si estuviera recordando lo sucedido en ese entonces y eso le gustara, maldito.

Pero al saber que mis padres podrían pasar por algo así me invadió un miedo, puedo vivir con la última mirada de estos dos, pero no con la de mis padres, eso me rompería aún más. Así que le rogué a Ronald que no le hiciera nada a ellos, que los dejáramos fuera de esto y me prometió que así sería.

Cuando Ronald me dijo que debía pedirme matrimonio como era, nunca imaginé esto. Esto fue más de lo que llegué a imaginar, sus palabras, su gesto al arrodillarse, todo fue magnífico.

No pudimos hacer nada en las dos horas porque Arno lo llamó para avisarle que algunos hombres ya habían llegado, entonces nos tocó salir para el lugar donde se llevaría a cabo la reunión y aunque mientras íbamos en camino Ronald me explicaba cosas de las que se iban a hablar, no entendí mucho.

Estábamos ya en la sala cuando entró el que creí era el último hombre, pero unos minutos después entraron tres hombres y uno de ellos se llevó toda mi atención.

André. ¿Qué puede estar haciendo aquí? El no era un mafioso, o eso creía yo, participaba en cosas ilegales, pero no llegue a creer que estuviera envuelto en la mafia.

Me dedico una sonrisa al verme y sentí como mi cuerpo se puso rígido al instante. Verlo de nuevo, después de casi seis años, revolvió algo en mí. Se acerca hasta sentarse en la silla que está a mi derecha.

La incomodidad en la que estaba era inmensa y la mirada que me daban ambos hombres a mis lados era penetrante, uno de ellos, la persona que creo amar y el otro que me abandono sin darme una explicación, no pude mirar a Ronald, no era capaz, pero si pude mirar a André y no lo entendía o sí, quería asegurarme de que no estaba soñando.

André habla con Ronald y yo trato de concentrarme en otra cosa agarrando uno de los panecillos que hay en la mesa, pero la mano que sujeta mi brazo impide que este llegue a mi boca.

—Tiene ajo —su voz se dirige a mí, pero lo que sigue a continuación me desconcierta aún más.

Su toque quema mi brazo y estuve a punto de retirarlo hasta que Ronald me levantó de donde estaba poniéndome detrás de él.

—¡Quita tus putas manos de ella! —el arma está apuntada con una dirección exacta a su entre ceja.

—La solté en el momento que la apartaste —habla André con una tranquilidad como si no estuviera a punto de morir.

—¡Quién putas te crees para tocar a mi mujer! —exclama Ronald mientras agarra mi brazo con su mano libre ejerciendo más fuerza de la necesaria.

—Estaba evitando que muriera— explica André—. Además, apuesto a que no lleva su epinefrina.

Estoy atenta a cada palabra que dicen y para mi mala suerte es verdad lo que dice André, no llevo epinefrina en mi bolso, pues desde que supe de mis alergias siempre he evitado comer algo que me cause daño.

—No me importan tus apuestas o lo que pienses —declara Ronald.

Estoy seguro de que Ronald no se ha dado cuenta de la fuerza que está ejerciendo sobre mí, mi brazo ha empezado a picar y ponerse más rojo de lo normal.

—¿Debería dispararte ahora mismo?

—Yo que tú me lo pensaría —plantea André.

—No necesito nada de ti, así que no me pensaré nada —Ronald pega el arma a la cabeza de André, pero antes de disparar, mi gemido de dolor lo detiene.

—Me estás lastimando —afloja su agarre, pero aún me sostiene del brazo.

—¡Arno! Lleva a Isabella a la mansión —pide Ronald sorprendiéndome. No quiero irme sin él, no quiero que asesine a André.

—Me quedaré contigo —hablo casi en un susurro para que solo él me escuche.

—Te vas a ir con Arno, Isabella —van tres veces, hoy van tres veces que me llama Isabella y cada que no hace siento una presión en mi pecho.

—Quiero estar contigo —me acerco a él—. No me alejes —pido.

—Llévatela, Arno —este se acerca, pero no me toca en ningún momento.

—Mi amor —hago mi último intento. Quiero estar cerca de él, no quiero llegar a una casa tan grande y estar sola.

—Nos vemos en casa, Isabella.

—Fueron cuatro veces —digo antes de salir de la maldita sala.

Camino delante de Arno, en completo silencio, no quiero hablar con nadie porque la única persona con quien quería hablar y estar prefirió dejarme ir sin preguntarme algo.

Maldito André, me arruinó la noche, la propuesta y posiblemente mi relación con Ronald.

Subo al auto y Arno emprende el viaje hacia la mansión como se lo indicó Ronald. Miro a través de la ventana y las calles están tan solitarias como me siento yo en este preciso momento.

La mirada de Ronald era fría y la forma en la que menciono mi nombre fue peor.

Sí, estuve con André cuando viví en Inglaterra, pero nunca supe que era parte de la mafia, aprendí cosas de él y llegue a enamorarme, pero el día que estaba dispuesta a escaparme del internado, sin importar lo que dijeran mis padres, él me abandonó, cuando llegue al lugar donde siempre nos veíamos resulta que se había ido para siempre.

Lo esperé por tres días, pero nunca apareció. Volví cada día por los siguientes dos meses, sin importarme los dolorosos castigos que pudieran darme, solo tenia algo en mente y era poder encontrarlo, pero nunca no volvió, hasta hoy.

Pero era obvio que no me amaba como yo lo hacía, yo era una niña de quince años que estaba ilusionada con un hombre que le doblaba la edad, un hombre que nunca vio más allá de sus beneficios.

—Hemos llegado, señora —abren la puerta y bajo del auto de inmediato.

—Gracias —digo antes de entrar a la casa.

Subo las escaleras para llegar lo antes posible a la habitación y poder acostarme. Ahora mismo no quiero seguir pensando en André y mucho menos en la mirada de Ronald.

Antes de ingresar a la habitación recibo una llamada que contesto al instante. Aunque no quiero hablar con nadie en este momento, debo aprovechar que me está llamando, ya que en los últimos días solo se ha encargado de enviarme mensajes.

—Padre.

—Es tan difícil hablar contigo en estos días —menciona.

—He estado algo ocupada —miento. No he querido responder sus mensajes.

—No hablamos desde que escapaste del almuerzo —dice —supe que estuviste en la fiesta de Fred junto a Ronald.

Escuchar ese nombre me eriza la piel y aún más proviniendo de la boca de mi padre.

—Sí, estuvimos allí anoche —le confirmó.

—Espero no hayas hecho ninguna estupidez, princesa.

—¿Cómo que, padre? —pregunto, sé que no tendrá el valor para mencionar la palabra violación.

—No sé, algo que hiciera que el loco de tu prometido le disparara a alguien mas.

—No hice absolutamente nada, así que puedes quedarte tranquilo.

—Debo decirte algo importante Isabella —su voz toma un tono más serio. —El secreto que tenemos, ¿lo recuerdas?

—¿Cuál de tanto, padre? —Sé perfectamente de lo que habla, pero quiero escuchar que tan lejos va a llegar, si por fin esa palabra insignificante para ellos, pero dolorosa para mí saldrá de su boca.

—Lo que creíste que pasó hace diez años, recuerda que eso nunca pasó.

Claro: mi dolor, la sangre, ellos, todo fue una imaginación mía.

—Sé perfectamente lo que pasó, no estoy loca—digo —puedes estar tranquilo.

—No estaré tranquilo, nunca —dice— tu cabeza nos traerá problemas si llegas a revelarle eso a alguien.

Tarde, muy tarde para decir algo así.

—Aún sigues creyendo que imagine todo —un nudo se forma en mi garganta mientras hablo —entonces todo el dolor de mi cuerpo, la sangre, las voces de ellos, la mirada lasciva que me persigue hasta hoy, mis súplicas. Todo eso para ti yo lo imaginé.

—No hables de eso —pide— mejor hablemos del matrimonio.

Cambia el tema de inmediato. Es obvio, no se ha atrevido a escuchar como cada uno de sus locos amigos hizo lo que quiso conmigo sin importarles que yo fuera una niña de diez años.

—Nos casaremos el veinte de noviembre —revelo.

—Ya sabemos eso, los padres de él nos lo hicieron saber y estamos muy emocionados porque llegue ese día.

—¿Qué dijo mi madre? —Aunque no necesito su opinión, la quiero, quiero escuchar lo que piensa ella.

—Viajará junto a Ida para ayudarte en todo lo que necesites.

¿Me emociona saber que mi madre estará aquí? Sí, y aunque su actitud cuando escogimos los vestidos para la fiesta de compromiso no fue la mejor, me alegra saber que me ayudara en algo tan importante.

—Estarán allí el próximo fin de semana —menciona —Ida se quedará en Berlín como directora de la nueva sucursal.

—No me interesa lo que haga Ida —confieso.

—Es tu hermana, deberías ayudarla ahora que te casaras con el alemán —dice.

Ida merece todo, menos mi ayuda en cualquier cosa que quiera hacer.

—Entonces nos veremos en la boda —digo antes de terminar la llamada.

Termino la llamada antes de que mi padre pueda decir algo más. Entro a la habitación y me dirijo al closet para poder cambiarme y tratar de descansar, mientras que Ronald vuelve porque, aunque no quiero pensar en lo que sucedió en esa sala, me es imposible no hacerlo.

Mientras intento dormir, mis pensamientos viajan al pasado, a aquel tiempo donde lo conocí a él, donde creía que era él único hombre que podía amar hasta que conocí a Ronald.

Flashback

—No puedes entrar aquí —me dice el guardia que está en la puerta.

—Tengo la edad suficiente para asistir a estos lugares —miento, apenas estoy cumpliendo mis quince años.

—Muéstrame tu identificación —pide este, pero realmente no tengo nada.

—Déjame entrar —pido.

—Vete a tu casa y deja de causar problemas —cierran las puertas en mi cara.

—Realmente quería entrar.

—Puedo hacer que entres —habla alguien detrás de mí.

—¿Habla conm...?

Las palabras mueren en mi boca cuando la presencia de ese hombre me consume totalmente. Nunca en mi existencia imaginé que vería a alguien tan perfecto.

—Entiendo por qué no te dejan entrar —sus facciones están tan marcadas que parece una ilusión.

—Solo quiero bailar, prometo que no haré nada más.

—Sígueme.

Fin del flashback

Conocí a André en mi decimoquinto cumpleaños, ya que mi familia no pudo acompañarme ese día y decidieron que lo mejor era que estuviera en Inglaterra, me escape a un club donde él fue quien me permitió el ingreso. Los siguientes meses lo seguía como un puto perro hasta que termine enamorada de él.

Pude conciliar el sueño con aquel recuerdo, pero con Ronald presente en mis pensamientos.

Sentí cuando Ronald entró a la habitación, cuando se despojó de las prendas que llevaba puestas y se metió en la cama con solo su bóxer puesto, no tuve que tener los ojos abiertos para saber exactamente lo que hacía, ya que esa es una de sus rutinas nocturnas.

Acaricia de manera sutil una de mis piernas, mientras reparte besos por todo mi cuello, pero lo detengo, no quiero hacer nada con él hasta que arreglemos lo que pasó esta noche.

—No me toques —pido apartando su mano de mi pierna.

—Mi amor —habla en voz baja.

—No quiero que me toques Ronald, no lo quiero —insisto.

—¿Qué pasa? —pregunta como si en realidad no lo supiera.

—¿Me preguntas qué pasa? —me pongo de pie rápidamente.

—No te estoy entendiendo.

—¡Joder Ronald! —levantó la voz más de lo debido—. Me sacaste de la maldita sala como si no fuese nadie, me llamaste por mi nombre, me lastimaste y no te importo —le recuerdo por si lo olvido todo, cosa que no creo.

—Todo fue por nuestro bien —habla—. No debí llevarte allí, lo único que hice fue exponerte.

—Más que exponerme me lastimaste, Ronald —le confieso.

—Nunca paso por mi mente lastimarte.

—Pero lo hiciste y no hablo de la manera física —digo —dolió aquí y mucho —señalo mi pecho —la presión que se instaló aquí dolió mucho.

Lo que le digo es cierto, la marca en mi brazo no duele nada, pero la presión sigue en mi pecho.

—Mi amor —se levanta y camina hasta donde me encuentro—. No quería causar esto.

Levanta mi brazo que aún lleva su marca y lo acaricia suavemente.

—No quiero que me toques —susurro.

Posiblemente, se juntaron tantas emociones en mí que me hacen reaccionar de esta manera: primero el miedo de haber acabado con la vida de dos personas, luego la propuesta de Ronald, ver a André luego de todos estos años, como me saco Ronald de aquella sala y por último la llamada de mi padre.

—Nunca quise lastimarte, de ninguna manera, pero ver como ese hombre te tocaba y sabía algo de ti, me llenó de celos, rabia y algo más. Odie ver su agarre sobre tu mano, sus palabras al impedirte probar ese panecillo y lo peor es que fue él quien te salvo y no yo.

—Sabe muchas cosas sobre mí, incluso más de las que tú puedas saber.

—¡Odio esto! —Ahora es él quien levanta la voz—. Odio que lo hayas conocido, que hayas pasado tiempo con él y que sepa tanto de ti.

—No podemos cambiar eso— confieso—. André lo conocí en una época en la que me sentía sola y perdida, fue quien me ayudó en muchas cosas, pero al final resultó ser como todos.

—No menciones su nombre —exige.

—No me pediste una explicación allí, preferiste enviarme sola a esta casa, no dejaste que te dijera por qué él sabía eso de mí.

—Ahora ya lo sé todo— empieza a explicar. —Sé que fuiste su amante, que estuvieron por un tiempo y que al final desistió de ti.

Las palabras que acaba de decir me desconciertan. No fui su amante porque los dos estábamos solteros.

—No fui amante de nadie —digo.

—Lo fuiste, te tuvo engañada por todo ese tiempo —habla sin imaginar las posibles consecuencias —tiene una esposa y un hijo por el cual vino hasta aquí.

—¿Te alegra haber escuchado eso? —preguntó con tristeza.

—No, no me alegra para nada. Me encabrona que hayan utilizado a mi mujer de esa manera, que no valorara la persona que tenían —responde—. Pero si me alegro de que no estuvieras con él porque entonces ese sería mi fin.

—No quiero hablar más de esto —camino hacia la puerta.

—Yo quiero que hablemos, quiero que solucionemos esto —se acerca hasta donde estoy —quiero que nuestra felicidad de la tarde no se convierta en tristeza por esto.

¡Joder! Son tantas las emociones que no logro contener mis lágrimas, aunque no estoy entendiendo por qué lo hago.

—Perdóname mi amor, no quise que esto llegara tan lejos —me atrae hacia su cuerpo dándome un abrazo —solo me enoje y tuve miedo porque todos en esa sala se dieron cuenta de que eres mi jodida debilidad, que podrán ir tras de ti y dañar todo lo que soy.

—Me sacaste de allí como si no fuera nadie —le recuerdo.

—Y me arrepiento de eso.

—Me lastimaste.

—Me odio por ultrajar tu piel de esa manera, me odio por hacer que tu corazón doliera.

—Me enviaste sola a casa.

—Y me odio por eso, porque quería volver contigo e hiciéramos lo que pospusimos en el lago.

Me hace caminar junto a él hasta que llegamos de nuevo a la cama y nos acostamos. Él sigue abrazándome de la misma manera, mientras que yo estoy de espalda hacia él.

—¿Qué quiere él? —si le reveló todo eso a Ronald, lo más probable es que yo no esté en sus planes.

—Su hijo fue secuestrado por los rusos y sospecha que su padre tiene algo que ver —aclara —así que quiere el contacto de Jasha y que yo participe en la muerte de su padre, si le ayudo en eso me dará la tercera parte de su territorio en Inglaterra.

—Eso quiere decir que no lo mataste —digo.

—Fue todo lo que quise hacer durante la reunión, pero los demás quieren el territorio que él ofrece y muy a mi pesar yo también lo quiero, pero no puedo ayudarlo —dice—. Le soy fiel a los rusos.

Si André tiene una esposa y un hijo, eso significa que solo quería jugar conmigo, que a pesar de todo el tiempo que me dedicaba, lo único que quería era satisfacerse él. ¿Todos los hombres en este entorno son así?

No quiero compartir a Ronald con nadie, por más que me haga odiarlo en ocasiones, que sus celos lo descontrolen o incluso el mismo quiera estar con otra, nunca lo permitiré.

—Le dije que lo ayudaría con lo de su padre, pero lo de su hijo lo tendría que resolver él solo.

—Mañana saldré con Marga —trato de cambiar la conversación, no quiero hablar más de André.

—Mañana iríamos a la empresa —menciona.

—Marga me necesita —es falso, pero quiero alejarme un poco de él, pensar en todo lo que pasó.

—Podemos ir a la empresa en la mañana y la tarde puedes salir con tu amiga —propone.

—No, me pidió que la acompañara a hacer algo importante.


NOTA DEL AUTOR 

 He aquí el nuevo capítulo, espero que lo disfruten porque yo lo hice mientras lo escribía. 

 Fueron muchas emociones para la rubia. 

 ¿Próxima actualización? No lo sé aún, pero si comentan mucho «MUCHOOOOOOOO», les aseguro que adelanto la actualización. 

 Quería decirles que lo que se viene es drama, ya pasó la etapa bonita, ahora si creo que vamos a sufrir un poco. 

 Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.

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