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CAPÍTULO 38

RONALD

Estaba saliendo el sol cuando por fin llegamos a la mansión. Isabella no ha mencionado palabra alguna desde que susurró ese «he terminado» y me preocupa porque lleva dos horas en el baño, con su mirada perdida y aunque sabía que algo así podía suceder, me enoja ver que aunque ellos estén muertos, aún sigue atormentada.

—Deberías salir ya —me acerco hasta la bañera.

No hace el intento de moverse o mirarme y realmente me preocupa que este así, debí encargarme de esto yo solo.

—Mi amor, mírame —la atraigo de las mejillas lentamente y me arrepentí de hacerlo.

Sus ojos están completamente rojos, empañados e hinchados, lleva dos horas llorando, no puede seguir así, me niego a verla de esta manera.

La sacó de la bañera sin importar mojar la ropa que llevo puesta. La dejo sobre la cama y busco algo con que secarla mientras ella se quedaba en la misma posición.

—No deberías derramar ni una lágrima por ellos, suficiente con las que derramaste hace años —susurro mientras voy secando cuidadosamente su cuerpo.

—He matado a dos personas —su voz sale en un pequeño susurro que apenas logro entender.

—Dos personas que te hicieron el peor daño —la corrijo.

—Mate a dos personas —insiste.

—Lo hicimos juntos —digo —fue una liberación, algo que nos ayudara a estar bien.

—Tengo miedo por lo que pasara —no soporto ver esos preciosos ojos con ese color y ese brillo de dolor.

—No hay de que temer, mientras estemos juntos, nada pasara. —le aclaro. Haré hasta lo imposible para que nada malo le pase.

—Tengo miedo de cuando llegue el turno de mis padres —un temblor recorre todo su cuerpo cuando habla.

No voy a decir lo que me revelaron esos hijos de puta de que su madre es la que mayor culpa tiene aquí, aunque aún no logro entender por qué Hilda hizo eso. En el ambiente que vivo, los padres hacen atrocidades con sus hijos, pero las madres se empeñan en proteger, cosa que la madre de Isabella nunca ha hecho.

—Puedo hacerlo yo solo, no tienes que volver a vivir algo así —digo, pues es lo que he estado pensando porque la venganza que prepararé para Hilda no tiene marcha atrás.

—No quiero que los mates —me complica las cosas con esto, porque lo que voy a hacer es todo menos dejarlos vivos.

—No voy a prometerte nada —digo.

—Son mis padres, no quiero vivir sabiendo que fui yo quien los mato.

—Soy yo quien lo hara —respondo.

—Lo harás por mí, así que la culpable seré yo —explica—. Por favor no los mates, no podré vivir con algo así.

No se lo voy a prometer, no voy a decirle que no lo haré, porque está más que obvio que sí y más sabiendo lo que me confesaron hoy.

—Vamos a descansar porque necesitamos salir en la noche —digo mientras me quito los zapatos para seguir con la ropa que tenía puesta.

—Ronald. Por favor —sus ojos gritan una súplica la cual insisto en ignorar, pero no puedo hacer eso con ella y aunque esta será la primera promesa que romperé en toda mi vida, decido hacerla.

—Te lo prometo —deslizo esas tres palabras sabiendo que es la primera promesa que no le cumpliré.

—Son mis padres —susurra luego de que estamos acostados.

—Lo sé, mi amor. Lo sé.

Mientras la observo ir perdiendo la noción del tiempo, acaricio su cabello, el cual se encuentra aún húmedo.

¿Cómo es que puede ser tan blanda a pesar de todo lo que le hicieron?

Si yo hubiera pasado por algo así, no me temblaría la mano en acabar con todas las personas, si incluso esas personas fueran mis padres, pero al parecer ella aún guarda una pequeña esperanza de que su familia pueda ser diferente con ella, que la acepten como parte de ella.

—Eres la persona más inocente que he conocido y soy consciente de que este mundo no te merece, nosotros no te merecemos —me volteo hacia un lado para poder observarla.

Es hermosa, inteligente, bondadosa, ingenua y no le da miedo demostrar sus sentimientos. ¿Qué otra persona puede estar tan completa como ella?

Dos horas logró dormir antes de que despertara pidiendo que la soltaran —es un hecho de que esto trajo recuerdos—.

Estamos en la mesa tratando de comer lo que Blanca preparó para nosotros, pero si Isabella ha dado tres bocados de la comida es mucho.

—Vamos a salir a caminar antes de que me acompañes a la reunión que tengo —llamo su atención.

No pensaba llevarla, pero la mejor opción es que me acompañe a que se quede sola en esta casa.

—Quiero estar aquí —pide.

—Concédeme esto, acompáñame. ¿Te acuerdas que prometí llevarte a un lugar? —le recuerdo lo que le prometí el día que salí a la reunión con los israelíes.

—Quiero dormir —confiesa.

—Acompáñame y te prometo que te dejaré dormir todo lo que quieras los próximos cinco días.

—Luego de esos cinco días deberé buscar un trabajo —dice mientras intenta llevarse otro bocado de comida.

—También te dije que te tenía una propuesta —no sé si vaya a aceptar, espero que sí —en una de las empresas hay un puesto para ti.

—No quiero trabajar para ti —lo que dice me causa molestia.

—¿Qué hay de malo en eso? —pregunto.

—Todos dirán que estoy allí por ser tu mujer —confiesa.

—No debería importante que piensen ellos —pido —tú estarás allí por tus capacidades.

Mira por un rato el plato de comida y sé que se está debatiendo entre aceptar el trabajo o esperar una oferta de su amigo que jamás llegará, pues el puesto que tenían para ella lo ocupó otra persona y yo le pedí que no le consiguiera nada porque ella tiene su empleo asegurado, a mi lado.

—¿Alguien perdió su trabajo para yo poder obtenerlo? —pregunta.

—Nadie perdió su trabajo, ese puesto es tuyo desde que supe lo que estudiabas —es una mentira disfrazada de verdad.

—¿Qué puesto tendré? —pregunta.

—¿Tienes algo en mente? —pregunto, aunque sé perfectamente el puesto que tendrá.

—No, me dijiste que ya tenías algo para mí.

—Sé que estudiaste administración de empresa y aunque amaría tenerte a cargo de una de mis empresas, soy consciente de que rechazarías el trabajo —explico—. Por eso serás la nueva gerente de proyectos en la empresa hotelera —sus ojos se iluminan al escuchar esto último.

—¿De la empresa hotelera? —pregunta y siento cómo sus ánimos empiezan a cambiar.

—Esa misma. ¿Te gustan los hoteles?

—No los de lujo, pero me gusta trabajar con ellos —responde.

—Si quieres, mañana podemos visitar la empresa —le aconsejo, seguramente esta sea la mejor forma para que olvide lo que sucedió.

—Sí.

—Entonces mañana iremos.

La oficina que estaban arreglando quedó preciosa y me gusta porque está a cinco pasos de distancia de la mía y aunque quisiera tenerla directamente en mi oficina lo veo imposible, ya que estoy seguro de que haríamos todo menos trabajar.

—Ahora vamos a ponernos algo que nos cubra del frío para que podamos salir —me levanto de mi puesto y me acerco a ella.

Nos vestimos con algo formal, pero no tanto porque en la noche nos dirigiremos a la reunión que programe con los líderes.

Vamos directo al lago donde la he querido llevar desde que la conocí a ese lugar que siento tan mío como ella y aunque hoy esté haciendo un frío de mierda estoy seguro de que mi propuesta lo hará sentirse cálido. Aunque esta no era la manera, ni el día o el lugar donde le pediría matrimonio, decido adelantarlo todo.

La observó en intervalos de tiempo y aunque hace unos minutos se veía emocionada con la propuesta laboral, ahora su semblante volvió a ser el mismo de cuando llegamos a casa.

—Te encantará el lugar a donde vamos —la miro cuando detengo el auto.

—Estoy segura de eso —responde mientras intenta sonreír.

—Iba allí desde que tengo uso de razón —le confieso. Ese lugar era como mi escape en los momentos difíciles.

—Entonces debes conocerlo muy bien —denota.

—Solo la parte donde me refugiaba.

Continúo conduciendo por aproximadamente cuarenta minutos, el lugar está muy alejado de nuestra casa, pero valdrá la pena llevarla allí.

Al llegar estacionó el auto, lo más lejano de donde se encontraba la multitud. ¿Cómo hacen para nadar en un lago con este clima?

—¿Una playa? —pregunta cuando bajamos del auto.

—En Berlín no hay mar —respondo—. Este es el lago muggelsee.

—¿Tan grande?

—Sí, y es hermoso —declaro —. ¿No lo crees? —pregunto.

—Nunca había estado en un lago —camina ignorando mi pregunta.

Apresuro mi paso para alcanzarla, tomarla de la mano y caminar junto a ella. Caminamos juntos hasta que divisó la pequeña y acogedora cabaña, en la cual estaremos las próximas tres horas y donde me arrodillaré frente a ella.

—Vamos por aquí —le señalo otro camino.

—Quiero estar cerca del agua —dice.

—Allí estarás más cerca del agua —digo.

La pequeña cabaña la adquirí cuando estaba iniciando a trabajar con mi padre, hace aproximadamente trece años y aunque he podido convertirla en una gran mansión, prefiero conservar su esencia, lo pequeña y acogedora que es.

—Esto se ve hermoso —dice la rubia cuando nos acercamos a la cabaña.

—Debes mirar el otro lado, es aún más hermoso —digo.

Tomo nuevamente su mano y caminamos hasta el otro lado de la cabaña, donde se puede apreciar casi todo el lago.

—Esto es hermoso, Ronald.

—¿Te gusta? —interrogo.

—Me encanta. Es hermoso, tranquilo, fresco, —explica —además se ve hogareño.

Camina hasta el borde de la cabaña y se queda observando el lago mientras yo grabo la hermosa imagen de ella en este justo momento, «para algunos estaré loco, pero para mí es lo correcto». Quiero memorizar cada cosa que pase junto a la rubia por más mínima que sea.

Me acerco a ella y la abrazo desde atrás. El día es frío, pero con ella a mi lado se siente cálido.

Nos quedamos por un tiempo en la posición que estamos hasta que ella rompe el silencio.

—¿Crees que algún día mis padres me vean como su hija? —pregunta casi que en un susurro.

—No lo sé, pero no necesitas aprobación de ellos —digo

—La necesito como no lo imaginas, son mis padres y quiero que me vean como su hija. Como lo hacen con Ida y Poldi —explica.

—No los necesitas —declaro.

—Los necesito para sentirme completa. —habla—. Necesito a mi padre para que esté a mi lado, mi madre para que me aconseje o me ayude a escoger mi vestido de novia —expone —mi hermano para que te patee el culo cuando me hagas llorar, una hermana que no me odie.

Como no tengo acceso a su mirada no me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que una de sus lágrimas para en mi mano.

—Tienes a mi familia —digo —mi padre estará a tu lado, mi madre te dará consejos, Anja será esa hermana que no te odia y yo nunca te haré llorar.

—No es lo mismo.

Sé que no es lo mismo, sé lo importante que es la familia, pero a los Benz les quedó muy grande tener a Isabella como hija, no la merecen.

Doy unos pasos y me quedo frente a ella.

—Quiero que tengas presente, que no has hecho más que amar y estar para tu familia, eres especial, única y nadie en este puto mundo podrá cambiar eso.

Trata de bajar su mirada, pero se lo impido, ella es Isabella, la reina de Alemania, todos a su alrededor respiran por y para ella, así que nunca debe bajar su mirada.

—Nos tenemos el uno al otro, construiremos una familia, la cual le demostrara al mundo entero que no necesitas de tus padres para ser feliz.

—Debo aceptar que nunca me darán el mismo amor que les tengo —me mira.

—Yo te daré mucho más.

Puede que mi amor sea diferente, pero llenaré cada vacío que ha tenido.

—Te odio —siento algo en mi pecho al escuchar esas palabras—. Te odio porque haces que todo sea diferente, aunque esta vuelta mierda, porque me das más amor del que alguna vez recibí.

—No vuelvas a decir algo así—le pido —no quiero escuchar esa palabra nunca más, no de ti.

Antes de poder mencionar una palabra más, me abraza fuertemente y susurra innumerables te amo que vuelven mi corazón un poco más cálido haciendo que la molestia de hace un momento desaparezca.

—Eres la única persona que me ama —me mira —y voy a protegerlo como no te imaginas —confiesa.

—No tienes que protegerme. Soy tuyo completamente.

—Como yo soy tuya —confirma.

Entramos a la cabaña donde se nos pasa casi toda la tarde charlando. Cuando el cielo se empieza a oscurecer y a lo lejos se logra ver un atisbo de medio atardecer, decido dar el siguiente paso.

Aunque imaginé que la pedida de mano sería algo diferente donde hubiera flores y personas presenciando el acto, pero no importa porque lo haré a mi manera y de una forma que ella jamás pueda olvidar.

Me pongo de pie y le ofrezco mi mano para que volvamos a salir donde estuvimos cuando llegamos.

—Hace frío —su cuerpo se estremece cuando estamos afuera.

Paso mi saco por sus hombres para poder abrigarla un poco más.

—No lo hagas —intenta quitarse el saco. —tú debes tener frío.

Niego alejándome de ella para poder encender los faroles del lugar.

—Isabella —la llamo por su nombre, cosa que hago raramente.

—Mi amor, llámame mi amor —pide.

—La rubia que huyó cuando me presente como su futuro esposo —empiezo a hablar cuando estoy cerca a ella—. Mi dulzura, la primera y única mujer que amaré por toda la eternidad.

Me inclino ante ella, pero retrocede.

—Esto no se acerca a lo que imagine cada vez que te veía dormir —confieso—. Pero estoy aquí en mi lugar favorito y junto a la mujer que amo— sus ojos empiezan a cristalizarse con cada palabra que digo.

—No lo hagas —dice casi en un susurro.

—Tú eres la mujer que amo, a quien deseo cada segundo de mi vida, a quien pertenezco, la única que quiero que despierte a mi lado. La mujer que me eligió —digo ignorando su pedido.

—Yo no te elegí —dice.

—Nos elegimos mi amor, es algo mutuo, de nosotros —afirmo.

Lágrimas resbalan por sus mejillas, entonces apresuro lo último que debo decirle.

—Yo quiero estar el resto de mi vida contigo, sé que es repetitivo, pero no puedo evitar decirlo en cada momento, es por eso que —tomo un respiro profundo «creí que esto sería fácil, ya veo que no»—¿tú quieres pasar el resto de tu vida conmigo? —pregunto.

—Yo.

—Déjame reformular mi pregunta —¿Tú Isabella Benz quieres ser la esposa de este hombre que promete acompañarte hasta el último suspiro de su vida?

—¡Ay dios!

—Isabella, respóndeme —pido—. Nunca he estado nervioso y estoy muriendo —confieso.

—Sí, Ronald, quiero estar contigo, pero hasta el último suspiro de mi vida —responde y siento cómo el aire sale de mis pulmones.

—Eso significa que ahora nuestro compromiso es real, porque lo quisimos —digo mientras deslizo la pequeña argolla en su dedo.

—Eso significa que seré la señora Richter.

—Y mi reina —completo. —te amo —digo al ponerme de pie —te amo demasiado.

—Y yo te amo a ti —aclara.

La abrazo antes de llenar su rostro de besos hasta llegar a sus dulces labios.

—Nuestra celebración la haremos en casa —me separo un poco de ella.

—Podemos celebrar aquí —acaricia mis brazos de una manera seductora.

—Que más quisiera que pasar contigo la noche aquí, pero debemos asistir a una reunión —maldita reunión, si hubiera tenido en cuenta que adelantaría mi propuesta, habría retrasado la reunión.

—¿A qué hora es la reunión? —pregunta.

—Debemos estar a las siete —respondo.

—Entonces tenemos dos horas para iniciar la celebración y terminarlo luego en nuestra casa.

☙❧

Hace unos quince minutos llegamos al lugar de la reunión e hice que Isabella se sentara a mi lado, de ninguna manera permitiría que se quedara fuera de mi vista, además quiero que todos los jefes de este lugar se den cuenta quien es la persona que está por encima de cada uno de nosotros.

—¿Esto demora mucho? —me susurra la rubia.

—Un poco —afirmo.

Estamos esperando al resto de los jefes que confirmaron que vendrían a la reunión, además un hombre cuyo nombre desconozco quiso unirse a la reunión y de acuerdo a la información que me brindó, Antón es hijo de uno de los capos de Inglaterra que reside aquí en Alemania.

—alemán —saluda Rutter al entrar.

Con la llegada de él, faltaría Loki, Frey y el hombre del cual desconozco su nombre. Seremos en total doce hombres y una mujer.

Pasados diez minutos llegan los tres hombres que faltaban y se acomodan en los puestos que se encuentran desocupados.

Damos inicio a la reunión y cada uno plantea sus puntos y lo que podrán darme con el objetivo de ofrecerles seguridad, dinero, armas y drogas porque saben que el único que tiene el poder de dar algo de lo ya mencionado soy yo.

Isabella está tensa y no me ha dirigido la mirada desde que llegaron los últimos hombres, por el contrario, en ocasiones mira al tan André que se encuentra sentado a su lado izquierdo.

—Mi padre quiere una sede aquí en Alemania —habla —pero yo solo quiero una cosa tuya.

Mira con cinismo a Isabella y siento cómo mi cuerpo se calienta en el momento.

—¿Qué quieres de mi André?

—Quiero... —Isabella intenta llevarse un panecillo a su boca, pero este le toma la mano antes de decir—tienen ajo.

Se conocen, él la conoce. ¿Lo que quiere es a mi mujer?

—¡Quita tus putas manos de ella!

Le apunto con mi arma mientras levanto a Isabella y la pongo tras de mí.



NOTA DEL AUTOR 

 Sé que dije que los capítulos serían lunes y viernes, sé perfectamente que el capítulo debió salir ayer. Pero les pregunto, ¿nunca han tenido que posponer algo? Pues yo tuve que hacerlo porque aparte de escribir, hago muchas cosas que son mi prioridad. 

 Así que voy a dejarles claro y los que quieran seguir aquí se los agradeceré enormemente. Las actualizaciones no tendrán día fijo, actualizaré cuando yo pueda, así que por favor no me pregunten cuando actualizo porque esto me frustra y hasta me causa bloqueo porque estaría escribiendo por obligación y no por gusto. 

 Quería anunciarles que ayer publiqué el segundo libro de la trilogía amores de la mafia, el cual es Perversa Obsesión, espero de corazón puedan darle la oportunidad. 

 Muchas gracias por estar aquí, comentar, votar y compartir el libro, realmente lo agradezco.

 Recuerda que votando y comentando estás apoyando el libro.

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