CAPÍTULO 37
RONALD
Algunos periodistas que habían antes de ingresar al salón nos tomaron algunas fotos e hicieron algunas preguntas que de milagro no se salieron de contexto —pero obvio, no estaban los mismos tres periodistas que se han encargado de seguir mis pasos—.
Veo como Fred se acerca hasta donde estoy con Isabella y ella hace ademán de posicionarse detrás de mí, pero se lo impido.
—No temas, estoy aquí contigo —digo —no puede o podrá hacerte daño —confirmo.
—El mismísimo Ronald Richter —intenta darme un abrazo, pero retrocedo.
No quiero sus sucias manos sobre mí.
—Fred Miller. Un gusto volver a verte —hablo.
—¿Isabella, eres la pequeña Isabella? —trata de acercarse a ella, pero mi mirada matadora se lo impide.
Si se atreve a hacer eso, creo que lo planeado fallara y derramaré la sangre de él aquí mismo.
—Debes conocer a mi prometida, Isabella Benz —hablo.
—Oh... claro, la conozco muy bien —su sonrisa me hace desear cada vez más estrellar ese viejo rostro contra alguna de las mesas del lugar.
—Nos vimos hace un mes, ¿lo recuerda? —la voz de la rubia sale lente.
—Fue un fortuito encuentro, lástima que allá terminado de esa manera.
—No considero que fue fortuito, mis padres lo planearon —habla esta vez con más seguridad —lastimosamente supongo que no pudiste conseguir lo que querías —menciona esta.
—Conseguí más de lo que quería —expone —y conseguí atraer nuevamente a la familia Richter.
—Aún no sabemos qué puede pasar —hablo yo.
—Pero estoy seguro de que no vas a desaprovechar mi oferta, la petrolera está dejando mucho dinero —declara—. ¿Recuerdas a Kurt? —pregunta esté a Isabella con un poco de burla —estará encantado de volverte a ver.
Kurt Weber, uno de los agresores de Isabella, esta noche parece que se pone aún más interesante.
—Disfruten de la fiesta —dice Fred antes de marcharse.
Sostengo a Isabella de su mano y camino hacia una de las mesas que está más alejada de toda la multitud, surgió algo en mí y espero que ella lo acepte.
—¿Cómo te sientes? —pregunto antes de proponerle lo que tengo en mente.
—Estaba tranquila hasta que mencionó a Kurt, no imagine que él estuviera aquí —sostengo sus dos manos tratando de transmitirle calor.
—Eso es una ventaja para nosotros —me mira con sus ojos muy abiertos—. Podemos hacer una doble venganza y salir de ellos dos esta misma noche —le sugiero.
—¿No es muy arriesgado? —pregunta con inquietud.
—No trabajan con el gobierno y no tienen ligues con la policía y aunque tengan mucho dinero podemos crear algo para que los involucre a ambos y parezca un escape —sugiero.
—No seré capaz de asesinar dos personas —habla en voz baja.
—Estarán casi muertos para cuando llegues tú, lo único que necesitamos es que vean tus ojos llenos de gloria porque te deshiciste de ellos —confieso.
—No es que no quiera, pero siento que esto es mucho, no sé.
—Puede ser mucho para ti —digo —pero para mí es poco, además podremos terminar esto antes de nuestra boda.
—Ahora tengo miedo, pero vamos a hacerlo —se levanta con entusiasmo —todo sea para que disfrutemos de nuestra boda.
—Así quiero verte siempre, que el miedo no te limite —me levanto de la silla.
Me dedica una media sonrisa y después me pide que bailemos mientras pasa el tiempo para marcharnos. No me niego y me dirijo a la pista junto a ella donde empezamos a bailar al son de la dulce melodía que se escucha de fondo.
Cada vez que la miro a los ojos, mi amor por ella se triplica y me juró hacerla feliz hasta el más mínimo momento, protegerla y darle los placeres de la vida que le han sido negados, porque ella es la única persona que merece ser amada y protegida.
Bailamos varias canciones hasta que observo la hora en mi reloj, va siendo media noche y se supone que faltaría menos de tres horas para que recojan a Fred, pero debo avisar que ya no es un solo hombre sino dos que deben llevar al depósito.
—Salgamos un rato—. Le pido a Isabella cuando me detengo.
—No puedo caminar mucho, —señala los zapatos que lleva puestos —puedo esperarte allí sentada.
—Ni loco te dejaría sola con ellos —le recuerdo —si debo sacarte en mis brazos lo haré, pero no te dejaré aquí.
—Vamos —sostiene mi brazo y hace que empecemos a caminar —perdí la noción de donde estamos —revela.
—Y del tiempo, es casi medianoche —manifiesto.
—Ya casi es hora —frota sus manos sobre el vestido —tres horas para que él esté allí.
—Ellos, dulzura. —le corrijo—. Recuerda que ahora son dos.
Salimos hacia un jardín donde le pongo mi saco para cubrirla del viento que pega a esta hora de la noche —el clima de octubre está hecho un desastre— me posiciono frente a ella mientras marco el número de Néstor.
—Ya estamos listos, señor —habla este apenas atiende el teléfono.
—Cambio de planes —digo—. Ahora son dos hombres los que deberán llevar al depósito.
—Descripción del otro o ¿cómo sabremos cuál es? —dice.
—Lleva un traje gris claro, su estatura es aproximadamente uno sesenta, de cabello canoso y sobrepeso en su cuerpo —detallo lo que observe de Kurt—, pero te llegará una foto de él en este preciso momento.
Pongo en espera la llamada y le envió la foto que consiguió Evans hace un tiempo para mí.
—Es ese —expongo —aunque intentaré enviarte una foto cuando lo vuelva a ver.
—En tres horas los tendrá en el depósito.
—Los cortes los dejaremos para cuando yo llegue, tengo otros planes antes de hacerlos —informo.
—Como ordene señor.
Cuelgo la llamada y le indico a la rubia que se acerque, debemos ingresar porque Fred va a anunciar su patético nuevo progreso con las petroleras que en este momento están pasando a ser mías —creía que ganaría conmigo, pero está perdiendo más de lo que tiene—. Sostengo nuevamente su mano hasta que entramos y escuchamos el discurso de este.
—Hace años me dediqué únicamente a mi familia y mantener las petroleras de la familia Miller en la posición más alta del país —todos los presentes aplauden cuando escuchan esto —hoy estoy agradecido con cada uno de ustedes por ser partícipe de todo esto, porque sin ustedes una parte no se hubiera logrado.
—Padre, mereces todo lo que tienes —habla Kevin, el hijo mayor de este.
—Ahora mismo me alegra anunciar que nuestra petrolera se expande a China —todos aplauden su supuesta victoria.
Su esposa e hijos se acercan a él, lo abrazan y felicitan como si fuese el logro más grande que haya obtenido una persona en la tierra. Yo tengo cuatro veces más.
—Me dijeron que estabas preciosa, pero quise comprobarlo con mis propios ojos —habla alguien detrás de nosotros —Isabella.
Nos giramos y la persona que vemos nos ofrece la mano, mano que no recibimos porque no nos interesa.
—Buenas noches —habla Isabella educadamente. «No debería serlo, no con este tipo».
—Estás tan hermosa como lo dijeron y lo supuse.
—Deberías callar tu puta boca antes que la llene de plomo —hablo sin ningún atisbo de diversión, estoy odiando cada palabra que sale de su puta boca.
—alemán —su mirada se dirige a mí y se sorprende.
—Debieron ponerte al tanto que esta hermosa mujer ahora es mía y quien se atreve a mirarla con esos ojos no vive para contarlo —amenazo.
—Solo estaba admirando su belleza —sus hombros se hunden como si tuviera vergüenza.
—Soy el único que puede hacerlo, soy el único que admira la belleza de mi mujer.
—Lo siento —dice.
—No bastará con tus disculpas.
El hombre se retira sin mencionar una palabra más o mirarme a los ojos —igual, nunca pudo hacerlo—.
El tiempo empezó a correr de manera rápida mientras algunos colegas de Fred se acercaban a ofrecerme sus empresas, acciones o algunos tratos que según ellos podrían beneficiarme, pero nada de lo que dicen me importaba.
Yo soy quien escoge su gente, la gente no tiene derecho a escogerme.
☙❧
—Escúchame Isabella —le pido.
Hace unos minutos llegamos al deposito y le estoy pidiendo, no, exigiendo que se quede aquí hasta que sea hora de que ella pueda enfrentarse a ellos.
—No quiero quedarme aquí sola —dice.
—No quiero dejarte, pero este es el plan, todo va como lo teníamos —le recuerdo.
—¿Podemos cambiar esta parte del plan? —pregunta.
—No, mi amor, debe ser como lo teníamos —declaro —quiero que entres a lo último.
—No quiero estar mucho tiempo sola.
—No lo estarás, trataré de agilizar todo —me levanto —Arno estará afuera por si necesitas algo —digo antes de salir.
Salgo y cierro la puerta a mi paso. No puedo permitir que ella observe todo lo que estamos a punto de hacer porque, aunque ella parezca fuerte y lo sea en algunas cosas, su mente es muy débil para soportar todo esto.
—No la dejes dirigirse a la planta de abajo —le indico a Arno.
—Como ordene.
Bajo las escaleras que me dirigen al cuarto donde llevaron a los dos hombres, donde estarán por última vez antes de que sus cuerpos sufran y sus almas —si es que tienen— vayan directo al infierno.
Al entrar hago que descubran sus cabezas para que puedan observar quien es la persona que tiene frente a ellos.
—Sabía que eras tú —dice Fred.
—¿Cómo es que sabías que era yo? —pregunto.
—Porque tu repentina propuesta la noté sospechosa —sigue hablando con tranquilidad.
—Si es así. ¿Por qué aceptaste?
—Porque me la jugué por el lado de que si querías ampliar tus sucios negocios —habla.
—Debiste irte por la segunda opción, aunque seguramente igual estarías aquí —sonrió al hablar.
—¡Yo no tengo nada que ver en lo de ustedes! —grita el gordo.
—Oh... Claro que tienes que ver y mucho —lo miro. —Hay una razón por la que ambos están aquí y estoy seguro de que ya lo dedujeron.
—Yo no sé nada, no he hecho nada en contra tuya —habla Kurt—, lo único que hice fue admirar la belleza de...
Sus ojos se abren como plato y después niega, obvio que acaba de dar en el clavo.
—Bingo. —digo—, acabas de descubrir porqué estás aquí.
—No pudo haberte contado nada —sigue hablando Kurt —era muy pequeña.
No logro resistir a lo que dijo, claro que era muy pequeña para aguantar todo lo que le hicieron. Mi puño se estrella en su cara haciendo que algo en ella suene.
—¡Era una niña, bastardo! —grito— una niña que pedía que pararan y ustedes no lo hicieron.
Golpeo nuevamente su rostro sin querer parar.
—Hubo alguien que nos pidió que lo hiciéramos —habla Fred—. Su madre nos dio el permiso.
Esta mujer no tiene límites. ¿Cómo pudo hacerle eso a su hija de diez años?
—Eso es lo que menos importa, ahora mismo quiero que ustedes paguen por el daño que le hicieron a Isabella.
—Podemos pedirle perdón, darle todo lo que quiera —habla Fred.
—No nos interesa nada de esto, mi mujer ha sufrido durante 3376 días desde que ustedes ultrajaron su cuerpo —camino hacia donde están perfectamente ordenadas las herramientas que se utilizaran en ellos.
—Perdona nuestras vidas, te juramos hacer lo que nos pidas —empiezan a suplicar, pero ignoro cada palabra que sale de la boca de ellos.
Me giro cuando alcanzó uno de los pequeños cuchillos, pero antes de iniciar a cortar sus cuerpos les ofrezco algo que uno de ellos deberá aceptar.
—Le daré el perdón a uno de ustedes —digo con burla, pues es obvio que ninguno lo obtendrá.
—Lo que sea, haremos lo que sea —pareciera que estuvieran coordinando sus palabras.
—Uno de ustedes se follará al otro y hará como que lo disfruta —explico.
—No haré algo tan repugnante —habla Fred.
—Yo lo haré, por mi vida haré lo que sea —Fred y yo lo miramos al mismo tiempo.
—¡Eres un puto loco! —le grita este.
—Por mi vida haré lo que sea.
Entablan una discusión entre ellos y no alargo más mi tiempo, empiezo a hacer cortes en sus cuerpos contando cada uno de ellos, no me importan sus gritos, sus súplicas o la sangre que está brotando de ellos. Ahora mismo lo que me imagino es a una pequeña rubia siendo maltratada.
—Saben que no le concedo el perdón a nadie —les digo cuando llevo un total de mil cortes en cada cuerpo.
Hago que Néstor y Raúl entren a la habitación para que sigan con el siguiente paso, necesito verlos destruidos, sufriendo y rogando una y otra vez por un perdón que ni en su reencarnación tendrán.
Néstor y Raúl se encargaran de la parte sexual y de hacer los siguientes mil cortes en cada cuerpo, necesito llegar a 3376, el total de los días que lleva Isabella sufriendo por la atrocidad que cometieron con ella.
Ahora, mientras espero que ellos terminen, pienso en la venganza hacia su madre. Hilda debe sufrir lo suficiente, no merece morir rápido, merece tortura de años, los mismos años que ella lleva torturando a mi rubia.
No subo a la oficina porque estoy seguro de que Isabella querrá bajar conmigo y aún no es momento para eso, aún faltan algunas cosas más antes de que ella pueda acercarse.
Los gritos de dolor se escuchan hasta donde estoy y soy consciente de lo loco que estoy por disfrutar de ellos, de querer arrancar más para mi diversión.
Dos hora después salen Néstor y Raúl sonriendo como si no acabaran de violar a dos ancianos.
—Mil trescientos setenta y seis cortes para cada uno —habla Néstor.
Llevan un total de dos mil trescientos setenta y seis, cada vez mas cerca del final.
—Las pinzas. ¿Pusieron las pinzas? —pregunto.
Necesito unas pinzas en sus genitales las cuales puedan causarles dolor, ardor y a la vez picazón y como no quería ensuciar mis manos en eso se lo pedí a ellos.
—En el lugar donde pidió —responden.
—Saben, deben regresar en una hora.
Cuando ellos se marchan decido ingresar a la habitación y todo es un completo desastre, los hombres están tirados en el piso mientras se remueven de dolor —lo importante es que aún no han muerto— me acerco hasta donde está Fred y lo muevo con mis pies.
—Por favor, no sigas, esto es más de lo que le hicimos a ella —habla entre gemidos de dolor.
—Esto apenas empieza, su dolor terminará cuando ella lo decida —hablo.
—No merecemos esto —habla Kurt—nuestra familia te encontrará, tenlo por seguro. Él vendrá por ti.
—Todos pueden venir, pero ninguno saldrá vivo —respondo.
—No conoces a mi hijo, nunca ha estado aquí y él podrá contigo —balbucea.
Mientras ellos siguen quejándose de dolor y diciendo cuanto se les ocurre, yo me acerco a la mesa y alcanzo una pequeña sierra para el siguiente paso, sus asquerosas manos.
Primero corto los dedos de Fred, fue él quien llevo a la rubia a esa habitación, fue el primero en violarla y fue el culpable en que todo sucediera.
—¡Para, por favor, para! —grita con desespero.
—¿Qué hiciste cuando ella te pido que pararas?
—Nada, pero por favor para, moriré a este paso.
—Vas a morir, pero aún no. Hay muchas cosas que faltan por hacer.
Cojo su otra mano y antes de cortarla por completo le hablo.
—Estas asquerosas manos estuvieron sobre un inocente y hoy será el último día que estén junto a tu cuerpo.
Paso la sierra sin ninguna piedad, haciendo que la sangre alcance mis zapatos, pero ahora mismo no importa. Permito que el médico entre y cure lo que queda las manos de este junto con las de Kurt que acabo de cortar, por más que quiera verlos morir ahora mismo, no se puede, tienen que sufrir.
Néstor entró hace un momento e hizo que ambos hombres se sentaran, ya que están a un punto que sus vidas dependen de un suspiro.
—¿Crees que aguanten otra hora con ustedes? —pregunto.
—Haremos que aguanten —responde.
—Los quiero vivos, faltan dos cosas antes de que puedan morir —digo antes de salir de la habitación.
Llevamos casi seis horas en esto y aunque quisiera alargar el dolor, no puedo, debo agilizar porque Isabella está impaciente y ha tratado de salir en algunas ocasiones, así que esta será la última vez que los muchachos entes con ellos para hacer los últimos cortes en sus cuerpos y que Isabella le pueda dar fin a esto.
ISABELLA
Seis horas me tuvo Ronald en esta oficina. Seis horas donde mis nervios en vez de disminuir incrementaron en un nivel máximo —¿si algo malo estaba sucediendo? — Pero si eso pasara, Arno me lo hubiera hecho saber en los momentos que intente abandonar la oficina.
Por el contrario, una mujer de avanzada edad entro tres veces con bandejas de comida porque lo necesitaba.
Voy bajando las escaleras junto a Ronald y todo el lugar está sumido en un silencio espantoso.
—Dulzura, —se detiene frente a una puerta—. Debes ser consciente que lo que encontrarás aquí puede causarte un trauma o hacerte desistir de todo esto, pero te pido que nunca vayas a dudar.
—No dudaré, ya llegamos hasta aquí —le respondo.
—Conozco el corazón que tienes, por eso te lo pido —dice.
—Acabemos con esto, ya está amaneciendo y quiero descansar —me acerco más a él.
—Entonces acabemos con todo esto.
Ingresamos al cuarto y el hedor a sangres es potente. Está un poco oscuro, lo que me hace apenas ver a las dos personas que están sentadas.
En un breve momento el cuarto se ilumina y quise correr después de observar por completo a los dos hombres. Tienen cortes por todo su cuerpo y la sangre gotea de ellos, «pero debo aguantar, me repito».
—¿Están muertos? —pregunto cuando Ronald se acerca hasta donde estoy de pie.
—No, pero pronto lo estarán —saca un arma y veo cómo la prepara.
«No soy fuerte, debo correr» llega ese pensamiento a mi mente, pero lo elimino de inmediato «debo ser fuerte».
Ronald me entrega el arma la cual acaba de cargar y hace que caminemos hasta quedar a escasos centímetros de distancia de los dos hombres.
—Mira donde vas a disparar —susurra antes de ayudarme a poner el arma en la frente de Kurt.
Kurt levanta su mirada, la cual choca con la mía y antes de que el sonido del disparo resuene escucho su susurro.
—Perdón...
En el siguiente momento el cuerpo cae de la silla y se encuentra con el charco de sangre.
«Se fue, se ha ido».
—Lo has hecho muy bien —dice Ronald, pero no hay respuesta para eso.
Fred levanta su mirada tal como lo hizo Kurt, pero no hay arrepentimiento en esta, por el contrario, me dedica una escalofriante sonrisa.
—Espero que Benno se encargue de hacerlos pagar.
Retrocedo al escuchar ese nombre.
—Yo lo haré pagar —le responde Ronald haciendo que regrese a mi posición.
—Quiero ser el último, deja algo para mí , Fred —esa voz.
—Aunque tuvieras un parlante en tu hermosa garganta, nadie te escucharía.
Acarician mi cuerpo.
—Benno, es toda tuya.
Siento como mi cuerpo es girado de manera brusca, mucho más que hace un momento. El ardor allí aumenta y mis lágrimas nublan mis ojos. No quiero, quiero a mi madre, que alguien me ayude.
—Mi amor, escúchame a mí, estoy contigo —la voz de Ronald se escucha alejada —terminemos con esto.
—¿Lo recuerdas? —pregunta Fred—. Cómo te lleve hasta el cuarto y entre todos tomamos lo que queríamos —sigue. —cómo gritabas por tu madre que nunca llegó.
—¡Cierra tu puta boca! —grita Ronald con impaciencia —dispara Isabella, no le dejes ver tu miedo.
Mi mano tiembla mientras acercó el arma nuevamente a donde la tenía hace un momento y en un impulso soy consciente de lo que acabo de hacer. Dispare yo sola sin que Ronald lo hiciera conmigo. Yo acabé con él.
Este cae muy cerca de mis pies haciendo que los zapatos que llevo puestos terminen manchados con su sangre.
—Ha terminado —Ronald me quita lentamente el arma de las manos.
—Lo hemos hecho —digo en un susurro.
—Lo hiciste dulzura.
NOTA DEL AUTOR
Dos por uno, una belleza.
Bueno, esta era la sorpresa que había dicho en el grupo, no era una actualización temprana. :)
Para que pueda publicar el viernes, cada uno de los capítulos que publique hoy, deben tener como mínimo 800 comentarios, ya que ellos son mi medicina. :)
No se olviden de comentar, sus comentarios me hacen feliz.
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