CAPÍTULO 23
RONALD
No puedo confiar en nadie y menos en los padres de Isabella, el viaje tan repentino y la insistencia en que tenían que decirle algo me dejaban claro que nada iba bien.
Salí tiempo después de que Oliver se marchara con Isabella, quería estar ahí por si pasaba algo, tenía presentimientos de que algo iba a ocurrir y eso no me dejaba estar tranquilo.
Me subo en uno de mis autos junto con Evans. Antón va conduciendo mientras hablamos un poco sobre los negocios que están surgiendo con los italianos.
Cuando llegamos al lugar veo que Oliver no siguió mis indicaciones, dejó que la rubia estuviera sola con sus padres.
—¿Por qué no estás con ella? —sorprendo a Oliver.
—Señor, ella me pidió que quería estar sola con sus padres —menciona.
—Debes seguir mis órdenes —declaró.
—También las de ella, usted lo ha dicho —menciona.
—Pero en esta ocasión debiste seguir las mías —insisto.
—Deja a mi hermano en paz y solo encárgate de lo que ibas a hacer —habla Evans.
—A veces quisiera no trabajar con ninguno de ustedes dos —acusó.
Nos paramos todos tres junto a la puerta y hablamos de los negocios, la droga colombiana llegó a Italia tal como se lo mencione al ruso. La pólvora rusa llegó apenas ayer porque tuvimos inconvenientes, pero al final pudimos resolverlo.
—Allí viene —habla Oliver.
—Eso fue rápido —susurro.
Analizo a la rubia y confirmó que nada está bien, Isabella parece desorientada mientras camina, sus pasos son lentos y su mano sostiene su pecho. Algo pasó.
Oliver se acerca a ella cuando logra salir del lugar.
—Señorita. ¿Está bien? —pregunta Oliver, pero ella sigue desorientada.
Me acerco rápidamente a ella y la sostengo de los hombros.
—Yo, yo —parece no poder respirar.
Se está ahogando. Qué mierda comió o que le dijeron.
—Isabella, respira conmigo, por favor —me paro frente a ella, pero no parece reconocerme.
—N-o p-uedo —trata de formular palabras, pero no se le entiende nada.
—¡Joder dulzura! Respira conmigo —vuelvo a agitar su cuerpo.
—Ronald —me llama.
Que piense en mí en este momento me desestabiliza, nunca me ha importado ver morir a alguien e incluso puedo asfixiarlos con mis propias manos, pero ver a Isabella en ese estado me descontrola.
—Aquí estoy Isabella, ahora necesito que respires conmigo.
Su cuerpo empieza a perder estabilidad, la sostengo aún más fuerte, evitando que choque contra el piso.
—¡Se está ahogando! —grita Evans y no sé qué hacer.
—Está sufriendo un ataque de pánico —habla Oliver.
Oliver me quita a Isabella y se la lleva con él. Me afectó verla en ese estado.
Saco mi arma y entró al hotel sin importarme las miradas, todos aquí me conocen. Camino por todo el restaurante hasta que logro ver a los padres de la rubia, me acerco hasta la mesa de ellos y logró observar que están con un tipo de la edad de Bruno.
—¿Qué le hicieron? —preguntó mientras le apuntó a Bruno.
—Cálmate —habla la madre de Isabella con miedo.
—Esta es la segunda vez que me apuntas con un arma —Bruno no responde mi pregunta.
—¿Qué mierda le hiciste para que se pusiera así?
—Nada, se levantó y dijo que la estabas esperando.
—Eres un maldito mentiroso, ella ni siquiera sabía que yo estaba aquí.
—Baje el arma, por favor —Habla Hilda.
—Es la última vez que te lo pregunto. ¿¡Qué jodida mierda le hiciste!?
Ninguno responde nada y el silencio es abrumador.
No me importan las pocas personas que están observando, disparo en una de las piernas de Bruno y su grito no se hace esperar.
—Espero que este recordatorio te dure para toda la vida.
Salgo del lugar para encontrarme nuevamente con la rubia.
—Su respiración se reguló —menciona Oliver.
—Vamos a casa —subo al auto y dejó la cabeza de Isabella sobre mi regazo.
—Debes saber que lo que acabas de hacer puede dañar lo poco que has avanzado con la barbie —habla Evans desde adelante.
—Solo quiero protegerla —digo.
—No lo lograrás de esa manera.
—Deja de cuestionar mis putas acciones —me exaltó.
Oliver conduce y ninguno menciona algo más, todo va en silencio mientras yo acaricio el rostro de Isabella. ¿Qué te atormenta? ¿Qué te hicieron para llegar a este punto? Son algunas de las preguntas que me invaden.
Pero la pregunta que más ronda mi cabeza es: ¿Cómo un padre puede hacer sufrir a su hijo? Y más a una persona como Isabella.
Cuando llegamos a la mansión no perdí tiempo, baje con la rubia en mis brazos y me dirigí a su habitación, necesito que descanse para poder hablar con ella, me preocupa lo que pasó allí, por su reacción no cabe duda que fue grave.
Luego de asegurarme que está cómoda, decido salir de allí, aparte de que debo hablar con ella, también debo hablar con mi padre sobre lo sucedido esta tarde y también necesito que me aclare algunas cosas.
—¡Blanca! —llamó a la señora que me ayuda con todo lo de la casa.
—Dígame, señor —aparece ella rápidamente.
—Necesito que subas a la habitación de Isabella y por nada del mundo te separes de ella —exijo —tus ojos deben estar todo el tiempo sobre ella.
—No se preocupe —ella me sonríe —no me separaré de la señorita ni un segundo.
Le confió la rubia a Blanca porque ella ha estado casi que toda mi vida junto a mí, fue la mujer que le ayudó a mi madre a criarme, así que es la única persona con la que me siento seguro de dejar a Isabella en estos momentos.
Al salir de casa le informo a todos los hombres que están haciendo guardia que la entrada a los padres de Isabella está prohibida, «aunque no creo que se acerquen por estos días».
Me dirijo a casa de mis padres donde seguramente se encuentra mi padre fumando uno de sus largos tabacos. Debo avisarle lo que hice y contarle que quiero terminar todo tipo de trato que tengamos con esa familia, eso sí, Isabella se quedará en Berlín bajo mi protección.
—¿Consideras que tu padre acepte anular el contrato? —pregunta Evans mientras conduce.
—Me importa un carajo si no quiere, ya lo he decidido —le respondo.
—Estoy seguro de que Bruno se llevará a Isabella.
—Sobre mi cadáver, si intenta tocarla, juro que lo mataré —Evans sonríe. —¿Te parece esto chistoso?
—No, solo que si recordamos lo que decías meses atrás —dice.
—¿Qué dije?
—Que solo te querías follar a la rubia.
—Nunca dije eso —niego.
—Exactamente, dijiste esto «No estoy enamorado, solo necesito follarla» —repite lo que dije hace un tiempo.
—No recuerdo haber dicho eso —vuelvo a negar.
—¿Estás enamorado? —pregunta.
No respondo su pregunta porque no tengo respuesta, nunca me he enamorado. He tenido muchas mujeres en mi cama y he salido con otras, pero nunca generé sentimientos por ninguna de ellas.
Con Isabella es diferente, cada que la veo quisiera encerrarla en un lugar donde solo yo pudiera admirar su belleza, quisiera besarla por días enteros —nunca me cansaría—, quiero protegerla de todos, hasta de mí, quiero verla feliz, quiero follarla y después hacerle el amor, quiero que sea lo primero que vea cuando me levanto y lo último cuando me acuesto.
¡Joder, quiero absolutamente todo con esa mujer!
—¿Por qué no le dices lo que sientes? —interrumpe Evans mis pensamientos.
—¿Para qué? —respondo —ella no siente lo mismo que yo.
—¿Estás seguro? Yo veo otra cosa —insinúa —si hubieras visto su reacción el día que te llevamos ebrio a casa dirías todo lo contrario.
Nuestra conversación se corta porque llegamos a nuestro destino, pero lo que dijo Evans sobre que Isabella, si sentía algo por mí me caló, todo puede apuntar a que sí o simplemente puede que haya sentido compasión. Pero cuando beso sus labios nunca me detiene, cuando acaricio su cuerpo parece que le gustara y ¡Dios! Su húmedo coño.
Pero no soy capaz de follarla y no porque no quiera «es lo que más deseo», pero sabiendo lo que reveló el día después de nuestro compromiso me impide seguir, no quiero que esté conmigo porque debe y menos quiero forzarla.
—Puedes marcharte —le digo a Evans.
—Quiero entrar y saludar a tus padres —dice mientras se baja del auto.
—¿Mis padres o Anja? —pregunto.
—A todos, hasta a los gatos de tu madre.
Entramos juntos a la casa, mi madre y Anja están en la sala. Nos acercamos a ellas y las saludamos como siempre, no quiero perder tiempo, así que le pregunto a mi madre por mi padre.
—Está en el jardín —dice ella.
Abandonó la sala y me dirijo al jardín donde me encuentro a mi padre fumando un tabaco.
—¿Qué trae a mi hijo a este lugar? —pregunta cuando me acerco.
—Quiero hablar contigo de algo que pasó esta tarde —explicó.
—No me digas que los rusos te traicionaron y ahora comenzaremos una guerra —dice —no estoy preparado para eso.
—Ni los rusos me traicionaron y mucho menos se comenzará una guerra con ellos —declaró —pero puede que inicie una guerra con alguien más.
—¿A quién mataste? —pregunta.
—No lo hice, pero no sabes cuanto lo deseé en ese momento.
—Ronald.
—Primero quiero que me cuentes algo o, mejor dicho, respondas dos preguntas.
—¿Qué quieres que responda?
—Quiero saber ¿Por qué solo me enseñaste la foto de Isabella?
Su rostro se gira un momento, pero después me enfrenta.
—Porque la quería a ella como tu esposa —dice, pero sé que está mintiendo.
—Padre, dime la verdad.
—Porque Bruno es un jodido insensible, ¿sabes? —pregunta.
—No lo sé, por eso te pregunto.
—Solo quería liberar a esa chica —explica.
—¿De qué?
—Bruno me la ofreció como un regalo, dijo que su hija estaría dispuesta a complacerme en lo que le pidiera. Pero sabes que solo tengo ojos para tu madre.
—¿Isabella? —pregunto.
—La misma, cuando vi su foto, no pude pensar en nada más que tu hermana. Así que le dije que necesitaba una esposa —confiesa.
—¿Tú sugeriste el matrimonio?
—Sí, pero cuando lo supo quiso entregarme a Ida, así que le dije que tú escogerías, pero solo te traje información sobre Isabella.
Comienzo a entender porque me pregunto qué, porque la elegí a ella, debe estar creyendo que mi primera opción era su hermana, pero siempre ha sido ella.
—Estoy seguro de que si no la hubiéramos elegido en este momento estaría con uno de sus accionistas u otra persona que le estuviera haciendo daño —confiesa mi padre —¡Dios! Tiene casi la edad de Anja.
—Le disparé a Bruno —digo apenas mi padre termina de hablar.
—Estabas tardando —sonríe —¿Cuál fue la causa?
—Hizo que Isabella sufriera, no sé qué pasó, pero se merecía más que un disparo en la pierna —digo.
—Sabía que no me estaba equivocando cuando la elegí —sonríe al decir esas palabras.
—No estés tan feliz, voy a anular el acuerdo y terminar cada trato con él —digo.
—No harás nada de eso, si cancelas todo, él se la llevará.
—No permitiré eso —informo.
—No terminarás nada hasta que cada empresa esté a nombre de esa niña —vuelve a hablar.
—¿Te importa más el dinero? —pregunto.
—No me importa, solo no quiero que ella pierda lo que es suyo.
—Puedo darle uno de mis empresas.
—No.
Cuando a mi padre se le mete algo en la cabeza no hay quien lo haga cambiar de opinión, «soy igual», pero de verdad que no quiero tener más tratos con Bruno, estoy seguro de que si lo vuelvo a ver soy capaz de matarlo.
—Ya lo sabes, hasta que ella no obtenga todo, no cancelarás nada —vuelve a hablar mi padre cuando estoy por salir.
—No te prometo nada.
Me despido de mis padres y mi hermana, pero cuando estoy por salir de la casa mi madre me detiene.
—¿Cuándo volverás con ella? —pregunta.
—Madre, estuvimos ayer y te viste con ella en la semana —digo.
—Quiero que vengan de nuevo, tengo algo que decirle.
—Ya veré cuando podemos volver.
—Otra cosa —sonríe sospechosamente —déjala hablar, estoy segura de que te gustara lo que te va a decir.
☙❧
Cuando llegué a casa ya había oscurecido, Blanca seguía en la habitación de la rubia, pero me percate de que ella había despertado porque escuche su voz.
Entre a mi habitación para darme una ducha y luego poder hablar con Isabella, debo saber qué fue lo que pasó hoy para poder actuar. También quiero saber qué es lo que quiere decirme.
Al salir de mi habitación entré a la suya, pero no la encuentro allí, seguramente está en la cocina. Bajo las escaleras y entro a la cocina donde efectivamente se encuentra ella comiendo alguna clase de ensalada.
—Necesitamos hablar —digo cuando me mira.
—¿Podemos hacerlo mañana? —pregunta.
—Necesitamos hablar hoy con Isabella.
—¿Puedes esperar que termine de comer? —pregunta.
—Te estaré esperando en mi oficina.
Salgo con dirección a la oficina donde hablaré con ella, no quiero retrasar nada. Me sirvo un vaso de Whisky y me siento en el sofá mientras la espero.
Se está demorando más de lo necesario, en su plato no quedaba casi nada. Decido salir a buscarla, pero la encuentro dando vueltas afuera.
—Entra —le exijo.
Ella entra con la cabeza abajo y me dan ganas de levantarsela y decirle que nunca más haga eso.
—Siéntate en el sofá —le pido.
Isabella sigue cada cosa que le ordenó.
—Yo... —trata de hablar, pero la interrumpo.
—Yo preguntaré y tú responderás.
—No voy a responder todas tus preguntas, también necesito decirte algo y también quiero hacerte preguntas —dice, pero el azul de sus ojos me hipnotiza y me impide hablar.
—Yo pregunto, tú responde —digo —tú preguntas y yo te respondo. ¿Te parece?
—Sí.
Empieza a mordisquear su labio inferior y a jugar con sus manos, una clara señal de nerviosismo.
—¿A qué edad te enviaron a Inglaterra? —pregunto y aunque ya sé la respuesta quiero que ella se relaje antes de preguntar cosas mucho más personales.
—Ocho —responde.
—¿Cuántas veces viniste a Alemania?
—Sigue mi pregunta.
—¿Por qué te preocupas por mí? —pregunta.
—Porque me importas —digo —ahora responde mi pregunta.
—Tres veces. Cuando tenía once años, a mis doce años y la última a mis catorce.
—Sigues.
—¿Por qué te importo?
—No lo sé —confieso, su mirada se desvía a un lado cuando le doy mi respuesta.
—Me dijiste que habían tocado tu cuerpo sin tu consentimiento. ¿Fue en el internado?
—No.
—¿Aquí en Alemania? —ella niega —¿A tus catorce años?
Son tantas preguntas que tengo en este momento, pero no la quiero apresurar o agobiar.
—No —dice y siento que la sangre de mi cuerpo me abandonó —¿Por qué me seguiste hoy?
—Quería asegurarme que estarías bien.
—¿Por qué te importo? —hace nuevamente esa pregunta.
—¿A qué edad te tocaron?
Me mira nuevamente y sus ojos están cristalizados, su labio inferior tiembla y ella trata de evitarlo mordiéndolo.
—No tienes que decirme.
—Yo —respira con dificultad —quiero contarte todo —susurra.
—Esperaré hasta que puedas hacerlo —trato de abrazarla, pero ella me detiene.
—Tenía diez años —empieza a hablar —fue en mi segundo año de estancia en Inglaterra.
No quiero escuchar esto, no soy lo suficientemente fuerte.
—Para —ella niega y continúa hablando.
—Mis padres programaron un viaje a Inglaterra. Estaba tan feliz de volverlos a ver —la voz se le quiebra, pero sigue hablando —era un viaje en compañía de unos amigos de mi padre.
—Por favor detente —insistió.
—Quiero contarte todo —declaró —ellos me llevaron a una de las habitaciones y me hablaron por un rato. Después empezaron a tocar mis piernas —su cuerpo empieza a temblar —uno de ellos sostuvo mi cabello, otro mis manos y otro empezó a desnudarme.
—Para, por favor, detente —le pido, pero ella niega.
—Me lastimaron, dolía mucho y había sangre. Cada uno tomó su tiempo y disfrutaban mi dolor, mis gritos. Llame a mis padres, pero nadie llegó —los temblores en su cuerpo incrementan.
—Los mataré, te lo juro que los mataré —digo mientras limpio sus lágrimas.
—Le dije a mis padres, pero no me ayudaron. —confiesa. —Me obligaron a guardar silencio.
—Ellos también pagarán.
—Trabajé y entrené duro para poder vengarme, quería verlos sufrir como yo lo hice. Pero no fui capaz.
—Te juro que los haré pagar.
—Él acarició mi cuerpo y no pude detenerlo.
—¿Quién?
—Él llegó y se sentó junto a mí —parece perdida mientras habla —acaricio mi cuerpo y creí que estaba preparada, pero no fui capaz.
—Juntos acabaremos con todos ellos, vivirás sin miedos.
Me acerco a ella y esta vez no se separa, le doy un brazo y limpio sus mejillas.
—Los pondré a los tres a tus pies, suplicaran por tu perdón, pero no tendremos piedad por ninguno.
—Yo quiero que sufran, quiero que sientan el dolor que yo sentí —me mira con ilusión.
—Y lo sentirán, cada parte de su cuerpo y alma, si es que aún la tienen.
—También quiero quedarme aquí —esta vez habla más bajo.
Mi corazón palpita de una manera desenfrenada, me alegra que ella quiera estar aquí.
—Puedes quedarte en esta casa —respondo.
—No —dice —quiero estar contigo, junto a ti.
NOTA DEL AUTOR
¿Cómo vieron al alemán?Sinceramente, me costó escribir este capítulo, porque en cada parte quería llorar. Lo admito, soy una llorona, pero Isa no debió pasar por tanto y siendo tan pequeña.
Yo espero ver muchos comentarios y no solo donde me piden que actualice, comenten cada párrafo y les prometo que les publico seguido. De lo contrario me demoraré un mes en subir el próximo capítulo, «confieso que ese me gusto mucho escribirlo, no se imaginan las escenas que tiene».
¿Ustedes creen que no tengo vida? 😂😂😂
Otra cosa. Perdón por los errores ortográficos.
Recuerden que con su voto y comentario están apoyando la historia.
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