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CAPÍTULO 22

ISABELLA

Que mis padres hubieran llegado antes de lo previsto y se estuviera comportando de esta manera revelaba muchas cosas. Comprendí que solo me decían «princesa» cuando tenían algo en mente o cuando necesitaban que siguiera una de sus órdenes.

Siempre ha sido así, pero lastimosamente apenas lo voy descubriendo; eran tantas las ganas de aceptación por su parte que no me importaba seguir cada cosa que me exigieran.

—Mi querida hija —menciona mi madre mientras acariciaba mi cabello.

Trato de apartarme de ella, pero la mirada de mi padre me lo impide.

—¿A qué se debe su visita? —pregunta Ronald.

A él parece no haberle gustado para nada la visita de mis padres y no lo juzgo, pues tenemos el mismo sentimiento.

—Isabella debió decirte que veníamos —habla mi padre como si nada.

—Lo menciono, pero tenía entendido que llegarían la próxima semana.

—Queríamos ver a nuestra hija —interviene mi madre.

—Además, tenemos algo que hablar con ella —habla mi padre.

—No podrá ser hoy, tenemos cosas que hacer.

—Es urgente —declaró mi padre.

—Eso tendrá que esperar, hice planes con mi prometida y no cancelaré nada —afirma Ronald —así que si desean hablar con ella será después del sábado.

Ronald habla con seguridad, tanta que hasta yo creo que concretamos planes, aunque el único plan era marcharme cuando regresara de Rusia.

—¿Isabella? —espeta mi padre.

—Padre, te lo dijo Ronald, tenemos cosas que hacer. Además, debemos descansar —explicó.

—Espero verte el lunes a primera hora, es importante lo que tengo que decirte.

Se levantan con la intención de marcharse, pero Ronald los detiene.

—No me gusta que lleguen a mi casa sin avisar —dice Ronald.

—Pero no somos cualquiera, somos sus padres —me señalan.

—No me importa —declara —sea quien sea, debe avisar antes de poner un pie en la mansión.

—Deberías respetarnos, somos los padres de Isabella y gracias a nosotros vas a tener tu esposa y posible heredero —menciona mi madre con enfado.

—No le debo respeto a nadie.

—Nos vemos el lunes —dicen antes de salir.

Es evidente que aquí ninguna de las dos partes tiene una buena relación. Lo que no entiendo es porque me involucraron en esto, ya que nadie se tolera y es obvio que el nivel de desinterés es altísimo.

—Deberías descansar —menciona Ronald antes de ponerse de pie.

—¿Podemos hablar? —pregunto.

—Descansa Isabella, tengo cosas que hacer —menciona.

—¿Vas a salir? —pregunto.

—Necesito encargarme de algo, nos vemos en la noche.

No insisto más porque parece que la visita de mis padres lo cabrearon y no estoy dispuesta a escuchar algo que me pueda herir. Sí, iba a confesarle mis sentimientos en este momento y decirle que no quería marcharme.

Pero será en una próxima, si es que la hay.

Camino hacia la cocina en busca de algo para darle a Eike y ron, quiero verlos y aprovechar un tiempo con ellos.

—Señorita —me habla Blanca —¿se le ofrece algo?

—Buenas noches —la saludo. —¿Dónde están las galletas de los perros?

—En el quinto cajón, pero... —su expresión cambia al hablar.

—Pero ¿qué?

—Tuvimos un problema con Eike —menciona.

—¿Le pasó algo?

—Lo que pasa es que la señorita Greta estuvo en la mañana y el perro la atacó —empieza a hablar —tuvieron que golpear al perro para que la soltara, desde entonces el perro no ha salido de su caseta.

No termino de escucharla y salgo corriendo —lo que mi pie herido me permite— salgo al jardín sin importarme lo oscuro que esté.

—¿Por qué no le avisaron a Ronald? —pregunto mientras me acerco a su caseta.

—El señor dijo que no lo molestará a no ser que fuera importante —explica.

—¿Para ustedes no es relevante que Eike esté herido? —habló con enojo.

¿Cómo pudieron golpearlo? Me pregunto, pero la pregunta más importante es; ¿Por qué Greta vino a esta casa sabiendo que no estábamos?

—Eike —llamó al perro —te traje galletas.

No sale, pero veo la bola de pelos de ron. Se acerca hasta donde estoy moviendo un poco la cola, lo cojo en mis brazos y terminó de entrar a la caseta.

—Eike, bebe, ven a mí —lo vuelvo a llamar, pero no hace el intento de pararse.

Me acerco hasta él y bajó a ron de mis brazos. Eike me gruñe, pero no me importa, en estos momentos quiero saber que está bien.

—Señorita, debería alejarse —habla uno de los hombres de Ronald.

—Tú deberías alejarte —habló con enojo.

Mis ojos se cristalizan cuando logro verlo bien, sus ojitos se ven muy apagados; trata de ponerse de pie, pero se le dificulta.

—Dile a Oliver que prepare el carro, debemos llevarlo al veterinario —mencionó mientras trataba de levantarlo.

«Ja, una acción imposible, ese perro tiene la mitad de mi tamaño y casi que mi peso completo».

—Mejor no, busca un veterinario que pueda atenderlo en casa, pero para ya —hablo mientras arreglo las cobijas donde está acostado.

Todos hacen lo que indique. Mientras espero que el veterinario llegue, acarició a Eike y maldigo mentalmente una y mil veces a quien le hizo esto y aún más a la maldita jirafa, no tenía derecho a venir a esta casa.

—El veterinario está aquí —menciona Blanca.

—Eso fue rápido —susurro —que venga hasta aquí —digo.

El señor se acerca y Eike le gruñe, lo calmo un poco para que él pueda revisarlo y asegurarme que no es nada grave y que para mañana el perro estará bien.

Tarda un rato en revisarlo, con ayuda de varios hombres logró aplicar lo que según él le ayudaría con el dolor. Vendo una de sus patas y luego mencionó que debía cambiar la venda cada dos días y darle la medicina en su comida.

—Muchas gracias, doctor —lo acompañó hasta la puerta. —uno de ellos le pagará —señaló a los hombres que hay en la entrada.

—No se preocupe —dice —ya me han pagado.

Me despido nuevamente de él y regresó donde quedaron mis dos bebés, porque son míos y aunque al principio mi relación con Eike parecía no funcionar, dio un giro inesperado.

Me acuesto junto a ellos sin importarme lo sucio que pueda estar el lugar. Los acarició y les menciono todo lo que pasó en Rusia, desde el momento que estuve a punto de follar con Ronald, hasta el momento que me secuestraron por proteger a un pequeño rubio.

Así pasaron las horas, yo les platicaba y ellos me miraban en intervalos de tiempo, como si me estuvieran entendiendo o me estuvieran juzgando por loca y todo lo que salía de mi boca.

—No es que esté loca, pero realmente me gusta estar aquí, me siento protegida —insisto en lo que les he venido contando.

—Señorita, debería entrar, el jefe se preocupará si no la ve en su habitación —habla Oliver, el joven que Ronald puso a cargo de mi seguridad.

—En un rato entro —aviso.

Me despido de los perros y me dirijo a dentro —está realmente tarde— voy hacia la cocina a comer algo, «muero de hambre». Me conformé con una ensalada que había en la nevera, se veía viaja, pero tenía hambre.

Estaba tratando de dormir, pero la presencia de Ronald me lo impidió como todas las madrugadas. Entró a la habitación y se quedó de pie frente a la cama, me observó por un rato y luego susurro un descansa.

Llevo casi un mes en esta casa y siempre hace lo mismo, en algunas ocasiones besa mi mejilla, mi frente y mis labios, en otras solo me observa desde la puerta para después marcharse. Es como si quisiera confirmar que aún estoy aquí.

Pero lo que menos tiene sentido para mí, son los sentimientos que tengo por él, esos que cada día incrementan más y más, los mismos que me exigen quedarme y disfrutar de su compañía, su atención y sobre todo la acogida tan grata de su familia hacia mí.

☙❧

Me levanté temprano y como de costumbre. Baje a la cocina por algo de comer, pero el panorama abrió otro apetito en mí, uno que ha estado incrementado hace algunas semanas.

La espalda perfectamente marcada de Ronald es lo primero que veo, está sin camisa y con unos simples pantalones de chándal, sus músculos y sus tatuajes son una combinación perfecta que no se ve para nada afectada con las dos cicatrices que hay en ella.

—Buenos días, Isabella —menciona sin mirarme.

Ese hombre debe tener ojos por todos lados o un sexto sentido muy agudo, porque lo único que he hecho es respirar.

—Buenos días —paso por su lado con la intención de agarrar la comida de los perros.

—Ya los atendí —responde al ver mi acción.

—¿A ron también? —preguntó con incredulidad.

—A esa bola de pelos también —sonreí, pero de inmediato cambié el aspecto.

—Lo hirieron, estaba muy mal —mencionó acordándome el suceso de anoche.

—Ya está mejor —se acerca hasta donde estoy —también solucione el problema.

—Fue culpa de la jirafa, alguien lo golpeó porque la atacó —explico.

—Ya Greta tiene claro de no volver aquí —habla.

—Estaba... —se me quiebra la voz de solo recordarlo —estaba muy mal.

—¿Te preocupas por él? —pregunta.

—Mucho, es mío —expongo, pero me arrepiento de haberlo mencionado.

—¿Tuyo? —pregunta con diversión.

—Mío.

Ronald sonríe mostrando esa perfecta sonrisa que te incita a quitarte las bragas y dejar que haga todo lo que quiera contigo.

—Eres tan dulce.

No puedo decir nada, ya que devora mis labios en un instante, me besa suave y después de manera ruda. Lo disfruto, disfruto cada uno de sus besos, ¡Dios! Sería un pecado no disfrutarlos.

Ronald acaricia mis piernas y logra meter una de sus manos por mis pantalones cortos, una respiración exasperada sale de lo profundo de su garganta cuando logra pasar su índice por mi coño que está más que húmedo «debo preocuparme por la humedad que provoca en mí».

Sus besos descienden hasta mi cuello donde succiona y muerde mientras su dedo hace movimientos suaves en mi clítoris y no puedo retener el gemido que sale de mí. Ronald retira su mano y luego me mira a los ojos.

—No sé cuál es tu manía de andar con el coño descubierto, pero ponte unas malditas bragas —se aleja hasta dejarme completamente sola.

Habla de unas malditas bragas cuando lo volvió a hacer, me dejó con la respiración agitada y con mi coño palpitante —esto debería ser un pecado mortal— trato de tranquilizarme y regular mi respiración.

Luego de tratar de procesar todo esto que paso mientras desayunaba, decidí ir a visitar a mis bebes, quiero asegurarme que Eike está bien y que Ronald si le dio comida a ron.

Les doy galletas y luego habló del bochornoso momento que pase, «posiblemente los esté traumando, pero es que no tengo con quien hablar en este momento».

Estoy pensando en responder uno de los mensajes de Marga y quedar con ella para disculparme y poder contarle todo lo que ha pasado estos días, realmente necesito a mi amiga.

Regreso a dentro y me topó nuevamente con Ronald, pero esta vez no tiene parte de su cuerpo al descubierto, lleva un traje gris oscuro el cual le combina perfectamente bien con su piel clara y su cabello oscuro.

—Mi madre quiere verte —me dice.

—No tengo mucho que hacer, puedo salir con ella —respondo.

—Le diré que te llame —dice para luego volver a tomar mis labios como si le pertenecieran —eres tan dulce —dice y vuelve a besarme —me estoy volviendo adicto a esto y no es bueno para ti.

—¿Por qué? —pregunto cuando nos separamos.

—Porque me acostumbro y tendré que hacer algo que no quieres y romperé mi palabra.

—Si yo... —nunca me deja terminar de hablar.

—Mi madre te llamará.

Sale de la casa dejándome nuevamente llena de preguntas. Si tan solo me dejara hablar, si me escuchara por dos minutos estoy segura de que muchas cosas cambiarían.

Subo a la habitación y me arreglo para poder encontrarme con la madre de Ronald, posiblemente quiera visitar una de las tiendas que tanto parece gustarle a ella y a Anja. Decido ponerme uno de los vestidos que compre en la última salida con ellas; un vestido palo rosa que deja al descubierto toda mi espalda y mis piernas, es ajustado en mi pecho, pero holgado al final.

—Perfecto —digo mirándome al espejo.

Me pongo unos tacones blancos y agarro mi bolso. Hace un rato, recibí la llamada de la señora Kristin. Bajo hasta dónde está Oliver esperándome y nos ponemos en marcha, decido enviarle un mensaje a Marga para poder reunirme con ella mañana.

"—Espero estés bien y podamos hablar, tengo tanto que decirte, pero primeramente disculparme".

El mensaje de ella no tarda en llegar.

"—Creí que te perdería, podemos vernos hoy si quieres, estoy libre".

"—Hoy no, voy a reunirme con la madre de Ronald, pero podemos vernos mañana".

"—Perfecto, mañana a las 10 am".

Le confirmo mientras Oliver conduce hasta el mercado markthalle neun donde Kristin dijo que me esperaría. Me sorprendió mucho que no quisiera ir a uno de los centros comerciales que tanto le gustan.

—Señorita, la señora Richter, la espera en ese local —señala Oliver y efectivamente la veo a ella ahí.

—Te llamaré cuando nos vayamos —digo antes de salir del auto.

Me acerco a Kristin y la saludo con un abrazo. Empezamos a recorrer el lugar y mirar las diferentes artesanías que había, todo es precioso.

—Te ves diferente —menciona ella mientras seguimos caminando.

—Me siento diferente —confieso.

—Te ves feliz.

—No soy tan feliz como quisiera, pero algo me hace feliz.

—¿Tiene algo que ver mi hijo? —pregunta —no quiero entrometerme, pero.

—Ronald es —pienso —sí —cambio mis palabras confirmando.

—Te dije que él te quiere y se preocupa por ti —explica —¿Han hablado?

—Siempre me interrumpe cuando quiero decirle algo.

—Típico en él, posiblemente está evitando que digas algo que le afecte.

—Posiblemente.

Seguimos hablando y recorriendo el lugar, ella escoge algunas cosas mientras yo la admiro, tiene una sonrisa radiante y se ve feliz con las cosas baratas que acaba de escoger. Tan diferente a mi madre.

—¿No comprarás algo? —pregunta.

—Quiero regresar al primer lugar, allí está lo que quiero.

Vi una manilla de cuero, completamente negra, con un águila incrustada, perfecta para adornar la muñeca de Ronald.

Compramos las cosas y nos retiramos del lugar. Pasé una larga tarde junto a Kristin y me divertí demasiado, es una mujer sencilla, amable, comprensiva y cariñosa. Cuánto quisiera haber tenido una madre así.

—¿Nos vemos el domingo? —pregunta.

—Allí estaremos.

Le doy un abrazo antes de subirme al auto. Nos invitó a su mansión a una cena para hablar un poco del viaje a Rusia y los preparativos de la boda —no pude decirle que todo se cancelaba— se veía realmente ilusionada.

☙❧

Pude hablar con Marga y arreglar las cosas con ella. Eike se ha recuperado, aunque aún cojea al caminar. Estuvimos en la casa de los padres de Ronald disfrutando de una comida deliciosa, entablé una buena conversación con Anja y descubrí que tiene diecinueve años, que nació en enero y que lleva muchos años enamorada del mejor amigo de Ronald «claro, esto último lo menciono con precaución».

El señor Carl en todo momento me hizo sentir como si esta fuera mi casa, mi verdadera familia.

Ronald siguió dándome besos todas las mañanas y cada vez que salía «no solo él se acostumbraria a esto».

Ahora mismo voy a encontrarme con mis padres, los cuales me hicieron una llamada la noche anterior para que no olvidará su estúpida cita. Me citaron en el hotel donde se están hospedando porque según ellos hay mayor privacidad para lo que quieren decirme.

No quería venir y Ronald insistió en que no era necesario, que podría desistir a todo lo que ellos me pidieran e incluso esto, pero una parte de mí quería ir, quería saber qué era eso tan importante que los hizo viajar desde Hamburgo.

—Puedes retirarte, te llamaré cuando termine —le hablo a Oliver.

—El señor dijo que no me alejara, así que debo estar junto a usted todo el tiempo —explica.

—Son mis padres Oliver, puedes estar tranquilo —mencionó.

—Si se siente más cómoda, esperaré aquí, pero no me marcharé —dice.

—Como quieras.

Me bajo del auto y caminó hacia el interior del hotel, según mis padres me estarían esperando en el restaurante porque quieren almorzar conmigo. Los veo desde la distancia y no puedo evitar sonreír y olvidarme de todo lo malo.

Mi padre sostiene la mano de mi madre y le susurra algo que la hace reír, no se puede negar que están enamorados.

—Buenas tardes —hablo cuando estoy cerca de ellos.

—Llegaste —sonríe mi madre mientras se pone de pie y me abraza.

—Claro madre, no soy un fantasma —mi padre tose al percatarse de mi ironía.

—Princesa —mi madre acaricia mi mejilla —eres realmente hermosa.

Sonrió y apartó su mano.

—Deberíamos ordenar —dice mi padre.

—Estoy de acuerdo con papá —mencionó.

—¿Aún no comes pescado y mariscos? —pregunta mi padre.

—No los como porque soy alérgica a ellos, deberías saberlo —explicó.

—Lo sabíamos, sólo queríamos recordarlo.

Pedimos la comida y no demoran en traerla, todos estamos disfrutando de ella, pero mi padre como siempre interrumpe.

—Queríamos decirte algo —mencionó.

—Esto es como un déjà vu. ¿No les parece? —ironizó —es como cuando dijeron que tenía que casarme.

—Y huiste al día siguiente.

—No queremos hablar de eso, ahora hay algo más importante.

—Como siempre. Los escucho.

—Queremos que te reúnas con alguien, un solo encuentro y no te volveremos a molestar.

—¿Con quién? —pregunto sin entender nada.

—Con... —las palabras quedan en el aire cuando un hombre se sienta a mi lado.

—¡Buenas tardes! —saluda este.

No soy capaz de mover un dedo o hablar, cada pelo de mi cuerpo se eriza y siento miedo, no el miedo que sentí cuando conocí a Ronald o cuando supe que tendría que casarme. Es el miedo con el que peleó desde los diez años.

—Con él, Isabella —menciona mi padre.

—Yo... —la garganta se me cierra.

—Aún eres hermosa —acaricia mi pierna bajo la mesa —tal como te recuerdo.

—Creció muy bien —habla mi madre.

Todo lo que trabajé estos años parece no haber servido para nada, el hombre sube un poco más su mano y mi respiración se acorta. Me pongo de pie haciendo que la silla donde estaba sentada caiga al piso.

Empiezo a caminar con destino a la salida, ignorando la voz de mis padres. No puedo respirar bien y siento que el espacio se reduce cada vez más, necesito salir de aquí.

—Señorita. ¿Está bien? —No logro identificar de dónde viene esa voz, pero estoy segura de que es Oliver.

Hace años no sufría de un ataque de pánico, pero verlo ahí y sentir su repugnante caricia.

—Yo, yo —siento que me estoy ahogando.

—Isabella, respira conmigo, por favor —alguien se para frente a mí.

—N-o p-uedo —trato de respirar, pero el aire no llega a mis pulmones.

—¡Joder dulzura! Respira conmigo.

—Ronald —lo llamo, quiero que él esté aquí.

—Aquí estoy Isabella, ahora necesito que respires conmigo.

De pronto dejé de ver a las personas y todo se puso negro.


NOTA DEL AUTOR 

 Un capítulo algo largo. 

 ¿Por qué Ronald no deja hablar a Isabella? 

 ¿Por qué Ronald se detiene en la parte caliente? 

 El otro capítulo llega el martes, así que estén pendientes. Cada vez se va poniendo más interesante y pronto sabremos la decisión de Isabella. 

 Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando la historia.

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