CAPÍTULO 21
RONALD
Si seguía con la rubia en mi regazo no hubiera aguantado y seguramente hubiéramos follado. Los suaves movimientos, el calor y la humedad de su coño me estaban haciendo perder la cordura. Cuando agarré su cintura e hice el pequeño movimiento que dejó la punta de mi polla en su húmeda entrada, tuve que ponerme de pie.
Si la follara no podría parar, entonces eso nos haría quedarnos en esta habitación y no podía darme el lujo de no asistir a la dichosa fiesta.
Respire cuando la vi y note que, si llevaba unas bragas, no iba a permitir que tuviera su coño al descubierto, aunque lleve un vestido, alguien puede verlo y pasaría algo grave de ser así.
Tuve que salir a buscar a la madre del mocoso que se atrevió a besar a la rubia y exigirle ser su novia. ¿Qué creen los niños en este siglo?
Todo se ve muy sospechoso, no hay ningún guarda por el este lugar y vine por aquí porque vi salir a la mujer con Jasha.
Como dije, todo estaba sospechoso. En un instante empezaron a disparar y tuve que ocultarme a un lado. Saqué mi arma y me enfrente a los pocos hombres que venían disparando, ahora mismo mi preocupación es Isabella, no debí dejarla sola allí dentro.
Más hombres empiezan a salir y entre ellos Jasha.
—¡En mi puta vida volveré a asistir a una de tus malditas fiestas! —le gritó mientras seguíamos disparando.
—¡Son los riesgos y hay que aceptarlos! —me responde.
—Pues es tu fiesta y por ende no deberían existir estos riesgos, confié en que tenías todo bajo control —alegó.
—Lo tengo —dice.
—Se nota —digo con sorna.
Nos enfrentamos hasta que llegaron más hombres del ruso. Decido entrar al salón para encontrar a la rubia, pero la explosión me lo impide.
—¡Joder! —pongo mis manos en mis oídos aun sosteniendo el arma.
El ruido me ha dejado aturdido, pero eso no me impide continuar. Espero que se haya resguardado y que nada malo le pase, no estaría tranquilo y no me lo perdonaría.
Las personas empiezan a correr hacia la salida cuando cesa el tiroteo. Camino hasta donde quedo el pequeño con Isabella, pero no los encuentro; voy al baño, miro detrás de la tarima, pero no están por ningún lado.
—Debe estar en algún lado —hablo para mí.
—¡Alek! —veo a la madre del pequeño caminar por todo el lugar.
Me acerco a ella y le habló.
—Si algo le pasa a mi mujer, declárate una persona inexistente en el planeta —la amenazó.
—Nada le pasará a tu mujer, así que deja tus amenazas —habla el ruso con enojo.
—Mis amenazas seguirán hasta encontrarla —advierto.
—¡Todo esto es por tu culpa, eres un jodido imbécil, egoísta hijo de puta! —le grita la mujer al ruso.
—Cálmate Elena. Estás a salvo, deja el drama.
—No estaré a salvo hasta tener a mi hijo.
Salgo del lugar y empiezo a examinar todo a mi alrededor, ¿dónde pudo esconderse la rubia con el mocoso?
—Revisen las cámaras y encuentren a la persona detrás de esto, espero que todo esté en mi oficina para cuando llegue allí.
El ruso sale gritando órdenes y todos empiezan a moverse.
—No me iré de aquí hasta encontrarla —digo.
—Aquí no hay nada que hacer. Créeme que moveré cielo y tierra hasta encontrar a tu mujer y a al pequeño.
Todos seguimos al ruso, y yo, aunque no quisiera moverme de aquí hasta saber que Isabella está a salvo, decido seguirlo. Esta es su ciudad, él conoce todo a la perfección y si está preocupado por encontrar al niño eso quiere decir que se llevaron a la rubia por equivocación.
—Señor —entra uno de sus hombres a la oficina —la familia de su prometida está detrás de todo.
—¿Estás seguro de eso?
—Sí, pero al parecer la mujer escapó con el pequeño, ellos los están buscando —informa.
—Debemos encontrarlos antes que ellos —dice el ruso mientras se pone de pie.
—Todos recen porque Isabella no tenga ni un rasguño o toda la familia Petrov desaparecerá de Rusia —me pongo de pie y sigo al ruso.
Regresamos al lugar de lo sucedido, después de ver las cámaras y tener conocimiento de la ruta que tomó la camioneta que se llevó a la rubia y el niño, decidimos recorrer todo el camino.
«Si nos hubiéramos quedado aquí, no hubiéramos perdido todo este tiempo».
Nos detenemos en un lugar boscoso y nos dividimos. Según los hombres del ruso, la rubia se escapó en este lugar «imbéciles». El ruso camina junto a Arno y yo, nos adentramos al bosque y alumbramos con las linternas que llevamos; el frío está al máximo y no quiero imaginar cómo se debe estar sintiendo Isabella.
—¡Vamos por aquí! —grita el ruso haciendo que me devuelva del camino.
—Ya pasamos ese lugar y no hay nadie —digo mientras retomo mi camino anterior.
Casi tres horas recorriendo el inmenso lugar y aún no los encontramos, a los que encontramos fue a los tipos que se los llevaron, los cuales no tendrán un buen final, pagaran y se arrepentirá de lo que hicieron.
—Sé que tienes frío, pero no hagas ruido —escucho, pero no logro percibir de dónde viene.
—hagan todos silencio —llamó la atención — escuché algo.
—Yo no he escuchado nada —habla el ruso.
—Si cerraras tu puta boca los volvería a escuchar —mencionó.
A este punto estoy agotado, frustrado y nervioso. Secuestraron a Isabella en un país que no conozco, pero donde sí tengo enemigos.
—No te duermas —la escucho nuevamente y empiezo a buscar donde pueden estar.
—Están cerca —informo.
—Se escucha lejos —habla el ruso.
—Lejos o no, pero están aquí.
No tardamos mucho en encontrarlos, Isabella tenía al pequeño entre sus brazos brindándole calor. Cuando nos vio intentó ponerse de pie, pero le fue imposible, parece tener una herida en su pie.
El ruso coge al niño y yo levanto a Isabella, la analizo y efectivamente tiene una herida en su pie.
—¿Te encuentras bien?
—¿Te parece que estoy bien? —habla mientras envuelve sus manos en mi cuello.
—No, no pareces estar bien, pero debo preguntar para así mismo atacar y dañar al responsable de esto —caminó hasta donde están los autos aun con ella en mis brazos.
Arno se acerca y le pone otra chaqueta a Isabella, que a pesar de que lleva la mía, su cuerpo se encuentra muy frío y los temblores siguen.
—Al hospital más cercano —informo antes de que el auto se ponga en movimiento.
—No —dice ella. —Quiero ir a casa.
—Necesitamos que un médico revise tus heridas, luego podemos ir a casa —le digo.
—No quiero estar en un hospital, solo necesito descansar —insiste ella mientras se apega más a mí.
—Deja que un doctor te atienda —le insisto.
—Solo quiero descansar, llévame a casa —su voz se escucha cada vez más apagada.
—Eres muy molesta —le digo.
La apego más fuerte a mi pecho y dejo un beso en su mejilla. Está tan fría y lo único que deseo es transferir mi calor y asegurarme de que sus heridas no sean tan graves como lo estoy pensando.
—Llévanos al hotel y llamen a un doctor —digo cuando el auto comienza su marcha —. Quiero que esté allí en cuanto lleguemos.
Del ruso y el pequeño no supe más, por ahora voy a estar junto a la rubia, ya cuando amanezca me ocuparé de las personas implicadas en todo esto, Kira Petrova y los implicados en todo este circo pagaran, yo me aseguraré que no tenga alguna posibilidad de volver a ver la luz del sol.
Cuando llegamos a la habitación ya el doctor estaba esperando, no demoró mucho en revisar a la rubia. Le puso medicamento y limpió la herida en su pie, la cual no era de gravedad como yo suponía. Su cuerpo volvió a su temperatura normal.
La observó mientras duerme. ¿Cómo puede ser alguien tan perfecto? Esta pregunta me la he venido haciendo en las últimas semanas, desde que está en mi casa. Cada noche que llego lo primero que hago es ir a su habitación y cerciorarme de que ella está ahí.
—Joder nena, eres preciosa —beso su mejilla para luego salir de la habitación.
El ruso ha estado llamando, pero evité sus llamadas hasta asegurarme que la rubia estuviera bien y que esto haya sido más un susto.
—Solo necesito escuchar una cosa —hablo apenas contestó el teléfono.
—Todos los culpables están en el depósito del sur. —informa —excepto Kira, la guerra de ella es conmigo.
—Me importa una mierda con quien sea la guerra de esa perra —alegó —espero verla en el depósito.
—No matas mujeres —me recuerda.
—No mato mujeres inocentes, esa perra no entra en ese grupo.
—Que la enfermera no se separe de ella y cualquier cosa por mínima que sea deben informarla —digo antes de abandonar la habitación.
No espero a que diga algo más, finalizo la llamada y me dirijo al depósito donde están los perros que se atrevieron a tocar a mi mujer. Desde que mis ojos se fijaron en ella, eso la hizo una mujer intocable e inalcanzable para otros.
El viaje hasta el depósito fue largo y ansioso; las manos me picaban y no por nerviosismo, quería llegar de inmediato y acabar con cada uno de ellos. Puede parecer exageración, pero las personas que se atreven a poner un dedo encima de la rubia, sea el acto menos ofensivo, pagarán por ello.
Cuando el auto se estaciona bajo de el y al primero que veo es al ruso hablando con uno de sus hombres.
—alemán —habla llamando mi atención.
—No quiero sermones, vine a terminar lo que deje empezado para poderme largar con Isabella para mi ciudad —le informo.
—Están los tres hombres que encontramos y el padre de Kira —dice —sigue practicando tu carnicería con ellos.
—¿Y la p...?
—De ella me encargo yo —habla.
—No me digas que la amas, si bien se notó que mueres por la pelirroja —un destello de ira se asoma en sus ojos.
—Mi vida privada no te incumbe.
No digo nada más, como él lo dijo, su vida privada no me interesa en lo más mínimo. Camino hasta el depósito seguido por dos Arno, el ruso y dos hombres más.
Todos los objetos están arreglados como si este fuera uno de mis depósitos, Los hombres están amarrados al techo y sus rostros están irreconocibles por toda la sangre que hay en ellos.
—ruso, teníamos un trato —habla en hombre más anciano.
—Tus tratos con el ruso acabaron, ahora me perteneces —digo.
—Otro puto crió con aires de grandeza porque los viejos no supieron gobernar —escupe sus palabras.
—Verás todo lo que este puto crío puede hacer.
Empiezo a cortar parte de la carne de sus brazos y lo que queda de su rostro, los gritos no demoran en llegar y sonrió. Esto es música y a la vez paz para mis oídos.
—Sabes que Kira no te lo perdonará —balbucea el viejo mientras dirige su mirada al ruso.
—No me importa su perdón —le dice el ruso.
Mientras ellos siguen en su diálogo, yo sigo con mis cortes. Corto la piel del resto de los hombres y luego la arrancó con una pinza, la sangre ensucia mi ropa y zapatos, pero no me importa, ya que el sonido de sus gritos me entretiene.
Sigo mi tarea hasta que los gritos se apaciguan y los cuerpos se sostienen de casi nada.
—Eres un puto sádico —habla el ruso mientras me limpio las manos.
—No, soy el puto dios de la venganza —me río al mencionar eso.
—Creí que yo era cruel, pero al ver como te diviertes asesinando no me cabe duda que no hay nadie como tú.
—Tenía un objetivo, me hicieron enojar —simplifico.
—Espero que esa mujer valore lo que acabas de hacer.
—¿Cómo va a valorar algo que nunca pasó? —digo con sorna —¿Cómo está el mocoso? —pregunto.
—Tiene un nombre —habla —ahora mismo está con su madre.
—¿No te parece extraño?
—¿Qué?
—Que la madre será tan pelirroja y el pequeño tan rubio —toco su cabello y después rio.
—Posiblemente... —no sigue.
—Me voy en la noche, los contratos están firmados y la droga para italianos está en camino.
—La pólvora llegará a Alemania la próxima semana.
—Eso espero, por último. Deberías hacerle una prueba al mocoso tal vez sea tuyo.
Salgo del lugar y me dirijo al hotel, espero que ya Isabella haya despertado, quiero llevarla a un lugar antes de regresar a casa y que todo parezca como si ella jamás existió —esto último lo veo difícil—.
☙❧
—¿Por qué estamos aquí? —pregunta Isabella mientras recorremos el monumento Nikolskaya Ulitsa.
—Quería saber qué se siente ser un tipo normal —confieso.
—¿Y qué se siente? —me pregunta.
—Nada mal —confirmó —volveremos a Alemania hoy.
—Quiero ver al pequeño antes de irnos, quiero saber que está bien —hace un gesto con su nariz que me hace sonreír.
—Eres muy compasiva —digo mientras acaricio su mejilla.
Por sorprendente que parezca y a pesar del incidente de ayer, la rubia ha aceptado mi cercanía.
—No deberías creer eso —sonríe.
«¡Joder, su sonrisa me hace querer besar sus labios y volver a probar la dulzura de ellos!»
—Digo lo que veo.
Continuamos disfrutando de la tarde y del helado que Isabella insistió en comprar. Su puchero parecía el de una niña de seis años y no pude negarme a eso.
—¿Cuántos años tienes? —pregunta de un momento a otro.
—¿Cuántos consideras?
Soy mayor que ella por una década y un poco más.
—Soy muy mala adivinando edades, puedo decir que tienes cuarenta —entrecierra los ojos mientras habla.
—Casi —abre la boca en señal de sorpresa.
—¡Dios! —exclama —podrías ser mi padre, hagamos que me tuviste a los quince años —abanica su rostro que se está poniendo rojo.
—Ni de lejos podría ser tu padre, un padre no tiene estos pensamientos hacia su hija y menos una hija hacia su padre —se muerde el labio inferior confirmando lo que acabo de decir.
—¿Cuántos años tienes? —vuelve a preguntar.
—Treinta, casi treinta y uno —respondo.
—Yo tengo veinte —dice ella.
—Ya lo sabía.
—Soy alérgica al pescado, los mariscos y el ajo —menciona e ignora lo que dije —¿Tienes alergias?
—No, pero posiblemente a las fresas —señaló el helado que está a medio terminar en su mano —si te beso puedo comprobarlo.
—Puedes comer el helado —me lo ofrece.
—Me gustaría probarlo de tus labios, rubia.
¡Joder! No puedo aguantarlo más. Me acerco rápidamente a ella y devoro sus labios en un beso que ella parece disfrutar. La beso profundamente mientras sostengo la parte posterior de su cabeza, no quiero que esto acabe tan rápido.
Muerdo sus labios y barro su boca con mi lengua, el sabor a fresa es penetrante, los movimientos sutiles que ella da. Me separo de ella porque estoy seguro de que la respiración se acortó.
—Yo... —intenta hablar, pero la detengo.
—No volverá a pasar —digo —. Ahora vamos a ver al mocoso.
La tensión que emanan nuestros cuerpos y mirada es palpable, cualquiera de las personas a nuestro alrededor podría notarla.
—Tiene un nombre y es hermoso —habla.
Arno nos lleva hasta la casa donde está el pequeño e Isabella se despide de él. Elena no paró hasta el último momento con los agradecimientos, hasta el ruso se acercó a ella y le agradeció por cuidar del pequeño. Le aseguro que en el momento que lo necesitara, él y toda su gente estaría a su disposición.
—¿Te gustan los niños? —pregunto.
—Sí.
—¿Quieres tener hijos?
—No —responde —no sería una buena madre y no podría vivir sabiendo que les hice daño —su mirada refleja miedo y tristeza.
—¿Algún día me contarás todo ese pasado que te atormenta?
—Sabes parte de el.
Se pone de pie y se dirige a una de las habitaciones que hay en el avión, aunque el vuelo no es tan largo, imagino que quiere estar sola.
Tres días en Rusia y sucedieron un sinfín de cosas, pero la que recordaré siempre es a Isabella sobre mí y el beso que le di en aquel lugar.
☙❧
De camino a casa me pongo en contacto con Evans, al parecer aquí todo estuvo en total calma y los recados fueron realizados como solicité antes de marcharnos.
Entrando a casa nos llevamos la mala noticia de que los padres de Isabella habían llegado y que justo estaban en mi casa.
—Princesa —habla Bruno mientras se acerca a la rubia.
—Padre —dice ella en un susurro.
NOTA DEL AUTOR
Regresamos de Rusia y nos encontramos con los padres de la rubia. ¿Qué están tramando?
Aquí el capítulo de la semana, espero estén disfrutando y tranquilos que ya vienen sus momentos románticos, fogosos, tristes y demás.
Sí comentan mucho, mucho, mucho. Les publico otro capítulo esta misma semana.
Con tu voto y comentario estás apoyando la historia.
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