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CAPÍTULO 20

ISABELLA

El corazón me late desenfrenadamente, las palabras de Ronald se sintieron tan reales que me hicieron pensar que, en el fondo, muy en el fondo, él sí sentía algo por mí y que las palabras que me dijo esa noche son algo como una confesión.

Juro que, si hubiera seguido escuchando todo lo que decía, me confesaría y le diría que mis sentimientos hacia él están como en una montaña rusa, que mi actitud hacia él es por lo confundía que he llegado a estar.

Mis sentimientos están revueltos y aunque estoy segura de que no lo amo, si estoy segura de que tengo un sentimiento especial por él, me gusta y me atrae.

En este momento necesito a mi amiga o alguien a quien contarle todo lo que siento y lo que está pasando por mi mente. No he podido hablar con Marga y llego a creer que me estoy volviendo egoísta, ella no tenía la obligación de contarme nada, pero ¡joder! Si yo me entero de que José le es infiel, no dudaría en decirle «aunque aquí no hubo engaño, ocultaron información».

¿Pude dormir? No. Hoy es la fiesta de compromiso por la cual supongo que vinimos a este país, aunque posiblemente solo sea una fachada para sus negocios turbios.

Ronald salió hace un rato y me vi obligada a utilizar la piscina del hotel, no puedo seguir encerrada en el cuarto de un hotel hundiéndome en pensamientos de cosas que pueden o no suceder, además debo aprovechar el sol que está haciendo en la ciudad.

Después de estar casi una hora nadando decido salir y tomar algo mientras me seco un poco para poder subir a la habitación.

—Tienes una piel muy hermosa —hablan en un idioma que no me es difícil reconocer, francés.

Me giro al sentir un suave toque en mi hombro. Un hombre unos centímetros más alto que yo y una barba que lo hace ver supremamente viejo me sonríe.

—No eres rusa —asegura.

—Adivinaste —le respondo en francés.

—Es una maravilla encontrar una mujer como tú —se sienta junto a mí.

—Las rusas son muy hermosas —trato de cambiar la conversación que apenas surge.

—Pero no tanto como las francesas, eres el claro ejemplo que tenemos a las mujeres más hermosas. —asegura.

—Soy alemana —expresó.

—Hablas muy bien francés, creí que eras de allí. Lo siento —toca mi pierna mientras habla.

—No lo vuelvas hacer —digo mientras retiró su mano.

—¿Estás sola? —pregunta ignorando mi petición.

—Es repugnante lo que haces —digo mientras trato de levantarme.

El hombre impide mi acción y me agarra de la cintura con más fuerza de la requerida.

—No te hagas la difícil, podemos divertirnos un rat...

No termina de hablar, dos hombres se acercaron y lo apartaron de mí, dejándolo inmóvil en el suelo. El hombre me estaba hostigando y faltaba muy poco para reaccionar, pero los guardias se adelantaron.

—¿Está bien? —me pregunta el hombre que viajó con nosotros desde Alemania.

Le confirmó con un movimiento de cabeza para retirarme del lugar, no quería seguir ahí y menos saber que iban a hacer con aquel hombre.

Dos hombres me siguen hasta llegar a la habitación. Me dirijo de inmediato al baño, quiero ducharme antes de que llegue Ronald y estar lista a tiempo.

Luego de pasar casi media hora en la ducha y agotar los intentos de subir el cierre del vestido que llevaré a la fiesta, decido ir por ayuda. Cuando me estaba duchando escuche su la voz de Ronald, entonces me dirijo hasta la habitación de él.

Toco tres veces, pero no me abre la puerta. Posiblemente haya salido, pero me dio un impulso de entrar a la habitación y observar sus cosas. Invadir su espacio como él invade mis pensamientos.

Entró como si se tratara de mi habitación, su olor está impregnado en todo el espacio, es como si llevara tiempos habitándola. Hay un traje azul oscuro en la cama, tiene su maleta junto a una mesa, pero lo que más llama mi atención es el arma que está en la mesa.

Nunca en mi vida he disparado o para ser sincera, nunca he tenido un arma en mis manos. Me acerco hasta la mesa y rozó el arma con mis dedos; es fría y muy suave. Estaba por levantarla, pero la voz de Ronald me asusto.

—¿Qué haces, rubia? —su voz sale lenta y gruesa.

—Nada.

—¿Nada? —pregunta acercándose —¿Qué haces en mi habitación tocando mis cosas y a la vez a medio vestir?

¡Joder! Tuvo que haber visto mi espalda y una parte de mi trasero. ¿En este momento es que me traga la tierra y me escupe en el país de nunca jamás o me devuelve hasta el momento que decidí entrar a esta habitación?

—Necesito que por favor me ayudes con esto —trato de ignorar lo sucedido.

—Pudiste hacerlo tú —se acerca hasta estar tras de mí.

—No fui capaz.

El roce de sus dedos fríos en mi piel me da escalofrío, me hace sentir una corriente como la que sentí la primera vez que me tocó.

Sube el cierre sin ninguna complicación y luego hace que me gire para mirarlo. Sus ojos me recorren todo el cuerpo y llegan nuevamente a mi rostro, es como si tratara de encontrar algo. Sonríe antes de volver a hablar.

—¿Algo más? —pregunta.

No logro escuchar lo que dice, ya que mi mirada está concentrada en su entrepierna. ¿Hace cuanto se quitó la toalla? O ¿ya venía sin ella?

Trato de apartar mi mirada, pero es algo imposible, su cuerpo, su pene y el tatuaje que tiene allí, se lleva toda mi atención. Luego de detallar su miembro por unos segundos «el cual no está nada pequeño», detalle el tatuaje y realmente es muy feo ¿Quién en su sano juicio hace una cosa tan fea en un lugar tan apetitoso?

Mi risa aumenta al solo pensar la vergüenza por la que ha pasado al mostrar eso.

—Eso es realmente horrible y pequeño —exclamó aun riendo.

—¿Te parece pequeño? —entrecierra los ojos mientras me habla.

—Y feo —le agrego.

—No sabes cuantas lo desean —habla, pero mi sonrisa para de inmediato.

Creo que no estamos hablando de lo mismo. Yo hablo del tatuaje y él parece estar hablando de otra cosa.

—Es muy feo y pequeño —lo tiento a seguir hablando.

—Verás lo que este pequeño y feo te puede hacer —dice.

Me sujeta de las manos y en un rápido movimiento él se sienta en la cama y me hace quedar sobre él a horcajadas. Me pongo nerviosa al sentirlo. Piel con piel y maldigo el no llevar unas putas bragas.

Ninguno dice nada con palabras, pero la mirada que recibo de él dice mucho. Me remuevo con la intención de levantarme, pero él sujeta mi cintura haciendo un poco de presión.

—¿Aún piensas que es pequeño? —Su voz sale más gruesa de lo normal.

—No hablaba de tu pene —digo en un susurro.

Sus ojos se abren más de lo normal. Su pene palpita y me produce una corriente, mi centro se está humedeciendo por el contacto de nuestras pieles, me muevo un poco para sentir aún más, pero su agarre me lo impide.

—¿De qué hablabas? —su respiración aumenta.

—Del tatuaje.

—Creí... —no termina la palabra.

—Es muy feo.

—Tiene un gran significado, es de amistad.

—¿En esa zona? —intento moverme y esta vez él no lo impide.

—Me lo hice borracho.

—Mala decisión —susurro.

A este punto su tatuaje para mi quedó en un segundo plano, ahora mi mente está procesando otras cosas donde me veo en unas posiciones y cosas pecaminosas.

Ronald me sujeta de la cintura y hace un movimiento lento, movimiento que hace que su pene quede en toda mi entrada. Un movimiento de mi parte y sería penetrada por él.

Ronald hizo otro movimiento, pero no el que estaba esperando; me levanta de sus piernas y luego camina hacia el baño, habla, pero no me mira.

—Termina de arreglarte y ponte unas putas bragas —dice antes de entrar al baño.

¿Solo a mí me estaba excitando esto? No lo creo, porque su erección era muy notoria. Salgo de la habitación con la cara enrojecida, con vergüenza y con ganas de que Ronald me folle.

Me maquillo lo poco que puedo y sujeto mi cabello en una cola alta; me pongo unos tacones y cojo mi pequeña bolsa.

Ahora mismo estoy sentada en la cama debatiendo mentalmente si salir o quedarme aquí y hacer como que morí, no quiero ver a Ronald y no porque me haya disgustado lo que estuve haciendo, si no por la vergüenza de que me ofrecí a él y lo único que recibí fue un rechazo.

Debo afrontar mis acciones y esta es una de ellas, en primera instancia nadie me dijo que fuera a la habitación de él con tan estúpido pretexto, pude subir una parte del vestido, pero necesitaba que él subiera la otra parte, entonces deje que hiciera el trabajo completo.

Al salir de la habitación quedo enfrente él, estaba hablando por teléfono, pero su mirada estaba fija en mí.

—Vamos tarde —dice cuando termina su llamada.

—No es mi culpa —expongo.

Salimos de la habitación rumbo a la mansión de los rusos donde se realizará la fiesta de compromiso.

☙❧

Durante el viaje Ronald no mencionó nada de lo que pasó en su habitación y se lo agradecí mentalmente, no quiero tocar ese tema, ahora mismo estoy haciendo como que nunca ocurrió.

Hace media hora llegamos y Ronald lo único que ha hecho en todo este tiempo es hablar con sus socios. Los anfitriones de la fiesta aún no llegan y a este punto llegarán es a despedir sus invitados.

—Debo ir al baño —le susurro.

—Déjame te acompaño —responde.

—No —digo —puedo ir sola, no demoró.

—No sabes dónde está —acusa.

—Puedo preguntar. Tú tienes cosas de que hablar —miro a los hombres con los que ha estado hablando.

—Si demoras te iré a buscar.

Me da un casto beso en los labios, acción que me sorprende y me deja en shock. ¿Ahora juega conmigo? Camino a paso lento y trato de buscar el baño, este lugar es muy grande.

—Por favor, ayúdame a esconderme —un pequeño de aproximadamente tres, cinco o seis años choca conmigo.

—Alek, por favor no le hagas esto a mamá —habla una mujer mientras se acerca al pequeño que se esconde detrás de mí.

—No mami, déjame —gritó el niño.

—¡Alek, suelta a la joven ya! —la mujer levanta la voz y el pequeño se asusta.

—No pasa nada —digo.

—Discúlpanos —dice —pídele disculpas a la joven —le pide ella al pequeño.

—No te preocupes.

—Perdón —susurra y luego se pega a una de mis piernas.

—Perdonado —le acaricio la mejilla.

La mujer le susurra algo al niño que no logro entender. El pequeño me mira y luego habla.

—¿Puedo decirte algo?

Me inclinó para quedar a su nivel y lo que hace me sorprende, creo que también sorprendió a su madre.

—Quiero ser tu novio —me besa la mejilla luego de hablar.

—En tus sueños mocoso —la voz de Ronald nos sorprende a todos los presentes.

—Discúlpenos —la mujer agarra al pequeño y se retira.

—Ya veo lo que te impedía volver —habla.

—No he podido entrar al baño —confieso.

Ronald me acompañó hasta encontrar un baño, me esperó afuera hasta que salí. Cuando regresamos, los anfitriones habían llegado y el hombre estaba a punto de decir el discurso, pero cuando vio a la mujer que estaba con el pequeño se detuvo.

Todos esperamos hasta que hablara, pero nunca pensamos que diría lo siguiente: —en un momento regresó— bajo de la tarima dejando a su novia sola.

Lo perdimos de vista cuando salió por la puerta que atravesó la mujer junto con el niño. Ronald siguió hablando mientras yo estaba como un trofeo a su lado, esto se estaba poniendo aburrido, quería volver al hotel y descansar.

—¿Puedes ayudarme a buscar a mi mamá? —escuché al pequeño que vi hace un rato.

Miro a Ronald, el cual está mirando al pequeño de una forma no muy buena.

—Busca niñera en otro lado, mocoso.

—¿Dónde te dejo? —le pregunto.

—Salió con un hombre, pero no volvió —hace un puchero y sus ojitos se llenan de lágrimas.

—No te preocupes, la encontraremos —digo.

¿Qué madre deja a su hijo solo en un lugar tan grande?

—Isabella, no debes alejarte —me habla Ronald.

—Solo buscaremos a su madre —declaró.

—Quédate aquí, yo la buscaré —dice.

Él se aleja sin que yo le diga algo. Subo al pequeño a una de las mesas y le acarició las mejillas mientras limpio sus lágrimas.

—No te preocupes, posiblemente esté haciendo algo —trato de calmarlo.

Ronald tarda así que decido ir a algún lugar para darle algo de tomar al pequeño. Mientras caminamos empiezan a sonar disparos y me asusto. El niño me miró y yo le sonrió.

Me desvió y nos meto por un pasillo que está un poco oscuro, pero creo que aquí estaremos a salvo; los ruidos se intensifican, en estos momentos mis pensamientos los está invadiendo Ronald.

—Quédate aquí —trato de hablarle al niño, pero él se apega a mi brazo.

—No, no me dejes solo —sus ojitos vuelven a cristalizarse.

Tengo un debate mental, pero decido salir junto con el niño para buscar a Ronald.

Todo pasa muy rápido y no logro entender lo que ocurre a mi alrededor, una pared cae y trato de cubrir al pequeño para que no le pase nada, llevándome el mayor daño.

Veo todo nublado y el pitido en mi oído no cesa. Trato de ponerme de pie con el pequeño en mis brazos, pero alguien nos detiene.

—Por aquí, señorita —hablan.

—Los debemos poner a salvo —insiste un hombre.

En mi desorientación lo sigo, llegamos a un auto, pero no veo a Ronald, mi vista se empieza a nublar más y todo me da vuelta.

Ronald —susurro mientras siento que pierdo la fuerza de mi cuerpo.

NOTA DEL AUTOR

Se empieza a calentar la cosa. ¿Por qué el alemán no cayó en los encantos de Isabella? Descúbrelo en el siguiente capítulo.

Espero disfruten del capítulo y comenten que tal les pareció.

En mi Instagram a cada rato les dejo spoiler de lo que va a pasar en los próximos capítulos o los acontecimientos más importantes del libro.

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