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CAPÍTULO 19

RONALD

El cambio de la actitud de Isabella hacia mí me da más miedo que a mis enemigos. No conforme con limpiar mis heridas, pregunta si me siento bien.

No me disgusta, pero me sorprende el cómo cambió en tan poco tiempo, empiezo a sospechar que todo se debe a su familia, posiblemente Bruno la llamó cuando no estaba en casa y la amenazó.

—Estás desconcentrado y necesitamos acabar cuanto antes con esto —me habla mi padre.

—Es poco lo que falta —respondo.

Tuve que salir en cuento la rubia terminó de limpiar mis heridas. Encontraron a las personas que nos han robado estos últimos meses, aunque todavía pienso que el culpable de todo esto es mi tío con los ineptos de sus hijos.

—Tienes a los culpables. Ahora debes disculparte con Charles —dice mientras se limpia la sangre de sus manos.

—Charles es el que debe disculparse conmigo, arrodillarse y rogarme como el perro que es.

—Te lo dije, tu tío no era el culpable. Lo ofendiste delante de muchos, ahora debes remediar eso.

—Padre. Aún no conoces a tu hijo, sabes que nunca retrocedo, jamás me disculpo y perdonó —declaró—. Dile al tío que sigo sus pasos y que puede creer que está delante de mí.

Salgo de la oficina dejándolo con la palabra en la boca. Pase toda la noche y parte de la mañana tratando de que los hombres que cogieron hablaran, pero lo único que ocurrió fue la muerte de los tres, ninguno quiso hablar sin importar la tortura a la que estaban sometidos.

Ahora mismo quiero llegar a casa y estar cerca de Isabella, aprovechar su actitud por estos días antes de que se marche. Soy consciente que luego de que volvamos de Rusia, todo será diferente.

La imagen que veo al llegar a casa me sorprende, pero a este punto no debería «pudo volverse amiga de Iker». Isabella está sentada en las escaleras con la mirada perdida y su mentón es sujetado por sus manos. La observo hasta que ella se percata de que he llegado.

—Por fin estás aquí —dice con un suspiro mientras se pone de pie.

—¿Me esperabas? —pregunto.

—No —responde —es q-que —tartamudea al hablar. Eso revela que está nerviosa.

—¿Qué Isabella? —pregunto impaciente.

—Mi padre llamó.

Lo sabía. ¿Qué más podía ser? Su padre, como siempre, una llamada de Bruno e Isabella, se convertiría en una persona totalmente diferente.

—Yo me encargaré de tu padre —camino con la intención de retirarme, pero ella me lo impide.

—Él viene la próxima semana, se enteró de que viajaremos a Rusia, por eso, retrasó su viaje —habla mientras sigue sosteniendo mi brazo.

—¿Qué te dijo exactamente? —preguntó con la intención de que me revele la amenaza que hizo cambiar su actitud.

—Quiere que definamos la fecha del matrimonio —dice con nerviosismo.

—Mañana será el viaje a Rusia, espero tengas tus cosas listas. Recuerda llevar lo necesario y si te falta algo avisar.

No mencionó nada referente a lo que ella habló con su padre, ese tema lo retrasaré hasta llegar de rusia y ella se hubiera ido. Debo tener un plan para que Bruno no llegue a Alemania hasta que Isabella regrese conmigo.

☙❧

Desde que empecé en la mafia mi sueño se redujo a un porcentaje bajo, siempre duermo con mi arma y casi que con un ojo abierto. En este mundo no estamos exentos a que nos maten en nuestra propia casa y eso lo evidencie cuando mi padre me llevó por primera vez a mis trece años a matar a uno de sus enemigos.

Así llegó mi primer muerto, a mis trece años, en una casa que era habitada por bebés.

No dormí muy bien, pero eso es normal en mí, lo anormal sería que durmiera como las personas normales del mundo.

Me levanté muy temprano porque necesitaba reunirme con Evans y darle detalles de la mercancía que venía de México —ahora mismo estoy creando alianzas con los latinos— la droga que llega de esos lados es la más vendida y no me puedo dar el lujo que los israelíes me ganen con esto.

—Cualquier problema me informas, estaré atento a mi teléfono —insisto.

—No es la primera vez que estoy al frente de tu negocio. Sé cómo funciona todo esto y sé que la mercancía que viene de México es tan importante como la que llegó de Colombia hace unos días —dice.

Aunque mi padre o mi tío pudieron quedar al frente del negocio por esta semana, no confió en ninguno; mi padre porque es muy fácil de convencer y mi tío porque seguramente cuando regrese, la mitad de mi imperio estaría arruinado.

Además, Evans me ha demostrado lealtad y es el único en quien confió.

—¿A qué horas salen? —pregunta.

—Al medio día, estaremos en la pista a eso de las doce —digo —llegaremos a Moscú a eso de las tres.

—Disfruta este viaje con la rubia, no lo veas solo como trabajo.

—Lo intentaré —respondo.

Hablo un rato más y después me marcho. Debo firmar los documentos que me envió mi secretaria.

Al llegar a casa y terminar lo del contrato, subo a mi habitación para cambiarme.

Mientras esperaba a la rubia tuve una charla con mi madre, la cual insistió en que cuando llegáramos de Rusia debíamos ir a visitarlos, porque tenían una noticia para nosotros. Sus palabras fueron exactamente. —Anja tiene algo importante para decirnos, así que los esperamos a los dos. Si no la traes a ella es mejor que ni te aparezcas aquí—.

Vamos directo a la pista donde se encuentra mi avión en el cual viajaremos hasta Rusia. Cuando lleguemos nos hospedamos en uno de los hoteles que el ruso asignó para nosotros y al llegar, tendremos la seguridad requerida como se lo solicite.

—¿Quieres comer algo en específico? —le pregunto, ya que tendremos que almorzar en el avión.

—Una ensalada, no lo sé, decide tú —trata de restarle importancia.

—Ya decidí lo que comeré, faltas tú. Debes decidirte antes de que lleguemos a la pista.

—Una ensalada está bien —dice.

El viaje hasta la pista fue corto porque no había mucho tráfico y no es que estuviéramos lejos de ella. Isabella tuvo su mirada todo el tiempo hacia la carretera.

Al llegar, Arno subió las maletas al avión mientras que yo ayudaba a la rubia a subir, «aunque era evidente que no la necesitaba». Cuando entramos nos recibió una Erika muy sonriente; ella y Gisela son las encargadas de atendernos durante el tiempo que estemos en el avión.

—Buenas tardes, señor, Richter —saluda.

—Buenas tardes —respondo.

La mirada de Erika se dirige a la rubia y esta le sonríe.

—Buenas tardes, señorita —las dos hablan al mismo tiempo.

Terminan los saludos y nos dirigimos hasta nuestros respectivos asientos. Yo ocupo como siempre el mío e Isabella se sienta frente a mí.

Isabella va vestida de una manera muy cómoda, su cuerpo está enfundado en ropa deportiva y su rostro lo adorna unas gafas oscuras que me impide ver el azul claro de sus ojos.

Cuando el avión despegó se nos acercó Erika para servirnos vino y preguntarnos si deseábamos que nos trajeran el almuerzo. Isabella no aceptó vino, pero sí pido que le trajeran su almuerzo.

Como lo pidió, le entregaron una ensalada con pollo, la cual se comió de inmediato. Yo por mi parte me comí un salmón con unos espárragos salteados acompañado de vino.

—Si quieres puedes descansar, estaremos llegando aproximadamente en dos horas y media —le digo—. Puedes ir a la habitación o si quieres quedarte donde estás.

—Aquí estoy bien —responde —muchas gracias por la oferta.

Como mi vida se basa en trabajo y trabajo, me concentro en los documentos que debo entregar a los rusos en la reunión del miércoles. Con la nueva alianza reforzaremos lo que ya teníamos y tendremos más aliados como los italianos, en estos momentos necesitamos más gente de nuestro lado, ya que la guerra que tiene Novikov con los israelíes me incumbe.

Supuse que en algún momento del vuelo la rubia se durmió, no podía descifrar eso porque aún tenía las gafas puestas. El viaje no tuvo contratiempo y llegamos a Rusia a la hora prevista.

Cuando bajamos del avión efectivamente había varios hombres esperándonos junto a dos carros donde nos estaremos movilizando esta semana.

Arno, que es el hombre de confianza que nos acompañará esta semana, baja las maletas mientras nosotros subimos al auto.

—Debo reunirme con Jasha —digo mientras el auto se pone en movimiento —te quedaras en el hotel hasta que regrese.

—Qué divertido —dice en un susurro.

—No demoraré —digo —puedes recorrer las instalaciones del hotel.

—Eso es aún más divertido —habla con sarcasmo.

—Cuando regrese iremos a cenar con los rusos.

El auto se detiene frente al hotel y bajamos. Acompañó a Isabella hasta la suite donde estaremos por esta semana.

—Nos vemos a las siete —digo antes de salir.

Dejo a Arno encargado de la seguridad de Isabella y dos de los hombres que el ruso puso a nuestra disposición, los otros me acompañarán hasta donde está Jasha con los italianos esperando.

Al llegar al bar donde me esperaban me encontré con el ruso, el cual me saludó muy alegremente. A pesar de que la relación entre los dos países no era tan buena cuando nuestros padres dirigían, los dos logramos tener una mejor relación.

—Hemos adelantado un poco —dice mientras nos acomodamos.

—¿Contaste la propuesta? —pregunto.

—De eso hemos hablado. Ellos están de acuerdo siempre y cuando una parte de tu droga sea distribuida en su país.

—Perfecto. La droga más pura llega desde México y Colombia —informó —puedo asegurarme que la cantidad que necesites sea entregada en el lugar que indiques.

Suponía que iban a pedir algo así, ellos aún no tienen proveedores de América, hasta el momento yo tengo a los mejores.

—También queremos algo más —habla el italiano —queremos mujeres, la venta de ellas puede incrementar nuestras ganancias.

Siempre he tenido claro que con el tráfico de mujeres y niños no me metería, es lo más repugnante que hay en este negocio, «sé que no soy el más apto para hablar de moralidad por todo lo que he hecho».

—En mi territorio está prohibido el tráfico de mujeres y niños, si quieres un negocio como ese no puedo ser tu socio.

—Tu padre los tenía —habla nuevamente el italiano.

—Mi padre pudo tenerlos, pero yo, Ronald Richter, no trafico con mujeres y niños —insisto.

—Pero hay prostíbulos en tu zona —esta vez habla el ruso.

—Los hay —respondo —pero me he encargado de que las mujeres que trabajan allí son porque lo quieren y posiblemente lo necesitan, no porque sean obligadas.

La conversación se extiende más de lo deseado y al final logran entender que si quieren traficar con mujeres, en mi país no lo harán.

Salimos del lugar más tarde de lo previsto. Los planes que había se cancelaron porque el ruso tuvo que marcharse.

Voy de camino a la suite donde dejé a Isabella hace unas horas. Al llegar a la puerta me encuentro con Arno, quien me informó que Isabella no salió en toda la tarde.

Cuando entro a la habitación lo primero que veo son las piernas de Isabella y agradezco que nadie pueda entrar, soy demasiado egoísta para compartir esa vista. Parece que estuvo esperándome y eso lo deduzco por el vestido que lleva puesto.

Me acerco hasta donde está y trato de levantarla, pero mi intento fue fallido, ya que se despertó antes de poder tocarla.

—Llegas tarde —dice mientras intenta abrir sus ojos.

—Lo siento —digo.

Isabella es la única persona con la cual puedo disculparme, todo con ella sale de manera natural y deseado.

—No he cenado —dice en medio de un bostezo.

¿Puede una persona verse tan sexi como lo hace Isabella en este preciso momento?

—¿Qué quieres comer? —pregunto —puedo hacer que traigan lo que quieras.

—Quiero hamburguesa —dice.

Me pongo de pie y me dirijo al teléfono para solicitar lo que Isabella quiere, también aprovechó para pedir algo para mí. En este momento muero de hambre.

Nuestro pedido no demoró mucho en llegar, puedo decir que demoré más en hacerlo a que estuvieran tocando la habitación para entregar todo lo que pedí.

La rubia disfruta de su hamburguesa mientras que yo de mi ensalada con camarones.

—Eso se ve delicioso —menciona está con la boca aun llena.

—¿Quieres? —pregunto.

—No quiero morir —sonríe al hablar.

Me estoy volviendo loco. Cada gesto, palabra o acción que lleva haciendo la rubia me desconecta, y ahora me sonríe como siempre lo quise.

—Un camarón no te matará —le acercó uno de ellos y gira su rostro al instante.

—Si no quieres ser el culpable de mi muerte, es mejor que retires eso.

—¿No te gusta?

—No los puedo comer —menciona —soy alérgica a todo eso.

Nunca había conocido a alguien con este tipo de alergias.

—No me lo habías dicho —hablo como si la comunicación entre nosotros fuera recurrente.

—No te he dicho nada —responde —no sabes nada de mí.

—Tú tampoco sabes nada de mí —me defiendo.

—Eres un mafioso; matas gente, secuestras mujeres, vendes drogas y armas —enumera las cosas que cree que hago.

—No secuestró mujeres.

—Lo hiciste conmigo —declara.

—No te secuestre. Te lleva a mi casa donde puedes hacer lo que quieras e ir a donde quieras.

—Me subiste a la fuerza a tu auto —me recuerda.

—Pero no te amarre, no te deje encerrada en una habitación sin iluminación y mucho menos te lleve a un depósito o pedí recompensa para liberarte.

—Pero ganas algo al tenerme.

—Un secuestro tiene otros ítems que nunca ocurrieron contigo, y aunque creas que soy el más beneficiado con este acuerdo, no puedes estar más equivocada.

Al casarme con la rubia lo único que gano es una esposa y un posible heredero que no es seguro que tengamos. Aunque la empresa de Bruno me puede servir para el lavado de dinero, no me ayuda en nada.

—¿Este acuerdo no te beneficia en nada?

—El único beneficio es que consigo una esposa.

—Ya entiendo, necesitas una mujer para tratarla como un objeto.

—No se trata de eso. Necesitamos una persona en quien confiar, alguien que nos traiga a la tierra cuando estamos perdidos.

—Pudiste escogerla a ella —explica —parece que te ama.

—Greta no es lo que deseo.

—¿Qué deseas? —pregunta ansiosa.

—A ti.

Hable rápido y parece que mi respuesta la sorprendió.

—¿Por qué yo y no Ida?

—¿A qué quieres llegar? —le respondo con una pregunta.

—Quiero estar segura antes de tomar una decisión.

—¿Segura de que Isabella?

Siento que esta conversación pasó a un estado de seriedad alta, no sé qué está pasando por la cabeza de la rubia, pero empiezo a desesperarme.

—Responde. ¿Por qué yo y no Ida?

—Porque tu hermana no me genera nada, no me veo con ella. Tus padres aseguraban que sería la esposa perfecta y no dudo eso, una mujer que sigue todo al pie de la letra no es lo que necesito.

—¿Por qué yo?

—Tú eres única, valiente y capaz de mucho. Aunque no descubrí mucho sobre ti, pero soy consciente de lo capaz que eres, sobreviviste y eso es lo que necesito. Alguien que sobreviva y me ayude a sobrevivir.

—No me has convencido todavía —sonríe genuinamente.

—Tu actitud me da más miedo que a mis enemigos —digo.

—Hace unas noches me dijiste algo, esperaré que lo vuelvas a decir.

Se levanta de la mesa y abandona el lugar dejándome con más preguntas y mil dudas.



NOTA DEL AUTOR 

 ¿Qué pasa por la cabeza de Isabella? 

 Me siento feliz porque pude escribir y no saben lo que me está costando, a veces escribo solo dos líneas y mi mente queda en blanco.

Espero le den mucho amor al capítulo y me comenten que les pareció y sus teorías para el próximo. 

 NOTA ADICIONAL: En este libro se mencionan algunas personas que son de los próximos libros.

 En Instagram me encuentro como @Leidygm18 y allí estoy dejando spoiler del libro y más cositas por si quieren ir a seguirme. 

Con tu voto y comentario estás apoyando la historia.

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