CAPÍTULO 17
RONALD
No creí que la rubia fuera a tomar todo tan mal. Además, se suponía que sería yo quien le diría mi trabajo y revelaría el porqué de este matrimonio.
Ver el miedo en sus ojos y el temblor de su cuerpo al descubrir que su padre tenía pleno conocimiento de todo esto me hizo sentir más culpable. Culpable de todo el sufrimiento que ha tenido desde que llegó a Alemania. Pero si no hubiera sido yo, seguro sería otra persona un ruso, un italiano o incluso uno de mis enemigos aquí en Alemania. La ambición de Bruno no tiene límites.
—Solo necesita descansar —informa el médico que acaba de revisar.
—¿A qué se debe el desmayo? —pregunto.
Sé que hay miles de razones por la que una persona puede desmayarse, pero quiero saber exactamente porque le paso.
—Estrés. Su presión arterial disminuyó, en este instante apenas se está estabilizando —explica él —por esa razón debe descansar.
—Muchas gracias. —Lo acompañó hasta la puerta.
Allí se encuentran las personas que acompañaban a la rubia: mi madre, hermana y la amiga de esta.
—¿Puedo entrar? —pregunta la amiga de la rubia.
No le contesto, pero me hago a un lado. Gesto que toma como un sí, ya que corre hasta la cama donde está Isabella acostada.
Cierro la puerta al salir para darles espacio. Mi madre y hermana me siguen mientras me dirijo hacia mi oficina.
Será difícil, pero no imposible, encontrar al periodista que reveló un secreto no tan oculto, pero le haré pagar por decir lo que no debía.
—¿Identificaron a alguno de los periodistas? —la pregunta va dirigida para mi madre.
—Solo a los tres de siempre, ya sabes. Los que se empeñan en revelar la parte oscura de esta familia —dice ella.
—¡Oh! No deberías hacer nada —habla Anja mirando hacia la puerta —si esa chica se entera de que mataste a alguien por revelar cosas que no debían, tú los acompañaras a ellos.
—Pues ya sabe a lo que me dedico, debe acostumbrarse a las cosas que hago y seguiré haciendo —trato de restarle importancia a lo dicho por mi hermana.
La rubia se veía muy airada. Juraría que estuvo a punto de golpearme y por supuesto no la hubiera detenido. Mis hombres la miraban como si estuviera loca, nunca nadie había tenido el valor de enfrentarme como lo hizo ella.
—Cálmate, hijo. Debes saber que esto tarde o temprano ella lo sabría, si es que ya no lo sabía —habla mi madre —así como los periodistas dijeron todo, posiblemente pudo ser otra persona o hasta su mismo padre.
En parte mi madre tiene la razón, pero yo quería decirle cuando haya un poco más de confianza entre nosotros. Cuando ella no me viera como el hombre que solo la va a hacer infeliz.
—Lo que me sorprende es la manera en que te hablo, esa mujer no le tiene miedo a nada —menciona Anja con una sonrisa.
—No debe de temerme. Isabella sería la última persona a quien le haría daño —mencionó.
En mi cabeza nunca ha pasado la posibilidad de que le haga algo, pero es obvio que si le estoy haciendo daño. Obligarla a estar con un hombre el cual detesta es el daño más grande.
—¡Mi querido hijo está enamorado! —mi madre me mira con una pequeña sonrisa. Se acerca y besa mi mejilla mientras susurra —estoy segura de que te ganarás el amor de esa mujer. Nacieron para estar juntos.
—Puedo estar solo obsesionado —sigo ocultando lo que en realidad siento.
—Yo veo otra cosa.
Un rato, después de que mi madre y hermana insistieran en que lo que siento por la rubia es más que una simple obsesión, regresamos a la habitación. Ya había despertado y estaba hablando con su amiga, parecía que no era muy bueno, ya que la cara de ambas demostraba que estaban muy enojadas.
Su amiga se pone de pie al mirarme. Intenta hablar, pero la rubia la interrumpe.
—Lo esperé de todos, menos de ti Margara. Confiaba en ti.
La manera en que habló, el tono que utilizó y la mirada que le brindó a su amiga me hizo saber que no era una pequeña discusión, que la rubia está tan cabreada como lo estuvo hace unas horas cuando llegaron y me enfrentó.
Marga se gira y lo que llama mi atención son sus ojos, están húmedos, tratando de retener las lágrimas que luchan por salir.
—Adiós —dice ella antes de desaparecer por la puerta.
Cuando la mujer salió, la rubia no pudo contenerse más, sus lágrimas brotaron y un sollozo salió de su boca.
—Déjame sola, por favor —pide.
—Dejarte sola, ahora mismo no es una opción, Isabella —respondo.
Me fulmina con su mirada y se pone de pie para enfrentarme.
—Nunca he tenido opción de nada. Quiero hacer algo no puedo porque ya tienen todo planeado y sin mi consentimiento.
Respira con pesadez y apostaría todo mi dinero que está a punto de sufrir un ataque de pánico.
—Cálmate —digo. Trato de acercarme a ella, pero retrocede.
—Ahora la única opción que tengo es casarme con un jodido mafioso y poner mi vida en peligro todo el tiempo.
—No estarás en peligro, siempre estaré protegiéndote.
Se ríe con ironía y mira hacia un lado.
—Eso es lo mismo. Siempre que esté cerca de ti estaré en peligro.
Me jode pensar que dejaré que le suceda algo.
—¿Qué quieres Isabella? —pregunto. Sus ojos dieron un brillo y estaba seguro de lo que pediría —te daré cualquier cosa menos cancelar esto.
—¡Eres un jodido egoísta de mierda!
—No te imaginas cuánto. Estoy dispuesto a darte todo lo que quieras, pero para mí no es una opción dejarte ir.
Un silencio invadió la habitación. Soy un egoísta de mierda, pero ¿cómo puedo dejar que la mujer que he esperado toda mi vida se vaya? Lucharé con todo de mí para que la rubia vea que puedo ser diferente, que puedo darle el amor y cuidado que tanto anhela.
No quiero dejarla ir, me niego a no verla, a no tenerla cerca. ¿Pero cómo puedo seguir siendo tan egoísta? Retenerla a mi lado y verla infeliz sería una condena para los dos.
Nunca podría tomarla como quisiera. Nunca me vería como yo quiero que me vea. Siempre estaría intentando escapar, siempre me llevaría la contraria.
—¡Isabella! —hago que me mire nuevamente.
—Ya dijiste todo lo que ibas a decir.
—¿Quieres irte, terminar algo que no ha comenzado? —Aún no estoy seguro de lo que diré.
—Es lo que más he querido desde que me trajiste a esta casa —menciona con repudio.
—Te daré lo que quieras. Dejaré que te vayas —suelto esas palabras y siento como mi pecho se contrae.
Era obvio que esto iba a suceder. La obligaron a comprometerse con alguien que no quiere, con alguien que la pondrá en peligro.
—No me hagas reír. ¿Tan rápido cambias de opinión? —habla con sarcasmo —ahora que dirás ¿Dejaré que tu padre se quede con todo lo que le di por ti?
—No dejaré que tu padre se quede con nada, eso nunca fue una opción. Dejaré que te vayas.
Mis reglas, todo lo que he planeado se está acabando aquí. Siempre utilicé a las mujeres, estuve con la que me gustara. Pero la que genera un sentimiento más grande, no quiere estar conmigo.
—Si me voy, mi padre encontrará otra persona, seguramente un mafioso con más poder que tú —dice.
—Conozco los alcances de tu padre, sé sus límites y él los míos. ¿Alguien con más poder que yo aquí en Alemania? Lo dudo. Si alguien intenta tocarte le faltará vida para contarlo.
—¿Estás hablando en serio?
—pregunta con incredulidad.
Qué más quisiera yo que mi pensamiento no hubiera cambiado en un momento.
—Hablo en serio, Isabella. Pero solo debes cumplir algo —solo le pediré dos cosas antes de que se vaya.
—No me acostaré contigo —menciona de inmediato.
—No quiero follarte —digo.
—Tu mirada hacia mis tetas dice otra cosa.
—No estoy mirando tus tetas Isabella. Solo quiero que te quedes conmigo hasta la próxima semana —mencionó —también quiero que viajes conmigo a Rusia y vuelvas. Luego podrás mudarte a donde quieras.
—Solo querías una cosa, ahora me pides tres —declara.
—Son dos cosas a mi favor, la última es a tu favor.
—Una semana Ronald, solo eso. —habla con una sonrisa —luego me iré de aquí y continuaré con mi vida.
—Así será Isabella.
Desde que le dije que la dejaría ir no volví a mirar sus ojos, no era capaz, no fui valiente de ver la felicidad que seguramente reflejaban.
No dije nada más y salí de su habitación, necesitaba hacer algo. Matar, cuentas, torturar a un enemigo o juro que me devolvería y declinará todo lo que le había dicho.
La escondería en uno de mis almacenes y no la dejaría salir hasta que entendiera que ella es mía, nació para estar a mi lado.
☙❧
Hace un rato llegué al depósito. Todo está marchando tan bien, no hay nadie que se haya metido en mis negocios estos días y eso me jode aún más la cabeza. Solo quiero sacar ese enojo.
—¿De verdad la dejarás ir? —pregunta Evans mientras mueve una bola en mi mesa.
—¿Qué puedo hacer? Este absurdo es una condena para la rubia. Mejor encontrar a alguien que si quiera pertenecer a esto, quedarse a mi lado sin que se vea obligada. Tal vez sea Greta con quien debo estar.
¿Es absurdo lo que pienso? Sí. ¿Quiero a Greta como la reina de este imperio? No. ¿Qué a quién quiero? Mi respuesta es evidente.
—Me pregunto donde quedo el Ronald, que no le importaba que opinaran los otros, que no le importaba las palabras de los demás —manifiesta mi amigo —volveré a preguntar una última vez ¿Te enamoraste de la barbie?
¡Joder! Me enamoré de una mujer que no me ama, que no le importa lo que siento y que lo único que busca es huir de su familia. ¿Cómo una persona como yo podría enamorarse de alguien como ella con solo mirar una puta foto?
—Ese Ronald aún sigue aquí. —respondo —no puedo ponerle un arma en la cabeza y obligarla a estar conmigo, me niego a eso.
—Enamórala —espeta.
—Qué divertido andas estos días.
—Es la única solución a que la barbie esté contigo. Déjala ir, pero sigue sus pasos, protégela y enamórala.
—Siempre estaré junto a ella y seguiré sus pasos, pero lo de enamorarla lo veo jodidamente complicado.
—Estoy seguro de que ella debe sentir algo por ti, por más mínimo que sea —proclama.
—Odio —respondo —odio puro es lo que siente por mí.
No regrese a casa ese día ni el siguiente. No quería verla y como un cobarde la iba a evitar hasta el viaje.
Le pedí que fuera conmigo porque quería que el ruso la conociera, que explorará otros lugares y conociera más personas. Deseaba quedarme con ella en Rusia por una semana y hacerla sentir especial.
Tome las tres noches siguientes y cada vez que un trago se deslizaba por mi garganta me preguntaba cómo fue que llegué hasta aquí. Me enamoré de una mujer que llegó por un acuerdo y prácticamente la compré.
—¿Cuándo volverás a tu casa? —pregunta Evans.
—Volveré un día antes del viaje a Rusia —respondo.
—¿Crees que así lograrás enamorarla? —pregunta él mismo.
—Estoy seguro de que, aunque le bajara la luna, no me amaría como yo lo hago —respondo.
—Hasta que no lo dices. Tienes que estar muy ebrio para dejar que este secreto salga de tu boca.
—Tengo que estar muy jodido para amar a una mujer que me odia. Tengo que estar rotundamente jodido por no obligarla a quedarse conmigo.
—La amas y por eso estás haciendo todo esto, prefieres sufrir antes de verla sufrir a ella.
¿Es eso? Prefiero mi sufrimiento ante el de ella. Prefiero verla feliz y mostrando esa jodida, dulce y encantadora sonrisa que le da a todos antes de ver sus ojos como los vi esa tarde.
—Piensa bien las cosas —veo como se pone de pie y se aleja.
La botella que tenía en la mano termina en el suelo haciendo un desastre al cual le reste importancia.
Retire mis zapatos y me quite la camisa, si voy a quedarme cuatro días más aquí debería estar cómodo.
☙❧
Llegue a casa con un grado de inconsciencia alto. Evans y otro de mis hombres me trajeron a casa, era realmente un desastre. Tenía los pies cortados al igual que una mano. No puedo recordar cómo me hice todo esto.
La melodiosa voz de la rubia me hace abrir los ojos, aunque puedo jurar que soñé su mirada porque era contrario a todo lo que ella me ofrecía.
Soñé que estaba preocupada por mí y eso me hizo el hombre más feliz, soñé que curaba mis heridas y limpiaba mi piel mientras me regañaba porque no me quedaba quieto y fue la imagen más linda que pudo pasar por mi mente.
—¡oh! Rubia, quisiera que todo esto fuera real —susurro en mi inconsciencia. —me gustas tanto, ¡joder!
Pero todo eso, fue eso, un simple sueño que quería hacer realidad. Me pongo de pie y me dirijo al baño, las heridas de mis pies son soportables, he sobrevivido con heridas de cuchillos y balas, puedo sobrevivir a esto.
Me doy una ducha para quitarme la suciedad de estos días. Me pongo un traje azul que me hace lucir impecable como siempre lo he sido. Bajo a la cocina para comer algo.
Isabella está en la isla comiendo lo que parecen tostadas, frutas y un vaso de jugo.
—Buenos días, Isabella —la saludó formalmente. No tiene sentido que siga tratándola como antes.
Su expresión cambia y me dedicó una sonrisa llena de sarcasmo.
—¿Ya no soy rubia? —Se levanta a llevar los platos hasta el lavado.
—Siempre lo serás, pero es mejor llamarte por tu nombre.
—¡Oh! Alemán, como quieras —no dice nada más y sale de la cocina.
Me termina de joder la cabeza, por eso no quería estar aquí, no quería verla y tener alguna conversación con ella.
¿A qué juegas Isabella?
NOTA DEL AUTOR
Primero que todo pido disculpas por no actualizar ayer, pero es que estoy estudiando para los parciales de la universidad y se me hizo imposible.
Segundo. ¿Cómo les pareció el capítulo? ¿Está bien la decisión que tomo Ronald? ¿El sueño de Ronald fue real?
Capítulo corto, pero espero compensarlos esta semana con otro capítulo.
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