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Terminemos lo que empezamos

Después de nadar toda la tarde, era hora del baño y cambiarse para ir a cenar.

Tomó una ducha refrescante, pues en ese lugar hacia un calor sofocante. Una vez que salió del baño, el espejo de la habitación, le mostró su piel ligeramente bronceada.

Nunca había estado así, su piel era nívea y jamás había tomado sol a tal punto de broncear su cuerpo. Sonrió complacido por el cambio.

Revolvió su maleta buscando algún outfit adecuado para la ocasión. Mirando cada una de las prendas que Afrodita había elegido para él.

Ninguna era de su estilo, supuso que de eso se trataba, salir de su zona de confort. Había ido de compras a la famosa tienda para donceles que anteriormente acudió con Shura.

La ropa era ceñida al cuerpo, ideal para lucir su sensual figura, que Camus solía esconder debajo de prendas deportivas holgadas.

Cuando casi vació la valija, descubrió una bolsa de compras que él no había puesto allí. Sonrió pensando que el culpable había sido el sueco.

La tomó entre sus manos y vertió su contenido sobre la cama. ¡Era ropa interior de encaje! Negó con la cabeza mientras se mordía el labio.

No podía negar que la idea de estrenarla con Milo sonaba muy tentadora. Pero...

¿Era correcto? No olvidaba los besos y caricias ya se habían dados. Dios santo hasta casi tienen sexo en el baño del bar.

¿Qué lo detenía ahora? Su matrimonio con Surt estaba más que terminando, ya no tenía moral para negarse a esos besos griegos que lo ponían de rodillas.

Sin presionar nada y diciéndose a sí mismo un "por las dudas" eligió el conjunto color rojo pasión. Si se daba la oportunidad ya estaría listo.

Eligió cuidadosamente sus prendas, una camisa celeste que se pegaba a su cintura, bermudas ajustados color crema y sandalias de cuero color marrón, roció su perfume Armani sobre sus prendas y dio una mirada para asegurarse que se viera bien.

Shijima había elegido una camisa azul, bermuda blanca. Rió al verlo, su color de pelo lo hacía ver cómo la bandera francesa.

- Ya estoy listo papi.

- Entonces vamos a buscar a tu tío.


Degel estaba recostado en su cama mientras Kardia terminará de ajustar los últimos detalles de su look.

Una blusa de bambula negra escote en V, bermuda blanca y sandalias grises fue la elección del griego, mientas que Degel tenía puesta una túnica larga color verde agua especial para donceles encinta, junto con un short cómodo y ojotas. Sus pies estaban ligeramente hinchados.

Mystoria vestía una camisa floreada amarilla y roja con bermudas de jean.

- ¿Dónde tienes le pensado ir? - preguntó el escorpiano cepillando su larga cabellera azulada - el hotel tiene restaurante.

- No, busque en Google Map un restaurante en la playa donde tiene música en vivo típica de aquí para bailar - comentó mientras levantaba su celular.

- ¿Tu bailaras? - bromeó mientas lo señalaba con el cepillo de pelo.

Degel lo miró molesto - No, escorpión hiperactivo, a mí hermano le gusta bailar y Milo es buen bailarín también - lo miró con un gesto de obviedad, su pareja solo tenía que hacer las cuentas de la situación - por él vinimos aquí, para que mí hermanito por fin se decida a ser feliz y deje atrás al imbécil de Surt.

- Se nota que quieres mucho a tu hermano.

- Haría lo que fuera por él, perdí demasiado tiempo a su lado por culpa de su esposo - recordó lo sucedido con desagrado - pero a él le daré su merecido - espetó enojado sin saber que sus palabras y futuras acciones tendrían fatales consecuencias.

- ¿Estás seguro de lo que harás?

- Por supuesto, jure vengarme.

Unos golpes en la puerta interrumpieron su charla. Su hermano lo estaba llamando para bajar a cenar.

Degel con dificultad se levantó de la cama para abrir la puerta.

- Degel ¿Están listos?

- Kardia se está terminando de preparar, Milo ya me avisó que estaba en el lobby esperando.

- ¿No te molesta si los espero abajo?

Degel vio una oportunidad y no la iba a desaprovechar.

- Shiji querido ¿Quieres jugar con Mys hasta que estemos listos? Está aburrido jugando con sus juguetes.

El pelirrojo buscó la mirada se su progenitor pidiendo con sus ojos silenciosamente permiso.

Camus afirmó con la cabeza.

- Bien me adelantaré, los espero.

Camus dejo al niño con su hermano para alcanzar a Milo en el lobby del hotel.

Apenas salió del ascensor, buscó con la mira esa cabellera rubia alborotada, no la ubicó en ningún rincón del lobby.

Le pareció extraño y se preguntó dónde se había metido el escorpiano.

Repaso nuevamente con sus ojos el lugar, pero ahora trataba de encontrar cabellos verdes.

Tampoco.

Contempló la fuente que adornaba la entrada de afuera del resort, estaba encendida y el agua caía como cascada mientras las luces la pintaba de diferentes colores, haciéndola única y bella.

El sol caliente tropical, se había escondido dándole paso a un luna llena tan luminosa y majestuosa, tiñendo de plateado el mar.

Sentado en un banco, ubicado en la parte de los jardines de la parte delantera de la fachada del lugar, Camus pudo encontrar al virginiano de cabellos verdes y mirada dulce, sentado hablando por teléfono.

Si Shun estaba ahí, Milo también.

Barrio con los ojos todos los alrededores del amplio jardín repleto de flores, hasta dar con el griego de espaldas observando la fuente y el constante movimiento del agua.

Se permitió admirar su perfecta anatomía un poco, tenía las manos en los bolsillos y eso hacía que la bermuda blancas que tenía se ajustan más a su trasero. Eso provoca que el francés se mordiera los labios.

Salió del hotel, al encuentro de ese heleno sensual de mirada penetrante y sonrisa picara.

Milo al sentir pisadas detrás suyo, instintivamente se dio la vuelta, para encontrarse con el de cabellos viridian como la más perfecta imagen que podía ver. Era el hombre más apuesto que había visto y vestido de esa manera solo hacía que la sangre se acrecentara en sus partes bajas.

Camus no se quedaba atrás, apenas divisó a su amantes darse vuelta, no pudo evita mirarle la piel que se asomaba tímidamente de la camisa color gris abierta en los 3 primeros botones. Las zapatillas puramente blancas completaban aquél outfit matador del griego.

- Milo - no pudo evitar que su nombre saliera en tono anhelante - ¿Qué haces afuera?

- La mamá se Shun lo llamó y lo acompaño hasta que termine de hablar.

Desde que se enteró de la existencia de esa mujer, el galo siempre tuvo intriga de ella. La había visto en foto pero Milo nunca hablaba de ella. Tampoco le quiso pregunta.

Era obvio que en algún momento quizás tendría el gusto de conocerla.

Camus volteó a ver la hijo de su acompañante, estaba distraído con la llamada que no los miraba. Aprovechó aquél momento para arrastrar al heleno detrás de unos arbustos. Él otro se dejó guiar.

- Cam - lo nombró pero los labios carnosos y tibios de galo se posaron en los suyos.

Era un beso desesperado de cariño y afecto. Cómo si fueran dos adolescentes escondidos para sentir el contacto de su amor secreto.

Milo afirmó el agarre, agarrando la nuca de Camus para introducir su lengua más profundo.

- ¿Qué hacen? - una fina voz los hizo separarse de golpe al ser descubiertos.

Mystoria los escrutinio con la mirada, como si supiera que había sorprendido a sus tíos haciendo alguna travesura. Tenía apenas caía 4 años pero sabía que si se asustaban es por qué estaba haciendo algo mal.

- Nada - contestó simplemente Milo buscando con la mirada a su hermano - ¿Tus padres?

- Ahí - el pequeño acuariano levanto su dedito e indicó dónde de encontraban todos reunidos esperando la aparición de los únicos faltantes.

Salieron detrás del arbusto más que sonrojados. Sabia que los otros dos adultos no los reprenderían, solo quizás alguna broma por parte de Kardia, pero trataban de evitar preguntas incómodas por parte de sus dos hijos y para su desgracia el niño más curioso los acababa de descubrir.

Apenas llegaron a su encuentro, los delató.

- Mis tíos se estaban dando besos - comunicó inocentemente el pequeño.

Degel reaccionó tapándole la boca, ya era tarde y la mirada desconcertada de Shun se hizo presente, al tener 8 años ya era más avispado que el pelirrojo, que no le dio importancia al cometario de su primo.

- Papá - lo llamó, quiso preguntar pero luego se arrepintió - nada nada.

Milo conocía a su hijo a la perfección, aseguraba que no le molestaba, ya que él anteriormente le había contado de su atracción hacían el francés, pero ya darse besos era otra cosa y más cuando desconocía su reciente separación.

Apoyó su mano en su hombro y lo separó del grupo.

- Shun, hijo ¿Te molesta? - consultó con temor a la respuesta.

- ¿Él no está casado?

- Ya no. Se separó hace poco.

- ¿Tu eres feliz? Me agrada Camus y se nota que te gusta mucho. Si estás bien yo también lo estoy. Haz estado sólo mucho tiempo.

Milo abrazó a su hijo de una manera cariñosa y fraternal. Agradecía infinitamente la aprobación de su único hijo, por ahora.


Decidió descalzarse, así podría disfrutar de la textura y frescura de la arena bajo sus pies.

El lugar elegido por Degel para la cena, era ni más no menos que en la playa.

La banda en vivo tocaba bachatas movidas en el idioma natal del lugar.

Tiras de luces adornaban a lo largo del lugar, iluminado las mesa y la pista de baile. El escenario se ubicaba frente a está.

Algunas personas comían, otras bailaban sonrientes, moviendo sus cuerpos al ritmo de los instrumentos.

Camus hablaba amenamente con su hermano sobre su embarazo, mientas los griegos vigilaban, desde sus asientos, a los menores en la zona de juegos. El teléfono de ambos sonó a la vez.

La cara de sorpresa de ambos griegos no pasó desapercibida por los hermanos franceses.

- ¿Qué sucede? - preguntó Degel ingiriendo su último bocado de su plato.

- Kanon nos acaba de anunciar que será papá - contestó rápidamente Milo.

- Puedes creerlo, se la pasaba diciéndome que no le gustaban los niños.

- Bueno, ya está casado y la gente cambia. Tu decías lo mismo y ya vas por el segundo.

- Si quieres te hago un tercero primor - bromeó levantando las cejas a Degel.

Este abrió los ojos grandes, por Dios se imaginaba con 4 Vasilakis inquietos volviéndolo loco.

El francés mayor fingió un bostezo, para darle la señal clara a su esposo que era la hora de irse.

Kardia captó de inmediato la indirecta, rápidamente se levantó de su lugar para acercarse a Degel.

- ¿Quieres volver al hotel mí amor? Te ves cansado y no debes esforzarte.

Dijo muy casual, dando su mejor actuación.

- Si, necesito recostarme, me duelen los pies. Trae a los niños y volvamos.

- ¿Ya se van? - interrogó el francés menor al ver a su hermano levantarse - Te acompaño.

- No - se apresuró a negar Kardia - yo me encargo, no te preocupes. Nos regresamos con los niños. Ustedes si tienen ganas quédense. Aquí se baila bien y diviértanse - tiró una mirada y sonrisa picara muy poco disimulada.

Camus función el ceño y miró a Degel, este regañó al griego con la mirada.

- ¿Te llevas a todos los niños? - interpelo el otro griego con una enorme sonrisa. Degel también lo fulminó con la mirada. Estos Vasilakis eran poco disimulados.

Al de cabellos viridian no le importó, de echo esperaba tener un momento a solas con Milo.

Sus cuerpos pegados y sudados se movían, entre el tumulto de gente, al ritmo de la música típica local, unas sambas románticas hacían que sus caderas bailaran haciéndole tributo a la sensualidad.

Milo no sabía si era el calor nocturno del lugar o el constante roce del trasero carnosos del galo en su entrepierna, lo que le hacía subir la temperatura peligrosamente.

La leve brisa de la playa, hacía que el cabello de Camus desprendiera el embriagante perfume del galo.

Cómo si fuera un vampiro, el cuello del francés lo llamaba a gritos, bebería del él como si fuera un vaso de agua fresca en el desierto.

Bebió de su cerveza, que sostenía desde que comenzaron a bailar. Camus tenía un trago frutal con vodka, aunque Milo no deseaba que bebieran tanto dado a su historial.

Volteó al francés con un movimiento de mano, tomándolo de la cintura. Necesitaba darle un respiro a su hombría que se encontraba al límite, el cuerpo del acuariano no le daba tregua.

Tomó sus manos y lo alejó un poco, así podría respirar. Mientras le daba vueltas bailando, observó a las demás personas a su alrededor, la gente tanto local como turistas allí presentes, estaban igual o peor que ellos, rusientes ante los movimientos que la música invitaba a coreografiar.

Miró a su bailarín principal, quedó embobado al ver ese perfecto rostro iluminado, sonriente, venturoso, feliz... Eso fue lo que más había ansiado desde que llegaron.

Era todo lo que quería y se sentía afortunado de podes lograr que su pareja pudiera soltarse y distraerse esa noche.

Deseaba regalarle momentos así de por vida.

Amaba verlo bailar, con sus movimientos acertados y despreocupados, con la felicidad a tope y la sonrisa ensanchada que mostraba sin ningún ápice de vergüenza.

Tenía el nirvana y la plenitud total en su ser, ese era su Camus, el que quería ver todos los días.

- Debo ir al baño - gritó Milo por lo alto de la música.

Camus aún bailando, asintió con la cabeza. Otra idea se le cruzó en su mente y siguió a su presa hasta el baño.

El sonido de su propio líquido cayendo, retumbaba en todo el baño, como único sonidos de ambiente.

Estaba tan ocupado en aliviar su vejiga, que no escuchó la puerta abrirse.

Silencioso como un ninja, paso por paso ingresó al baño. Aprovechó un rincón de obscuridad para esperar oculto a su presa.

Milo salió del cubículo subiendo su cremallera, acto seguido, lavó sus manos.

Fue veloz como un águila, que con sus garras tapó los ojos turquesas.

- Te tengo - susurró en su oído, calentándolo con su aliento.

El rubio giró, quitando de sus ojos las manos del francés.

Camus no espero ni un momento para abalanzarse encima de su amante. Besando sus labios con desespero mientras acariciaba toda la longitud de su espalda.

Milo correspondió los besos propinados por el francés. Internamente se preguntaba si el acuariano tenía alguna clase de fetiche con los baños.

Siempre que estaban dentro de uno, el galo se le tiraba encima. No sé quejaba, si esas eran sus fantasías, tampoco se negaría.

Arrastró entre besos y caricias, al aguamarina hacia el cubículo.

Lo estrelló contra la pared con brusquedad, cosa que al otro no le importó en lo más mínimo. La dotación se besos que el griego le propinaba al francés, encendían su libido al máximo. La palpitante erección atrapada dentro de su bermuda, era la prueba de ello.

Camus parecía una persona tranquila, pero guardaba una fogosidad arrebatadora. Solo había que saber provocarlo.

- Eres hermoso - jadeaba el heleno, sin parar de besarlo - quiero hacerte mío, todo mío.

La aprobación del otro no tardó en llegar. Con las manos atolondradas, desabrochaba el cinturón de sus prendas. Milo imitó esta acción con su camisa.

Una vez que la piel otrora nívea, debido al sol, fue revelada, comenzó a ser acariciada por manos griegas. La lengua le secundo.

Camus apoyó su cabeza sobre los azulejos veteados grises. Su boca no emitía más que jadeos al sentir como la lengua juguetona de Milo, dejaba un camino de saliva desde el pecho hasta su bajo vientre.

Mientras la lengua se escabullía en el resquicio del ombligo del francés, las manos morenas se movían avivadas, desabrochando las bermudas color crema del acuariano.

Sin perder más tiempo, libero aquella carne que pedía a gritos atención.

Los bellos púbicos color viridian, desprendían aroma a jabón de almendras, le fue imposible no aspirarlo.

Camus aferró sus manos a los cabellos rubios dando señal y permiso para que el otro iniciará con los besos en su erección.

- Aahh, Milo - soltaron los labios franceses al sentir que lo devoraban por completo - así, así.

El griego aceleró los movimientos de lengua provocando que el otro se aferrara más a su cabello. Buscó con la mirada el rostro de su compañero, la encontró con los ojos cerrados, perdidos en el goce. De su boca solo salía palabras lujuriosas.

Separó su rostro del miembro, para recorrer en subida, el torso nuevamente. Permaneció un rato en el cuello levemente bronceado, embriagando su sentido del olfato con ese perfume Armani que llevaba.

Camus necesitaba tocar la carne ajena, introdujo su delicada mano en el interior de la bermuda blanca de Milo. Toco el miembro ya erecto por sobre la ropa interior, rozando de arriba abajo. A modo de respuesta, el rubio mordió su cuello.

La mano siguió su curso dentro de la ropa interior, tocó por fin la piel suave y húmeda por el líquido preseminal que ya comenzaba asomarse, embarrando sus dedos.

El griego apegó más su cuerpo al de Camus, frotándose en el, mientras sus bocas se consumían ardientes de besos.

3 hombres ingresaron al baño, hablando entre si en un idioma desconocidos para ellos. Ambos detuvieron al instante sus movimientos.

Para su mala suerte, solo había dos cubículos.

Unos golpes en la puerta de madera, los obligó a vestirse.

"Esto es lo malo de los baños" pensó Milo.

- Ya va - avisó para luego tomar de la mano al francés y salir juntos.

No importaba lo que pensaran los demás. Era gente que no conocía.

La mejor parte era que nadie los esperaba, nadie los apuraba. Tenían una habitación sola para ellos y toda noche para entregarse. Ya nada de los impedía.

- Vamos a la habitación - ordenó Milo casi arrastrando a Camus - allí estaremos tranquilo y terminaremos lo que empezamos.


Hola mis bellos lectores.

Les cuento que esté capítulo contenía 🔥🔥🔥 pero lo deje para el próximo porque se hacía muy largo.

Voy a tratar de adelantar porque en una semana me voy de vacaciones y quiero aprovechar el tiempo con mí familia .

Espero que les guste.

Gracias por leer ❤️










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